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∆ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵗʳᵉˢ∆

ᴸᵒˢ ᵖᵃ́ʲᵃʳᵒˢ ᵉᶰʲᵃᵘˡᵃᵈᵒˢ ˢᶤᵉᵐᵖʳᵉ ˢᵒᶰ ˡᵒˢ ᵐᵃ́ˢ ʰᵉʳᵐᵒˢᵒˢ˒ ᵉˣᵒ́ᵗᶤᶜᵒˢ ʸ ᶜᵒᵈᶤᶜᶤᵃᵈᵒˢˑ ᴾᵉʳᵒ ˢᶤᶰ ᶤᵐᵖᵒʳᵗᵃʳ ᶜᵘᵃᶰ ᶠᵉᵃˢ ˢᵉᵃᶰ ˡᵃˢ ᵖᵃˡᵒᵐᵃˢ˒ ᵉˡˡᵃˢ ˢᶤ́ ᵈᶤˢᶠʳᵘᵗᵃᶰ ᵈᵉ ˢᵘˢ ᵛᶤᵈᵃˢ ˡᶤᵇʳᵉˢ ʸ ˡᵉʲᵒˢ ᵈᵉ ʲᵃᵘˡᵃˢ.

ᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵗʳᵉˢ: ᑕᗩYᕮᑎᗪO

—Dije que no —repitió el demonio, con una mirada asesina sobre el ángel.

—Oh... ¿Por qué? Ya pasó un mes y no he visto ni siquiera el pueblo vecino, solo una vez, te acompañaré a comprar provisiones. —Se cruzó de brazos— Traerémos harina para reserva, por si ocurre como la última vez que no viniste tres días y yo no tenía qué comer —reprochó mordiendo el interior de su labio inferior.

—Olvidé tu existencia ¿Tanto te cuesta perdonar? —chasqueó varias veces la lengua y negó con la cabeza lentamente— Perdona al progimo, pajarito, el rencor es para nosotros los malos —canturreó burlesco.

Sus charlas se habían vuelto más largas y solía venir más seguido a ver al ángel durante el día. Eso sí, las veces que no lo olvidaba o se entretenía en un lugar lejano.

—N-No es rencor, lo llamo prevención. —Jugó con las plumas de su ala derecha y miró el piso tímidamente— Y... ejem, también quiero pasear.

—No.

—¡Ohh! —Levantó un poco la voz y el demonio se paró con fiereza.

—Te encadenaré si olvidas tu posición. —Sus dulces ojos se clavaron en los del mayor y se llenaron de lágrimas.

Parecía un cielo nublado dentro de esos preciosos orbes, el mismísimo demonio sintió deseos de retroceder al verlo, ya que esta vez, a diferencia de lo que normalmente sucedería, no le resultó placentero ver aquello.

Sintió algo inusual y que creía imposible dentro de su pecho, como si quemara. Era contradictorio, ya que el mismo ángel dijo una vez que las nubes no podrían arder, pero estas sí, el gris en sus humedecidos ojos hizo arder por dentro al mismísimo demonio.

La expresión del ángel delataba lo mucho que quería replicar, pero sabía que si hablaba lloraría. Mucha impotencia, esos instantes donde comenzó a ver lo malo en su vida, donde el optimismo y la fe empezaron a decaer, pero al mismo tiempo quería ser fuerte y no romper en llanto y autocompasión. Exactamente eso sentía Calliel.

Se fue a dormir sin comer y las próximas dos noches hizo lo mismo.

El gran ser de la oscuridad estaba cansado de esa actitud pasivo agresiva y de ser ignorado por su propio esclavo.

—¡Ven aquí! —demandó haciendo vibrar las paredes de madera.

Su decaído "sirviente" llegó pausadamente hasta enfrentar al demonio, sin siquiera mirarlo a la cara, estaba muy triste como para hacer aquello o mostrarse orgulloso.

—¿Piensas que lograrás algo con esta huelga de hambre? —siseó sin preocupación aparente.

—No... —afirmó en un susurro.

—¿Cómo dices? —Se inclinó hacia él, quedando su rostro a pocos milímetros del ángel

—No. No espero nada. Ya no —sollozó y frotó sus ojos llenos del lágrimas—. Creí que iba a ser feliz aquí y no fue así, pensé que eras genial y serías un demonio razonable pero no fue así y ahora creí con todo mi corazón que esta vez  podría ir de paseo al pueblo y disfrutarlo, no como pasó cuando llegué porque tuve incertidumbre y frío... —Sorbió su nariz— Pensé que al ir contigo sería tan divertido, pero... Al final tienes razón, no soy muy inteligente.

El mayor no supo cómo reaccionar, apretó sus dientes y frunció sus cejas, más confundido que molesto.

No sabía por qué estaba tan enojado, era ilógico, hacía décadas que vivía en el mundo humano y nunca experimentó ningún sentimiento o emoción extraña, hasta ahora.

Una presión en el pecho tan molesta que se lo quería arrancar. Empezó a ir y venir de un lado de la habitación a la otra, desconcertando al ángel. Maldecía en voz baja y clavaba su mirada furibunda en la criatura angelical.

—¡Cállate! —ordenó antes de salir de la casa y desordenar todo con el movimiento brusco de sus alas.

Voló por lo bajo entre los árboles, estaba tan confundido que incluso culpó al ángel por provocarle aquello. Se detuvo en la copa de un gran pino y se sentó allí a meditar y calmarse, viendo varios pájaros volar a lo lejos.

Respiró profundamente y luego de una hora regresó a su casa, donde Calliel se había dedicado a ordenar el desastre anterior y luego se sentó a susurrarle cosas bonitas a las flores que plantó en la entrada.

—Escuchame, inútil —gruñó y respiró hondo—. Esto no lo hago por ti, es solo que estuve pensando que los pájaros enjaulados se deprimen y eventualmente mueren y te necesito sano para luego venderte. Te sacaré solo un rato e iremos al pueblo por provisiones. —La alegría de Calliel era tan grande que se levantó rápidamente y tomó la mano del demonio.

Éste por instinto tenía sus garras preparadas para atacar, pero el tacto del ángel tan particular y afectuoso lo congeló en su lugar. Todo se intensifica para el demonio cuando Calliel estaba involucrado, incluso una simple caricia en su mano o una sonrisa sincera. Bastante confuso.

—¡Gracias! Iré por mi ropa —dijo emocionado e inocente.

Corrió hasta la habitación y buscó las prendas con las que había llegado y no esa camiseta larga y holgada que le consiguió el demonio y había estado usando mientras la otra estaba extendida en la soga.

Regresó apropiadamente vestido y giró alegre, mostrándole al demonio su atuendo. Los ojos del mayor lo recorrieron de arriba abajo y ladeó su rostro unos milímetros, humedeciendo sus labios.

La perfección y delicadeza de algunos ángeles era abrumadora, ese erotismo innato y la inocencia que caracterizaba a los que no bajaban del cielo, como Calliel que era vigía.

Sin contar que su actitud curiosa e inusual, hablando sobre ser libre y elegir su destino, frente a angeles que lo creían loco o defectuoso, no lo volvían muy popular. Era muy inocente para notarlo, pero no tenía amigos, nadie quería juntarse con el raro del segundo cielo.

Excepto los arcángeles Rafael y Gabriel, que procuraban ser justos y benevolentes. Ellos intentaron proteger al pequeño de las cosas malignas o desagradables.

Pero ellos no sabían que él quería bajar a la tierra, sino no lo hubiesen consentido tanto y protegido en exceso, ya que esa sobreprotección fue una desventaja para Calliel el día que escapó y verdaderamente no conocía mucho sobre la maldad o peligros.

—¿Vamos? —inquirió dando pasitos decididos hacia el camino, pero el mayor lo sujetó de la cabeza.

—¿En serio, pichón? Eres muy despistado. —Se lamentó poniendo sus ojos en blanco.

Sacó la llave de su collar, que había conseguido días atrás y así no la perdería. Colocó las cadenas alrededor de su pecho y lo miró, esperando algo de su parte.

—¿No vas a transformarte? —preguntó impaciente.

—Esto... solo puedo hacerlo con papel y tinta... Mi poder yace en mis manos, puedo escribir cánticos o versos de protección, camuflaje, rastreo y cosas por el estilo, soy hábil. —Quiso no sonar como un ángel insuficiente— Pero no puedo hacer mucho sin papel y tinta... Lo siento... Así no podré... —Su voz tembló y sintió algo sobre su cabeza.

Abrió sus ojos con asombro al ver que el demonio le entregó su túnica negra, le quedaba muy larga y estaba impregnada de su aroma, pero cubría sus alas.

—Oye, eres buenos con las manos eh —susurró con dobles intenciones— ¿Qué tal te van las manualidades? —Recorrió su labios con la lengua y sonrió maliciosamente.

—No lo sé... —Calliel miró sus pequeñas manos, todavía asombrado por estar cubierto del aroma de un demonio— Pero puedo intentarlo si quieres.

El contrario frunció sus labios y golpeó la oreja de Calliel con su dedo, escuchando su quejido adolorido.

—Que aburrido. Atrapé al pajarito más iluso del cielo —maldijo en voz baja y se alejó unos pasos.

Estiró su espalda y Calliel vió fijamente cómo ese gran cuerpo cambiaba. Su piel abandonaba lentamente ese color rojizo y se volvía claro, sus alas parecían entrar en su piel al igual que sus cuernos mientras él tronaba su cuello. La esclerótica de sus ojos dejó de verse negra y sus pupilas rasgadas se volvieron redondas, aunque su iris continuaba siendo dorado.

—Repugnante. Ni lo menciones —demandó asqueado.

Pero Calliel no estaba asqueado en absoluto, al verlo de forma humana, aunque su presencia era igual de aterradora y oscura que siempre, le pareció magnífico.

—Eres increíble, se ve súper real. —Le sonrió con admiración y esa fue la primera vez que el demonio veía a un ángel siendo humilde y honesto.

Los ángeles guerreros con los que había batallado en el pasado eran muy diferentes a Calliel, seres inquebrantables y demasiado orgullosos ante sus enemigos.

Librar enfrentamientos por décadas hizo a los ángeles afirmar que, ante sus ojos, los demonios no eran más que escoria. No es como si fuesen buenos o demostrasen lo contrario de todos modos, la mayoría de las criaturas de la noche gozaban sembrando el mal, destrozando ángeles, humanos e incluso otros demonios.

De repente el demonio recordó algo y haciendo una mueca de incomodidad aparecieron desde su espalda nuevamente ambas alas.

Miró a Calliel, chasqueó la lengua y se elevó rápidamente.

—¿A dónde v... —No alcanzó a terminar la frase que vio como el demonio volaba y se alejaba solo, perdiéndolo de vista.

Se sintió desilusionado y engañado. Si esta era otra broma cruel se su captor había llegado demasiado lejos. Se posicionó de cuclillas y grandes lágrimas rodaron sus mejillas, ocultando su rostro con la túnica que llevaba puesta.

De repente escuchó ajetreo y algo relinchando. Levantó la cabeza y la mirada desconcertada del mayor se clavó en Calliel.

Había traído consigo un fuerte e inquieto corcel blanco.

—¿Cómo hiciste para herirte en tan poco tiempo? —Se acercó y bruscamente lo levantó de su antebrazo, examinando su cuerpo.

—E-Esto... Estoy bien —sollozó riendo por lo bajo, estaba aliviado y se avergonzó por lo ocurrido.

Contrariamente el demonio no entendió y simplemente se encogió de hombros.

—¿De dónde lo sacaste? —preguntó Calliel, más tranquilo.

—Por ahí.

—¿De forma justa y legal? —Se cruzó de brazos.

—Claro, como todos los demonios hacemos, viene en nuestro código de honor junto al artículo de no seas imbécil y deja de hacer preguntas estúpidas. —Le sonrió condescendiente y Calliel llevó una mano a su pecho.

—No exist... Oye. Eso es mentira.

—Se llama sarcasmo, vete acostumbrado, pajarito. —Ordenó con la mirada que subiese ya.

«Lo robó, definitivamente le robó el caballo a alguien»

Calliel suspiró y se acercó al rostro del animal, tomándolo gentilmente de ambos lados.

—No te asustes, yo te cuidaré ¿Sí? —Cerro sus ojos y acarició su rostro— No sé si tu anterior dueño era bueno o malo, si lo extrañas o no, pero si no puedo hacer que el demonio entre en razón —abrió un ojo, lo miró sobre el cuadrúpedo y éste rodó los ojos— por lo menos me encargaré de que seas feliz conmigo ¿Esta bien?

El animal extrañamente se tranquilizó, la paz que transmitían de forma natural los ángeles hacia los animales era un hecho.

Luego caminó alegre hasta quedar junto al caballo y no tenía idea de cómo subirse, pero la paciencia del demonio no iba a ser tanta como para que averiguara una forma de subir solo y tomando su brazo lo sentó frente a sí.

El camino era tranquilo y el sol del mediodía iluminaba el paisaje, mismo que Calliel admiraba a cada paso que daban. Provocando que casi se cayese al no sujetarse bien.

—Un mejor plan para mí sería arrojarte aquí o atarte a algún árbol estilo perro abandonado. —Calliel no podía creerlo.

—¿Quién abandonaría a un perro? —Su compañero rió desde el fondo de su garganta.

—Joder, me fastidias tanto que me agradas, hace años no me frustraba tanto, tienes mérito por eso —ironizó—. Sujétate si no quieres romper tu li... —carraspeó— horrorosa cara.

—No tengo de dónde, tú tienes la soga esa que lo guía y yo como estoy delante no puedo mantener el equilibrio o tomar su melena porque la cortaron y... —Sintió la mano del demonio en su vientre y cómo jaló de él, acercándolo por completo a su enorme cuerpo.

La temperatura del pequeño entre esos grandes brazos aumentó y los latidos de su corazón también. La criatura a sus espaldas era muy peligrosa y jamás estuvo tan cerca de un demonio en su vida.

Pero el demonio no estaba para nada pensando en eso, el cuerpo del ángel era tan cálido y tranquilizador que quiso morderlo. Inclinó su rostro hasta quedar su boca a milímetros del cuello de Calliel cubierto por la túnica, que si no fuese por la capucha de esta, vería directamente la mirada oscurecida del demonio.

Sus ojos miraron a un costado percatándose del peligro y se encontró con una gran y siniestra sonrisa.

—Ya casi llegamos, avecilla —susurró a un solo movimiento de los labios de Calliel y se irguió nuevamente.

—Oh, vaya, es genial... —Respiró profundo— Aunque pasamos un pueblo por el cartel que vi recién —musitó.

—Ese no tenía lo que vine a buscar. —El caballo dobló y a pocos metros vieron un lugar lleno de puestos.

Había telas que hacían un estilo de techo improvisado, vendedores de todas partes parecían reunidos y cada uno tenía todo tipo de artículos.

El anonadado ángel miraba todo atentamente y ambos bajaron del caballo. Lo ataron a un puesto donde había otros equinos y pagaron al hombre por el cuidado de su caballo.

Antes de que el pequeño se acercara a un puesto artesanal, el demonio tomó sus hombros y a cambio de una moneda de oro sacó un pañuelo gris de otro puesto, colocándoselo a Calliel en su angelical rostro.

—Sabrán al instante tu especie si muestras tu cara, algo tan feo es inconfundible —sonrió socarrón y el menos asintió.

—Gracias. —Se miró en un espejo que vendían por un alto precio— Es muy lindo.

El demonio no esperaba esa reacción, pero soltando un suspiro leve caminó hacia otro puesto, donde Calliel lo siguió sin preguntar.

Había tanta gente que era difícil pasar para alguien de pequeña contextura como Calliel, pero opuesto a él, el demonio caminaba sin problemas. Por ello y con miedo de perderse, tomó la mano del demonio y parte de su antebrazo.

Éste se sorprendió cuando lo vio pegado a su cuerpo así y lo aliviado que se veía solo con tomar su mano, así que lo dejó estar por esa ocasión.

Llegaron a un puesto donde había muchos oleos, pinceles, plumas, tinta e infinidad de telas y hojas.

—Deme diez de cada porquería —demandó el demonio y dejó una bolsita con varias monedas de oro.

Cuando la bajita mujer con apariencia gitana la abrió, sonrió ampliamente.

—Claro caballero, su esposa debe haberlo hecho muy feliz hoy —comentó coqueta, refiriéndose a Calliel.

Con su rostro y cuerpo parcialmente cubiertos era difícil adivinar su género, siendo que ni siquiera tenía uno, al ser un ángel.

Sin ropa podría decirse que era un varón, pero sus ojos eran finos, pestañas largas y facciones delicadas, incluso descubierto sería fácilmente confundido con el rostro de una joven. Sin duda una criatura andrógina y perfecta, hecha por el mismísimo Dios.

—Gracias —dijo cortésmente el ángel y el mayor lo miró raro

—¿Desde cuándo? —Le siseó el demonio a Calliel.

—No seas descortés, aunque esté equivocada, sigue siendo una mujer amable y dulce, se sentirá mal si la contradecimos... —Le susurró y comprendió.

El mayor vio a una avariciosa señora que solo quería el dinero y diría cualquier mierda para recibir más. Pero no iba a hacerle entender eso a su inexperto y atípico esclavo.

—Un ángel casado con un demonio, el cielo arderá y el infierno se congelará. ¿No lo crees, cariño? —susurró burlesco y el rostro del pequeño ardió por su descaro.

—E-Estoy empezando a creer que tienes un problema con esto de molestarme —contestó y apretó su agarre en el brazo del mayor, recordando que todavía estaba sujetándolo.

Miró su rostro, su brazo y de nuevo su rostro, para corroborar si su tacto estaba molestando a su imponente captor. Pero no fue así, parecía incluso más tranquilo que de costumbre.

—Vamos, faltan más cosas —manifestó tomando la gran bolsa que compraron y llevándola a su hombro.

—Harina, mucha, mucha harina —canturreó ilusionado y abrazó más el brazo del contrario.

Antes se sintió solo, abrumado y desprotegido caminando por el pueblo donde cayó del cielo. Pero ahora estaba tan tranquilo que no podía evitar dejar en evidencia toda su felicidad, parecía brillar, desprendía esa aura pura y radiante, literalmente sus iris estaban tan claras que parecían blancas.

—Creo que lloverá —comentó una señora.

—Tal vez compre algo de leche —dudó otra.

Caliel estaba extasiado con tantos humanos cerca, viendo y descubriendo cosas nuevas.

—¿Has oído del Chupacabras? —Le dijo un hombre a otro— Hace unas noches robó dos de mis cabras y el panadero dijo que hoy mismo apareció en su casa y se llevó su caballo. Es un ser con alas negras, mirada demoníaca y cuerpo esculpido por el mismísimo averno —Calliel oyó la conversación por casualidad y miró al demonio.

—¿No comiste cabra ahumada hace poco? —El acusado fingió inocencia y luego sonrió arrogante.

—Hay muchos demonios en la tierra, parece que estás muy pendiente de mí e imaginas cosas, pobre gorrión —concluyó con soberbia.

Caliel no pudo objetar ya que llegaron al lugar de la harina y el demonio vio a la distancia a un demonio que le debía un favor. Le ordenó al ángel que se quedase quieto mientras iba a "dialogar con su buen amigo".

Si huyes...

—Me muero, ya lo sé. —Se encogió de hombros y su demoníaco colega sonrió cómico.

«¿Qué diablos hubiese sido de este pajarito en manos de tipos como Belcebú o Moloch? Que no son tan 'excéntricos' como yo, podría decirse.»

—Espérame aquí. —Y eso hizo Calliel... o lo intentó.

Había tanta gente que parecían empujarlo y arrastrarlo como en una corriente. Terminó metiéndose a un callejón para evitar la multitud, puso ambos pies juntos, levantó la cabeza y con sus manos frente a su cuerpo sujetando la gran bolsa que llegaba al suelo miró la multitud, esperando al demonio.

Sin que lo advirtiese escuchó ruidos a su espalda. Sintió algo afilado tocando su costado y se percató de que estaba acompañado.

—Gírate lentamente y no hagas ruido, primor. —Calliel lo hizo y funció sus cejas.

—¿Necesita algo? —preguntó con calma y al asaltante no entendió su reacción.

Revisó la bolsa y no le interesó para nada lo que había dentro. Miró los ojos de Calliel y tiró de su pañuelo y en el forcejeo descubrió su cara y cabello. Era lo más cercano a la perfección que ese ruin hombre iba a estar en su mala vida.

—S-Si me permite. —Intentó irse pero lo acorraló contra la pared.

—Eres toda una diosa, seguramente eso eres, cogerme una diosa, vaya que tengo suerte —balbuceaba y el aliento a cerveza chocaba contra el rostro de Calliel, que contenía el aliento con asco.

El atacante resultó ser un hombre atractivo, a simple vista no aparecía ser el alcohólico, violento y sádico hombre que era.

—Señor, esta confundido, ahh —gimió adolorido cuando apretó su cuello y sintió pared del callejón en su espalda— P-Por favor... No me haga daño, todavía no he visto éste mundo... Oh Dios... —Sus ojos se llenaron de lágrimas y le faltaba más y más el aire.

Todo se volvió borroso mientras sentía que tironeaban de sus ropajes, creyó que todo se acabaría y que ese hombre quería matarlo, cuando repentinamente una enorme sombra negra estremeció el lugar, cayendo desde el cielo. Y así como llegó, desapareció en lo alto, llevándose consigo al hombre.

De repente volvió a descender y el alivio fue instantáneo al ver esas pupilas doradas. Sin meditarlo Calliel lo abrazó y presionó su rostro contra ese fuerte pecho.

—Demonio... —Lo abrazó más fuerte— Fue horrible, horrible, horrible —repetía tembloroso y el imponente ser se quedó inmóvil.

De nuevo no le resultó placentero verlo abrumado, pero sí sintió algo molesto en su pecho cuando se aferró a él, algo que desconocía completamente.

Iba a reprocharle que no lo esperó donde le ordenó, pero ya había tenido suficiente y no quería que llorase aún más... Porque el llanto lo irrita, no porque tuviese consideración por el ángel, o eso se repetía mentalmente.

—¿Qué pasó con aquél hombre? Era muy hermoso ¿Por qué me atacó? —cuestionó el menor todavía entre los brazos del demonio.

—Era hermoso, pero ya sabes, Lucifer también lo es —contestó sin vacilar y tomó el brazo de Calliel con una mano y la bolsa con la otra—. Vamos por el caballo, estoy pensando seriamente quedarme con él y deshacerme de ti, por lo menos se queda donde lo dejo —masculló con cansancio y los ojitos de Calliel se clavaron en el suelo, entristecido.

Creyó que juntarse mucho tiempo con un ser de luz lo estaba debilitando y arrancándole la satisfacción del caos, porque al verlo llorar no le generaba lo mismo que antes. Bueno, eso supuso hasta a la distancia, sobre su hombro, vio al hombre anterior estrellarse contra el suelo y como su cadáver era una pila de carne, órganos y huesos rostros por lo alto desde donde cayó.

Lo había llevado hasta lo más alto que jamás voló y luego lo arrojó aún más arriba, no sin antes susurrarle "¿Sabes lo agónico que es dirigirse a una muerte inminente y no poder evitarlo?, ¿esa desesperación?, ¿esa frustración?, ¿el pánico?".

Y dedicándole una última sonrisa demoníaca, mostrando una infinidad de colmillos e incluso deformando su rostro a uno más aterrador e infernal antes de arrojarlo hacia arriba.

Al ver cómo la gente se amontonaba alrededor del montón de viceras y sangre a lo lejos y se formaba el pánico colectivo, sonrió y se tranquilizó sabiendo que seguía amando el caos.

Llegaron nuevamente frente a la casa, donde el mayor recuperó au forma original y Calliel corrió hacia adentro con papel, una pluma y tinta. Regresó segundos después con un pequeño pedazo de papel y con una vegetación similar a una liana pequeña lo ató en su tobillo.

Todo su cuerpo empezó a brillar y la manera en la que él se transformó en humano era muy diferente a la del demonio. Al mayor  parecía incomodarle y dolerle en cierta forma cuando las alas, cuernos y garras entraban en su piel. En cambio Calliel lo hacía de forma gentil, suave y armoniosa.

Al finalizar su piel era menos blanca, sus alas habían desaparecido y el cabello que antes era de un gris ceniza ahora era castaño, su rostro continuaba teniendo sus rasgos característicos pero más humanizados, como sus labios más rosados, ojos color café y las pestañas menos largas.

—¿Qué tal? —preguntó con cierto orgullo por su buen trabajo.

—No lo sé. Tendría que juzgarlo de cerca. —Con su dedo señaló el piso frente a él y el menor se acercó tranquilamente.

—A que parezco un humano, a que sí —continuó, irradiando júbilo.

—No solo eso, eres exactamente como ellos. —Con su dedo tocó un mechón de cabello de Calliel y lo acercó a sus labios— Cada pequeño detalle... —susurró inclinándose todavía más y rodeando con su cola la diminuta cintura del ángel humanizado y lo presionó contra su cuerpo

—E-Esto... —Otra vez comenzó a experimentar sentimientos y emociones humanas, encogiéndose en su sitio al sentir la nariz del mayor tocar su cuello.

—Tu aroma, podría jurar que eres humano —rozó con su lengua ese fino cuello y se erizó toda la piel de Calliel, provocándole un escalofrío cuando metió sus manos debajo de la camiseta que traía.

—Por favor —imploró, temiéndole a las nuevas sensaciones que estaba desarrollando.

—Solo quería tocar donde estaban tus alas —musitó—. Hay que examinarlo todo... —Decendió una de sus grandes manos a su cadera y luego su parte baja, lentamente, presionando cada centímetro de Calliel.

Sus colmillos rasparon finamente esa deliciosa piel a su disposición, el cuerpo de Calliel se contrajo y sus manos se posicionaron en el pecho del demonio.

—¿Y-Ya es... es suficiente? —Sus mejillas rojas, la agitación, temor y esos intensos ojos con la mirada tan característica del ángel hicieron al demonio morder su labio, pidiendo caer en la tentación.

—No, créeme que no es suficiente —manifestó eliminando completamente la distancia entre ambos cuerpos, sintiendo cómo temblaba entre sus brazos—  No voy a comerte o matarte ¿Sabes? —Acercó su boca a la suya— Pero podría hacer contigo cosas más placenteras que eso.

De repente se oyó un fuerte estruendo y recién en ese momento notaron ambos que el cielo se había llenado de nubes y el caballo estaba relinchando hacía varios minutos.

—Diablos, cada vez odio más el maldito cielo —admitió entre dientes y soltó al ángel.

—¿A dónde... vas? —Se animó a preguntar.

—¿Acaso quieres que continúe donde estábamos? —susurró con cierta seducción en su voz.

Las cejas del menor se fruncieron y apretó su brazo con una mano.

—Fue extraño, por un momento me asustaste. —admitió cohibido y el mayor rodó los ojos.

—Lo supuse. —Negó con la cabeza— Ya, otro día será. Tú entra a la casa, regresaré antes de que el clima empeore.

La mirada del ángel decayó y su puchero parecía tocar el suelo de lo inconforme que estaba al recibir tan vaga respuesta.

—Devolveré el maldito caballo, no tenemos donde meterlo, genio. Y supongo que si lo hago en un guiso vas a morir de tristeza —Su expresión de pánico lo delató— Lo dejaré con el viejo que lo tenía, no lloriquees o te daré motivos para llorar en serio —gruñó con nula paciencia.

Tomó al caballo y Calliel los saludo con la mano en alto y una sonrisa.

—¡Te espero en casa, demonio! —gritó y el demonio no pudo evitar la sonrisa que se formó en su rostro.

Antes de traer a Calliel todo era más silencioso, aburrido y monótono. Se vivía de manera diferente desde que estaban juntos bajo el mismo techo, "Tal vez ese ángel es especial" pensó.

Al regresar se sentó frente a la mesa donde Calliel había preparado un té caliente para ambos.

—Bienvenido, demonio —sonrió y le acercó su taza— Lo probé y esta vez quedó muy rico, no te preocupes.

Le miró ansioso y espectante a que lo probase, esperando que le gustase, no como las veces anteriores donde se burló o rechazó tomar sus feas tazas de té mal hechas.

—Belial —artriculó con calma y tomó un trago del té.

—¿Eh? —todavía con la taza en su boca, observó de manera penetrante a Calliel.

—Mi nombre es Belial.

Cσɳƚιɳυαɾά...

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