Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

∆ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᶤᵉᶻ∆

"ᴸᵃ ᵃᵗᶤ́ᵖᶤᶜᵃ ʰᵒᶰᵉˢᵗᶤᵈᵃᵈ ᵈᵉ ᵘᶰ ᵈᵉᵐᵒᶰᶤᵒ ᵒʳᵍᵘˡˡᵒˢᵒˑ"

ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᶤᵉᶻ: SᕮTᗩ

Cᴀʟʟɪᴇʟ

Desperté encontrándome con los fuertes bíceps de Belial que me tenían sujeto y firme contra su cuerpo.

Me removí un poco, sintiéndome cansado y extraño, como si mi cuerpo hubiese experimentado una descarga eléctrica en medio de una tormenta. Pero, sinceramente, no era desagradable.

Dejé lentamente la cama y antes de hacerlo no pude evitar mirar fijamente el cuerpo de Belial.

Nunca me dijeron que un demonio temible podía ser tan atrayente y agradable a la vista. En mi imaginación eran cosas monstruosas y raras, por eso suelo quedarme, disimuladamente, admirando lo lindo que me resulta este malhumorado y poderosos demonio.

Respiré hondo y ahí sí me levanté y caminé hacia la sala, pasando frente a un circular espejo, algo opaco, que colgaba de una de las paredes. Pude ver claramente los dedos de Belial marcados en mi cadera y sus mordidas, ruborizando mi rostro.

—Ya veo. Con que a eso se refería con un "recordatorio"... —recapacité y lo oí reírse, cosa que me percató de su presencia en la puerta de la habitación.

—Buena vista —comentó y me di cuenta que tenía una toalla en su cintura, pero yo estaba sin ropa todavía, cubriéndome rápido con mis alas y evitando su mirada.

—E-Esto es vergonzoso, las emociones humanas aterran —admití y se acercó a mí, ignorando mi rotunda negativa ante la idea.

—¿Qué te inhibe? Dímelo —demandó y levanté mis ojos hasta los suyos.

—¿Es una órden? —pregunté un poco intimidado.

A veces, cuando actúa autoritario, no sé cómo reaccionar.

—No —dijo con una extraña tranquilidad—, pero quiero saberlo.

No podía creer que él esperaba que yo le enseñase algo, hasta ahora creo que yo he sido el único aprendiendo constantemente de Belial y esta frase hizo que mis ojos brillaran sin darme cuenta.

Me armé de valor e inflé mis pulmones antes de contestar:

—T-Tu mirada sobre mí... hace que recuerde cuando tuvimos s-sexo y no puedo evitar sentirme inquieto. Además, no estoy acostumbrado a estar frente a ti sin ropa o las emociones que eso me genera aquí, es diferente a estar en el cielo —finalicé cubriendo mi rostro con ambas manos.

Tomó mi muñeca y me acercó de un tirón hacia él.

—Pensar que estuve cerca de dejar ir a un pichoncito tan ingenuo y erótico —susurró inclinándose hasta mí y creí que me besaría, pero se detuvo milímetros antes de tocar mi boca—. Vivir en la tierra tiene sus beneficios.

Incluso pude percibir su tibia respiración y aún así solo se quedó allí, a nada de tocar ni piel, pero sin hacerlo.

Ladeé un poco el rostro y no entendí por qué no continuó, deseaba sentir esa hermosa sensación que me daba y apoyando mi mano libre en su pecho acorté la poca distancia que faltaba y su calor se hizo presente en mis labios.

Tenía los ojos fuertemente cerrados, para abrirlos sorprendido cuando abrió mi boca con uno de sus pulgares en mi barbilla e introdujo su lengua.

Sus finos ojos parecían examinarme atentamente mientras invadía mi cavidad bucal y dicha acción me hizo jadear sin querer, volviendo a cerrar mis ojos.

—Mi cuerpo... —musité en medio de cortos y agradables besos— al llegar a la tierra experimentó... cosas increíbles... Gracias —agradecí con una fuerte sensación de presión en mi pecho mientras Belial me observaba.

Poco a poco podía ver que no era del todo malo y tal como supuse (aunque no lo admita) tiene un lado amable y no le desagrado como dijo cuando me recogió hace ya tantos meses.

Los rasguños en la puerta llamaron la atención de Belial y bufó.

—Definitivamente lo detesto —gruñó en dirección a dicha puerta y le abrió.

Gigil entró y al estar cerca de mí se detuvo de repente y levantó sus orejas.

—¿Qué sucede? —pregunté y Belial soltó una risita silenciosa y cargada de sorna, cosa que me confundió todavía más y a Gigil lo hizo fruncir su linda carita.

—Todo tu cuerpo y aroma gritan que te marqué como mío, o así lo debe ver el zorro, es un animal después de todo. —Abrí grande mis ojos y no supe qué decir.

—¿Eso... es malo? —cuestioné haciendo a Belial guardar silencio por algún motivo.

—¿Le preguntas eso a un demonio? No me desagrada tu aroma impregnado de mí —sonrió fríamente—. Aunque, tu olor natural también me... —bufó y se dirigió imponente hacia la puerta.

A veces parece que va a decir algo, pero simplemente se calla. O me mira, como si pensara cosas realmente difíciles de entender, para luego no decir nada en absoluto. Así es él, no es de expresar mucho lo que siente, es más de demostrarlo.

—No puedo oler eso que dices, tampoco detecto mi "aroma" del que hablas —dije algo desanimado—. Pero, sí percibo tu piel —sonreí—, es similar... a un incendio y un olor hipnótico, no es precisamente como un incendio, sino similar a la combustión de... ¿azufre, nitrato de potasio, carbón y fuego? Vaya es difícil, es algo así, junto a un olor nuevo que no logro descifrar. Único y agradable.

Sus tajantes ojos se clavaron en mí y se acercó, haciendo que retrocediera hasta la pared y ahí me arrinconó. Al moverme sentí pegajosa la parte superior de mi cuerpo e hice una expresión de desagrado.

—Oh cielos, creo que sí debería ducharme ¿Verdad? —Estornudé bajito—. ¿Puedo hacerlo? —pregunté, ya que la vez pasada pude lavarme recién dos horas después de tener sexo.

Se vistió aproximadamente y no respondió a mi pregunta, salió y por muchas horas no supe de él. Luego regresó a la casa, pero entró a una parte de la cabaña que estaba sin uso y hacía mucho ruido moviendo cosas.

Para esas alturas ya me había colocado una abrigada túnica que era de Belial y me quedaba exageradamente larga y ancha.

Cociné una sopa con vegetales que conseguí, a pesar del frío, todavía algunos crecían en el bosque y esta vez los hongos que traje eran comestibles, ya que el hermano mayor de un niño del pueblo los recolectaba seguido. Así hice una sopa de hongos.

Me senté a comer, pero antes de dar un bocado, me interrumpió la puerta abriéndose. Tenía curiosidad de saber qué hacía, pero sentí que lo hice enojar anteriormente y no quise continuar enfadádolo.

Gigil se acercó un poco confundido hasta mí y lamió mi pantorrilla, me incliné y lo acaricié.

—No creo que esté enojado. —Le dije y solo frotaba su cabeza contra mi mano, alegre.

Cuando llegó Belial, Gigil se alejó un poco de mí y pestañeó varias veces.

—Debe creer que estás en celo o algo así —afirmó entrando a la cocina comedor—, los animales y las bestias no son moralistas ni suelen ver la diferencia entre el sexo y apareamiento, no creo que razonen tanto para diferenciarlo —finalizó el demonio.

Se paró junto a mí y su presencia me intimidó un poco, pero le ofrecí probar mi comida, sin poder ocultar la emoción de saber qué opinaba y si había mejorado un poco aunque sea.

Tomó grandes sorbos e hizo un raro gesto luego del tercer bocado.

—Si planeas matarme para huir, créeme que esta surtiendo efecto, unas sopas más de estas y me mataré —sentenció malicioso y un gran y ofendido puchero se formó en mis labios.

—Y-Ya lo haré mejor... O cocina tú, en vez de irte y dejarme solo —murmuré lo último apartando la mirada y tocó mi mejilla con sus dedos, cosa que me dejó estático.

Sin hablar me tomó con fuerza de la muñeca, guiándome a la habitación de la casa de donde provenían los recientes ruidos: había una gran tina redonda de madera, una especie de horno y una gran caldera.

—Wow ¿Qué hacemos aquí? ¿Cuando trajiste esto?

—Tú, adentro, ahora.

—¿Vas a cocinarme? —pregunté un poco jugando y otro poco inquieto.

—Asearte. Hace frío para ir a la cascada, pero ahora estarás bien —comentó sin más.

—Ahh, oh. Genial, creo.

—Hacía décadas no veía una de estas, hoy recordé dónde la había visto, por suerte estaba en buen estado y la traje.

—Parece muy resistente —articulé alegre.

—El agua, la habitación y la casa en general, se mantendrán calientes gracias a esto. Solo hay que procurar tener vivas las llamas y ya. No conoces todavía el inverno aquí, pronto caerá nieve y la chimenea no bastará, serás pollito congelado sin esta mierda —ironizó e hice una mueca con mis labios.

Me acerqué curioso y atento.

—¿Por qué no la tenías antes?

—No la necesito, puedo crear fuego, así que venía a esta habitación que es la única que no esta construida con madera y dormía rodeado de llamas —dijo casi sonriendo y yo solo pude imaginar lo inflamable, peligroso e irresponsable que era hacer eso.

—¿Y te duchabas...

—En la cascada —respondió sin ganas—, derretía el agua con facilidad y todo hervía, pero no soy de controlarme mucho cuando lo hago y estoy seguro que terminarás rostizado. Ahora vamos, ya métete y deja de parlotear.

—¿La robaste? —continué

—¿Acaso tengo cara de herrero o un puto carpintero? Obviamente que es robada. Deja de fastidiar.

—Pero... —miré mis manos y suspiró.

—Le hice unos arreglos en esta parte de la cabaña para que no entrara nada de frío y al piso para poder filtrar el agua si se desborda.

Metí uno de mis pies y el agua ya estaba tibia, pero no lo suficiente. Me escaneó con sus ojos, chasqueó los dedos y acrecentó las brasas.

—Ya veo... —Lo miré con una sonrisa— Eres bueno armando cosas también, no solo para destruirlas, como dices —aseguré y presionó mi nariz sin cuidado.

—Pensándolo bien creo que sí te cocinaré. —Hizo una mueca malvada y rió al ver mi cara de espanto, su risa fue suficiente para que sin miedo dejase la túnica a un lado y me metiese dentro del agua.

Su sonrisa bastó para saber que quería verla por toda la eternidad.

—Confío en ti —hablé y me sumergí hasta el pecho, sentándome en una parte que hacía función de banco dentro de la bañera.

—Mala decisión —siseó altivo.

—No quiero morir, pero haré lo que me pidas si puedo verte sonreír así; por alguna razón siento que lo valdría —dije la verdad.

Si lo analizaba a profundidad, las emociones humanas parecen ser bastante peligrosas... pero eso no estaba entre mis preocupaciones al momento de ver cómo se desvestía mi fornido compañero y entraba a la bañera, ahora más estrecha.

—Así gastaremos menos tiempo y agua —sentenció serio.

—¿T-Te ofendí? —Me animé a preguntar y se sorprendió, para luego suspirar.

—No, es lo opuesto, creo... no lo sé. No estoy enfadado. —Estiró su cabello hacia atrás y con un pequeño recipiente se arrojó agua, dejando una fina capa brillante en su piel y deslizándose por cada músculo de su pecho.

Pestañeé varias veces y luego sonreí para mis adentros, reaccionando a su última respuesta.

—¡Genial! —Me alegré demasiado, acercándome a él— ¿Te ayudo? —Tomé una esponja vegetal y asintió sorprendido.

En la cascada solemos bañarnos juntos, me gustaba ayudarlo con sus alas y últimamente él era más amable. Por eso no estaba tan intimidado como las primeras veces... aunque aquí teníamos que estar muy cerca el uno del otro.

Comencé con sus hermosas alas, admiraba cada pequeña vena en ellas, sin duda majestuosas y enormes.

—De verdad te gustan eh —dijo arrogante y no quise decirle que sí, porque no quería incomodarlo que mi mirada estaba siempre siguiéndolo.

Por eso intentaba verlo furtivamente y disimular lo mucho que me atraían sus majestuosas alas.

—No estoy obligado a responder —vocalicé casi tarareando y juraría que sonrió de lado.

—Se me reveló el patito feo —bromeó—. Es muy obvio, te quedas viéndome tanto que ya no sé cuál de los dos es el que tiene malas intenciones para con el otro. —Llevé una mano a mi pecho y paré de lavarlo de repente.

—Te equivocas, no tengo ninguna mala intención contigo, te lo juro —admití y parecía sorprendido al oírme—. Te miro porque eres... cielos, increíble: tu cuerpo, tus músculos, cuando te mueves, cuando ríes y se contrae tu abdomen, cuando tus alas lo cubren todo y pareciera que es de noche. Aunque tomemos un descanso a plena luz del día, si tus alas están sobre mí, siento que puedo descansar sin preocupación.

Miré mis manos y luego el agua, para no distraerme al verlo burlándose (seguramente) y poder terminar lo que quería expresarle claramente.

—Te veo, porque tenía una idea equivocada de los demonios, constantemente me recuerdas lo asombroso que es ver uno mismo el mundo y no solo oír historias de él... No creo que ningún demonio sea como tú, y-y por eso estoy feliz de que seas el que me halló aquél día, siento que estoy vivo gracias a ti. Aunque a veces seas aterrador, sigo acostumbrándome a eso... —reí algo avergonzado y al levantar la mirada no sentí que se estuviera burlando por mi confesión sobre lo feliz que era a pesar de estar privado de mi libertad.

Sus ojos estaban fijos en mí, parecía que nada más que yo podría acaparar su atención en ese momento, como si el mundo a nuestro alrededor fuese insuficiente y mi corazón se contrajo cuando su cola me acercó a sus brazos.

—Tampoco eres un ángel ordinario. —Fue lo único que dijo antes de girarme y dejarme de espaldas a él.

Tomó la esponja de mi mano y la deslizó sobre mi brazo, llegando a mi hombro y deteniéndose cuando gemí sin querer, el agua tibia hizo que la mordida ardiera un poco y se detuvo.

No pasaron ni dos segundos que me sobresaltó su lengua en ese adolorido lugar. Sus manos de colaron por mi pecho y besó mi cuello, provocando que estirara mi rostro hacia atrás y así darle más libertad de moverse.

Por algún motivo quería ser mimado por Belial, mucho tiempo.

Se separó abruptamente de mí y sentí una especie de vacío en mi tórax, mostrando mi descontento al contraer mis alas y cubrir parte de mi espalda con ellas.

—Si no me das espacio, terminaré forzándote —aseveró—, conozco mis límites, estás llegando a ellos y es peligroso para ti, lujurioso pichón.

La oscuridad en su mirada debió ser un detonante para que me aleje, pero, con todo mi corazón quería ser mimado y consentido, aunque fuese un poco. Así que tomé coraje y sujeté su mano y la llevé a mi cabeza.

—Solo un poco... un poco más —supliqué y quedó estático, con su quijada apretada.

—¿Qué dijiste? —gruñó bajo.

Mis hombros se elevaron un poco y apreté los ojos.

—Q-Quiero sentir... Mi corazón cuando... —Tomé aire y finalmente dije una oración coherente—: quiero que me toques.

Iba a negarse, no podía exigirle nada a un demonio que me tenía de mascota y solo como buena voluntad me enseñaba sobre la tierra. Esto no era una enseñanza, yo quería sentirme más cerca, más cálido, más de Belial.

Me acercó lentamente, de nuevo, pero esta vez me senté sobre sus piernas con las mías hacia un costado. Tomó mi cintura con una mano y apoyó la otra en mi muslo, mismo que se contrajo por el tacto.

—Unos minutos —siseó antes de unir sus labios a los míos.

"No podía ser posible que un malvado demonio tocara a otro ser con tanta delicadeza y calma", o eso hubiese pensando si no lo hubiera experimentado en carne propia.

El tiempo pasó en un pestañear y sentí que necesita más, mucho más, muchas vidas más de esto.

Se separó de mí y procuré no verme tan aturdido y complacido por sus caricias y toques sutiles en mi piel.

—U-Un poco más... —supliqué sin pensarlo.

Suspiró casi en un gruñido y me pregunté qué estaría pensando.

Los besos se sentían cada vez más desenfrenados y su mano en mi pierna comenzó a subir hasta mi intimidad, el calor del agua, de Belial y mi corazón, parecían derretirme.

Se separó una última vez y en esta ocasión se veía agitado y hasta molesto.

—Pasé del caos a la lujuria, que problemático —dijo y no comprendí, supuse que debía estarse regañando a sí mismo y rió sin gracia para sus adentros—. Inaceptable.

Hice que se enojara consigo mismo por alguna desconocida razón.

—¿Estás... bien?

—Nada esta bien, angelito ingenuo, ¿no ves que juegas con fuego constantemente? Yo te advierto (cosa que a mí mismo me asombra) y tú sigues insistiendo. Si pierdo la cabeza y termino sobre ti vas a odiarme, voy a hacerlo también y todo se irá al carajo. Todo porque no puedes distinguir entre ángeles y demonios. Mi naturaleza es tan fuerte que estoy luchando internamente para no asustarte, quiero tirarme sobre tu jodido cuerpo y me enferma querer y no querer hacerlo. A este paso voy a terminar muerto.

Mis ojos quedaron viendo hacia la nada y ni siquiera pude tragar saliva.

—Lo lamento... —Bajé de sus piernas rápidamente y salí de la tina— Y-Ya estoy limpio, g-gracias.

Quiso tomar mi mano, pero la aparté con mucha culpa. No sabía que estaba haciéndole daño de algún tipo al exigirle que me acariciara.

—Oh, diablos. —Lo oí maldecir y entré a la habitación, donde estornudé por el frío, me apresuré a vestirme y no pude evitar cuando mis mejillas sintieron esas tibias gotas escurrir de mis ojos.

Pensar que le ocasioné problemas me deprimió más de lo que pensé.

—Yo creí que estábamos los dos felices —sollocé.

En ese instante abrió la puerta de un portazo.

—¡Ya! ¡Solo cállate! —Su repentina aparición me quitó hasta las lágrimas del susto, quedé de pie, inmóvil y con cara de cadáver al sol.

«¿Por qué entró gritando? ¿Por qué se veía tan molesto de repente? ¿Por qué no puedo hacerlo feliz?» mis pensamientos regresaron y comencé a llorar, esta vez de manera sonora e incontrolable, cosa que asustó un poco a Belial por lo que vi.

—Joder, te dije que pararas —continuó, pero su tono en vez de sonar a reproche parecía más un pedido—. Ahh, por mil infiernos —maldijo y más aumentaba mi llanto.

Gigil entró y corrí a abrazarlo a la esquina de la habitación, mientras Belial, cubierto únicamente por esa toalla en su cintura, despeinaba irritado su cabello hacia atrás esquivando sus cuernos.

—Escúchame, no es lo que piensas... —sentenció y se puso de cuclillas junto a mí.

—Dijiste que te ibas a morir por todos los mimos que te pedí —dije a toda velocidad y un hipido escapó de mis labios cuando logré armar toda la oración.

Se extrañó y rió de mí, donde lo miré mal, sin poder parar el llanto.

—No es verdad, no moriré ¿Estás más tranquilo? —Sinceramente sí, eso me calmó un poco, creí que era el culpable de causarle tanto mal hasta casi matarlo, claro que eso me iba a afectar.

Asentí, cerró sus ojos y respiró hondo, juntó ambas manos frente a su boca, para luego relajar sus músculos y mirarme decididamente.

—Estaba haciendo una escena porque no me gusta controlarme a mí mismo. Nunca pensé en otro más que en mí mismo y lo que a mí me complacía, convenía, deseaba. Ahora, al no poder hacer contigo todo de inmediato, me impacienté, es frustrante que luego de décadas de ser de una forma un simple pichón venga a cambiar las cosas. De hecho estoy abrumado por muchas emociones humanas raras que no deberían existir en un demonio y me desquité contigo. Pero, no quise hacerte llorar, no estaba pensando, solo quería quejarme un poco y olvidé lo frágil que pueden ser algunas aves. —Estar estupefacto era poco para describirme en ese instante.

Incluso Gigil quedó quieto y callado.

—¿No me odias? —pregunté luego de un corto silencio.

—¿Eres sordo o imbécil?

—Ninguna de esas dos. —Le informé sorbiendo mi nariz— Pero yo pregunté primero. —Me quejé y dio una palmada en su frente.

—No te odio, si lo hiciera, estarías muerto o peor aún —admitió, haciendo a Gigil estrechar sus ojos.

No me había dado cuenta lo mucho que me importaba no ser detestado o aborrecido por Belial y un gran alivio tomó lugar en mi garganta, donde antes había un nudo.

Me acerqué, todavía con Gigil entre mis manos, y apoyé mi frente sobre su brazo, apreciando cómo sus alas nos cubrían a los tres.

—No vuelvas a ponerte así, no por algo que yo diga, es decir, no sé consolar a los demás así que si te hago llorar seguramente te haré llorar el doble queriendo parar tu llanto, como recién.

—Lo hiciste bien, ya no me siento tan triste —admití y lo miré hacia arriba—. Prométeme que no terminarás muerto por mi culpa y no estaré triste en absoluto.

—¿Eso es lo que te tenía tan preocupado? —rió socarrón— No hay forma que muera, no soy un demonio de baja categoría, ¿sabes? Estoy dentro de la posición de un maldito príncipe del infierno, no te atrevas a subestimarme.

—Oh, eso parece lógico, eres muy fuerte.

—Si no estuviera desterrado desataría mi poder y sembraría libremente el caos, verías de lo que soy capaz y... —La penumbra a su alrededor parecía agitarse, para luego ver mi cara y calmarse de repente— No te alteres, si lo hiciera ahora, estando castigado, apuesto que Lucifer en persona subirá a cortar mi cabeza y bueno, eso no pasará. Además no tiene nada que ver contigo mis acciones destructivas, tú no me matarás.

—Creí que te estaba haciendo daño de alguna forma, es un alivio. —Ladeé mi rostro un poco— Me haces sentir bien, pero dijiste que los demonios odian la luz y cosas puras, quizá mi cuerpo no era bueno para ti y...

—Absolutamente lo es. Tu cuerpo es perfecto para mi cuerpo ¿Te quedó claro? Porque no volveré a explicártelo. Este tipo de lecciones serán únicas e irrepetibles, así que no las olvides.

—¿En serio?

—Sí. De hecho no sé por qué estoy tan fuera de mí y hablándote cosas tan absurdas o quejándome, me siento algo extraño. —Tocó sus sienes.

—A veces extrañaba tanto el confort del cielo y los abrazos de Gabriel y Rafaél, que creía que nada iba a poder hacerme sentir así de cálido. Pero, te conocí y cuando me abrazas, acaricias mi cabeza, besas o simplemente tomas mi mano, siento un calor tan inmenso que es incomparable a todo lo demás, mejor que todo lo demás... estar contigo es mejor que el cielo para mí.

Sequé mis mejillas y respiré hondo.

—Sé que es extraño que no nos queramos matar el uno al otro, pero me alegro, con toda mi alma, que no me aborrezcas.

—Odio a los ángeles porque... —Se sentó a mi lado— No es envidia... Verás, los ángeles caídos del infierno hablan a veces de lo que era el cielo, nunca podré saber cómo era, sentía que tenía un límite que no podría romper, que me encadenaban y tiraban hacia abajo, ya que nací directamente en el infierno.

—¿Cómo es eso? ¿No fuiste creado en el cielo?

—No. Los demonios se dividen en generaciones, los de la primera generación son los que bajaron desde el paraíso. Los de la segunda generación son demonios puros, nacidos de dos demonios en el infierno. Eso solo pasa en excepciones muy atípicas, un demonio puede embarazar a una humana o viceversa y que nazcan mestizos, pero ser hijo de dos demonios es casi imposible.

—Entiendo, en el cielo escuché algo similar. Ustedes cuentan con demonios femeninos, pero nosotros no tenemos esa división de géneros como la humana, somos casi en su totalidad "masculinos", sin la capacidad de concebir vida. Por ello no suele haber nacimientos. Han habido excepciones de ángeles que pueden tener hijos dentro de sus cuerpos, pero, incluso así, como no tenemos deseos de tener relaciones sexuales, ni siquiera llegamos a descubrir cuáles son los que poseen esa cualidad.

—En el infierno son especialmente duros con los nacidos de dos demonios, porque debemos dar un ejemplo sobre el poder de nuestra raza suprema y llegar rápido a la madurez. A mí nunca me importó mucho, era algo innato en mí, me gustaba ser el mejor y me vanagloriaba de ello. Era más demonio que todos esos hijos de perra y viví siempre refregando sus rostros contra el suelo, ganando mi lugar como uno de los príncipes del infierno.

—¿No hay demonios más fuertes que tú? —Eso pareció tocar un hilo sensible en él e infló el pecho orgulloso.

—Hasta ahora no he muerto sin importar contra quiénes peleé. —Rodó los ojos nuevamente, ya que se dio cuenta esperaba más de su respuesta—. Lucifer es el más fuerte, eso es ley, pero también los gobernantes de primera generación como Belcebú, Amón o Asmodeus, he visto y oído que son putamente fuertes. Nunca diré que más que yo, hasta que me maten jamás admitiré semejante blasfemia.

—¿Los extrañas?

—¿A quién?

—Tus amigos demonios.

—No son mis amigos. Estoy aquí exiliado, pero, no es como si me hubiesen echado de casa, solo no me gustaba estar cerca de humanos o ángeles y por eso quería volver a la comodidad del infierno. Además, no es lo mismo no querer volver, a que no me dejen vovler, odio que me den ordenes y por eso repugno el exilio y tener que obedecer como un puto perro castigado.

—Pero... quizá creciste internamente al exponerte a lo que antes aborrecías. Si hubieras estado en el infierno no te habría conocido —dije y estiró sus músculos.

—Probablemente... —articuló simple.

Miró sus manos, las abrió y cerró varias veces, embobado mientras lo hacía. 

—Ángeles... siempre tan malditamente engreídos y orgullosos de sus verdades absolutas. De su perfección. Lo poco que hablé con ángeles guerreros entre batallas fue lo indigno, repudiado y lamentable era por ser un demonio, que nunca tendría paz. Nunca sabría lo que es morar el paraíso.

Mis ojos se abrieron por su sería y hasta nostálgica expresión.

—Te lo dije, no es que la tierra, el infierno o el cielo sean algo que me importe, pero que me ordenen algo me irrita. Oír de su felicidad absoluta y el anhelo de algunos caídos por volver. Como si todos contaran un chiste el cual yo -y las nuevas generaciones- éramos los únicos que no entendían de qué hablaban.

Me miró y mi corazón latió con fuerza.

—Pero, hablar contigo, el único angel que no era plenamente feliz en el paraíso, me hizo pensar que no todo es absoluto. Que no todo es perfecto. Que incluso en el cielo hay criaturas que escapan a la regla definitiva de sus moldes.

—¿Es malo ser como soy? No daño a nadie...

—Ser tú mismo nunca es algo malo.

Sonreí y sentí su mano acariciando mi cabello, pero no sentí esa intensidad como cuando tenemos sexo, sino un tacto armonioso y suave en mí. Moví mi cabeza contra su mano, complacido y cerré mis ojos.

—Me sentí aliviado. —Abrí un ojo—. Y aunque nunca podré pisar el cielo, puedo verlo, cada día en el gris tus ojos. El paraíso esta justo aquí. —Su mano se posó en mi mejilla y dejé un pequeño beso allí.

Creo que comprendo a lo que se refiere, porque cuando lo veo creo que no existe ningún lugar mejor.

—Arriba es agradable, pero la tierra también lo es y a pesar de lo que dicen del infierno, quizá tampoco sea un lugar malo objetivamente. Tiene un lugar lleno de criaturas como Gigil y él es precioso. Tú naciste allí y eres... —No llegué a terminar que sus labios se unieron a los míos.

—¿Hermoso? —ironizó— Es una mala costumbre tuya darle cumplidos con facilidad a los demás, podrían malinterpretarlos.

—Pero es la verdad. —Negó con la cabeza y vio a Gigil jugando sobre la cama.

Belial se mostró pensativo unos segundos, rió solo y no se veía como de costumbre.

—Eres más valioso que todos los cielos e infiernos juntos, Calliel. —Me sentí afortunados y luego me desanimé.

—¿Tanto pagan por los ángeles? —pregunté incrédulo— Creí que ya no estaba a la venta.

—¿Eh? ¿De qué hablas? Ya dije que no voy a venderte, estúpido.

—¡Ah, grac... Oh, es cierto... dijiste que sería tu mascota.

—Con un mil demonios ¿Por qué putas soy tan insensible con este pájaro retardado sin uso de razón?

—Mejor me voy a la cocina... —Casi me pongo de pie y tomó mi mano.

—¡No! Pequeño cerebrito de paloma, —Apretó mi cara con su mano libre—. Escúchame... eras mi mercancía, sí. Pero, después dije que estarías en cautiverio hasta que te enseñara todo lo que sé y una vez hecho eso, serás libre de revolotear por donde de te antoje.

—¿Por qué cambiaste de parecer?

—Por alguna razón, que todavía me niego a decirte (ya que por lo que veo será un dolor de trasero que lo entiendas) me es desagradable causarte algún mal. Sé que odias estar encerrado y por eso prometí tu liberación en algún momento.

—¡Oh, esto es genial! Gracias Belial —Lo abracé y su rostro no se veía feliz.

—Bien, suficiente contacto por un día —carraspeó y se puso de pie.

—¿Podemos hablar de la gente en la tierra? —pregunté, no quería que se fuera todavía.

—La mayoría en la tierra son desdichados y unos pocos son realmente felices. Siempre quieren más. No sé qué ves de emocionante, a mí me genera rechazo.

—Son únicos, ya te lo dije... Y en el cielo es lo contrario, es un lugar hermoso, lleno de paz y maravillas para ver -como aquí- hay lugares con mucha vegetación y es demasiado amplio, donde casi todos se sienten completos y realizados, solo... unos pocos no logran ser plenamente felices, como yo. Quizá porque tengo mucha curiosidad de todo y siempre estoy haciendo preguntas. Solo que no me respondían seguido, Gabriel decía "en cien años te lo explico" y luego evitaba el tema. Rafaél me contó de la relaciones sexuales humanas una vez y Gabriel se enfadó todo un mes con él —reí al recordarlo.

—¿Te crearon sin ningún conocimiento o eres muy estúpido?

—No hacía falta ser malo conmigo —dije bajito—. Los querubines bajos somos creados con lo básico sobre el cielo, pero de humanos aprendemos viéndolos y oyendo a nuestros superiores. Yo estaba bajo el cuidado de Rafaél y Gabriel siempre estaba con él, así que conviví con ellos y los grupos de ángeles que supervisaban. No la pasé nada mal, es solo que quería bajar, como si quisiera ver más y necesitara esto para ser... yo. No lo sé. Pero no me arrepiento.

—Estas cautivo como un pájaro sin alas, no te entiendo en absoluto.

—Prefiero estar aquí, soy verdaderamente feliz en la tierra y conozco criaturas y cosas que... No sé ni cómo explicar lo mucho que me gusta estar aquí...

«contigo» pensé y un fuerte calor se formó en mi pecho.

—Como digas, pichón albino.

Me moví de su lado para ponerme frente a él, ambos todavía sentados en el suelo, Belial con una pierna flexionada y su codo sobre ésta y yo crucé mis piernas haciendo una X.

—Entonces ¿Cómo es el infierno?

Pensó y habló con normalidad:

—En el infierno la mayoría esta bien con sus vidas, o que sé yo, —encogió sus hombros—, no es como si nos importara si otros son felices o no con ellos mismos, pero parecen gozarlo. Es difícil no ser feliz cuando podemos hacer lo que sea que nos de placer, siempre y cuando no rompamos las reglas de Lucifer. Aunque si tuviera que describirlo desde mi perspectiva, creo que estaba aburrido de vivir, sin un propósito, todo era monótono, no estaba triste pero tampoco feliz, no lo sé, solo existía y eso era suficiente.

—¿Y ahora? —Me miró fijamente y tocó su labio inferior, pensativo y calculador.

—Terminó la clase —sentenció al ponerse de pie y tambaleó un poco al hacerlo— ¿Qué esta mal conmigo hoy? —gruñó y fue a la cocina.

Rato después lo oír gritar "ven aquí ahora mismo" y dejé de pintar para ver qué pasaba.

—¿Si? —murmuré limpiando mi rostro que tenía pintura.

—¿Comiste hoy?

—Oh, no, lo olvidé, ya comeré cuando termine el cuadro, gracias.

—Gracias mis cuernos ¿Por qué le pusiste hongos alucinógenos a la sopa? Esta llena de ellos, si fuese humano habría muerto de puta sobredosis —vociferó y mis ojos quedaron en la nada.

—Y-Yo creí que...

—¿No te lo había dicho antes? No pongas cosas en la comida sin saber, deja de traer todas las plantas que te parecen lindas o vas a terminar matándote solo, inútil. —Al reaccionar me acerqué rápido a él.

—¿T-Te duele algo? ¿Estás bien? ¡V-Voy por agua! —Me lo impidió tomando mi antebrazo.

—Soy un demonio, imposible que ésto me mate, cálmate. —Limpió el resto de pintura de mi mejilla y quedé quieto ante su tacto—. No es por mí por quien me preocupo, joder —Cubrió su cara con la otra mano y maldijo—. Necesito que esto deje mi organismo y así parar de decir todo lo que pienso.

Su atípico comportamiento me hizo ver otro lado de Belial y sonreí.

—Creo que yo puedo dedicarme a curar y pintar y tú a cocinar y traer alimentos ¿Qué dices? —propuse y levantó una ceja.

—Hasta que entraste en razón. —Despeinó mi cabello— Me iré a refrescar mi mente, a ver si esto se agiliza y pasa un poco, no toques nada de la cocina o te castigaré —amenazó jalando una de mis alas y un gemido se escapó involuntariamente.

Me miró con oscuridad en sus ojos dorados y sacudió su cabeza, para liego extender sus alas y salir directamente volando hacia la puerta y tirando muchas cosas a su paso.

—Wow... Eso explica por qué estaba tan raro hoy. Gracias a Dios no fue nada grave... —pensé en alto y las comisuras de mis labios se elevaron—. Verlo tan honesto fue... lindo.

C⊕η†ïηuαrά...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro