∆ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᵒᶜᵉ∆
"ˢᶤ ᶜᵉᵈᵉˢ ᵃ ᵗᵘˢ ᶤᶰˢᵗᶤᶰᵗᵒˢ ᵈᵉʲᵃᶰᵈᵒ ᵈᵉ ˡᵃᵈᵒ ˡᵃ ʳᵃᶻᵒ́ᶰ˒ ᶰᵒ ᵉʳᵉˢ ᵈᶤᶠᵉʳᵉᶰᵗᵉ ᵃ ᵘᶰ ᵃᶰᶤᵐᵃˡˑ ᴵᶰˡᶜᵘˢᵒ ᵖᵉᵒʳ˒ ᵖᵒʳᵠᵘᵉ ᵉˡˡᵒˢ ᶰᵒ ᵖᵘᵉᵈᵉᶰ ᵉˡᵉᵍᶤʳ"
ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᵒᶜᵉ: ᕼᕮᖇIᖇ
Pᴏᴠ Bᴇʟɪᴀʟ﹕
El inconfundible aroma, esa presencia tan particular de un ángel guerrero se colaba por mis fosas nasales e inundaba mis pulmones, erizando mi piel y activando cada pequeña fibra de instinto dentro de mi demoníaco ser.
Yo quería su sangre y él quería mi cabeza, lo habitual en estos encuentros.
Pude sentir su aguerrida mirada clavarse sobre mí y una risa burlona escapó de mis labios cuando evadí su espada, tomando con fuerza a Calliel contra mi pecho y maniobrando en el aire.
Una gracia de los ángeles poderosos, es que mientras más fuerte sean, más espadas pueden manejar a su antojo. Este inútil parecía fuerte, pero sorpresivamente solo poseía una y eso me hizo reír para mis adentros.
Su ceñó se frunció viendo a Calliel aprisionando entre mis brazos y un tercer ángel apareció en escena.
Esta nueva plaga que aparecía era demasiado delgado, no era en absoluto un ángel guerrero, su físico era similar a Calliel pero solo poseía dos alas.
Deduje que debía ser simple peón, un guardián y éste fue el que guió al ángel guerrero, supongo que nos vio volando juntos.
Bajé de mi corto ensimismamiento cuando se abalanzaron al mismo tiempo contra nosotros. Mi primer acción fue arrojar a Calliel hacia abajo, entre los árboles, alejándolo del río de sangre que correría en el aire.
El delgado quiso ir tras Calliel y con mi cola lo sujeté del cuello y lo arrojé abruptamente contra unas rocas cubiertas con algo de nieve.
Mi expresión se deformó igual que mis garras, las cuales crecieron y se tornaron negras como la oscuridad que subía por mis brazos.
Hacía tiempo no luchaba contra estas escorias y me encontraban malditamente ansioso por masacrarlos.
El guerrero atacó sin vacilar, hizo levitar su espada hasta mi pecho y pude ver cómo movía sus manos para guiarla. Logré moverme justo antes tiempo y tomé esa espada luminosa por su empuñadura, mi mano ardió y la arrojé contra el ángel guardián que se recuperaba entre las rocas.
Nunca esperó que tomara su espada con mis manos desnudas y la arrojara contra su pequeño compañero, sus armas sagradas queman nuestra piel, pero estaba claro que no era un demonio cualquiera y disfrutaría haciéndoselos saber.
Desgraciadamente el de cabello largo y blanquecino la detuvo a tiempo. Hubiese sido endemoniadamente cómico que su espada le diera muerte a uno de los suyos, aunque si cortan demonios no sé qué le harían a los ángeles.
Mi cara de decepción al ver que no lo atravesó esa arma hizo enojar a ambos ángeles y casi reí.
Esto estaba siendo más divertido de lo que supuse y acumulé un poco de mi energía en mi boca, quería desgarrarlos con mis dientes y saborear su derrota. Por ello mis comillos crecieron enormemente y mi larga lengua recorrió mi cavidad bucal con emoción.
Mi accionar despertó cierta chispa de miedo en el pedazo de basura con alas frente a mí, no es común que un ángel muestre temor al pelear, son rectos y orgullosos hasta el final.
Eso elevó mis ganas de quebrantarlos y destrozarlos todavía más alto. Casi podía perder la cordura con mis impulsos y deseos de caos, ese afrodisíaco de la destrucción corría por mi sangre y arremetí contra el mayor.
Se defendió con su espada y dio pelea, esquivó mis golpes y mordidas con vehemencia, mi boca se deformaba a tal punto que la monstruosidad en mí les generaba asco y repulsión, provocando que disfrutara enormemente herirlo una y otra vez.
Resistía todo lo que podía y claramente yo estaba jugando con él... pero recordé que Calliel debía estarme esperando, asustado y escondido. Así que decidí dejar los juegos y acabar rápido.
Juguetear con las presas es de demonios con tiempo libre y ociosos, yo tenía cosas por hacer y la seriedad tomó lugar en mi rostro.
—Basta de diversión —susurré tomando el cabello largo del ángel con una mano y enterrando mis garras en su pecho, dejándome su cuello expuesto, quería arrancarle la cabeza con mis dientes y casi lo conseguí...
Si no fuese por el segundo ángel, esa porquería me deslumbró con una fuerte luz antes de poder clavar mis dientes en esa blanca carne y el guerrero aprovechó para insistir en sus ataques y salvarse de la muerte.
No sé que llevó a estos dos a siquiera pensar que podrían contra mí sin un ejército a sus espaldas, prácticamente se suicidaron y era impropio de ellos ser tan imprudentes.
Pero si algo tenían de jodido, peor que su arrogancia, era su voluntad de vida, lo reacios que eran a morir y lo resistente que se volvían, curándose y regresando a la pelea. Los que he matado hasta ahora me lo confirmaron: no son muy fanáticos de dejarse matar por demonios.
—¡Ve por él, ahora! —gritó el guerrero al darme un fuerte golpe en el pecho y a una distancia prudente comprendí:
Querían salvar a Calliel de mí.
Una enorme oscuridad se apoderó de mí y mis pupilas parecían una mínima e inexistente línea en medio de mis ojos. No lo iba a permitir, nadie lo separaría de mí.
Tomé al guerrero del cuello cuando clavó su espada en una de mis manos y enterré mis dientes en su hombro, casi arrancándole el brazo derecho y arrojé su cuerpo a un costado con mucha fuerza.
Volé a una velocidad inimaginable y al instante ya me encontraba frente a frente con el pequeño e inútil ángel guardián inexperto y delgado.
El impertinente se atrevió a atacarme y disfruté sentir su piel desgarrarse entre mis garras y colmillos, estaba divirtiéndome y sentí el ruido del metal cortando el viento: una espada volaba hacia mí.
El jodido guerrero en pie nuevamente, voló velozmente hacia mí, dispuesto a seguir la pelea.
Rodé mis ojos, con el pequeño entre mis garras intentando librarse y el mayor acercándose de frente con su espada... sería fácil evitar su ataque.
Tiré al inútil hacia abajo, impactado contra unas rocas y llenando todo el trayecto por donde arrastró con su sangre, había tanta sangre que no creí que volviese a levantarse jamás.
Giré para darle el golpe de gracia al guerrero de cabello largo y por el filo de mi ojo vi un destello, no tuve tiempo de girar mi rostro por completo, pero una segunda espada estaba por atravesar mi columna, justo en medio de mi espalda entre mis alas ¡El maldito siempre tuvo una segunda espada oculta en algún sitio del bosque!
Abrí mis ojos por completo con mi defensa lista para el ataque frontal, pero sin duda esa espada me iba a atravesar, ya sea que girara o me moviera, una de las dos se enterraría en mi cuerpo y apreté mis dientes, esperando el ardor inevitable atravesándome.
En cambio una sombra blanca se abalanzó contra la espada a mis espaldas. Calliel había volado a toda velocidad cuando la vio y seguramente lo primero que se le ocurrió fue simplemente chocar contra ella.
Detuve al sujeto frente a mí mordiendo su arma, la detuve con mis comillos y al momento que el aroma a una sangre familiar hizo contacto con mi olfato apreté la mandíbula, tan fuerte que sentí la espada cediendo y el ángel quedó inerte. Ese olor. Esa sangre. Cuando miré sobre mi hombro pude verlo caer, descendía junto a la espada que logró desviar de mí.
La sangre de Calliel lo cambió todo. Estos ángeles que osaron herir a mi pequeño ángel ya estaban muertos y ambos lo superior cuando me miraron fijamente.
Toda mi energía negativa, toda la brea que me conformaba y la oscuridad dentro de mí comenzó a manifestarse, a consumirme.
Mis brazos se alargaron, mis piernas se tornaron bestiales al igual que mis alas, las cuales crecían y llenaban el blanco bosque de una inmensa sombra oscura. Las plantas alrededor se marchitaron, la nieve se derritió en muchos sectores, toda criatura silvestre moría a mi alrededor por mi energía destructiva.
El guerrero herido, agitado y agotado, se posicionó frente al aterrado guardián.
«Ohh pequeña escoria, eso no va a salvarlo, no salvará a nadie. Ni el mismísimo AF, angel de la muerte, podría salvarlos en este momento.» pensé, consumido por las tinieblas, todo mi cuerpo estaba ennegrecido, bestial y grotesco.
Mi boca llegaba de un extremo a otro de mi oscuro rostro; solo el brillo de mis doradas pupilas y el color de mis dientes sedientos de sangre se distinguían con algo de claridad.
—Oh santo Dios... —oí a uno susurrar y arremetí contra ellos, mis manos siquiera llegaron a tocarlos, la oscuridad fue lo suficientemente fuerte para cortarlos e impactar antes que mis garras.
Ambos volaron violentamente hacia atrás por el impacto. La nieve blanca me regalaba un claro sendero de sangre hasta donde los cadáveres con alas habían caído y ¡Vaya! Seguían con vida.
Volé a ellos, cegado por mi deseo de exterminarlos y sorpresivamente algo familiar se puso en mi camino.
Cuando enfoqué mi vista logre ver a Calliel, una de sus cuatro alas estaba inutilizable, cortada y colgaba de un pequeño extremo de carne que unía su ala y el pedazo cortado, por donde todavía brotaba sangre de ella.
Mi instinto empeoró, todo en mi vista se puso negro y aunque entendía claramente lo que sucedía, mi interior clamaba por la sangre de los malditos que hirieron a Calliel.
Un quejido de su parte provocó que viera su rostro, estaba asustado, quizá de mí, quizá de la situación, pero el dolor era evidente con cada aleteo de su parte, interponiéndose entre el destino final de esas criaturas y yo, su verdugo.
No iba a detenerme, estaba siendo devorado por mis deseos de caos, orgullo y venganza. Continué volando hacia ese par insignificante, pensaba pasar junto a Calliel y realizar mi cometido, pero extendió sus brazos a ambos lados, abrió sus manos y gritó:
—¡Ya para! —«Joder, lo había olvidado» pensé con impotencia sintiendo inmensa presión en mi cuello.
Un enorme grillete dorado aprisionó mi cuello y de él una enrome, gruesa e inquebrantable cadena comenzó a rodearme, aprisionadome e impidiendo que siquiera volase, cayendo abruptamente hacia el suelo nevado del bosque.
—¡Maldición! —grité al golpear contra el gélido suelo y Calliel me siguió preocupado.
—Oh cielos ¿E-Estás bien? ¿Qué te sucede? ¿Ellos te encadenaron así? —balbuceaba con preocupación, mientras yo estaba retorciéndome de ira e indignación, me arrastraba intentando levantar mi bestial cuerpo y forcejeando contra la voluntad de nuestro contrato, cuanto más luchaba peor me apretaba y sangraba mi piel.
—¡Ahh joder! ¡Es tú maldita culpa! ¡Maldito pichón entrometido, jódete! ¡Tu jodida culpa! —gruñía fuera de mis cabales.
Ese irrefrenable deseo de acabar con sus vidas me era casi imposible de ignorar e incluso las cadenas parecían estar a punto de romperse, aunque lo que sucedería sería lo opuesto, mi cuerpo se romería antes que las cadenas de un contrato como este.
La única forma de que la cadena en mi cuello desapareciera por completo, era que mi contratante muriera, que él rompiera el contrato a voluntad o yo lo rompiera al provocar su muerte, pero esta última opción dejaría una enorme cicatriz alrededor de mi cuello, donde las cadenas me quemarían antes de desparecer.
Eso es una marca de deshonor y cobardía entre los demonios, romper un contrato muestra una falta de valor propio, podemos engañar y hacer acuerdos truculentos y con cláusulas perjudiciales para nuestro contratante, pero nuestra palabra a fin de cuentas es lo más valioso y debemos cumplir nuestros contratos hasta el final.
Pero admito que por un segundo pensé en golpear al jodido pajaro que ingenuamente me tenía sometido contra el suelo, después de todo soy el demonio del orgullo y el caos, esto era humillante. El único detalle era que claramente me era imposible hacerle daño, incluso ahora, si lograse liberarme, sería para matar a quienes lo lastimaron.
—¿C-Cómo te ayudo? Oh mi Dios ¿Cómo hago que esto pare? —Pude ver sus ojos llenos de lágrimas cuando se acercó a mí y tocó las cadenas que me cortaban por la fricción.
—Si te obedezco y no los mato esto dejará de someter mi cuerpo... —gruñí irguiéndome, cualquier otro demonio estaría inconciente por la presión del contrato y me enrogullecí de mi propia fuerza descomunal—. O si me permites matarlos tú, imbécil paloma entrometida, dime que puedo asesinarlos y esto dejará de dañarme, dilo... —Se horrorizó al pensarlo y fruncí mis cejas todavía más.
—Por favor, solo detente —sollozó intentando curarme desesperadamente con sus manos y me senté sobre mis bestiales piernas, en esta forma mi cuerpo era tan grande que Calliel levantó por completo su cabeza para mirar mi rostro y mis alas cubrían casi toda la luz, brillando particularmente mis ojos sedientos de descontrol.
—No. Necesito matarlos —sentencié con mi voz gruesa, ronca y demoníaca.
—¿Por qué? ¿Por qué no puedes controlarte a ti mismo? —inqurió a modo de súplica, con una mano en su pecho y todo su cuerpo tiritando.
—¿Son tus malditos amigos? ¿Ese Gabriel y Rafaél de los que siempre hablas? —siseé sin un ápice de paciencia.
—N-No... No los conozco...
—¡Entonces apártate! —demandé furibundo.
—¡No puedo! —Rompió en llanto— Me duele verte lastimado por mi culpa, no sé por qué es mi culpa siquiera o qué hizo que esas cadenas aparecieran, no entiendo qué sucede, pero no quiero que nadie muera. No quiero que los mates, no quiero que se hagan daño. —Cayó de rodillas—. Por favor detén esto, vayamos a casa, llévame a casa contigo. —Quedé impactado cuando tomó una de mis garras con sus dos manos y apoyó su frente en ella.
Olvidé que este ángel era tan particular. Estaba en una forma física que espantaría hasta a demonios y él no se alejó de mí. No aprovechó para huir. De hecho me rogaba por regresar a nuestro lugar seguro... Por un momento estuve tan inmerso en vengarme por herirlo que no pude recordar lo mucho que me importaba lo que él quería o pensaba.
Lentamente mi cuerpo regresó a su forma habitual, mis huesos tronaban y se acomodaban a medida que la oscuridad descendía y el rojo volvía a tomar su lugar en mi piel.
Hoy pude experimentar, en tantos siglos que llevaba de vida, lo más aterrador e inquietante: existía una criatura que no necesita un contrato o cadenas para controlarme.
¿Y lo peor? No me parecía tan desagradable complacer sus pedidos, ceder ante su temblorosa y dulce voz.
Las cadenas fueron disipándose y ambos miramos hacia atrás, el débil ángel guardián apareció entre los árboles, herido y sujetando su costado. Calliel abrió sus ojos en dirección al intruso y me dio la espalda, en ese instante lo rodeé con mis brazos, clavé mis ojos furibundos y soberbios en el ángel guardián y volé alto, llevándome a Calliel conmigo.
Noté la desesperación y derrota en sus ojos, culpabilidad al no poder salvarlo y al mismo tiempo alivio y sin poder creer que vivirían otro día más.
Luego de pasar varios pueblos llegamos a la cabaña, donde descendí con Calliel entre mis brazos. Noté que su sangre, la de ellos y la mía estaba mezclada sobre mi piel.
Ese rojo carmesí contaminado por mi negra y corrompida sangre, me perdí unos segundos viendo aquello y un quejido de Calliel me trajo a la realidad.
Lo observé y estaba curándome, su ala casi caía de su cuerpo y podía ver los huesos rotos dentro de ella y aún así decidió ponerme como prioridad, a su captor.
—Detente —ordené y desobedeció—. ¡Te dije que pararas! —Lo detuve por sus hombros y sus ojos se clavaron en los míos.
—No quiero que pelees con otros ángeles sin motivo —habló con tristeza en su voz.
—¡Esos jodidos atacaron primero! —"«Aunque seguro haya sido para salvarte, desde su perspectiva podía parecer que yo te estaba capturando en el aire...» pensé, pero no iba a admitirlo en voz alta.
—¡Siguen ordenes! —Por primera vez en meses levantó su pacífica voz—. Tú dices que los ángeles son todos iguales, pero tú te comportas exactamente como nos enseñaron que un demonio sería: un monstruo sin razonamiento.
—¡Cállate! ¿Crees que esos adoctrinados se hubiesen detenido? "Oh claro señor demonio con aroma a muerte, nos sentemos a razonar" ¡Madura ya! —Lo enfrenté con mis garras todavía empuñadas y no retrocedió.
—Pero...
—¿¡Quién eres tú, insignificante criatura, para cambiar el mundo!?
—¡Pero pensando así nada mejorará nunca! —replicó entre llantos, al parecer cedió finalmente ante el nerviosismo que le generaba confrontarme.
—Bienvenido al mundo humano —finalicé tajante.
Calliel efectivamente no servía para discutir y su inocencia e inexperiencia fue calmádome.
—Quizá no pueda cambiar este mundo... pero puedo cambiar mi mundo, lo que respecta a mi vida, eso sí lo puedo cambiar... Sí podemos... —Frotó sus manos empuñadas secando sus lágrimas y suspiré.
No noté lo irritado que me encontraba y lo mal que lo estaba tratando hasta que lo vi llorar de ese modo. Creí que correría dentro de la casa, pero jamás esperé que fuese a abrazarme como lo hizo.
Lo sentí contra mi pecho y simplemente guardé silencio.
—Que todo el mundo a tu alrededor se complete de manera errática no es excusa para hacer lo mismo. Yo de verdad creo en ti. En lo que eres y lo que podrías llegar a ser —sollozó, frotando su rostro en mi pecho.
—Si no te gusta como soy es tu problema, yo estoy bien así —afirmé y levantó su mano hasta mi mejilla.
—Ahora, luego del caos, cuando todo ya es cenizas y no queda nada más que destrucción a tus espaldas, heridas y muerte, cuando estás solo y en silencio... ¿Eres feliz? —Di un paso atrás y mostré mis dientes, molesto por sus preguntas sin sentido.
—Por supuesto —contesté con orgullo.
Ladeó su rostro, confundido y angustiado. Dio un paso hasta mí, se tambaleó y creí que caería de rodillas, por eso me apresuré a tomarlo entre mis manos.
—¿Esto te hace feliz? —inquirió nuevamente y no pude responder—. ¿Crees que a ellos no los esperan de regreso en el cielo? Hasta a las peores personas alguien las llora... Inlcuso a los demonios alguien los espera. Si algo te sucediera, yo esperaría por ti, todos los día, cada uno de ellos, sin falta miraría la puerta esperando verte entrar por ella. La vida y la muerte no son un juego ¿Entiendes eso? —Tomó mi rostro con ambas manos y caminé hasta la entrada, sentándome con él en mi regazo.
—Deja de gastar energía curándome y hablando, tu ala se romperá definitivamente —manifesté, cambiando el rumbo de la conversación—. Eso de interponerte fue estúpido. Pudiste haber muerto y yo hubiese resistido a ese ataque, ni siquiera había tomado mi forma más destructiva, así que no vuelvas a hacer algo tan peligroso.
—No es tan fácil matar a un ángel —susurró desanimado—, acabo de ver cuánto daño puede uno sobrevivir... —Tomé una gran bocanada de aire y puse mi cabeza en frío, todavía estaba agitado por lo sucedido y no estaba siendo nada sensato.
Y no quería darles la razón a esos malditos ángeles, como si un demonio fuese un animal sin raciocinio, incapaz de frenar sus impulsos.
—¿Dejarás de llorar y te curarás de una vez si te digo que intentaré no matar (tanto) a lo que sea que se cruce en mi camino? —cuestioné entre dientes, casi escupiendo cada palabra, como si me costara soltar las putas sílabas.
—¡Sí, sí! ¡Gracias! —contestó al instante, asintiendo una y otra vez.
—A fin de cuentas no te gusta mi caos —solté sarcástico y me miró con seriedad.
—Sí me gusta. —La convicción en su mirar no dejaba lugar a dudas—Y encuentro todo de ti intrigante aunque tu forma de ver el mundo me aterra, tu existencia me fascina, tú... tu existencia me trae felicidad. Todo de ti... pero también creo que no piensas que valga la pena intentar ser mejor, como si no creyeras merecer esa felicidad o que no es algo para ti. Y no eres así, los cobardes se conforman.
Me sorprendió lo que estaba admitiendo, al ser la única vez que alguien agradecía mi existencia no pude procesarlo en el momento y dije algo irónico para poder calmar mi interior.
—¿Tú hablando de cobardía? Vives temblando, más que un pichón pareces una gallina —frunció sus cejas y reír sin querer.
—Eres malo, hace mucho frío y mi ropa se rasgó —Miró mi cuerpo, enrojeció y recién en ese momento noté que toda mi ropa se había destrozado cuando me transformé, dejando solo un par de telas deshilachadas cubriéndome vagamente.
—Vamos, te llevaré adentro. —Me detuvo acurrucandose en mi pecho.
—Gigil está allí y se preocupará, por favor espera a que me cure... De todas formas, tu cuerpo hierve, me das mucho calor... Solo... por favor abrázame un poco más —pidió y mi corazón se aceleró.
Sentí un calor incluso más grande que en la batalla y miré hacia el frente, desviando mi ojos de los suyos.
—¿Por qué tardas tanto en sanarte? —pregunté con fastidio.
—Los ángeles suelen ir de a dos porque curarse uno mismo es difícil... —dijo apenado—. No te burles...
Observé sus heridas, los hematomas, su pálida piel con cardenales y sangre y no tuve ningún deseo de molestarlo.
—Además... —continuó tímidamente— sé que perderé la conciencia... Debo unir los huesos de mi ala, la carne, nervios, eso va a hacerme colapsar. —Lo tomé de sus hombros con un nudo en mi garganta y antes de emitir un sonido cerró sus ojos con paciencia y me sonrió.
Estaba demasiado alterado, esto podía ser más grave y peor de lo que se veía. Es un ángel de categoría pequeña, debe ser muy difícil para él ¿Y si muere? ¿Si lo pierdo por algo así?
—Calma... —susurró y la confusión se plantó en mi rostro.
—Estoy tranquilo —gruñí.
—Tu cola se mueve de arriba abajo cuando estás alterado —siseó con dulzura y entrecerré mis ojos.
—Cállate y apresurate. Si estás muy mal solo para e iré por medicamentos humanos al pueblo, si no puedes hacerlo, si solo... —Me calló besando mi mano y entrelazando nuestros dedos.
—Quería decirte algo antes de desmayarme, por eso estuve haciendo tiempo... —Respiró sereno y acarició mi mano—. Si algo aprendí de los humanos, es que hay que avanzar, siempre se puede mejorar o empeorar, pero eso depende únicamente de uno mismo. Los ángeles y demonios vivimos tanto tiempo que es muy difícil cambiar nuestra manera de vivir, nuestras actitudes, gustos, deseos, mentalidad... Yo veo ese potencial en ti.
Nunca pensé que detrás de tanta inocencia existiera un pensamiento tan rebuscado y firme como ese. A veces olvido lo capaz que es Calliel, ya que su inexperiencia en el mundo opaca su inteligencia y capacidad de razonamiento.
No imaginé que pudiese dejarme sin palabras de ese modo.
—Y también lo hago —continuó con dificultad, cada vez respirando más rápido y entrecortado—, me esfuerzo, quiero aprender, quiero mejorar y avanzar. Quiero hacer todo eso... contigo. No deseo cambiarte, quiero que tú crezcas y anheles por tu cuenta ser mejor.
Dicho aquello sus manos brillaron, las puso sobre su ala y pude ver a pocos centímetros cómo su carne se unía nuevamente. Antes no me hubiese importado, pero ahora me era fascinante y casi inentendible ese don de curar y sanar.
Cuando finalizó miré su rostro para decirle que iríamos dentro y de algún modo felicitarlo por su esfuerzo, ya que estaba esperando su típica mirada indecisa e ilusionada en busca de mi aprobación por su arduo trabajo, como solía hacer... pero el cuerpo de Calliel dejó de responder.
Lo sentí como una despedida, por un segundo lo creí morir y toda mi existencia se detuvo. No pude respirar, no me pude mover.
Mis manos temblaron cuando por fin reaccionaron y lo tomé de sus hombros, erguí su cuerpo inerte y su cabeza se inclinó hacia el frente. Aunque veía su pecho subir y bajar y que estaba respirando, era como si me costara creerlo, como un espejismo del inexplicable terror que experimenté esos segundos anteriores.
Pensé que era imposible que algo, en todo el basto universo, atemorizara a un demonio de mi categoría. Por primera vez experimenté en carne propia lo que era el verdadero pánico.
Al ver su pulso una y otra vez deduje que no había muerto, al hacerlo y caer en cuenta que realmente no lo había perdido, mi cuerpo se movió por sí solo y besé su frente, olfateé su suave cabello con mechones gomosos por su sangre seca, rocé con mi nariz cada pequeño sector de piel en su delicado rostro y lo acaricié lentamente.
Quería cuidarlo, quería meterlo en una jaula lejos de todo mal y que nada le sucediera jamás. Pero si "nada le sucedía", querría decir que nada bueno le sucedería tampoco y él no sería feliz así, porque ¿quién puede ser feliz sin libertad?
Deslicé mi lengua por los raspones que tenía en su frente y el sabor de su sangre, el olor y ese metálico tan puro en ella, dulce y diferente a la de los asquerosos humanos u otros ángeles... Todo en él era más puro y apacible que en el resto. Es tan especial que no sé qué hacer con estos sentimientos que despierta en mí.
Pero si algo sabía era que, del mismo modo que él rogaba verme feliz a mí, yo deseaba verlo a él. Este incidente ocurrió en primer lugar porque lo capturé, si fuese libre esos ángeles no hubiesen arriesgado tanto por liberarlo y terminar hiriéndolo accidentalmente.
Miré ambos lados de manera inconciente, como si fuese prohibido y deplorable lo que iba a hacer... Y sin perder más tiempo lo presioné entre mis brazos, olí su esquisto aroma, agudicé cada uno de mis sentidos para percibir detalladamente su cuerpo, su respiración, su calidez, el palpitar de corazón, su piel, todo de su angelical ser.
No era algo sexual o carnal tocar su piel ahora, no estaba pensando realmente, solo quería calmarme y asegurarme una y otra vez que estuviese con vida.
Apoyé mi frente en la suya, lo rodeé con mis grandes alas y deseé que el tiempo se detuviera, poder disfrutar cada segundo que lo tenía junto a mí, porque cuando despertase todo cambiaría: lo dejaría libre.
C⊕η†ïηuαrά...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro