∆ ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᵒˢ ∆
ᴺᵒ ᶤᵐᵖᵒʳᵗᵃ ᵈᵉˢᵈᵉ ᵈᵒ́ᶰᵈᵉ ˢᵉ ᵐᶤʳᵉ˒ ᵉˡ ᶜᶤᵉˡᵒ ˢᶤᵍᵘᵉ ˢᶤᵉᶰᵈᵒ ᵐᵃʲᵉˢᵗᵘᵒˢᵒˑ.
ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᵒˢ: ᗪIᖴᙓᖇᙓᑎᙅIᗩS
Pᴏᴠ Cᴀʟʟɪᴇʟ﹕
No podía creer que me estuviese pasando ésto. Empecé a recitar varios cánticos que salía oír diariamente del coro en el primer cielo para tranquilizarme a mí mismo.
¿Y si éste era un plan divino? Todo ocurre por una razón ¿Verdad? Solo debo confiar ¿No?
O quizá el plan divino aplicaba únicamente en el cielo y como el territorio humano esta atado al libre albedrío no aplica esa regla. Tal vez aquí al no poder oír su voz claramente tomamos malas decisiones... Quizá bajar fue una mala desición.
Di el primer bocado a mi comida, algo fría por mis divagaciones, pero estaba tan deliciosa que se me escapó un sonido de placer cuando lo saboreó mi lengua. La comida aquí es fantástica o el demonio tenía un don único y divino en el arte culinaria.
Bueno, no puede ser un lugar tan malo si hay comida tan buena ¿Cierto?
Miré a mi alrededor, ya más tranquilo, confiando en que mis decisiones trajesen consigo buenos resultados, teniendo confianza y buena predisposición.
El miedo es una puerta abierta como decían arriba y los ángeles no tenemos miedo, tenemos mucha fe y determinación.
Caminé por el lugar, comer le devolvió el color a mis mejillas (por lo que vi en el reflejo de un objeto metálico) y recorrí la pequeña casa de madera.
No era un panorama brillante e inmaculado como estaba acostumbrado a ver, pero tenía su encanto particular.
Seguido escuché un ruido fuera y me acerqué a la ventana. La abrí sin saber que había dos niños pegados a esta, queriendo ver dentro.
Cuando lo hice golpeé sin querer a uno en la cara y ambos salieron corriendo a toda velocidad, alejándose de la casa.
O eso intentaron, el que golpeé recientemente tropezó y cayó de cara al piso. Y allá fue su lindo rostro todo machacado y con tierra.
Me sentí horriblemente mal, algo dentro de mí me hizo salir por la ventana y me acerqué a él, olvidando las amenazas del demonio.
Llegué hasta el que lloriqueaba en el suelo y el más alto se paró frente a mi con sus ojos empuñandos, apuntándome con una rama.
—¡N-No te lo comas! —gritó y llevé una mano a mi pecho.
—¿Por qué comería un lindo niño? —inquirí casi ofendido por su comentario.
Abrió sus ojos de repente al oír mi voz suave, me examinó de arriba abajo, deteniéndose en mi rostro y lágrimas de alivio rodaron sus mejillas.
—Creímos que eras el demonio —sollozó y acaricié su rostro con gentileza.
—¿Qué hacían en un lugar como éste? Si sabían que una criatura peligrosa vive allí no deberían venir —comenté con calma, acercándome al pequeño en el suelo.
—¿D-De verdad existe? ¿Esta ahí? —Se horrorizaron y miraron a ambos lados.
—Es un rumor de nuestro pueblo, que en medio del bosque oscuro, sobre la colina más alta, vive el demonio del oro. —«¿Qué clase de nombre es ese?»
—¿Qué? —inquirí sacudiendo su pequeña ropita y revisando que su cuerpo estuviese sano.
Gracias a Dios no perdí ninguno de mis dones, esto era algo muy bueno.
—Dicen que tiene ojos como el oro y únicamente te dejará vivir si le das mucho oro... o tu alma —tartamudearon inquietos.
—¿Un alma? No lo creo. Seguramente la vendería —ambos me miraron raro cuando pensé en voz alta.
No debería decirles la verdad tal cual es, porque les quitaría su paz mental y la tranquilidad que viven diariamente. Tengo la necesidad de decirlo, no puedo ocultar la verdad, es tan frustrante que no sé qué hacer.
—Pues... —Sus ojos de cachorritos me miraban llenos de esperanza y miedo contenido.
Suspiré y sonreí como pude.
—No es así. Allí vive un... sujeto —carraspeé— eso, un hombre muy malo, gruñón y peligroso. No se acerquen porque no esta bien de la cabeza y puede golpearlos, díganle a los demás que tampoco se acerquen mucho ¿Sí?
Según yo esto era contarles la verdad a medias ¿No? No estaba mintiendo... tanto. Es decir, no es humano así como "wow que hombre tan normal" que digamos, pero podía verse físicamente como uno. Es en cierto modo algo human... Bueno sí mentí, perdón Dios.
—¿Esta bien, señor ángel? —Su aniñada voz me trajo a la tierra y noté que inconcientemente había cerrado los ojos y juntado mis manos.
Mi naturaleza sí que es fuerte.
—E-Eh, sí. —Abrí grande los ojos— ¿Cómo saben que soy un... —Rieron bajo y señalaron mis alas atadas.
—Sus alas... —pensó el castaño más alto— ¿Por qué tiene eso? —refiriéndose a las ataduras.
—Eso es... —¿Por qué en la tierra hay que mentir tanto? Cielos, los humanos son muy sensibles— Es una larga historia, pero la necesito para poder moverme por la casa —sonreí y apoyé mis manos en su rostro, sanando sus mejillas.
«Bien, esta vez sí era la verdad, sin las cadenas el demonio no me dejaría andar y caminar.»
—¡Mira Damir! ¡Ya no duele! —Le dijo emocionado, reí sin querer y sentí un crudo escalofrío.
—A-Ahora vayan a sus casas, esta bajando el sol. Recuerden lo que les dije, no vengan o se alejen mucho del pueblo, hay muchos peligros afuera —acaricié su cabeza y ambos me abrazaron.
—¿Puedo... Puedo tocarlas? —preguntó tímidamente el mayor y asentí tranquilamente.
Hacía mucho nadie acariciaba mis alas, extraño la calidez del cielo, eso es un poco triste.
—¿Les gustan? —asintierón efusivamente— ¿Creen que soy muy feo? —divagué y ambos se sonrojaron, cosa que me pareció muy dulce.
Oí una risa burlona que se escapó en lo alto de un árbol y fruncí mis cejas.
—Ya, no importa pequeños, vayan rápido y... ¿Podrían guardar el secreto que estoy aquí? Bajé a la tierra a vivir cosas divertidas y si muchas personas saben que estoy aquí seguro me meteré en problemas. —Asintieron con determinación.
Besé sus frentes y muy sonrojados corrieron hacia un camino a lo lejos.
—Que vanidosa resultó esta avecilla —siseó el demonio desde el árbol a mi izquierda, su cola se movía de forma juguetona y recorrió con la lengua sus comillos— Supera el hecho de que aquí eres repulsivo, aceptarlo es el primer paso.
¿Por qué tiene que ser tan irritante conmigo? No le he hecho nada.
—P-Pues no me importa, solo era una pregunta normal. Y no soy vanidoso, es solo que no confío mucho en tu palabra. —Me crucé de brazos y de un instante a otro ya estaba frente a mí, haciéndome dar un pequeño susto.
—¿Qué mierda haces fuera de la casa?
Su voz me hizo tragar duro, aunque no estuviese levantando el tono ni haciendo nada extraño, era la intensidad de su hablar la que me alteró un poco.
—No iba a huir, solo ayudé a un niño que golpeé por accidente y ya se fueron.
—Divirtiéndote curando esa escoria en miniatura. Debería darte vergüenza ser tan patético, detrás del culo humano como si fuese tu obligación.
—Mi obligación era obedecer los mandatos de Dios y estar bajo las órdenes de angeles superiores. Estoy lejos ahora, así que curar a los humanos es algo que hago porque me gusta.
Me sentí bien al poder decir la verdad, esa sensación de paz me inundó y suspiré.
—Nunca entenderé a los ángeles. Aunque bueno, es la primera vez que hablo tanto con uno, las veces que los vi fueron matar o morir —Sonrió algo cínico y me congelé— Podrás deducir quién ganó.
¿Mató ángeles?
—¿Los mataste? —pregunté intranquilo.
—Igual que ellos matan demonios a diestra y siniestra, es natural ese rechazo, incluso cuando te veo algo dentro de mí me grita que te haga daño. —Tomó mi rostro con sus garras, levantó mi barbilla hasta su altura y clavó lentamente dos de ellas en mi piel.
Hice una mueca de dolor y cerre un ojo. Luego tomé su brazo con una de mis manos y lo miré decidido.
—Yo no te odio en absoluto. —Cuando dije eso me soltó con desprecio.
—Un ángel mintiéndome en la cara, eso es nuevo —gruñó con superioridad.
Mis ojos serios e inamovibles no dejaron de ver esas doradas e inusuales pupilas.
—Aborrezco la maldad, pero no te odio a ti, cuando te veo no quiero hacerte daño, ni siquiera un poco. Solo pienso "si fuese bueno, sería increíble" —musité con dolor en la mandíbula.
Se alejó dos pasos hacia atrás y su cara de asombro y confusión quedó grabada en mi mente. Rió algo abrumado y luego me empujó hacia la casa.
—Vaya que eres gracioso, quizá te conserve como mascota si eres tan cómico —ironizó y me detuve en la puerta de su casa.
—No soy una mascota —refuté—, por favor déjame ser libre. Sin libertad nadie puede ser feliz y yo quiero serlo.
—¿Crees que te dejaré solo porque digas eso? Más que gracioso eres estúpido —fruncí mis cejas y entré a la casa cuando jaló de mis cadenas.
Las cadenas son algo que no me dejan olvidar que soy un objeto para este demonio, que llegué queriendo ser libre y me encuentro más limitado que antes.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, levanté mi barbilla con orgullo y dando media vuelta caminé hasta la habitación donde desperté antes.
—Vamos, déjame verte llorar, no me niegues ese placer —canturreó enojándome más con él.
Es difícil mantener mis pensamientos positivos y creer que un demonio puede llegar a razonar.
Es tan fuerte que podría fácilmente matarme, pero no lo hizo, con toda esa aura negativa en su ser todavía sigo vivo.
También pienso que siendo tan poderoso podría ayudar a muchos humanos si lo deseara, incluso podría ayudar a otros ángeles periodos o errantes que tuviesen algún problema. Hacer tanto bien a esta tierra infestada por la maldad.
No entiendo por qué sigo pensando que ese demonio sin nombre puede ser más que la criatura corrompida y corrupta que ya es. Quizá vi mal.
Tal vez tener expectativas tan aterradoras y violentas sobre los demonios y que el primero que conozco en persona me haya dado comida, y hasta ahora, no me ha devorados, desencadenó que lo vea mejor de lo que es realmente.
Los días pasaron y me sentía recuperado por completo.
Las comidas eran deliciosas y casi no veía al demonio, más que una o dos horas al día, prácticamente solo regresaba a revisar que estuviese aquí y se quedaba lejos de mí, por su presencia oscura supe que duerme en alguna parte de la casa.
Cuando hablábamos eran charlas cortas, pero me dirigía la palabra y eso era sorprendente, antes pensaba que los demonios no tenían mucha capacidad de razonamiento y que eran seres sin más que un solo propósito con su vida, sin opciones, todos iguales.
Pero éste en particular, con su sonrisa llena de altanería y ojos que anhelaban el caos, me parecía una exigencia interesante. Quería conocerlo, pero era difícil acercarse, ni siquiera sabía si un día aparecería con un comprador y mi vida se extinguiría ahí mismo.
También descubrí que efectivamente, como dijeron los niños, le gusta mucho el oro. Varias veces regresa con bolsas de ello, unas más grandes que otras y en ocasiones con heridas. Pero como llegaba el oro así mismo se iba.
Pero, ¿por qué vive tan simple? Tengo entendido que los humanos hacen lo que sea por ese metal en específico y esta cabaña es de madera, siendo que en el pasado he visto desde arriba edificaciones de piedra mucho más "lujosas" en la tierra.
Pero quién sabe, los demonios son extraños.
Desperté como cualquier otro día, pensando qué hacer y cómo convencer al demonio que me deje ir.
Se hizo la tarde, todo me parecía incluso "normal", me había acostumbrado a esto y el paisaje de la montaña, el cielo visto desde aquí, la vegetación y los animales me hacían sentir en otro tipo de paraíso. Era hermoso. La tierra era perfecta, cada detalle en ella, cada árbol e insecto me parecía glorioso.
Los humanos tenían algo increíble solo para ellos, que afortunados.
Me senté en la entrada, esta vez cubriendo mis alas, y miré el atardecer. Sin duda desde aquí la vista es maravillosa, seguro las personas todas las tardes se detienen a ver el cielo llenarse de colores y aprecian lo bello que es...
Pero mi tranquilidad se rompió al ver algo negro y enorme caer del cielo, cayó con fuerza, incluso removiendo la tierra y chocando contra la casa.
¿Si pensé en huir? Claro que sí. ¿Que si iba a morir si me quedaba? Seguramente. Pero el demonio me mataría si escapaba y si de todos modos iba a matarme alguien prefería que fuese esta cosa que se estrelló contra la casa que aquél aterrador bichote con alas y colmillos filosos.
Me acerqué, asustado hasta la punta de mis alas y reconocí esa presencia, incluso estaba más fuerte que antes.
El demonio.
Tenía grandes heridas, parecía estar poseído por su rabia y enfurecimiento, creí que me mataría cuando me miró desde el piso.
Se levantó imponente como era y se irguió con orgullo ante mí, mientras sangre caía por su boca, su cuello, pecho y Dios no quería seguir viendo por todos los lugares que se le veía la carne cortada.
Me empujó y se acercó a la casa, deteniéndose en la entrada para sujetarse de uno de los soportes del techo. Creí que se caería, entonces corrí a él posicionandome debajo de su brazo y rodee su cintura.
Era enrome, por todos los cielos suplicaba que no se desmayase, porque no iba a poder con su peso y me asfixiaría si caía sobre mí o mínimo me romería algún hueso.
—¿Tantas ganas de morir tienes? —siseó a centímetros de mi rostro y vi sus garras listas para hacerme daño.
—Solo quiero ayudarte.
—No te necesito —soltó en un grave rugido.
—P-Pero vas a morir —sollocé y levantó una ceja.
—Si muero serás libre, ¿Qué tan retardado eres? Ya entiendo, te hicieron con una falla y por eso te tiraron a la tierra. —Tosió y mucha sangre salió de su boca.
Ignoré sus ofensas y me sentí menos nervioso, ya que parecía calmarse y el odio a su alrededor comenzaba a disiparse.
—Soy útil, de verdad podría ayudarte aunque sea un poco, sin importar lo rápido que te regeneres ésto es grave —comenté preocupado una vez estuvimos dentro y se tiró en la cama, sin ganas de siquiera mirarme.
—Dejalo ya, idiota, estaré bien. Es una puta estupidez. —Contuvo un gesto de dolor y llevó su brazo sobre sus ojos— Dormiré así que cierra la jodida boca que tienes.
No podía estar hablando en serio, su sangre estaba manchando las sábanas, parecía hacerse un charco debajo de su cuerpo, santo cielo se iba a morir a este paso.
No podía estar bien. Aunque fuese un demonio no podía morir de este modo cruel, no esta bien que la vida se extinga de esa manera. Entiendo que me enseñaron desde que fui creado que los demonios son seres que no debieron haber existido. Pero, existen ¿No es así? No puedo simplemente verlo morir frente a mí, él salvó mi vida, le debo eso aunque sea.
Llevé mis manos a milímetro de su pecho, donde la herida mayor estaba, incluso podía ver parte de sus costillas, Santísimo señor me siento mareado. Tragué duro y decidido concentré toda mi energía en sanarlo, nunca hice algo tan grande, pero iba a darlo todo.
Mis manos comenzaron a brillar y tomó mis muñecas con fuerza, tirando de mi cuerpo y cayendo sobre él. Su sangre impregnó mi ropa y me miró irritado al extremo.
—¿Qué maldita cosa crees que estás haciendo, bastardo? —gruñó apretando su agarre en mis muñecas haciéndome gemir de dolor, todavía sobre él.
—Dijiste que no hablara y no lo hice, solo estoy curándote... —contesté mientras continuaba con mi cometido, ignorando el miedo, la sangre y el dolor.
—Debería matarte por ser tan rebelde ¿No aprendiste de los ángeles caídos? Revelarse no es beneficioso para tu especie —soltó con arrogancia en sus ojos.
Sigo sin entender por qué no quiere que lo ayude. Podría ser el hecho que soy un ángel, tal vez odia tanto a mi raza que esto lo humilla al punto de querer morir antes de recibir algo de mi parte.
—Me salvaste —dije al fin, creyendo que perdería las manos si no paraba de presionar mis muñecas—. Te lo debo, si te dejo morir nunca estaremos en paz ¿Verdad? Solo déjame... hacerlo. Por favor. —sollocé cuando me soltó bruscamente.
Incluso tan lastimado era así de fuerte... muy aterrador.
Continué llevando mi energía a mis manos y la herida mayor cerraba lentamente, las partes más afectadas parecían sanar, pero al mismo tiempo perdía mi fuerza.
Mis ojos se nublaron, mis brazos temblaban y se entumecían, todo se volvió borroso y eso es lo último que recuerdo antes de desplomarme sobre él.
Desperté y me dolía hasta pestañear, estaba muy cansado y sentí un peso grande sobre la cama junto a mí.
Me giré y ahí estaba el enorme demonio recostado, con sangre seca sobre su ropa y piel, por todos lados en realidad.
Me levanté como pude y mis alas blancas también estaban sucias con su sangre. Parecía una masacre por la cantidad de líquido casi negro y toda provenía de un solo demonio.
Antes de poder alejarme tomó mi ala y jaló de ella, provocándome dolor y acercándome a su sitio, donde se sentó sin apuros.
Noté que muchas partes de su cuerpo estaban sanando a gran velocidad y no sé qué tanto habré ayudado yo, siendo él tan poderoso.
Probablemente sí iba a estar bien sin mis precarias curaciones y solo tardaría más días en regenerarse por completo.
Moví mi hombro para liberarme de su agarre y rió por lo bajo. Se puso de pie y me enfrentó sin expresión alguna.
—Que esté herido no significa que puedas desobedecerme, pajarito. —Tomó las cadenas de mi pecho y sin mucho esfuerzo me arrastró afuera.
—Estabas jalando mis alas, no desobedecí, solo ahh, oye, por favor... —Me quejé mientras hacía lo que quería, caminando hacia sepa Dios dónde.
El sol ya estaba en lo alto y el olor del agua llamó mi atención a medida que nos metíamos en lo más frondoso del bosque, deteniéndonos finalmente en una pequeña cascada.
—Apestas a muerte —susurró quitándose la ropa y dejándola a un lado.
Al parecer la tina de madera o paños húmedos no lograrían sacar toda la sangre seca. Además este lugar se veía precioso.
Recorrí el lugar y de repente me detuve en el gran demonio.
Por alguna razón, sentí timidez. Eso no existe en el cielo, ver a otro sin ropa no hacía una diferencia o conllevaba algo vergonzoso. La tierra de los humanos trae consigo cosas extrañas.
—No sabía que los ángeles ponían esas expresiones ¿Te excita verme desnudo? —ironizó y levanté una ceja.
Se acercó a mí y con la llave que traía en su mano me quitó las cadenas, sintiendo mucha liviandad y libertad cuando lo hizo. Mi rostro nuevamente me delató y lo miré fijamente, retomando su pregunta anterior.
Mi vista descendió hasta su virilidad y aparté la mirada, de nuevo sensaciones humanas y la vergüenza calentó mi rostro.
—Con excitarse te refieres a estar nervioso, agitado o ansioso por algo ¿Verdad? No creo que sea eso, es como incomodidad. —Entró en el agua y no dejó de mirarme en todo el trayecto.
—Joder, había olvidado que en el cielo no hay sexo, debe ser el puto infierno para los ninfomanos —carcajeó y lo miré mal.
—No es necesario, por lo que sé, el sexo existen en la tierra para procrear y el placer sexual para compensar las desgracias que tiene que padecer el ser humano. Es como... ¿Un regalo para compensar el resto?
—Entonces imagínate lo bueno que es si es un regalo tan grande. —La frecuencia de su voz me hizo retroceder y sentirme en peligro— Quítate la ropa y ven aquí, ahora mismo.
—Estoy bien, no necesito nada de eso, gracias. —Corté la conversación ahí y levantó una ceja con diversión.
—¿Sonó a una sugerencia? —Me tocó el demonio más raro de todos.
—No... —suspiré.
Sin más opciones hice lo que me pidió, con sus ojos fijos en cada movimiento que hacía. No sabía si quería torturarme o tenía curiosidad con su forma de mirarme. Estiré mis cuatro alas y respiré hondo, todo con su atención sobre mí al máximo.
Me giré hacia el agua y se sorprendió.
—Creí que no tenían... —musitó y se encogió de hombros.
Sentí algo extraño en mi interior y de nuevo sensaciones extrañas se apoderaban de mí. La vergüenza es bastante problemática.
—A diferencia de los humanos o demonios, nosotros no tenemos género, pero no quiere decir que no seamos en algunos aspectos similares a ustedes —Le expliqué—. Por lo general seríamos lo que llaman "masculinos", pero no es verdad, no existe "masculino o femenino" en nuestra raza. Somos solo... Ángeles. Nuestro cuerpo y órganos son similares pero únicos.
—Lo capto, criaturas singulares y sin comparación. No son como el resto de la gentuza, alias, demonios como yo o asquerosos humanos, ya. —siseó ofendido.
Pero rió al final de su oración ¿Estaba enojado o no?
—No son asquerosos ¿Por qué te enojas si tú mismo dijiste esas cosas despectivas?
—No entiendes el sarcasmo ¿Verdad?
—No sé qué es eso.
—¿Estás jodiéndome?
—Tampoco sé qué es eso. —Llevó los dedos a su entrecejo y suspiró irritado.
Vive irritado este demonio. Quizá sea el demonio de la poca paciencia y el carácter explosivo.
—Acercate y limpia mis alas, ahora —ordenó e hice una mueca.
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestioné con paciencia.
—Ya que te gusta meterte en mis asuntos y hacerte el santo conmigo, verás lo que es hacer todo lo que yo desee de ahora en más. Como castigo por faltarme al respeto serás mi lacayo personal, hasta que se me de la gana y luego sí te venderé como tenía planeado.
—¿Hablas en serio?
—Te diría que era sarcasmo, pero no lo entenderías, así que lleva tu puto culo angelical detrás de mí y quita la sangre de mis alas.
Es tan demandante que no entiendo cómo puede existir alguien así de arrogante e impaciente.
—¿Maldiciendo en tu mente? —soltó socarrón.
—N-No maldecía... solo pensaba adjetivos que te definen a la perfección —susurré lo último y lo vi sonreír con sorna.
Miré a un costado y comencé a pensar en cosas como pájaros o flores, distrayendo mi mente para no caer ante esa sensación incómoda que llaman aquí "pudor" y me coloqué detrás de él, acercando mi mano a sus negras alas.
Cuando las toqué sentí el calor que emanaban, la primera vez que tocaba un demonio y no era tan extraño como supuse. Empecé a inspeccionarlas de un lado a otro, tocando y acariciando la superficie, eran increíblemente sensitivas y lo supe por las miles de pequeñas venas que sentía dentro con mis dones, volar con ellas debe ser genial, tan rápido y dinámico.
Sin darme cuenta estaba frente al demonio extendiendo parte de su ala derecha y acariciando con curiosidad la parte interna de esta.
—Cuando creo que no puedes ser más atrevido vienes y me toqueteas, no durarás vivo una maldita semana a este paso. —Lo solté rápido y levanté junté tímidamente ambas manos.
—Tu cuerpo es magnífico, nunca pensé que el físico de un demonio fuera tan interesante y me dejé llevar una vez te tuve tan cerca —contesté con normalidad y quedó extrañamente callado.
Después sentí algo rodeando mi cintura y cuando miré debajo era la fuerte y rojiza cola del demonio, acercándome violentamente.
—¿No te enseñaron a mantener tu distancia de los demonios, pajarito? —Mi corazón empezó a palpitar fuerte y juraría que despacio, la oscuridad en sus ojos es más intensa y arrasadora cuando se mira de cerca.
—No creo que seas como otros demonios, al igual que yo no soy como la mayoría de los ángeles. Quizá por eso veo perfección en tu caos —solté sin recapacitar lo que estaba diciendo.
—Me interesa más el caos que la lujuria, pero si vuelves a acercarte tanto, mientras dices cosas como esas, te violaré ¿Entiendes eso?
—A decir verdad no, ¿Vas a lastimarme? —pregunté preocupado.
Sonaba a que era algo malo por el brillo oscuro que desprendían sus ojos.
Me soltó tajante, despeinó su cabello hacia atrás, evadiendo sus cuernos y juraría que estaba otra vez irritado. Parecía que le iba a dar un ataque de algo y así mismo apoyando su gran mano en mi cabeza me hundió.
Levanté la cabeza rápidamente y lo miré enfadado.
—Joder que no sé quién coño te dejó bajar —dijo exasperado—. Hasta yo estoy sintiendo que es de cabrones dejar a un deficiente mental como tú andar solo por ahí.
—No tengo déficit mental, eso es un problema humano.
—¿¡Ves!? Creo que si le cuento a Lucifer lo imbécil que eres él mismo te enviaría al cielo de una patada en tu jodido... Ya. No hables más, por tu salud mantén la boca cerrada si estás con otros alrededor.
—¿Puedo hablar contigo? Me gustaría aprender, siento que sabes mucho de los humanos, aunque no seas objetivo, y sobre demonios. Nadie me explicó a fondo cómo eran todos más allá del cielo, solo lo básico y no podía bajar aquí.
—¿Me ves cara de profesor?
—¿Lo eres? —De nuevo se enojó.
—Cierra esa puta boquita, coño, no puedes ser tan... Ah, en serio cállate. —Dicho esto salió del agua— Vámonos, ya estoy limpio.
Me hizo lavar nuestra ropa allí y luego regresar a su casa cubriéndome con mis alas. A él poco le importaba ya que voló hasta allí en un abrir y cerrar de ojos, pero a mí no me dejó hacerlo porque "podría intentar escapar" o algo así dijo.
Solo lo hizo para molestarme seguramente, pero no reproché porque me gustaba caminar, en el bosque vi animales silvestres, unos hongos muy lindos y que olían delicioso y varias flores.
Las llevé a casa junto a la ropa, la cual extendí frente al fuego de la chimenea y dejé los hongos en la mesa. Corrí a la entrada y empecé a cavar un pequeño agujero donde puse las flores.
—¿Enterrar como perro es costumbre de ángeles? —Se burló el demonio mientras se ponía de cabeza al sujetarse con sus piernas de una viga y cruzó los brazos frente a su pecho.
—No. Estoy trasplantando estas flores, son hermosas, leí sobre ellas arriba, pero verlas y olerlas es un mundo de distancia.
—Y los hongos que están en la mesa son venenosos, a mí no me harán nada pero "criatura única y singular" no sé qué carajo te hagan si te los comes. —Abrí la boca y luego hice un gesto de pena.
—Pero se veían tan ricos.
—Rojos con puntos blancos, claro, mata a humanos idiotas a montones. Mejor planta esas porquerías aquí, será divertido si se envenenan al acercarse a mi territorio.
—Los dejaré de nuevo donde los saqué, si no puedo comerlo sería un acto cruel sin ningún beneficio. —Me levanté y se paró repentinamente frente a mí.
Al parecer ya se encontraba mejor que ayer, bastante sorprendente. Aunque admito que me gustaría pensar que esta tan recuperado gracias a mi ayuda, pero quién sabe.
—Primero ponte las cadenas. —Mi mirada descendió drásticamente.
—¿No puedo andar sin ellas? No me iré, lo prometo. —Le pedí suplicante.
—Como si fuese a creerte —masculló.
—Vamos... —supliqué— De todos modos puedes rastrearme en la tierra y al cielo no regresaré. —Junté ambas manos y lo miré con completa honestidad.
—¿Prefieres ser mi prisionero que volver al paraíso?
—Arriba también me sentía atrapado, solo que todo era monótono y rutinario, muchos siglos hice exactamente lo mismo y admito que hubo ocasiones divertidas, pero desde que estoy aquí, menos de nueve días, he visto y vivido cosas que me hacen pensar que lo de antes no era una vida real. Es insuperable, los sentimientos y emociones que los humanos disfrutan aquí son... —intenté explicarle y ya los dos dentro se sentó en una silla.
—Creí que los ángeles eran eternamente felices en el cielo.
—La mayoría lo son, pero siento que es porque fuimos creados para serlo, no tenemos opciones. Como el agua que cae de las nubes, se acumula en un charco, se evapora y vuelve a las nubes, un ciclo que tiene una función determinada, esa nube nunca podrá arder o producir fuego, no estamos hechos para estar en desacuerdo con nuestro propósito de vida.
—Como en el juego del ejército*, los peones son peones, no pueden cumplir otro papel o cuestionar su rol en el juego. Es bastante... curioso.
Su expresión me hizo verlo atentamente, sus facciones parecían suavizarse y sinceramente me gustó esa mirada en su cara.
—Veo que la mayoría no son infelices, pero contrariamente algunos como tú, que son diferentes, no pueden ser plenamente feliz en un ambiente predeterminado —recapacitó y tocó su barbilla.
«A veces parece tan razonable...»
—¿Por qué hablas conmigo? —pregunté finalmente y me miró de costado.
—Me resulta algo nuevo e inusual, supongo. Además hace muchas décadas que no encuentro interesante mantener una conversación con nadie... —Levantó la barbilla y una sonrisa tenebrosa se dibujo en su altivo rostro— Estar callado tanto tiempo me estaba volviendo algo... salvaje, podría decirlo así.
—Pues... ¿Gracias? —sonreí amablemente.
«Dijo que era interesante hablar conmigo, eso es un cumplido, tal vez no me odie tanto.»
—Ve a limpiar el desastre de la habitación, siento que morí ahí dentro con toda mi sangre por doquier. Vamos que lo quiero para ya —ordenó impaciente.
—Antes de eso ¿Me dirías qué te ocurrió? —chasqueó la lengua y suspiró hastiado.
—Estaba haciendo unos negocios cuando Balaam me atacó y joder que quería quedarse con mi puto oro, bueno, yo robé el cofre de sus lacayos y quizá quería recuperarlo, pero ¿Cómo iba a saber que era suyo? El que lo encuentra se lo queda. —se encogió de hombros.
«Ya veo que eso aplica para todos en su vida» pensé con respecto a mi situación.
—Enloqueció ahí mismo, ese avaricioso hijo de humanos —¿Eso es una ofensa para él?— . Ese pedazo de basura es muy fuerte, logré detenerlo, pero si hubiese fallado mi último ataque seguro... estaría muerto y el jodido codicioso se quedaría hasta con mi cadaver. —Negó con la cabeza— Nah, le romperé sus putas cabezas la próxima vez.
—E-Ese demonio, oí sobre él hace mucho, no puedo creer que estés bien... Eres muy fuerte —dije sin pensar y me miró de forma inmediata.
—¿Holgazanear no es un pecado? Mueve tu existencia a la habitación, ya —demandó y se levantó, yendo hacia la cocina a preparar algo de cenar, supuse.
Pero sonreí inconscientemente ya que percibí algo diferente, no solo orque no me colocó las cadenas hoy, sino que de algún modo su forma de verme, en esos milisegundos, me pareció... amable.
Aunque sigue siendo un abusón, secuestrador y soberbio demonio, sigo creyendo que no es un caso perdido.
Sin dudas tengo muchas cosas que aprender y siento que será muy emocionante hacerlo.
Cσɳƚιɳυαɾά...
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