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Δᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵛᵉᶤᶰᵗᵉ ⁽ᵖᵃʳᵗᵉ ᵘᶰᵒ⁾Δ

"ᴹᵃˢ ᵖᵉˡᶤᵍʳᵒˢᵒ ᵠᵘᵉ ᵘᶰ ᵈᵉᵐᵒᶰᶤᵒ˒
ᵉˢ ᵘᶰ ᵈᵉᵐᵒᶰᶤᵒ ᵉᶰᵃᵐᵒʳᵃᵈᵒ"

ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵛᵉᶤᶰᵗᵉᵖᵃʳᵗᵉ ᵘᶰᵒ⁾: ᕮTᕮᖇᕮO

Pᴏᴠ. Bᴇʟɪᴀʟ

Percibía su piel calentarse bajo mi tacto, dejarse guiar por cada caricia o presión que imponía en su superficie, viendo las alas de Calliel temblar al igual que sus piernas, motivándome a mover suavemente mis caderas en un vaivén que nos torturaba a ambos.

Me encontraba ansioso por devorarlo, pero me tomaría todo el tiempo del mundo saboreándolo.

Recorrí su espalda con mis manos, asomando ligeramente mis garras, viéndolo curvar su esbelta columna y ese cuerpo crisparse por la extraña sensación de peligro y excitación.

Sus gemidos se ahogaban en mi garganta entre besos, presionando sus dientes sobre mis labios ligeramente fuerte cuando el roce de mi erección contra la suya se frotaba debajo de las telas.

—B-Belial —sollozó y se subió más sobre mí al enrollar sus brazos alrededor de mi cuello y acariciar con su mano mi cabello.

Creí que jalaría de él cuando metí la punta de mi cola dentro de su ropa interior y como una serpiente la deslicé hacia ese pequeño lugar donde un punto de placer yacía escondido y aguardando a ser atendido por mí.

Pero no, la criatura incapaz de dañar a conciencia solo soltó un jadeo insonoro y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Esas malditamente hermosas lágrimas.

Probé su cuello con mis labios, succionando y bajando en su pecho, jalando su ropa y mordisqueando sus pezones, primero uno y después el otro, hasta que se pusieron ambos duros.

—Si te corres solo por esto, te quedarás sin energía para la mejor parte del sexo —aseveré y sujetando mi cabeza con fuerza asintió.

Llevarlo al éxtasis se me hacía divertido y excitante, todo se arremolinaba en mi interior mientras sentía su piel expuesta frotarse junto a la mía gracias a sus prendas estiradas, bastante reveladoras al estar cayéndose por su hombro y exhibir parte de su pecho lleno de marcas recientes.

«Demasiada ropa, la destrozaré»

Regresé a sus labios, lo obligué a entregarme su jadeante cavidad al introducir mi lengua, envolviendo la suya y succionándola, por el leve tirón contrajo las paredes de su otra húmeda cavidad que también era estimulada por mí.

Su pequeño cuerpo se veía todavía más indefenso al estar sujeto al mío de ese modo y lo sencillo que era sostenerlo con sus piernas alrededor de mi cintura, cosa que aumentaba mi sentido de pertenencia.

En esta posición no había forma de que opusiera resistencia mientras preparaba su entrada para recibirme dentro de sí, pero estaba claro que él no planeaba resistirse a nada que yo hiciera.

Era demasiado inexperto para tomar cualquier tipo de iniciativa, pero podía detectar el ligero movimiento de su parte casi imperceptibles que acompañaban los míos, que contrariamente eran rudos y dominantes.

Saqué dos de mis garras y llevé mis dedos a la nuca de Calliel, enganchando su larga túnica y destrozándola bajando con suma lentitud. Hoy estaba tomándome mi tiempo, jugando con sus reacciones como un pequeño pichón herido retorciéndose en las garras de una bestia.

Me miró con bastante sorpresa al reaccionar y darse cuenta que las telas rasgadas caían y se deslizaban por su suave piel, dejando expuesto ante mí su desnudez y sin darme cuenta gran parte de mi piel se volvió negra, mis alas, cuernos y colmillos crecieron y mi lengua inusualmente larga recorrió mis labios.

Este ángel me hacía perder el control.

Caminé a la habitación, lo arrojé sobre la cama intentando controlar mi carácter y con un fuerte movimiento de mis alas cerré todas las ventanas, solo las grietas en ciertos sectores permitían la entrada de algo de luz diurna y me paré imponente delante de él. Elevé mi rostro y con ello un destello del sol iluminó mi ojo izquierdo y parte de mi oscurecido rostro demoníaco, oyendo su pulso acelerarse ante esto.

Mis ojos brillaban en la oscuridad que me permitía ver perfectamente, mientras que mi ángel solo se sustentaba de la luz a su alrededor y acostumbraba su vista, embelesado en mi imagen, recorriendo mi cuerpo devotamente y regresando a mis ojos.

El calor emanó de mí y llamas específicas se formaron a mi alrededor, llevándose pausadamente mi ropa, viendo frente a él cómo eran consumidas hasta las cenizas.

Levanté la barbilla y mis pupilas se volvieron todavía más finas, fijas en él, en lo evidente que eran sus sentimientos al observarme.

Esos ojos estaban absortos en mí: sorprendidos, inmersos, deseosos y con cierta admiración.

Perfecto.

Que me mirara, que viera bien a quién le pertenecía. Que no apartara la mirada del poderoso demonio que atrapó entre sus delicados y pálidos dedos.

Tomé el aceite, me incliné de manera decidida y dió unos pocos pasos atrás sobre la cama, no alejándose de mí, sino aguardando por mí, creando un espacio donde entrásemos ambos sobre las sábanas.

Jodidamente hermosa la imágen que obtuve al verlo extender sus brazos hacia mí, exquisito el calor que recibí al abrazarlo y corresponder a ese gesto. Sus pequeños besos inocentes en mi cuello, sus dedos acariciando mi piel como si fuese una especie de tesoro para él.

Abrí sus piernas y frunció ligeramente los labios.

—¿Acaso quieres detenerte ahora? —cuestioné y negó rotundo.

Pero no se veía del todo conforme con algo. Sus cejas, labios, ojos, todo lo delataba y gruñí irritado ante su silencio.

Me calmé al oler su aroma dulce e inquieto que emanaba su presencia, estaba tratando de aprender a tratarlo, de ser más amable y expresivo con él, así que nuevamente respiré profundo antes de decir algo mal y acaricié su rostro.

—Dime. Haré algo al respecto. Solo dilo —ordené, aunque ni yo creía que eso hubiese sonado como una orden.

—Quiero... —susurró y me miró hacia arriba con esos grandes ojos—. Quiero ser útil, no sé qué hacer y las últimas veces solo intento seguirte, pero no sé cómo... —eso último salió casi ahogado en su garganta y frotó sus ojos.

Quedé perplejo. En silencio en esa semioscuridad.

Ya veo. Entiendo por qué hay tanta perversión y malicia en el infierno y la tierra. Existo porque el mundo necesitaba equilibrio al haber criaturas tan perfectas como la que yacía bajo mi cuerpo.

Opuestos en todo a excepción de los sentimientos que compartimos... realmente irónico.

—Obedéceme, te diré qué hacer para complacerme —dije y tomando distancia me senté, apoyándome en el respaldar de la cama.

Sus ojos literalmente se iluminaron y asintió alegre frente a mí. Misma alegría que parecía esconderse detrás de su timidez por mi mirada tajante sobre él.

—Recuéstate y abre tus piernas —ordené fríamente y obedeció al instante.

Por. Todos. Los. Infiernos.

Esto era realmente peligroso ¿Nadie le enseñó a no tentar a los demonios? Ahora estaba a punto de provocarme como nunca antes.

—Prepárate —ordené entregándole el frasco y apoyando mi brazo en la parte superior del respaldo, llevando la otra mano a mi media erección y masturbándome lentamente de arriba abajo, viendolo directamente a los ojos.

Por alguna razón eso se le hizo ligeramente morboso y tragó duro, enrojeciendo sus mejillas violentamente.

En esta posición estábamos el uno frente al otro, una vista espectacular desde mi perspectiva y claramente la suya también.

—Mete tus dedos dentro de ti.

«Me excitaba solo ver lo atónito y diligente que esta al oír mi mandato. Carajo, no sé si voy a poder contenerme con él así»

—B-Bien —contestó embarrunando dos de sus pequeños dedos con el líquido y llevando el medio a su orificio, metiéndolo y haciendo una mueca al tragar grueso y juntar un poco sus rodillas.

Estiré mi bestial pie y apoyándolo sobre la parte interna de su muslo lo obligué a abrir nuevamente las piernas y poder ver el espectáculo.

—No te atrevas a cubrirte —decreté autoritario y bajó un poco su cabeza al estar sumamente inhibido.

—¿Estás enojado? —sollozó y mordió el interior de sus labios.

Que los dedos que lo hacían gemir no fuesen míos, aunque en el fondo supiera que eran suyos, me cabreó un instante. Solo pensarlo me hizo tragar grueso.

Mi posesividad era sin duda demoníaca y reí ante ese nuevo pensamiento ¿En serio estas emociones creían que iban a dominarme? Imposible. El único que realmente puede doblegarme es el jodido ángel y no haría nada que lo hiriera.

Comprendo por qué los sentimientos humanos son tan peligrosos para otros seres, si fuese cualquier otro demonio podría ceder ante las tentaciones y en vez de pensar primero en Calliel, solo complacería mis deseos de forma obsesiva, cayendo en ese espiral de satisfacción propia.

Por eso los demonios suelen atormentar durante años a un mismo humano, se obsesionan con ellos, sacian sus deseos sin importarles cómo se siente el receptor de dicha obsesión.

—No, solo estoy muy excitado —le contesté y eso bastó para que su aura purificadora se desplegara involuntariamente—. ¿Te estoy asustando? —interrogué altanero, esta es mi personalidad, este ego, superioridad y arrogancia son parte escencial de mí, son lo que soy y lo que soy puede ser difícil de manejar para él.

Pero negó con la cabeza y abrió sus labios cuando con mi pie empujé su propia mano haciendo que metiera sus dedos hasta lo más profundo que llegase y gimió sonoramente.

Sin importar cómo sea yo, jamás lo heriría, un jodido principe del infierno no era cualquier demonio de baja categoría y podía exterminar de mi sistema cualquier tipo de impulso que fuese perjudicial para Calliel. Pero seguía gustándome dominarlo al igual que verlo feliz, mi determinación me permitía tener ambos.

—N-No te temo, es lo contrario —sollozó cuando llevé mi cola hacia su miembro el cual rogaba mi atención y se estremeció, semiabriendo la boca y viéndose más y más desinhibido, cayendo ante las sensaciones que lo inundaban— A-Ah...

Metió otro dedo y sus gemidos continuaban bajos y suaves, para soltar uno que otro más fuerte cuando aumentaba la velocidad de mis movimientos, tratando de concentrarse en dilatarse y abrió sus dedos, cosa que envió una corriente eléctrica a mi miembro. El presemen asomaba desde la punta que palpitaba y mi mano no era suficiente para sentir placer, no, claro que no, teniendo a mi mayor deseo frente a mis ojos.

—Ángel —lo llamé y levantó su agitado rostro hacia mí—. Acércate.

Quitó sus dedos de ese sueve lugar, que desbordaba aceite y me parecía que necesitaba estirarse un poco más, no cabría, pero me costaba contenerme.

—Pon tus rodillas a mis costados —demandé con una exitacion visible en mi voz y temblorosamente lo hizo, sin paciencia lo atraje por completo y sus manos tocaron mi pecho.

—¿Qué debo hacer? —preguntó con una voz algo baja y ligeramente entrecortada.

«Permanece a mi lado hasta que la vida se extinga» pensé y me negué a decir algo tan poco digo, suficiente de mi orgullo he tirado al carajo por ser un poco más honesto con él y dejarme llevar ante su dulzura.

Viendo su rostro sonreí y humedecí mis labios, dándome cuenta que esto recién comenzaba.

—Sé valiente, porque te haré gemir y gritar tanto, que podrías romper tu garganta —advertí al meter dos de mis dedos sin antelación y soltó un grito delicioso.

—Son m-mucho más grandes que... mis dedos... Se siente diferente... —gimoteó y besé su delirante boca.

—¿Prefieres tus dedos? —sugerí altanero y negó, perdiendo cada vez más el raciocinio.

—No, los t-tuyos son... Ah, mnh... mejor. Cielos... Son increíbles, se siente bien, m-muy bien —gemía sobre mis labios con sus ojos empuñados, subiendo y bajando su cadera siendo guiado por mi otra mano plantada en su costado izquierdo.

—Ya veo, ya veo. Prefieres mis dedos entonces —siseaba complacido, oyendo los obscenos sonidos de chapoteo que provenían de mis dedos follándose su hermoso esfínter.

Mis manos estaban rígidas por lo mucho que me estaba conteniendo por no tomarlo violentamente, quería tomar su cadera y bajarlo de un tirón, someterlo, poseerlo con fuerza.

Al pasar pocos minutos creí que ya era suficiente y dejé de torturar sus apetecibles pezones con mis labios, viendo varias marcas en su pecho recién colocadas por mí.

—¿Mis dedos son suficientes? ¿Seguro no deseas otra cosa en su lugar? —siseé altivo y sujetando mi miembro con mi otra mano lo rocé en ese lugar que estaba siendo profanado por mis dedos, sin siquiera sacarlos de allí.

—N-No lo sé —gimoteó en éxtasis, a punto de correrse—. Te quiero a ti, todo lo que sea de ti se siente bien...

Si planeaba hacerme enloquecer, jodidamente lo consiguió.

—Calliel —mi llamado lo trajo nuevamente a la tierra, bajándolo de ese abrumamiento provocado por el placer.

Me miró esperando instrucciones y besé sus labios antes de hablar:

—Pon tus manos aquí —indiqué al llevarlas a cada lado de sus nalgas y mostrándole que las abriese— y desciende sobre mí —finalicé y pude sentir el calor de su cuerpo sobre mi pene tan jodidamente duro que palpitaba cada vena palpable en éste.

Tomó una bocanada de aire y al estar tan dubitativo lo tomé de su cadera, listo para bajarlo de un tirón, deteniéndome al sentir sus lágrimas en mi pecho.

—Ah... Es d-difícil... —sollozó al entrar por completo mi glande y apretó tanto sus dedos que podía ver cómo se volvía más blanca la piel que presionaba en su trasero—. Perdóname, lo siento, dije que quería ser útil y no lo estoy siendo...

Llevé una mano a su mejilla y todas mis ganas de someterlo pasaron a ser deseos de cuidarlo, siempre tirando y jalando entre mi instinto y mis sentimientos humanos arraigados a mi ser. Olvidaba que era muy primerizo en esto, cientos de años de vida y que hace una semana fuese su primera vez era algo muy reciente, debía calmarme y suspiré con suavidad.

«Ser amable con él» suena simple, pero eso lo hacía sonreír, eso alejaba su temor y lo intentaría con tal de cuidarlo apropiadamente.

—Lo haces bien, estoy muy complacido. Puedo ayudarte de ahora en adelante. Ya hiciste casi todo, solo será una pequeña ayuda. —Asintió aliviado por mis palabras y le agradecí a todos los infiernos el poder calmarlo.

Todavía era difícil hallar las palabras adecuadas, nunca tuve la necesidad de ser mínimamente cordial y ahora estaba tratando de cambiar muchas de mis actitudes y costumbres por él. Pero carajo que valía el esfuerzo y lo confirmé al verlo sonreír.

—G-Gracias, Belial, sé que debe ser difícil para ti, aunque de un modo diferente —susurró y descendió decidido sobre mi erección, enterrando mi grueso miembro en su pequeña existencia, contrayendo sus músculos y erizando cada porción de su piel—. ¡Aah! —un sonoro grito salió de su garganta al empalarse de ese modo, corriéndose sobre su abdomen y parte del mío. 

Sus paredes se contrajeron alrededor de mi erección, dándome un placer asombroso y gruñí por impulso.

Apoyó su frente en mi pecho y llevé sus agotadas manos a mis hombros, para que se sujetase de allí, recuperándose de su intenso orgasmo.

Pero no le di mucho tiempo para calmarse, yo no estaba nada sereno, ya que comencé a mover mi cadera, subiendo la velocidad e intensidad con cada minuto que pasaba, enterrándome en él una y otra vez.

Apoyé ambas palmas en sus glúteos y deslicé las yemas de dedos hacia su entrada, sintiendo mi propio pene entrando y saliendo de él, la humedad y el calor desbordándose, lo tirante que estaba su entrada.

En el momento que yo retrocedía hacia abajo él tomaba aire, para soltarlo en un inevitable grito cuando volvía a arremeter al elevar mi cadera, así durante unos minutos, hasta que vi los excesivos temblores en sus brazos y piernas.

—Joder. Nunca he estado tan profundo dentro de ti, es increíble —admití besando su cuello y oyéndolo respirar con dificultad murmurando mi nombre una y otra vez—. Duele ¿No es así?

Mi voz salió preocupada y complacida a la vez, no podía negar que en alguna parte de mí que él hiciera este tipo de cosas me fascinaba.

—Sí... —dijo y sonrió sobre mi piel— Pero también voy a... esforzarme por ti... quiero ser... mejor para ti.

Mi corazón golpeó en mi pecho y retuve el aire unos segundos.

«Jodidamente lo eres. No hay nada ni nadie mejor. Nada que yo pudiese desear o querer más»

Que peligroso es estar consiente de que, si con esa misma voz él me pidiera que acabara con mi vida, yo lo haría. Me dejaría exorcizar una y otra vez por esa ingenua voz.

Lo recosté sobre la superficie de la cama sin salir de su interior y me coloqué entre sus piernas, sobre él, escuchando sus gemidos por el repentino movimiento y la manera en la que se aferraba a mi cuerpo como si eso le diera seguridad.

—Si sigues diciendo ese tipo de cosas perderé completamente ante un débil e iluso ángel vigía ¿Qué clase de príncipe demonio sería ese? —ironicé y no comprendió, ladeado su apacible rostro que ahora se veía agitado y desaliñado de una manera putamente erótica.

Con una de mis manos en la parte interna de su pierna la abrí del todo y eso me dio más libertad de movimiento, comenzando con un duro y pausado vaivén.

Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro y, al ver que no eran de dolor o temor, las comisuras de mis labios subieron de un extremo a otro en una infernal sonrisa.

Abría su boca en busca de aire y lo único que salía de ella eran balbuceos indescifrables, gemidos y pequeños gritos cuando entraba por completo en él.

—P-Por favor... —susurró clavando sus ojos en mis labios.

—¿Sí? ¿Qué deseas? —pregunté socarrón y sus dedos presionaron tan fuerte la sábana debajo de sí que en cualquier momento se saldría de la cama.

—Belial. —Sus enrojecidos ojos llenos de lágrimas me observaron con ansia y timidez—. Bésame. —Antes de que pronunciara la última letra mis labios impactaron contra los suyos, fundiéndonos en un húmedo beso, dónde tomaba aire entre sus fuertes gemidos que me fascinaban.

Sentí por un segundo la cadena formarse en mi cuello cuando dio la orden antes de besarlo, él ni siquiera lo notó, pero a mí me excitó de cierta manera esa sensación, que estuviésemos conectados de todas las formas posibles: siempre que Calliel me llamase, las cadenas me guiarían a él.

—Por todos los infiernos, tu interior siempre es tan caliente y suave  —admití al levantarme sobre mis brazos y arremeter con mi cadera hasta lo más profundo, oyendo el impacto de nuestras pieles y los gemidos que no paraban de sonar en la habitación.

—M-Mis alas duelen... —sollozó al no poder extenderlas por estar recostado sobre ellas y el peso de su cuerpo siendo presionado por mí en cada embestida.

Lo tomé con mis manos sin esfuerzo ya que yo era indiscutiblemente más grande que la pequeña avecilla y giré su cuerpo, dejándolo apoyado sobre sus rodillas y manos, viéndome inquieto sobre su hombro.

—Todavía puedes ver mi rostro, no temas, mírame todo lo que desees que aquí estaré viéndote atentamente también —aseguré al alinear nuevamente mi miembro en su entrada rebosante de líquido y entré con más facilidad, casi de una sola estocada, sintiendo sus dedos sujetarse fuertemente y un gruñido ronco escapó de mi garganta mientras él se quejó por la intromisión.

—Oh cielos, se siente muy... —sollozó con espasmos que recorrían todo su cuerpo a medida que los movimientos de mi cadera chocando contra su enrojecido trasero subían de intensidad, una y otra vez, más rápido, más duro.

Llevé una mano a la suya y lo guié a su miembro, obligándolo a masturbarse y supe que no aguantaría mucho por lo excitado que estaba.

Situé mis dedos en su cadera y subiendo con la otra mano delineé su espina dorsal hasta detenerme en su cuello y tomarlo suavemente, apreciando el ardor en su sistema que parecía colapsar al poner los ojos en blanco y en ese instante sus alas se extendieron al correrse nuevamente.

—Muy bien... jodidamente exquisito —afirmé y me incliné sobre él, mismo que no podía siquiera cerrar sus labios y su respiración era errática como su pulso.

Mi lengua saboreó toda su espalda hasta detenerme en su nuca y llevé la mano que estaba allí a su rostro, girandolo un poco más hacia su costado y así apreciar todo su rostro hecho un completo caos...

Sí, el mejor caos era este ante mis pupilas: Sus Mejillas y labios mojados y enrojecidos. Ojos perdidos en el placer y a su vez lo suficientemente concientes como para no apartarse de los míos ni un momento, buscándome, deseándome, amándome aunque aún le doliera la diferencia infernal de nuestros cuerpos y los momentos dónde me dejaba llevar un poco.

Un pequeño hilo de saliva escurrió sutilmente por su labio y sin pensarlo pasé mi lengua por su barbilla, deteniéndome en su boca, introduciéndola y dándole un último beso antes de percatarme de esa familiar sensación de hormigueo en mi vientre, señal de que me correría.

—Di que quieres que termine dentro de ti —ordené besando su nuca y hombro, intentando ser lo más suave posible en mi estado.

Sus brazos estaban cediendo ante el cansancio y sobreesfuerzo, tiritando cuando intentaba erguirse.

—T-Termina en... —gimió bajo, hizo una pausa e inclinándose apoyó su mejilla en la almohada.

Colocó ambas manos a cada lado de sus azotadas nalgas y las abrió como le enseñé. Me miró hacia atrás y con una cara que desbordaba toda clase de sentimientos abrumadores: sonrió. Me sonrió.

—Termina donde desees, hazlo, solo tú puedes —finalizó y un fuerte grito se ahogó en la superficie de la almohada cuando con mis dos manos en su cadera lo impulsé hacia atrás y mi cuerpo hacia adelante, provocando que su espalda se curvase demasiado y en mis últimas estocadas lo llené de tal manera que podía ver el semen derramarse al salir de su hinchado esfínter.

Al sentir el frío de la separación su cuerpo se desplomó sobre la superficie, teniendo varios espasmos involuntarios. Llevó una mano debajo de sí, en medio de su pecho, tomándose de costado como un pequeño ovillo en la cama, con sus ojos cerrados por el agotamiento.

Indefenso. Agitado. Lleno de mí de todas las formas posibles. Jodidamente hermoso.

—¿Qué sucede? —pregunté al verlo reír tiernamente con sus ojos cerrados, como si le pesará abrirlos.

—Esta vez pude hacerlo mejor, logré que también lo disfrutaras... puedo sentirlo aquí —dijo llevando sus dedos a su goteante entrada, tocando ese íntimo y dilatado sitio.

Todo mi cuerpo ennegreció y el aura oscura a mi alrededor se esparció por todo el lugar, brotaba de cada poro de mi piel, el peligro hacía crujir las maderas a nuestro alrededor y él continuaba confiado descansando la vista y yo de la manera más literal posible me descontrolaba y consumía.

Mis cuernos y cola crecieron todavía más, está última moviéndose ansiosamente. Mi espalda, brazos, garras, todo mi cuerpo reaccionó a él. A su erótica ingenuidad e inocencia cargada de placer. Mientras tanto el ángel ni se inmutaba, ya que no estaba conciente de lo aterrador que me veía.

—N-No fue necesario pedirte que te detuvieras un momento como la vez anterior —continuó—, apesar del cansancio pude hacerte sentir bien... Soy tan feliz, no me desmayé y ambos nos sentimos increíblemente bien...  —sollozó y respiró con menos problemas a medida que se relajaba— Sigue doliendo, pero menos que antes, creo... O tal vez más, pero me siento más preparado mentalmente... Amo cuando puedo estar unido a ti, el sexo es asombroso, no hay nada más que tú y yo, es algo que no puedo explicar. —No sé en qué momento empezó a llorar de alegría

Mi corazón bombeó duramente en mi tórax, obligándome a inclinarme y besar sus mojadas mejillas.

«A este paso mi ángel se va a terminar deshidratando si no controla mejor sus lágrimas» ese pensamiento irónico me trajo de nuevo a la realidad y calmé mis ansias de continuar. La eternidad nos dará el tiempo suficiente para dejarnos llevar de muchas formas, sin apresurarnos, tiempo es algo que a ambos nos sobra en esta tierra.

Me recosté a su lado y lo vi arrastrarse difícilmente hasta mi pecho y hueco de mi cuello, dónde escondió su cara y respiró profundo.

—¿Eres feliz? —preguntó con inocencia y asentí.

—¿Y tú, gorrión? —la pregunta lo hizo sonreír ampliamente y no hizo falta oír su respuesta, la cual fue un rotundo "Lo soy", ya que de todas formas estaba implícito en ese aura brillante y complacida que emanaba.

Sonreí satisfecho y bostezó, recordándome que desde hace una semana que no duerme lo suficiente por culpa del estorbo humano que estuvo de intrusa.

Aunque, bueno, era gracioso cada vez que le decía "Pión" y Calliel me miraba frunciendo sus labios, pero no dejaba de ser humana por lo que no la soportaba realmente. Seres insignificantes.

Con mi cola tomé las sábanas y nos cubrí a ambos, Calliel por su parte ya se encontraba inconsciente por el cansancio.

Finalmente tomamos un merecido descanso y el silencio después de tanto desenfreno se hizo presente, oyendo la naturaleza a nuestro alrededor: el viento, los animales invernales, la nieve derritiéndose; parecía una especie de refugio en un rincón escondido del mundo donde ambos podíamos ser plenamente nosotros y disfrutar del otro sin pensar en nada que perturbara nuestro humilde paraíso.

ØØØ

Abrí mis ojos pausadamente por la luz de un nuevo día golpeando mi rostro, miré hacia la ventana y el maldito zorro la había abierto, viéndonos curioso y hasta aburrido desde afuera, esperando que nos levantásemos.

Va, a que Calliel lo hiciera, mejor dicho, ya que solía llevarlo consigo al pueblo a jugar con los niños y la decadencia de las criaturas demoníacas me estaba enfermando, queriendo voluntariamente pasar tiempo con escoria humana.

Un quejido adormilado en mi pecho atrajo mi vista al ángel, mismo que emitía pequeños sonidos al moverse o acurrucarse. Su piel de un pálido celestial, pestañas y cabello blanco y platinado, era como un gris brillante que me detuve a apreciar mechón a mechón, como si fuese interesante.

Delineé su rostro con mis oscuros dedos, el contraste de su piel y la mía era una ironía constante, pero el calor era el mismo, el contacto era algo que anhelaba y su sonrisa entre sueños me hizo suspirar de una extraña manera.

—Despierta, cisne —reproché con un tono bajo y olfateé su cabello al frotar mi rostro contra su sien. Su aroma después del sexo me gritaba que era mío, esa escencia demoníaca y angelical fundiéndose en nuestras pieles y más allá de ellas, solo me hacía querer acortar más la distancia y sostenerlo contra mí.

—Duele —gimió bajo y noté que mis brazos lo presionaron demasiado.

—Dormimos cerca de dos días, ¿No te sientes un poco mejor?

—¿Mmh? No me sentía mal en primer lugar —admitió frotando sus ojos—. Solo estaba cansado, pero cansado de buena manera, no lo considero algo malo si es por haber estado contigo —dijo refiriéndose al sexo y sonreí de costado.

—Y pensar que el sexo es tan bueno que opaca el dolor hasta el punto de que sonríes lleno de moretones, mordidas y marcas —ironicé y me miró curioso, como si no entendiera mi tono de voz.

—Es muy bueno, tú eres increíble en el sexo y mi cuerpo se estremece solo de recordarlo... —susurró eso último conciente de su desnudez y apretó sus piernas—. Todavía puedo sentirte dentro de mí... es abrumador y cálido —dijo entrelazando sus dedos a los míos, para sin darme tiempo a procesar sus palabras elevar su rostro en una sonrisa—. Antes me daba miedo la misma mano que ahora me da paz ¿No es curioso? Cuando te conocí no me hubieses dejado tocarte de este modo y ahora me siento solo cuando no puedo tocarte —finalizó y subí mi otra mano desde su cadera hasta su rostro, elevando la barbilla hacia mí.

—Desde que se fue la humana estás demasiado sentimental ¿Qué sucede contigo? —comenté con mis propias emociones rebasando mis capacidades de asimilarlas.

—Es que... cuando me miras amablemente, recuerdo que soy libre de decirte lo que pienso y lo he estado haciéndolo sin darme cuenta... muchas veces me encuentro pensando en ti o en nosotros y tal vez te agobio con mis monólogos... ¿Te es irritante? Es que me hace feliz que me escuches y mires... —confesó y suspiré.

No tenía caso molestarlo o tratar de calmar mis sentimientos evadiendo sus ataques constantes a mi guardia baja, no había razón para resistirme, también estaba bien dejarme llevar con él.

—No me molesta, ángel —decreté acariciando su barbilla y besando sus hinchados labios igual a sus ojos que todavía no se recuperan del todo—. Soy más expresivo porque entendí que no voy a perder mi orgullo por mimarte. Puedo hacerlo libremente, es mi elección. Además, puedes hablar todo lo que gustes, tu voz por alguna razón no me es molesta en absoluto.

Me sorprende lo frágil que es, pensé que en esta ocasión tendría menos marcas y secuelas visibles...

Punto a mi favor: esta vez no lo hice sangrar al morderlo. Punto en contra: tiene tantos chupetones que parece que lo agarré a putazos.

Mis dedos marcados en su cadera, círculos rojos en su pecho, cuello, muslo, nuca y muchos lugares indecorosos y deliciosos que probé gustoso.

Después de que el animalejo roñoso y torpe entrara a la habitación casi derribando la ventana, Calliel lo llamó a la cama, cosa que le atemorizó por mi presencia en esta, por mi escencia infernal impregnada en Calliel y el lugar después del coito.

—¿Por qué Gigil todavía te teme? —inquirió de repente.

—Digamos que el fuego lo asusta un poco —bromeé recordando cuando hice que una pequeña esfera ardiente lo persiguiera hasta que saltó y se metió bajo la cascada.

En mi defensa el pordiosero no se quería bañar y yo estaba aburrido.

—Oh mi... —Frunció sus labios y me encogí de hombros— Ven aquí.

Lo llamó y aún reacio se acercó a los pies de la misma.

—Es adorable para ti, lo entiendo, pero sigue siendo una bestia del infierno y mientras más crezca y poder adquiera, más será capaz de hacer, más daño, más caos. No sé mucho de bestias zorros y sus capacidades, pero las bestias son fuertes.

—¡Eso es genial! —dijo el jodido ingenuo.

Satán, llévame ahora, no se puede razonar con el cerebro de avestruz.

—Me preocupaba que pudiesen hacerle daño otras bestias, humanos, ángeles o demonios... Su vida corre constante peligro y saber que puede fortalecerse me da paz —afirmó y me levanté de la cama, viendo los ojos rasgados y filosos del animal, sabiendo claramente que no dañaría a Calliel por muy fuerte que llegase a ser.

El zorro adoraba a Calliel, no sé si lo ve como su madre, dueño o algo similar, pero era imposible que le hiciera daño. Quise probar la valentía del ángel al mencionarle las raíces del zorro del infierno, pero solo me hizo ver que es demasiado ingenuo para su propio bien.

Con eso en mente me puse de pie y sin cortar la conección visual entre el zorro ennegrecí mis ojos, mostrándole en mis pupilas el infierno que se iba a encontrar si subía sobre la cama que acababa de compartir con mi ángel.

Entendió, inusualmente inteligente y apoyó su cabeza en la mano del ángel, sin subirse sobre éste ni invadir mi espacio, yéndome a la cocina guiado por el hambre.

Preparé algo simple y Calliel no estaba donde lo dejé, para variar desapareciendo de mi vista en cuanto me doy la vuelta.

Seguí su aroma hasta la gran tina y estaba tomando un baño, con ambos brazos apoyados en su borde y su rostro sobre estos, viendo a Gigil perseguir un pedazo de papel con forma de ave que gracias a su pergamino parecía flotar y volar entreteniendo al zorro.

Esa tarde comimos, limpió mientras yo iba en busca de oro, algo que no había hecho en mucho tiempo y en la tarde visitó junto al zorro a los niños del pueblo.

Me sorprende lo comprensivos y amables que todos son con Calliel, podría decir que es por ser un ángel, pero casi nadie sabía ese detalle a ciencia cierta y he presenciado la manera en la que se comporta la gente cuando se encuentran con ángeles guerreros o poderosos: les temen o los admiran ciegamente.

Con Calliel era algo inusual, como si sacará la bondad en la escoria humana. Interesante y algo relajante ya que no lo herirían mientras tuviesen esos sentimientos... Bueno, no daba eso por hecho, he visto a montones de ellos matar lo que decían amar, herir y romper lo que juraron proteger hasta que la muerte los separe. Criaturas sin honor ni palabra. Por eso la existencia de Gigil me era favorable, él lo cuidaba en sus viajes estúpidos al pueblo.

Tantas veces fue allí, tantas noches pasamos juntos y tantos días disfrutado de la pacífica rutina, siendo visitandos con algo de frecuencia por Asmodeus o los paseos Lucifuge en los alrededores, lejos de conflictos, en medio de ello Calliel me informó cómo la niña había cumplido ya unos seis años y el mocoso Maurí, el segundo infante que se atrevía a visitar mi cabaña, rondaba los quince años, estando muy alegre cada vez que Gigil le mostraba sus cambios de forma ahora voluntarios:

El zorro podía verse pequeño e indefenso, a su vez, convertiste en una bestialidad un poco más alto que  un caballo, varias colas y con colmillos amenazantes. Claramente fue gracias a mí que pudo fortalecerse y entendió cómo controlar su cuerpo, al ser un demonio de alto nivel eso era un juego de niños para mí y bueno, le enseñé porque Calliel le daba ánimos cada vez que el inútil animal fracasaba.

De todas formas, su inteligencia y razonamiento llamaban mi atención, nunca tuve bestias o criaturas demoníacas a mi mando, por eso me era nuevo ver su carácter instintivo e inteligente a la vez. Pero todavía no lograba todas las transformaciones que realmente podría hacer y seguía madurando, llegando a aceptar su determinación y no fastidiarlo cuando lo intentaba.

—¿Por qué te ves triste? —pregunté sentado junto al ángel y éste apoyó su rostro en mi hombro.

—¿Recuerdas que te pedí una gran cantidad de oro?

—Sí, dijiste que lo querías y como a mí el objeto en sí me da igual te entregué una bolsa llena de oro limpio.

La imagen de algún humano hiriéndolo para arrebatarle el oro hizo arder mi aura y la tarde pareció oscurecerse a nuestro alrededor.

—Si saliste de la casa con esa bolsa y alguien te... —Me abrazó al ver que mi forma de estaba distorsionado por la ira.

—¡N-No! Bueno, sí, salí de la casa con él, pero no pasó nada extraño... Es solo que se lo regalé a Joseph para a viaje, no quiso aceptar y a final lo convencí... Se irá del pueblo, esta pensando viajar para obtener más conocimiento junto a Leonor y así ella aprendería de manera más abierta sobre la vida... Los quiero tanto, es un poco solitario pensarlo...

Eso me recordó una vieja promesa y viéndolo seriamente me acerqué a sus labios, mi expresión ilegible no le dió pistas de mis pensamientos y solo me besó con una sonrisa en sus labios, todavía queriendo saber qué me sucedía.

Caminé hacia adentro, tomé una bolsa negra de tela y metí varios objetos y cosas que creí necesarias, pocas cosas, ya que siempre que quisiera algo podía ir un conseguilo al instante con mis métodos, pero guardé las que a Calliel podían serle útiles y podría querer. Regresé hacia afuera y lo miré, poniéndome mi túnica negra sobre mis hombros.

—¿Te irás? —cuestionó como si su corazón se rompiera, ver partir a sus humanos favoritos le dolió lo suficiente y esta tarde no se había apartado de mi lado, cosa que le pesó al verme listo a partir.

—Iremos —corregí—. Ve a prepararte rápido que no tengo toda la vida —ordené chasqueando los dedos con falsa impaciencia y se vió feliz y confundido.

—Sí tenemos —contestó el insolente con confianza en sus palabras.

Bueno, era verdad, teníamos toda una vida por vivir juntos.

Se puso de pie y antes de entrar a la cabaña se sujetó del marco de la puerta y miró sobre su hombro.

La imagen de él en la puerta de nuestra casa, con sus cuatro alas impecables y vivídas por su blancor, sus delgados dedos y grandes ojos, esa esbelta y pequeña figura. Si él pudiese verse a sí mismo, me gustaría que retratase en una de sus pinturas la forma en la que se ve a través de mis ojos.

Pero prefería verlo en carne propia, aunque eso me hizo recordar que no era el único con esos deseos, ya que él había hecho varias retratos de mí o de ambos, viéndolos con cariño cada vez que pasaba frente a ellos, cosa que me llenaba de placer y cierta arrogancia.

—¿A dónde iremos, Belial? —preguntó dulcemente.

—Conocerás el mundo que tanto anhelas.

Cσɳƚιɳυαɾά...

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