Δᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᶤᵉᶜᶤᶰᵘᵉᵛᵉΔ
"ᴸᵒˢ ᵃ́ᶰᵍᵉˡᵉˢ ʸ ʰᵘᵐᵃᶰᵒˢ ᶰᵒ ˢᵒᶰ ˡᵃˢ ᵘ́ᶰᶤᶜᵃˢ ᶜʳᶤᵃᵗᵘʳᵃˢ ᶜᵃᵖᵃᶜᵉˢ ᵈᵉ ᵐᵒˢᵗʳᵃʳ ᵃᵐᵃᵇᶤˡᶤᵈᵃᵈ"
ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᶤᵉᶜᶤᶰᵘᵉᵛᵉ: TᖇᗩᑎᑫᑌIᒪIᗪᗩᗪ
Una vez el demonio llegó al pueblo, que se hallaba a los pies de la colina donde se encontraba su cabaña, pudo ver claramente a la madre del niño: estaba desesperada junto a varias mujeres preguntando puerta por puerta si habían visto a sus hijos.
Todos hablaban de la oleada de secuestros que hubo la noche anterior y que cuatro pequeños no eran encontrados por ningún sitio, sin contar la mujer que fue asesinada por lo que creyeron había sido una bestia.
El pequeño bajó de su hombro sin pensar, guiado por la desesperación que sentía de abrazar a su amado madre. Creyó que jamás la volvería a ver y saber que estaba buscándolos le generó muchas emociones.
La mujer cayó de rodillas y sus brazos envolvieron a su amado hijo, haciéndole mil preguntas por segundo a medida que lloraba y besaba su rostro. Ahí descubrió que su hermano no había podido regresar a salvo y las lágrimas de alegría por su hijo vivo y de tristeza por su hijo fallecido se mezclaban en sus mejillas.
Se acercó al temible demonio del oro y haciendo una pequeña reverencia le agradeció por traer a su pequeño a casa. Belial no dijo absolutamente nada al respecto, solo tenía una pregunta:
—¿De casualidad esta cosa es suya? —señaló con la mirada a la bebé durmiente.
—¿La niña? No, no es mía.
—¿La quiere? —se la ofreció como un pedazo de pan viejo a lo que el niño se atragantó y frunció sus cejas.
—Oye —reprochó entre toses secas.
—Su madre... ya sé, su madre es la hija del herrero, se casó en contra de la voluntad de su padre ya que él quería que se prometiera a alguien adinerado, pero se enamoró de su esposo y por ello cortaron lazos. Mientras buscaba a mis hijos escuché que fue asesinada anoche, el alcaide dijo que a manos de algún animal... aunque yo creo que fueron demonios —admitió asustada y estaba en lo cierto, encontró su final intentando salvar a su pequeña hija de ser raptada por esas criaturas carroñeras—. Su esposo pensó igual y salió en busca de su hija en dirección al Oeste.
—Señora, yo no le pedí el chisme de la semana, agarre a la criatura o váyase al diablo —gruñó y tanto mujer como niño dieron un pequeño salto.
«Moloc estaba al este, por lo que jamás hallará a su hija si fue en la dirección opuesta... morirá pensando que ella nunca apareció» pensó Belial y notó que nadie se haría cargo de la humana en miniatura «Podría buscar a su padre... Pero no tengo energía para otro enfrentamiento si invado tierras de algún demonio poderoso. No tiene caso arriesgarse por algo así, el humano desorientado probablemente ya murió y su hija después de él»
—Si la dejo aquí morirá antes que él —pensó en alto con la clara idea de abandonarla a su suerte.
La tomó por sus diminutas ropas y quiso apartarla del ángel, pero éste la abrazó más y evitó que la separaran de sí.
—Ya estoy harto, debo dejar de recoger porquerías así como así. De tres criaturas que acogí dos son una mierda. Basta, Satanás —se lamentaba y el par frente a sus ojos no entendía sus murmullos de odio propio.
Sin siquiera despedirse caminó hacia su vivienda, donde logró despegar a la garrapata humana de Calliel y la dejó sentada en la entrada, para así poder limpiar el cuerpo del ángel con un paño húmedo.
Una vez aseado lo recostó en su cama, oyendo los chillidos de la odiosa criatura que desprendía ese olor que le resultaba abominable desde la puerta y maldijo que ese aroma a humano estaba ahora tan cerca de su propiedad.
Ese llanto no fue desapercibido, ni por Gigil que cubría sus orejas, ni por Calliel, el cual todavía dormido comenzaba a verse triste, a desesperarse en sus sueños. Belial podía oler su miedo y esa necesidad de calmar el pesar de la cría humana.
Los demonios como Belial, al ser muy territoriales, era casi imposible que dejasen entrar a quienes no toleraban y esto era el colmo para él, que estuviese recogiendo a un humano, no podía creerlo.
Pero contra su propia naturaleza abrió la puerta, tomó a la niña de sus ropas sucias con dos garras y le saco la ropa sin mucho cuidado para finalmente acercarla a los brazos del ángel.
Esto automáticamente apaciguó su rostro y el llanto se detuvo, haciendo al demonio y al zorro infernal suspirar aliviados porque ese tortuoso sonido irritante acabó.
—Cuando despierte debería matarlo por esto —masculló irritado, pero al verlo sabía que eso nunca iba a suceder, no podía evitar amar a ese tonto ángel.
Se recostó junto a él y lo cubrió con sus brazos, entendiendo que esa tarde estuvo muy cerca de perderlo. Todo su cuerpo experimentó una frialdad y escalofrío que nunca había sentido. Las emociones en la tierra eran algo de temer, esa sensación de sentir que moriría si algo le pasara, era sin duda lo más aterrador.
«No puedo darme el lujo de morir y que Calliel sienta por mi culpa lo que sentí al creer que lo perdería» pensó apretando ligeramente ese cuerpo contra el suyo.
A la mañana siguiente Belial supuso que Calliel dormiría varios días como la vez anterior que le exigió demasiado a su cuerpo, pero para su sorpresa el ángel, por primera vez, se despertó antes que él, ya que al palpar la superficie de la cama no lo halló allí.
Se levantó sobre sus demoníacas piernas y estiró sus alas y garras, curvando un poco su espalda y sintiendo sus huesos crujir, seguido se sacudió un poco y rascó su nuca al bostezar con esa enorme fila de colmillos relucientes, yendo hacia la cocina donde podía oler al ángel.
Una vez ahí se sorprendió al encontrar muchos papeles escritos y arrugados, una bolita tras otra, madera doblada y ovalada antinaturalmente, vidrios con formas raras de recipientes, ingredientes, la frente de Calliel manchada con tinta y su durmiente rostro sobre la mesa.
—Despierta, pichón —ordenó apacible al tocar un mechón de su cabello y este reaccionó a su tacto.
—Belial —susurró con un cariño que llenó el pecho del demonio y le devolvió la caricia con su mano izquierda.
—¿Qué estabas haciendo? ¿Por qué no duermes?
—La bebé se levantó e hizo pis en el piso —musitó frotando uno de sus ojos y Belial trabó la quijada.
Su piso. Su casa. un sucio humano la ensució.
—Que la mate dice —contestó Belial sacando sus garras y ennegreciendo sus dedos.
—¡N-No! Yo limpié, higienicé todo, estaba haciendo un lugar para que durmiera tranquila —dijo al enseñarle una especie de cuna redonda que se mecía al moverla, también trajo un biberón que orgullosamente exhibió—. Me costó mucho lograr que las palabras concordaran con lo que estaba imaginando, por eso fallé varias veces, seguramente Gabriel podría hacerlo solo diciéndolo y sin pergaminos, es tan hábil en estas cosas... Pero lo logré —finalizó jovial, todavía con ojeras oscuras bajo sus claros ojos.
Belial acunó ese rostro en su mano y lo acarició, para luego cruzarse de brazos.
—¿Por qué haces esto por ella? Es decir, no sabes cuidarte a ti mismo ¿Cómo sabes qué necesita y qué no? Podrías matarla por error, las crías de humanos son muy delicadas.
Calliel negó con la cabeza y sonrió.
—Mi deber en el cielo era velar por niños pequeños y mascotas del hogar, sé lo que pueden comer y lo que no, cómo se debe criar, todo lo puedo hacer... aunque nunca pensé que fuese tan agotador —gimoteó antes de bostezar, ya que durmió muy poco y gastó demasiada energía: primero pasó la noche con Belial, después la pelea con Moloc y ahora no tenía tiempo de descansar gracias a la pequeña—. Al no tener pechos o leche natural como su madre, ella me despertó succionando mi pecho plano, dolió muchísimo, dejó una marca, creo que sigue ahí —sollozó levantando su holgada camisa blanca y enseñándole al demonio el chupetón enrojecido en su pezón derecho.
Sus pupilas se encogieron y dilataron en cuestión de segundos y se acercó sigiloso a él, delatándolo sus facciones cargadas de muchas emociones cruzadas.
—Me molesta —gruñó por lo bajo—. Solo yo puedo dejarte marcas —susurró inclinándose hacia su pecho y llevando ambas manos a su espalda, acortando toda distancia entre su lengua y ese tiritarte pecho.
—P-Pero ella lo hizo porque tenía hambre, nada más, no quiso... —Calliel calló cuando Belial sonrió sobre su piel, sintiendo sus filosos colmillos tocarlo.
—¿Y si yo también tengo hambre? —susurró moviendo sus dedos de la base de su espalda hacia abajo, cada vez más, descendiendo peligrosamente por su cadera hasta posarse sobre su trasero, apretando ligeramente y deslizando su lengua por su pezón enrojecido.
—¿Comerme? —inquirió y en vez de asustarse, pensó que había oído mal.
—Sí, pero no literalmente, sino... como la noche anterior —susurró roncamente deslizando sus dedos hacia el centro de la parte trasera de Calliel y abriendo sus nalgas ligeramente, oyéndolo chillar sin querer.
—No quiero —dijo rotundo.
Belial se irguió confundido e insatisfecho.
—¿No quieres? —gruñó en un tono intimidante.
—No... —continuó Calliel, apoyando ambas manos en el pecho del demonio— Me siento tan débil que me desmayaré mientras estemos... —musitó con un brillo de felicidad y nerviosismo en sus ojos al recordar la noche anterior—. No quiero perderme de eso, deseo estar despierto y verte, sentirte... sería triste perder la conciencia y no poder besarte. Solo espera a que... —no pudo seguir hablando porque los calientes labios de Belial le impidieron emitir sonidos.
Introdujo su lengua sin oposiciones y el interior de Calliel parecía derretirse para él, dándole la libertad de besarlo libremente y enrollando sus pequeños brazos en su cuello, gustoso por el contacto.
—Ya veo... si esos son tus deseos, los respetaré —susurró con una calma atípica y lo sostuvo entre sus brazos por la cintura, lejos de ser algo sexual, estaba conmovido por Calliel.
Su pecho se llenó de un aire tan desintoxicado y apacible, que creyó que no era posible que un demonio estuviese complacido por algo puro, pero definitivamente lo estaba.
El movimiento de algo cercano llamó su atención y era la bebé de cabello negro queriendo bajar de la cuna.
—Hola, preciosa. —La saludó el joven de pelo blanquecino grisáceo, separándose suavemente de su demonio y yendo a cargarla—. Por su contextura y evolución actual, debe tener cerca de dieciocho meses, esta aprendiendo a pedir para hacer sus necesidades y es muy inteligente para su corta edad... su cabello esta saludable igual que su piel y órganos, no tuve que curarla realmente ya que solo tenía leves raspones que fueron sencillos de tratar. —Le informó acunándola y meciéndose levemente de un lado a otro, viendo embelesado el azabache de su cabello hasta los hombros, el pequeño tamaño de sus deditos, sus ojos oscuros como su pelo, para Calliel era perfecta.
—¿Planeas quedártela? —cuestionó.
—No, sus padres deben estar buscándola, solo me cercioraba de que estuviese sana y como te dije, al estar tan bien, significa que era una niña demasiado amada por ellos, tan dulcemente criada y cuidada, en un mundo plagado por las enfermedades y poco conocimiento, ellos hicieron todo lo posible porque ella crezca sana... Quiero que...
—Probablemente su padre haya muerto, igual que su madre —sentenció y la piel pálida del ángel, palideció todavía más, apretando un poco a la bebé en sus brazos.
—¿C-Cómo...?
—Su madre quiso impedir que los demonios carroñeros la llevaran y su padre partió en su búsqueda, pero por el clima y la dirección en la que salió, a estas alturas debe haber muerto.
—Oh... E-Eso es... Ella solo... —Sus lágrimas no tardaron en caer una tras otra, no podía evitarlo, la amaban tanto, era tan feliz y de un momento a otro la vida de la pequeña y la de toda su familia se destruyó.
«Los demonios ven a los humanos como juguetes, comida, insectos, sacos de carne. Calliel los ve con otros ojos, empatiza y se preocupa por ellos. He matado a muchos, cientos, seguro esta escena la vivieron muchas familias por mi causa en el pasado ¿Me odiará por ello?» pensó Belial.
Una vez su llanto se detuvo, éste habló:
—Es nuestra naturaleza no empatizar con humanos, no verlos como seres con valor más allá de sus almas o diversión personal... He matado a muchos, he quemado villas y pueblos, pueblos llenos de niños y padres, llenos de animales... Mi castigo en la tierra existe porque hice tanto caos junto a otro demonio, que atentamos contra el orden natural... —Se acercó y extendió su mano hacia él—. Era una criatura muy diferente en el pasado, tanto que solo con verlo te aterrarías, llorarías, odiarías...
—Eras —sentenció y tomó su mano—. Tú lo dijiste. No eres el mismo que en ese entonces, el Belial que yo conozco es éste que ven mis ojos, un ser de la oscuridad que lucha contra su propio instinto con tal de no herirme y ese Belial existe gracias a tu pasado también... No me enorgullecen tus acciones pasadas, pero tampoco puedo cambiarlas, solo puedo rezar por el descanso de esas almas y agradecer por tu existencia, porque eres más que tus errores y peores momentos, eres más que un horrible pasado. Agradezco a mi amado Dios por darme la oportunidad de conocerte en el momento indicado.
Se colocó de puntitas de pie y depositó un dulce beso en su mejilla, estando a punto de ser besado ferozmente por el demonio, cosa que se la impidió la niña cuando gimoteó y Calliel entendió que tenía hambre.
—Bien... Calentaré un poco la leche y... —dijo Calliel y Belial con un chasquido se encargó de ello, haciendo sonreír al menor antes de comprobar su temperatura con el dorso de su mano—. Gracias.
Salió de la casa algo confundido por los acontecimientos recientes y se sentó en la entrada, viendo a Gigil corretear a un ratoncito de campo.
Siglos atrás hubiese pensado que era patético, que los demonios que eran invadidos por sentimientos era débiles e idiotas, pero ahora que él lo experimentaba en carne propia, era como si su vida pasada fuese un cuadro lejano, lleno de pura satisfacción proveniente del caos y dolor, sin motivación, rumbo, ni nada que le diera sentido a su existencia.
Un propósito vacío y sin otro tipo de sensaciones más que el gozo del desastre. Y era bueno, pero no a comparación de ahora, eran solo migajas, pequeñas gotas de un inmenso mar inexplorado.
Los demonios que solo conocen un tipo de placer creen saberlo todo, cuando en realidad están muy limitados, habiendo tanto que no pueden poseer gracias a su arrogancia.
Siempre se preguntó qué le veían de atractivo al mundo humano, a la tierra en sí, que no fuese el precioso caos. Un lugar lleno de contradicciones y personas. Pero los sentimientos que ellos experimentan son la clave: esa ansia, inquietud, tranquilidad, placer y más.
Viven un tiempo en extremo limitado, por lo que sus emociones son más intensas que las de las demás criaturas longevas y cuando un ángel o demonio comienza a sentirlas, es un éxtasis asombroso.
«De algún modo supongo que he madurado... tal y como quería Lucifer. Maldito viejo astuto, rodeándome de criaturas que odio y prohibiendome masacrarlos, exponiéndome a estos sentimientos problemáticos, aunque la llegada de Calliel no estaba en los planes de nadie»
Sonrió con resignación.
—Bueno... no esta tan mal —pensó en alto, mientras oía al ángel arrullar a la niña mientras la alimentaba, el suave viento sacudiendo las ramas de los árboles, la nieve derritiéndose a paso lento bajo el sol, el brillo de todo a su alrededor, la tranquilidad.
Estaba de acuerdo con esa tranquilidad, siempre que Calliel estuviese ahí, Belial sería feliz. Y siempre que Belial lo acompañase, Calliel creería que todo estaría bien.
Al entrar de nuevo se encontró con el ser celestial sentado en una de las sillas más grandes, durmiendo mientras la niña jugaba con los adornos en su camiseta, mordisqueando esas tiras doradas que iban de un lado al otro de sus hombros.
—Maldita mocosa, deja de morder lo que no es tuyo —gruñó y la niña al ser tan pequeña no veía el peligro, simplemente estiró sus brazos a Belial y esperó ser cargada por él—. Que engreída y pretenciosa, ni lo pienses.
La pequeña amagó a romper en llanto y desde la ventana Gigil cubrió sus orejas.
—Mierda, carajo, jodido Lucifer todo es su puta culpa y la grandísima p...—maldecía mientras levantaba con su cola a la infante, lo más lejos de su cuerpo que pudiera, como si fuese la peste.
Ella por su parte estaba riendo a todo pulmón, era como un columpio extraño y divertido, consiguiendo finalmente lo que quería.
La llevó a la cama, se acercó a la ventana y del lomo agarró al desprevenido Gigil, lo levantó y arrojó a ella.
—Si llora vendré y te romperé las patas —amenazó estampando la puerta y el pobre no tuvo más opción que dejarse acariciar y jalonear las orejas por esa humana.
Ahora, ya solos, comenzó a cocinar una sopa con muchas verduras, carne y especias, esperando que eso ayudara a la recuperación del ángel.
—Despierta, ángel —dijo al finalizar.
El exquisito aroma atrajo a todas las criaturas en la casa, comiendo en una armonía que era interrumpida por las risas del ángel causadas por las reacciones de la bebé y ruidos que emitía Gigil jugando con ella atrapando pedazos de comida que le arrojaba.
Una semana había transcurrido y cuidar a la humana se había vuelto parte de la rutina de Calliel. Esa tarde en particular fueron hacia el pueblo en busca de provisiones, saludar al lechero y a ver cómo se encontraba Maurí y su madre.
—No estoy para nada de acuerdo con esto —farrulló el ángel.
—Oh vamos, es gracioso, pensé que estarías feliz de que la cosa esa te llamara primero a ti que a mí o al zorro —dijo Belial con sorna y los ojos de Calliel se volvieron dos líneas en desacuerdo.
—¡No me llama a mí! Es decir, sí, lo hace, pero por tu culpa me dice "pión". Si no me dijeras pichón todo el tiempo, ella entendería que ese no es mi nombre —lloriqueó y fue consentido por la mano de Belial en su cabello.
—Pichón no suena nada mal, ángel —tarareó con diversión y las rojas mejillas de Calliel parecían dos esferas de lo mucho que las llenó de aire.
Una vez llegaron la rústico sitio, entre risas bajas y charlas, Belial detuvo sus pasos y tomó los hombros del ángel.
—Dime ¿Quieres conservar a esa niña?
Esa pregunté desconcertó al menor.
—¿Mmh? ¿Quieres dejarla aquí? No quiero eso. El orfanato está lleno y no hay otra familia que se haya ofrecido para... —lo interrumpió, viéndolo directamente a los ojos.
—No. Hablo de que si por alguna razón pudieses dársela a sus padres ¿Querrías quedártela de todos modos?
El ángel guardó silencio comprendiendo sus palabras y viendo los ojos de la pequeña sonrió.
—Nunca haría algo tan egoísta. La devolvería sin dudar.
Belial se mantuvo en un cauteloso mutismo y tomándolo del antebrazo lo guió a la puerta de una casa que parecía sombría por sus ventanas cerradas y nada de luz en el interior a pesar de ser de día.
—Puedo olerlo, su progenitor esta aquí —sentenció el demonio.
Se abrió paso sin respeto alguno y caminó en su interior, siguió el aroma hasta la parte trasera donde había una humilde tumba algo reciente y sobre esta un hombre recostado.
Calliel lo siguió y al hallar a aquel humano se preocupó, abrazando contra sí a la niña.
—¿Ese es su padre? —inquirió y su voz despertó al susodicho.
Su pelo estaba largo, la barba crecida, su ropa andrajosa y sucia. No parecía el hombre que mencionaron en el pueblo, incluso sus ojos marrones carecían de vida y sus labios secos no se movieron en absoluto al ver a dos extraños invadiendo su propiedad.
—Señor... ¿Esta bien? —preguntó Calliel asomando un poco su cabeza por el costado de Belial, ya que éste lo ocultaba casi por completo al pararse frente a él.
El hombre si se inmutó, solo se irguió levemente y mantuvo su tétrica postura, hasta que él balbuceo de la niña provocó que pestañeara varias veces.
—¿Leo... Leonor? —articuló con dificultad y por primera vez en días sus ojos recuperaron su brillo al divisar a la criatura en los brazos de Calliel.
—Con que así se llama —sonrió el ángel y el hombre se quiso levantar tan rápido que tambaleó y se mareó.
—No —ordenó Belial y se interpuso—. No avances bruscamente sobre él o te haré daño —gruñó y el humano no estaba siquiera pensando en el sujeto que cargaba a su bebé, solo en ella, en lo mucho que la buscó y el horror que experimentó al creer que perdió a toda su familia.
—L-Lo siento, solo quiero... Por favor, ella es... —sollozaba de rodillas, no tenía tiempo de ser orgulloso o razonar, solo quería abrazar a su Leonor y asegurarse que estuviese viva, que fuese real.
Calliel con paciencia y cuidado se acercó a él, apoyando sus rodillas en el suelo de tierra y ladeando sutilmente su rostro.
—Todo esta bien ahora, Dios me permitió cuidar a su pequeña hija y esta justo aquí, esperando por ti —dijo al enseñársela y ver cómo ella se llenaba de alegría al verlo, llamándolo una y otra vez con su corto vocabulario de infante.
Él la abrazó y rompió en llanto, contagiándole la emoción y alivio a ángel, que no pudo evitar abrazarlos a ambos.
Una vez se tranquilizaron, se sentaron en la mesa. Belial ya harto de estar en la casa de un humano con peste a humano, según sus palabras, salió a tomar aire, mientras Calliel limpiaba y ayudaba al hombre a poner su casa en orden.
Se aseó e higienizó apropiadamente, cortó su barba y ató su cabello, mostrando a un apuesto jóven de aspecto algo delgado y todavía ojeroso, pero que se notaba mejor a cada segundo.
—Sabía que eras atractivo bajo esa cruda superficie llena de dolor y suciedad —comentó el ángel y el hombre, el cual se presentó como Joseph, se sonrojó sin querer.
Desde afuera de la casa decir que el aura negativa de Belial había matado a toda la vegetación kilómetro a la redonda era poco. Rogaba que pasara algo malo como un ataque sorpresa o una catástrofe así podría desquitar su frustración después de oír cómo Calliel soltaba cumplidos a la ligera.
—No encuentro cómo agradecerte que...
—¡Oh no! No es necesario, me encantó pasar tiempo con ella, es la primera vez que convivo con una... —iba a decir humana y pensó atentamente qué sinónimo usar—. Una niña tan pequeña.
—Ustedes son los que viven en la colina ¿Verdad? —preguntó y él asintió—. Sabes... Desde niño han dicho que esa cabaña estaba prohibida porque un demonio vive allí... —El cuerpo de Calliel se tensó— Suelo ser muy sensible a esas cosas, sentir cuando las criaturas de la noche aparecen y demás, por lo que siempre supe que era cierto.
—Eso no... —Mentir era algo que el ángel repudiaba, por lo que apretó sus labios y se vio en agonía un instante.
—No eres un demonio como tu compañero —habló nuevamente y Calliel pestañeó repetidas veces—. Sino lo opuesto a él.
—¿Eso te es ominoso? —preguntó casi en las lágrimas, prensado que Joseph no dejaría que visitara nuevamente a su hija, cosa que sería entendible.
Su mano se acercó al hombro del ángel y lo presionó gentilmente.
—En absoluto, salvaste a mi hija... Desprecio a los demonios ya que mientras yo trabajaba ellos... —dijo refiriéndose al asesinato de su esposa—. Por eso no puedo aceptar del todo al hombre de la colina que vive en la cabaña... Pero sería hipócrita odiarlo, ya que él no hirió a mi familia realmente —finalizó acunando a la niña en su brazo libre.
—Eres un hombre muy... Sensato, esa es la palabra. Bastante sabio para ser humano y jóven... Estoy sorprendido, ya que he oído de mi compañero, cómo las personas de la ciudad han empezado a moverse y atacarse entre sí acusándose de ser herejes... —dijo entristecido—. Podrías fácilmente señalarme de algo así, ya que mi existencia y estilo de vida escapa de tu razonamiento.
Joseph sonrió y se sentó, acunando a la niña durmiente.
—Soy creyente, como todos, pero trato de leer más que escuchar. No creo que la respuesta me la de otra persona, por eso he conseguido libros sagrados en mis viajes para tratar de entender el mundo celestial y terrenal objetivamente y no a voces de los altos mandos de la iglesia... A su vez, los ojos son engañosos, Incluso los míos, por eso rezo mucho...
Rió con una expresión bastante aterradora... No, más bien, una expresión de desesperanza tan grande que parecía un cadáver viviente al recordar algo.
—Antes de regresar caí en completa desesperación, la verdad es que al no hallar a mi niña yo volví para morir aquí, junto a mi amada, sobre su fría tumba... —El brillo volvió a sus ojos y le tembló la voz— Pero ustedes salvaron a mi hija y con ella a mí también... —Se arrodilló y bajó su cabeza, haciendo al ángel ponerse de pie en confusión, intentando que se levantara del suelo.
—N-No ha...
—Gracias, puede que no entienda este mundo y la torá en su totalidad jamás, por mi mente humana muy limitada, pero lo que sí tengo claro es que le agradezco a Dios que estés en la tierra, que sea tan piadoso. Gracias —repetía con un alivio que atravesaba su garganta y Calliel sonrió.
—No te arrodilles frente a mí, somos iguales ante Dios, por eso recibo tu agradecimiento, pero no tu devoción. En cambio, podemos ser amigos... Solo si eso quieres ¿Quieres?
Se levantó sonriendo entre lágrimas y lo abrazó, sintiendo mucho calor a su alrededor... Podían pensar que era por el cariño del abrazo, pero no, se dieron cuenta al oír el chirrido de las garras del demonio clavarse y arrastrarse por la pared que parecía arder sin siquiera mover un músculo y de ahí provenía el calor.
—C-Cielos, bien, bueno, eso es todo por hoy. Creo que ya deberíamos ir a descansar y bueno, nos vemos pronto —dijo Calliel a toda velocidad, sin antes de irse besar la frente de esa dulce niña y correr al lado del demonio— ¿Vamos?
—¿Seguro no quieres quedarte con el sucio humano y su parásito? Tan feliz que te veías mezclándote con la chusma.
El ángel sintió la necesidad de sonreír por la manera errática en la que esa larga cola se movía al aparecer de repente y tomó su mano, entendiendo cada vez más las actitudes de su amado y malhumorado demonio.
—Mi eternidad esta justo aquí: al final de mi mano, justo donde comienza la tuya —dijo convencido de sus palabras y todas las defensas de Belial se desvanecieron, molesto consigo mismo por lo mucho que amaba oírlo decir aquello.
Se detuvo de repente y la fachada de humano que llevaba Belial se esfumó a medida que se inclinaba hacia los labios del ángel, llevando su mano a esa diminuta cintura y la otra a suavidad de su nuca, intensificando su cercanía.
—Mi pequeño halcón es realmente injusto cuando quiere —pensó en alto y Calliel frunció sus cejas castañas al estar disfrazado de humano todavía.
—No quiero ser injusto —reprochó en un mohín, provocando una risa ronca de su interlocutor.
—Vamos a casa —desplegó sus alas y sujetándolo contra sí voló sin cuidado alguno, llegando a los pocos minutos a su destinado.
—Siento que pasó una década desde que estuvimos solos —susurró el ángel—. La casa se siente silenciosa.
—¿La extrañas?
—Claro que sí... Pero podré volver a verla —admitió feliz por eso y a su vez algo decaído por su partida—. No puedo estar triste si sé que ella esta donde debe estar. Además...
Suspiró calmado, siendo seguido atentamente por las pupilas rasgadas del demonio.
—Ella no llegó a ser mi pequeña, no tuvimos tiempo de serlo, teniendo a un excelente padre desviviendose por ella, buscándola día y noche, muriendo por su ausencia. Ellos se pertenecen. Ella siempre fue suya, su amada y pequeña hija, no la mía. Y soy feliz de que ellos finalmente estén juntos, porque, me pasa algo similar contigo. Los entiendo. —Lo miró con un cariño que rayaba con la perfección—. Ya tengo a alguien a quien le pertenezco y me pertenece, porque tú eres mío y yo tuyo, sabiendo que lo único que no podría soportar es que me faltaras.
Llevó una mano a su pecho y parecía realmente dolerle siquiera pensar esa posibilidad, sintiendo la barbilla de Belial sobre su cabeza y cómo lo acercaba con su cola, para luego bajar sus labios hasta su frente y sien izquierda, dejando pequeños besos allí.
Tranquilizar al ángel era su objetivo y pensó sabiamente sus palabras:
—No dejaré que eso pase. Juro con mi nombre que no permitiré que vivas ese dolor asfixiante.
Esa confesión le quitó el aliento, reaccionando finalmente:
—Eso es... bastante ambiguo, pero estoy a favor de este optimismo —sonrió tiernamente y se elevó sobre sus pies, besando esos finos labios rojizos.
—Que atrevido —bromeó y el rostro de Calliel enrojeció, haciendo a Belial mover sus manos involuntariamente a sus mejillas y sujetar entre sus dedos a la razón por la que el mundo parecía un buen lugar.
Se deleitó con esa sonrisa que quería mantener siempre visible a sus ojos y también sonrió sin pensarlo.
—No tienes de qué preocuparte, dulce halcón —decretó y humedeció sus labios antes de continuar—: porque mi vida te pertenece y siempre que sea tuyo, nadie podrá arrancarme de la palma de tu mano. Así qué, no estés inquieto, jamás desapareceré.
Antes de poder besarlo, Gigil hizo un ruido al querer beber la leche que quedaba en el biberón improvisado que creó Calliel, llamando la atención de ambos.
—Debería llevarle estas cosas a Joseph, nosotros no las necesitaremos —dijo y de repente recordó algo— ¿Pensabas matarlo para así que yo conservara a la humana si así lo hubiese deseado? —imterrogó con preocupación.
Belial se encogió de hombros.
—¡Pero!
—En realidad lo hubiese dejado morir, claro esta que mucho no iba a sobrevivir en ese estado deprimente y eso me ahorraba ensuciar mi ropa y perder tiempo. —La indignación en el ángel era palpable y Belial rio— ¿No aprecias mi sinceridad? —ironizó con una sonrisa monstruosa.
El gesto de Calliel cambió por completo al darse cuenta de otro detalle y podía palparse la felicidad en su aura.
—Me preguntaste... Fuiste mejor de lo que hubieses sido en el pasado, estos días me has mostrado tu amabilidad hacia los humanos que odias. Estoy tan orgulloso de ti —lo felicitó jovial y estampó su rostro contra su pecho en un fuerte abrazo.
Siendo correspondido sintió los brazos del demonio rodearlo.
—No exageres. Es como ver un hormiguero y rodearlo, no es por las hormigas en sí, sino que es más sencillo evitar pisarlo y ya —se justificó vagamente y Calliel seguía pensando en lo mucho que Belial había avanzado.
—No quita el hecho que pudiste hacerle daño, sin esfuerzo herirlo o dejarlo morir y decidiste no hacerlo. Gracias por considerar la vida de los demás aunque sea un poco, es increíble para mí, sea cuál fuere la motivación ya es un enorme logro. Mi corazón late tan fuerte por esto. Por ti.
Belial se adueñó de aquel abrazo que empezó siendo gentil y lo convirtió en un contacto más pasional y necesitado con cada pequeño roce y caricia, haciendo estremecer a su pequeño halcón.
—¿Sabes qué más no hacemos hace mucho tiempo? —siseó en su cuello, deslizando su lengua allí— ¿Lo sientes? ¿Puedes decirme qué es? —Torpemente asintió y Belial sonrió— Abre tu boca y dime exactamente qué quiero hacerte.
Separándose un poco de ese calor abrazador y con sus hombros todavía encogidos al ser envuelto por los brazos del demonio, le enseñó sus manos y entrelazó sus dedos.
—Quieres ser uno conmigo —dijo entrecortado por el agitamiento y la oscuridad tomó lugar en los ojos de Belial.
—Sexo, dime que quieres hacerlo conmigo y te tomaré, te haré sentir bien en cada pequeño rincón —sentenció bajando sus manos hasta su trasero y presionándolo contra sí, haciéndole sentir su erección y a su vez clavando sus dedos posesivamente, abriendo sus nalgas y amasandolas un poco brusco, deseoso por obtener su aprobación y así dejarse llevar.
—T-También siento como si hubiese pasado una década desde que toco tu piel de esta forma... —murmuró con una sonrisa que mezclaba vergüenza y anhelo—. No hay dudas, quiero sentirte otra vez... Solo si tú quie... —no pudo acabar su oración al ser besado de manera invasiva y dura, trastabillando hacia atrás por la sorpresa y siendo sostenido en su totalidad por el demonio, mismo que lo levantó e hizo que rodeara con sus piernas.
—Quiero hacerte llorar y sentir jodidamente bien al mismo tiempo... —rió bajo, con su voz tan ronca que salía profunda y bestial entre sus colmillos—. Lo bueno es que hay una manera de conseguir ambos.
C⊕η†ïηuαrά...
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