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Δᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᶤᵉᶜᶤᵒᶜʰᵒΔ

"ᴰᵒᶰᵈᵉ ᵉˡ ᵐᶤᵉᵈᵒ ʰᵃᵇˡᵃ˒ ˡᵃ ᵛᵉʳᵈᵃᵈ ᶜᵃˡˡᵃ"

ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᶤᵉᶜᶤᵒᶜʰᵒᗰOᒪOᑕ

—¿Estás listo? —cuestionó el demonio con cierta impaciencia.

Calliel regresó de la habitación con su túnica blanca habitual por arriba de la altura de las rodillas y una espalda semidescubierta para sus cuatro alas, un sweater que la mamá de los niños del pueblo tejió para él y una bufanda. En la parte inferior las preciosas botas que Belial le había obsequiado y cubriendo su cuerpo entero la capa negra del demonio, ocultando sus alas y gran parte de su ser.

—Ta-dah —dijo alegre y sus piernas flaquearon, siendo sujetado por la demoníaca mano de su contrario.

—¿Seguro que no quieres sanarte? —El enrojecido ángel negó con su cabeza y el demonio sonrió sin querer. 

Con esa negación, le estaba expresando que su encuentro anterior era más importante que el dolor y lo llenó de posesividad y cariño hacia ese imprudente ángel.

Fácilmente lo acercó a sí, lenta y minuciosamente se transformó exteriormente en humano, ante la atenta mirada del menor sujetó sus caderas y lo subió sobre su espalda, oyendo un leve quejido de su parte.

—Estás a tiempo de quedarte.

—Quiero quedarme contigo —refutó Calliel y sin querer los dedos de Belial se afirmaron a sus muslos— A-Ahu... —se quejó por lo bajo y su compañero suspiró.

—Esta bien, si eso deseas, así será —decretó como si de un juramento se tratase y sonrió, agitando el corazón de Calliel que lo veía desde su espalda, rodeándolo por la altura de sus hombros y abrazándolo lleno de gentileza.

—Me gusta tu vestimenta —dijo y las cejas de Belial se elevaron—. No eres de llevar mucho abrigo y te sienta bien un cambio —finalizó, viendo el sobretodo de piel y las botas que estaba utilizando.

—Si me veo como humano, debo vestirme acorde a ello, no sufro del frío prácticamente, pero si llevo poca ropa en un invierno nevado, se quedan viéndome como si fuese un lunático o lujuriosamente, ambas me molestan, todo los altera, estúpidos humanos entrometidos.

Calliel rió y deslizó sus dedos por su hombro, dejando caricias sobre sus prendas.

—La ropa humana cambia constantemente, eso es interesante, me gustaría ver qué tipo de vestimentas usaremos en los siguientes siglos juntos, podríamos usar cosas a juego, nos haría ver similares —sonrió y el demonio soltó una risa baja.

—Un ángel y un demonio similares... eres un soñador —contestó y Calliel besó su nuca—. Siempre y cuando me incluyas en tus sueños, me encargaré de hacerlos realidad.

La inexplicable paciencia con la que soltó aquello dejó en el pecho del ángel una sensación de calor y confort sofocante. Belial aprendía con cada día cómo tratarlo y a dejar de lado su demoníaco orgullo para así ser de a poco más honesto con sus sentimientos, cosa que ambos disfrutaban con el paso del tiempo.

El camino fue tranquilo y lleno de charlas por parte del ángel, el cual disfrutaba cada pequeño detalle a su alrededor y sobre el demonio, los aldeanos mayores que los saludaban al pasar, los animales que salían en este clima en específico y las luces que se intensificaban por el blancor de la nieve que cubría todo.

A Belial no le molestaba ni dificultaba caminar largas distancias, no solía hacerlo porque le era una pérdida de tiempo y no le encontraba sentido, pero ahora creyó que cabalgar o volar agotarían a su emplumado favorito y optó por la opción que menos fatigara a ese pequeño cuerpo.

—Esta cerca —susurró Belial al inhalar profundo—. No huelo a su sangre como tal, así que se encuentra bien, pero ¿Por qué se iría tan lejos? ¿Es época de apareamiento para los zorros? —pensó en alto y Calliel se acogió de hombros.

—No lo sé, tú dime.

—¿Me ves cara de enciclopedia bestial? No tengo idea, pero si te hizo preocupar por estar de caliente juro que... —hizo una pausa— Bueno, en parte lo entendería si es por eso.

—Buen chico —dijo Calliel acariciando su cabello y Belial presionó sus manos, haciéndolo chillar.

—No me trates como a uno de esos niños humanos que tanto te gusta cuidar o te recordaré con quién estás tratando —siseó eso último deslizando su larga lengua sobre sus labios y el cuerpo del ángel se contrajo.

—Me gustas diferente a como me gustan los niños... —susurró infantilmente y el demonio sonrió rendido.

De repente, llegando al pueblo fuera de sus tierras, donde no solía inmiscuirse, detectó al zorro demoníaco. Pero eso no fue lo único que había allí y ambos lo supieron.

—Calliel —sentenció serio y éste acaparó toda su atención— ¿Trajiste algún pergamino de protección? 

—¿E-Eh? Sí, creo que sí, es decir, traje uno para camuflar a Gigil cuando lo halláramos y dos para ocultar nuestra presencia de todo tipo de ser... estos dos son muy fuertes así que los tenía guardados para momentos especiales como cuando te vas lejos o tengo miedo.

EL demonio se acercó al bosque y adentrándose más divisó un buen lugar, derritió la nieve a los pies de un gran árbol y sentó allí a Calliel.

—Úsalo ahora mismo. No te muevas de aquí, sé que puedes sentirlo ¿Verdad? —El ángel asintió y tomó la mano del demonio.

—Quiero ir contigo.

—Es peligroso. Es un demonio repugnante, si no me equivoco ese maldito y varios demonios inferiores que lo siguen están arrasando el pueblo a pocos metros. No podré traer a Gigil a salvo si tengo que preocuparme por... —Calliel parecía no entender— Si él te ve, querrá comerte, si eso pasa mientras encontramos a Gigil... No podré poner a Gigil por sobre tu bienestar, si debo elegir, el zorro morirá y después de eso yo no soportaría verte llorar meses y años por él. Solo espera por mí, pichón, lo traeré a salvo.

—Sé que no puedo ayudar... —sollozó molesto con su propia impotencia— Pero es muy peligroso, siento la pesadez del aire, la contaminación, es tan fuerte que me duele el estómago, si algo te sucede sin mí para curarte, yo solo... —Belial lo calló con un beso contundente y directo.

—Siempre regresaré a ti —sentenció y se puso de pie.

Después de cerciorar que se colocase el pergamino, despareció de sus ojos, como si no estuviese allí, cosa que tranquilizó al demonio, si alguien tan poderoso como él no era capaz de verlo a simple vista, otros tampoco podrían. A menos que lo buscara, como dice, busca y hallarás, pero en este caso, lo importante era no ser visto de casualidad y eso estaba cubierto, no podrían verlo si se mantenía en su sitio.

Cada paso que daba, el olor a sangre y podredumbre aumentaba, tanto que el rostro de Belial se frunció con rechazo. Caminó sin temor por el sendero principal del pueblo. Los gritos y alaridos provenían de todas direcciones, el suelo presentaba señales sangrientas de arrastre, uñas clavadas en el suelo en un intento desesperado de escapar de lo que sea que lo llevase con esa fuerza.

Unos cuantos pasos y encontró lo que buscaba: la bestia estaba fuera de sí, toda su escancia demoníaca emanaba de su cuerpo, el pelaje erizado en señal de peligro, rodeado por demonios carroñeros, pedazos de carne y prendas desgarradas, todo aquello lleno de sangre tanto humana como de demonios.

—¿Salió a la luz tu instinto asesino, Gigil? —siseó Belial y las pupilas del nombrado se clavaron en él al percibir su nombre entre los ruidos a su alrededor.

Atacó a los carroñeros, criaturas delgadas, grisáceas, con cráneos grandes, ojos y bocas protuberantes colmadas de colmillos, extremidades alargadas y filosas, dándole pelea a la bestia. No contaban con que Belial intervendría y al blandir sus garras desmembró a los cuatro sin pestañear. Se acercó a Gigil y miró su rostro, si el animal perdió la cordura, no podría llevarlo con su ángel.

Por suerte este no era el caso, cuando lo examinó mejor, divisó que llevaba en su hocico las prendas de un niño, uno pequeño, como si el zorro atesorara ese pedazo de tela llena de sangre y lo buscara con la mirada, ahí Belial razonó el porqué de su comportamiento. 

Suspiró pesadamente ya que sus suposiciones estaban en lo cierto, el demonio que comía niños estaba en ese pueblo y arrastró a los menores de los pueblos cercanos para así saciar su sed de sangre.

Los demonios de bajo nivel entraron en los pueblos vecinos, llegando incluso los que estaban en territorios de otros demonios poderosos como Asmodeus y Belial, secuestrando a todo infante y bebé que se cruzase en su camino, entrando a sus casas por la noche, arrancándolos de sus camas en la oscuridad.

Belial infló su tórax y acarició por primera vez la cabeza de Gigil.

—El ángel debe estarte afectando para que arriesgaras tu vida por escoria humana como esta... se llevaron los niños humanos que te consienten  juegan contigo ¿Verdad? —La bestia asintió y bajó sus orejas, permitiéndole al demonio tocarlo. 

Necesitaba su ayuda, su inmenso poder, fue en busca de los niños creyendo que simples lacayos los habían secuestrado, pero Moloc no era un simple demonio... por suerte, Belial tampoco lo era y sonrió cínicamente.

—Ese maldito robó algo que me pertenece, no puedo dejarlo pasar —masculló con su quijada apretada.

Se acercó a un grupo de personas que intentaban con fuego, cuchillas y trinches defenderse de los demonios de baja categoría. Tomó la espada de un soldado muerto a su derecha y al tocarla, comenzó a tornarse negra como sus garras, la blandió y exterminó a su paso a varios demonios y por el impacto también unos pocos humanos, pero en su mayoría criaturas demoníacas inferiores, pereciendo en el acto.

Blandió la espada, quitándole al sangre en un movimiento y levantó la barbilla en dirección a los humanos restantes y aterrados.

—Fuera de mi camino —sentenció y abrieron paso al supuesto humano de ojos amarillos como el oro. 

La oscuridad y poder a su alrededor delataba que de humano solo tenía la apariencia, deshaciendo la vegetación a su paso, como si de veneno o llamas invisibles se tratase. 

Llegó finalmente a una edificación de pierda, similar a una torre, donde el hedor era tan intenso que maldijo en voz alta, nada le desagradaba tanto como el aroma de los seres que consumían humanos.

Se adentró al sitio y la oscuridad predominaba, era de día, pero allí dentro no entraba el sol, la luz, nada bueno cruzaba esas paredes. Podía ver claramente a pesar de ello, sus ojos estaban diseñados para esa pesadez, esos sitios donde los humanos imploraban jamás ir.

Las paredes mohosas y húmedas escurría sangre que caía de los rincones, rincones donde pedazos de cuerpos pequeños y a medio devorar estaban esparcidos, los lacayos de Moloc roían esos restos, trozos de rostros desfigurados y pelo se podía distinguir, también oír los huesos romperse entre sus dientes. Hombres sin ropa, heridos y aterrados, de cuclillas esperando su final entre la porquería y la sangre, paralizados de miedo, seguramente hombres que fueron en busca de sus hijos y ya no pudieron escapar.

Sin inmutarse sus pies siguieron el sendero hasta lo alto, donde el olor se intensificaba y en el último piso halló lo que buscaba. Bueno, una parte:

—Moloc —dijo su nombre y la criatura en el lugar giró su abominable cuello en su dirección. 

No era Moloc, solo una parte de él, dividió su cuerpo dejando en el lugar principal su brazo, del cual brotaba una cabeza deforme con ojos asimétricos y una descomunal boca que consumía a un niño que seguía respirando a medida que desaparecía en esas fauces, seguido por la sangre y finalmente apagando esa vida.

—Belial —contestó otra boca en el otro extremo de dicha criatura.

—Eres tan insaciable que dejaste parte de tu cuerpo para no parar de comer mientras estás lejos. Repugnante —aseveró lleno de repudio y eso enfadó al demonio, mismo que desde la distancia también hizo una mueca de enfado.

—Los que no se alimentan de carne y almas humanas son patéticos. Puedes creerte superior, pero no tienes ni la mitad de mi poder y no sabrás el éxtasis que genera cuando se disuelven en tu interior, no0 hay nada mejor —se jactó sin titubear y Belial chasqueó la lengua.

—No me interesa lo que hagas o qué tan bajo seas, vine porque me faltaste al respeto. —El demonio detuvo su engullimiento de otro niño, ya que estaba sentado en una pila de ellos, tanto cadáveres como cuerpos vivos e inconscientes— ¿Qué carajos crees que haces en mis territorios? Me robaste. Eso suena a desafío para mí.

—¿Yo? No recuerdo haber entrado en tus territorios ni en los de ningún otro demonio ¿Acaso sentiste mi presencia allí? —Belial frunció el ceño, sabía a dónde quería llegar—. Oh, ya sé, quizá mis súbditos lo hicieron, tal vez fueron pueblo por pueblo trayéndome niños, nunca pregunto de dónde vienen —sonrió, tanto su brazo, como él, que se encontraba en busca de una de sus presas que escapó entre la nieve—. Pero eso no es por mi causa, si te enojó aquello, ve y mátalos, salda tu deuda con esos demonios insulsos, no me metas a mí en tus conflictos, condenado demonio del caos —susurró burlesco e irónico, refiriéndose a la condena impuesta por Lucifer a Belial.

Sus ojos se oscurecieron, dejando solo una hilera dorada reluciendo en el centro con recelo.

—No va a castigarme por asesinar a un par de comandantes del infierno, no es como si le temiera a las consecuencias tampoco, te mataré si no desapareces de mi vista —demandó volviendo el ambiente tan pesado que los niños que no habían muerto estaban a punto de perder sus vidas por la oscuridad de Belial.

Las tinieblas se colaban por el filo de las paredes, las agrietaba y abrían huecos por donde la luz se colaba. Destruía a su paso, fuego se formó a su alrededor y en los extremos de sus cuernos, se esparcía como brea y lanzando la espada que sostenía empaló al brazo de Moloc, oyéndolo furibundo por su reacción y detener su alimentación así.

—Iré y te devora... ¿Pero que...?—La voz de Moloc que sonaba como un eco saliendo de la garganta de ese ser empalado, de repente se detuvo, para volver a sonar, esta vez con asombro y una excitación que rompió la tranquilidad de Belial—: Lo consumiré —Sentenció.

Al ver que su contrario no estaba más prestándole atención, decidió ir tras él, abrió de un golpe la parte superior de la torre, se quitó el sobretodo que tanto le gustó al ángel y estiró sus enormes alas negras, desgarrando la camiseta a su paso. 

Respiró hondo y sus colmillos salieron de repente, todo su cuerpo tomó un color negro violentamente, extendiéndose desde sus extremidades hacia su centro, sintió un ardor intenso en sus muñecas y cuello sin previo aviso y se tensó cada fibra de su existencia.

Conocía perfectamente esa sensación. 

ΔΔΔ

Mantenerse quieto y esperarlo, eso fue lo único que Belial le ordenó a Calliel. Una orden sencilla a decir verdad, se mantuvo en su sitio, preocupado por la gente del pueblo, Gigil y Belial. Pensando en escenarios bueno donde todo se solucionaba, Belial lograba que su amigo demonio dejase de comer personas y Gigil regresaba a salvo igual que los aldeanos.

Más alejado de la realidad: imposible. Lo supo cuando sus alas temblaron y sus huesos sintieron la presión de algo abrumador acercándose, algo tan maligno que casi vomitó por la sensación de putrefacción. Llevó ambas manos a su boca y cerró sus ojos, encogiéndose en su lugar. Todavía no era lo suficientemente hábil como para hacer pergaminos de alto nivel, que pudiesen resistir los movimientos bruscos como correr y mantenerlo oculto a la vez, por eso debía esperar tranquilo.

Y eso intentó, pero luego lo vio: el pequeño del pueblo que compartía tiempo con él, mismo que su madre le tejió su abrigo y hermano menor le enseñó a jugar juegos con piedras, estaba corriendo descalzo en la nieve.

Sus pies se veían terribles, morados, sangrando, quebrajados y aún así el pequeño que reconocía como Maurí no paraba de correr sobre ellos. El resto de su cuerpo también estaba en similares condiciones, sin ropa más que una camiseta sucia y rota, en medio del crudo invierno, cada exhalada de aire podía verse salir de sus labios y cómo estaba histérico del terror mientras se adentraba al bosque. 

Al verlo a tan solo unos diez metros de distancia, Calliel estuvo a punto de correr tras él, pero su cuerpo lo detuvo, el miedo que el niño sentía tenía un justificado motivo y ese motivo caminaba al asecho, lo hacía lento y disfrutando la energía y valentía del pobre infante. Se decía que las almas de los que luchaban más antes de morir eran deliciosas, o quizá era una excusa de algún demonio sádico, no se sabía con exactitud, lo que Moloc sabía, era que le excitaba la situación. 

Pensaba tomar al niño, al estar tan consumido por el éxtasis y deseo, empalarlo en su descomunal miembro y verlo morir en sus manos, quizá se lo comería mientras hacía aquello, eso sería algo que dejaría al azar en el momento de llegar al humano.

Su cabello semilargo se movió con el viento y sintió una presencia por un instante, como si algo hubiese desaparecido de repente, se detuvo y miró en dirección contraria a Calliel. El ángel se congeló en su sitio, siquiera respiró, no estaba viendo hacia él, pero supo que casi es descubierto. Cuando giró el rostro hacia su dirección a la distancia, el pánico casi se apodera de sí, pero pensó en Dios, oró para sus adentros y tranquilizó su mente, su corazón. 

Era un ángel, un ángel del señor, no iba a dejarse vencer por el miedo a las tinieblas.

La demoníaca sonrisa de Moloc se borró cuando Belial destruyó uno de sus brazos que no estaba unido a su cuerpo y maldijo su osadía, eso cambió sus planes: ahora arrastraría al niño hacia la torre nuevamente, mataría al descarado demonio que se atrevió a desafiarlo y después arrasaría con todos los humanos de su territorio.

Calliel lo supo, no sabía cómo exactamente, pero supo que mataría al pequeño. Quizá el cambio de postura en el demonio, cómo su cara parecía descomponerse y recomponerse de a momentos, como si su piel fuese una especie de cubierta y debajo hubiese algo muy desagradable moviéndose y derritiéndose, sus ojos no tenían pupilas o eran tan grandes que sólo se veía el negro en ellos, no parpadeaba y al flexionar sus piernas con la intención de saltar sobre humano, Calliel reaccionó.

—Iré y devora... ¿Pero qué...? —«No puede ser cierto, un ángel» pensó el demonio y sonrió, mostrando la infinidad de columnas de dientes en su pútrida boca que se deformó de repente.

Su figura perdió su anterior forma más esbelta y símil a un humano grotesco, y se transformó en algo irreconocible con varios brazos repletos de garras, piernas tan fibrosas que parecían puro músculo uno sobre el otro y un tamaño inhumano mientras su piel parecía caerse

—Lo consumiré —dijo viendo a la blanca criatura sujetar al niño y volar a toda velocidad en dirección contraria. 

Calliel no sabía qué estaba haciendo, pero dejar al niño no era una opción, su instinto era proteger a los humanos, su corazón era tan puro que abandonarlo no lo dejaría continuar como si nada hubiese pasado y se arriesgó, usando toda su fuerza para aumentar la distancia del demonio y él. Lo veía abrirse camino entre el inmaculado bosque y cómo dejaba un camino de muerte a su paso, de un salto ese monstruo casi logró engullirlo, gracias al cielo pudo esquivarlo, pero no tenía la energía suficiente para resistir y lo único que cruzó por su mente fue llamarlo a él.

Infló sus pulmones con todo el gélido aire que se colaba violentamente por su boca y gritó con todas sus fuerzas, sintiendo su garganta por desgarrarse: 

—¡Belial! —vociferó, abrazando con ímpetu al pequeño cuerpo entre sus brazos y enrollando sus alas alrededor de éste cuando ya no pudo continuar volando, caía irremediablemente y el demonio esperaba ese momento para impulsar sus descomunales piernas y usando partes de su espalda que sobresalían como si fuesen alas hechas de su propia carne, voló hacia el ángel— ¡Sálvanos! 

Atravesando la blanquecina nieve, cortando el aire a su paso, una brillante e inquebrantable cadena dorada se formó, en su extremo se hallaba Belial completamente transformado en su versión más demoníaca, arremetiendo violentamente contra el cuello de Moloc, casi decapitándolo a su paso. Los demonios cayeron, igual que el ángel y el humano, pero en direcciones opuestas un par del otro. 

En el momento que recobró sus sentidos, justo después de golpear el suelo, se levanto sobre sus brazos y lo extendió hacia Maurí, primero sus pies, después su pecho y así cada herida iba curándose. Después de sanar demonios, hacerlo con niños era más sencillo y fue rápido.

El pequeño se levantó ya sin dolor y sus ojos se encontraron con los de Calliel, mismo que lo vistió con la capa de Belial y sus amadas botas, recibiendo un aterrado abrazo del menor.

—¿E-Estoy muerto, verdad? También me comió como a Damir ¿Este es el cielo? —inquirió con lágrimas en sus ojos, desorientado y confundido, recibiendo una mueca como respuesta.

—Así no se ve el cielo, se siente mucho más ligero respirar arriba y... —Gotas negras cayeron sobre ellos y Calliel supo que era la sangre de Belial— No, no estamos es el cielo.

Por otra parte, la próxima oleada de sangre pertenecía a Moloc, el ángel lo supo porque estaba tan contaminada que deshacía lo que tocaba y cubrió con sus alas al menor, sintiéndolas arder en cada roce. 

Los golpes que resonaban cual trueno, estremecían la tierra y el cielo, los árboles y las piedras, todo temblaba en cada impacto y los pedazos de carne caían en cada corte y desgarro, el poder de ambos era inenarrable, descomunal y destructivo a su manera.

Mientras la destructiva batalla se llevaba a cabo, abajo no era mejor el panorama, varios demonios lacayos de Moloc vieron el desastre y se acercaron a sacar provecho, pensando en comerse ellos mismos al ángel y ganar poder, subir de nivel en el inframundo.

—Co... mer —balbuceaban palabras sueltas, no eran lo suficientemente lúcidos para hablar normalmente la lengua de la tierra, pero se entendía perfectamente lo que planeaban.

Calliel no tenía papel, tinta o energía. No se veía prometedor.

Se puso de pie con dificultad y utilizando la oscura sangre de Belial salpicada en su piel, escribió en el dorso de su mano uno de los sellos que todavía no había intentado, pero era eso o rendirse ante la muerte  esperar que AF el ángel de la muerte arrastrara su alma lejos. Eso no era una opción y frunciendo sus blanquecinas cejas concentró su energía en ese sello.

De repente la criatura se abalanzó en un ataque sorpresivo contra el ángel, mas Calliel interpuso su mano y con un leve contacto el cuerpo del demonio se hundió hacia el infierno. Bueno, la mitad, en realidad... su plan era enviarlo de regreso al averno, aunque no funcionó, era mejor que nada. Eso asustó a los demás entes un tiempo considerable, analizando si atacar o no al rodearlos entre los árboles, cual buitres listos a carcomer cadáveres.

—¡Lo hice! —exclamó al casi exorcizarlo y se tambaleó, siendo sostenido por el joven a su lado.

—¿Te... encuentras bien? 

—Ya no tengo resistencia para siquiera moverme, no es bueno...

Esos exorcismos no mataban demonios como tal, mas sí los devolvían a alguno de los infiernos, cosa que intentó el ángel y le drenó toda su energía. 

—P-Pero debemos irnos, vienen m-más de esas cosas, por favor, vámonos, por favor —sollozó espasmódico entre lamentos.

—Puedes irte, estás sano, abrigado, eres fuerte, ve a casa. 

El niño cayó de rodillas, consumido por sus miedos y terrores que rondaban su pequeña mente, tan paralizado que no sentía el frío en sus piernas y la humedad de la nieve a su alrededor. El fuego de Belial derretía criaturas, vegetación, nieve, todo a su paso, el ecosistema parecía colapsar ante la contienda desatada por esos dos y el joven no presenciaba más que desolación y muerte.

—Es-Es el fin... vamos a morir, me comerán como a Damir —balbuceaba—. Nos comerán, los demonios, monstruos... existen, nos rodean... nos siguen, nos arrastran, nos comen...

—Sí —sentenció Calliel y el pálido rostro del niño palideció más que antes—. ¿Crees que existen los demonios ahora, verdad? —El chico no tenía el poder siquiera de asentir y el ángel levantó su rostro.

Besó su mejilla y lo acarició gentilmente

— ¿Por qué no puedes creer en un milagro con esa misma seguridad? Si hay tanta maldad, quiere decir que su contraparte también esta allí afuera, solo que no puedes verla porque tus ojos solo perciben el horror a tu alrededor. 

Sonrió pacíficamente y el interior de su corazón se llenó de esperanza ante esa expresión del ángel.

—¿Me sientes? El bien también es real. Cree un poco, los ángeles también somos reales, yo no soy un buen ejemplo porque no soy un guerrero, pero mis amados arcángeles, Dios mío, ellos hubiesen acabado con estos seres en un instante. No puedo salvarte, pero tú mismo puedes hacerlo. Dijiste que Damir no podrá regresar ya, no hagas que tu madre se quede esperando y que nadie regrese, día y noche sin saber qué les ocurrió a sus niños. Ve y hazla sonreír, cuéntale qué pasó con tu hermano y lloren por él lo que sea debido. Después vivan con orgullo y alegría, así podrá descansar en paz. Sé un buen niño y vive muchos años, por favor, corre. rezaré por ti hasta que no pueda ver tu silueta en la lejanía, prometo que Dios te cuidará. 

El pequeño pensó en hacerlo, tenía miedo, amaba a su madre, lo atormentaba recordar cómo se devoraban a Damir sin que él pudiese ayudarlo, sin poder hacer nada y cómo su hermano lo ayudó a escapar distrayendo al demonio y sacrificando su vida en el proceso. 

Se levantó y Calliel sonrió, sonrisa que se desvaneció cuando lo vio pararse frente a sí y extender sus pequeños brazos.

—N-No huiré, v-voy a protegerte como Damir hizo conmigo. No te dejaré a ti también, él no querría eso... No creo que se enoje si te lo cuento ahora, pero él te amaba demasiado, decía que al crecer te pediría que te casaras con él, le dije que eras hombre, pero no le importó... Fue muy feliz gracias a ti... yo también. Por-Por eso no voy a irme sin ti.

Los demonios corrieron de forma cuadrúpeda por la emoción de tener la comida al alcance e indefensa, Calliel sujetó a Maurí y lo cubrió con sus alas, pero no sintió dolor alguno. Al abrir los ojos su tan preciado zorro del infierno le había arrancado la cabeza al lacayo y sus múltiples colas se movían denotando su enfado. 

Maurí no podía detener sus lágrimas y Calliel se mantuvo firme, conteniendo sus propias lagrimas, secando esas rojas mejillas y besando su rostro. 

—E-Este momento no te define como persona, he visto su poder de adaptación y superación, no te consumas por el pánico —susurró en su oído palabras con el mismo tono que Gabriel usaba al enseñarle lecciones difíciles sobre la vida humana—. Ten fe, confía y persevera, podrás superar esto, no temas —tras decir esto último, las piernas del humano dejaron de temblar, aunque continuaba aferrado a la ropa de Calliel.

Simultáneamente el estruendo de Moloc cayendo hacia la crudeza del suelo estremeció a todos, el caos paró en seco, podía ser verdad que sus fuerzas eran similares, pero sus motivaciones eran abismalmente opuestas y la convicción que poseía Belial por proteger a Calliel superaba por leguas la adicción y nulo conocimiento de Moloc de tanta determinación.

Eso le otorgó la victoria al demonio de ojos dorados, el cual descendió aguerrido desde el cielo, dispuesto a darle el golpe de gracia a su contrincante, atravesó su carne e incineró cada pequeño sector, deshaciéndolo.  Esperó verlo consumirse y que su putrefacta esencia regresara al infierno donde pertenecía, al lugar donde terminaban los demonios fallecidos esperando el juicio de Lucifer: descansar en las profundidades del averno o desaparecer definitivamente.

Eso no sucedió, ya que el cobarde Moloc antes de caer contra la tierra, dejó gran parte de su cuerpo, como anteriormente había hecho con su brazo, pero esta vez con casi toda su existencia, bajando de nivel a comparación de la cantidad de poder que había obtenido y eso significaba empezar desde lo más bajo a acumular energía nuevamente... prefería eso a morir y escapó. Como dicen, el que huye sobrevive para la próxima guerra.

Todo ardía, las llamas, esas que tanto persuadían al demonio de caos y el orgullo ¿Qué más caótico que el fuego? Su amado fuego consumiendo y arrasando pasó a un segundo plano en menos de un segundo. Nada era más importante que Calliel.

Se acercó al ángel lentamente, despertando el horror en el niño, pero la calma de Calliel lo confundió. Gigil se sentó a su lado y recobró su forma menos monstruosa, descansando su cabeza en la mano del chico, siendo acariciado por él y arrastrándolo un poco más lejos del ángel, sabiendo que el posesivo demonio se aproximaba a ellos.

Calliel quería caminar a su lado, pero sus piernas no le respondían y solo consiguió estirar su brazo hacia el cielo, extenderlo queriendo alcanzar a su amado demonio, mismo que ahora medía más de diez metros, su rostro estaba completamente negro, dejando ver sus colmillos y ojos brillantes, junto a ese par descomunal de cuernos. Alas que traían consigo la oscuridad en medio de la tarde nevada, metros y metros de densa oscuridad y destrucción frente a los ojos de ese diminuto ángel.

—Desobedecí, lo sé... lamento mucho haberte preocupado, que alivio verte a salvo —contestó limpiando el dorso de su mano con su mejilla y extendiendo ahora sus dos brazos.

El majestuoso ser de la oscuridad se inclinó, apoyó sus gigantescas garras a cada lado de Calliel y uniendo sus manos lo acuno allí, levantándolo y acercándolo a su rostro, cerciorándose de que estuviese sano y salvo: oyéndolo respirar, palpando su pulso, percibiendo su calor, deleitándose con su presencia vivaz y luminosa, que a cualquier criatura del infierno le sería desagradable, en ese momento, a Belial le trajo una paz inimaginable.

Consiguió finalmente calmar su corazón y de su cuerpo parecía salir cierto calor mientras recobraba su forma diaria, el color de su piel, la armoniosa forma de su rostro y tamaño adecuado, cargando sobre sus brazos a Calliel.

—Estás tan delicado que no puedo siquiera regañarte, recupérate así puedo enojarme debidamente por tu ineptitud —susurró uniendo su frente a la suya y recibiendo una caricia en el cuello por parte de Calliel, el cual finalmente pudo descansar en los brazos de éste.

Gigil hizo un sonido que llamó la atención de Belial y Maurí al ser observado se paralizó. Reconoció rápidamente al niño, las prendas y al zorro, chasqueando la lengua fastidiado.

—Son un jodido dolor de cabeza —gruñó haciendo tronar su cuello y viendo las grandes heridas que había recibido de Moloc, estuvo muy cerca de no ganar esta vez y lo sintió en su yugular, pero gracias al ¿Cielo? ¿Infierno? ¿Destino? En fin, milagrosamente consiguió salir victorioso de esta situación.

Tomó al niño de sus ropas y lo cargó sobre su hombro, viendo lo petrificado que estaba, no quería lidiar con nada a esas alturas y decidió llevarlo así. El zorro los siguió, cojeando de una de sus patas, pero entero y feliz de poder ver otro día más en la tierra de los vivos.

Nuevamente simuló el exterior de un humano, finalmente dejó a Calliel junto al niño en la entrada de la torre, esta vez sin la neblina y podredumbre que había antes allí, una vez los demonios se fueron, al lugar le entraba luz del sol que se estaba ocultando en el atardecer. Pasó por el reguero de cadáveres, órganos y suciedad, recogió su sobretodo y se lo colocó sobre la sangre que continuaba brotando de su cuerpo, tosió y maldijo a aquel contrincante repulsivo con tanta fuerza demoníaca como para llevarlo a sus límites.

Descendió y se encontró con el niño cubriendo a Calliel de piedras que caían en su dirección. Los aldeanos sobrevivientes habían formado una especie de horda para expulsar a los seres del mal, viendo a Gigil y Belial como culpables directos y a Calliel y el niño como herejes.

—¡Largo de aquí! ¡Vuelvan al infierno! —vociferaba el cura del pueblo con su cruz en alto, secundado por los aldeanos.

Maurí furibundo empuñó sus manos y levantó su voz:

—¿¡Dónde estaba usted cuando esa cosa nos estaba devorando!? ¡Ellos no son monstruos! ¡Fueron los únicos que...! —Belial lo tomó y sentó sobre su hombro, al igual que acunó entre sus brazos a Calliel y comenzó su camino hacia su casa seguidos atentamente por el zorro, percibiendo a los niños y hombres que aún continuaban con vida salir de las ruina a sus espaldas.

Pero eso jamás sería atribuido a ellos, sino al religioso hombre con una túnica marrón, un libro en la mano y cruz en la otra. Ahí tenían a su salvador.

—No entenderán. Podría bajar su mismísimo Dios que ellos no lo entenderían, porque no lo escuchan, nadie quiere oírlo aquí, por eso desesperan, creo que le temen también, no lo sé. Solo sé que el bien y el mal se ven de distintas maneras, a pesar de ello, el miedo ciega a las personas. Las enloquece... Repugnantes. Su demencia me agobia. 

Una niña que no superaba los dos años de edad se tambaleó somnolienta hasta sus pies, donde el humano la reconoció como una vecina y le rogó al demonio traerla consigo, a lo que éste observó a la amada criatura que dormí entre sus brazos sangrientos, el caos a su alrededor, el odio de los humanos mezclado con la agonía y el pánico; accediendo y recostándola sobre Calliel, que por instinto la abrazó maternalmente y la bebé detuvo su llanto, durmiendo otra vez.

Otra piedra se dirigió a ellos e impactó en Gigil, a lo que Belial gruñó y todos guardaron silencio por su despliegue silencioso de poder. A esas alturas estaba cansado e irritado, a un paso de calcinarlos a todos, conteniéndose meramente por los grisáceos orbes que pronto lo mirarían otra vez.

—Son unos desagradecidos... sí tan solo... —farrullaba el niño limpiando sus ojos llorosos.

—Déjalos ahogarse en su propio temor... siguiendo a personas llenas de odio que deprecian, con convicciones que no aprueban, presas del terror a morir, pero aún así sin llegar a vivir realmente. Patéticos. Predecibles. Obedeciendo ciegamente a seres que se aprovechan de su fe y la retuercen en su beneficio, dándole forma al miedo que no tiene figura en sí, poniéndole un nombre y señalándolo ante la multitud enardecida. Ellos quemarían a media ciudad si por eso les ofrecieran una falsa protección, salvación. 

—¿Crees que podrían hacer algo tan cruel? —preguntó el inocente niño.

—La magnitud de sus aberraciones, dependerá del tamaño de sus miedos. Temen más de lo que piensan...

Dijo presa de una desbordante honestidad, estar al borde de la muerte y a su vez pensar en perder a su ser más preciado, junto a la descomunal pérdida de sangre y poder, volvieron a Belial un poco más comunicativo esa tarde. De hecho, jamás habló tanto tiempo con un ser humano como lo hizo con ese niño en esa ocasión. Sin percatarse de ello, la ingenuidad constante del ángel lo había vuelto más paciente ante la ignorancia e inocencia de algunos.

—Si creces para convertirte en algo así, espero que mueras pronto.

Bueno, tampoco tan paciente que digamos, pero intentó no matar a nadie a conciencia y eso contaba como un avance.

—¡N-No lo haré! —dijo con convicción y temor a la vez, haciendo al demonio elevar sus cejas—. Puedo superarlo, venceré el temor que siento ahora mismo, no hoy, pero me esforzaré... —repitió las enseñanzas de Calliel en alto, tratando de mentalizarse a pesar del tiritar de sus músculos.

—Veo por qué le agrada al pichón —murmuró para sus adentros y divisó a lo lejos una arboleda familiar, junto a un sendero iluminado por luces artificiales de pequeñas velas y farolas que tantas veces recorrió anteriormente.

—Mi hogar —sollozó Maurí y se aferró a las prendas de Belial.

El demonio miró a Calliel y con su lengua limpió sangre de la comisura de su propio labio.

«Mi hogar» pensó Belial al verlo acurrucarse con la bebé en su pecho.

Cσɳƚιɳυαɾά...

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