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Δᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᶤᵉᶜᶤˢᵉ́ᶤˢΔ

ᴱʳᵃ ᵘᶰ ᵖᵉᶜᵃᵈᵒ˒ ᵖᵉʳᵒ˒
¿ᵠᵘᶤᵉ́ᶰ ᶰᵒ ᵖᵉᶜᵃʳᶤ́ᵃ ᵖᵒʳ ᵘᶰ ᵖᵒᶜᵒ ᵈᵉ ᵃᵐᵒʳˀ

ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵈᶤᵉᶜᶤˢᵉ́ᶤˢ:SᗩᑕᖇIᒪᕮGIO

—¿Q-Qué? —cuestionó Calliel, oyendo la sentencia del demonio.

—Si tanto deseabas morir haberlo sabido y no me hubiese esforzado tanto por mantenerte a salvo, imbécil. Estoy tan iracundo que no tengo tiempo de sentirme excitado.

—No quiero morir...

—¡Entonces contrólame! —Lo tomó bruscamente de sus hombros— ¡Podría matarte!

—No. No lo creo.

—¿Qué diablos dices, maldito ángel? —increpó con un tono iracundo, su cuerpo de manera casi literal ardía y estaba más enojado que consciente, soltándolo violentamente.

—Pensé lo que me dijiste y llegué a una conclusión: estaremos bien. Verás... ¿Tú solo deseas complacer tus egoístas deseos, guiado por la maldad, venganza u odio, como en esas violaciones? Porque siento que valoras mi vida y eso es algo que no puede acarrear desgracia y muerte, no hay maldad o egoísmo en esos sentimientos.

Llevó las manos a su pecho y se sentó delicadamente sobre las piernas de Belial, con sus rodillas a cada lado de su cadera.

—Lo sé porque me ocurre lo mismo, quiero cuidarte. —Lenta y cuidadosamente acarició el ese imponente rostro, percibiendo su alta temperatura y lo tersa que era su piel—. Ser uno contigo, hacerte feliz y permanecer a tu lado... No puede ser un castigo, no cuando ambos añoramos proteger al otro ¿O me equivoco?

Belial abrió sus ojos con un atisbo de esperanza, pero rápidamente frunció sus cejas.

—No creo que sea suficiente. Eres muy descuidado ¿Tienes alguna seguridad de que esto no te matará? Si llegase a herirte, yo... —Llevó una mano a su rostro, mirando hacia la nada—. No podría sanarte, no podría salvarte ¿Comprendes la gravedad?

—Belial... —levantó su rostro y acercó su cuerpo por completo—. Nada malo sucederá, no me sale mentir, entonces es la verdad.

—Tu verdad —contestó, tomando sorpresivamente su pequeña cadera—. Una conveniente verdad... También quiero que sea cierto.

Sentirlo sobre su cuerpo, después de tanto tiempo de abstinencia de aquella piel, fue electrizante. Sin lograr detenerse a sí mismo deslizó sus grandes manos hasta la base de las alas de Calliel, donde descendió ejerciendo bastante presión con sus dedos, que si no hubiese retraído sus garras, hubiesen desgarrado esa suave superficie.

Su cuerpo se encogió sobre la cama, a medida que era recorrido con tanto anhelo y fiereza contenida.

—Intenté ser el "bueno" y lo arruinaste, pichón. —siseó, recorriendo sus colmillos con su lengua, sediento por probar a su ingenuo ángel—. No dejaré que escapes o te arrepientas ¿No te parece algo tenebroso? Aunque eres inocente como una criatura pequeña, incluso así ya no puedo evitarlo, ya no puedo detenerme.

—No eres tenebroso a-ahora mismo y tengo cientos de años... —contestó antes de estremecerse por la sorpresiva mano de Belial en medio de sus piernas.

—¿Conque es así? —ironizó.

Sin dejar de mirarlo a los ojos acarició la parte interna de sus pálidos muslos, deleitándose por su suavidad y la forma que se contraía donde fuese que tocase.

Al llegar a su entrepierna presionó ligeramente, todavía manteniendo su dominante mirada. Calliel a esas alturas presionaba sus ojos con fuerza y llevaba ambas manos a su pecho, encogiéndose en su sitio por acto reflejo.

—Sigue siendo un enigma por qué no sientes terror en mi presencia. —Belial retiró lentamente el pequeño pantalón corto que cubría la parte baja de Calliel, humedeciendo sus propios labios, desbordante de deseo.

—No te te temo —respondió a gran velocidad, intentando no tartamudear—. Es inquietante experimentar cosas nuevas... pero, todo estará bien si es contigo. Me tranquilizas y... —calló unos segundos e intentó tomar distancia, levantándose sobre sus rodillas, retrocediendo y separándose con ambas manos sobre el pecho de Belial.

Esto lo desconcertó y sus dorados ojos siguieron cada movimiento del ángel.

—¿Qué haces? —cuestionó autoritario, notando vacilación en el contrario.

—Tal vez realmente no quieres esto y estoy insistiendo de manera molesta, antes me enseñabas sobre el sexo, pero ahora ya no tienes esa responsabilidad. —Se giró y pretendía salir de la cama donde se encontraban—. Tal vez malinterpreté tu buena actitud y no tienes sentimientos por mí. Si no quieres unirte conmigo de esa manera yo lo compren... —guardó silencio cuando fue tomado de su brazo y antes de siquiera tratar de comprender la situación, su brazo se encontraba flexionado en su espalda y el demonio respirando sobre su nuca— ¡Ouch!

—No es una simple enseñanza. No hay pretextos. No hay mentiras —aseveró rotundo.

Calliel pestañeó varias veces y el caliente aliento en la parte trasera de su cuello erizó su piel.

—No seas ridículo al subestimar a un demonio como yo —gruñó e inclinó el cuerpo del ángel contra las sábanas de la cama, rozando su mejilla contra la tela— ¿Sabes lo insoportable que fue controlarme para no atacarte? Que "no quiero esto" dices ¿Cómo osas siquiera tomarlo como una posibilidad? —Se acercó a su oído—. El jodido demonio del caos y el orgullo no se excita con cualquiera —susurró, a medida que lamía y succionaba la piel de su nuca—. No vuelvas a decir algo así —ordenó, descendiendo hasta sus alas, donde deslizó su lengua y seguido mordió una de ellas.

—B-Belial... —sollozó el pequeño que temblaba por diversas razones.

—Te deseo tanto que mi razón comienza a nublarse. Hueles delicioso. Exquisito en cada ínfimo sector —manifestó, presionando el pezón derecho del ángel y oyéndolo  gemir involuntariamente— No fue bueno contenerme en este estado ¿No crees? —ironizó con un brillo peculiar en sus pupilas.

Sus colmillos parecían particularmente filosos esa noche, su cuerpo reaccionaba instintivamente a su esperado encuentro. Todo de él deseaba todo de Calliel, desesperadamente.

Mientras tanto, el ángel no sabía lo que se avecinaba, pero su amor era más grande que sus inquietudes, deseando ser el más cercano a él, conectarse con él, ser amado por él.

Se giró sobre la cama, siendo acechado por Belial, que con su inamovible agarre le impedía alejarse o separarse con libertad. No había perdido la razón, era muy orgulloso como para eso, pero mentiría si no dijese que estaba luchando contra sí mismo.

—No voy a huir —habló calmadamente, tocando su lado racional—. Intento girar mi cuerpo. Q-Quiero verte. Si no te veo comienzo a asustarme por las cosas nuevas y extrañas que me haces sentir. Déjame verte, si puedo hacerlo no me importa lo que ocurra, l-lo soportaré.

Sin delicadeza alguna lo puso de espaldas a la cama, enfrentando ese ruborizado rostro con el suyo. 

—No quiero que lo soportes, quiero que lo disfrutes —sentenció con su gruesa e imponente voz.

Con su cola acercó la loción que Asmodeus le obsequio anteriormente, la tomó entre sus dedos y la abrió con su boca, sin soltar la cadera de Calliel en ningún momento, sujetando con autoridad a su pequeña presa. 

—No puedo prometer que lo haré lenta y gentilmente, no sabría cómo hacer algo así —sonrió, intentando confiar en lo que estaba por prometer—: pero intentaré no dañarte demasiado —finalizó.

Calliel tragó grueso, para nada fue esperanzador oir aquello, aunque no tuvo tiempo de preocuparse cuando fue jalado de su pierna hacia abajo, la cola de Belial subía peligrosamente hacia su entrada.

—¿Qu-Qué haces? —inquirió notablemente nervioso.

La tenebrosa sonrisa de Belial creció, casi rebasando la comisura de sus labios y viéndose más demoniaca. 

—Prepararte para mí —afirmó y los ojos de Calliel se abrieron por completo viéndolo derramar el aceite en ella, para luego deslizarse nuevamente hacia su cometido.

—N-No, no, antes no lo hiciste a-así —increpó, pero la risa satisfactoria del demonio resonó.

—Oh Pichón —soltó casi sarcástico—, hoy haré muchas cosas que no hemos hecho antes, así que no te resistas. Esto soy, tú caíste por esta clase de demonios, arrepentirse no es una opción. —Abrió sus tiritantes piernas y rodeó el miembro de Calliel, sintiendo cómo comenzaba a endurecerse y sus piernas a contraerse.

—Cielos ah... Oh mi... —gimió con sus ojos llorosos, cubriendo su boca.

—Veremos por cuánto tiempo tus manos podrán contener tu voz —soltó con satisfacción.

El vaivén en el miembro de Calliel aumentó y con éste sus espasmos musculares. Los ruegos y gemidos eran aplacados por sus palmas y cada segundo que pasaba eran más intensos.

Su cuerpo se hundía más y más en esas nuevas sensaciones, el calor que Belial ocasionaba en su intimidad se ramificaba por todo su ser; hasta que el tacto de algo húmedo en su miembro lo obligó a abrir sus ojos, asustándose ante lo que veía.

—¿V-Vas a morderme? —sollozó con mucha dificultad, viendo al demonio a centímetros de su virilidad.

—No —sonrió—. Te lo dije, te haré disfrutar, siéntete afortunado, porque serás al primero al que voluntariamente haré sentir éxtasis. —Humedeció sus labios lleno de arrogancia al pensar algo maliciosamente—. Los ángeles pueden sanar, hacer cosas crecer, iluminar de manera innata su alrededor —soltó una risa seca y corta—. Pero... los demonios podemos modificar muestra apariencia sin ningún tipo de conjuro o pergamino —finalizó, al mismo tiempo que su lengua crecía antinaturalmente, aprisionando el miembro de Calliel.

Su espalda se curvó instantáneamente, tomó con ambas manos la sabana debajo de su cuerpo y hundió su cabeza hacia atrás, con su boca abierta al igual que sus ojos, casi blancos en su totalidad. 

—¡Cielos! —Fue lo único coherente que salió de sus labios antes de volverse un conjunto de gimoteos y sollozos.

Los muslos de Calliel a cada lado del rostro del demonio lo tentaban a morderlo, a probarlos con su insaciable lengua y rozarlos con sus colmillos, tensando cada zona recorrida por él, para nuevamente retomar su labor en el miembro de Calliel.

Pero, otro sector acaparó su atención nuevamente, aquel donde introdujo cuidadosamente su demoniaca cola, oyendo quejas temerosas de Calliel, que regresaron a ser gemidos cuando encontró un punto dulce y erógeno, provocando que se viniera allí mismo.

Se separó de su cuerpo y tragó sin pensarlo, asombrado, porque resultó ser cierto que cada parte de éste era exquisita. Mismo ángel que respiraba con dificultad y juntaba lentamente sus piernas, aunque Belial no se lo iba a permitir y con firmeza las abrió otra vez.

—Esto no ha comenzado siquiera —sentenció y sorprendió a Calliel.

Se deshizo de sus ropas, exponiendo su magnifico cuerpo, que ruborizó todavía más a Calliel. Se inclinó sobre la cama y llevó su mano derecha hacia esa palpitante y dilatada entrada.

Introdujo uno de sus dedos sin dificultad, con el segundo sintió bastante presión y al hacer lo mismo con un tercero Calliel tomó su muñeca con ambas manos.

—Belial —articuló sin poder detener el temblor de su voz, haciendo suponer a Belial que le ordenaría que se detuviese y había sido demasiado para la inexperta criatura— ¿Me... besarías? P-Por favor —rogó y el demonio sintió una avalancha de emociones.

Con su mano libre acunó cuidadosamente el rostro de Calliel y sin prisa, sumergido en sentimientos caóticos, unió sus labios a los suyos. Beso que se fue intensificando al igual que las embestidas de sus dedos dentro de él. 

Para tranquilizar su agitado corazón, llevó ambas manos a los hombros del demonio, sintiendo su piel, calor y presencia con más intensidad. Subió tímidamente a su nuca y reposó su mano allí, donde presionaba con fuerza cada vez que Belial iba demasiado profundo en su interior.

—M-Mi cuerpo, no lo entiendo, no sé qué le pasa —dijo con cierta angustia y se aferró su hombro—. Quema justo donde tocas y no lo puedo controlar... Ayúdame —Hundió su rostro en ese fuerte cuello y sus tibios jadeos chocaron con su piel— Quítame el calor.

Cuando dijo eso último tuvo ciertos deseos de hacerlo llorar. Diferente a cualquier tipo de lágrimas de terror o pánico, quería verlo llorar de placer.

—No. —Sus asustadizos orbes se elevaron en su dirección— De hecho... —Bajó lentamente una mano hasta su entrepierna, deleitándose con los espasmos que provocó su contacto—. Aumentaré el calor, tanto que creerás que vas a desaparecer entre mis manos —susurrando eso último en su oído—. No te preocupes, no desaparecerás, no iras a ningún sitio lejos de mí —sentenció.

—Eso sería asombroso... —contestó al instante— Me siento solo cuando te vas y no puedo verte. —Belial inclinó ligeramente su rostro a un costado, analizando si acaso era posible que un ser como Calliel fuese real.

Seguido acortó toda distancia, relamiendo sus labios antes de unirlos a los suyos, volviendo ese sutil beso en uno apasionado y voraz, acompañado por el movimiento de sus manos.

Ya no era suficiente utilizar únicamente sus dedos, anhelaban más. Los besos tomaron un ritmo más agitado y necesitado. Recorrían y  acariciaban sus cuerpos con deseo y exigencia, cada roce los hacía perder la razón. Ya no importaba el lugar, las reglas, el bien o el mal, en ese momento solo existían ellos dos. 

Su cuerpo y mente estaban sufriendo una especie de cortocircuito, según Calliel, todo era caos y estallidos de sensaciones por cada pequeño rincón que era tocado por Belial.

Al verlo levantarse sobre su brazo y mirarlo fijamente, entendió que algo iba a suceder, pero no sabía específicamente qué. Hasta segundos después, donde sollozó bajo cuando los dedos de Belial se retiraron de su intimidad. Logró distinguir cómo tomaba su miembro y oyó su nombre:

—Calliel —repitó—. Mírame, no dejes de hacerlo —ordenó.

No supo por qué le pediría eso, hasta que un dolor tirante e intenso tomó lugar en su entrada. Belial se abría paso dura y lentamente, introduciendo su gran miembro en ese enrojecido lugar.

—¡Ah! —gimió y clavó sus uñas en el pecho del contrario— D-Duele, arde m-mucho —gimoteó al retorcerse y tomar varias bocanadas de aire.

Estaba nervioso, demasiado, y cerraba con fuerza sus ojos, queriendo calmarse.

—Por eso te pedí que no dejaras de verme ¿No dijiste que eso te traía paz? —indagó un consumido Belial.

La mente de Calliel volvió a la tierra y abrió dificultosamente sus ojos, encontrándose con el rostro de esa criatura que tanto lo hacía sentir, ese demonio irremplazable para él.

De manera gradual comenzó a regular su respiración y acercó su mano a la mejilla de Belial. Acarició con amabilidad ese lugar y le sonrió, todavía con dolor, pero podía palparse la determinación en su mirar, diciéndole implícitamente que confiaba totalmente en él, demostrando que verdaderamente lo tranquilizaba.

—No es siquiera la mitad —informó—, si te es insoportable puedo hacer que sea de un tamaño menor, hasta el día que te acostumbres a mí —sugirió, besando cuidadosamente su cuello y seguido su enrojecida mejilla.

Calliel pensó menos de dos segundos y unió su frente a la del gran demonio sobre él.

—G-Gracias. Pero... deseo estar conectado contigo tal cual eres, no cambiaría nada de ti, no quiero, solo... acaríciame y tranquilízame, eso será suficiente. —El miembro de Belial, todavía dentro de Calliel, creció levemente por semejante confesión— A-Ah, creció —sollozó aferrándose al demonio.

—Eso fue involuntario... —susurró con una atípica sonrisa de sorpresa, inhalando pausadamente el aroma en el cabello de Calliel, acariciando el costado de su rostro con el suyo y dejando un beso en su frente—. Respira profundamente —demandó y fue obedecido al instante.

Al verlo llevar sus manos a su propio pecho y temblar, pero aún así no apartar la mirada, su cuerpo se movió por sí solo y deslizó su mano hasta la de Calliel, entrelazando sus dedos y extendiéndola contra las sabanas, simultáneamente ejerciendo presión con su cadera, invadiendo lenta y duramente en esa criatura que tanto anhelaba.

Podía ver perfectamente cómo el rostro de Calliel reflejaba cada nueva sensación y el raciocinio parecía desvanecerse de a momentos; del mismo modo que el ángel era testigo de los incontrolables sentimientos y la satisfacción que le generaba a Belial finalmente ser uno con él.

Se detuvo en su sitio y besó paulatinamente esos hinchados labios, que sin decirlo explícitamente era sabido que anhelaban ser besados y consentidos por Belial.

Seguido levantó la parte superior de su cuerpo sobre sus brazos y contrajo sus grandes alas, para así no cubrir la poca luz de la luna que entraba por la ventana esa noche nevada.

Lo recorrió con su mirada, deleitándose por la perfección ante sus ojos, la delicadeza que lo caracterizaba y el desastre que estaba haciendo con su lindo rostro lleno de expresiones nuevas; creyéndose el ser mas afortunado de la tierra, de todos los cielos e infiernos juntos, nada era equiparable a esos sentimientos que ambos compartían.

Calliel por su parte estaba embelesado por lo imponente y magnifico que era Belial y cómo partes de sus brazos, nuca y larga cola se tornaban negras por el placer, del mismo color que sus alas. Su rostro salvaje y penetrante, estallando ese sacrílego sentimiento dentro del ángel: a esas alturas no podía detener lo mucho que amaba a Belial; lo maravillosa, inexplicable y dolorosa que era esa conexión. 

Una experiencia que jamás podría haber imaginado aunque le hubiesen dado una extensa explicación sobre ello, sino solamente viviéndolo en carne propia. Desde la yema en los dedos de sus manos, hasta la punta de sus pies, todo se sentía caliente y desbordante, como si su cuerpo ya no fuese únicamente suyo. 

En ese momento levantó su rostro ligeramente y extendiendo su mano libre la llevo hacia su pelvis, descendiendo todavía más, precisamente en su punzante y tirante entrada, para así rodear con su dedo índice y medio la base del miembro de Belial, que se encontraba casi en su totalidad dentro de él, tocando de este modo a ambos.

—Estamos conectados ¿Puedes verlo? —dijo dulcemente, con su pequeña mano sobre esa palpitante zona que era profanada. —Justo aquí.

"Amo a esta criatura" gritó frenéticamente su alma, una y otra vez esa frase se arremolinaba en su interior y sus colmillos y garras crecieron involuntariamente, al igual que sus pupilas dilatadas al máximo dentro de sus ojos.

Tenía ante sí al único ser que podía hacer lo que deseara con su vida, con quien quería compartir su eternidad, sin la necesidad de contratos o cadenas.

Belial ya era suyo sin que Calliel lo supiese.

—Calliel... —Lo nombró con su voz ronca y profunda, estremeciendo al menor y contrayendo sus alas como acto reflejo. 

No dijo más, pero no era necesario, sus ojos expresaban claramente lo que su boca callaba. 

Calliel extendió ambas manos, esperando ser reconfortado por un cálido abrazo, y fue precisamente lo que recibió, uniendo nuevamente su fuerte y gigantesco cuerpo demoniaco, al delgado y grácil torso de Calliel. Comenzando así finalmente un suave vaivén con su cadera, empujándose casi por completo y dejando al menor sin aire en cada penetración. 

Nuevamente un cosquilleo tomó lugar en la parte baja de su cuerpo y sus llorosos ojos se clavaron en Belial, mismo que al verlo suplicante atendió gustoso su miembro, rodeándolo con su cola y rozándolo de arriba abajo.

El placer aumentó en ambos y Belial comenzaba a perder la cordura, aumentando más y más su intensidad, invadiendo cada rincón dentro de las paredes que aprisionaban su miembro y una fuerte electricidad recorrió desde su nuca hasta la punta de su cola cuando la tenue voz de Calliel lo llamaba entre sollozos.

—Estoy completamente dentro de ti —afirmó—. Quiero que sientas cada centímetro abriéndose para mí, cómo llego hasta lo más profundo y hago un caos contigo —manifestó dominante, levantando una de las piernas de Calliel y flexionándola sobre su pecho, permitiéndole acceder con aún más libertad.

—N-No puedo, d-de verdad, algo va a romperse... —suplicó con los dedos de sus manos casi entumecidos sobre su torso desnudo.

"Las reglas van a romperse." pensó al oírlo. "Estamos engañando a las puertas del cielo y burlando las cadenas del infierno."

Sin importar cuantos pecados estuviese cometiendo al amar al ángel, no iba a retroceder, no existía poder que borrase esos sentimientos que durante meses estuvieron silenciosamente fundiéndose con su alma.

Relamió sus labios y esparció tortuosos y húmedos besos por el cuello de Calliel, mordiendo ligeramente fuerte al dejarse llevar. Deseaba hacerlo suyo, verlo estremecerse más, contraerse más, jadear su nombre innumerables veces hasta desvanecerse.

—Al parecer no soy tan bueno siendo bueno, ya que adoro oírte así, ver el desastre que provoco en ti. Me estoy excitando más de lo que debería, más de lo que podrías resistir—siseó con un brillo infernal en su mirada y una gran oscuridad creciendo en la habitación.

Esta declaración no asustó al ángel, la presencia de Belial no hacía más que darle confort y felicidad, confiaba que no le haría daño realmente, ya que eso le prometió una vez. Así que simplemente sonrió con dificultad y acarició su rostro, sin darse cuenta de su alrededor y cómo la oscuridad de Belial y su luz se fusionaban en el ambiente, consumiéndose la una a la otra.

—Rodeados por la implacable oscuridad de la noche, todavía puedo ver tu rostro —susurró Calliel, portando una sonrisa cargada de cariño y embelesamiento puro.

Acercó al demonio hasta sus labios y así tímida pero decididamente le robó un beso.

La inocencia y bondad en su voz entrecortada, fue uno de los ataques más difíciles a la determinación de Belial, dejándose llevar y aferrándose con fiereza a su cintura, embistiendo sin darle tiempo al pequeño de reaccionar, tensando sus músculos y causando más fricción en cada estocada.

Ni en el último infierno podían darse una idea del calor que ambos sintieron en ese momento y se abrió camino con una intrusiva penetración, apoyando ligeramente el peso de su cuerpo sobre el de Calliel, deseando consumirlo y aprisionarlo, adueñarse de cada parte existente. Tomó por sorpresa al indefenso ángel y su labio tembló al igual que sus piernas, cayendo completamente por Belial, dispuesto a hacer y dejarse hacer lo que fuese, rendido ante su hipnotizante forma de poseerlo y abriendo su boca en busca de aire.

En ese momento, entre gemidos y espasmos, Belial distinguió que continuaba repitiendo su nombre, lo hacía de forma suplicante y demandante, como si decirlo fuese a calmar el frenesí de sensaciones, siendo callado al ser besado sorpresivamente una y otra vez.

Gemidos fuertes resonaban entre cada beso y en el momento que su abdomen se contrajo hundió su rostro en el hueco del cuello del mayor, abrazándolo con desesperación y extendiendo involuntariamente sus alas al momento de correrse sobre su pecho. 

Su mente daba vueltas y el dolor y placer peleaban por dominar sus sentidos, siendo el segundo el ganador mientras intentaba recuperarse de su intenso orgasmo.

Pero, Belial no iba a venirse fácilmente, su instintivo orgullo y posesividad intentaban prolongar su resistencia el mayor tiempo posible, ya que le gustaba demasiado estar dentro de Calliel y hacerlo suyo.

Observó su rostro y la dificultad con la que respiraba, junto a sus ojos llorosos, sus mejillas cubiertas de lagrimas y enrojecimiento, dudando si realmente estaba haciéndole daño, bajando su ritmo y lentamente salir de él.

Calliel, con uno de sus ojos entrecerrados y el otro casi cerrado por completo, seguía viendo a su demonio a fijamente, asombrado por el frío que experimentó por la separación.

—¿Qué... Qué sucede? —cuestionó como pudo.

—Es suficiente por hoy.

Eso lo entristeció y llamó la atención de Belial.

—¿Acaso eres tan insaciable en tu primera noche? —ironizó, mientras limpiaba las lágrimas de sus mejillas.

—No lo hiciste, tú no te sentiste bien —increpó decepcionado de sí mismo y su cuerpo, desviando la vista—. No lo hice bien ¿Verdad? —dedujo con pesar.

Al oírlo se asombró y enterneció de igual manera.

—Claro que lo hiciste bien, demasiado, a decir verdad. —Acarició su rostro y percibió cómo el pequeño frotaba su rostro contra su palma—. Pero no será placentero para ti seguir.

De manera sorpresiva sintió esas suaves manos en su miembro y cómo lo alineaba contra su húmedo y dilatado sexo.

—N-No quiero que termine así. —Se animó a demandar, con sus hombros encogidos y ojos empuñados—. S-Solo un poco más, me esforzaré —finalizó y uno de los mismísimos príncipes del infierno, poderoso demonio del caos y el orgullo, responsable de devastaciones y catástrofes, perdió el aliento unos segundos.

El color negro que antes solo estaba en leves sectores, ahora se esparcía violenta y rápidamente por su organismo, dejando ver únicamente sus brillantes pupilas y filosos dientes. Calliel se encogió levemente, sin saber si eso era bueno o malo, ya que su contrario se veía más demoníaco que nunca.

Tomó al ángel, pequeño entre sus grandes brazos, y lo giró sobre la cama, dejando su parte baja en alto, temblando y esperando por él.

Se reclinó, besando dominante y duramente en medio de su espalda, delineado con sus labios su columna justo entre sus cuatro alas, hasta llegar a su nuca, donde succionó con fuerza.

—Ah-Ah... Belial —sollozó y sus ojos se abrieron dolorosamente por la intromisión en su intimidad mientras simultáneamente los colmillos del demonio se clavaban en la piel de su cuello.

Un hilo de sangre se derramó por su hombro, donde lamió la reciente herida y lo sintió contraerse entre sus brazos al empezar su vaivén e invasivas estocadas nuevamente.

La velocidad aumentó y sus manos en la cadera de Calliel lo ayudaban a hacer lo que quisiera, impulsando una y otra vez ese cuerpo contra el suyo, deleitándose por las sensaciones y reacciones que recibía y otorgaba.

El menor estaba aferrándose con tanta fuerza de las sábanas que sus nudillos se veían bancos; contrariamente a sus hombros, mejillas y ciertas partes de su cuerpo que ardían de un intenso color carmesí.

Bajó una de sus manos hasta hasta su agitado vientre y acariciando cada centímetro lo recorrió hasta su pecho, donde lo aprisionó y levantó sobre la cama, quedando apoyado en sus rodillas.

Tomó su rostro con la misma vehemencia y lo guió hacia un costado, para iniciarse poder besar libremente esos labios que rogaban ser profanados.

Se aferró al brazo de Belial que lo sostenía y se dejó llevar por ese apasionado encuentro, mientras el sonido de sus pieles y jadeos inundaban la habitación.

Dentro de sí sintió cómo el miembro de Belial vibró e involuntariamente contrajo su interior, oyendo un jadeo de excitación de éste y con unas enérgicas estocadas una sensación de calor lo llenó completamente.

En el momento que estaban conectando sus cuerpos como si fuesen uno, como si ningún ser sobre el universo pudiese objetar o separarlos, se sintieron plenos.

Belial quería recordar cada detalle y que Calliel también lo hiciese. Gravar su mirada en los recuerdos más profundos de Calliel y regalarle muchos más recuerdos juntos que atesorar.

Esa fría y nevada noche de invierno, dentro de la habitación, el calor no les dejó sentir ni una brisa de la tempestad afuera. Del mismo modo que sus sentimientos no les permitían ver el peligro detrás de su unión, la catástrofe que acarreaba semejante sacrilegio.

Pero, como mencioné recientemente, ellos no lo sabían, solo se amaban y disfrutaban el uno al otro, ajenos al futuro y atesorando cada momento de esa dulce y apasionada noche.

Cσɳƚιɳυαɾά...

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