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Δᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ˢᶤᵉᵗᵉΔ

ᴸᵃˢ ᵈᵉᵘᵈᵃˢ ˢᵉ ᵖᵃᵍᵃᶰ ʸ ˡᵒˢ ᶠᵃᵛᵒʳᵉˢ ˢᵉ ᵃᵍʳᵃᵈᵉᶜᵉᶰ˒ ᵈᶤᶜᵉᶰ ˡᵒˢ ʰᵒᵐᵇʳᵉˢ. ᴾᵉʳᵒ ᵖᵃʳᵃ ᵘᶰ ᵈᵉᵐᵒᶰᶤᵒ˒ ᶰᵒ ʰᵃʸ ᵈᶤᶠᵉʳᵉᶰᶜᶤᵃ. ᴬᵐᵇᵃˢ ᵗᶤᵉᶰᵉᶰ ᵉˡ ᵐᶤˢᵐᵒ ˢᶤᵍᶰᶤᶠᶤᶜᵃᵈᵒ: ᵃˡᵍᵒ ᵠᵘᵉ ʰᵃʸ ᵠᵘᵉ ᶜᵒᵇʳᵃʳᵖᵃᵍᵃʳ ᵗᵃʳᵈᵉᵗᵉᵐᵖʳᵃᶰᵒˑ

ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ˢᶤᵉᵗᵉ: ᖴᗩᐯOᖇᕮS


Pᴏᴠ Bᴇʟɪᴀʟ:

—¿Qué podría hacer este humilde servidor por ti? —preguntó casi burlesco.

—Sexo. —Abrió sus ojos al máximo y alejó a la gente de él.

Se puso de pie y caminó hasta mí, colocándose de cuclillas frente a la silla.

—¿Conmigo, con ellos o ambos? Sabes que a mí me fascinan las orgías —sugirió y sentí las feromonas que desprendía, enloqueciendo a todos.

Eso no surgía efecto en mí, pero el resto parecía retorcerse de placer y levanté la comisura de mi labio con asco.

—Parece que tu rechazo por los humanos sigue igual —cuestionó y mi silencio lo hizo suspirar—. Lucifer no estará feliz con esto, no has madurado en absoluto. —Clavé mi mirada en Asmodeus de forma tajante y levantó las manos con una sonrisa falsa.

—Odiar ángeles y humanos es nuestra naturaleza, no tiene lógica lo que me hizo... maldito mezquino —gruñí irritado.

—¿Que no la tiene, dices? Ja —soltó más que sarcástico—. Joder Belial, junto a Dantalian provocaron una enorme guerra humana, devastaron regiones completas, estaban fuera de control, es obvio que terminaría castigándote si no te detenías por propia voluntad. Tú eres más razonable y reflexivo que Daltanian, ya que fuiste desterrado al reino humano, en cambio él apresado en el infierno. Debe estarse volviendo loco encerrado.

—No es cierto, fue así porque Lucifer sabía lo mucho que aborrezco esta especie y la cercanía que tiene la tierra con el cielo. Por eso me castigó de este modo. Además Daltanian enloquece a los humanos con sus visiones retorcidas de futuros que podrían suceder y desterrarlo en la tierra no suena inteligente.

—Sabes que lo hizo porque realmente te quiere, eran muy buenos amigos, aunque tu fuesen de la segunda generación. Se te extraña allá abajo —Me erguí, mostrándome hastiado y guardó silencio con diversión.

—Asquerosos humanos... Maldito Lucifer del lado de esa escoria. Pero admito que estar aquí es más divertido que seguir abajo.

La mayoría de los demonios que están en la tierra fueron castigados, invocados, consiguieron burlar a los guardianes de las puertas del infierno o tienen mucho poder y logran subir a su antojo.

Yo sería el primero y el último en esas categorías. Antes subía y bajaba a voluntad, ahora no se me permite regresar hasta que se le de la maldita gana a Lucifer.

También sé que si devasto la tierra, la hago arder en desesperanza y la lleno de caos como me gustaría, seguramente sería asesinado por algún príncipe del infierno enviado por Lucifer. No suele dar segundas oportunidades.

—Pues, yo lo veo diferente. El odio a los ángeles es normal, ningún demonio los soporta, malditos engreídos. —Por dentro reí y una comisura de mi labio subió engreída.

Seguro pensó que le daba la razón con ese gesto, cuan jodidamente equivocado estaba Asmodeus.

—Pero, ¿los humanos? —continuó— Eso es otro asunto. Me proporcionan tanto placer, son divertidos, irracionales, espontáneos, buenísimos para caer en las tentaciones, sin ellos nuestras vidas serían aburridas —sonrió y acarició el cabello de un muchacho arrodillado a su lado y éste parecía acariciar su mano al mover el rostro al compás de las caricias.

—Repugnante —siseé tajante y miré a su humano—. Enséñame. —Abordé la razón principal de mi visita— Quiero ver lo que haces para darle placer a esa cosa de ahí. —Señalé al sujeto y Asmodeus ladeó su rostro.

—¿Esto es real? ¿El demonio que aborrece a los humanos tendrá sexo con uno? No solo eso ¿Quiere darle placer? Oh por el gran Lucifer —carcajeó— Necesito ver eso ¿Puedo ir a ver cuando lo hagas?

—No. Y si hablas de esto con alguien más... desatarás toda mi ira, Asmodeus. Me encargaré personalmente que este lugar arda, que todo arda. —Mi amenaza lo hizo fruncir los labios y su aura oscura incrementó.

—Que viva tranquilo y no busque problemas no es sinónimo de debilidad, Belial. —Su explicita amenaza no era simple palabrería.

Nadie debería subestimar a un demonio como él, es endemoniadamente fuerte y astuto, si peleasemos sería difícil asegurar cuál sobreviviría.

Pero yo no era alguien que se alejase de los problemas solo por ser difíciles, seria una gran pelea y le arrancaría de algún modo la maldita cabeza con mis dientes de ser necesario.

Sonreí y mi oscuridad inundó el lugar, respiré hondo y al exhalar toda la densidad despareció, mientras yo sonreía altanero.

—Llegué buscando consejos, no peleas, por lo menos no hoy. —Se relajó y casi rió al calmarse.

—Bien, bien, bien. Esta bien. Te debo este favor y no quiero tener deudas, así que presta atención —articuló mientras sus ojos azules brillaban efusivos y se alejaba unos pasos de mí.

Chasqueó los dedos y una chica se acercó, negué con la cabeza y levantó una ceja diciendo gestualmente "oh, vaya". Volvió a chasquear y un joven con piel bronceada y ojos avellana se acercó a gatas, lentamente.

El cuerpo de Asmodeus cambió de manera casi hipnótica al cruzar miradas con el humano y se transformó en un musculoso castaño de ojos café. El cuerpo del chico tembló de placer al verlo y se acercó con cierta desesperación.

Asmodeus puede transformarse en el mayor deseo carnal de los demás.

—Primero, antes del sexo como tal, hay que hacer que lo desee. Que ruegue. Que suplique fervientemente ser corrompido una y otra vez —sonrió con malicia y pude ver sus colmillos debajo de su apariencia.

Acortó la distancia y lentamente pegó su cuerpo al del joven tembloroso de placer por las feromonas que emanaba Asmodeus. Hizo que esa pesadez erótica de esfumase a un metro de ambos, calmando un poco la erección del chico y levanté una ceja.

—No tienes mis habilidades, debes excitarlo sin trucos. —El humano apoyó ambas manos en Asmodeus y tomó distancia algo confundido.

La mirada de mi colega se clavó en él, sonrió con soberbia y seducción. Lo tomó la cintura, pegó su cuerpo al suyo y podría jurar que sus ojos brillaron. Besó su cuello lentamente, como si fuese a devorarlo en cualquier momento, haciendo que se retorciera.

Gimió con fuerza cuando descendió su mano y atendió esa media erección. Liberó su erección también e hizo la misma acción que antes, pero acariciando ambos miembros al mismo tiempo, frotándose contra el sexo del chico. Éste jadeaba e intentaba mantener la calma entre besos húmedos y susurros indecentes por parte de Asmodeus.

—Quieres que te folle despacio ¿No es así? Puedo sentirlo, te gusta que entre por completo, salga y arremeta nuevamente.  —Eso salió como una afirmación altanera y volvió a besarlo, su lengua recorría el interior de esa jadeante boca que parecía querer articular una frase coherente, sin lograrlo.

—A algunos les gusta duro, a otros más por el lado románico y a el resto les da igual depende de su humor en el momento —aclaró como dándome una cátedra.

Lo giró, inclinó y apoyó contra su gran y llamativo escritorio. Lo inclinó sutilmente, besando desde su nuca descendiendo hasta la parte interna de su muslo. Abrió sus piernas mientras su larga lengua rozaba el interior de una de ellas y hacía al humano contraer los músculos.

A partir de ese momento presté demasiada atención, necesitaba entender por qué no podía simplemente entrar en Calliel y tener sexo, como solía hacer fácilmente con las Súcubos que escasas veces llamaron mi atención y prestaron sus servicios.

Tomó un pequeño frasco de vidrio y, sin dejar de estimularlo y acariciarlo, derramó ese líquido en sus dedos.

—Esto es aceite de coco, fácil de hacer y no solo tiene un aroma agradable, sino que permite que nuestro chico se dilate y deslice mejor aquí. —Apoyó su dedo medio en ese pequeño orificio rosado y lo introdujo, erizando la piel del humano y haciendo que se levante sobre sus brazos.

—E-Es... Amo... —gimió.

—¿Nervioso? Sh, sh... Relájate. Ríndete —susurró lascivo en su oído y sus hombros subieron, encogiéndose y abrazando sus brazos.

Parecía que iba a llorar y Asmodeus tomó su rostro con una mano, giró su rostro hacia su dirección y besó suavemente sus labios. Despertando nuevamente las ansias de éste.

Comenzó a respirar agitado y sus ojos se llenaron de satisfacción cuando Asmodeus comenzó a penetrarlo con su dedo.

—Algo increíble de los humanos masculinos y femeninos es la cantidad de puntos erógenos en su cuerpo. Los hombres, por ejemplo, tienen uno aquí dentro.

—¿De verdad? ¿Eso es lógico? —Se encogió de hombros.

—Ni idea, pero ahí esta. —Tocó dicho lugar y un agudo sonido salió de esa agitada garganta, de forma simultánea su erección vibró y presemen salió de su extremo.

«¿Por qué tendrían una zona erógena en ese sector, si los actos de "sodomía antinaturales", según la iglesia, son castigados por Dios? ¿Qué carajo pensaba al hacerlos así, entonces?»

—Te dije que eran maravillosos. ¿Quieres intentarlo? —Me ofreció y mi repulsión fue más que notoria, ya que rió en respuesta.

—¿Un demonio como yo tocando semejante aberración? —pensé con altivez.

Continuaba con cierta adrenalina al no haber podido tener sexo real con Calliel, pero jamás tocaría a un inmundo humano de manera sexual, no merecen que los posea.

Ser míos sería un maldito privilegio que no les daría a simples escorias indecisas y llenas de muchas ventajas en la tierra que desprecian y contaminan.

Aunque si hablasemos del ingenuo y atípico ángel que acogí... con él es diferente. Quiero hacerlo mío, únicamente mío, completamente mío.

—Belial, señor de la arrogancia y el orgullo, por supuesto —ironizó metiendo dos dedos dentro de esa apretada y tirante entrada.

Un fuerte gemido salió de los labios del menor y sus caderas se movían involuntariamente al compás de las penetraciones de las falanges de Asmodeus. Estaba perdiendo la cordura. No podía siquiera cerrar la boca y evitar que un fino hilo de saliva escurriese por la comisura de su labio.

—P-Por favor, más... —habló al fin y abrí mis ojos asombrado.

Desbordaba placer puro.

—¿Quieres que entre en ti? —siseó vanidoso, abriendo y cerrando sus dedos simulando tijeras.

—¡Ahh! Ah... Mm... S-Sí. Por favor, por... —Su voz se cortó al final y apretó ambas manos sobre cada una de sus nalgas, abriéndose para Asmodeus. Rogándole que lo hiciese suyo. Sometiéndose.

Tragué grueso, y no por el humano en sí, sino porque por un momento imaginé que Calliel hacía eso para mí y mi entrepierna cosquilleó.

Sonrió con suficiencia y el tamaño de su miembro al inicio me hizo creer imposible que fuese a caber, pero la parte interna de su trasero estaba húmeda, palpitante y rebosante de aceite, parecía haberse amoldado a los dedos y antojos de Asmodeus.

—Si estimulas esta zona, con paciencia y mucho, mucho énfasis —siseó apretándole con cierta violencia el trasero al muchacho con su mano libre y éste soltó un grito ahogado—. Podrás darle más placer... con esto.

Tomó su propia erección entre sus dedos, retiró los que tenía dentro de su lacayo y apoyó ese grueso glande sobre esa zona, presionó lentamente mientras lo besaba y mordía en la nuca. Esa intromisión era tan lenta que podía ver como el cuerpo del humano absorbía y daba lugar a la dura y gruesa penetración entre sollozos.

Gemía y lloriqueaba, mientras frases incoherentes salían de su boca, pedía más y al mismo tiempo suplicaba piedad, movía su cadera hacia atrás e intentaba que el contacto fuese más y más profundo; del mismo modo que temblaba y se contraía espasmódico de placer.

Asmodeus comenzó a moverse, sujetándolo suavemente por el cuello e irguiendo ese delgado cuerpo que era profanado por él. Su cadera arremetió contra éste primero lento, para subir más y más de intensidad, sus pieles chocaban y los sonidos eran cada vez más obscenos.

Aunque todos a un metro de distancia estaban extasiados, gimiendo y sollozando por las orgías y actos sexuales que realizaban por su cuenta, lo que hacía Asmodeus opacaba todo lo demás, este chico no estaba bajo la influencia del don del demonio de la lujuria y aún así disfrutaba y se retorcía el doble que los demás. Era muy bueno en esto.

Pensar en darle tanto placer a Calliel me hizo respirar profundo y denotar cierta satisfacción en mi rostro.

Eso hizo a Asmodeus sonreír mientras seguía con su accionar y el cuerpo del chico se contrajo violentamente, el demonio no lo dejó encorvarse ya que lo tenía del cuello y en vez de eso continuó embistiendo, tomó su erección entre sus dedos y terminó viniendosé sobre su mano. Al hacerlo recorrió el pecho del humano, llenándolo de su propia esencia y clavando sutilmente sus uñas en él.

A esas alturas los gemidos y súplicas sé habían vuelto sollozos cargados de excitación y desenfreno. Sometido enteramente a la voluntad del demonio supremo del sexo.

Allí Asmodeus se corrió dentro del muchacho y creí que lo tiraría al suelo al acabar. Pero recordé que es muy tacaño con sus juguetes y solía cuidarlos mucho. En vez de eso lo giró suavemente en su dirección, viéndolo de frente y besando una última vez esos rojos e hinchados labios.

—Te deseo... —sollozó el humano y crucé mis piernas con cierto aburrimiento por haber estado sentado en una misma posición tanto tiempo.

—Son tan fascinantes. —Acarició su mejilla y le sonrió.

Volvió a chasquear sus dedos y el jovencito con ojos avellana se alejó, yendo hacia unos gigantescos almohadones en el suelo y descansando allí. Donde otros se acercaron y parecían lamer, besar y acariciar las zonas donde había estado Asmodeus.

Vinieron dos chicas y limpiaron cuidadosamente al demonio mientras éste acomodaba su ropa. Al finalizar con un mínimo gesto se alejaron de él y continuaron en sus propios asuntos indecentes.

—Entonces eso era... parece fácil —comenté—. Bien, dame ese aceite y estamos a mano. —Sus cejas de fruncieron y volvió a su forma habitual: con el cabello largo y negro, ojos azules como el oscuro océano, garras, comillos y piel extremadamente blanca a juego con la demoníaca belleza exorbitante que poseía.

—¿No que solo querías un consejo? Además, ni siquiera te masturbaste y tenía la esperanza de verte hacerlo, siento que falle como demonio de la lujuria —rió con pesadez—. O quizá tú eres un brígido sin deseo sexual y frío como el fondo del mar —bromeó y rodé los ojos.

No estaba muy lejos de la realidad, era muy difícil calentarme o que quisiera follar. Antes podía pasar décadas sin sexo y ahora al ver a Calliel siento diariamente incontrolables ganas de hacerlo con él.

Ese maldito colibrí estaba haciendo un caos conmigo.

—Una horda completa de creyentes con un maldito ángel guerrero como líder, eso fue lo que me cargué por ti, vamos que un consejo se queda corto en equivalencia —demandé y abrió sus ojos con falsa inocencia, como diciendo "oh, sí, puede ser"

—Mm, buen punto, ten tu aceite —sonreí e hice visible un contrato que un humano firmó conmigo—. Un alma... Una muy pura. —Sus ojos se encendieron.

—¿La quieres? Se esparció el rumor que yo aceptaba almas como pago y un chico bastante imbécil me ofreció la suya para que matara a un demonio que atormentaba a su familia. Fue fácil, la verdad acepté porque estaba aburrido, ahora debe tener unos ¿Quince años humanos? Te gustan los humanos extraños ¿No? Te lo daré.

—¿Dármelo? ¿Por qué harías eso? ¿Qué quieres a cambio? —preguntó desconfiado.

—Ahora, nada —sonreí—. Me gusta que me deban favores. —Noté que lo dudó y levantó su barbilla— El humano era rubio, cabello rizado, piel clara y algo bronceada por el sol, cuerpo delgado y trabajador, supongo que seguirá virgen porque parecía muy inexperto en la vida y manipulable...

—¡Joder! ¡Lo quiero! —Tomó el contrato y lo llevó a su pecho.

—Es tuyo —manifesté y al instante las letras doradas del contrato se volvieron azules.

Esa alma era de él ahora.

No entiendo por qué los demonios son tan felices al adquirir almas humanas, son solo una carga sin sentido. Aunque me hago una idea, da como cierto estatus cuantos ingenuos te hayan dado sus almas por voluntad, algunos se las comen, otros los torturan por el resto de la eternidad, trafican, venden, exhiben como trofeos, esclavizan, unos pocos simplemente se las quedan o juegan con ellos, como Asmodeus.

Ser un demonio a veces es bastante solitario, algunos recurren a las almas humanas para no abrumarse con el vacío. La del niño de recién, por ejemplo, era pura y cálida, pocas veces se consigue una así.

—Puedo sentir lo sano y lindo que es... —dijo respirando hondo y mostrando sus dientes.

Por mi parte no es algo que me interese, los humanos no me interesan, sean buenos o no; pero el caos que les provoco sí me entretiene en esta larga vida. Volver un desastre la vida de los humanos, ángeles y demonios que se acerquen a mí, es tan gratificante.

Recuerdo cuando provoqué una gran guerra, los demonios sedientos se amontonaban para ganar las almas que pudiesen. Uno no puede obtener un alma si el contratante no esta de acuerdo, todo lo que no sea nuestro va al cielo. En otras palabras: o ganamos nosotros o ganan los ángeles.

Algunos nos ven como los villanos, pero solo somos uno de los bandos que pelean por quedarse con más humanos. Por dominar y ganar.

O eso creía. Con el tiempo dejó de importarme, en realidad nunca tuve un propósito claro más que la destrucción, así que esa es mi motivación general hasta ahora.

La desesperación y desesperanza vuelven insensatos a los humanos y buscan ayuda donde sea, incluso en falsas esperanzas dadas por demonios de última categoría, carroñeros que van donde haya peste, hambruna y desolación, en busca de almas aterradas por la muerte.

—¿Y cómo es ese adornado jovencito al que quieres darle placer? —inquirió devolviéndome de mis cavilaciones.

—Perfecto —respondí al instante, sin dudar ni vacilar.

La curiosidad era tanta en él que directamente me levanté y dirigí a la puerta, para evitar el molesto repertorio de preguntas que se avecinaban. Llegué a la entrada y miré sobre mi hombro, mis ojos se encontraron con los suyos y todo su cuerpo cambió.

Utilizó sus habilidades para descubrir mi mayor deseo: su cabello se volvió gris como sus ojos, su cuerpo se estilizó y amoladó adecuadamente y de su espalda crecieron cuatro blancas y hermosas alas.

Eso lo dejó estático y en estado de shock viendo hacia la nada en mi dirección. Notó en lo que se había transformado y contuvo el aire mientras llevaba una mano a su pecho. Mismo pecho que el de Calliel, físicamente se veía exactamente como él, pero con aura, esencia y mirada definitivamente desigual a la de mi ángel.

—¿Qué demonios has hecho, Belial? —escupió incriminatorio.

Levanté mi dedo y lo apoyé sobre mis labios, en señal de silencio.

—Recuerda mis palabras, amigo: tú hablas de esto con alguien y lo siguiente que pasará, será que uno de los dos no volverá a emitir palabra alguna por toda la eternidad.

—Lo que planeas hacer va en contra de todo lo existente. Es lo más antinatural que he visto jamás... —sonrió.

—A ti te gustan las aberraciones, aunque no estoy seguro si tan extremas como esta —contesté casi riendo.

—Nunca mueras, amigo mío, le traes mucha emoción a esta hermosa vida de mierda. En serio, mantente vivo. —Todavía consternado sonrió de manera cínica—. Estaré al tanto de tu historia, será interesante.

—Maldito enfermo —sonreí y salí del lugar levantando la mano como saludo.

Siento que me fui de casa hace siglos y solo habían pasado unas horas. Al llegar encontré al pequeño y dulce ángel en una silla, dormido con la parte superior del cuerpo sobre la mesa.

A su alrededor había una sopa con verduras mal cortadas, dos vasos con agua y flores. Las malditas flores crecen cada vez más, hasta dentro de la casa ¿Este chico es un maldito ángel floral o qué diablos? Quizá por sus dones curativos o quién sabrá.

Miré sus manos y tenían leves cortes, seguro se durmió antes de siquiera curarse.

Lo tomé entre mis brazos e iba a llevarlo a la cama, pero se aferró a mí y no parecía con ganas de soltarme. Me senté con él en mi regazo y comencé a comer esa fría y mal cocida sopa, con verduras duras.

«Pero por alguna maldita razón, sabe delicioso» pensé mientras leves soniditos salían de sus labios en mi pecho y sus manos no se separaban ni un milímetro de mi piel.

Sin duda esta era la relación más antinatural de la historia, pero yo no iba a darle fin a algo que ni siquiera había iniciado, aún, y tampoco permitiría que nadie se interpusiera entre nosotros.

Guié mi vista hacia su holgada camiseta al tener los tres botones superiores desabrochados me dejaba ver uno de sus apetecibles pezones y relamí mis labios.

Movió una de sus alas dormido y cayó un poco de cabello en ese malditamente perfecto rostro.

—Y ahora que sé cómo acercarme adecuadamente a tu cuerpo, nada me impide enseñarte adecuadamente sobre el sexo —susurré acomodando  su cabello hacia atrás, exponiendo aus facciones a mí y tocando esa suave mejilla.

Cσɳƚιɳυαɾά...

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