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Δᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ˢᵉᶤˢΔ

ᴸᵃ ᵐᵉʲᵒʳ ᶠᵒʳᵐᵃ ᵈᵉ ᵉˣᵖˡᶤᶜᵃʳ ˢᵒᵇʳᵉ ᵉˡ ˢᵉˣᵒ˒
ᵉˢ ᵖʳᵃᶜᵗᶤᶜᵃ́ᶰᵈᵒˡᵒˑ

ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ˢᵉᶤˢ: ᕮᖇOTISᗰO


Pᴏᴠ Bᴇʟɪᴀʟ

Esa fue la señal que necesitaba para arremeter nuevamente contra esos deliciosos labios, invadiendo con mi lengua esa húmeda y placentera cavidad.

Sus gemidos entre besos eran gradualmente más sonoros, mientras Calliel parecía experimentar una explosión de sensaciones y emociones en su interior, que eran evidentes por cómo temblaba, jadeaba, ardía y sudaba levemente.

Los movimientos que realizaba cada vez se sentían más carnales y erráticos, quería tomarlo, tan sensible e indefenso, iluso y erótico. Terminé arrebatándole la camiseta sin que pudiese objetar y admirando esos pequeños pezones en su pecho.

Mis insinuaciones dejaron de ser sutiles y con una de mis piernas abrí las suyas, presionando su virilidad contra la mía y oyéndolo gemir, aferrado a mi pecho con ambas manos.

Mientras tanto mis manos se posicionaron a cada lado de su trasero y sin mucha dificultad hice que esas temblorosas piernas rodearan mi cuerpo, moviendo el mío al compás de cada beso, simulando leves embestidas y apoderándome de su voluntad, parecía desvanecerse y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Esta vez me fascinaron, provocarle lágrimas de placer y excitación como para que llorase fue una delicia, haciendo palpitar mi ya fuerte erección.

Acaricié con dureza la parte trasera del pequeño ángel, empujándolo más y más contra mí, al borde de mi raciocinio y pensando seriamente en destrozar su ropa para poder sentirlo completamente.

—¿Qué e-es esto? ah... —Mis doradas pupilas se dilataron y trabé la quijada, extasiado.

—El regalo de la humanidad —geuñí en su oído y mordí su cuello, raspando con mis dientes escasos milímetros en su piel y saboreando su sangre sin querer.

—¡Belial, p-para! —Se asustó y sentí la cadena en mi cuello, detenido mis músculos en el acto.

No me había dado cuenta en qué momento me dejé llevar e hice un contrato verbal con Calliel, juré obedecer su voz, pero parecía que él no lo había notado por la manera temerosa que me miraba.

Me tranquilicé y lamí lentamente el lugar donde anteriormente se clavaron mis colmillos, mientras examinaba su absorta expresión llena de incertidumbre y ansias.

—No quería dañarte —susurré, distinguiendo su pulso y respiración por su delgado cuello—, mucho menos comerte. —Besé su barbilla hasta llegar a sus labios y tomé su rostro con mis manos— Pero admito que incluso yo me sorprendí de mi propia posesividad. De alguna forma, inconcientemente, quise marcarte como mío —advertí y abochornado apartó la vista.

Miró mis labios, luego mis ojos y volvió a bajar la mirada.

—Creí que ya era tuyo —confesó y no solo sentí una punzada en mi miembro, sino también en mi corazón, casi me dejó sin aire.

—¿Qué? —Hablé solo para hacer tiempo y calmarme, sino iba a poseerlo de una u otra forma.

—Porque me tienes aquí, donde no me permites marcharme e incluso planeas venderme ¿No me hace eso de tu propiedad? —preguntó agitado, casi triste al admitirlo y mi presión bajó.

Respiré hondo y solté sus piernas, bajándolo con cuidado de mí. Miré a un costado y fruncí mis cejas.

No había dicho nada incorrecto, así era al inicio, pero ahora no quería que fuese mío solo por eso. No era ese tipo de pertenencia la que imaginé cuando dijo "Creí que era tuyo" y me frustró que no fuese ese el caso.

Las circunstancias al conocernos y ahora, meses después, eran completamente diferentes. Para mí lo eran. Jodidamente no quería deshacerme de él o dejarlo ir lejos. Pero Calliel quería ser libre, entonces ¿Qué podía hacer? Lastimarlo o causarle tristeza sonaba peor que perderlo.

Me miró con la misma inocencia y amabilidad que de costumbre, pero esta vez cubierta de una deslumbrante timidez a causa de mis caricias recientes, pidiéndome de forma implícita que fuese bueno con él.

—Te enseñaré cosas sobre los demonios —comenté y nuevamente lo acorralé, pero esta vez contra la mesa—, de este mundo y las maravillas que anhelas saber. Luego de eso, cuando no tenga más que contarte, podrás irte y no serás... de mi propiedad. —Le ofrecí esa opción y se vio confundido.

No solo por la poca distancia y que todavía estuviesemos excitados, sino por la oferta en sí.

—¿Por qué? —inquirió con cierta ilusión esperando una respuesta.

—No lo sé —confesé—. Aprovecharía esta oportunidad si fuese tú, porque no se repetirá —advertí y con dos de mis dedos levanté su barbilla.

—E-Esta bien. —Sonrió brevemente y sentí la necesidad de besarlo.

Incliné mi cuerpo al suyo y saboreé esos preciosos y dulces labios una vez más, deleitándome con los sonidos obscenos que emitía mi pequeño ángel cautivo.

Si iba a ser mío poco tiempo, debía aprovecharlo, disfrutarlo lo más que pudiese.

Con una de mis manos acaricié su vientre, para luego bajar todavía más y colar mis dedos por debajo de su pantalón, oyéndolo gemir alterado.

—B-Belial, eso no es bueno, no lo es —afirmó lagrimeando y me enterneció su reacción.

—¿Por qué dices eso? —cuestioné con sorna, tomando su erección entre mis dedos y moviéndolos de arriba abajo con calma.

—¡Ah, ahm... —Mordió sus labios y su cuerpo se contrajo, podía oír la velocidad de su corazón frenético, la ansiedad en sus jadeos y cierto deseo oculto en su mirada suplicante.

—Lo disfrutas, ¿No es así? —Mi voz salió de mi garganta consumida y prácticamente amenazante, estaba enloqueciendo por ese delicado ángel que se retorcía entre mis manos.

Lo giré sutilmente, dejando sus manos apoyadas en la mesa y tomando su cadera elevé su trasero hacia mí. Lo miré y relamí mis labios, ansioso. Era perfecto. Todo en Calliel era perfecto.

Bajé por completo su prenda y juntó ambas piernas por impulso, me incliné hasta su cuello y lo besé, acercándome cautelosamente hasta su oreja.

—Abre tus piernas, ahora mismo —ordené con paciencia, gozando cuando sumisamente obedecía mi mandato y viendo mi propia erección crecer en su totalidad.

Liberé mi miembro de la tela que lo cubría y lo alineé con su pequeña entrada, viéndolo dar un leve brinco cuando sintió el calor de mi contacto en esa parte tan íntima de él.

—¿Q-Qué haces? ¿Por qué? N-No entrará ahí, no puede estar bien... —Parecía aterrorizado mientras yo observaba atentamente su reacción, sorprendido.

—Se valiente, pequeño pajarito, terminará gustándote. —Tomé su hombro y mi mente estaba en llamas, quería adueñarme de él, tomarlo ahí mismo y oírlo gemir mi nombre otra vez.

—Esta bien... —Su respuesta me hizo fruncir el ceño.

Todo su cuerpo estaba tenso, sus hombros contraidos y me miró en completo pánico sobre su hombro porque cuando ejercía precisión, por más leve que fuese, parecía dolerle realmente.

«¿Sabrá que hicimos un contrato y por eso no intenta detenerme con todas sus fuerzas? Tal vez no es tan despistado como parece

—¿Por qué no te quejas? —pregunté con la voz ronca— ¿No tienes miedo a que continúe?

Se levantó tiritante sobre sus pequeñas manos apoyadas en la mesa y sonrió ingenuamente.

—D-Dijiste... —«Lo supuse, sabe que hicimos un contrato»— Dijiste que no volverías a lastimarme. —Quedé petrificado ante su frase— Creo en ti, no r-rompes promesas ¿Verdad, Belial?

Tenía una mano en su hombro y la otra sobre su cadera, con su redondeado y apetecible trasero en mi dirección y mi miembro a solo un movimiento de penetrarlo. Únicamente necesitaba tomar con firmeza su hombro y abrirme paso dentro de él.

Pero no lo hice, jamás lo haría, no a Calliel. Era tan puro y casto que me incitaba a meterme con él, pero no a dañarlo. Hasta me arriesgaría a decir que verlo sonreír era mejor que cualquier catástrofe que pudiesen presenciar mis ojos. Y esto que pensaba hacer seguro desgarraría su cuerpo.

Ahora que lo razonaba bien, ¿Qué tan diferentes eran los cuerpos de los demonios y los ángeles? Nunca tuve sexo con humanos y mucho menos con un ángel. Había muchas probabilidades de que lo lastimase y esa idea me obligó a detenerme.

Apoyé mi frente en su espalda, justo sobre sus hermosas alas blancas. Respiré hondo y noté cómo curvaba su espalda por la sorpresa, presionando todavía más su trasero en mi erección.

Mi piel se erizó y comencé a estimularlo por delante mientras hacía lo mismo conmigo, si no bajaba esta excitación terminaría perdiendo la cabeza definitivamente.

—¿Se siente bien? —dije con arrogancia, casi perdido por completo en el éxtasis.

—E-Es... No lo sé nhm... Ahí se siente i- increíble. Ahh... Mmm... —Apretó sus ojos cuando aumenté la velocidad en mi vaivén y sentí que también estaba por llegar al límite, haciéndome sonreír altanero.

—Y se pondrá mejor —mamifesté con lujuria, tomando su cuerpo por sus brazos y retomando la posición inicial, con él de pie frente a mí, viéndome directamente a los ojos.

Bajé una mano hasta su entrepierna y se contrajo cuando la intromisión ajena tocó esa parte de su cuerpo nuevamente. Me miró hacia arriba mientras lágrimas rodaban sus rojas mejillas y su pecho subía y bajaba agitado. Guié sus pequeñas manos a mi miembro y quedó gélido, sin saber qué hacer.

—Imítame —demandé y tragó con dificultad.

Retomé mi estimulación en Calliel y con mucha timidez intentó hacer lo mismo, dejándose hacer por mis manos, gozando mi tacto. Mientras tanto yo no podía contener varios jadeos de placer y la forma en la que mi mandíbula se contraía, mostrando sutilmente mis colmillos y de esa manera mi rostro delataba la satisfacción que me provocaba.

Al parecer lo notó, porque abrió con asombro sus ojos grises casi blancos y poniéndose de puntitas de pie, besó inocentemente mis labios. Cerrando con fuerza sus párpados y encogiendo sus  hombros.

La vergüenza, nerviosismo e incertidumbre en Calliel eran obvias en el tiritar de sus piernas y el temblor en sus manos mientras le daban atención a mi miembro.

Llevé mi palma desde su cintura hasta su nuca, donde lo acerqué a mí y besé apropiadamente, rozando mi lengua intensamente con la suya, su respiración se mezclaba con la mía y uno de sus brazos subió hasta mi cuello y acarició mi piel, como si también deseara estar más cerca. Más piel. Menos ropa. Solo él y yo.

—B-Belial —sollozó y su rozada erección vibró, igual que sus piernas comenzaron a fallarle—. Por favor... —gimió entre mis labios y le mordí el inferior, para luego sentarlo sobre la mesa a sus espaldas.

—Tranquilo, te aliviaré, Calliel —afirmé entre besos cargados de deseo y no hizo falta aumentar mis caricias en su pene, ya que ahí mismo se corrió.

Estaba tan agitado y jadeante que cierta culpa me invadió, yo mejor había aprovechándome de esa criatura tan singular y casta.

Levantó su rostro hacia el mío, con una aniñada sonrisa de satisfacción cerró sus ojos y habló.

—Dijiste mi nombre, suena tan lindo cuando tú lo pronuncias —musitó a pocos centímetros—. Por favor, dilo una vez más —susurró deseoso y una fuerte corriente contrajo la parte baja de mi cuerpo.

Me vine sin esfuerzo alguno sobre él, besando una vez más esa pura y caliente boca. Esto era nuevo para mí, no era alguien fácil de excitar, solo me interesaba el caos.

¿Cómo pude caer por un simple ángel sobreprotegido como éste? Maldigo los sentimientos humanos, pero debía admitir que eran sorprendentes, jamás sentí algo así.

Al terminar ambos estamos disfrutando esa sensación de liberación tan particular después de venirnos. Tomé su pantalón del suelo y lo limpié con él ¿Por qué yo, un imponente demonio poderoso como el maldito infierno, estaba limpiando a un ángel? Ni idea. A lo que Calliel se dejó con gusto y parecía extrañamente alegre.

—Pensé que estarías más ¿Cohibido? —Me burle y ladeó su rostro como un pajarito confundido.

—E-Es algo un poco vergonzoso. —Cubrió su entrepierna— Y mi corazón parece que va a sufrir si experimenta cosas tan fuertes seguido... —Se puso de pie, colocándose la camiseta y ahora cubierto únicamente por esta.

Si quería excitarme de nuevo lo estaba consiguiendo, aunque dudo que así fuese, es demasiado angelical para siquiera pensar en provocarme. Simplemente le sale de manera natural.

—Pero —continuó mientras yo terminaba de limpiarme y acomodar mi ropa—, estoy muy feliz por haber tenido sexo contigo —finalizó con una posición de ganador y su cabecita en alto.

Aguarden un momento... ¿Qué diablos? ¿Cree que eso fue tener sexo?

—Oye... Eso fue... —Me interrumpió extasiado.

—¡Fue increíble! —Se acercó a mí y tomó mis manos, descaradamente— Eres el mejor en esto, sin duda debes ser el demonio d-del... ¿Cómo se dice? Del regalo de los humanos, las relaciones sexuales —divagó de forma errada y no pude detenerlo.

¿Qué carajo iba a hacer con esta criaturita tan diferente al resto?

—Hey, bajale, eso ni siquiera contó como... —Sus grisaseos orbes se clavaron en los míos y estaba tan feliz que no pude contradecirlo—. Al diablo, claro, bienvenido al mundo del sexo. —Acaricié su cabello y cerró sus ojos con tranquilidad.

Bueno, digamos que fue sexo sin penetración, así él estaría feliz y no esta muy lejos de la verdad.

—¿También te gustó tanto como a mí? —Cuestionó ingenuamente.

Este pequeño va a mandarme al último infierno de un derrame si sigue diciendo cosas sin pensar.

Sentí cómo una erección quería surgir otra vez y respiré hondo. No soy un demonio del tipo lujurioso, no podía serle tan fácil excitarme así, hasta me parecía injusto, sin ni un poco de esfuerzo me tenía pensando escenarios eróticos y perversos con él.

«Cálmate, maldición, no puedo hacerlo así como así o me odiará» reaccioné dándome cuenta de la realidad: no quería ser odiado por Calliel.

Al regresar la vista a su cara recordé que esperaba una respuesta de mi parte y acaricié su cabello.

«¿Por qué antes no hacía estas cosas? Si se siente muy bien cada vez que hace esa expresión de gozo y Calliel no huía de mi contacto.»

—Claro. Fue muy bueno. —desbordaba alegría y de nuevo esa sensación de serenidad me invadió— ¿Por qué no estás atormentado por el pecado? Creí que los ángeles eran los más culposos.

El desconcierto se formó en su cara.

—Esto no es un pecado, hablan mucho sobre las reglas para los que deciden bajar a la tierra en misiones divinas y decía claramente ninguna relación física o emocional de índole romántico o sexual con humanos, pero no eres humano —confesó con una noble sonrisa y casi comienzo a reír.

«Ni siquiera arriba fueron tan extremos como para imaginar que un ángel y un demonio llegarían a estar en una situación como esta, las reglas no deben mencionarlo porque era un hecho que jamás pasaría, pequeño e inocente colibrí. Éste debe ser un muy grande pecado» Aunque obviamente no le diré aquello, se preocuparía innecesariamente y quizá no quiera volver a verme.

—Sabes, hay muchas formas de tener sexo, esta es solo una. —Definitivamente quería saber qué diría a esto.

Pareció atónito, segundos después asintió entusiasta y sonrojado.

—¿Quieres que te enseñe las demás, más adelante, pichón? —inquirí con cierta arrogancia.

Podría decir que lo haría de todos modos independiente de su respuesta, pero no era así. Malditamente odiaría herirlo.

—Sí quiero. —Me regaló una sonrisa y sin notarlo le devolví el gesto, viendo cómo se ponía serio de repente— Belial...

—¿Ahora qué quieres? —cuestioné con falso cansancio.

—Cuando sonríes así eres hermoso, verdaderamente hermoso. —Un fuerte escalofrío recorrió mi columna y se plantó en mi rostro.

Cubrí su cara con una mano y la mía con la otra. Me tomó desprevenido, maldito ángel del infierno, creí que iba a detenerse mi corazón, hacía siglos no me sentí tan cerca de la muerte.

—Auch, auh, mi cara —gimoteó y lo empujé.

—Vete a hacer algo lejos de mí —dije sin más.

—¿P-Por qué? ¿Te hice enojar? —Su voz sonó dolida y cubrí mi cara con mis alas.

—No. —«Es solo que no creo poder resistir mucho si vuelves a decir algo como eso mientras pones esa expresión deslumbrante.»— No quiero que holgazaneés, de todos modos debo salir ahora.

—Oh... Es... Bien. —Su mirada decayó.

—Si te sientes solo puedes invitar a los niños a jugar contigo dentro de la casa, solo por hoy.  Y nadie más que los niños. —Se vio emocionando y asintió.

—Tomaré un baño e iré a... —Lo tomé del brazo y acerqué a mí.

—No. Hoy no quiero que lo hagas. —Al respirar hondo podía sentir mi esencia impregnada en Calliel y fue cautivante.

—¿Es una costumbre luego de tener sexo? —inquirió.

—Hueles a mí, como si realmente fueses mío, aunque no sea cierto, quiero disfrutarlo un poco —articulé a milímetros de sus labios y enrojeció.

Cuando se dio cuenta de ello parecía dejarse envolver por el pudor y sus alas lo intentaban cubrir.

—N-No lo había notado... —Abrió sus ojos de par en par, se acercó a mi cuello y luego de respirar hondo se decepcionó— Tú no... no hueles a mí. —Se separó un poco e hizo pequeños círculos con su dedo sobre su ala derecha— Esta bien, buscaré ropa e iré a buscar a los niños, casi siempre estan jugando cerca del río.

¿Qué fue esa mirada?

—Podrá ser que... ¿Estás enfadado porque no tengo tu aroma impregnado en la piel? —Su rostro observó en mi dirección con una evidente molestia, vergüenza y se sintió expuesto.

Frunció sus labios y me dio la espalda orgullosamente yendo a la habitación.

«Joder, no deja de sorprenderme» pensé pasando una mano por mi frente y seguido acomodando mi cabello hacia atrás.

Respiré profundo y podía percibir la calidez y aura del ángel en todo el lugar, que antes de su llegada reinaba una penumbra sombría y oscura como mi presencia. Sin contar su apetecible olor en cada rincón, similar a canela y vainilla, pero no creo que los ángeles tengan el olfato como nosotros los demonios. Claro que no le diré eso, no necesita saber cuan jodido estoy por él y que noto cada detalle.

—Belial... —Lo oí antes de partir y miré sobre mi hombro— Te esperaré.

Sonreí de lado mientras expandía mis grandes alas, yendo hacia una zona bastante concurrida y mundana en el norte de este reino. Descendí en el bosque y me camuflé, para caminar hasta un sofisticado pero simple lugar con una puerta color rojo.

Directamente entré, sin siquiera tocar y al hacerlo mis fosas nasales se inundaron de hormonas, olor a feromonas y sexo por doquier. Había lugares donde simples cortinas separaban a tríos de personas fornicando.

Caminé más, hastiado, maldito olor a humanos, solo en Calliel queda bien. No soporto esta cantidad de gente en un mismo sitio completamente periodos en el deseo carnal. Peor que animales en celo.

Llegué a la última sala del enorme complejo y allí estaba a quién buscaba: Asmodeus rodeado de humanos penetrándose, besándolo, gimiendo para él y sus ojos inyectados de obscenidad.

Quité bruscamente a dos mujeres que estaban sentadas en una silla y la llevé frente a él, el cual me miró por el rabillo de sus ojos azules como la profundidad del océano.

—Oh por Dios —ironizó cruzándose de piernas en su sitio—. No puedo procesar lo que veo —siseó sin dejar de acariciar los pechos de una mujer que besaba su cuello, mientras un hombre la montaba desenfrenadamente.

—Me debes un favor, ¿recuerdas? —Sonreí perversamente— Hoy vas a pagármelo, Asmodeus —afirmé y levantó su fina y armoniosa barbilla en mi dirección.

Cσɳƚιɳυαɾά...

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