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15

LUCY

Es doloroso ver la verdad. El sonido de mis pasos en la calle lluviosa, cerca de los escondidos callejones oscuros de Busan, me encuentro yo misma caminando lento y sin rumbo. Dudo mucho en llegar con Millie, mentirle que fue un día normal y perfecto en el restaurante cuando en realidad no fue así. No fue cómodo, mucho menos después de todos los pensamientos que han estado cruzando por mi cabeza.

Es de tarde y hace frío, las cinco de la tarde para ser exacta. El abrigo que siempre llevo puesto se moja con la llovizna tranquila de la tarde. El cielo azul y gris al mismo tiempo, creando un ambiente oscuro y perfecto para el estado de ánimo que ahora tenía. Verlo ahí, en la estación del metro, eso ocurrió hace dos semanas y no puedo quitarme de la cabeza la horrible sensación se nuestras miradas. Ese día, parecíamos dos completos desconocidos que solo se miraron y ya

Dos desconocidos que no sabían nada del uno al otro. Solo una simple mirada. Como si nunca me hubiera tomado de la mano o me hubiera cargado en sus brazos el día que me defendió del ataque de la supuesta mujer a la que tengo que llamar "madre". Siete meses sin su presencia es extraño, estuve acostumbrada a que, en cualquier lugar donde yo ponga un pie, el también estaría ahí detrás de mí espalda, manteniéndose cerca por más incomoda que sea su presencia, y más ahora, cuando tengo la certeza de que solo quiere matarme y es todo.

Los pensamientos de mi cabeza se nublan y solo me quedo de pie en medio de la calle...

—Necesito hablar con usted señorita Lucy.

Esa voz.

No tengo tiempo para darme la vuelta y verlo a los ojos. En tan solo segundos, me toma del brazo con fuerza, su gran palma abarcando mi delicada piel, y tirando de mi cuerpo a un callejón oscuro y alejado de los edificios principales en dónde Millie vivía.

Escuchar su voz después de tanto tiempo, hace que mi estómago se contraiga no solo del dolor. Si no también por el recuerdo del llanto y decepción que me llevé esa noche, una perspectiva completamente diferente a la que yo había conocido en tan solo, días, semanas, y pocos meses que conviví. Me tira tan fuerte que, cuando estamos en el callejón, me pone contra la pared para mantenerme encerrada y sin salida, su postura firme y enorme frente a la mía que solo era débil y temblorosa en ese preciso instante.

—¿Por qué les creyó? —me lo pregunta tan directo, entre dientes apretados y los nudillos de sus puños en blanco —. ¿Por qué creyó esa mentira? ¿Por qué salió corriendo aquella noche cuando pudo esperarme para aclarar todo?

Su pregunta me hizo bajar la mirada al suelo con pena y vergüenza. Tragando saliva y al borde de las lágrimas por todo lo que ha sucedido en tan poco tiempo. No pude evitar soltar la primera lágrima y dejar que se deslizara por mi mejilla.

—Por favor dígame qué le dijer...

—¡Él me dijo que querías matarme! —respondo con un grito doloroso, mi garganta temblante y seca —. ¡Me lo dijo todo! ¡Me dijo que querías hacerme daño y que solo me llevaste a esa cena para humillarme y burlarte de mí! ¡¿Sí querías matarme desde un principio por qué no lo hiciste aquella vez que jugamos a la ruleta rusa?! ¡Habrías cumplido con tu misión!

—¡Yo no planeo matarla señorita Lucy! —me devuelve el grito de la misma forma, mucho más fuerte de lo que creí —. ¡Créame que no tengo planeado hacerle daño y mucho menos después de todo lo que he hecho con tal de que usted esté bien! ¡Mierda! ¡¿Acaso no lo ve?! ¡Creyó en la palabra de todos menos en la mía!

—¡¿Y que explicación me vas a dar?! ¡¿La misma de siempre?! ¡¿Qué seguramente ellos hicieron eso solo por coraje y poca vergüenza, eh?! —mi mano se estampa contra el cuello de su camisa y lo acerco, mi rostro rozando contra él suyo —. No tienes ni una idea de las cantidades de noches que he llorado, y todo por un mentiroso como tú...

—Tiene que creerme, no pudo jurar ni por mí ni por nadie. ¡No quiero matarla! ¡¿Qué más tengo que hacer para que me perdone y se de cuenta que mi plan no es eso?! —sus ojos se abren con desesperación, la ansiedad que tanto lo carcomía desde entonces —. ¡¿Ponerme de rodillas?! ¡Puedo hacerlo! ¡Puedo ensuciar mis putas rodillas para que usted compruebe que no estoy diciendo mentiras!

Su gran mano, toma una de las mías, de un momento a otro ya está hincado ante mí, dejando un beso en el dorso de mi mano sin importarle la cantidad inmensa de lágrimas que mis ojos estén derramando ahora mismo por su poca muestra de sinceridad.

Era un rey de los engaños. Siempre lo fue, y de eso yo siempre estuve consciente y nunca quise creerlo. Está humillándose conmigo, hincado frente a mí buscando el perdón en mis ojos.

—Señorita Lucy... —susurra contra el dorso de mi mano —. ¿Usted cree que yo sería capaz de hacerle daño? El tiempo que estuvo escondida conmigo en mi propiedad de la isla, le demostré que no puedo rasguñarla, mucho menos tocarla sin su consentimiento. Le demostré que puedo ser un monstruo con todos, menos con usted, ¿Y usted va a creer las mentiras de un tipo?! ¡¿Para qué?! ¡¿Para que esté de nuevo con Jun-ho como refugio?! ¡¿Para eso quiere a Jun-ho, no?! ¿Solo para tomarlo como refugio y volver a depender emocionalmente de él?

Me dolió tanto que pegó algo profundo en mí.
No solo tengo mensajes lindos de Jun-ho todos los días. No solo lo miro sonreír cuando entra a la estación de policía o pone parquímetros en las calles por cualquier cosa ilegal que se haga en el tránsito. Lo peor, y lo más grotesco, es que ahora mis sentimientos están mezclados, no sé a quien amo.

No sé a quien aprecio.
El reclutador saca una parte de mi que siempre tuve escondida. Una que se siente libre y ríe sin importar cuan mal haga las cosas.
Y por la parte de Jun-ho, me siento tranquila y aliviada. Una perspectiva en dónde solo me preocupa llegar temprano al trabajo.

—No lo quiero para eso, cállate, no sabes lo que dices...

—Lo quiere para eso señorita Lucy. Lo he notado esto sietes meses que la he seguido. Porque no he parado de seguirla, no hasta que tenga la oportunidad de demostrarle que usted, es mía, y de nadie más.

—Y si quieres demostrarme eso... ¿Por qué quieres matarme? —murmuro con decepción una vez más, frunciendo el ceño y las gotas de maquillaje corrido cayendo en mis pómulos —. ¿Tienes idea de cómo me sentí? Salí corriendo porque ese idiota de la máscara de venado quiso no solo advertirme de tu juego, sino que también trató de tocarme y no estuviste ahí para quitármelo de encima.

—Si estuve señorita Lucy...

—No, no estuviste ahí...

—Por supuesto que ahí estaba.

—¡No! No estabas ahí..

—¡Trataron de matarme! —confiesa con un profundo grito que quiebra sus cuerdas vocales con ardor —. ¡No pude defenderte porque la señora Diana me apuñaló el hombro derecho!

Mis ojos se abren, y por fin alzo la mirada con la poca valentía pisoteada que me queda. Me está mirando fijamente, puedo verlo temblar y desesperado por darme una explicación, porque yo le creyera.

Nunca había visto una mirada así de sensible y rota por su parte. Siempre me acostumbré a verlo actuar como alguien dominante y fuerte, claro, no lloraba y tampoco mostraba signos de querer quebrarse en ese momento. Él, era mucho más fuerte que yo, sabía manejar emociones, como controlarlas y tener la situación en sus manos.

Pero la imagen de él, sangrando en el baño solo sin siquiera poder levantarse del piso por querer tratar de defenderme del VIP, quién ya me había estado humillando al otro lado de l pared. Me rompió el corazón, lo acepto, el temblor que tengo ahora no es por miedo, es por preocupación, y por temor a que esa situación fuera grave.

—No entiendo... ¿Cómo que trataron de matarte? —mi susurro sale débil de mi garganta, con mucho dolor para expresar —. ¿Que te hicieron? Hubieras gritado y tal vez...

—No, señorita Lucy —su voz es fría, mantiene las manos en su cintura y mira fijo al piso, sin atreverse a verme —. En cuanto entré al baño supe que algo malo pasaría esta noche. Escuché sus pasos en el pasillo, y tenía pensando en marcharnos en ese instante para protegerla y mantenerla segura, pero no me dí cuenta que una tipa tan loca como la señora Diana estuviera en los cubículos del baño de hombres. Me llegó por la espalda, traté de detenerla y quitarle el cuchillo en mano, pero no pude... Solo sentí que me lo clavó en el hombre, y como una torpe salió corriendo para avisarle al hombre de máscara de venado que entrara al baño y te hiciera daño.

Me siento culpable ahora mismo.
Prácticamente, estuvo a punto de morir por mi culpa, por querer compensar una pelea con Diana cuando la única solución era no hacerle caso. La odio, quiero matarla, quiero hacerle daño, quiero hacerle pagar por lo que le hizo. Quiero matar a ese hombre de máscara de venado con mis propias manos y hacerme creer algo que es mentira.

—Me desperté, sin usted señorita, sin saber dónde estaba, uno de los guardias rosas me saturó la herida y no fue profunda —niega con la cabeza, claramente molesto por tener que contar esta terrible experiencia ahora —, pero no podía dejar de repetirme en la cabeza donde estaba usted, y cuando por fin la encuentro, la veo con ese idiota que...

—Perdón —lo disculpo por fin, esta vez con un grito ahogado.

—¿Qué?

—Perdóname... Fue mi culpa, por mi culpa casi te matan, casi arruino la cena con los VIP y solo llevé problemas a ese lugar, perdón...

Su mano ahueca mi cabeza y por fin entierro mi rostro en su grande pecho, el cual utilizo como almohada para derramar las lágrimas por toda la culpa que llevo guardada desde hace meses.

Es la primera vez que me abraza.
Esta es la primera vez que él me abraza, que yo misma permito que me toque y pueda sentirme en sus brazos. Pero él sentimiento de matarlos, de querer manchar mis manos con sangre una vez más llega a mi cabeza, no puedo controlarlo, estoy llorando por coraje y no por tristeza.

—No es su culpa señorita Lucy... Fue la mía por llevarla a un lugar donde solo hay tipos enfermos de la cabeza.

—Pero por mi culpa te acuchillaron... Tal vez si no hubiera peleado con Diana no habrías estado a punto de morir por mi culpa.

—Solo fue un ataque por el hombro. Hizo bien en defenderse de diana, señorita Lucy, tiene todo el derecho de decirle a esa tipa loca sus verdades...

En medio de las lágrimas y el odio contra esas dos personas, alejo mi rostro de su pecho y le doy una sonrisa triste. ¿Por qué lo extrañé? Me da algo de rareza aceptarlo, pero la verdad es que su tacto seguro y también su gran cuerpo abarcando al mío era una sensación que ni con palabras puedo superar.

Él me devuelve la sonrisa, acercando su mano y acariciando con mis dedos el pómulo sonrojado y manchado por el rimel que se me ha corrido con las lágrimas de distintas emociones. Sí que estoy enojada, pero con él se olvida todo tipo de emociones negativas. Me acaricia con el pulgar
el pómulo, mirando con extrañeza mi cabello.

—Le ha crecido mucho el cabello, señorita Lucy... —susurra contra mi frente.

—Esperaba que tú me lo dijeras.

No pasó un segundo, tampoco un segundo, pues siento al sensación de sus labios estampándose contra los míos en un suave golpe. No me quejo, mis manos suben y rodean su cuello con suavidad, mi lengua enfrentándose a la suya en una guerra húmeda y mojada, el sonido de nuestros labios uniéndose en el callejón y la oscuridad más grande con cada segundo y minuto que paso pegada a su cuerpo.

Mis ojos se mantienen cerrados y solo siento su boca luchar con la mía, su respiración es rápida. El pecho le sube y le baja al igual que el mío, ambos estamos ansiando algo que buscamos con tanta fuerza, al grado de apretarme con más firmeza en la pared para evitar que yo escapara. Mis labios se machan con su saliva, y la sensación de sus manos tomando de mis caderas para acercarme más contra su bien trabajado cuerpo.

—¿Alguna vez le conté que la conocí en el aeropuerto justo la primera vez que llegó a Corea? —me susurra la pregunta contra los labios, mordiendo la comisura de uno —. Investigué sobre usted, la seguí, eliminé cientos y cientos de hombres que pueden estorbarle... Me pertenece señorita Lucy. Me ha pertenecido desde que tengo memoria. Y no voy a descansar, hasta que sea por completo mía.

El tiempo que tengo para responder es nulo, porque vuelve a besarme con la misma profundidad, y yo no puedo evitar deslizar las palmas de mis manos por todo su abdomen, sintiendo sus abdominales marcados a través de la tela blanca que lo cubre. Supe que estaba loca cuando lo miré por primera vez con traje negro.

Una de su mano, ahueca uno de mis muslos, suelto un gemido contra su boca, por la forma en la que aprieta el muslo y me obliga a presionarme más contra él. Quiere quitarme la ropa, estoy segura de eso. ¿Y si yo también quería hacer lo mismo? Podría estar teniendo los mismos sentimientos. En este callejón oscuro nadie nos mira, pero hay riesgo de que alguien lo haga.

Los besos de su boca bajan por mi cuello y lo succiona. Arqueo la espalda y el ríe contra mi cuello, por supuesto, está feliz de crear ese gran efecto en mí. De que con solo abarcar mi cadera con una mano, y apretar esta misma al punto de clavar las uñas, pueda hacerme sentir un cosquilleo en mis piernas.

—Espera espera... —lo detuve, colocando mis manos en su pecho —. Si nos ven en esta posición, nos matan, estamos en Corea, aún más peor.

—Cierto señorita Lucy, se me olvidó que es una chica de Estados Unidos.


□△◯


La noche es mucho más fría de lo que pensé. Pero no me quejo de la compañía que tengo a lado, hemos caminado tanto por la pequeña ciudad en Busan que llegamos a la playa Haeundae solo para ver las olas moverse poco a poco. El viento frio dándole ánimo a la amarga situación que vivimos hace tiempo atrás. Debí dejar de recordar los gritos, el llanto, y la súplica de toda explicación.

Necesitaba matar a esas dos personas.
Sí fueron capaces de asesinarnos en plena cena, sin importar las consecuencias, pueden ser capaz de algo más brutal, algo con lo que no quiero soñar.

Me quedo parada a su lado, mirando también fijamente las olas en plena noche. La playa está sola debido a que es temporada de frío, y ya son casi las doce en punto. Una madrugada más, llegando tarde al departamento Millie... O tal vez hoy no dormía en su departamento, y me quedaba con él.

—¿Por qué en estos siete meses no me buscaste? —rompo el silencio, soltando un suspiro —. Debiste de haberlo hecho cuando más necesitaba una explicación...

Por un momento, se queda solo el sonido de las olas en mis oídos. Es tranquilo y cálido y el ambiente. Pasamos de gritarnos miles de insultos a pedirnos disculpas. ¿Como puedo pensar en reparar un hombre tan loco como él? Ambos estamos enfermos. Ambos pensamos en matar, en hacer daño y provocar todo un caos.

Y eso, no me asustaba para nada.

—No lo hice por muchas razones —da unas cuantas palmadas en la arena de la tierra, pidiéndome que me sentara a su lado —. Tenía una puta recuperación en mi hombro, me prohibieron cualquier tipo de contacto con usted... Aunque, no siempre estuve lejos, señorita. Todos los días, estuve parado desde una esquina mirando su día a día, no podía dejarla sola y más cuando está metida en un mundo tan divertido como este.

Me siento en la arena a su lado, dejando a lado mi bolsillo para abrazar mis piernas con suavidad.

—¿Para tí matar es divertido?

—Se podría decir que si, señorita.

—Estás completamente loco, de verdad.

—Al igual que usted.

—No es cierto, yo no estoy loca... O eso quiero pensar.

—Tiró del gatillo más de 500 veces como participante de guardia en los juegos sin importarle un carajo las vidas —sonríe con descaro, alejando la vista del mar para después ver mis ojos —, y eso hace que quiera perseguirla más.

—Aún así, con todo esto que ha pasado, debiste tener la confianza para decirme lo que realmente pasó —le dedico una sonrisa triste, mi mano jugando con un puñado de arena —. Quería que aparecieras en la calle, o que cuando abriera la puerta ahí estuvieras tu para darme explicaciones... Es por eso que te pregunto porque no intentaste buscarme, una llamada, una carta, o aunque sea una amenaza del líder.

—Ninguna hubiera funcionado. El líder es un hombre poderoso más aparte de los VIP, y tenía prohibido cualquier contacto físico contigo...

—Vuelvo a repetirlo, gracias —agradezco por milésima vez en ese instante.

Mi cabeza, cae suavemente en su hombro y el no se molesta ante el tacto y la cercanía. Al contrario, se acercó un poco más e hizo que el calor de su cuerpo se combinara con el mío. La compañía del sonido de las olas y cuervos era a nuestro alrededor, un enredo oscuro, un final fijo para ambos.

Su mirada admira los cuervos que vuelan por un momento en el cielo, y pasan a retirarse por todo el horizonte del mar sin rumbo fijo.

—¿Recuerda cuando le dije que era hermosa como la muerte, señorita Lucy? —una risa baja sale de su boca.

—Sí, por supuesto que lo recuerdo, ¿Y por qué tocas ese tema ahora?

Porque no estuve equivocado.

Para él soy la muerte
en carne propia...


Nota de la autora: el siguiente capítulo, que es el dieciséis, déjenme advertirles que será un poco violento y se mostrará una cara de Lucy mucho más psicótica y vengativa. Esa es la única advertencia que doy. Cómo una persona que padece de soplo en el corazón, hay días en los que estoy recaída y no tengo la suficiente motivación para publicar capitulo, pero el 16 lo tendré listo para ya solo publicarlo y tomarme un día de descanso de las actualizaciones 🥀

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