CAPÍTULO OCHO
Más allá del amor de un Autenberry
A veces, en esta vida pasa lo que no esperas y esperas lo que no pasa.
《ANASTASIO》
Residencia Autenberry ─ Penobscot, Maine. Enero 21, 2013.
Uno por lo general cuando escribe un diario lo hace con la intención de que nadie lo lea, pero esto sí quisiera que tú lo leyeras.
Querido Arnold, siempre he estado para ti y por quien soy y como soy, nunca has tenido que ver por mí, pero te pido que respetes lo que haré y me apoyes; sólo quiero que me apoyes y te explicaré el porqué.
Desde niño crecí sin una madre, el día del padre le daba obsequios a mi papá, el día de la madre se lo daba a mi abuela, era ella la que estaba allí para mí. Mi tío también era bueno conmigo, recuerdo que él tenía una relación con una chica que tuvo que terminar por mi culpa, mi papá quería darme una mejor vida y para eso debíamos mudarnos a Orono, mi tío estaba de acuerdo, él lo estaba dejando todo, y mi abuela seguía siendo la única mujer en mi vida, hasta que un día... simplemente se fue.
Un día, recuerdo que fue un 08 de septiembre, fui a una fiesta, la cumpleañera se llamaba Celen, era una mujer muy bonita, cumplía 32 años y no parecía, era como una bebé, muchas cosas pasaron con ella, estás cosas vienen más detalladas en una carta que ella me dejó.
Mientras tenía una relación con Celen, también tenía una con Paxxya, de esta relación nació tu padre, David, por consiguiente, tu padre junto con tu madre te tuvieron a ti. Eras mi vida, mi ilusión, eras mi nieto favorito ¡por Dios! Eres mi único nieto.
Recuerdo tu primer día de clases en Orono High, tan sólo cursabas el noveno grado, llegaste emocionado al hablarme de Carly Foster, estabas fascinado con ella, se te notaba en los ojos cuando decías que ella sería el amor de tu vida; en ese momento no sabía como decirte que ella era el amor de mi vida.
Carly era una chica la cual yo intentaba evitar, más por mí que por ti, recuerdo cuando yo la veía, a ese entonces tenía 73 años, y eso que parecía un tipo de 35, Hugo y Taryn siempre decían que yo podría ser hermano de tu papá, pero no, soy tu abuelo. Una vez quise alejarme de ella por completo, estábamos en kidceding, era la cafetería del padre de Héctor Field, el esposo de la enfermera de Orono High, ella pedía un helado de chocolate, sorprendentemente yo pedía el mismo sabor, era una muy hermosa coincidencia. Ella sólo me sonrió, era una chica muy sencilla, pero linda, siempre solía vestir con ropa un tanto anticuada y para colmo esa cola de caballo que no soltaba por nada, pero yo no me fijaba tanto en su apariencia, sino en su alma, su alma era hermosa.
El tiempo pasaba y no sé que más me torturaba, escucharte a ti hablar de ella o las veces que la veía en la calle, en la plaza, en tu escuela, cuando la pensaba, en serio debía controlarme. A veces me ayudabas con tus ilusiones, en ocasiones pensaba que te enamorarías de ella y ella de ti, así podría ser todo distinto, pero quién diría...
Recuerdo el día que la trajiste a casa, no sabía que esa sería la primera y última vez que ella vendría, lamento haberla espantado, pero tampoco fue mi intención que ella entrara al baño y yo estuviera desnudo, afeitándome, te imaginas que yo fuera un viejo de 73 años y me viera como de 73 años, las cosas serían diferentes, por suerte y me veía más joven, igual ella era sólo una niña de 16.
Recuerdo aquella tarde de febrero, ya estaba a punto de anochecer y la lluvia no cesaba, yo iba en mi auto, pasé por el parque y noté como se cubría de la lluvia, desamparada sin poder a donde ir, debía quedarse estacionada en el campo de mini golf, yo iba rumbo a casa, pero no creí correcto dejarla allí, di la vuelta y fui por ella, se dio dé cuenta de que yo no era lo que ella pensaba, me contó incluso porque lloraba. El novio que tenía la engañó, hace un par de años la lastimó, pero él regresó y ella no quería estar con él, me incliné para besarla y ella me correspondió, hasta un cierto punto, yo la llamé Celen y ella me llamó Kevin, ella no sabía quien era Celen y jamás lo sabría, yo no sabía quien era Kevin, pues no lo conocía, aún.
También recuerdo el 19 de febrero del 2010, ese era el día en el que por fin conocería a Kevin, creí que sería un chico más, pero era más que un chico más, era el chico más divergente que había conocido. Lo vi salir del auto de un amigo, sus palabras eran claras "¡Una apuesta es una apuesta, Duff, ahora a cumplir!" Gritaba su amigo, la lluvia caía, mientras él se cubría con su chaqueta, lo veía desde mi pórtico, lo único que hice fue llamarlo, él no dijo nada, simplemente trotó hacia la casa, sin decir nada abrió la puerta y entró, sin mi permiso se sentó en una silla del comedor, pude escuchar como movía la silla, todo esto mientras yo seguía en el pórtico; Kevin era muy atrevido.
Decidí entrar y conversar con él, le ofrecí un poco de chocolate, él no me lo negó, se paseaba de un lado a otro viendo fotografías que estaban en la casa.
─¿Conoces a esta chica? ─Me señaló a Carly, recuerdo cuando puse el cuadro, te hice creer que era porque te gustaba, en realidad era porque a mí me gustaba, después de eso sólo asentí─. ¿De dónde la conoces?
─Mi nieto está enamorado de ella. ─Era cierto lo que le dije, pero esa no era la razón por la cual el cuadro estaba allí colgado─. ¿La conoces? ─le pregunté.
─La he visto un par de veces y he hablado con ella, pero no sé porque no me aprendo su nombre...
─Ella es Foster, Carly Foster.
─Sé quién es, abuelo.
─Pero ni siquiera te sabes su nombre...
─Saber el nombre de alguien no significa conocer a la persona. ─Y en eso Kevin tenía razón. Admito que hay mucha discrepancia por el cómo te hablo de él, pero eso se terminaría─. ¿Cómo te llamas, abuelo? Aunque admito que no pareces un abuelo.
─Me llamo Anastasio Autenberry, ¿y tú?
─¡Kevin Duff!
─El famoso Kevin Duff.
─Sabía de mi popularidad, no tenía conocimiento de mi fama. ─Modesto al parecer, eso o muy engreído, daba lo mismo, era Kevin Duff.
Estuvimos hablando un poco de la vida, más de la mía que de la de él, aunque al final terminó contándome su historia, madre muerta, padre ausente, vivía sólo en casa, él no lo entendía, pero yo sí, sabía muy bien porque estaba vivo, tal vez no lo quise aceptar en ese momento. En el fondo admiraba a este chico, su vida era una catástrofe, su existencia era basura, su familia era un desastre y aun así lo afrontaba con cordura, quién diría que un chico como él tendría mucho que ganar, ya que no tenía nada, ya no podía perder, era un reto seguir viviendo, él no era lo que todos veían, y a pesar de que su mundo se venía abajo, tenía una buena forma de disimular; debía ser el chico más popular, él tenía algo que lo caracterizaba, ese algo me recordaba mucho a mi padre, sin duda alguna Kevin Duff; era fuerte.
La lluvia aún no cesaba, él tomó asiento y decidí contarle la historia de Hansel y Berenice, el cuento que yo conocía, la realidad del asunto, el conocimiento de las personas que le dieron un significado diferente al sacrificio de juventud. La historia no pareció fascinarle, no lo culpo, no era el final feliz que él esperaba; nadie esperaba ese final.
─¿Cuál es la moraleja de la historia? ─me preguntó.
─Jamás pensé en si habría una, sólo le hallaba sentido a la historia por medio de la profecía.
─¿Cuál profecía?
─Ella se fue, él no fue detrás de ella, ella nunca volvió y él jamás se lo perdonó... ─Suspiré─. Tengo fe de que algún día él irá detrás de ella y todo acabará.
─¿Crees que ellos se junten algún día?
─No pierdo la esperanza...
─Bueno, ya tengo que irme. ─Se levantó de su silla, caminó hacia la puerta, mientras la abría me dio curiosidad por preguntarle si sentía algo por Carly─. ¡Qué te importa! ─dijo, algo ofendido, pero ciertamente me alegré después de que se fue, claramente no dijo que sí, pero nunca dijo no.
El tiempo pasó, comprendí que Carly estaba muy enamorada de Kevin, aunque el muy idiota puede que no se diera cuenta, los hombres somos así, podemos tener al amor de nuestra vida justo al frente y no verlo, tal vez yo pensé que él no lo veía.
Entendí, Arnold, que nunca estarías con Carly, no como tú querías, entendí que yo jamás estaría con ella y que ella jamás estaría conmigo, tal vez no como Anastasio, yo podía hacer una jugada, pero el último movimiento no dependía de mí.
Recordar la historia de Hansel y Berenice, ellos fueron grandes personas, ellos no son un simple cuento, ellos son reales. Puede que me odies, pero no hago esto por mí, tampoco por ti, lo hago por ellos, lo hago mucho por él, espero y lo entiendas, total, al final esto no depende de mí, pero en mí está que entiendas el sacrificio de juventud que voy hacer...
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