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Secreto a voces

El bosque quieto, sus pasos ligeros, su ropaje blanco parecía brillar con la luz del sol mientras sus pisadas apenas parecían tener un efecto sobre el suelo.

La cabeza del animal al que se estaba acercando se levantó al sentirla. El caballo parecía tranquilo incluso cuando estuvieron frente a frente.

La mano enguantada, delicada y femenina pudo acariciar su cabeza de forma superficial con extrema ternura.

- necesito que hagas algo por mi.

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- las personas de aquí no juzgamos el progreso de otros, señorita.

La respuesta fue... insatisfactoria para ella. ¿Qué se supone que significaba? nadie se preguntaba realmente de dónde habían venido los lujos de esa ciudad, y a nadie parecía importarle de cualquier forma, parecían igualmente desinteresados incluso con ella haciendo las preguntas que consideraba pertinentes. No ayudaba, al menos era lo suficientemente cortés como para que sus palabras no ofendieran a nadie.

La mujer que tenía delante parecía todavía agradable, las marcas de la edad eran visibles en su piel, las arrugas en las comisuras de los labios que se levantaban con facilidad cuando sonreía dejaba en claro lo seguido que lo hacía, sus ojos eran de un tono claro café, realmente parecía una mujer dulce.

El vestido que se iba a llevar ella misma lo había hecho, luego de aprender lo básico, Lascrea obtuvo el permiso de la mujer que la había contratado para hacerlo.

- y su rey ¿no lo vería extraño?

La mujer de ojos claros la miró antes de cubrir parcialmente con su mano libre su boca en una risa de quien encuentra o ve algo que le resulta adorable. Sus ojos viajaron de un lado a otro antes de volver a posarse sobre ella. Un gesto travieso.

- ah, no lo sabe seguramente - hablo en voz baja como si estuviera contando un secreto - las personas que se encargan de eso también se ven favorecidas por el silencio, así que solo damos lo que corresponde, es poco, los soberanos por lo general abusan de abundancia como esta, y no estaríamos así de bien si no tuviéramos la suficiente discreción.

Tenía sentido que se cobraran mayores impuestos, el uso de la tierra, los animales que parecían estar en excelente estado, un poco más y serían una ciudad pequeña, lo serían, con todos los lujos incluidos.

- ya veo.

Dobló con cuidado la prenda sin que se arrugara ni se estropeara, la tela era suave al tacto, no estaba al nivel de las telas que compraba la nobleza ni ella en su momento, aun así, cualquiera envidiaría tener algo así.

- de hecho, jovencita - la mirada de la mujer adquirió un brillo curioso que reflejaba emoción - algo me dice que pronto algunos de nosotros tendremos un pequeño impulso de suerte.

Al momento de querer decir algo más, la mujer había tomado lo que fue a buscar y con una sonrisa todavía no desvanecida se había ido, dejando algunas monedas sobre el mostrador, tenían más valor de lo que costaba ese vestido así que ella esperaba que se quedara con el dinero extra pues ya se había retirado. Las últimas palabras despertaron su curiosidad, pero Lascrea no se pondría a divagar, no por el momento.

Suspiró y se volteó, necesitaba arreglar una capa para una clienta que ya estaba lista, solo era cuestión de que la doblara y la entregara, podía hacer eso. Fue a la bodega y al volver se encontró con una figura misteriosa, la persona que tenía adelante estaba tapada de pies a cabeza con ropas de color café que ocultaban su identidad.

- vengo a recoger mi capa.

Por la voz, podía reconocer que se trataba de una mujer, una mujer probablemente mayor que la que había atendido antes, la sombra que proyectaba su ropa hacía casi imposible ver sus rasgos. No era buena idea abordarla a ella, algo se lo decía y sus instintos solían acertar. Hizo lo que debía, callada y certera.

- No deberías de involucrarte en cosas que no te corresponden, niña.

El escalofrío helado que sintió recorrerle el cuerpo duró lo que sus palabras. Sonaba como una advertencia que rozaba demasiado a una amenaza, la mujer no le dijo nada después de eso, simplemente tomó la capa, dejó caer de una forma casi agresiva las monedas exactas para pagar su servicio y se fue sin decir nada más. Cuando otra de las empleadas tomó su lugar fue momento de irse a casa, iría a esperar a su padre y ambos volverían, necesitaban llevar un poco más de comida, en caso de que Raizel no haya pasado a comprar lo que les faltaba.

El mal sentimiento que aquella mujer le había dejado no se desvaneció.

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Salir a caminar no era buena idea, su sentido de la orientación nunca fue realmente bueno, siempre se perdía, incluso en su castillo aún cuando no le sucedía tan seguido, todavía podía ir de su alcoba a la cocina cuando su destino era la sala del trono.

Despejarse con una caminata en el bosque no era una buena idea, no conocía el bosque ni había nadie que pudiera guiarlo, aún si había todavía luz de día y faltara para que oscureciera "mala idea" se repetía en su mente, una llamada de alerta venida de su conciencia a la que siempre hacía caso, tenía después de todo una buena intuición que lo llevaba por buenos caminos más allá de sus pensamientos y deseos, sin embargo, realmente necesitaba despejarse un poco, pensar tranquilamente por más tiempo del que sabía que tenía antes de que Lascrea volviera a casa.

Las palabras de Sariel no dejaban su mente ni tampoco lo que él esperaba conseguir. Parecía realmente convencido de lo que hacía. Tan diferentes, estaba cansado mentalmente de tener que pensar en todo esto, no podía acompañar a su hermano ¿cierto? corría el riesgo de morir, lo sabía pero la mirada dolida de Sariel no salía de sus pensamientos.

Ambos callaron demasiado en esa conversación, más de lo que estaban dispuestos a admitir. Se conocían desde que tenían memoria, crecieron juntos, por supuesto que entendieron las palabras no dichas, y pese a todo, Sariel esperaba que Raizel lo pensara mejor y se decidiera por él. No iba a pasar ¿cómo podría irse?

El cambio nunca había sido algo que acostumbrara, era demasiado abrumador para él, para alguien incapaz de decidirse entre los muchos atuendos finos y hermosos que otras personas hicieron para que los usara. Pensaba demasiado y cuando pertenecía a la familia de la nobleza, eso no podía ser bueno, titubeaba, dudaba, tardaba antes de dar un veredicto.

Y sin nada familiar que lo ayudara a procesarlo todo era dificil. Sacudió su cabeza un poco y por primera vez desde que escucho a un pajarito cantar cerca, puso atención a su alrededor, las plantas eran abundantes y el silencio ensordecía mucho más de lo que el ruido lo hacía, todo parecía calmado, agradable incluso, al menos, se suponía que debía pensar eso pero todo se sintió... ¿solo?

Los pájaros que todavía deberían cantar a la lejanía habían callado en su totalidad, pero todavía había luz, no podían ir a dormir tan pronto, se preguntó si las costumbres de estas aves difería a las que escuchaba desde la ventana de su alcoba.

No escuchaba el roer de las pequeñas criaturas que pasaban cerca de él confiando en sus capacidades para escapar de su vista (lo cual hacían de forma efectiva). Solo el crujir de ramas secas caídas que tenía que pisar para avanzar, eso pensaba antes de detenerse y seguir escuchando el sonido.

Una silueta grande se asomó detrás de un par de árboles. Creyó que era una ilusión o algo parecido, pero no era y rápidamente pudo identificar de lo que se trataba, un caballo. El hermoso caballo pura sangre que no había amarrado antes ahora estaba ahí, de vuelta y a su vista, aparentemente tranquilo.

Con la idea de recuperarlo, Raizel fue acercándose con cuidado al caballo, el cual se había quedado por completo quieto, solo mirándolo moviendo las orejas como si esperara pacientemente a que llegara hasta él.

Fue sencillo, todavía tenía encima una de las riendas así que de ahí lo tomó para guiarlo. El caballo no se opuso, se movió para moverse a su lado obedientemente y Raizel sintió un poco de victoria antes de recordar que ahora era necesario que volviera y no había prestado atención.

Una extraña sensación lo invadió, la que lo guiaba a otra dirección diferente a la que esperaba ir. Su curiosidad comenzó a mover su cuerpo, ni siquiera alcanzaba a comprender si se trataba de su voluntad la que lo movió u otra cosa, cualquiera que fuera el caso, no pensó demasiado en eso, lo que quizás era un error, y siguió el sonido en una dirección que solo podía adivinar. Tuvo la sensación de estar adentrándose más en aquel bosque, definitivamente no se movía a la salida. El caballo esta vez parecía algo inquieto.

Raizel alcanzó a ver a una persona, no muy lejos, caminaba encorvada y con la carga de una canasta en una mano, en la otra, algo más que no alcanzaba a identificar con claridad, ¿solo tela? Fue extraño pero dándose cuenta, sabía que se había quedado en un lugar en el que a ella se le hiciera complicado saber que estaba ahí, oculto entre grandes hojas de una planta particularmente grande y detrás de un par de árboles que prestaban su sombra a cubrirlo mejor, aparentemente también al caballo.

- un muchacho como tú no debería estar tan lejos de su casa.

Voz femenina, una mujer aparentemente mayor que se volteó a él mientras aprovechaba a sentarse en una roca convenientemente a su altura para su comodidad. Sabiéndose descubierto, sintió sus mejillas calentarse un poco con vergüenza, no era su intención ocultarse o espiarla, menos ser descubierto ya que estaba, pero eso no evitaba la bochornosa situación.

- anda, acércate jovencito, esta vieja mujer ya no es capaz de morderte aún si quisiera.

La broma fue suficiente como para alejar su vergüenza, al menos temporalmente, sabiendo que la mujer no lo juzgaría mal ni parecía estar a punto de correrlo hasta que ninguno de los dos pudiera verse. Eso fue bueno, la voz de la mujer sonaba todavía un tanto agradable, no se explicaba porque de pronto comenzaba a sentir frío cuando el sol seguía ahí, sus rayos que pintaban ligeramente de naranja anunciaban que no por mucho tiempo. El caballo permaneció en su lugar, se había quedado quieto aunque lo jalara consigo, levanto la cabeza, la agachó y solo entonces accedió a moverse.

Sin querer dejar esperar más a la mujer y de forma confiada, se acercó hasta ella, la pudo ver envuelta en varias capas de ropa, quizás comenzaba a verle sentido cuando mientras más se acercaba, ese frío se intensificaba un poco cada vez al punto de que también deseó haberse tapado más.

- estoy cansada, todavía no llego a mi casa y estoy tan sola en este mundo, tendré que cocinar para mi una vez llegue, no hay nadie esperándome, ni siquiera una criatura que agite la cola de felicidad al verme pero tengo que llegar antes del anochecer, no es seguro estar afuera, especialmente estos días.

Raizel la vió soltar un suspiro antes de acomodar lo que llevaba en sus manos, una capa negra y levantarse, lo hizo con lentitud, sus manos temblaban ante su propio peso como si en cualquier momento se fueran a partir en dos por el esfuerzo. Sus ojos vagaron a la canasta que aún no había sido tomada y sin importarle mucho si eso era inapropiado, la levantó para la mujer.

- oh, muchas gracias jovencito - la gratitud en la voz de la mujer fue un buen incentivo para saber que su gesto había sido lo adecuado - yo puedo llevarla, tú deberías volver antes de que la luna alcance su punto más alto, sería demasiado peligroso - ella extendió su mano temblorosa todavía.

Volver... vaya, ahora si que se arrepentía de sus acciones imprudentes, divagar demasiado no había sido bueno y no sabía volver, tampoco quería dejar a aquella mujer sola con una carga como esta, se veía tan frágil, y la canasta, no sabía que llevaba consigo pero estaba cubierto con una tela, pesaba, incluso en sus brazos que aún si no están acostumbrados a cargar, todavía eran jóvenes a diferencia de los de ella.

- no sé como volver.

La exclamación de sorpresa de la mujer lo llevó a desviar la mirada, la pequeña flor violeta sobre el suelo resultaba de gran ayuda para pasar su atención a otro lado. Ella comenzó a reír un poco antes de que su mano se posara superficialmente en su hombro con la intención de llamar su atención.

- entiendo - Raizel sintió más frío en la zona que ella había tocado, era extraño, se suponía que debería sentir el calor de su tacto, su cuerpo se tensó a su toque - tengo una idea - Raizel volvió a verla, no sabía cómo pero tuvo la sensación de que ella sonreía debajo de las capas de ropa que la cubrían - si me ayudas a cargar eso, yo te mostraré el camino que debes seguir para salir del bosque al pueblo, seguramente encontraras el camino de vuelta a tu hogar entonces junto con la criatura.

Sin más opciones solo pudo asentir.

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"La rosa del juicio"

Raizel volvió a suspirar con cansancio mientras daba vuelta a la página del libro, le faltaban solamente tres para completarlo y tenía el día libre, el anciano al que ayudaba se había sentido mal y, en lugar de descansar y dejarle atender por el día de hoy, solo lo había despedido asegurándole que estaba bien que tomara el día para que hiciera lo que quisiera.

- solo mantente alejado de los campos de flores rojas - como comenzaba a ser costumbre, el viejo no había dado explicaciones, simplemente tarareó una canción antes de entrar a su casa y dejarlo solo, juró escuchar una letra de esa melodía pero no tuvo el tiempo para escuchar mejor, la puerta se había cerrado y lo había dejado solo.

No había flores rojas en el pueblo, de eso pudo darse cuenta, pastos no muy bien cortados, flores pequeñas y blancas que crecían de la maleza salvaje y los campos alrededor solo podían contar con flores amarillas pequeñas, los jardines apenas una variedad más amplia bajo los cuidados adecuados, azules, rosas, nunca rojas.

Cuando había prácticamente encontrado un campo repleto de esas flores en su pequeña incursión en el bosque, abundantes y hermosas como si florecieran al mismo tiempo a una época específica del año que había tenido la fortuna de ver en el tiempo y lugar adecuado, pensaría que flores tan hermosas serían descubiertas y adoradas por su belleza... No parecía ser así.

"Vivieron felices hasta el final de sus días"

Había llegado al final del libro pero realmente no puso atención a lo que estaba leyendo hasta esa frase, después de todo lo que los protagonistas pasaron, luego de ser honestos, de entenderse realmente, era natural que eso sucediera. Era agradable pensar que podían existir amores así, pese a que sabía que no era algo que aspirara a tener.

Un matrimonio por compromiso era lo único que esperaba y nunca se tomó el tiempo para intentar ver si había alguien en especifico que le agradara especialmente, lo suficiente como para intentar un cortejo como el de los libros. De cualquier forma no sabría que hacer, era torpe en las relaciones amistosas, no sabría que hacer con una amorosa, solo esperaría intuir un poco al respecto si se daba la oportunidad.

Mientras ponía el libro sobre uno de los estantes de la librería que había estado frecuentando en sus tiempos libres, divagó un poco de nuevo. Había algo extraño en este pueblo, la gente sabía leer y escribir bien, pero no le desagradó ni tomó mucha importancia cuando podía perderse en estos escritos locales que dudaba que hubieran sido publicados en otros lugares.

Una sala llena de libros era lo que equivalía a la biblioteca, no era grande, no se asemejaba en absoluto a la biblioteca que tenía antes pero servía bien su propósito, ya era lo suficientemente bueno tener algo para leer y escribir si eso quería.

Sus manos se pasaron los los libros, los títulos grabados en los lomos de cada libro por algo que llamara su atención. Habían pasado ya cuatro días, no había vuelto a vagar en el bosque ni se volvió a encontrar con la extraña anciana, aunque sabía que no había razón para ello, se sentía mejor de esa manera y todavía su hermano no abandonaba su mente pero sabía que era mejor pensar en lo que diría para rechazar suavemente su propuesta.

Quería que Sariel entendiera que lo que estaba haciendo no era prudente, pero no podía frenarlo cuando estaba así de decidido, y no era culpa suya, de Lascrea ni siquiera de su tío la forma en la que era, Sariel era un adulto, tal y como él, podía tomar sus decisiones y con él todavía vivo, bien podía darse la oportunidad de hacer lo que considerara correcto. Mentiría si dijera que eso no le perturbaba, lo que Sariel hiciera tendría consecuencias reales y no era ajeno a la idea de que podía morir por ello.

No quería que su hermano muriera, la angustia nacida de esa idea era perturbadora y casi deseaba tener un poco de la facilidad de lenguaje que el resto de su familia, lograría al menos dejar en claro sus sentimientos, aspiraba a convencerlo aún si no era dotado en las palabras. De cualquier forma, su decisión estaba tomada, no podría seguirlo.

"Olvido"

Un título bastante peculiar que llamó su atención casi de inmediato, al sacarlo, pudo notar el dibujo contra la portada de una flor, exactamente igual a las miles que había visto antes. Parecía un trabajo detallado y cuidadoso. Pensó en llevárselo de inmediato antes de siquiera darle un vistazo al interior como siempre hacía.

En el corazón de la tierra lejana que otros consideraban prohibida, preciosa y eterna. Vida preciosa y longeva que nacía del brillo de las estrellas, el fondo de sus mares cristalinos y gentiles, la fortaleza de las montañas lejanas y antiguas, sus hijos e hijas interpretaban su voluntad.

Lascrea hizo la cena en esta ocasión, su padre estaba sentado mientras hacía uso de un cuchillo para cortar un par de verduras y pasárselas a su hija. Podía notar el ambiente tenso, todos ellos habían estado así desde que su hermano había dejado de ir a la casa, cuando se enteraron de lo que él pensaba hacer.

Le habían preguntado su opinión al respecto, lo que pensaba hacer, su decisión. No había mentido, no pensaba ir por más tiempo que su hermano le diera para mortificarse a si mismo para tomar una decisión mientras analizaba cada aspecto para encontrarle la lógica que para su hermano era tan clara.

Esta ocasión ninguno de ellos esperaba ser capaces de contener a Sariel y consideraban la idea (por más loca que fuera) de que quizás dejarlo ir fuera lo mejor. Si tenía éxito, incluso si fracasaba, era esa su voluntad. Raizel y Sariel ya eran adultos y aunque les faltara experiencia de vida que solo se obtenía con la edad y el tiempo, eran capaces de tomar la decisión que consideraran mejor.

Un plato de sopa fue puesto frente a él. La mirada seria de Lascrea no delataba sus pensamientos ni inquietudes.

- ese niño...

El hombre rubio volvió a quejarse en voz alta mientras llevaba una cucharada a la boca. Parecía el más molesto de ellos, al menos era el único que lo expresaba y entendía porque. Había hecho de todo para mantenerlos a salvo, para traerlos aquí, verlo irse así de fácil seguro lo irritaba.

"Las noches en estas épocas son oscuras para muchos, pero para otros, es una bendición"

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