⠀⠀⠀vol. ii; extra ii: the birth of the nameless child
VOL. II; EXTRA I: CHAPTER SEVEN
THE BIRTH OF THE NAMELESS CHILD
AÑO 1962
LUXEMBURGO
⠀⠀Gritos que desgarraban su garganta sin piedad alguna. La vela, que era la única tenue luz iluminando la oscura habitación. Su cuerpo retenía el dolor; su bebé estaba naciendo ahora mismo y aunque tuviese lo necesario, darlo a luz requería de cada fuerza de ella. Y estás poco a poco abandonaban su cuerpo con cada intento.
⠀⠀Sentía su cuerpo fallecer. La sangre que coloreaban las blancas sábanas. Las dos mujeres a su lado, sosteniendo su mano; brindando apoyo cargaban con la esperanza y la ansiedad del parto.
El cuarto, que lo único audible eran sus gritos, finalmente dejó de ser lo único. El llanto de un recién nacido cautivo los tímpano de los presentes.
⠀⠀—¡Oh, mi bebé! Mi pequeño niño —lágrimas escurriendo por sus mejillas, pálidas y carentes de aquel sonrosado color adornándolas—; ¿no es el más lindo niño que has visto?
⠀⠀—Lo es, mi señora —contestó, sonriendo y observando al niño. Su cabeza se girórápidamente apenas escuchó el alboroto fuera de la habitación—. Mi señor.
⠀⠀—Mi señora, tengo el vago recuerdo de haberte informado sobre la desgracia que yacería sobre nosotros en su luna y como mi esposa, tu deber constaba en deshacerte de él —demandante, con la adrenalina recorriendo cada célula de su cuerpo, fue incapaz de darle un rápido vistazo a su primogénito.
⠀⠀—Oh, mi señor. Es mi hijo, sangre mía y sangre suya —replicó, temerosa de lo que pudiese suceder—, por favor.
⠀⠀—Te daré hasta mañana, cuando el reloj marche de nuevo para hacer de ese niño alguien que nunca puso pie en está tierra —advirtió, saliendo de la habitación, un estrepitoso escándalo al azotar con furia la puerta.
⠀⠀El llanto de una madre, sus lágrimas que caen impetuosas, con el dolor de su alma desgarrada calmaba a su sangre, lo sostiene y su tacto solo puede desbordar su amor con dulces caricias, sus ojos cerrados, incapaces de entender la situación en la que se encontraba, un alma pura y blanca a punto de ser desechada.
⠀⠀—Mi señora. Ya amaneció —anunció, posando sus ojos en la ventana y a su costado la vela consumida—. Mi señora, no llore por favor. Hay un lugar cerca de aquí, podrá verlo se lo aseguro. Un orfanato donde las monjas: Las hermanas de la providencia —apenas escuchó la sugerencia apartó la vista de su pequeño niño—. H-he escuchado sobre el lugar. Dicen que es bueno, se fundó hace no mucho tiempo aquí en la ciudad —titubeó.
⠀⠀—Prepara un baño. Iré asearlo y después me bañaré yo —decidida, le ordenó moverse. Sentía su corazón roto
⠀⠀Sus actuares se mantuvieron impasibles. Actuaba, pero no percibía nada. El agua tibia, que en una ocasión común de estrés; habría amado la sensación, ahora mismo solo se sentía tan fría.
⠀⠀—Puedo ser conocedor de, ¿a dónde te diriges mi señora sin antes haber desayunado? —preguntó. Después del parto no debía hacer movimientos que pudieran provocar un mayor desgaste en su cuerpo. La mujer, se mantuvo firme. Su hijo en brazos, durmiendo.
⠀⠀—Mi sangre, quién no es recibida aquí deberá tener un lugar donde vivir y yo, como su madre tengo el anhelo de saber que estará bien, mi señor. Volveré más tarde, con su permiso —una reverencia antes de marcharse y sin palabra más, se machó.
⠀⠀Caminó por los largos senderos, rodeado de enormes árboles impidiendo el paso de la suave luz de sol.
«Antes de decirte adiós, mi pequeño y dulce ángel. Mira la solemnidad que rodea tu hogar. Siéntelo nada más, y espero, mi bello ser alado, encuentras un lugar así como antes. O al menos, una persona, que te brinde la calma ante la tormenta, que en los días de gloria y deshonra, sea un verso de suave melodía y de delicadas notas acariciando tu alma.»
«No ruego por tu libertad, pues en un mundo como en el nuestro que nos encontramos atados a la quietud de tu alma hacía el suspiro que extingue la luz de tu propia vela. Pero sí rezaré por ti, a encontrar a un amigo, un amante, un alguien en el vasto mundo para ser su compañía y su soporte. Su escudo en batalla. La estrategia en guerra. El abrazo con labios sellados en días grises.»
«No te daré un nombre, pues no consiento tener el lujo de darte uno ante mi atroz acción que llevaré a cabo. No aclamo tu perdón ni comprensión, solo espero que tu vida se llene de más felicidad y está madre tuya, se regocijará en profunda alegría si tu vida es, al menos, buena.»
⠀⠀—Déjalo con está carta, por favor —una pequeña cesta, aquella con la que adoraba recoger flores por las mañanas, antes de que siquiera la luz pudiera acariciar su piel. Sus labios temblaron, la ventisca que la golpeó al abrir la puerta del pequeño carruaje no fue la causante. El frío no fue nada. Su hijo se alejaba de ella. ¡Oh, su lindo niño!
⠀⠀—Mi señora, ya está hecho.
⠀⠀—Muy bien, es hora de regresar.
⠀⠀—Sí.
𖤛ᩴ◦ — sacrifice !
⠀⠀—Es un tiempo muy malo para nosotros, mi señor. Las maldiciones asechan por doquier. No hay un buen lugar. El orfanato posee la protección de Dios, es el único lugar donde no requieren de nosotros. No hay un equilibrio y desmesuradamente atacan. Estamos al borde de un colapso, afectará la economía.
⠀⠀—¿El orfanato?
⠀⠀—Así es. Debe traer la bendición de nuestra nación, mi señor. El hijo que trae luz al mundo —dijo, exaltado por la situación. Ansioso por los rumores, temeroso ante las críticas.
⠀⠀Masajeó su cien, frustrado por la situación. Un hijo. Sería su segundo hijo y para que su esposa estuviese en condiciones de hacerlo faltarían al menos, unos meses.
⠀⠀—No daré extensión de mi progenie hasta que mi esposa este bien de salud.
⠀⠀—Es una mujer, mi señor. Estará bien, es su propósito de vida —se exaltó apenas escuchó el estruendo de su puño golpeando con rabia la madera. El suave crepitar de la madera en la chimenea fue lo único audible en la habitación.
⠀⠀—Será mujer, será mi esposa. Pero no es un maldito juguete al antojo. ¿Sabes tú lo que implica perderla? Será la ruina de nuestro clan si mi mujer muere. Es mal augurio, espero comprendas eso y no repitas tales insultos.
⠀⠀—S-sí, mi señor.
⠀⠀—¿Mi señora ha vuelto ya? —preguntó a las sirvientas. Cuchicheaban mientras comían, una sola se atrevió a responder. Una negativa fue su contestación—, ya veo. Sigan comiendo.
⠀⠀Con pasos apresurados, mancillando el suelo con ímpetu salieron a las afueras. Donde el tiempo para ella se detenía, donde las flores solo llegaban por ella y los árboles danzabas para ella cada día, y el sol abandonaba su escondite con el fin de verla.
⠀⠀—Mi señora.
⠀⠀—Debemos tener un niño ya, mi señor —una voz calmada, ninguna emoción desprendía de su voz—. He solicitado la presencia de el médico particular. Pediré su aprobación y le informaré más tarde, señor mío.
⠀⠀Sus párpados pesaron, su voz huyó, su garganta se obstruyó con palabras cobardes. Relamió sus labios, resecos por la ventisca del día, agrietados.
⠀⠀—¿Qué fue del niño?
⠀⠀—¿Qué niño, mi señor? No hemos tenido ninguno.
⠀⠀—Estoy hablando seriamente. Por favor.
⠀⠀—Lo he dejado en un buen lugar, al menos, no perecerá la indigente vida de un hechicero.
⠀⠀—Bien.
2024 — jujutsi kaisen; sacrifice
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