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⠀⠀⠀oviii. memories purple & red blue pt. ii

CHAPTER EIGHT
MEMORIES PURPLE & RED BLUE PT. II








              —¿Recuerdas? Memorias de aquello que fue y seguirá, de un era y el vestigio que dejó atrás.

            Voces, irreconocibles, pero perturbadoras. Asechando e induciendo miedo—. No —su voz tembló, negando a cualquier cosa que dijeran, que gritarán porque él lamentaba. Él sentía, no recordaba claramente, ni de forma vivaz, pero lo sentía. 

       El miedo que recorría su cuerpo, lo ahogaba, lo martirizaba, lo rebajaba. 

       —Te lo dije, este chico únicamente ha servido para elevar el estatus de nuestro clan—. Dijo, mantuvo su voz firme y él, él únicamente pudo soportar, como debía, como era su lugar y como mejor parecía ser.— Inclusive con detalles al momento de un plan intermedio, creí que si congeniarían él y el portador de los seis ojos.

        Después de la decisión que Suguru Geto había tomado, su camino torcido tenía como único final la muerte.

         —Señor. Estamos por aterrizar. Por favor, abroche su cinturón de seguridad —una voz suave hablo, a su lado la mujer de cabello cobrizo sonreía mientras se agachaba un poco. Él asintió, devolviendo de manera fugaz su sonrisa. 

            Su sueño fue perturbado. Aunque había viajado en un avión privado resintió las horas de viaje. No lograría acostumbrarse jamás a las largar distancias que eran recorridas de un lugar a otro. Distintos países que solía frecuentar debido a ordenes directas de Tengen o su mismo tío. 
Luxemburgo fue el primero, los edificios antiguos se encontraban repletos de maldiciones. Su sello fue roto, inservible e indiscutiblemente se vio obligado a causar estragos dentro de estos.
Lo mismo sucedía con muchos otros países. El problema siempre eran principalmente los edificios pasados. Aquellos con una historia detrás.

         Y cada una de las que él imponía. Eran alejadas de Tokio. De ser posible, ni siquiera era cerca de el continente y sabía su razón —o suponía cual era pues no encontraba otro motivo—, está vez, dado que los años transcurridos fueron suficientes para Tengen. Su puesto que fue asumido dos años después, en el mismo Luxemburgo y precisamente en el templo antiguo de un clan extinto. 

        —Espero que recuerdes todo lo que has aprendido fuera estos años, Akihiko. No decepciones a tu clan una vez más —dijo, su tono de voz fue severo, mas no tajante. No fue grosero, solo sincero ante sus deseos—. Dicho esto, prepárate. Tengen ha pedido tu presencia. Los altos mandos exigieron tu presencia —su disgusto no se hizo esperar, destilando por cada palabra que vocifero.

        —Por supuesto, tío. No se preocupe. 

        —Incluso tus respuesta es diferente —expresó, quizá la sorpresa que sintió fue que después de años sin verlo, sucedió aquello—. O tal vez mi falta de costumbre ante mis memorias.

        —Escuché que tuviste pareja, Akihiko —su tío no pudo callar, la ccuriosidad sobre quién sería la persona que había cautivado a su sobrino era más. Aquel que sentía, pero desconocía el cómo.

        Akihiko lo observó segundos, cortos momentos antes de contestar: —Sí, así fue. Una dama encantadora.

        —¿Ah, sí? No entiendo, si era bella porque la dejaste.

          —No estaba dentro de mis manos ni las manos de ella —se limitó a responder. Ni él ni ella pudieron sostener aquella relación por más tiempo aunque desearan hacerlo. Le agradecería eternamente pues ella le tuvo paciencia durante estos años. La paciencia para enseñarle su concepto de amor, y eso mismo le permitió estructurar su concepto de este mismo.

          —¿Qué sucedió?

           —Ella ganó su paraíso —dijo, la nostalgia de sus cabellos cobrizos, sus ojos verdes, un color precioso. Sabía más que nadie cómo lucirlo. Lo sabía bien—. No es eso. Ella se encuentra en Rusia.

         —Oh, vaya —musitó, el pensamiento cruzó por su mente y fue disipado por su respuesta—. Me gustaría conocerla algún día. Si hablas con tanta devoción sobre ella —expresó, con una sonrisa en su rostro y sin tapujos ni vergüenza—. Admito que temí por ti durante la época con el portador de los seis ojos. Un acercamiento como el que tuviste con él, mi angustia creció. Tus ojos me decían otra cosa, aquella vez que visitó insolentemente al clan, actuando de forma arrogante y petulante. Saber esto apaciguó el pesar de este anciano.

           Akihiko sonrió. Lo sabía. Quizá por esa misma razón habían decidido llevarlo de vuelta a Luxemburgo, para recordar su lugar, su deber y su lealtad. Aquel lugar, donde su nombre no existía, donde 'huérfano' fue su apodo, donde fue sepultado y llevado, donde murió y donde le permitieron volver a la vida. 
Su mente encrucijada bajo sus propios prejuicios le impedían pensar en otro tipo de amor, pero jamás estaría tan alejado a la realidad, aunque aquella pequeña palabra con un gran sentimiento detrás, un enjambre de emociones encerradas, ya no cobraba sentido. 

          —Si soy sincero. Hubiese preferido que mantuvieses tu relación con esta dama. Pero, ahora que lo sé, no dudaré sobre tu ingreso con Tengen. Ni colocar misiones adjuntas con Gojo Satoru —admitió, aunque no supo porqué vino al tema, guardó silencio. 

       —Tengen ansía verte —dijo, antes de por fin llegar a su destino. La sala llena de persona que, al principio, quisieron devorarlo, ahogarlo bajo la subestimación, infravalorando su capacidad.
Ojos filosos, ansiando por enterrarlo bajo el miedo y el temor. La escuela de hechicería en la que Tengen residía dentro de las múltiples puertas. Un sin fin de ellas. 
Al contrario de él, Tengen se mantenía a raya. Y el paso le fue permitido. Dejando una única puerta para él.

         A sus espaldas, los ojos furiosos replicaron, sus voces no callaron. Sus oídos escucharon, y sus palabras retumbaron. Inconformes e insatisfechos.
Acabaron por acatar su petición, siendo ignorados por Tengen y cedieron.

         —Buenos días —se inclinó, sus parpadeos se volvieron más suaves, calmados dentro de la sala.
Futilmente pensó, recordó e ignoró.

          —Muchacho. Has regresado finalmente. 

        —Escuché noticias sobre ti mientras no estuviste aquí. Me alegra que al menos la mayoría fueron gratas —camino hasta el pequeño asiento dónde se encontraba segundos atrás. Palmeó un asiento junto a él.

         —Creí que todas eran satisfactorias.

          —Bueno, el desenlace contigo en el hospital y el recipiente de plasma no es grato de saber. Me preocupé debido a ello —dijo, camino por aquel lugar. No lo podía definir como algo en específico ni como nada. 

          Akihiko no supo si aquellas palabras fueron sinceras. Sin embargo, la desconfianza no impidió que no diera una sonrisa ante ellas.

         —Estoy bien. ¿Cómo podría no ser eso un impedimento si soy su escudo, Tengen-sama?

         Él rió. —Bueno, muchacho. Tu corazón se mantuvo firme aún cuando la marea te alcanzó, con las olas impactando con furia en ti. Pero no todos son así. Después de ese suceso, hubieron más problemas.

       —Escuché de la declaración de guerra de Geto Suguru. Y ahora, maldiciones saliendo de los rincones. Los dedos de Sakuna. 

        —Parece que tu tío te informó bien. Muy bien. Una vez que sabes lo importante. Hay algo que necesito que hagas para mí —extendió documentos hacía él, los tomó y revisó los mismos—, Itadori Yuuji. Después de una misión asignada a Megumi Fushiguro en una escuela, el chico se comió un dedo de Sakuna. 

       —¿Mi trabajo cuál es? —inquirió, observando los documentos con información sobre aquel adolescente imprudente. 

       —Encuentra tantos dedos como sean posibles. No solo los altos mandos querrán hacerlo, cada ser que desprecie el equilibrio existente, además su miedo es codicioso al desear apresurar su sentencia de muerte. Confió en que serás discreto y limpio en la búsqueda —expresó su orden de una manera calmada, como si aquel hecho no fuese algo afligiendo a su mente—. Esto es confidencial. Ni tu tío es conocedor de esto aparte de lo meramente necesario.

       —Entiendo. Así será, señor. 

       —Y, Akihiko —su llamado ocasionó que girase su rostro para prestarle atención, cuidadosamente sus ojos fueron a dar con él, sin girar todo su cuerpo y con su mano aún cerca de la salida anteriormente señalada—, no dejes que lo maten. Y la orden será su muerte a menos de ser necesario —dijo, él entonces asintió. Aunque prefería no tener que matarlo, podía entender la razón de aquella sentencia a un adolescente—. Otra última cosa, Satoru está, como acostumbra, a estar involucrado en esto. 

        Después de todo. Era de nada más y nada menos que Sukuna, el rey de las maldiciones. 





𖤛ᩴ◦  sacrifice !




         —Bienvenido, mi señor —su doncella, quién aguardó su llegada en la entrada de su clan sonreía. La mujer rogaba por su vida, imploraba clemencia y actuaba con obediencia. Cargó su abrigo por él, uno más, cargó su equipaje. Dos maletas grandes. 

        Su tío, señalaba y de su boca salían ordenes. Inconforme con la mesa, la posición de los platos, la limpieza de los cubiertos.

        —Has llegado, Akihiko. Formalmente, bienvenido, sobrino mío —un abrazo lo recibió una vez su presencia se dio a notar, unas palmadas en su espalda lo hizo reaccionar—. Descansa un rato y te llamaré cuando bajes para la cena. Celebraremos tu regreso tan prospero. 

        —Así lo haré —asintió, sonriendo del mismo modo en el que él le sonreía—. Gracias por este acto de cariño, tío. Lo aprecio.

          Las suelas de sus zapatos con cada paso que daba retumbaba el sonido dentro el pasillo sumergido en silencio, su doncella se encontraba dentro de su habitación y sus maletas fueron directamente al área de lavandería. 

        —Mi señor, la ducha está lista. Su ropa está aquí. El anterior ropero fue desechado. La plaga de polillas acabo con el poco después de su partido. Lo mandaron a construir a medida —informó, inclinándose antes de retirarse— con su permiso, me retiro. Estaré fuera por si me necesita.

       El agua tibia provocó escalofríos por cada extremidad de su cuerpo al entrar en contacto. Su cabeza lentamente se recostó en ella, la espuma cubrió su cuerpo. Los escalones que está tenía habían cambiado, la alfombra que antes estaba ahí, ahora era una diferente, una nueva. 

           No tardo mucho, salió de la bañera pasados unos minutos. Una bata gris cubrió su cuerpo y de su cabello escurrieron gotas de agua, dejando pequeños rastros por donde caminaba. 

        Una toalla más pequeña secó su cabello, abrió el ropero recién hecho y las prendas dentro suyo eran prácticamente ropa impuesta por su tío —dos terceras partes pertenecían a ropa del gusto de su tío, mayormente yukatas con una paleta de colores acorde al clan y solo un tercio de toda la ropa era algo más acorde a él—, por supuesto que dado los eventos que su tío llevaría a cabo dado su retorno, debía vestirse acorde a la etiqueta para un evento de esa categoría. 
Un uniforme, colgado en una esquina, perdido entre la pila de atuendos, estaba ahí. Planchado, con las medallas que se le fueron otorgadas en viajes con su padre. 

        Inconscientemente lo tocó, objetos frágiles, precioso. Llenos de recuerdos. Ni buenos, ni malos. Solo sus memorias. 

       Su cabello seguía húmedo, un yukata de un color neutro cubría su cuerpo, adornado con accesorios que guardó mucho tiempo, en un pequeño baúl, uno el cual fue su obsequio en navidad. Su primer navidad.

       En un rato, con la habitación sofocada en la quietud de la soledad, la tranquilidad de su propia compañía, observó. Una manta blanca cubriendo aquella silla, permanecía igual. Acolchonada, con la madera de abeto tan pulcra como cuando la vio, con el color casi idéntico, algo desgastado, decolorado por el pasar de los años.

          Akihiko había perecido los años. Así que, siendo el año que era, podía cargar con los recuerdos del pasado y el cómo pudo cambiar, cómo pudo obtener un presente mejor a cómo lo tenía. La sombra de un presente atormentó cada parte de su mente, por momentos, divagaba tan profundamente que, pensaba, era posible un final diferente.

           Su error, aquello que tanto anheló sin siquiera saberlo. Aquello que ese mismo adolescente borró de su alma sin preverlo; porque la soledad era la mayor carga dentro de cada ser humano, un punto de soledad que él mismo jamás entendió, alguien que no era incomprendido pero desencajaba en aquel lugar.

           El peso que sobre sus hombros fue impuesto, la similitud lo llevó a su mismo olvido.

          Y cerró sus ojos, se recargó en aquella silla que por un descuido, el mismo Gojo Satoru acabó por comprar debido a una mera burla, decidir para su departamento y fue incapaz de botar. Una vez el sueño decidió consumirlo por breves momentos, regresó a aquellos momentos. 

         La nostalgia arrasó con rabia. Y los recuerdos se amontonaron, impacientes en su mente. Abrió los ojos y suspiro entrecortadamente. 

        Se levantó de aquella silla, colocó otra vez la manta para caminar lejos. Llamo a su doncella, le permitió el acceso a su recamara y ella peinó cuidadosamente su cabello. 

       —Está listo. Los invitados llegarán pronto. Su tío lo espera. 

       —Gracias.

⠀⠀ Debería haber olvidado, una sombra del pasado que ahora era una del presente. Pero pesaba más que nada, pues él mantenía su palabra y aquella promesa, donde su fe prevalecía ante un mundo en agonía. Aún si él no era considerado un amigo, mantendría viva la esperanza en aquella persona pues le mostró la realidad a la cual se aferró durante tanto tiempo bajo un seudónimo diferente a su conjetura sentenciada.

⠀⠀Satoru Gojo fue como un ángel caído. Sucumbió sin escape.



sacrifice — @honnyless 2024


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