⠀⠀⠀ov. punishment
CHAPTER FIVE
PUNISHMENT!
Akihiko se descuidó. Las instrucciones fueron claras y como solían hacer desde hace algunas misiones. A cada uno le gustaba hacer su parte, o al menos, al portador de aquellos ojos tan claros y tan vivos.
Protegerlos era sin lugar a duda, su designio. La meta tan valiosa que ese día se debía cumplir. Lo más importante.
Sin embargo, hubo un detalle.
Satoru Gojo había fallado. Se arriesgó pese a sus palabras, a su advertencia tan clara de no hacer nada imprudente dentro de aquella maldición que, dadas las circunstancias, había escapado dentro de el velo colocado. Cada niño refugiado después de aquel terrible terremoto, había sido cruelmente erradicados.
Akihiko no dijo nada más. El silencio que dejó un aire tan incómodamente pesado se abrazo de ellos dos. Las preguntas que furiosamente apresaron sus pensamientos lo agobió. Llenando de miles de situaciones. Él, no supo qué hacer en el instante.
Y, por otro lado. Aquel chico de los seis ojos, se veía inmutable. Su rostro no le dijo nada, y él tampoco se molesto en pensar sobre ello en el momento.
—¿Qué pensaste, Gojo Satoru?— inquirió, sus labios muy apenas fueron separados. Su voz, tan suave no le dijo al portador de los seis ojos su estado actual. Sin remedio alguno, él tuvo que hablar.
—Nada. Quería probarlo—. Contestó. Su nueva técnica había funcionado muy bien en la escuela de hechicería, sin embargo, parece que, lo tomó muy a prisa—. Mi técnica no funcionó está vez.
Asintió. Se acercó a él y con su mano, tomo suavemente su barbilla, la guardia baja del portador de los seis ojos le permitió tocarlo directamente, sus ojos encontraron a los contrarios—. Inmediatamente vete. Fue una catástrofe. La culpa es mía.
—Fui quién lo descuidó— refutó. Sus ojos perdidos dentro de los escombros detrás de Akihiko.
—Y yo te descuidé a ti. Estás bajo mi cargo. Baje la guardia —argumentó, acomodó sus cabellos desordenados por la actividad hecha recientemente. Inhaló y exhaló. Comenzó a crear distintos escenarios por su cabeza y solo pudo llegar a uno—. Te llevaré de vuelta a la escuela de hechicería.
El adolescente se quedó estupefacto, inmóvil. —¿Qué pasará?
—Nada. Olvida el día de hoy. No tienes la culpa de algo que no está bajo tu control —dijo. Sintió la necesidad de expresarlo. Quizá porque supo deducir el pensamiento que cortamente cruzó su mente.
El largo camino a la escuela de hechicería. Cuando ninguno escuchó palabra alguna del otro. Las bromas de aquel portador de los seis ojos se esfumaron, haciendo de sus pensamientos más fuertes, resonando dentro de su mente, padeciendo la culpa. El martirio de
Entonces, Akihiko entendió. ¿Por qué preguntó? ¿Por qué ahora caminaba en dirección a hablar directamente con Tengen, el profesor que los envió a tal misión y su tío? ¿Por qué sus pies avanzaban a un ritmo constante y carentes de un ápice de duda? ¿Por qué? ¿Por qué si él jamás haría tal cosa?
—Muchacho. Has llegado finalmente—. Tengen le pidió tomar asiento. Impacible.
El rostro de su tío tomo una expresión más severa. Sus ojos afilados en duda y un ápice de molestia.
—El incidente de hoy. A pesar del velo colocado, se dio la orden clara de mantener alejada a cada maldición de aquel refugio, y dos, erradicarlas tan pronto como fuese posible— dijo, analizando al homúnculo enfrente suyo—. Se las confíe a ustedes dos, a pesar de no formar parte de el grado 1 de hechiceros por los dotes que ambos poseen.
Akihiko agachó su cabeza. Sin palabras. Ni refutaciones. Incapaz de formular oraciones completas. La mentira jamás habría sido una salida que él considerase, no obstante, aquella podía ser considerada una a medias. Y no sentía culpa, al contrario, sentía incertidumbre por aquel adolescente de orbes claros. Sintió el doloroso pesar de no haber podido disipar aquella mirada, aunque se suavizó, no la desapareció.
Y eso, eso provocó la mayor tormenta de palabras sumergidas en arrepentimiento y reproche.
—Satoru Gojo es tan audaz como irracional. Es joven, es el portador de los seis ojos, será el más fuerte de todos y entiendo eso. No puedo controlarlo. Sin embargo, tú. Mi escudo, mi espada y mi soporte, cometió ese error. ¿Cómo puedo confiarte mi vida, mi seguridad y mi confianza?— inquirió, inclemente—. Te coloqué a su par, pues por mi razonamiento paso que serías la luz que guiase su camino. Dirigiendo su raciocinio. Colaborar cuando fuese necesario. Valorizó el trabajo en equipo, considero es algo vital dentro de el mundo de hechicería. Quise que eso se lograse con ustedes dos. Todo dentro de la hechicería es una incógnita.
Él calló. Sin levantar su cabeza, con su cuello doliendo por aquella posición tan molesta. Su cuello desesperadamente rogó elevarse, dejar de estar agachado, sin embargo, él lo ignoró.— Ruego por su perdón, Tengen-sama—. Sus rodillas cayeron al suelo sin clemencia, sus huesos resintiendo aquel impacto. Lo tomo como su castigo, merecía eso. Merecías una reprimenda, algo justo.
—Dime la verdad, Akihiko. ¿Quién fue el causante?
—Yo, mi señor. Yo tenía la obligación. No lo conseguí. Mi error llevó a esto. Aquellos destellos morados son míos. Me he arriesgado y provoqué todo esta calamidad—. Su voz fue firme, inquebrantable.
Aunque ninguno dentro de aquella sala observó ni un rasgo de ambigüedad, algo siguió sin ser conciso.
—Con esto puedes quedar destituido de tu cargo. Incluso antes de reclamarlo formalmente, ¿lo sabes?— preguntó. Un asentimiento breve fue su respuesta—. No haré eso. Un error que ha manchado todo tu trabajo me parece innecesario. Por supuesto, necesitarás disciplina. Recibirás una penalización por tu falta. El líder de tu clan se encargará de ello. Eso es todo.
—Muchas gracias por su perdón a mi grave falta.
—Dile eso a quiénes fueron inhumanamente masacrados, Akihiko.
Sus labios resecos padecieron su remordimiento. Sus dientes que insensiblemente los mordieron hasta sangrar, acompañados de el dolor que sintieron por el frío del lugar.
—Para ser un homúnculo, naciste hace años. Eres inocente, demasiado para considerarse y definirse bajo la palabra de idiota—. Su tío dijo aquellas palabras, oportunamente, era verdad.
No sentía la valentía de contestar. Ni siquiera el derecho a levantar la cabeza. No podía. Indigno de mantener su cabeza en alto como solía hacerlo.
—La falta es grave. No fueron ni una ni una docena. Fueron más 30 personas dentro de aquel refugio, Akihiko—. Sus labios se apretaron, sus ojos comenzaron a arder. Sí, lo sabía. Los gritos de las personas siendo brutalmente exterminados seguían tan claramente, tan vivido en él.
La voz dentro de su garganta se extinguió. La vergüenza, la culpa, e remordimiento y el reproche de sí mismo persistían, atormentándole con furor.
—El castigo. Lamento esto, Akihiko. Pero debes aprender de los errores que cometes. La disciplina es indispensable. Seas o no seas, incluso mentir es un pecado.
—Sí, tío.
Tan pronto como ingresaron dentro de la residencia principal. Su tío se hizo cargo de prepararlo todo. Él se quedó ahí, inmóvil y siguiendo obedientemente las ordenes de su tío.
Observó cada utensilio que fue colocado dentro de aquella bandeja grisácea, sus ojos analizaban y su mente trabajaba. Dedujo que castigo le esperaba.
Su tío se acercó a él. Tan calmado y tranquilo, habló—. Si dices mentiras, ¿por qué lo haces, Akihiko? Satoru Gojo puede cuidarse perfectamente. A él no se le puede tocar. Eres persistente. Un tonto por completo, creí dejarlo claro. Alguien como él, jamás agradecerá tu acción, Akihiko. Usará la lealtad que le brindes para su propia satisfacción. He visto esto, nunca acaba bien.
Sí. Él supo. Él lo tenía claro. Él no era tan tonto. A pesar de ello, él, se mantuvo firme en su arrebato. No titubeo al vociferar aquella mentira. Porque también tenía la culpa. Porque mejor que nadie, sabía cómo se sentía ahora y ese castigo para nada ayudaría en la carga que era eso.
—Yo tuve la culpa tío. Él estaba bajo mi mando y se encargó de la segunda parte—. Aseguró, indudablemente podía decir la verdad, pero algo le dejo intranquilo. Suspiro, rendido.
—Ojalá entiendas que incluso si tú le das tu mayor posesión, será algo más para él. La amistad que tú ves, él no. Procedan.
Sus manos fueron puestas detrás de su espalda, sin ser atadas. únicamente retenido hasta llegar a aquel río de furiosas corrientes. Fue detenido por dos hombres, el sirviente de su tío siguió sus ordenes y retiró su vestimenta de la parte superior.
El viento azotó con rabia en su piel. Sus labios temblaron. No era nada que no haya sentido antes, pero era una sensación tan lejana que ahora le daba nostalgia. Ni buena ni mala, solo recuerdos vanos de el pasado.
Un bate lleno de puas fue tomado por otro hombre, mirando con pena al joven. Su piel sería mancillada.
—Cinco golpes. Adelante.
El primero impacto hizo fruncir levemente su entrecejo. Su cuerpo resintió. Ardió. Se recuperó y pronto llegó el segundo. Al tercero, su cuerpo imploró, ahogado en el dolor y ardor de los golpes. El agua fría ni siquiera era capaz de cubrir su espalda. Quizá, eso haría de la sensación de aquel objeto más leve.
El quinto lo golpeó. Y si espalda sangraba imparablemente. Manchando el agua—. Cinco más.
Akihiko apenas podía pensar. Tragaba con fuerza, ni siquiera sentía los golpes como al principio. Solo el impacto y la costumbre después de los primeros se apoderó de él. El frío ayudó, de algún modo, pues su cuerpo se entumió, entonces, al menos lo soportó.
—Llévalo a su habitación. Curen sus heridas —ordenó, quién supuso, la voz que pertenecía a su tío.
Moribundo. Lamentable. Se mantuvo en pie, siguiendo a la doncella y al hombre que lo ayudaba a seguir en pie. Los rastros de sangre que dejaba al pasar por aquellos estrechos pasillos serían limpiados esa misma noche.
—Mi señor—. Aquella doncella que él mismo cuido bajo su ala derramaba lágrimas, tapando su boca apenas entró en su habitación al escuchar su llegada y su situación. Se arrodilló rápidamente con él y ayudó con su curación—. Cierre sus ojos, velaré de usted toda la noche.
Sus palabras lograron su cometido. Cayó en inconsciencia. Los sollozos de la joven se volvieron lejanos y su alrededor oscuro.
@ honnyless — sacrifice 2023
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