❇¿POR QUÉ LO HICISTE?❇
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Después de varios días, como por un mes, viviendo en la residencia Vanderdud, a Killian le resultó fácil adaptarse con el lugar, y conviviendo a gusto con los que la habitaban.
La verdad, es que él creía que no podría conseguir un par de amigos en poco tiempo.
Hacían enfrentamientos en el tenis de mesa. Jugaban Eavan y Killian.
La pelota hacía un bote en cada campo, los contrincantes no paraban de moverse de aquí para allá, para no perder. Carrie observaba la vista apoyada sobre sus puños desde la terraza, rodeada de luces, las que obviamente se encendían en la tarde, la superficie estaba cubierta de pasto sintético con algunas matas en una esquina, y un comedor en otro lado. Hacía un poco de calor y volteaba constantemente para llevar los puntos. La verdad su casa era la más grande hasta donde su vista llegaba, siendo una calle con gente de mejores comodidades, además era muy linda la calle por llevar palmeras altas en las veredas, formando un camino que llevaba a una apacible playa al final. ¿Qué más esperaba de una mansión?
Los tres vestían con ropa adaptada al sol, bajo un telón que cubre la terraza. Killian dio el pase final, y la pequeña pelota salió a otra dirección, haciendo que el otro fallara.
-¡Estuviste cerca! -mencionó el ganador alegre- No importa, lo lograrás a la próxima.
-Ya es de sobra mencionar al ganador -Carrie regresó a presenciar la vista, fuera de la terraza.
-¿Cómo pude permitir que me ganaras?
Eavan dijo esa frase en tono de felicitaciones abrazándolo por la espalda y sacudiendo el cabello de Killian, quien se reía agitando la cola de forma lenta.
-Ya para... m-me éstas desarreglando -dijo entre risas.
Sin querer esta empezaba a rozar la entrepierna de Eavan.
Se sobresaltó, rojo como tomate, y lo soltó lentamente, cuando se percató de cerca el pelaje de Killian, tan brillante. Que quería desviar su sonrojo diciendo lo primero que le vino a la mente.
-¿Eres...? -lo giró para que Killian lo viera, y tuvo sus mejillas entre sus palmas.
-Un zorro -rió- ¿qué te pasa?, ¿estás raro hoy, o qué?
-¿Entonces por qué...? - Luego las estrujó entre ellas, haciendo que Killian cerrará los ojos- ...eres tan blandito? -dijo cuando emitía un pequeño sonido.
-Killian abrió un ojo- ¿Yo? -preguntó con las orejas abajo, después de poner sus manos sobre las de él.
¡A KNOCKOUT!
Como un golpe rosa directo al corazón, la cola de Eavan se puso tiesa, queriendo ocultar la cara en cualquier lado. Killian atónito por su reacción dio un apretón sobre el dorso de sus manos, el leopardo albino se separó percatándose de lo que hacía. Alzó la cabeza, hasta que se quedaron viendo.
Reaccionó y lo soltó de una vez. Su hermana menor les dirigió la mirada, después de meterse en sus pensamientos.
-¿Qué estabas haciendo? -preguntó la chica.
-Nada, nada -el mayor se dirigió la puerta deslizante-. Ya me iba.
-¿Tu hermano está bien? -la miró alzando una ceja, y a la vez pasaba los dedos por su cabello, llevándolo hasta atrás como forma de peinarse.
-¿Pasó algo, Killian?
-No en realidad.
-Si tú lo dices -giró el mango de su raqueta- te reto a un juego más.
Se encerró en el baño, dejó la perilla y respiró profundamente, aislándose de los que lo rodeaban, se sentó sobre la tapa del inodoro.
Demonios, el pantalón le apretaba, fue cuando se tocó, y en efecto estaba como una piedra. ¡Qué rayos! No pensó que fuera tan pronto. No le agradaba realizar este tipo de cosas, pero una vez el psicólogo lo recomendó. Esperaba a que no volviera a suceder. La verdad, este tipo de cosas son extrañas del cuerpo masculino.
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Unos días más.
La relación de Killian con los chicos iba bien a maravillosa. Su padre, Leonard, suele mandarlos a dormir por desvelarse en sus videojuegos. Pero a veces, Carrie los dejaba a su suerte, y seguía yéndose a quién sabe dónde, después de rezar al cielo.
-¡Mira, Carrie! Terminé de hacer mi origami de flor -lo levantó, para mostrarlo frente a ella, sentados en el sofá de la sala.
-Y yo... mi... ¡Pelota de papel! -fingió entonación de orgullo antes de estallar en una risa.
-Igualmente gracias por enseñarme a hacer esta simple figura.
Killian miró el objeto entre su palma, y luego vio a Carrie.
Se le acercó. No le importó que haya tenido que aplastar algunas hojas, con el fin de apoyar una mano. Y con la otra, enganchó la flor, en el cabello de ella.
-Por eso, te doy esto -se alejó para mirar su rostro completo, y pareció que el carmín llegó a las mejillas de ambos.
-Amm... y yo te entrego la gloriosa bola de cristal, capaz de revelarte lo que está escondido. De mostrarte lo que está prohibido.
Dijo, Carrie con el brazo alzado, presentando su original y creativo papel arrugado.
-¡Oh por Dios, tendré el poder en mis manos!
Killian exclamó con las mejillas aplastadas y con un destello en sus azules ojos, mejor cuando también reflejaban las luces del chandelier sobre ellos.
Carrie se lo lanzó, pero fue algo alto que el papel a penas rozó un dedo del zorro. Fue más allá, y rebotó la cabeza de Eavan, quien leía un libro, en el mismo sofá. Alzó la cabeza, antes de que su instinto felino surgiera, pues empezó a palmear la pelota como si jugara con él. Sus pupilas no tardaron en hincharse, atendiendo a la bola de papel, que se elevó, atrayendo el cuerpo de Eavan, que iba bajando la espalda. Hasta que dejó de descender cuando su cabeza se apoyó en las piernas de killian, siendo él, su nuevo punto de atracción.
-El gatito, jugando con un papel arrugado -el zorro soltó una risilla.
Seguía en el trance felino, ahora jugueteaba con los bigotes de Killian, estando recostado.
-De verdad, está travieso -comentó, Killian hacia Carrie, mientras dejaba a Eavan hacer lo suyo.
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-"Ven ahora, es urgente".
Un amanecer más tarde, ese mensaje, la obligaba salir de casa por unas horas, no pensaba tardarse tanto a menos que se lo impidieran. Guardó algunas cosas en su bolsillo y debajo de la camiseta sin mangas. Bajó las escaleras, sin reflejar apuros, con suma discreción. Al encontrarse con Leonard limpiando los muebles en la planta baja, este le habló.
-¿Desea algo señorita Carrie?
-No ahora Leonard, en estos momentos voy a salir.
-Tenga cuidado -respondió angustiado.
-Muchas gracias.
Y la necesitaba. Afuera estaba Jane, la jardinera, quien le daba forma a un pequeño árbol, al lado de las bancas de sol y una sombrilla, con un patrón de líneas blancas y azules. Al menos eso le permitía que no la viera. Y cuando tuvo la oportunidad ,se marchó en la dirección contraria.
Killian, tomaba un vaso con agua que su padre le había entregado, después del almuerzo, caminaba por el lado opuesto de los cuartos a echar un vistazo, sobre el piso de loza. Un estante lleno de libros, algunos eran de finanzas y autoayuda, que probablemente eran de los dueños de la mansión, otros eran de aventuras y novelas juveniles que son de uno de los hermanos. Al frente estaba un escritorio con muchas hojas bien ordenadas, solo alcanzó a ver el papel de encima que tenía un largo escrito con firmas. Prefirió no entrometerse tanto, dio media vuelta y regresó a su habitación. Se sentó en la cama, dejó el vaso y de paso agarró su celular.
Por el pasillo, Eavan pasó rápido, pero al notar la presencia del zorro retrocedió unos pasos hasta verlo, ya que la puerta no estaba cerrada del todo.
-¿Qué estás viendo? -se acercó.
-Solo converso con amigos.
Killian se movió para que pudiera sentarse, y dejó su celular en la mesa de noche.
-Es que hay gente que aún extraño de mi ciudad -bajó las orejas, en cuanto metió sus manos entre las piernas, mientras lo miraba-.
-Creo que no lo entiendo -ladeó la cabeza.
-No importa que me entiendas, suficiente con escucharme -se frotó una mejilla-. Oye, Eavan, allí, arriba me diste un fuerte apretón, tuve dificultades para comer.
-Déjame ver -se acercó- no está nada mal.
-¿Sabes?, mi madre solía consolarme del dolor dándome un beso -comentó mirando a otra dirección-. No me sanaba, pero me hacía sentir mejor.
Eavan miró su mejilla, y segundos después, habló.
-¿Puedo tomar su lugar? -musitó.
Killian volteó a verlo.
-Es raro -respondió.
-Pues hablas con el amo de las rarezas -dijo Eavan más animado.
De manera contagiosa esbozó la misma risa ligera, después de Killian. Como todo tiene fin, aplicó con la sonrisa de Eavan primero, se quedó viendo anonadado, fue entonces que sus labios al fin habían tocado la mejilla del menor.
La sonrisa del zorro quedó de cabeza, la adrenalina se le subió, llegando a declarar mentalmente que le gustaba lo que hacía, inexplicablemente se sintió culpable de ello. Pero para ese entonces, Eavan ya se había separado.
-Amm... -los colores se le subieron- para mí no fue raro -intentó modificar su incomodidad en el silencio.
El menor bajó la cabeza con una voz tímida, luego miró hacia el techo, y exhaló profundamente.
-Yo... -exhaló resignado- ...no sé Eavan.
-Pensé si ayudaba en algo -posó el tacto sobre el cabello del otro.
Killian detuvo su mano, y se levantó de la cama.
-Siento que de repente, me hiciste sentir mejor. -dijo apresuradamente, cubriéndose la cara de la vergüenza- ¿Qué s-se supone que más de-debería decirte?.
Eavan alzó los pómulos sin la adversidad de ser el responsable de su reacción, pues del caso contrario Killian se hubiera marchado sin mirar atrás.
-Tranquilo. No pasa nada.
El menor evitó responder, se quedó callado.
-Iré a tomar aire -se levantó- no me esperes.
Salió de su habitación.
Eavan sonrió de nervios. Le dará su espacio. Tal vez no era el momento. Ese beso... al menos lo había aceptado ¿Verdad?
Entró Leonard, preguntando si quería algo.
- Solo agua, por favor -le entregó el mismo del que Killian había bebido-.
El zorro salió de la casa a calmar su incomodidad. Se sentó en la camilla de sol, y llevó sus brazos hasta la nuca.
-¿Pasa algo?
Se sorprendió cuando notó a Jane a su costado plantando unas hermosas orquídeas blancas con rayas puntiagudas moradas en las macetas.
-Oh, nada más vengo a tomar aire.
-Es agradable, no muchos hacen eso. Me alegro por ti.
-¡Ha ha. Gracias, señora Jane!
-Dime por mi nombre, con confianza.
-Como tú digas Jane -dijo sonriente- ¿Sabe? Usted me cae muy bien.
-¿Verdad que si? -respondió de igual manera-.
-Exacto ¿Y usted viene muy seguido?
-Solo cuando estas lindas plantas me necesitan. Amo dedicarme a esto, desde pequeña me gustaba la jardinería -continuaba haciendo su trabajo-.
Siguieron la plática. Kllian se había asegurado que lo que había pasado, fue por mareo. Para cuando volviese a cruzar la puerta, estaría más calmado. Y al pensar en ello... también quería hablar con Carrie, que por alguna razón no la había visto.
En el exterior se sintió más libre, observando las palmeras que pasaban a lo largo de la calle, mientras dejaban pasar el tiempo a cada segundo, bajo un cielo ya por tornarse oscuro.
Te agradezco por leer este capítulo. Nos vemos luego, bye bye. ✋
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