Capítulo 22
✳DEMONIOS, ESTO ES BUENO✳
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El zorro salió de los servicios higiénicos de la universidad, luego de escapar de una loca zarigüeya que se quería llevar su pelaje, cuando salió de un bote de basura. Entró a clases. Anotaba cosas en su cuaderno. A noche fue uno de sus mejores días. Apoyó una mejilla en la mesa de su asiento, mirando al lado derecho, la clase estaba aburrida, porque el docente era suplente de la profesora de ciencias sociales, quien aún no había conocido. Su salida con Eavan, le estremecía al recordar, que dejó que sus brazos le cubrieran el rostro enrojecido, meditando en su relación, y que algo más faltaba. Killian quitó ese pensamiento de la cabeza.
Prestó atención al muchacho de su derecha. Tenía una guitarra, que hizo acordar la suya.
Después de acabar su clase, salió corriendo hacia la secretaría, a decirle a la canguro que entraría en el taller de música. Ahora estaría en uno como Eavan y Carrie. Deporte y porrista respectivamente, aunque Carrie fue sin querer, por una invitación.
En fin, la secretaria le confirmó que el lunes, podrá asistir.
Ahora, los tres estaban sentados en el tren en línea recta, el aire acondicionado estaba malogrado, hacía calor, que muchos canes sacaron la lengua. No había mucha gente, pero las caras de todos eran de apatía.
-Siempre es los mismo -comentó, Carrie usando su cuaderno como abanico- peor para nosotros.
Permanecer en un ambiente caluroso, es perjudicial para leopardos ártico.
-Denme sus cosas, quítense alguna prenda -dijo Killian mientras recibía las mochilas de los hermanos.
-Yo no puedo, tengo puesto esta blusa, y solo me queda remangarla, y quitarme los zapatos. Eavan tu si puedes.
El mencionado se despegó del espaldar del asiento. ¡Sudadera fuera! Eavan estiró los brazos hacia adelante, acomodando su playera. Las caminatas de madrugada habían dado resultado, ahora sosteniendo los rasgos de esos días. La prenda le quedaba un poco más ajustada que antes, cuando le quedaba floja. Ojalá pudiese corresponder a la mirada de su novio.
Tan pasmado y embelesado. Killian lo estaba observando en hito en hito, sus hombros, pecho y brazos le eran atractivos. A Killian le vino una corazonada: Ver el resto del mapa. Pulso acelerado, pupilas dilatadas...
"¡Demonios! ¡Killian, ahora no!"
Volteó a otro lado, liberando su cabeza, entonces Killian recordó que estaba en una época especial. Pensar en eso lo puso tan rojo, que prefirió ver a través de las ventanas del tren. Pegó las manos en el cristal, al ver una gloriosa tienda de música, al rato Eavan hizo lo mismo.
Para la tarde. Carrie terminó de ver una película con su familia en la habitación de sus padres, era comedia, a lo que la menor casi se cae de la cama, si no fuera porque su padre y Eavan la sostuvieron. Y su mamá, solo permanecía serena pasando el rato.
Estaba tranquila, Carrie se sujetó el cabello frente a su espejo, teniendo cuidado con sus orejas, minuciosamente para no rasparse con el peine.
-Ya casi...
Una piedra golpeó su ventana.
El sonido la alertó, dio la vuelta, dejando su peinado mal hecho. Otra pequeña piedra fue lanzada, y volvió a dar un salto de hombros. Llena de intriga, y algo de temor.
-Vamos... aparece criaturita...
Agarró otra piedra, de su otra mano con más provisiones de todas las que había recogido de la calle. El tigre jugó con la piedrita, desde el patio de la casa de Carrie. Kenny no iba a rendirse hasta que apareciera. Lo lanzó. Y justo en el momento que ella abrió su ventana.
-Oh, no.
Vio que la piedra fue más allá, e impactó en la frente de Carrie, que la guió para atrás.
El condenado trepó por las paredes, maltratando sus garras. Ante sus ojos, se presentó la habitación de Carrie, los recuerdos embargaron su mente, que tenía de este acogedor lugar, y el perfume de este, le atontó sus facciones. Pisó dentro, y recibió el puñetazo merecido.
-¡Eso dolió!
-Ya sé que soy un tonto -se frotó la mejilla adolorida.
Carrie se calmó. ¿Qué rayos hace aquí? ¿Después de haberla lastimado ese día, se atreve a venir? El resentimiento no le permitía verlo a la cara. "Olvídate, porque no te ayudaré" le dijo ese día. No quería que se diese cuenta de cuánto la habían afectado sus palabras, que deseaba echarlo sin importarle sus sentimientos.
-Lo lamento, Carrie -murmuró él-. Apuesto a que sigues molesta conmigo, ya lo venía venir -dio un paso a la chica, pero ella hizo lo contrario-. Y tienes tus razones.
La tensión en la mandíbula de Carrie se endureció.
-He pensado bien en lo que me explicaste, al final tienes unos valorables objetivos. No quise creerte al principio, pensé que querías quitarme mi vida a la que me dedico, al igual que ser egoísta pensando en ti misma -una sonrisa curveó los labios de Kenny-. Comprendí que el egoísta era yo, porque hablaste de ser libres en nombre de los dos. La verdad... esas fueron palabras dulces de tu parte, Carrie.
Incluso, cuando Kenny le hablaba en un lindo tono, Carrie seguía callada. Kenny separó sus dedos, cuando la leopardo albino tembló, él la atrajo hacia sí.
-Déjame ver.
Ella le permitió que examinara su frente, sorprendida de que su contacto suavizara sus nervios.
-No es nada -se sentó al borde de su cama- no me dolió tanto.
Kenny no dijo ni una palabra, estando de pie. Cuando su tibia palma corrió por encima de su pelaje, Carrie sintió un profundo alivio, y sus ojos se posaron en su rostro.
Él apartó unos mechones de cabello. Sus facciones y sus ojos esmeralda. Había relegado lo linda que era. Carrie comenzó a darse cuenta de la cercanía del muchacho y su tierno tacto, tanto, que ella no hizo más que bajar los párpados, cuando Kenny le dio un beso sobre sus luceros.
-¿No me dirás nada? -preguntó casi con una sonrisa nasal.
-Hola Kenny -susurró.
-¿Estás dispuesta a perdonarme?
-Creo que si...
Kenny procedió a sentarse a su lado.
-Eso es suficiente. Ahora... ¿Cuál es plan para asesinar a nuestro jefe? -soltó de manera más cruda.
-No es simple, descubrí que sabe defenderse muy bien -se frotó el cuello.
-Quiero ayudar, así que te traje algo -metió la mano en su profundo bolsillo del pantalón, de pronto sacó un pequeño frasco de cristal, e hizo rodar el líquido blanquecino.
-¿De dónde lo sacaste?
-Tuve que obligar a un viejo serpiente a inyectar su veneno, no quiso a las buenas. ¿Sabes lo caro que es comprar uno en el mercado negro? Te puede servir mucho.
-Gracias, Kenny. Sí sabes lo que es discreción -ahora ella tenía el frasco entre sus dedos.
-Verás que tú y yo, saldremos de esta y podremos vivir mucho mejor. Por lo que veo... has cambiado, antes te enojabas por todo.
-¿Recuerdas nuestro acuerdo? -le dedicó una cálida sonrisa, mientras apoyaba las manos en la cama-. Estoy trabajando en ello ¿Y tú? ¿Ya dejaste de vengarte por cualquier cosa?
-Algo así... Oye... Traigo dinero... ¿Quieres que vayamos por unos dulces y snacks para ver videos de terror? -se le acercó.
-Las tiendas de esta calle están cerradas. Tendremos que ir más lejos...
-¡No importa! Haremos que valga la pena.
Le tomo de la mano, y la llevó por el pasillo, a toda prisa, con la risa infaltable entre los dos. Toda esa escena dejó atónito a Eavan que se hizo a un lado, para que pudiesen pasar, cuestinándose de cómo rayos Kenny entró a la casa. Pero si eso dejaba una risa en su hermana, lo dejará pasar.
A diferencia de Killian, estaba en su momento, otra vez. Tocando su guitarra eléctrica, acostado en su lecho, mientras cantaba de forma no clara, una canción que ya existía. Abrió los ojos, cuando Eavan entró a su habitación.
-Hola Kili, ya ayudé a mis padres con sus cosas. Leonard los llevó con el auto a una reunión.
-Van a tardar -se levantó, y dejó su instrumento al lado-. ¡Oye, Eavan! ¿Recuerdas la tienda de música que vimos...?
Continúo hablando, hasta que no se oía claro, cuando empezó a quitarse la polera.
-...Un día iré allí, a ver si traigo algo -se liberaba de la mangas que quedaban, y luego amoldó su playera puesta.
-Killian ¿Por qué me ignoraste cuando te envié un mensaje?
-¿Ah sí? Creo que entré a mi mundo con el instrumento -dio un toque en el estómago de Eavan-. La verdad, es genial.
-Gracias a mí, tienes tu guitarra -le otorgó un ligero golpe en el hombro, haciendo que el zorro reaccionara vagamente.
-Oh, ya veo, ya veo -rió entre sus brazos, antes de continuar- Okey, me atrapaste, quería molestarte un poco.
Entonces, Killian le arqueó una ceja. Se aproximó a Eavan, en forma de venganza, a darle sus justas cosquillas en la panza, a lo que el otro, trataba de evitarlo, si darse cuenta que se acostaba en las sábanas nuevas. Eavan aprovechó para tomar del brazo a su pareja, y tenerlo bajo él, dispuesto a fastidiarlo también. Killian soltó algunas risas, evitando los brazos del leopardo albino, por doquier. Era fácil notar lo cerca que estaban, así que, se dio la vuelta, pero Eavan no dejó que escapara, tomando su cintura, y traerlo hacia él de nuevo.
Sus manos encajando en la forma de su cuerpo, lo ruborizó tanto como tuvo de cerca el rostro de Eavan, al suyo, con su expresión, contrastando con la ligera luz del sol que entraba por la ventana. Eavan tenía solo ojos para Killian, y él lo sabía muy bien. Sintieron un cosquilleo en el estómago y cabeza, parecía que se querían tener más de cerca.
Al lado de ellos, sus sombras les eran fieles. Plasmadas en la pared y demostrando un beso incontrolable.
El hielo se deshizo, y ya no querían detenerse. Ellos siguieron en su mundo, el cuarto se llenó de sus suspiros interminables. Eavan terminó acostado en la cama, y Killian no dejó pasar la oportunidad de seguir besándolo, de seguir sucumbiendo a su sabor, mientras toqueteaba con una mano los brazos desnudos ajenos. Eavan no se quedaba atrás, mantenía una mano, detrás de su espalda, y la otra hacía fricción, detrás del cuello del zorro, un suspiro se le escapó, cuando pasó su lengua, hasta meterse en su hocico, profundizando más su beso.
Killian arqueó la espalda, al ver una sonrisa formarse en Eavan, mientras sus ojos seguían entrecerrados. Eavan hizo lo mismo, y curveó los labios, para dirigirse a su cuello.
En eso, el felino decidió levantar a su pareja junto a él, sentándolo sobre sus piernas, frente a frente.
-¿Estás disfrutando de esto? -le preguntó, agitado.
Killian solo asintió sin mirarlo.
-Ya sé que estás liberando unas hormonas diferentes a las que estoy acostumbrado.
Dijo Eavan, pegando sus labios debajo del mentón de su zorrito, quien por sus jadeos no lo dejaban hablar, quería susurrarle al oído todo lo que sentía en ese momento y darle una respuesta.
-¿Quieres ir más allá? -articuló, Eavan dejando un beso en la mejilla.
El zorro se aferró de su cuello, y por inercia, Eavan se acostó sobre él. Killian no iba a dejar que su novio fuese el único en hablar y que hiciera todo.
-No sé si me corresponde, Eavan...
-No quiero hacerlo a mi modo, ¿esta bien? -metió ambas manos bajo la camiseta de Killian, llegando a ver parte de su pelaje-. Pero te voy a ayudar a soltarte, cariño...
Decía mientras sus palmas recorrían su pecho, y aprovechó para querer quitarle la camiseta.
-¿Por qué tanto te molesta en ver, si solo hay más pelaje? -preguntó Killian angustiado, dejando su ropa donde estaba.
Pero cuando, Eavan se quitó la camiseta, ahora veía la razón. Quedó absorto de la belleza de su torso, teniendo la oportunidad de ponerle las manos encima. De inmediato, Killian detuvo su mano, al sentir que él iba a correr su short negro. Oh no, Eavan ya se había dado cuenta que estaba duro cual roca, además de subir la mirada lentamente, como si quisiera llegar a lo profundo de su alma para encontrar sus más secretas fantasías.
-Quítate esa ropa.
Se separó de Killian para desabrocharse el pantalón, sus ojos estaban cerrados, concentrándose también el sonido de la ropa deslizarse de forma lenta por las piernas de Killian. El leopardo albino, lo vio en su totalidad, con ansias. Detectó la mirada del otro de reojo, pero sus ojos iban directos a cola del zorro se encargaba de cubrir su zona.
-Eavan... -quedó en silencio.
Simplemente, el menor no quería ver lo que su pareja estaba haciendo, se mordía el dedo, con la mirada perdida, abrazando la almohada más cercana. La abrazó con más fuerza, al sentir que su cola se iba del lugar donde lo había dejado.
-Esp-espera -llevó una palma a callar su propio hocico.
Hizo un suspiro tensado, esto era raro y nuevo, a la vez. Aunque su primera auto complacencia fue hace tiempo, que alguien se lo hiciera se sentía mejor, y mucho. Sentía que Eavan lo tenía entre su mano, iniciando a frotar de arriba a abajo, su pareja se le acercó para que desesperadamente se pudieran besar. Killian tenía el control de su beso, llegó a morder el labio inferior del otro, estrujando su cabello entre sus dedos. Se habían separado, con el fin de que Eavan tuviera mejor visión de su acto, buscando la manera de hacerlo suyo.
El zorro estaba tan cegado de placer, sus fuertes respiraciones, junto a los sonidos lascivos provenientes de su miembro siendo estimulado por su pareja con rapidez, llenaban la habitación. A tal punto de que Eavan soltara sus propios jadeos de tan solo escuchar a su novio, y verlo casi sin poder dejar los ojos abiertos.
-Evee... quiero.... yo... -sus quejidos no lo dejaron terminar.
Es todo. Eavan no podía permitir quedarse insatisfecho. Sacó su virilidad, sobre su ropa interior, se metió entre las piernas de su zorro. Alcanzó a murmurar cosas sin sentido, y entrecortados, abrazó a Killian. Se volvieron a besar, lo harían mil veces si se les daba la maldita gana. Ya no sabían por donde tocarse, sus manos estaban desesperadas por estrujar algo. Por unos segundos, Killian se preguntó si todo eso iba a entr...
-Perdón, Killian. Ya no puedo aguantar más.
En un acto, el nombrado, empezó a morder el hombro al de arriba. Eavan, agarró una manta y la puso sobre ellos, estaba tratando de controlarse a su mordida. Pero no esta vez, inició con la primera embestida, que creyó que a Killian no le iba a gustar, cuando apoyó las manos en la cama. Todo lo contrario, el rostro lujurioso de su pareja y sus mejillas encendidas, provocaron a seguir haciéndolo. Killian usó sus piernas para rodear la cintura, buscando que llegara más profundo. Sus respiraciones se hacían más audibles, en el oído del mayor, mientras le acariciaba los muslos, una y otra vez. Sus estocadas ya eran sin control y salvajes, murmuraba cosas amenazantes, mientras que el otro, frases de mofa con esa boca tan lujuriosa, de forma temblorosa.
Cariñosamente, los dedos de él se entrelazaron con los suyos, cerrando sus manos con un poco de fuerza.
Sentía que estaba por llegar a su clímax, el zorro se limitó a agudos ruidos y rápidos, tomando el rostro de Eavan entre sus manos, haciendo lo que más le encendiera. Lo que seguía, y supuestamente el acto final, no pasó. Eavan, salió de su pareja, junto con el pre y recibiendo como respuesta un sonido de queja.
Otra vez, agarró la manta para que los cubriera, colocándola sobre sus hombros. Su mirada se dirigió a la imagen del zorro, añadiendo que ahora había una mancha viscosa sobre su vientre blanquecino. Posó su palma en la mejilla ajena y Killian puso la de él sobre la suya, usándola para que la frotara en su rostro. Eavan buscaba algo más que eso, así que deslizó sus manos, por su torso, y las perdió al sostener el nacimiento de su espalda.
Killian corroboró que él tenía buena mano, sabía amoldar la forma de estas en su silueta, sin siquiera temblar. Al igual que él, su Eavan se divirtió al máximo. Se le notaba en el miembro.
-Evee, para ser tu primera vez... no eres tan malo -ladeó la cabeza.
-No empieces, Killian -comenzó a ronronear.
Se le hacía tierno cuando hacía eso, la sonrisa de Killian huyó, al notar que Eavan le daba señales a que girara. Al zorro se llenaron las ganas en su cabeza, que parecía estar incompleta de ese apetito, obedeció, sintiendo el calor de su pelaje albino sobre su espalda, más la cobija y su respiración en sus oídos, causando un cosquilleo.
Su mejilla fue ligeramente aplastada por un beso fuerte del el de arriba, se centró tanto en ese tacto, que su mentón cayó en la almohada, y bajó las orejas, sintiendo una mejor sensación, pues de nuevo, Eavan se movía dentro de él. Killian estaba callado, le gustaba más su posición que la anterior, y a la vez le avergonzaba. No podía verlo, pero Eavan, sí a él. Otro beso más, y el sonido de sus labios se unieron a las estocadas.
Entonces fue, que los primeros suspiros escaparon del zorro, aplastando la cobija de arriba entre su puño, ya casi por cerrar los ojos. Estaba permitiendo a Eavan hacerlo, cuando apartó su cola, antes, y ahora se tambaleaba sobre su espalda.
-No te pongas tenso, ¿sí? -dijo Eavan con la voz entrecortada, antes de abrazarlo por el cuello.
Claro estaba que no necesitaba las manos para sus movimientos llenos de rudeza, tomando las riendas de acelerar las cosas. Los suspiros del menor, se convirtieron en unos audibles gemidos para toda la habitación, otra vez el rubor fue a él, quitándose la playera y tomando los instintos de elevar levemente las caderas, arqueando su espalda, no podía tanto por la fuerza de Eavan que lo obligaba a quedarse tendido en la cama. Giró la cabeza, buscando la mirada de su novio que lo hacía jadear, cada vez que salía y entraba con fuerza, el mismo que lo tomaba de las caderas, excitado de tener la visión completa de su espalda. Además del sonido de los golpes entre sus cuerpos en un ritmo prolongado le enrojecían a más no poder. De una, introdujo su lengua en el hocico de Killian, buscando más placer, pues él controlaba el ritmo, y la profundidad. Por rarezas, Killian quería hablarle, escapando solo inte-rrum-pidas palabras.
Parecía que el aire se podría acabar, pues no era suficiente para los ruidos de los dos, el zorro lo hacía a cada momento, con toda la atención puesta en el mayor. Escuchó que Eavan pronunció un gruñido victorioso y guió el cuello hacia atrás. De pronto, sintió que su interior se llenaba de algo más, cálido y en abundancia, las facciones de Killian le permitieron sonreír una minucia.
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-¿Quién diría que tendrías el atrevimiento? -el leopardo regresó dejando el cesto vacío, y remangó su bata de baño.
-Eso te pasa por haberme subestimado, Eavan -tocó la mano donde el otro le sostenía del hombro.
-Antes me llamaba Evee -le dijo en el tono más ronco.
-Ya no juegues -Killian rió y se zafó de su agarre- A la próxima usa condón si no quieres manchar tanto.
-¿Ahora te burlas de mí?
-Esta bien, basta -se dirigió a terminar de poner las nuevas sábanas-. Dime, Eavan... -calmó su sonrisa- ...¿Cómo te sentiste...? ¿Llegaste a disfrutarlo al máximo...? -cerró su ropa, ocultando la desnudez de su tórax- o... -se puso la capucha de su pijama- ¿Te gustaría que volviéramos a hacerlo?
Pero Killian consiguió bajar las orejas, al escuchar un pequeño estornudo tras él, en seguida otro.
Resultó que se debía al resfrío de la lluvia de la noche anterior, y la reciente ducha con la temperatura fría. De todas formas, debe ir mañana a la universidad. El obstáculo. La madre sobre protectora, que no quiere que le pase nada a su hijo, obligándolo a quedarse en casa.
Te agradezco por leer. Lo volví a leer y releer, y creo que está bien. Aun así, la historia continúa. Bye bye ✋✋
Y recuerda...
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