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Capítulo 21

✳VERDADERO ESPÍRITU✳
••

Nota: Probablemente este capítulo sea extraño.

Eavan llevó a Killian al patio detrás de la vivienda.

-¿Quieres... -Killian levantó la manta para mostrar su rostro- ...que nos escapemos de noche?

El otro le bajó rápidamente la manta, que seguía pareciendo un fantasma.

-Y quiero llevarte a un lugar especial.

-Entonces es una cita -suspiró dentro de las telas.

Lo sentó en el auto, al lado del conductor.

-No nos podrán escuchar, al salir. Carrie duerme como roca, mis padres tienen sus pastillas de dormir y el cuarto de Leonard está aislado -Eavan se adelantó a decir, mientras encendía el vehículo.

-Oh vamos, ¿te sabes todo de los demás?

-La mayor parte, sin querer.

Y Eavan arrancó en la pista, dejando su hogar atrás, y aceleró, sin mencionar que llevaba la pegatina del auto en la ventana trasera: "Bebé a bordo"

Ese bebé se percató de ambas mantas que tenía encima de él, y también que ya estaban avanzando. El zorro reaccionó en quitarse la tela hasta que su pareja lo evitó poniendo una mano encima.

-Quiero que sea sorpresa, quédate así, ¿ok? -se acercó, y le dio un corto beso-. Hazlo por mí -dijo en un ronroneo.

-Pero...

-Porfa... Killian... -mantenía la mirada enfrente.

-Quería mencionar que... Besaste la manta y no a mí -apoyó la cabeza en la ventana cerrada, planeando en mente lo que él tendría que hacer.

-¡Okey, esperarás hasta que lleguemos, Kili, te lo aseguro por mis ancestros salvajes!

El zorro botó un suspiro. Dentro de la manta de Eavan y la suya, por suerte ambas eran delgadas.
Apenas veía las luces de los otros autos que llegaban en dirección contraria, y pensó en los lugares en donde Eavan podría llevarlo, aun así, no estarían presentables al andar en pijama.

-¡Eavan, ni siquiera nos cambiamos de ropa!

-No te angusties, Kili. A donde iremos, no importará cómo nos veamos -se examinó desde las patas hasta sus brazos.

Dentro del auto, era calientito el ambiente para una noche cual ahora. Pero todo tiene fin, y el cambio de temperatura ambiental le llegó al zorro, quien no quiso dejar su asiento, cuando habían llegado.

-Ven... Killian... baja -alargó sus palabras, tirando del brazo de su pareja.

-Hace frío... Y claro, tú pelaje es denso -se sostenía del marco de la entrada, oponiéndose a salir.

-Si quieres, no te quites la manta -lo soltó, dejando que Killian bajara por su cuenta-. Pero dame la mía para estar iguales.

Y tal cual, quedaron como dos fantasmitas.

-Y aún no sé donde estamos.

-Espera mi señal -sacó su teléfono del bolsillo y le dio unas gafas de sol a Killian-. Póntelo, te verás genial.

Killian se lo puso con algunas dificultades, y de pronto, fue abrazado por sus hombros y sintió el flash en sus ojos a través de la tela. Aunque no podía ver nada, no escuchaba a nadie más, ya le estaba empezando a incomodar.

Sintió que Eavan levantaba sus brazos delicadamente. Luego percibió su calor, tras él. Se estremeció cuando le abrazó su cintura sin avisar. Y el flash volvió a cegarlo.

-¡Listo! Unas fotos, antes de comenzar -se quitó la tela, guardándola en el asiento del auto-. Ya puedes quitar la tuya, Kili.

Sus plegarias fueron oídas, pero tampoco quería acabar la sorpresa de Eavan, y para que durase más, empieza a apartar la manta de forma lenta.

Lo primero que ven sus ojos, era el cielo nocturno y las estrellas salpicadas. Entonces fue, cuando vio el primer pino, su cola y orejas no tardaron en reaccionar a sus emociones, se quitó toda la manta, mientras Killian giraba sobre su propio eje, maravillado de toda la belleza de la madre naturaleza rodeándolo.

-El bosque...

Siendo una de esas bellezas, Eavan. Este le sonrió.

-Aquí. Fue aquí donde tú y yo nos declaramos, Killian.

Se iba acercando a él.

-Y lo prometido, se cumple.

Dijo refiriéndose al beso.

-No, no. ¡Deja que yo lo hago! -el zorro lo atrapó abrazando su cuello.

Eavan fue el último en corresponder cuando el otro lo estaba besando. Hasta que se separaron por una idea.

-Es mejor si nos quitamos los zapatos -sugirió el mayor.

Dejaron los dos pares dentro del auto. Experimentado el cosquilleo del pasto bajo sus patas.

-¿Quieres oír alguna música? -sacó su celular.

-No estaría mal.

Pero, una publicidad se coló en sus planes.

-¡Oye! ¿Quieres jugar videojuegos? Pues yo si quiero. ¡Vamos a jugar League of...!

A impulsos mentales, Killian le arrancó el celular de las manos y lo lanzó alto, con el audio desvaneciéndose a la distancia.

-Ese anuncio... ¡¡Ya me hartó!!

Y Eavan se le quedaba mirando, por lo que acababa de hacer con su celular.

-Si quieres vamos a buscarlo. No lo lancé tan lejos.

-Andando -el pasto hizo ruido por las pisadas de Eavan.

Killian sonrió al saltar sobre unas rocas en fila, dando paso a la entrada de los árboles.

-Recuerdo que pasamos por aquí, ese día. Estaba enérgico y emocionado, me mostraste tu ciudad y aprendí mucho.

-Sabes que no solo eso pasó, Kili -esbozó una sonrisa, mirando al frente.

-También eso -la sangre llenó sus mejillas de color- me gusta recordar ese momento. Los herbívoros no son mi tipo, ¿sabes?

-Entiendo, señorito especial.

-Tu celular está allá, arriba -Killian lo señaló- Ahora ¿Cómo lo sacamos de ahí?

Luego, el pelinaranja buscó alguna rama en el suelo, por todos lados, su visión no era tan útil en la oscuridad como los felinos, pero al menos lo intentaba después de lanzar el celular de Eavan.

-Amm... no veo mucho, tal vez tu puedas.

Cuando se giró para ver al felino, solo halló unos pelos que iban cayendo, pues el chico ya estaba trepando el árbol, usando las garras. Quedó atónito de su habilidad cuadrúpeda, saltando de una rama a otra, hasta llegar a lo más alto.

-¡Lo tengo!

El móvil estaba bien. Miró hacia arriba, notando espesura de hojas que su alrededor. Entonces lentamente sacó la cabeza al exterior, tan silencioso y tranquilo, conectado con la naturaleza, respirando la pureza del aire. Sacó una pequeña hoja que estaba sobre su cabeza, y al soltarla, la hoja fue guiada por el viento.

-¡Bien! ¡Ahora, baja con cuidado sin lastimarte!

Oyó la voz de Killian, como si fuera lejana. Teniendo en cuenta, miró abajo. Grave error. Se aferró al tronco del árbol, y cerró los ojos con fuerza.

-No puedo.

-¿Por qué no puedes? -el zorro intentó divisarlo entre la copa.

Como respuesta, solo atrapó el celular que Eavan había soltado, antes de guardarlo temporalmente en su bolsillo. Entonces Killian lo supo, frotándose la cien.

-No puede ser que un gato grande le tenga miedo a las alturas...

-Rayos... ayúdame a bajar.

-¿Cómo esperas que lo haga?

-¿Puedes venir?

-Eavan... Yo no trepo árboles. Pero lo puedo intentar -dijo más animado- Soy bueno intentando, pero sé que mi cuerpo no está hecho para eso.

Eavan le respondió con un agudo maullido.

Killian se remangó los brazos y tobillos, se acercó descalzo a la base de la planta, y al alzar la mirada pudo ver dos luceros azules intimidantes que amenazaban al zorro en esa oscuridad de la copa. Le dio un escalofrío, sabiendo que eran los de su novio.

-¡Salta! ¡También eres como un gato, y no tendrás problemas en caer de pie!

-¡Está bien que sea un gato grande, pero no es lo mismo!

-Bien... -extendió los brazos aceptando su destino-. Yo amortiguaré tu caída, si eso quieres.

-¡Sáquese, me voy a lanzar!

Con el ceño triunfante, Killian se apartó.

Pasando por ramas quebrarse, hojas iniciando el vuelo, Eavan cayó en sus cuatro patas, sano y salvo. Y Killian se acercó a darle un ligero golpe en el hombro.

-¿Cómo que no podías?

Lo logró a la manera antigua, Killian seguía parloteando, a tal punto que solo el leopardo albino escuchaba sus pensamientos. Eavan se miró a si mismo, al usar sus cuatro extremidades de apoyo, compensa los que sus antepasados consideraban natural, además que ese es un método antes de caminar en dos patas como muchos lo hacen ahora. Pero se sentía cómodo.

-¡Killian, imita mi postura! -alzó una pata delantera.

El zorro ladeó la cabeza, mirando la suya también. Eavan asintió sonriente, agitando su pata hacia afuera.
Y las palmas grandes del zorro siendo lo inverso a sus dedos, como muchos mamíferos aplastaron las hojas del suelo, un brazo antes que el otro, y sintió el cosquilleo de las hojas en sus almohadillas.

-Se siente raro...

-¿Recuerdas como era? -tambaleó, Eavan queriendo dar los primeros pasos en círculos.

-¡Es fácil, Eavan! -trotó al alrededor del leopardo de las nieves en cuatro patas, exitósamente.

-Creo que ya lo estoy logrando -una pata delantera y de atrás avanzaron, luego quedaron atrás por las restantes.

Killian se revolcó por el pasto, y se detuvo quedando en una pose, mirando de cabeza a Eavan.

-¡Vas bien!

El mayor caminó con cuidado, sin quitarle la mirada de encima al zorro.

-Acércate -habló de tal forma que con su sombra cubrió la cabeza de Killian.

Killian se levantó de repente, meneando la cola.

-¿Puedes verme? -dijo Eavan.

-Te distingo, lo necesario -habló entre la oscuridad.

-Pues, no necesitas tus ojos para verme, Killian -levantó dos dedos, cerrando los párpados del zorro-. Solo escucha con atención, puedes oír todo lo que se mueva a tu alrededor... Oye la tierra bajo tus patas.

Las orejas de Killian se pusieron en alto. Y fue cuando los sonidos del bosque se apoderaron de su mente. Las aguas de un río, a varios metros. El zumbido de las cigarras y su corazón latir, su mundo seguía completándose, bajo él. Estaba por desconectarse, pero comenzó a escuchar pisadas alejarse de él. Eavan.

-¡Ahora ven!

Abrió los ojos y no halló a nadie cerca, volvió al estado anterior, y sus cuatro patas emprendieron la carrera. Corriendo tan rápido de lo que era capaz, para sentir otra vez las pisadas ajenas en sus oídos.
Seguir su rastro, era su misión.

Estaba seguro que era más veloz, que en dos patas, Killian se acercaba, mostró sus ojos azules al mundo, demostrando que puede hacer todo lo que se proponga. Aunque la naturaleza tiene sus reglas. Nunca podría alcanzarlo por completo, si en simples carreras, el leopardo ártico siempre le ganaba.

En tanto, Eavan tenía ese conocimiento presente, su cabello se revolvía a su velocidad. Le dará ventaja. Lo único que hizo fue sentarse, pero la velocidad del zorro era incontrolable, que cuando se quiso detener también, se arrastró por el suelo, y salió volando como a cuatro metros, sobrepasándolo.

"Estará bien"

Pensó el leopardo, mientras se aproximaba a él. Su cabeza usó para alzar el mentón de Killian ayudándolo a levantarse. A continuación, Eavan siguió corriendo con menor velocidad.

-¡Sé que puedes! -gritó mientras se alejaba.

Y Killian no iba a dejar que se le escapara otra vez, sus extremidades eran fuertes, y le sacaría el mayor provecho a cada una de ellas.

El césped resonaba en sus oídos con mucha frecuencia.

Con la cabeza, le dio un ligero golpe en el tórax de Eavan, y sus miradas se encontraron, escudriñando sus ojos mutuamente. De pronto, siguieron con la mirada en frente.
Abandonando cientos de árboles atrás, con la ilusión de que la luna llena los seguía, pegada en el cielo abierto de par en par, dejándolos expuestos.

Un árbol dividido en dos, intervino en su camino. Killian pudo brincar entre este.

Sus corazones aún laten. Sus pelajes aún sienten. Sus pulmones aún respiran.
Ellos mismos deciden a donde llevar sus almas.

Se quedaron sin árboles, solo césped, pues un ancantilado con río los esperaba más adelante, y Killian escogió atravesarlo. El impulso ya lo tenía de sobra, solo le quedó seguir corriendo, y finalmente saltó, hasta llegar al lado opuesto, arrastrando la tierra. Dio la vuelta, era el turno del leopardo albino, retractándose a seguir avanzando.

Eavan dudó. ¿Y si se cae a mitad del salto, y cae al río? ¿Si no lo consigue? Pero haría lo posible para que la sonrisa de su pareja que lo esperaba del otro lado, no se fuera. Lo posible. Retrocedió unos pasos, hasta que sus patas se separaron del suelo. Pudo ver las aguas que brillaban. Esos segundos, bastaron con el fin de que su miedo a las alturas se despidiera de él. Y la luna en lo alto no dejaba de deslumbrar ante el bosque. Pero miró al frente y no supo cómo aterrizar.

Cayó sobre Killian, formulando un chillido, llevándoselo cuesta abajo, donde rodaron de forma continua, entre los árboles más apiñados. No duraron para siempre, pues ambos dieron en tierra plana, despidiendo un túmulo de hojas otoñales por los aires, eran tantas que tardaron unos segundos para verse cara a cara.
Killian, quien estaba sobre él, terminó cubierto de las hojas en la cabeza, sus pulmones se hallaban hinchados que sus respiraciones eran audibles.

-Eavan...

Le lanzó la sonrisa más bella que pudo, observando los rasgos del joven bajo él.
Seguiría así, si no fueran porque sus ojos se desviaron y se clavaron en una gota que había caído en la frente de Eavan. El zorro alzó la mirada al cielo, viendo como más gotas caían, formando nada más que una llovizna.

El de abajo se levantó, sacudiendo el cuerpo de las hojas otoñales. En eso la llovizna se convirtió en lluvia, empapando sus cabellos, obligándolos a juntarse, de tal manera que Eavan cubría sentado al menor, su manera de protegerlo.

-¿No te gusta la lluvia?

-Puede arruinar nuestro pelo, Kilian.

-¡¿Pero de qué te preocupas?! -frotó su rostro con el de Eavan, como su icónica muestra de afecto-. Ya nos entregamos al bosque.

Se apartó, dejando que la lluvia cumpliera sus efectos en él.

La forma de pensar de Killian, era algo que el leopardo admiraba mucho. Hizo lo mismo que él, cerrando los ojos sintiendo que el agua formaba un pequeño arroyo reflejando sus cuerpos y mojando sus patas. Hasta que a Killian tomó la idea de pisar el agua con su pata delantera, salpicando sobre el rostro del otro. Se rió ante su reacción, a lo que Eavan se vengó saltando en el arroyo, llenando de más agua al zorro.

-¡Eavan! -dijo sonriente.

Sus juegos continuaron, a ver quién evadía más veces las empapadas, o qué tanto mojaban al otro.

Más tarde, todas las hojas de los árboles iban a la misma dirección del viento, y hacía frío. Sin embargo, Eavan y Killian conocían que eso no los intimidaba.

-¡¿Eso es todo lo que tienes, mundo?!

Se oyó al interior de una cueva que preferían mirar desde lejos las montañas de su panorama natural.

La lluvia paró, y el bosque quedó en tranquilidad como antes.

-¿Cómo es que el mundo se rinde ante ti? -preguntó Eavan sentado en la gruta, oyendo su propio eco.

-¿Poderes ocultos?... -Eavan logró lamer su mejilla- ¡Hey! ¿Ves todas esas estrellas...? ¿Allá afuera?

-Puedo verlas, son muchas, sobre esas montañas -observaron dentro del lugar, oyendo la gotera lenta cayendo en la boca de la cueva.

-¿Cuántas estrellas crees que hay en el cielo? -se acomodó en el regazo de Eavan, le gustaba tener su calidez de cerca.

-Creo que nadie lo sabe -apoyó el peso de su mentón sobre la cabeza de Killian, para molestarlo un poco-. Es inexacto, si vemos tantas ahora mismo, imagínate en todo el universo.

-Serían cientas.

-Miles...

-Millones...

Eavan ya no pudo responder. Pero Killian si.

-¿Te das cuenta? Así como hay millones de estrellas en el cielo, hay millones de especies en el mundo -enroscó la cola en su cuerpo-. Tú y yo somos como dos estrellas. Que nos tocaron estar a la par.

Eavan terminó de escucharlo y sus pómulos se alzaban, al bajar la mirada halló a Killian mirándolo con un destello en sus lindos ojos, en esa oscuridad.

Algo más se terminó por unir a sus miradas románticas, no era algo que decía con palabras. Era una minucia, algo que uno podía hacer.

A Killian le tocó sentir alegría del sonoro ronroneo de su gatito.

-Me gusta mucho eso que haces... ¿Cómo volveremos a casa? -Killian dejó de jugar con los bigotes de su pareja.

-Tengo un método -se levantó-. Sígueme.

-No te vayas corriendo, ¿eh? Por cierto, todavía me gusta caminar usando todas mis patas, pero esta vez ya es mejor a la normalidad.

Eavan estaba de acuerdo con la preferencia.

-En el caso que notes algo extraño, avísame.

Pareciera que solo ellos dos estaban solos en lo que era el conjunto de árboles, plantas y el inmenso astro.
Y aquellos que no son vistos, se encuentran más cerca de lo que creen.

-¡Aquí! Eavan, como un rectángulo de metal escondido en el césped -atrajo la atención de Eavan, mientras él seguía olfateando en lo que había encontrado-. Detecto distintos aromas a través.

-Toca, es una puerta.

Ni que fuera Alicia en el país de las maravillas.

-¡Okey, tengo que ver esto!

Luego de hacerlo, Killian pegó la oreja en lo que ahora era llamado, puerta.

-¿Sientes eso? Alguien viene -dijo el leopardo con ansiedad. Ese alguien venía a la puerta con velocidad, saber de qué se trataba, hacían que las pupilas de Eavan se dilataran a cada segundo.

-¡¡Ay!! -gritó quien estuviese debajo de la tierra.

De pronto, deslizó la puerta hacia afuera, y de la profundidad salió la cabeza de un pequeño topo, frotándose la cabeza.

-Buenas noches. Casi nunca solemos tener visitas -saludó el niño, percibiendo con su nariz-. ¿En qué puedo ayudar?

Después, otro topo sacó la cabeza, con un poco de tierra sobre esta.

-Hermano, ya te dijeron que no hables con extraños.

-Pero son un zorro y un leopardo blanco.

-Amm... si. Disculpen ¿Donde está la carretera principal? -se metió en la discusión.

-Pónganse de pie, ensuciaran su ropa -dijo el primer topo que salió, aunque no vea bien.

Se sentía como otra sensación, sus cuerpos se despegaron del suelo, y el calambre no tardó en llegar, causando temblor de sus piernas. Pero se sostuvieron uno al otro de los brazos. Y claro, unas peculiares risas, fueron el show.

-Y... ¿ustedes son pareja? -preguntó el segundo topo.

-¿No les molesta si les decimos que sí? -lograron que sus columnas quedaran rectas.

-Ah... yo quisiera una también.

-Pero todas del salón me quieren a mí -presumió el primero.

Sigilosamente, un viejo palo se asomó detrás de los niños, que golpeó a cada uno de los topos en la cabeza.

-¡¿Qué tanto hablan de parejas?! ¡Aprendan a lavar sus calzoncillos primero, escuincles!

-¡Ay, abuelo...! -exclamó uno de ellos.

-¡Aquí arriba no es la escuela! -se quedó callado por un rato-. ¡¿Con quién están hablando?!

-¡Abuelo, no grites! Te oyen bien.

Entonces Killian se aproximó al oído del anciano, pero este se alejó.

-Mis oídos sirven muy bien.

-Tranquilo. Solo queremos saber dónde se ubica la carretera principal -dijo el zorro, siendo acariciado en la cabeza por Eavan.

-Tienen que seguir, hasta hallar una roca en forma de tortuga. Cuando la vean, cambien de dirección hacia donde apunta, y pronto estarán en casa. Sus padres deben estar enfadados, por escaparse.

-No nos escapamos -Eavan sonrió, tomando el rostro del zorro-. Decidimos en tener nuestra pequeña salida como pareja -y unió su frente con la de él, mirándolo a los ojos.

-¿Ya ves, abuelo?

-¡Ustedes ni siquiera tienen novia, por feos! ¡Vayan a la escuela, ya! -les dio con el palo, mientras gritaba, siendo el arrugado el último en bajar.

-Gracias... -dijo tarde, porque la puerta metálica ya se cerró.

-Vamos, Eavan -buscó en su bolsillo, y le dio su celular.

Siguieron las indicaciones.

-Allá está el auto, Killian -quitó el seguro y abrió la puerta.

Killian miró atrás, era una pena despedirse del bosque pronto, solo que lo que le llamó su atención, era que podía ver los árboles a más claridad.

-Ya va a amanecer -se sentó al lado de Eavan.

-Agh, nuestra ropa está toda sucia. Siéntate sobre la manta de dormir para no manchar el asiento. Después, tendremos que lavar todo esto. Si venimos al bosque, tendrá que ser planeado.

Killian escuchó, e hizo caso a lo que le pidió, el vidrio de la ventana se comenzó a elevar frente a él, alejándose del aroma a naturaleza. Y apoyó la cabeza en el cristal.

-Entonces, quiero que se vuelva a repetir.

Eavan lo miró de reojo, y sus labios se arquearon de oreja a oreja cuando publicó las fotos en las redes.

Gracias por leer. Capítulo inspirado en el estudio "Cartoon Saloon", y una fuerte imaginación. Hasta luego. Bye bye ✋✋

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