Ajetreo
NamJoon se levantó y miró a su lado en la cama. YoonGi dormía plácidamente, sus mejillas estaban ligeramente rosadas y sus labios entreabiertos. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que tuvieron relaciones? No lo sabía. Han estado casados por veinticinco años, ¿cuándo fue la última vez que se dijeron "te amo"? Era doloroso intentar recordar, porque había pasado tantísimo tiempo.
Se levantó lentamente, sus huesos crujieron y su pecho dolió, quizás debería ir al médico como SeokJin le sugirió, pero pasó nuevamente de ello. Un día más con dolor en alguna parte de su cuerpo era normal, él se asustaría el día que algo no doliera.
Como era costumbre no se miró al espejo, la última vez que lo hizo en su rutina mañanera hace dos años casi se desmaya al notar su rostro. La imagen en su cabeza tardó semanas en irse, y desde entonces no puede hacerlo. No quiere pensar en aquel ser que deteriorado. No era él. Estaba escondido en alguna parte de la casa o en algún lugar fuera de ella, pero sin duda alguna, ese ser en aquel reflejo un día de otoño no era él.
Cuando bajó a la cocina, prosiguió con su rutina. YoonGi todavía estaba durmiendo, así que se dispuso a preparar el desayuno. Aunque muchas veces él no comía, solo se sentaba justo frente a su esposo mientras él le contaba como iría su día, las cosas tan importantes que debía realizar, y NamJoon solo murmuraría unas cuantas cosas y sonreiría. Así que cuando YoonGi bajó, vistiendo un traje muy bonito, el desayuno ya estaba servido.
—Buenos días —dijo NamJoon.
—Buenos días —respondió YoonGi—. Gracias por el desayuno, pero tengo que estar más temprano hoy —soltó tomando la taza de café para darle un sorbo—. ¡Ya me voy! —se despidió justo antes de cerrar la puerta.
NamJoon aún no entendía, ¿por qué no pudo decirle antes? Pero esa era una discusión que había tenido antes, ¿por qué traerlo a colación ahora? Sin embargo, la ira sé apoderó de él, así que tomó la taza de su esposo y la arrojó al suelo con todas sus fuerzas. La taza estaba hecha en muchos pedazos, esparcidos por todo el lugar, pero NamJoon no estaba conforme, así que tomó el plato que había en la mesa y también lo arrojó al suelo. Continuó haciéndolo hasta que la mesa se quedó sin vajillas, su respiración era pesada y entrecortada. Al darse cuenta de lo que hizo, las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas.
—Nunca puedes decirme nada, ¿no es así? —habló en voz alta, secando fuertemente sus lágrimas con las manos—. Nunca.
Con la ira disipándose fue a la cocina por una escoba para comenzar a recojer su desastre. El día apenas estaba comenzando, pero se sentía como si fuese tarde, como si las horas estuviesen yendo lentamente para hacerlo sufrir.
La soledad le hacía tic-tac en el corazón y se preguntó si estaría bien ir por un helado, pero se dijo a sí mismo que no fuese un tonto. No podía distraerse, tenía que terminar su trabajo, había acordado mandarlo en esa semana y ni siquiera iba por la mitad. ¿Por qué? Alguien debía quedarse en casa y limpiar, alguien debía hacer la comida, alguien debía de cuidar a los niños cuando aún vivían con ellos, alguien debía… quedarse en casa.
NamJoon ya no se torturaba por las malas decisiones que había tomado en su vida, simplemente lo hacían sentirse triste y sin rumbo. Él no podría permitirse pensar que era un perdedor porque no lo era, pero entonces, ¿por qué se sentía como uno?
No avanzó mucho tecleando en su computadora, y al percatarse que ya casi era la hora del almuerzo, se fue directo al supermercado más cercano para comprar los ingredientes faltantes. NamJoon conocía de izquierda a derecha los pasillos de aquel lugar, conocía a las cajeras que atendían, conocía a algunas personas que visitaban el lugar con frecuencia y las saludaba cuando se encontraba con ellas. No podía mentirle, no podía mirarlo a los ojos y decirle que las cosas con YoonGi se habían arreglado. Además, lo conocía perfectamente como para saber que su amigo le diría algo como: "Antes no lo dejabas porque tus hijos eran pequeños, pero ¿qué te detiene ahora? ¿Esperas un milagro?" NamJoon podía entender las palabras de su amigo, podía entender cada gesto realizado por él y el porqué decía las cosas, pero había algo que simplemente no lo hacía comprender totalmente esto. En el pasado, él se había cuestionado también, cuando YoonGi y él discutieron por culpa del dinero. En aquel entonces, estaban sufriendo problemas financieros, y a YoonGi parecía no importarle que sus hijos no hubiesen almorzado. Hubo un día en el que prácticamente exigió un plato sobre la mesa, y sus hijos con apenas 15 y 17 años se colocaron enfrente de su padre para pedir respeto.
—¡No puedes tratar a papá de esa forma! —había dicho Jungkook con sus manos vueltas puños mientras JiMin abrazaba a NamJoon.
El rostro de YoonGi decía que no estaba feliz, sin embargo trató de hablar calmadamente.
—Esto es algo entre su padre y yo —aclaró.
—Ahora no lo es —dijo Jungkook mirándolo más fijamente—. Pídele perdón.
—No quieres pasarte de listo conmigo, muchacho —dijo YoonGi un poco harto.
Jungkook lo miró mientras decía—: ¿O qué?
NamJoon tuvo que separarlos. Habían llegado a los golpes, un padre golpeando a su propio hijo no era una imagen muy agradable de ver. JiMin alcanzó a sujetar a YoonGi antes de que le diese un golpe en la cara y NamJoon sujetó a Jungkook mientras intentaba tranquilizarlo.
—¡No tienes derecho a llamarte mi padre! ¡Nunca lo has sido! —JungKook le gritaba desde los brazos de NamJoon.
—¡Mi casa, mis reglas! —gritó YoonGi sacudiéndose de los brazos de JiMin—. Eres libre de irte cuando quieras.
JungKook lo miró con su quijada alzada.
—Eso creí —murmuró YoonGi mientras se iba directo a la cocina.
JungKook se separó de su padre y lo miró con ira y resentimiento.
—¿Por qué sigues con él? —preguntó rudamente antes de que se fuese a su habitación.
JiMin solo le lanzó una mirada a NamJoon con sus ojos aguados para después alcanzar a su hermano. NamJoon suspiró derrotado, pero fue directo a la cocina.
—¿Nam? —La voz de SeokJin resonó en sus oídos y contuvo un suspiro de frustración.
—¿Jin? ¡Hola! —exclamó volteándose para encontrarse cara a cara.
—Hola —Jin sonrió—, ¿cómo has estado? No has estado respondiendo mis mensajes, sabes que odio eso.
NamJoon miró el pequeño puchero de su amigo de hombros anchos. A veces sentía que SeokJin había sido demasiado para su pequeña y miserable vida, no sabe con certeza qué hizo que Jin se acercase a él, pero estaba tan, tan, tan profundamente agradecido, y solía preguntarse qué podría hacer para retribuirle.
—Lo siento, he estado con algunos problemas —respondió rascando su quijada pareciendo pensativo. Gesto que suele hacer cuando involcura a YoonGi, pero le cuesta decirlo, sin embargo, con SeokJin es como un grifo de agua roto, porque aunque esté decidido a no decirle qué está mal, NamJoon hablará tarde o temprano.
Había algo en los ojos de SeokJin, algo diferente que resonó en el alma de NamJoon. Podía ver compresión, pero también de lastima nunca dicha, de coraje, y de ira.
—¿Quieres un café? —preguntó SeokJin—. Yo invito.
Antes de que NamJoon pudiese negarse, SeokJin le aclaró que estaba bien ya que era su hora de descanso, y NamJoon tuvo que apresurarse a realizar su compra. Veinte minutos más tarde ambos estaban sentados en una de las mesas de afuera del pequeño café que había en la plaza. NamJoon pudo sentir un alivio casi instantáneo cuando SeokJin en lugar de cuestionarlo acerca de YoonGi como siempre hacía, le estaba hablando sobre una linda chica que había conocido en su trabajo. Sus ojos se iluminaban con pequeños destellos de luz, y NamJoon pudo ver qué su amigo estaba enamorado. Algo fuera de lo común, SeokJin no era una persona que te hablase de alguien que le gustase. Si tú le preguntabas con quién estaba saliendo, él cambiaría de tema rápidamente o solo levantaría su ceja con expresión seria que te indicaría que no siguieras avanzando. NamJoon estaba encantado por la pequeña charla que se estaba suscitando, pero al mirar su reloj se percató que ya era un poquito tarde para él, y se tuvo que despedir de SeokJin, quien le dijo que si cuidase mucho. NamJoon le sonrió amablemente.
—Nos vemos —le dijo a Jin antes de marcharse rápidamente.
Afortunadamente, YoonGi no había llegado del trabajo, así que se apresuró a terminar el almuerzo. Cortó algunas verduras, encendió una hornilla de la estufa, y estuvo tarareando una canción que había escuchado en la plaza. Era pegadiza.
La puerta se abrió y NamJoon supo que YoonGi estaba en casa, la comida aún no estaba lista, y como acto de preparación soltó un suspiro muy largo y profundo.
—No sabes lo que pasó hoy en la oficina —habló YoonGi una vez que estuvo sentado a la mesa de la cocina.
—¿Qué pasó? —preguntó Nam volteándose para verlo.
YoonGi contó sobre cómo la de Recursos Humanos y el Subgerente habían sido atrapados en la oficina de este, se burló un poco por el poco o nulo cuidado que ambos tuvieron para evitar ser descubiertos, habló sobre cómo todos en la oficina ya lo sabían en cuestión de minutos, y el Gerente estaba pensando acerca de qué hacer con ellos. Cuando terminó de hablar y se dio cuenta que su plato aún no estaba servido, preguntó—: ¿Qué hace que demores tanto?
NamJoon evitó revirar sus ojos.
—Tú —dijo—. Estás hablándome, tengo que poner atención, ¿no te enojas si no te estoy viendo y escuchando?
—Como sea —lo cortó, y NamJoon sonrió disimuladamente. Había ganado una pequeña batalla que ni siquiera le dejó comenzar. Hace tiempo, cuando las peleas eran más fuertes, y los gritos se escuchaban hasta el otro lado de la calle, YoonGi le dijo que le molestaba cuando él hablaba y no lo estaba viendo porque sentía que no le prestaba la suficiente atención. Claro, NamJoon creyó entonces que esto sería recíproco, pero se equivocó. Como siempre. Cuando NamJoon habla no importa mucho, sus propias palabras parecen flotar en la cocina hasta que desaparecen por la ventana abierta, el viento se las ha estado llevando de a poquito, y NamJoon lo sabe, no queda mucho de él ahora, ni siquiera de su propia voz.
Cuando la comida fue servida, NamJoon trató de hablar de su día, pero YoonGi recibió una llamada telefónica, y fue así como sus deseos se vieron obstruidos. NamJoon se dijo que estaba bien, de todas formas no quería una discusión como las de siempre, en las que él sale perdiendo por algo que nunca hizo o en lo que no tuvo la culpa. Sentado a la mesa de la cocina, se dijo que esto no era nada comparado con el pasado que le perseguía. Si todos supieran lo que le ha perdonado a YoonGi tangas veces, seguramente lo creerían un loco, y no hay mentira en ello. Él lo es. La vida se le está yendo de sus manos…, aunque a decir verdad parece que ya se le fue. Sin ganas de seguir pensando, limpió la cocina, y después se dirigió a su pequeña oficina para seguir trabajando. Al menos eso lo distrae un poco de todo el ajetreo que es su vida.
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