Capítulo 11
ESTELA
Esto no es real. Es un mal sueño del que mañana despertarás y todo cambiará.
¿Pero a quién pretendía engañar? Esto era tan real como que mis bragas continuaban mojadas. Y porque no decirlo, me había encantado, pero no tanto como ver su cara de pasmarote y ese paquete hinchado en sus pantalones cuando lo había dejado más tirado que un sofá en el punto limpio.
¿Pero de que iba?
El tío era petulante, arrogante, payaso y creído, eso sobre todo, iba sobrado de ego por todos sus poros...
Pero al Sexyneitor le había dado una buena prueba de su propia medicina. Lo malo de ese comportamiento es que era un hombre muy vengativo, lo había dejado claro cuando me había pateado al cargarme de faena, con lo cual, estaba segurísima de que la venganza vendría con fuerza.
Qué pena o casi decir lo mismo. Criticarlo de esa manera no era una excusa correcta para dar una respuesta a mi comportamiento, algo fuera de lugar.
Lo odiaba pero me excitaba, me daba baza, agotaba mi paciencia, me enfurecía y me asqueaba, pero me ponía como una moto, descontrolada y con ganas de más. Deseaba dar media vuelta y humillarme hasta el punto de que ese hombre me diera caña de la buena, y sería algo fantástico, pero después recordaba su actitud y lo único que nacía de mi interior era volver para pegarle una paliza... de sexo sin parar.
Me lamenté y corrí por el pasillo para entrar en la minúscula oficina correlativa a la del señor Divoua -padre- donde tenía todas mis cosas. Las cogí al vuelo, prácticamente arranqué el bolso del perchero provocando que este se cayera al suelo. No me detuve a recogerlo. Tomé el ascensor y recé para no cruzarme con nadie en el vestíbulo.
Exceptuando dos guardas de seguridad, no había nadie más. Salí del edificio y crucé la calle para tomar el bus, la parada quedaba en la siguiente manzana, pero una voz me detuvo en seco y cuando me giré me di con el ceño de Cody.
Su coche estaba aparcado justo delante del edificio y él, se encontraba al lado con los brazos cruzados. Me permití unos segundos de relajación, y mirando de un lado a otro de la calle, volví sobre mis pasos.
– ¿Qué haces aquí?
–Te dije que vendría a por ti. ¿Ya se te había olvidado?
–No...pero... – me interrumpí y tras lamer mis labios secos continué–; ¿Cómo sabías a la hora que salía?
–No lo sabía –contestó dulcemente y con una sonrisa tierna–. Llevo más de una hora esperando. He visto salir a mucha gente de esas puertas y tú no. He comenzado a preocuparme. Te llamé al móvil, e incluso me atreví a llamar a la centralita de la empresa. No te localizaron.
–Ha sido un día muy duro.
Bufé y me pasé las manos por el pelo.
Duro, esa no sería la palabra más descriptiva de todo lo que había sucedido.
–Sube al coche. Yo te recompensaré este día.
Nada más entré en casa de Cody, sentí un ligero estremecimiento frío por la espalda, y eso que no entendía el motivo. El hogar de Cody estaba pulcramente limpio y bien organizado para ser hombre, es más, era cálido y el color de las paredes te traslada a una deliciosa templanza, pero mi cuerpo pareció no entender esa mota de pinturas.
Me moví por el salón, mirando objetos y extrañamente, Cody no tenía ni una sola foto, nada. Yo no es que tuviera empapelada la casa entera de fotos, pero, encima del mueble donde tenía el televisor, había tres marcos con sus fotos, una de mis padres, otro de mi hermano y yo, y otra, de los cuatro juntos un día que fuimos a la playa.
Recordaba ese día como el más especial ya que fue el último que pásanos como una familia normal.
– ¿Quieres vino? –me preguntó Cody, desde la cocina.
–Sí, por favor. –Necesitaba beber hasta reventar.
Llegué a la concina. Cody sacó un par de copas de un armario, las dejó encima de la barra central y después abrió la nevera para sacar el vino.
Rosado y francés, porque me extrañaría, ese hombre sabía tanto de vinos como yo de geles efecto frío, efecto calor... Y de eso sabía mucho.
De pronto, Andreas, con sus ojos grises, su cálido aliento y su fuerte y musculosa espalda, se presentó en mi cabeza con tanta violencia que por un momento pensé que lo tenía entre las piernas, torturándome y jugando conmigo.
Menudo cerdo que había sido, me había levantado la falda para después dejarme con las ganas, pero cuando había alzado su mirada para fijarla en la mía con esa detestable arrogancia, sabía que estaba pensando, se moría de ganas de que le suplicara, pero no pensaba suplicar una mierda.
–Tengo una mala noticia –dijo, ofreciéndome la copa.
Bajé a la tierra y me critiqué severamente por pensar en otro hombre que no fuera el que tenía delante. Por favor, Cody era encantador, delicioso y un buen consolador para esta noche.
Lo siento, queridos dedos, está noche os doy el día libre...Pero os adoro igual.
Tomé esa fina copa y fruncí el ceño al recordar lo que me había dicho. ¿Una mala noticia?
– ¿Estás con la regla y hoy no hay sexo? –bromeé para tomarme esa noticia con filosofía.
Cody soltó una risa y negó con le cabeza.
–Hoy habrá mucho sexo, de eso no te preocupes.
Menos mal, necesitaba quitarme de la cabeza a mi mala suerte, cosa que parecía imposible.
–Tienes que volver a tu verdadero hogar a media noche, antes de que te conviertas en rana.
Soltó otra carcajada y volvió a negar con la cabeza.
–Tampoco.
–Espera, –levanté una mano y le miré de lado–, eres un príncipe y te has escapado de tu reino porque te obligaban a un matrimonio que no deseabas y...te han encontrado. Los guardas de tu padre han venido a por ti en sus exuberantes Ferraris –dramaticé de forma exagerada, Cody soltó una sonora carcajada.
–En serio, ¿de dónde sacas esas ideas?
Me encogí de hombros y tomé asiento en el banco que estaba encajado a la pared y la mesa. Él, con la sonrisa en los labios se apoyó en la barra.
–No las pienso, me surgen de repente –dije–. Y ahora, ¿me vas a decir cuál es la mala noticia?
Tomó una intensa bocanada de aire y le dio un trago largo a su vino.
–Mañana tengo que salir de viaje. Solo serán dos semanas.
Bueno, finalmente no me equivocaba mucho.
– ¿Algo grave? –pregunté sintiendo un nudo en el estómago.
Me gustaba Cody, me lo pasaba bien con él y me encantaba ese detalle de que se preocupara tanto por mí y, también me gustaba que lo tuviera tan al alcance de las manos para... pastillas contra la parte ninfómana que había dentro de mí.
Lo iba a echar de menos.
–No. Tengo que solucionar unos problemas sin mayor importancia, pero exigen que me presente. También, de paso, iré a ver a mi familia.
No quise sacar conclusiones precipitadas, pero algo en mi interior me indicó que escondía mucho más de lo que decía. No obstante y muy a mí pesar, porque era un tanto cotilla, no pregunté, no era mi problema, aunque si mi relación con Cody se volvía relación seria-algo que, por ahora no estaba muy segura-, mis preguntas se llevarían a cabo y él tendría que contestar.
La cena fue puesta delante de mí como todo un festín a elegir. Genial, a este hombre se le daba bien la cata de vinos, la cocina, la escoba y su forma de conquistar. Antes de terminar de cenar ya estaba temblando en pensar lo que me podía hacer en la cama.
Pero en el momento que me levanté del banco para coger mi teléfono, que sonaba como un loco dentro de mi bolso, las piernas me temblaron y, me di cuenta de que no era simplemente los nervios. Estaba sumamente agotada.
Cogí el teléfono y al ver en la pantalla una cadena de números sin registrar no supe quién podía ser, igualmente contesté y me di la vuelta para mirar a Cody.
– ¿Diga?
–Hola, Estela. ¿Puedes hablar?
Ni su teléfono, ni su voz, ni su forma de hablar. Nada, no tenía ni idea de quien era.
–Sí, no pasa nada –contesté con la misma educación que me mostraba la mujer–. ¿Quién es?
–Soy Marisa Torres.
Y caí de golpe. ¿Cómo se me había podido saltar esa delicada voz autoritaria?
–Ah. Hola, señora Torres.
Mi extrañez atrajo la mirada de Cody hacia mí, pero no una mirada cualquiera, sus ojos se clavaron en los míos de una forma intensa y calculada, como si tratara de leer en mis gestos la conversación que mantenía por teléfono.
Me puso nerviosa.Con disimulo, como tocando la barra de madera con mis dedos le di la espalda y caminé hasta la parte de la nevera, más alejada de él.
–Estela, mi llamada era para preguntarte si podías empezar a trabajar con nosotros este fin de semana.
Analicé la información, repasando cada palabra como si me hubiera hablado en otro idioma. La verdad es que, después del numerito que había montado, esta llamada era la última que me esperaba en toda mi vida, y graciosamente me había equivocado.
Puede que después de todo, estuviera saliendo por fin del pozo. Dos trabajos y un encantador hombre haciéndome la cena...
Y un cerdo de jefe que te pone a mil.
Vale, eliminando ese pequeño detalle...
¿Pequeño?
Sí, pequeño.
Se podía valorar que, las cosas me iban geniales. Y que duraran.
–Bien, los fines de semana estará bien, Marisa, podré compaginarlo con el otro trabajo –dije al fin, con una nota feliz en la voz.
–En ese caso, te veremos el viernes a las once. Pregunta por Ili, se encarga de la zona de las barras, Ili te lo explicará todo –indicó con ese tono que me recordaba a un capo de la droga–. Les he dado tus datos a los controladores de la seguridad, pero, aun así, recibirás a lo largo de esta semana tu acreditación, uno de mis empleados te la llevará. ¿Dónde te viene mejor que la deje?
Le di la dirección de la empresa Divoua y Marisa me informó de unas cuantas cosas más, después colgué y cuando me di la vuelta, me encontré con Cody, muy cerca de mí.
–No me habías mencionado que trabajarías en el local de Marisa Torres.
Cody habló en un tono que no me gustó.
–No lo sabía hasta ahora.
–Ya estás trabajando en una oficina, es un trabajo decente, ¿para qué quieres trabajar en la noche?
Trabajo decente...si él supiera que mi jefe me había tomado como su muñeca hinchable...
Sacudí la cabeza y contesté a su molesta pregunta.
–La oficina es temporal, esto es una ayuda.
–No me gusta. –Lo dijo tan de repente que me sorprendí.
–Bueno –mencioné a la vez que, con el apoyo de mi mano en su pecho, lo retiraba de mí y me alejaba de él, su gesto me pareció muy intimidante–, a mí tampoco me gusta, no es algo en lo que había soñado, pero me dará dinero–. Llegué hasta la mesa y me giré, Cody, aunque no se había meneado de su sitió, sí que se giró y me miró intensamente. Sus gestos, no habían mejorado–. Necesito el dinero para subsistir como cualquier ser humano.
–Busca otra cosa –dijo tranquilamente y se cruzó de brazos.
–Mira Cody, esto no es una oportunidad ni algo que yo elijo, no es opcional, si me sale trabajo, lo cojo sin pensar en si es bueno o malo para mí –expliqué con tono cariñoso para relajar esos hombros tensos–. No puedo permitirme el lujo de rechazar ofertas de trabajo. No me salen todos los días.
–Me da igual, no quiero que trabajas en un lugar así.
Fruncí el ceño. No podía estar más alucinada.
– ¿Perdón?
–No me gusta la idea de verte rodeado de salidos que no pueden subir su mirada de tus tetas a tus ojos.
–De eso no te preocupes, mis tetas no llaman tanto la atención...
– ¡He dicho que no! –interrumpió en un grito.
Parpadeé y me quedé impactada por ese repentino ataque. Sinceramente no me lo esperaba. Ni Lloyd, en nuestros mejores momentos le había entrado un arrebato de celos de esa manera y aunque debería de haberme halagado e incluso alegrado, no me pareció correcto. Joder. Nos estábamos conociendo, ni siquiera teníamos una relación.
¿Quién demonios se creía?
Sí, la vida me había pegado muchos palos pero, también me había enseñado a depender de mí misma y caminar sola, la idea de que alguien interrumpiera en ella y se creyera con derechos a manejarla me sacaba de quicio, ya lo había intentado mi hermano y no habíamos terminado muy bien, cada uno por su lado.
Así que, antes de que las cosas entre Cody y yo se complicaran y me arrepintiera de decir algo que no debía, me fui al salón y cogí mis cosas del sofá. Cody me siguió.
– ¿Dónde vas?
–A mí casa. Cuando se te pasé la rabieta, me llamas.
Me fui a la puerta y abrí. Escuché a Cody, siguiéndome como si fuera una sombra.
–Estela, venga, no te pongas así.
No contesté, salí por la puerta y bajé por las escaleras a toda velocidad. No me detuve hasta llegar a casa y cerrar con pestillo.
Cabreada estampé el bolso contra la mesa de la cocina y me quité los zapatos de dos patadas, los tacones salieron volando hasta estrellarse contra las paredes. Solté una queja de frustración cuando vi, como una marca nueva se había dibujado en ese papel amarillo.
–Mierda.
Apoyada en la puerta, noté, dándome un susto de muerte como ésta vibraba al ser golpeada por alguien al otro lado.
– ¡Estela!
Bien, otro dato más; Cody era rápido.
–La casa de enfrente.
–Por favor.
–Yo no hago favores a nadie, la vecina de abajo sí, pero me parece que te cobrará por ello, aunque te aconsejo que después vayas a un hospital a que te hagan una revisión. No es muy dotada al baño y tampoco tiene muchas preferencias en sus elecciones, al menos, puedes estar tranquilo, con ese cuerpo no creo que te haga ascos, te aceptará.
– ¿Y crees que tendré problemas en que, la mujer que tengo al otro lado me acepte?
Ninguno Cody, pero si venía preparada y más que dispuesta hacerte un favor, pero...Lo has fastidiado.
–Puede –dije al fin.
–He metido la pata, lo reconozco, pero si no estuvieras tan buena, no me precipitaría de esa forma tan desesperada.
Interesante.
–Puedes hacerlo mejor –insistí.
– ¿Con una puerta por el medio? –preguntó–. Gano más con la mirada y, mi arte está en mis gestos.
No lo negaba, ese cuerpo hacía que perdieras las bragas. No obstante, tenía ganas de jugar.
–No, campeón, tienes una voz sexy; ronca y grave, como la de un cantante de rap. Puedes intentarlo.
–Supongo que me lo merezco, no debí exigirte nada, –absolutamente nada–, y me disculpo por ello, a la próxima trataré de tranquilizar mis neuronas, antes de volver a cagarla contigo.
Bien, chico.
Corrí el pestillo y abrí la puerta sabiendo qué me encontraría al otro lado. Cody, cabizbajo con los brazos estirados y las manos apoyadas a cada lado del marco de la puerta, con los hombros caídos y las piernas separadas. Lentamente levantó la cabeza y me miró con ojos de cordero degollado.
–Lo siento.
Me crucé de brazos y me apoyé en la puerta.
– ¿Se te ha pasado el síndrome coñazo?
–Una parte –sonrió con dulzura y me estremecí–. No me ha proporcionado mucha satisfacción verte salir de mi casa. Ha sido una perspectiva muy mala.
Le dediqué una sonrisa maliciosa y en sus ojos saltó un brillo precioso y muy sexy.
–Podría tener una reacción mucho más fuerte.
–Lo sé. Tienes mucho carácter, pero me arriesgaré. Una pelea de vez en cuando proporciona una buena dosis de chispa a la vida.
–Por suerte tú eres bombero para apagar el fuego –ronroneé y no pude evitar echarle un vistazo a ese cuerpo.
–Se me da bien la manguera, pero no te aseguró que pueda apagar el fuego.
Me retiré de la puerta y con un vaivén de caderas de lo más seductor caminé hasta la mitad de la cocina. Cuando me di cuenta de que Cody no me seguía, como me gustaría, me giré y lo mirépor encima de mi hombro con una ceja alzada.
– ¿Necesitas una invitación? –pregunté burlona.
–Si entro, no saldré hasta que se haga de día.
–Esa es la intención, Cody.
No hizo falta más invitación.
Ese hombre entró con un aspecto salvaje, eliminando los restos cariñosos casi suplicantes de su anterior comportamiento, para convertirse, de pronto, en una persona hambrienta y lujuriosa.
No era algo completamente correcto pero a mí, me entró mucha hambre de repente y por eso no me opuse a que me arrancara la ropa y la tirara como si fueran trapos por el suelo, como tampoco le impedí que me tomara en brazos, como si fuera un bebé y me llevara a la mesa de la cocina.
Al ver como se colocaba entre mis piernas y bajaba con besos suculentos por mi cuello, mis pechos, tuve una extraña reacción de dejavu pero con el hombre equivocado.
–Por cierto, tus pechos son perfectos –ronroneó dando unos provocativos toques con la nariz. Me gustó, me estremecí, pero pensé en otro rostro, otra nariz y otros ojos–. Y saben deliciosamente bien.
Sacó su lengua y con ávida delicadeza lamió ese monte que se puso completamente erecto.
–Cody...
Lo vi bajando, con esa lengua lamiendo todo lo que se encontraba en su camino y la imagen se hizo más nítida. Vi a Andreas perfectamente devorándome. Rugí, ya fuese por rabia, de estar pensando en él o excitación porque deseara que fuese él, pero me odié por tener esos escabrosos pensamientos.
Retiré a Cody con las manos, cortando el paso de su lengua hacia mi siguiente punto débil y tiré de él.
–Aquí no, vamos a la cama.
–Tengo algo preparado en esta postura que...
–Te quiero dentro ya, nada de jueguecitos –interrumpí con brusquedad.
Cody frunció el ceño. Había sido un poco brusca y su desconcierto me hizo cabrearme conmigo misma. Él no tenía la culpa de nada. Como recompensa le mostré a la leona que había dentro de mí y que lo deseaba. Rodeé su cuello con mis brazos y le susurré a la oreja:
–No aguantaré mucho más. A la cama. Ahora.
Un gemido salió de sus pulmones y a continuación me vi, de nuevo en sus brazos. Cuando me tiró en la cama, mi mente ya estaba más centrada y... menos supe pensar cuando él se arrancó la camiseta y los pantalones con ansias y comenzó a gatear por la cama como un felino cazando.
Atroz.
Ese cuerpo era de infarto, los abdominales se marcaban en cuadros pequeños -una autentica tableta de chocolate con leche- y se le formaba una deliciosa flecha que marcaba algo mucho más delicioso. Un pene que te llamaba a tocarlo para saber si era tan suave como aparentaba.
Pero cuando fui a comprobar tal cosa, sus manos me lo impidieron y antes de que me quejara se tiró encima de mí.Comenzó a lamer un pezón mientras con una mano ahuecaba el otro, la otra mano, no podía deducir exactamente si estaba en mi cadera o en mi trasero o en mi muslo...Estaba en todas partes, tocando, arañando y acariciando para volverme loca.
–Los condones... en mi mesita...
Se incorporó, un poco perdido mirando para todos los lados. Su expresión era completamente diferente al hombre que había conocido. Parecía un loco, desesperadoy descontrolado, como ese hombre violento que ya había conocido en otra ocasión.
Por fin dio con el mueble que estaba delante de sus morros, y cogió uno de los paquetitos que había detrás de la lámpara. Lo abrió con rapidez y se lo colocó con mucha más rapidez.
Había entrenado.
Dos segundos después estaba dentro, con el cuerpo completamente tenso y engarrotado desde los brazos hasta los muslos.
–No te puedes imaginar cómo había soñado con esto.
Por favor, como me llenaba, pero si con sentirme así ya tenía ganas de correrme allí mismo. Pero no se menaba.
–Y no te puedes imaginar cómo deseo yo lo que viene después, pero como no te muevas, me parece que mis deseos no se podrán hacer realidad.
–Perdón, pero he perdido el control. Llevo mucho tiempo deseándote.
Le sonreí.
No se me daban bien las palabras en plena faena, pero como animadora era toda una profesional, así pues, como continuaba quieto, lo animé con un perverso movimiento de caderas. A Cody se le cortó la respiración, soltó otro gemido y comenzó el vaivén.
Su cuerpo contra el mío hacía un encaje bueno y mi cuerpo lo agradeció.
Cody continuó dando fuerte, unas penetraciones que se volvieron salvajes mientras me tomaba de las caderas y subía mi cuerpo para amoldarlo al suyo. Me agarré al cabezal de la cama, gritando mientras notaba como salía y entraba de mí.
Escuché a Cody llamarme, pero estaba en otro mundo, sumida en mi propio placer mientras, pequeñas imágenes me atormentaban de Andreas con su cabeza entre mis piernas, o sus dedos dentro mientras me daba besos por el cuello.
Volví a gritar y abrí los ojos para ver como las pupilas de Cody se dilataban. Lo tomé de la nuca y tiré de él para aproximarlo a mis labios. Su boca no se hizo de rogar y sus besos mitigaron cualquier visión extra que llegara a perturbarme.
Dios, como besaba.
Acaricié su espalda, su nuca y me regocijé en esa cabeza rapada, clavando mis yemas con fuerza. Cody se estremeció y me regaló dos o tres embistes de los fuertes. Grité un sí contra sus labios y enredé mis piernas en su cintura, haciendo presión con mis talones para que se metiera mucho más adentro.
Él obedeció y yo festejé a mi modo, dejándome llevar por esas típicas sensaciones.
Me sentí explotar, viendo las estrellas, pero mi orgasmo no fue tan fuerte como el que Andreas, con esos dedos me había dado.
Ese hombre, sin pretenderlo me había dejado rota, completamente destrozada para otros hombres.
Lo odiaba.
El otro, el que continuaba moviéndose dentro de mí, no se detuvo hasta que alcanzó su propio clímax, entonces cayó contra mi cuerpo con la respiración agitada.
Acaricié su espalda, con cariño para relajarlo.Inmediatamente se retiró y se colocó a mi lado para abrazarme.
Se me pasó por la cabeza si había cambiado algo esta noche, si entre nosotros había cambiado algo, incluso pensé en preguntárselo, pero antes de que pudiera abrir la boca me encontraba cerrando los ojos.
Estaba sumamente agotada por culpa de un cerdo que me había fastidiado una parte de mi vida sexual.
Odiaba a Andreas Divoua.
Me dormí escuchando el susurro débil de Cody, unas palabras que no entendí y que se perdieron en la más profunda oscuridad.
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