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3. DONDE HAY ESPERANZA

Otra fresca mañana en el Bistro. Una de esas en las que el cielo aún se ve con un tono gris, mientras el sol se asoma curioso por entre los altos edificios. Y justo cuando las cotorras cruzan el cielo, Sabinael se sienta en una de las mesas del exterior del restaurante.

Va a pedir un café con algo, cuando en realidad, preferiría un trago de whiskey, pero nota que las copas de los árboles de enfrente se agitan ligeramente más que el resto. "Me están vigilando"; musita con una mueca maliciosa en el rostro.

La chica del otro día se acerca sonriente, cabello rojo oscuro cual dalias y un hermoso rostro digno de portada. El embarazo no parece haberle dejado mella notable, con excepción de unas leves ojeras, de seguro causados por los llantos imprudentes de la bebé. "son verdaderos monstruos esas criaturas"; piensa la demonio mientras mira con sus ojos refulgiendo hacia la chica.

—¡Hola, Buenos días! — le dice la joven con una emocionada sonrisa.

—¡Hola chica, me recordaste! — responde Sabinael imitando su tono.

—No podría olvidar su rostro, es tan hermoso.

—Gracias niña, favor que me haces, con ese rostro tan bello que tienes.

—¿Qué va a pedir? — se apura la chica a preguntar al ver otro cliente llegar.

En un instante, Sabinael se desdobla y en su forma espiritual, se acerca al oído del recién llegado.

"Vas a llegar tarde, imbécil"; le susurra al oído. "Mejor toma un café de la máquina".

El hombre mira su reloj y se levanta, comenzando a caminar apurado. En su mente ve que sólo le quedan cinco minutos para llegar a trabajar. "No interrupciones" ; piensa al regresar a su manifestación física.

—Tráeme un café con sirop de calabaza y crema batida — responde viendo como la mesera anota la orden. Sus ojos centellean —. Pero antes dime; ¿Cómo está tu bebé?

—Grande y hermosa, gracias por preguntar.

La sonrisa de la joven duró lo suficiente para que los ojos de la demonio volvieran a centellear.

¿Cómo te llamas amiguita? — Pregunta Sabinael.

—Mi nombre es Hope — responde la joven extendiendo su mano.

—Que lindo nombre. Un placer Hope. Me llamo Sabin... —estuvo a punto de dar su nombre completo. Cosa peligrosa para los demonios — Sabina. Sólo Sabina.

—Bien, le traigo su café enseguida, señora Sabina.

—Espera — Sabinael la detiene — Dos cosas. No me vuelvas a llamar señora. Y... he notado que hay un guapo joven que te mira con insistencia desde la otra acera.

—¿Un joven? — Hope siente que se petrifica en el lugar — ¿Me mira? ¿Por qué?

—¿Cómo que por qué? — le inquiere la demonio — Porque eres una preciosa rompecorazones.

—Es que... No tengo tiempo para romper nada. La bebé...

—Ah, sí la bebé — Sabinael posa su mentón sobre su mano impaciente. Luego se recompone y añade — ¿Tienes fotos?

Hope se entusiasmó de ver que alguien se interesara en su bebé. Una bebé de cuatro meses en pañales, posa para la cámara con enormes ojos verdes, finos mechones castaño claro y una sonrisa que levanta unos cachetes en forma de corazón. Parece un algodón rosadito.

—Que preciosidad — La misma Sabinael se sorprende de lo genuina que se escucha al decirlo. Un "algo que no sabe bien" recorrió su cuerpo físico — ¿Cómo se llama?

—Faith.

—Hermoso nombre — Sabinael sonríe.

"Esto debe ser una broma de Fanuel"; piensa, recorriendo las fotos de la pequeña Faith, en todo eso que los bebés viven. Desde sus siestas, hasta sus baños.

La tierna figura de la bebé la hizo estremecer de... ¿Ternura? ¿Por qué? Recordando para qué estaba ahí, se vuelve a desdoblar y esta vez se acerca a Hope.

"Deberías mirar a tu admirador"; le susurra y regresa.

La joven que hace unos segundos mostraba las fotos orgullosa, deja su teléfono en manos de Sabinael, que suelta toda una gama de halagos.

La joven se voltea procurando ser disimulada y mira hacia el otro lado de la calle. Gente pasa de lado a lado, pero...

"!Ahí está¡"; piensa Hope con sus ojos bien abiertos por la sorpresa.

El chico al otro lado se concentra en su sándwich y al momento en que levanta la mirada, se sorprende de verla mirándolo a él. Su almuerzo cae al suelo y todo nervioso apura el jugo, tira todo a la basura, se pone el casco y sale lo más pronto que el tránsito se lo permite.

—Guapo; ¿no? — escucha Hope decir a Sabinael.

La joven se sonroja y se voltea para tomar su teléfono.

—Calabaza y crema batida — dice de pronto por cambiar el tema.

—Eso chica. Disculpa te he entretenido demasiado aquí — comenta la mujer.


Sabinael se queda observando a la joven mientras se adentra en el restaurante. Ha notado que se alisa su rojo cabello y sacude su pantalón. La demonio sonríe. El avance fue pequeño, pero significativo.

Flotando sobre las copas de los árboles, dos ángeles, observan las acciones de Sabinael. Uno con el semblante inexpresivo sopesa la situación que la demonio está empujando. El otro, con los brazos cruzados muestra una sonrisa que amenaza con volverse una risa.

—Realmente lo intenta — dice Fanuel tratando de no reír por las ocurrencias de la demonio.

—Le llamó imbécil al hombre — replica Yejudiel con su tono severo.

El ángel de la penitencia, no es condescendiente con las actitudes humanizadas en los ángeles.

—Bajo las condiciones a las que se somete, tiene que asegurar su objetivo.

—Cualquiera de sus ángeles guardianes, harían mejor trabajo.

—Hasta tú debes reconocer, que fue genial su manejo — Fanuel no disimula esta vez una queda risita.

—Con muy poco avance —. Vuelve a replicar Yejudiel.

—Ha sembrado la semilla.

—La semilla no me preocupa Fanuel — dice el ángel de la penitencia —. Más me preocupa el fruto que saldrá.

—Prometiste darle el beneficio de la duda.

—Tiene el beneficio de la esperanza — comenta Yejudiel mirando de soslayo a su interlocutor, mientras se va desvaneciendo.

Fanuel sonríe satisfecho. Y aún más, al ver que la demonio termina su café y deja una espléndida propina en la mesa.

Joseph mira a través de la ventana de su despacho, escuchando atentamente a Clark. El contable general de TechNorth, explica la situación con el rostro todavía más preocupado que el del abogado.

—... y fuimos imprudentes en ponerlo todo en la producción de la Tf-22 — decía Clark.

—¿De quién fue la idea de poner tanto capital en el diseño de Moret?

—El ingeniero Moret, aseguró el éxito de su diseño. En las pruebas de demostración, funcionó de maravilla... — Clark se interrumpe al ver el rostro de Joseph — La idea fue de Matt.

—¿Cuantos lotes? — pregunta Joseph.

—Quince mil.

Joseph silbó impresionado. Quince mil lotes de un solo producto de inicio es demasiado. Podrían tener entre manos quince mil lotes de basura. Por fin desarrolla un plan de acción.

—Debe revisarse todo — dice pensativo —. Matt ganará tiempo y yo veré la mejor manera de defendernos de una posible demanda.

—¿Y yo qué hago? — Pregunta Clark.

—Prepararte para contar las ganancias.

—Tú y tu optimismo.

—La esperanza, es lo último que se pierde amigo.

—Pues espero que no perdamos más dinero, no se vive con esperanza.

—Clark — Joseph se voltea para ver claramente a su amigo —. Recuerda que levantamos esta empresa de la nada. Con esfuerzo, perseverancia y mucha, mucha esperanza.


La oscura roca refleja una luz en el ambiente sin procedencia aparente. No es una caverna, sino un recinto oscuro entre el mundo humano y el espiritual. Un rincón del infierno.

—Lo que insinúas es algo serio Mérula.

Lilith, reina de las pasiones carnales, emperatriz de la obsesión sexual, se limita a levantar una ceja ante la noticia que uno de sus súcubos le trae.

—Yo misma la vi — insiste Mérula —, incitando a una chica a fijarse en un chico.

—¿Y eso qué súcubo de mierda? — Inquiere Lilith, mostrándose escéptica.

—Esa no es su tarea. Está entrometiéndose en el territorio de los espíritus pasionales.

—Mérula, deja la envidia, aunque sea una contradicción que te recomiende eso. No te favorece.

—Pero...

—Sabinael tendrá sus razones — sentencia Lilith —. De seguro planea algo exquisitamente cruel para la chica. Después de todo, su deber es provocar desconsuelo y tristeza con la separación. De ese modo, es más simple para los súcubos e íncubos excitar las pasiones que los conducen por el camino de... la depravación.

La lengua como de serpiente, de Lilith, se pasea larga y bífida por sus violáceos labios; mientras acaricia la cabeza de un condenado que brota de la roca, con una máscara sado puesta. Esta se mueve y gime con desesperación.

Mérula comprende que es momento de retirarse. Tal vez no sea nada como dice la reina de la lujuria. De todos modos, está en medio de la perversión de un hombre casado que gasta el dinero de su familia en pornografía. Pero de vez en cuando, le echará un ojo a esa maldita puta.

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