27. TONALIDADES
El disco solar ya se había ocultado, y solo unos tenues rayos en el horizonte dan paso a la noche. Los faroles se encienden y el ruido de la ciudad alrededor del área, comienza a escucharse más intenso.
Los verdes se tornan negruzcos, la arena en los juegos permanece inmóvil por la ausencia de niños que corran sobre esta. Solo unos visitantes pasean sus perros y respiran hondo el fresco de la noche y todo eso es la imagen que los ángeles sentados en el banco junto a uno de los faroles, observan antes de entrar en conversación.
—¿Y Ahora qué Fanuel? — se adelanta Sabinael a preguntar en actitud derrotista — ¿Fallé en algo? ¿Otra prueba?
Al materializarse, Sabinael, se hizo de una mini falda azul bien ceñida a sus muslos y una elegante blusa blanca holgada con un amplio escote que solo muestra un poco de piel por debajo del cuello. Con sus piernas cruzadas, todo el que la mira, ve a una mujer adulta y joven, muy atractiva. Digna de respeto; acompañada de un hombre maduro en un traje negro perfectamente entallado.
Fanuel mira hacia el horizonte viendo como la luz desaparece y la noche cubre el cielo con estrellas titilando en un ritmo que solo ellos como entes espirituales, pueden percibir.
—Sabinael, no fallaste ni necesitas de otra prueba — soltó él aún sin mirarla.
—¿Entonces?
Fanuel carraspea antes de contestar.
—Los demonios son entes oscuros. Conocen el lado más maligno que se guarda en el corazón de los humanos y lo explotan para sacar de estos lo peor que puedan.
Ella le mira confundida. Y el continúa.
—Los ángeles cuidamos y acrecentamos las virtudes más grandes de cada humano para hacer que busquen lo mejor para ellos y los que los rodean.
Por respuesta, Sabinael se encoge de hombros y Fanuel vuelve a reír.
«Ángeles y demonios solo son bueno o malo; arriba o abajo, luz u oscuridad. En cambio, los humanos ven todos los matices. Los grises oscuros y los claros, el mal realizado por un bien mayor; son capaces de ver belleza tanto en la cima de una alta montaña como en la oscuridad de una profunda caverna.»
«Por eso es que llaman tanto la atención, quienes entre los humanos llevan sus balanzas a uno u otro extremo. Y por eso, cosas tan naturales como el sexo, lo llevan a formas retorcidas o a elocuentes expresiones del amor.»
—¿Qué tiene que ver todo eso conmigo? — Pregunta Sabinael.
Un enorme deseo de extender sus alas y emprender ella misma un viaje sin saber a dónde la embarga.
—Creo que tú sabes la respuesta, mi amiga.
—Ya no puedo ser un ángel — declara ella misma con tristeza.
—Y tampoco deseas ser un demonio — completa Fanuel con una sabia calma.
—La última vez que me materialicé en humana, terminé como demonio.
—Pero esta vez, serás humana por completo — aclara Fanuel —. Con la Bendición.
—Me pesará el cuerpo material — dice ella.
—Y sentirás verdadera hambre y sed como los humanos.
—Ya no podré llegar a ningún sitio en un parpadeo.
—Pero crearás vínculos perdurables — dice el ángel de la esperanza tomando su mano para reconfortarla —. ¿Y quién sabe? Tal vez te vuelvas un almaluz. Y tengas la experiencia de vivir una y otra vez.
—Seré una bebé llorona y babeante, supongo — comenta Sabinael.
—Por esta vez...no — responde Fanuel —. Digamos que te conseguí... un acomodo razonable.
El ángel Sabinael sonríe ante la idea.
—Pero ya no recordarás nada. Solo la vida que se te ha concedido, hasta que mueras. Dependerá de ti si regresas como una bebé llorona y babeante...
Sabinael deja su forma humana y despliega sus alas por última vez.
—Si logré ganarme la Gracia — dice abrazada a sus alas —. Lograré lo que sea.
—Esa es la actitud correcta amiga — responde Fanuel.
A su alrededor todo se ilumina y nota que ya no le es posible ver a Fanuel. La claridad es tan intensa, que le es imposible ver nada en absoluto.
El gato blanco, empuja la puerta y se cuela en la habitación. Con unos pocos trotes llega al borde de la cama y maúlla, pero la persona en la cama no reacciona. De un ágil salto, cae sobre el lecho y mira curioso al ocupante del que solo se ve una mata de cabello negro y vuelve a maullar.
Se acerca y con cierto cuidado agita el cabello e insiste con su maullido. Esta vez, quien duerme, se mueve un poco y se acomoda. Impaciente el gato salta sobre el cuerpo y da unos pasitos, con lo que la persona durmiendo despierta al fin y el gato se echa a un lado.
Gruñendo de entre las sábanas, la joven mujer se incorpora hasta quedar sentada y mira hacia el reloj en la mesita de noche, voltea la cabeza y su mirada se topa con el gato, blanco como la nieve que la mira con sus profundos ojos verdes acuosos y le lanza otro maullido.
—Ya desperté Cotton — le dice tomando al gato entre sus brazos, lo que provoca que comience a ronronear —. Gracias por despertarme una hora antes de que suene la alarma. Gato impaciente.
La joven mujer suelta al gato hacia el piso y se estira para despabilarse la pesadez del sueño. Salta de la cama y se dirige al baño contoneando sus caderas al recordar la tonada de una de sus canciones favoritas. El gato la sigue.
—No. No Cotton — le dice al gato —. Usted es un macho. Quédese en la cama... como la mayoría.
Toma un baño cantando, se lava los dientes y por alguna razón siente una alegría inusual, pero no extraña que adjudica al sueño que tuviera en la noche.
—Anoche tuve un sueño raro, placentero Cotton — le dice al gato que la mira recostado en la cama — Pero solo recuerdo que flotaba, hasta que cierto gato me despertó.
Cotton se limita a maullar como si replicara y le voltea el rostro.
—Eso es — replica ella entrando en sus pantalones vaqueros —, hazte el desentendido.
Se puso una ajustada blusa con una flor tejida en el centro y se cubre con su chaqueta favorita de imitación de cuero de color rojo.
Al bajar las escaleras, puede ver a su abuela tomando té y le planta un beso en la frente.
—Te levantaste temprano Sabina. ¿Tienes nuevo inventario? — pregunta la anciana.
—No. Llega la semana que viene — responde Sabina.
—Bueno. Tal vez es que algo lindo va a sucederte.
—Sí. Ya sé a qué te refieres con algo lindo — replica la joven.
La anciana bufó.
—Parece que moriré sin ver a mis biznietos — dice entre broma y en serio.
—¡Agatha Clarise Miller! — exclama la chica con los puños en las caderas.
—¡Sabina Helen Miller! — replica la señora imitando su gesto.
Al final ambas se ríen.
—Ya verás que cuando te presente a alguien, no te va a gustar — dice Sabina volviendo a besar a su abuela para salir.
—¿Adónde vas sin desayunar? — pregunta la señora Miller ofreciéndole unas tostadas.
Sabina toma una y le da un mordisco antes de salir rápidamente hacia la puerta, toma su casco y cierra tras ella. La señora Miller tan solo puede quedarse mirándola impotente; y un minuto después, escucha el motor de la motocicleta de su nieta rugir afuera.
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