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22. MI ESPERANZA

Para cuando Raquel llegó a su apartamento, al segundo día de su decepcionante experiencia, casi no le sorprendió encontrarse con Jacob sentado en su sala, justo sobre el sofá en el que tanto se besaron y calentaron sus cuerpos para hacer el amor. Lo único que le sorprendió, fue el hecho de que se atreviera a entrar usando la llave que le diera.

Recuperada de la impresión del encuentro se encaminó a la cocina, soltó su bolso sobre la isla con tope de mármol y de entre las alacenas bajo este, sacó una botella de coñac sirviéndose un trago. Tal y como suele hacer a diario, sin inmutarse, sin dirigirle ni una sola palabra. Palabras que Jacob esperaba para que le sirvieran de pie a decir lo que desea.

Pero la mujer no le daría ese gusto. Tendría que comenzar a hablar primero, para que ella pueda fulminarlo con su desprecio. Y al menos ver la decepción en su rostro.

—Raquel — la voz de Jacob se oye insegura —. Te aseguro que todo es un mal entendido. Si me dejas explicarte.

La abogada nota que toda esa seguridad que mostró en los meses anteriores, se derrumba como cartas de naipes. "Que bien actuó".

—¿Vas a decirme que estoy equivocada? — pregunta ella —. Dime. ¿Ella sabía de lo nuestro o también la engañas?

—No he engañado a nadie — por fin se envalentona —. Ella incluso se alegró de saber que estábamos juntos. Y mi hijo desea verte.

"Cuanta mentira"; le susurra Mérula a la mujer.

—Y se supone que debo creerte — le espeta Raquel cruzando los brazos.

Al notar que él le sostiene la mirada, la abogada baja la suya. Para disimular, toma otra vez el vaso y se sirve otro trago. En su ser, en todo su cuerpo y su mente quiere creerle, pero lo mismo sintió con Andrew y este cada vez que abría la boca solo salían mentiras.

Jacob la lee. Conoce cada gesto de su rostro, cada significado en su mirada. Puede jugar su carta pues no tiene nada que perder

—Entiendo que no me creas — dijo — Pero entiende que estoy demasiado mayor para perder la oportunidad de ser feliz junto a la mujer que amo desde hace mucho.

Saca una nota del bolsillo de su saco; y se encamina hacia la puerta. "Esto no es una película con final feliz. No te va a detener. Así que sal con tu dignidad intacta." Jacob se sintió extrañado de pensar eso. Pero, por otro lado, en algo tenía la razón.

Cierra la puerta tras él, bajo la mirada endurecida de Raquel que apura su trago y se fija en la nota sobre la mesa de centro y va a tomarla. "Rómpela, rómpela"; escucha en su mente y por la violencia con que la toma parece que lo hará.

Tiene en su mano el papel arrugado por la furia de sentirse engañada una vez más, pero aún así, echa una ojeada al papel.

Raquel:

Al igual que tú, no quiero morir pensando que mi vida pudo haber tenido más significado para otros. Investiga por tu cuenta y decide cuál será mi destino. Eres mi esperanza. Te amo.

Jacob.

Bajo estas palabras, se leen los teléfonos de Luisa y del hijo de Jacob, Jonas.

Mérula ve como la mujer se queda pensativa y que por más que le insiste, no logra motivarla a romper la nota. Se acaba de dar cuenta, de que no es tan fácil provocar separación.

Sabinael vuelve a asomar la mano y siente el dolor que la intensa sacudida en su esencia provoca los barrotes infernales. Dos de sus alas la sostienen al borde del agujero, mientras las otras cuatro la protegen. En su forma angelical casi humana, de sus ojos de fuego literalmente brotan llamas. Un sedoso cabello de hilos dorados parece flotar sobre agua. Toda ella brilla, con poca intensidad, pero lo hace como antes de su caída.

Sus gritos de dolor, son acompañados por los gritos de los condenados en la cueva de la lujuria. La mujer suspendida por ganchos de cadenas en el techo, se agita y grita con ella en lo que parece un éxtasis orgásmico. Las cabezas que brotan de las paredes, se sacuden intentando liberar un cuerpo del que carecen. Manos intentan alcanzar el origen de esos gritos, rostros lujuriosos mueven sus ojos de lado a lado y sacan lenguas ennegrecidas un busca de darse placer.

En medio de toda esa cacofonía de gritos, gemidos y gruñidos, Lillith ve como el ángel que tiene encerrado lucha por al menos asomarse una vez más y sonríe complacida y excitada con el concierto de agonía.

Dentro del hoyo, Sabinael piensa, que solo un poco de luz intensa que logre pasar, será suficiente. "Encuéntrame. Encuéntrame Fanuel"

Elizabeth permanece en la cama de hospital, inconsciente por el golpe que recibiera. Su madre la señora Mills está sentada a su lado, está a punto de quedarse dormida otra vez con el rítmico sonido del monitor cardiaco.

—Buenas tardes — escucha decir y se espabila con la esperanza de que sea el médico con mejores noticias que las que tenía.

Pero en su lugar, de pie al otro lado de la cama, Andrea Mills se topa con un caballero de altura media y bien vestido. Su cabello recortado con estilo, permite apreciar su rostro de rasgos suaves. Pulcramente afeitado y de manos grandes y firmes; el hombre se aferra al barandal de la cama con su mirada en su hija.

—Disculpe — dice ella —. ¿Quién es usted?

El caballero desvía la mirada hacia la señora Mills esbozando una sonrisa sincera y al reconocer el parecido, no puede más que suponer lo obvio.

—Señora Mills, supongo — dijo con esa voz gruesa, pero suave —. Joseph Messer.

Al decir esto la madre de Elizabeth se levantó y él avanza hacia ella rodeando la cama. Se encuentran en el medio y la señora corresponde al saludo con sus dos manos apretando y mostrando mucha efusividad.

—¡El abogado! — exclama la madre con emoción de conocer al fin al hombre por el que su hija suspira.

Joseph sonríe con algo de vergüenza al darse cuenta de que ha sido tema de conversación entre madre e hija.

—Un placer conocerla señora Mills, lástima que sea en estas circunstancias.

—Llámame Andrea — responde la madre —. Oh, ahora entiendo el encandilamiento de Elizabeth por usted. Sí que es un hombre guapo.

Joseph volvió a sonreír sintiéndose estremecido por el cumplido.

—Y de no saber que es hija única, hubiera pensado que era su hermana — replica alegre Joseph para corresponder.

—Ah, qué cosas dice joven — responde la madre sonrojada.

Ambos escuchan un ligero carraspeo que les hace voltear y ver que la paciente ha despertado. Rápidamente la flanquean a ambos lados de la cama.

—¿Cómo te sientes cariño? — pregunta la señora Mills.

—Como si me hubieran atropellado, pero sin dolor.

Los dos sonrieron aliviados.

—Mamá — comienza a decir Elizabeth fijando sus ojos en su madre —. ¿Podrías permitirme hablar a solas con Joseph?

La señora Mills miró al aludido con una sonrisa y comienza a salir de la habitación.

—Por supuesto querida.

Una vez solos, los labios de Joseph se separan para hablar, pero ella le pone la mano en estos.

—Tienes que saber — dice ella antes de que pueda emitir sonido alguno.

Joseph asiente y ella continúa luego de un triste suspiro.

—Joseph, en los estudios — pausa para verle a los ojos y asegurarse de que tiene toda su atención —. Me encontraron un tumor en el cerebro.

Toda la alegría del hombre se desploma en un vuelco en su corazón. Pero con un hondo suspiro, vuelve a recuperarse.

—Eso no importa ahora, Elizabeth — responde —. Una cosa a la vez.

—No. No quiero que vuelvas a pasar por esto — replica ella —. No te lo mereces.

—Yo decidiré lo que merezco, Eli.

—Mereces que te ame una mujer sana — contesta ella posando su mano en su mejilla.

—¿Qué es lo que pretendes? — pregunta con un tono algo enojado —. No voy a dejarte. No tiene que ser igual.

—Joseph, Joseph entiende. Te amo y no quisiera verte entristecer como cuando te conocí.

—Oye. Hablaremos de eso cuando te hayas recuperado del accidente.

—Pero Jos...

Esta vez, fue él quien posa sus manos en los labios de ella.

—No trates de alejarme Elizabeth — le dijo fingiendo un rostro serio y decidido —. Estás viva. Aún hay esperanza.

Elizabeth toma la mano que cubre su boca y posa un beso en la palma, mientras sus ojos liberan lágrimas invadida por la ternura que le transmite el hombre que ama.

Una masa oscura se revuelve al otro lado de la ventana. En su centro se asoma un ojo inyectado de puro odio y Asbalot se limita a mirar la escena asqueado. No pudo tocarlos, ni susurrar en ellos, por la intervención de Haniel.

El ángel ve complacidoque su protección le ha permitido al almaluz inspirar


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