20. VERDADES EN LABIOS MENTIROSOS
Peor que le hayan mentido Asbalot — dice Yekún —. Se ha estado mintiendo a sí misma.
Sabinael le escucha, pero no puede moverse ni responder. Yekún se le acerca. Los aros que conforman su forma real, giran rápidamente y se detienen mostrando una serie de ojos oscuros que se abren y cierran alternados. En su centro, formas de animales y bestias aparecen y desaparecen como si quisieran desprenderse de la masa, para luego sumergirse en el interior y otra sobresalga.
—Nuevamente sientes deseos Sabinael — la voz del demonio es suave como comprensiva —. Otra vez deseas vivir como humana, y tocar; y disfrutar de los placeres carnales que atormentan a los espíritus.
Si en su forma angelical, tuviera oídos y manos, se cubriría para no escuchar.
—¡Te mintieron Sabinael! — interviene Asbalot —. ¡Los demonios no tienen perdón!
Lillith la toca y tira de ella como un juguete.
—No te dijeron lo que enfrentarías — continúa Yekún — No te dijeron quien en realidad es el hombre que altera tu esencia.
La demonio pone atención a las palabras de Yekún. "¿Joseph? ¿quién es Joseph?"
—Se ve que no lo sabe — comenta Lillith acariciando unas nalgas que sobresalen de la pared, luego las azota.
—Ni se lo imagina — secunda Asbalot.
—Tu hombre. Porque es tu hombre... — Yekún calla unos segundos para alargar la tortura espiritual a la que sometía a Sabinael —. Es un almaluz.
Con mucho esfuerzo, Sabinael responde con palabras retadoras.
—Y... eso... ¿qué?...
—Demonio tonta — replica Yekún —, sabes lo que es un almaluz. Un humano cuya alma es capaz de reencarnar. Mueren y vuelven a nacer con el propósito de llevar algo de... "luz" a otros humanos.
—Y eso...¿qué? — contesta Sabinael aún convencida que no importaba.
—Díselo de una vez — gruñe Asbalot — quiero ver cómo se desmorona.
—Joseph es la última reencarnación de tu hombre. De Yamir.
Las alas que antes no se movían, abren sus ojos y la cubrieron en defensa. Su esencia vibra con la intensidad del dolor que no sentía desde el día que su amado Yamir, murió de edad avanzada y no supo más de él. Los demonios no pueden seguir a un alma virtuosa a no ser que esté encarnada. Yekún aprovecha y explota su debilidad.
—Puedes volver a tenerlo, puede volver a ser tuyo.
Tentar a un demonio; solo otro demonio. Yekún insiste:
—Te ayudaré a que seas tú quien le abrace, que seas tú a quien mire con deseo... Otra vez.
Poco a poco, Sabinael se relaja y sus alas la exponen a los demonios que piensan que han ganado terreno y pronto la verán caer una vez más.
—Elizabeth...
—No te preocupes por ella. Desaparecerá de su vida como su adorada Ángela; y ahí estarás tú para consolarlo — le asegura Yekún complacido.
—¡No! ¡Elizabeth es virtuosa, Joseph la merece! — replica Sabinael con la convicción de quien hace un sacrificio por amor de verdad.
—¡Maldita perra! — gritó Asbalot.
—Es una lástima Sabinael — dice Yekún tranquilamente.
Un agujero se abre entre el demonio y Sabinael; Lillith la empuja dentro. Los entes espirituales no pueden morir, pero peor que la muerte es ser prisionero hasta el fin de los tiempos.
—Cuidaremos de tus protegidos — dice el demonio — Los llevaremos a un delicioso sufrimiento de perversión.
La boca del agujero se cierra con barrotes y Sabinael queda en lo más profundo, en una fría y perpetua oscuridad que debería llevarla a la desesperación, pero en lugar de eso, se preocupa más por sus protegidos.
Elizabeth baja de su auto en el estacionamiento, con los resultados de sus estudios de rutina en mano y comienza a caminar a paso acelerado. Todo lo que piensa es en terminar y volver para encontrarse con Joseph. Irán a su club favorito y bailarán y tomarán hasta "caer sobre sus traseros" como él dijo. Tan solo de pensarlo, la mujer se ríe divertida, camina y examina su sobre para asegurarse de que todo está en orden. De pronto las luces de una camioneta la embelesan. "Quédate ahí"; le susurra la voz en su mente y sus piernas no reaccionan.
El vehículo derrapó quedando de lado y Elizabeth reacciona tarde para evitar que este le dé de lleno con el lado al patinar.
—¡Oh, Dios mío! — grita una mujer al ver la escena.
—¡No se movió! — exclama un hombre que sale en su auxilio.
—¡No sé qué pasó! — grita desconsolada la conductora de la camioneta —. ¡De pronto perdí el control!
La gente se arremolina y aparecen dos paramédicos que afortunadamente estaban a punto de salir. Nada más afortunado, que fuera atropellada frente al hospital.
Nadie lo notó. Nadie pudo ver al demonio que susurró en el oído de Elizabeth. Nadie vio al demonio que alteró el control del vehículo. Todos los testigos, fueron incapaces de ver a Haniel desviar el vehículo para evitar que su protegida fuera arrollada con más velocidad; inspiró a los paramédicos a auxiliar. Y tan solo lamenta, haber tenido que dejar escapar a los responsables, que huyeron en medio de burlonas risas.
Michael llega a la casa de Hope montado en su auto nuevo. Sería un momento de celebración, pero no había tiempo para eso. Hope no esperó a que llamara, se asoma a la entrada y sale con la pequeña Faith en brazos y el rostro lleno de preocupación. Ambos corren de regreso al auto con la bebé llorando a mares.
—Vamos rápido, por favor — alcanza a decir ella al subir al auto —. Volvió a vomitar.
—De inmediato — responde Michael que acelera al ver que madre e hija se han asegurado.
Faith llora desconsolada, mientras Hope la arrulla tratando de transmitirle tranquilidad en medio de su congoja por la fiebre en la bebé que se siente a través de sus mantitas. Michael conduce concentrado en llegar rápido al hospital, sabe que lo logrará porque conoce a la perfección las calles de la ciudad.
Sobre el portal de la casa, un demonio disfruta de ver la desesperación que ha causado. A su espalda, el ángel guardián de Faith, posa su espada sobre el ente y la esencia de este vibra con tal intensidad que provoca lo que se podría llamar verdadero e intenso dolor en el ser espiritual. El ataque fue rápido, pero el ángel cuidará a la bebé a toda costa.
Acabando de llegar, Raquel se recuesta sobre el sofá en el apartamento de Jabob. La luz del sol ilumina el interior y todos los muebles adquieren un brillo intenso por ser estos completamente blancos.
El jugo de naranja está delicioso, todo le sabe más delicioso, se ve más brillante y se siente más alegre, desde que derrumbó el muro de resentimientos que cargaba.
Ha aprendido que la felicidad en el amor es posible. ¿Cómo fue que permitió que las acciones de Andrew la amargaran tanto; mientras él seguía con su vida?
El teléfono de Jacob sonó para indicar mensaje y él está en la ducha. De seguro es algún proceso legal que dejó en pausa. Raquel lo mira y siente curiosidad, pero es mejor respetar el espacio.
Saca su propio celular y lo ojea. Muchas notas y varias citas.
El móvil de Jacob vuelve a sonar.
Lanza una mirada al celular.
Responde varios mensajes en el propio.
Una mirada al celular sobre la mesa.
La abogada suspira derrotada y toma el celular. Por suerte que Jacob no es bueno con las contraseñas, por lo que no las usa en su móvil.
Luisa: Gracias por tu ayuda de la otra noche
Luisa: Nos la pasamos bien
Raquel abrió los ojos impresionada. ¿No era Luisa su ex esposa? ¿Se la pasaron bien la otra noche? ¿Qué otra noche?
"Es un maldito mentiroso como todos"; le llega a la mente. "Está jugando contigo y con la ex". La idea se le imprime en la mente como hierro ardiente. No quiere creerlo, pero porqué otra razón recibiría ese mensaje. " Que siga pasándola bien con la otra."
Sosteniendo enormes ganas de llorar, Raquel toma sus cosas y se retira. No hará un escándalo. Ella está por encima de esas banalidades. Es una mujer fuerte y una mujer fuerte puede con todo.
Se miente y se sigue mintiendo hasta llegar al auto; porque una vez al volante de su Mercedes Benz, con las ventanillas arriba y el aire acondicionado encendido, estalla en llantos de dolor y gritos de frustración. El auto arranca.
En el apartamento de Jacob, este sale bien vestido, alzando los brazos para que Raquel le mire, pero ella no está. Pensó por un momento que estaría en el baño, pero este tenía la puerta abierta. Su celular suena con mensaje.
Luisa: Se me cayó el celular y se apagó
Luisa: De nuevo gracias. Jonas te agradece que nos hayas ayudado a llegar al parque
Claro. La otra noche su hijo Jonas debía estar en el parque de beisbol y el auto de Luisa no funcionaba. Había ido por ellos y se quedó a ver a su hijo jugar. Luisa se alegró de saber de Raquel y le pudo prometer a Jonas que estaría más presente en su vida. Cierto que la pasaron bien.
"Pero; ¿Adónde habrá ido Raquel?" se pregunta. Y es inútil llamarla. No contesta.
En una esquina de la sala, encorvada como rata, Mérula mira complacida el rostro desconcertado del hombre.
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