2. NO ES TAN FÁCIL
Cinco días después, Sabinael sentada sobre el alero del edificio frente al Bistro, observa la escena repetida y ya está molesta de verla, haciendo el gesto de estar cambiando de canal con un control remoto imaginario.
«Maldición, esto no avanza»; piensa.
—Creía que ese chico haría su movida, pero es decepcionante.
Ella observa al joven de cabello negro bien peinado, bastante alto para su edad, con un uniforme de mensajero, apoyado de una moto Yamaha barata. Su piel bronceada le da un toque. Sus espejuelos, un desatino. A su vez, él observa hacia el Bistro. Específicamente a la mesera que la atendiera días atrás.
—Vamos chico. Eres guapo...
Sabinael, creyó que unir parejas sería más fácil que separarlas. Le toma muchos susurros lograr separar. Espera no sea igual el unir.
—Está bien — se dice fastidiada —. ¿Cómo decía esa frase?
«Si la montaña no va a la chica...»; se queda pensativa.
De pronto una sonrisa maliciosa se le asoma en el rostro.
«Entonces empujaré la montaña».
Sin preocuparse por nada, se impulsa con sus manos desde el alto borde del edificio y se deja caer.
Michael repite su ritual como todos los días, bajo la sombra del árbol urbano. Apoyado de su moto, come el sándwich que comprara en la cafetería, con un jugo de mango. Y entre mordida y mordida lanza lo que él cree, una disimulada mirada a la chica que sirve a los clientes en las mesas frente al Bistro.
—¿Cuándo piensas decirle algo? — Escucha a su espalda.
Al voltearse, Michael ve a un chico que parece de su edad, más bajo y de cabello largo todo alborotado. Pero lo que le llamó la atención, es que ha puesto su patineta sobre su moto.
—¡Oye greñudo! ¡Saca eso de mi moto!
—Está bien — dice el greñudo —. Te preguntaba que cuándo vas a decirle algo.
—¿A quién? — pregunta Michael asombrado.
—Pues a la chica del Bistro. Llevo días pasando por aquí en patineta y te veo en el mismo lugar mirándola cada vez que sale a servir.
—Yo no veo a ninguna chica. Deja de molestar y sigue con lo tuyo.
—Bueno. Puedes negarlo todo lo que quieras — responde el greñudo —. Pero se te nota que babeas por la pelirroja.
—Yo. Yo... — Michael no sabe que decir.
El maldito greñudo se ha dado cuenta.
—Está bien. Sí me gusta mucho esa chica, pero...
—No sabes ni su nombre.
—Exacto — confiesa mirando al suelo.
—Pues ve a preguntarle.
—Si claro. Voy hasta allá, me acerco a ella y le pregunto su nombre como si nada.
—Captaste la idea — responde el greñudo.
—Mira amigo — comienza a decir Michael hastiado y avergonzado —. No es tu problema yo... hablaré con ella cuando esté preparado.
—Cierto, no es mi problema, pero te veo tan patético ahí parado que decidí ver porqué no le hablas.
—Pues, no me atrevo. Temo que me rechace.
—Pero no lo sabes. Ni lo sabrás si no...
—Es que ya lo intenté — confiesa Michael sin entender el porqué se abre así con este joven desconocido.
—Ah; ¿Sí? — Pregunta el greñudo.
—Pero, no pude hablar. Gasté más dinero de lo que podía en ese lugar y no le dije una sola palabra.
—Sí, es un lugar caro para gente como nosotros, pero si vas a gastar; Haz que valga la pena.
—Tal vez cuando tenga un dinero extra. Tengo que pagar...
—No te tardes o se te van a adelantar.
Michael mira a la chica que recoge y limpia las mesas.
—Es lo que más temo.
Suspira. Y continúa hablando embelesado en la belleza de la joven.
«Soy un loco enamorado, que no pasa un día sin pensar en ella. Necesito la medicina de sus besos, sus abrazos y caricias ».
—¡Vaya! — exclama el greñudo —. Eso se oye lindo. Cursi hasta casi vomitar, pero lindo.
—¿Gracias?
—Bien cuando te decidas, ve a ella y dile esas cosas cursis. Nunca se sabe.
—Tengo que irme. Ya decidiré qué hacer. Nos vemos... ¿Cómo te llamas?
—Bah. Sigue llamándome greñudo — responde el chico de la patineta ofreciendo su mano.
Michael saluda y tras ponerse su casco, enciende la moto y avanza.
El greñudo por su parte, le ve perderse calle abajo. Tira su patineta al suelo y se desliza por la acera hasta ver que nadie puede verle. Entonces se detiene y mientras camina, su cuerpo toma la sexy forma de Sabinael.
«Bien, supongo que tendré que llevar la chica a la montaña»; piensa mientras camina, un portal en llamas se aparece y tranquilamente lo atraviesa.
Joseph Messer, camina con paso apresurado entre los cubículos de la oficina. Todo mundo se aparta de su camino, porque de seguro el abogado de TechNorth no se va a detener. Todos, excepto Elizabeth que midió el tiempo justo para ponerse en su camino. Y como era de esperase el hombre, más alto que ella, la atropella haciéndola caer al suelo.
—Cuanto lo siento — dice Joseph que se apresura a ayudarla.
—No es nada — responde la joven.
Ella no deja de mirar a sus ojos, mientras siente como él la levanta. Fueron sólo unos segundos, pero Elizabeth siente que el tiempo se detuvo a su alrededor.
Sabinael está recostada sobre las paredes modulares que dividen los cubículos.
«Vaya. Vine por otra cosa y me topo con esto»; piensa. En su estado espiritual, Sabinael puede ser testigo de lo que pasa a los humanos.
Una vez de asegurarse de que la mujer está bien, Joseph continúa su camino, ante la pasmada mirada de Elizabeth, directo a la oficina del director. Sin tocar, sin avisar entra en el despacho.
—Dime que esto es una broma y nos reiremos juntos de lo lindo — dice apenas entra.
Matthew North, con el teléfono en el oído, le hace señas para que cierre la puerta y el recién llegado obedece.
—Sí, sí — dice a su interlocutor al teléfono mientras le indica que espere.
Por fin cuelga el teléfono y en la mirada del presidente de la empresa, que diseña y distribuye piezas tecnológicas, responde la pregunta del abogado, que bien comprende su significado. Por algo son amigos.
—Así de mal — comenta Joseph.
—Necesito que prepares, sólo prepares el caso de bancarrota — suelta Matthew sin miramientos —. Te lo dije todo en Email.
—Pero no podía creerlo. ¿Qué pasó?
—Las torres de enfriamiento fallan — responde Matthew luego de un silencio — No pasaron, ni las pruebas.
—Significa que no podremos cumplir con el pedido — comenta Joseph comprensivo.
—Están inspeccionando lote por lote e investigamos concienzudamente cada elemento.
—Ahórrate los detalles, no lo entendería.
—Pues entiende esto —. El rostro de Matthew se ve muy serio —. Si no arreglamos esto, nos iremos a la... quiebra. Por decir algo.
—No es el Titanic Matt, saldremos adelante.
—Tendré que vender acciones. Probablemente someterme a una compra hostil.
—No mientras lo mantengas en secreto — afirma Joseph tranquilamente —. Consejo de tu abogado.
—Quisiera tener tu optimismo.
—Yo haré mi parte. Revisaré las noticias del mercado. ¿Alguien más lo sabe?
—Sólo Clark y él es un ratón silencioso.
—Bien — asiente Joseph —. Mientras nadie más sepa, habrá presión.
—De acuerdo.
Joseph sale del despacho de su amigo con su rostro reflejando preocupación, pero decide erguirse relajado y regresar a su oficina con una sonrisa optimista. Nadie debe darse cuenta.
Matthew, se deja caer en su silla y su mirada se enfocó en el techo. Una de las bombillas de la lámpara está titilando. Debe llamar al técnico para cambiarla.
Sentada en el sofá de la oficina, Sabinael mira al presidente de empresa en su lamentable situación.
—Bueno chico — dice a sabiendas que no la escucha —. Mantendré el secreto.
Se acercó a la ventana, apoyando la espalda en el cristal templado y sellado. Le lanza un beso al hombre sentado en su silla.
—Mientras me convenga.
Se echa hacia atrás y atraviesa el cristal como si no estuviera ahí. Mientras cae los veinte pisos, la demonio se ríe divertida y el portal en llamas la traga en medio del aire.
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