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13. ENSOÑACIONES Y REALIDADES

Sabinael se sienta en el borde del barandal del balcón en el apartamento de Joseph. Él mira a la ciudad iluminada con sus ruidos habituales; luces de todos los colores estáticas y móviles. La brisa agita su cabello y su mirada concentrada en todo y en nada a la vez, llama la atención de la demonio.

—Sí que eres guapo. ¿Cómo has podido pasar tanto tiempo solo? — pregunta sin esperar respuesta.

—Para qué pregunto. Sale en la mañana a trabajar, regresa de trabajar a su casa todos los días y aquí estás autocompadeciéndote.

Joseph se retira del balcón directo a la cocina.

—Ah, perfecto — dice quejosa Sabinael.

Imagina que irá por licor, se sentará en su sillón a mirar a su difunta esposa en fotos y se quedará dormido lamentando su fortuna. Y eso es exactamente lo que hizo, y la demonio se desespera porque ha sido lo que le ha visto hacer en los últimos siete días.

—¡No por favor! — Suplica —. Vas a arruinar mis planes.

En su forma espiritual él no la escucha, pero percibe su presencia.

—¿Eres tú Ángela? — pregunta Joseph mirando la foto de su amada.

Sabinael posa sus manos sobre la de él y Joseph mira a su lado como si realmente la viera. Que hermosos ojos de un castaño tan claro que por un momento la sorprenden y embelesan. Su mirada es profunda y con amor, como si pudiera ver a Ángela a los ojos; y sonrió.

Primera vez que le ve sonreír y la extraña sensación la invadió nuevamente. Recorre toda su esencia y la confunden sus ojos, su sonrisa, esa mirada tierna con que la mira.

—Te amo — dice él de pronto y la esencia de Sabinael brilla con intensidad.

—¡Oh, no, no, no! —exclama la demonio retrocediendo aterrada.

El rostro de Joseph se vuelve a ensombrecer y toma un sorbo de su trago. Por su parte, Sabinael enfurece. Tres pares de alas se asoman de su esencia, sus uñas se encienden con fuego infernal, sus ojos se ennegrecen por completo y lo que fuera su piel se torna oscura y escamosa.

—¿¡Cómo te atreves!? — se dice a sí misma mientras sus otros rostros aparecen; uno de águila a su derecha, uno de león a su izquierda.

—¡Fueron estas sensaciones las que te llevaron a caer!

"Me acerco demasiado, me acerco demasiado"; se dice. Entonces se le ocurre la mejor de las ideas y la llevará a cabo, no tiene otra opción.

Joseph toma el último sorbo de su trago y mira la foto de Ángela con el corazón oprimido por la pena. Pero de pronto, la imagen se ve reemplazada por el rostro de Elizabeth. Sus ojos azules como un cielo en la mañana, Una seda dorada, es su cabello suelto y largo que recorre por su cuello. Sus labios como flores en capullo, finos, levemente rosados pintados en su rostro blanco y diáfano.

Joseph mira la visión sin reaccionar. Tal vez hipnotizado con el rostro parecido al de una muñeca de porcelana, pero fueron apenas unos segundos; tres, quizás cuatro. Suficientes para que se restriegue los ojos, vuelve a mirar para comprobar y llegue a pensar en cambiar de bebida, pues la foto es sin duda la de Ángela.

El abogado decide que ha tomado suficiente y se dirige a la habitación a tomar una ducha. "Demasiado trabajo"; piensa sopesando tomar vacaciones tan pronto resuelva el asunto de la torre de enfriamiento. "Ese chico es buena carta, espero que me sirva como experto".

Se desnuda frente a la puerta del baño y Sabinael, no puede evitar contemplar el cuerpo de un excitante espécimen humano. Sus músculos marcados, su espalda ancha, sus muslos bien torneados. Sacude la cabeza para no ver más, pero su esencia se dispara en una fuerte luminosidad, al no poder evitar echar un vistazo a su entrepierna armada con un no despreciable equipo, que la hace regresar a su forma más humana.

Una vez le pierde de vista al entrar al baño, Sabinael se deja caer sobre lo que serían sus rodillas.

—¡Carajos! — exclama atontada y con una sincera congoja demasiado humana para su gusto.

Sensaciones que la llevaron apartarse del cielo. Tal y como Yekún le dijera.

Yekún, el primer ángel caído que siguió a Lucifer, se convirtió en su propagandista convenciendo a otros ángeles a seguirlo. Seducidos por la belleza de los humanos, arropados por la pasión antinatural, terminaron siendo los caídos.

—Son seres delicados — le dijo en aquella ocasión Yekún al notar su curiosa mirada a las criaturas — Tan físicos, tan pesados. Te atraen; ¿no es así?

—Sí — contestó ingenua Sabinael en aquel momento.

—¿Y qué si interactúas con ellos?

—Está prohibido. Solo... solo quiero verlos de cerca.

—¿Y si te digo que puedes verlos más cerca? — le increpa el ángel rebelde.

—¿Se podrá?

—Claro que se puede. El Padre lo prohíbe porque somos espirituales. Pero podemos hacernos físicos, y tocar; y sentir. Sentir como ellos sienten toda la creación. Sentirlos a ellos.

—Eso sería... interesante.

"Eso sería interesante"; piensa Sabinael riendo al recordar. "Y así poco a poco caí". Ahora esas sensaciones regresan, pero diferentes a la vez, con una intensidad que va más allá del deseo que aprendió a saborear.

Joseph termina su ducha y pasa a vestirse con tan solo calzoncillos boxers. Sabinael le observa mientras se recuesta en la cama y enciende la tele en las noticias.

La demonio quiere irse, pero sigue viéndole. Le ve mirar las noticias calmado. Le ve cerrar los ojos inconscientemente. Le ve, dormirse, apacible. Segura de que se ha quedado dormido, se manifiesta en su cuerpo físico y se acerca al hombre tendido en su cama.

Con suavidad toca el rostro de Joseph, sus dedos recorren desde su sien hasta su firme barbilla. Él se mueve y abre levemente los ojos. La ve, tan real que de pronto, piensa que debe estar soñando.

Y lo comprueba al incorporarse de pronto, la imagen ya no está, pero recuerda que acaba de ver muy de cerca, el rostro de Elisabeth.

Raquel lanza un último gemido de excitación. Montada sobre Jacob, alcanza un delicioso orgasmo que la hace tumbarse sobre la cama rendida y satisfecha. Algo que el hombre nota en su rostro y sonríe. Se siente feliz.

Ella se voltea a verlo, él estira el brazo para atraerla y Raquel cede a la ligera presión sumergiéndose en su pecho. Siente el calor de sus brazos y por primera vez en mucho tiempo se ve a sí misma rendida en ese calor.

Jacob ha posado subarbilla en la cabeza de Raquel, meditando como lejano. Piensa en que, sidespués de esas catorce veces en que han estado juntos, después de años de sociedad, serán suficientes para dar un paso más.

Pero ellas deciden, el abogado lo sabe muy bien. Así que calla lo que quiere decirle por temor a su rechazo. Teme que sus encuentros, sus caminatas por el parque para ejercitar, sus desayunos en la cama, sus risas en la oficina, no sean suficientes para que ella sienta algo más que esa pasión que le demuestra en la cama.

Raquel mueve la cabeza alcanzando a besarle en la barbilla y se desliza de su abrazo, se levanta para ir al baño. No dice nada, no le mira. Pero él a ella sí. Se ve tan suculenta.

—¿Sabes? — dice Jacob de pronto y Raquel se detiene —. No sé cómo te ves mejor. Si viniendo hacia mí o alejándote. Pero si vinieras caminando de espaldas también te verías maravillosa.

Raquel ríe divertida con una risa genuina.

—Jacob, que travieso — comenta ella.

Entra al baño cubierto de baldosas hasta el techo. El enorme espejo que cubre la mitad de la pared, le devuelve su reflejo. El espejo, ese amigo sincero que no le miente, porque siempre muestra lo genuino, con cruel realidad.

Las finas líneas de patas de gallo asomadas en la comisura de sus ojos, la leve caída de sus senos, la palidez de su piel que envuelve un tonificado cuerpo. Sus dedos alargados, con marcados nudillos. Señales claras de sus cuarenta y siete años. "¿Están más pálidos mis labios?" Las cremas han aclarado un poco las ojeras, pero aún siente que puede corregir un poco más.

"!Oh Dios! ¡He dejado que Jacob me vea así! Y aun así me admira y me desea".

—El tiempo no pasa en vano — le susurra Sabinael rozando su rostro con sus manos espectrales —. Es mejor pasarlo acompañada; ¿No crees?

Toma un baño caliente que la relaja. Luego se cubre con su quimono florido. Cuando regresa a la habitación, encuentra a Jacob mirando el techo, los brazos tras la cabeza con el rostro serio y pensativo.

Raquel, la abogada, la madre a punto de ser abuela, la mujer; se arrodilla sobre la cama y le mira a los ojos sonriendo complacida de ver que Jacob le devuelve la sonrisa.

—Jacob. Tenemos que hablar del futuro — dice al fin.

Si pudieran, verían a Sabinael aplaudir y luego levantar sus brazos en "V", dando saltos victoriosa.


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