• Día 7 •
Día 7:
Cumpleaños de Giyuu
—Feliz cumpleaños, Giyuu.
Giyuu observó de forma casi hipnótica la vela azul que decoraba aquel solitario de chocolate y con cobertura de vainilla. Trató de recordar las palabras de su hermana acerca de pedir tres deseos antes de soplar las velas, pero la verdad era que ni siquiera podía pensar en uno solo.
Y no era porque su vida fuese feliz, o algo. Giyuu no tenía idea de qué podía pedir para hacer de su vida menos miserable.
—Feliz jodido cumpleaños para mí —gruñó entre dientes—. Otro año más...
Sopló rápidamente la vela. El humo perduró un par de segundos, antes de extinguirse por completo. Giyuu no dejó de mirarlo. No había tenido verdaderas intenciones de comerse el cupcake —era intolerante al gluten, nada más ni nada menos—, pero su colega, Mitsuri Kanroji, la maestra de arte —y unas de las únicas tres personas en todo el establecimiento que le desearon feliz cumpleaños— se lo regaló esa mañana como un pequeño gesto por su cumpleaños.
Pero ella estaba tan extasiada, que Tomioka no tuvo el corazón para decirle la verdad.
—Espero tengas un maravilloso día rodeado de los que te aman, Tomioka-san —exclamó ella, siempre sonriente, tras depositar un ruidoso beso sobre su mejilla—. ¡Si decides hacer una fiesta con todos los de la sala de maestros, debes avisarme...! ¡Puedo ayudarte con la organización...! ¡Oh, podríamos comprar pizzas, y preparar tacos, y...!
Kanroji continuó hablando consigo misma mientras Giyuu solo asentía y sonreía. Le permitió parlotear y fantasear un rato, pero él estaba seguro que ella en el fondo sabía la verdad —y solo buscaba hacerle sentir menos miserable— tanto como él.
Ninguno de los maestros del instituto querría festejar con el antisocial entrenador de gimnasia. De hecho, ninguno de ellos hizo el mínimo amague por desearle el feliz cumpleaños, a excepción del maestro Rengoku —el profesor de geografía— y el director Ubuyashiki, que tampoco contaba mucho ya que solo le envió un correo electrónico.
Muchos de sus colegas estuvieron presentes cuando Kanroji le regaló el pequeño cupcake: Shinazugawa Sanemi, Iguro Obanai, Tengen Uzui, las hermanas Kochou...
Tomioka no esperaba mucho de ninguno de ellos, y trataba de convencerse que era lo natural: en cinco años que trabajaron todos juntos, jamás le desearon feliz cumpleaños.
Ni siquiera él mismo festejaba su propio cumpleaños; desde que su hermana mayor, Tsutako, junto con su esposo —el cuñado de Giyuu— y los tres hijos de ambos —sus sobrinos, uno de ellos su ahijado— fallecieron en ese accidente de tren hacía siete años atrás... él no había tenido ningún interés de festejar que llevaba un año más de vida.
Poco a poco, los viejos amigos que tenía acabaron por no soportar su seriedad y cinismo; muchos se alejaron de él, y no podría decir que los extrañara. Tomioka intentaba llevar su vida solitaria lo mejor que podía, y funcionaba bastante bien en los cumpleaños...
Pero no pudo negarse a soplar la estúpida vela que indicaba que cumplía veintisiete años de edad. Tsutako le habría dado un coscorrón en la nuca si se enteraba que estaba saltándose la tradición.
Sin embargo, no era capaz de pedir un deseo. No podía. Ninguna de las cosas que quería podían hacerse realidad.
Eso no es cierto, reclamó la voz de su hermana en su cabeza. Aunque no lo creas, siempre existe una manera de vivir mejor.
—Vivir mejor —bufó Giyuu y salió un sonido extraño de su garganta; algo así como un sollozo ahogado—. Tsutako solo era demasiado optimista.
Aun así, se quedó pensando en ello. Aunque el humo se había disipado, y no quería desperdiciar más cerillos de los que utilizaba para prender sus cigarros del día, Giyuu observó la vela durante un largo momento.
Las palabras brotaron de sus labios casi sin detenerse a analizarlas:
—Desearía dejar de sentirme solo —susurró, y se sintió bastante estúpido de decir eso con ya veintisiete años—. Me gustaría que existiera alguien que me comprenda, sin pedir mucho de mí a cambio...
Egoísta. Él lo sabía. Los vínculos y relaciones —de cualquier tipo— se construían de a dos. No podía pretender que alguien soportara sus rarezas y altibajos sin nada a cambio, pero lo que Giyuu en realidad quería era alguien que no le presionara a ser diferente.
Simuló soplar la vela ya apagada. Al menos así, de esa forma, podría excusarse en que su deseo no se cumpliría ya que no respetó la regla de pedir el deseo antes de apagarla.
Era mejor de esa manera. Acomodó otra vez el papeleo de la clase de educación física, y salió del vacío despacho de maestros —usualmente, tenía los mediodías libres ya que sus clases eran temprano por la mañana o luego del horario de clases—, cargando con el pequeño cupcake en la mano. Quería encontrar a alguno de sus alumnos para obsequiarlo; Tanjirou Kamado era una buena opción, aunque tenía un amigo que tragaba como jabalí salvaje... y sabía que lo más probable es que terminara en ese estómago.
Tras abrir la puerta con la mano ocupada por los papeles, Giyuu no se dio cuenta de la persona que estuvo a punto de golpear con el puño en la sala de maestros. El susto casi le hizo tirar todo lo que traía encima, pero al menos su única mueca fue parpadear varias veces por la confusión.
—¡Ah! ¡Disculpa! —carcajeó el hombre extraño que casi causó un desastre; Giyuu nunca le había visto—. Soy nuevo aquí. Himejima me dijo que podía esperar aquí en lo que acomodaban mis horarios, me dijo que no habría nadie...
Giyuu exhaló un suspiro. Bueno, al menos Himejima, el maestro de religión, era ciego. No podía culparle de que no supiera que el silencioso Giyuu merodeaba todos los malditos días de su vida en esa sala...
Aunque no descartaba de que sí lo supiera.
—Está bien. Yo ya me iba —Giyuu volvió a suspirar—. Sé lo difícil que puede ser esta escuela, así que te daré un poco de paz...
Aunque Giyuu se dispuso atravesar el hueco libre de la puerta, el extraño se antepuso para que no pudiera hacerlo.
No había querido mirarle con detenimiento, pero no tuvo más remedio para no parecer un completo capullo. Y cuando lo hizo, de verdad deseó no haberlo hecho —ya que ahora sabía que no iba a poder quitarle los ojos de encima.
Era apenas más alto que él. El color de su cabello era como un par de melocotones maduros, largo, pero perfectamente atado en una media coleta. Sus ojos brillaban del mismo color de las glicinias, y su forma era tan simétrica que parecía haber nacido con el delineado natural.
Pese a que sonreía, Giyuu pudo detectar una pequeña cicatriz al costado de su boca. Él no intentaba ocultarla, y no parecía molestarle que un extraño le inspeccionara de esa forma tan intrusiva.
—Me llamo Urokodaki Sabito —saludó con una pequeña reverencia y extendiendo su mano—. Enseñaré física en los grados menores de secundaria, y también estaré a cargo del recién formado club de kendo. Podríamos colaborar si es que tú eres el entrenador.
Giyuu arrugó solo un poco las cejas. No podía devolver el agarre de manos de Sabito, y por suerte este lo notó a tiempo y la retiró rápidamente.
—¿Cómo sabes que soy...? —empezó a preguntar, pero Sabito se le adelantó.
Le incomodó un poco escucharle reír mientras señalaba su ropa.
—Llevas uniforme de entrenador —notó Sabito.
Genial, pensó Giyuu. Primer día del nuevo maestro, y ya sabrá que eres el imbécil del lugar.
Giyuu sacudió la cabeza, pero Sabito no estaba mirándole de ninguna manera extraña u ofensiva. Parecía divertirle su despiste, pero no de manera odiosa.
—Soy Tomioka Giyuu —dijo tras carraspear—. Y sí. Soy el entrenador de esta escuela. Paso las horas muertas aquí en la sala, ya que las clases de educación física son muy temprano, o muy tarde...
Cállate, dijo en su interior tras morder su lengua. No le interesa tu vida.
—Pues es un gusto conocerte —Sabito dio otra pequeña reverencia, provocando que su perfume se esparciera hasta Giyuu e inundara sus fosas nasales; vio que los ojos se le abrían como platos al descubrir el cupcake con la vela entre sus dedos—. ¡Oh! ¿Es tu cumpleaños...?
Giyuu sintió que se le cerraba la garganta. No le gustaba mucho toda esa charla cordial con una persona que no conocía, pero en serio se sentiría como un imbécil si buscaba una excusa para alejarse.
No es como si quisiera hacerse ilusiones, pero Sabito lucía demasiado interesado como para apenas conocerle. Esas cosas le hacían sospechar —y se odió a sí mismo por ser tan desconfiado.
—Eh... sí —Giyuu se rascó la cabeza con la mano que sujetaba los documentos—. Es mi cumpleaños, y esto me lo regaló otra de las maestras, pero soy intolerante al gluten...
Maldición, ya deja de contarle tu vida al extraño, siseó en su interior. Deja de contar tu vida que a nadie le interesa. Giyuu quiso obligar a su lengua a dejar de decir idioteces.
Sabito formó una pequeña o con su boca delineada por finos labios. Giyuu tuvo una pequeña idea.
—¿Te gusta el chocolate? —inquirió, acercándole el cupcake—. Podríamos ser algo así como un pequeño regalo de bienvenida.
Giyuu estiró el cupcake hacia las manos de Sabito, sin darle mucha oportunidad de negarse a ello. Sus grandes y preciosos ojos parpadearon varias veces en confusión; y cuando Giyuu se dio cuenta de lo que acababa de hacer, deseaba que la tierra en realidad lo tragase.
Hasta que Sabito sonrió de costado, del mismo lado que tenía la misteriosa cicatriz. No parecía tener miedo de sonreír.
—Gracias, Giyuu. Eres muy amable —Sabito dijo—. ¡Oye! ¿Sería muy osado si te pido un tour por toda la escuela...? Ya que ambos estamos libres, ya sabes...
Giyuu sintió que algo en su pecho golpeteaba más fuerte. ¿En serio? ¿Le estaba pidiendo un tour al maestro que nadie quería tener cerca? Ese pobre chico nuevo no tenía idea de cómo funcionaba esa escuela...
Quiso meter una excusa para hacerle un favor a Sabito, pero otra vez, las palabras le traicionaron y brotaron atropelladas de su boca.
—Eh... seguro —Giyuu tosió—. Por supuesto. Puedo darte un tour. No hay ningún problema, ya que no tengo nada que hacer...
Eres un verdadero fracaso, masculló la voz de su consciencia. No tienes idea de cómo hacer para no verte tan estúpido.
Giyuu decidió ignorar lo que su mente decía. Sabito se hizo a un lado, con el cupcake todavía sujeto con ambas manos, para que Giyuu pudiera salir y liderara la marcha a través de la Academia Kimetsu.
Vaya cumpleaños más extraño, bufó Giyuu mientras comenzaba a andar. Los pasos de Sabito le seguían a gran velocidad a su lado. Le escuchaba mordisquear el cupcake de chocolate.
O tal vez solo estaba haciéndose ideas. No es que nada de eso significara algo para él —solo era cuestión de tiempo antes de que Sabito, el guapo maestro nuevo, se diera cuenta que pasar el tiempo con Giyuu arruinaría sus posibilidades de encontrar un hueco social en esa escuela.
Pero quizá... solo quizá...
Si aquel cumpleaños tenía solo una pizca de especial, Giyuu quería una señal. Una pequeña le bastaba, incluso. No quería permitir que las posibilidades de ilusionarse y sentirse menos solo se fueran al tacho rápidamente.
Tal vez Sabito solo estaba siendo cortés. Tal vez quería conocer la escuela, y nadie más estaba lo suficientemente desocupado como Giyuu. Tal vez...
—¡Por cierto! Casi se me olvida —Sabito rio de repente, rascándose la mejilla opuesta a la de su cicatriz. Apoyó una mano sobre el hombro de Giyuu, como si fueran amigos de toda la vida y no dos colegas que acababan de conocerse—. Feliz cumpleaños, Giyuu. Espero podamos llevarnos bien ahora que seremos compañeros.
Sabito no dijo nada más. No esperó a que Giyuu le agradeciera, ni dejó de sonreír tras su inquietante silencio —ya que no era capaz de dar crédito a lo que escuchaban sus oídos.
Giyuu no tenía idea de qué esperar a partir de entonces. Una parte de él seguía intentando convencerse que todo eso era un sueño, o tal vez una pesadilla que acabaría muy mal...
Pero a medida que recorrían los pasillos, las aulas, la biblioteca, el laboratorio, la cafetería, el salón de teatro, las canchas...
Giyuu se daba cuenta que Sabito seguía a su lado. Y que no parecía querer escapar de compartir el rato con él. Incluso reía de los aburridos chistes malos que soltaba con su mueca estoica.
No sabía cómo describirlo; y era estúpido, puesto que apenas se conocían. Pero cada ser humano que pasaba más de cinco minutos con Giyuu solo buscaba excusas para abandonarle, ya que no podían soportarlo.
Sabito no. Puede que solo fuera demasiado educado, pero Sabito se encontró preguntando demasiadas cosas a Giyuu —como si en serio quisiera conocerlo, o como si le diera genuina curiosidad lo que escondía el misterioso entrenador de la academia.
Puede que solo fuesen ideas locas de Giyuu, por supuesto. Pero también se encontró dándose cuenta que Sabito empezaba a caerle bien con su simpleza y su tono de voz tan ronco y tosco para hablar; sin tapujos ni vergüenzas pese a que seguían siendo dos extraños.
Para cuando el pequeño tour se acabó, y Sabito tuvo que huir ya que Ubuyashiki acababa de hacerle llamar, y Giyuu continuaría con sus aburridas horas muertas hasta la clase de educación física...
Se encontró pensando que no había sido una mala manera de pasar su cumpleaños.
Hasta se encontró algo ansioso —y sintiéndose muy infantil por ello— de querer encender una vela sobre otro cupcake, para así soplarla y pedir los dos deseos restantes: que el extraño y nuevo maestro llamado Sabito no se aburriera de su presencia...
Y que pudiera, solo tal vez, convertirse en alguien que le comprendiera.
¡Y así cerramos la SabiGiyuu Week! ;u; ♥️
Fue una experiencia súper divertida y me encantó. Ustedes saben que amo y odio las weeks a partes iguales, y que siempre son un desafío de escribir. Al menos incentivan a hacerse más responsable y puntual (??? lo cual no se si funcione del todo, porque igual sigo atrasándome siempre, ah
Lo que sí consiguió es inspirarme muchísimo para escribir más cositas a partir de ahora. Siento que puedo retomar mi viejo ritmo TvT además, me dejo con ganitas de seguir haciendo SabiGiyuu... así que es posible que más adelante me atreva a realizar alguna historia cortita de estos dos, porque en serio me fascinan y siento que el fandom en español tiene muy poco material
Espero que esta sea la primera de muchas weeks en las que pueda participar este año. Me encantaría formar parte de todas las posibles, de todos los fandoms en los que estoy (???? no pude participar en la InoTan del año pasado, pero este año sí que quiero hacerlo. Y hoy empezaba la MiriTama Week de San Valentín, pero ya es muy sobre la hora y me duele mucho no poder hacer mi pequeño aporte </3
Este último oneshot se lo dedico a una personita muy simpática y que también adora el SabiGiyuu. Tiene historias preciosas de BNHA, y me comentó sus ganas de aportar al fandom SabiGiyuu de igual forma, así que échenle un vistazo a su perfil! @Woodpecker225 espero te guste, cuando sea que lo leas ;u;
¡Muchísimas gracias a todos los que me acompañaron ceremoniosamente estos siete días! ♥️ De verdad la pasé muy bien, y leer sus comentarios siempre me alegra. Para nuestra tristeza hoy acaba la week, pero eso no significa que no puedan venir nuevas y geniales historias que podemos compartir
Y en serio espero poder leer las weeks que me dejaron en los siguientes días ;;; yo siempre llego tarde a todo, así que ténganme paciencia ToT me encantaría leerlas porque necesito más SabiGiyuu en mi vida
¡Nos vemos muy pronto! Espero tener a tiempo para el 14 de este mes el TodoDeku de San Valentín que estoy escribiendo :'D
Besitos ♥️
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