• Día 3 •
Día 3:
Disney AU
Antes de que Giyuu se diera cuenta, sintió la patada en el lado derecho de su rostro. Y dolió como si mil demonios estuvieran bailando en el interior de su mejilla.
El impacto del golpe le hizo salir despedido casi dos metros de distancia, y habría sido más si no fuera por el árbol que detuvo su carrera. Lo cual, por supuesto, fue mucho peor —cuando su espalda chocó contra el árbol sintió una punzada en su columna vertebral que le hizo desfallecer de dolor.
Se quedó sobre la tierra húmeda y la hierba, acurrucado sobre sí y apretando las rodillas contra el pecho envuelto en vendas que le cortaban la respiración; las mismas también le dolían, ya que estaban repletas de raspones y moratones por debajo de la tela.
Lo único que necesitaba era una suave cama, y tal vez un plato de comida caliente. Y un baño de agua tibia, pero sabía que estaba exigiendo mucho más de lo que le correspondía.
Estaba en el ejército, después de todo.
Y no mucho después tendrían que luchar en la guerra.
—Patético —escuchó en la distancia, seguido de una lengua que chasqueaba contra sus dientes—. ¿Y así te consideras un hombre? Yo solo veo a un niñito llorón.
Giyuu se encogió más sobre su cuerpo. No se atrevía a mirar al General Sabito a la cara.
Sintió sus pasos acercarse por encima de la hierba. Arrastraba el palo de madera con el que practicaban en lugar de las espadas, y con el que Sabito podría haberle destrozado incluso si Giyuu cargara con una katana real.
Sabito era aterrador. Pese a apenas pasar la mayoría de edad, ya tenía todo un pelotón del ejército bajo su comando; y los lideraba con sabiduría y destreza, pero también con puño de acero.
Según Sabito, aquello les convertiría en hombres —dejarían de ser niños pequeños para convertirse en adultos valientes que luchaban en la guerra por su gente, por su pueblo, por su nación.
—Contéstame, Giyuu —pidió el general, con la voz más calma, pero en un tono que de todas formas conseguía hacerle temblar—. ¿No quieres convertirte en un hombre?
Giyuu dejó escapar un gruñido gutural que nació en la base de su garganta. Levantó el ojo que no le cubría el cabello largo y azabache para observar al General Sabito: alto, con su cabello anaranjado bajo la luz del amanecer, sus ojos como el color de las lavandas, su porte tan recto, su haori con hexágonos verdes y chistosos.
Bueno, por supuesto que no quiero convertirme en un hombre, resopló Giyuu en su interior.
Después de todo... era en realidad una mujer.
—Eres el que va más atrasado de todo el escuadrón —dijo Sabito, mirándole desde arriba y con ojos sombríos—. Incluso el hermano menor de Sanemi te está superando, ¿eso te parece bien?
Giyuu no dijo nada, pero le sostuvo la mirada. Ya sabía lo que ocurría cuando algún súbdito no se atrevía a sostener la mirada del general —él no quería cobardes en su equipo, por supuesto.
Sabito esbozó una sonrisa diminuta al compartir la feroz mirada azul de Giyuu. Oh, si Sabito supiera lo que escondía...
¿Podría saberlo? ¿Sabría que él era en realidad una ella?
En cuanto la carta de guerra llegó a la puerta de los Tomioka, Giyuu lo supo al instante; su hermano mayor, Tsutako, tendría que partir a pelear por su pueblo y su propia vida en contra del ejército de los demonios.
Ellos ya habían perdido a sus padres luego de que la aldea fuese arrasada por culpa de los demonios. El país ya no podía soportar sus asedios, y decidió reunir a todos los hombres jóvenes para pelear por un mundo mejor.
Por supuesto, al imperio de su país no le importaba que Tsutako hubiese quedado con la pierna herida de forma irremediable luego del ataque a su aldea. No podía pelear en absoluto.
Así que Giyuu supo al instante lo que tenía que hacer para salvar a la única persona amada que le quedaba.
Al final, los guardias solo sabían que existían un hombre entre los Tomioka. No fue difícil vendar su propio pecho —el cual de por sí era escueto—, calzarse las viejas ropas de su hermano, y fumar de una horrorosa pipa durante semanas para agravar un poco su femenina voz.
Se encontraba muy lejos de querer convertirse en una muñequita que pronto debería ser desposada. De esas a las que ponían ropa colorida y floreada, les peinaban el largo cabello negro y las embadurnaban de maquillaje. Aquellas ideas le provocaban un escalofrío. No quería casarse. No necesitaba un marido.
Además, a Giyuu le daba alergia el maquillaje.
Ella solo quería destrozar a los demonios que arruinaron su vida por completo. Quería matarlos, uno por uno, porque mientras siguieran existiendo, ella y su hermano no podrían vivir nunca verdaderamente en paz.
Así fue como cayó en las manos del joven General Sabito.
—Lo estoy intentando —Giyuu se puso de pie a duras penas. Si a Sabito le sorprendió verle de pie pese a que acababa de molerla a golpes, no lo demostró—. No sé por qué te importa entrenarme tanto, por cierto.
Sabito enarcó una de sus cejas. Giyuu se arrepintió de sus palabras, porque nadie cuestionaba las decisiones de Sabito sin recibir antes una paliza.
El joven muchacho se dio la media vuelta. Giyuu pudo ver la máscara tallada en madera de un zorro que llevaba colgada del cuello —era un espíritu kitsune, en realidad—, como una especie de talismán protector.
Se preguntó quién se lo habría dado. ¿Tenía Sabito, también, algún ser querido esperándole?
Giyuu pensaba a menudo en la angustia de su hermano mayor luego de que se escapara de casa. Le imaginaba esperándole en la entrada todos los días, con un cuenco de salmón hervido entre sus manos callosas —como si pudiera traer de regreso a su hermana pequeña solo con aquello.
Pero Giyuu sabía que no existía vuelta atrás. No ahora que todos pensaban que ella era el hermano varón de la familia Tomioka —y les contaba a todos acerca de su hermana, a la que quería entregarle un mundo nuevo y feliz sin demonios.
No estaba mintiendo del todo, en realidad.
Sabía que era una fracasada. Sabía que, como mujer, estaba ostentando a un destino demasiado grande —eso es lo que se cansaban de decir todos los malditos hombres a lo largo y ancho del imperio japonés.
Y sabía que no tenía la misma fuerza que el resto de sus compañeros: no podía ser como el gigantesco Himejima, ni tan valiente como Rengoku, ni como el brutal Shinazugawa, o como el sigiloso Iguro.
No podía ser ni una pizca de grandiosa como lo era Sabito.
Giyuu solo era una mujer jugando a las espadas en un mundo de hombres. Pero, aunque el universo entero le susurrara a la oreja constantemente que ella no podía —y que mejor debía rendirse—, seguía sin salir huyendo del campamento en donde el General Sabito se encargaba de convertirlos en hombres.
Hombres no, se corrigió Giyuu.
Sabito quería convertirlos en héroes.
Puede que Sabito hablara demasiado acerca de lo que significaba ser un hombre, pero Giyuu comprendió con el paso de las semanas —y con sus sesiones privadas durante el alba—, que su general esperaba que todos los soldados dejaran atrás la niñez antes de ir a la guerra.
Sabito estaba decidido a convertirlos en hombres y derechos.
Porque la guerra no era fácil ni bonita.
La guerra no estaba hecha para los niños.
Observó a Sabito, de espaldas, estirar sus entumecidos brazos. A Giyuu se le escapó un latido en cuanto el muchacho se quitó su sudado haori, de repente, enseñando todos los músculos tensos de su espalda.
Ahogó un jadeo en cuanto dio una vuelta rápida sobre sus talones —y los rayos anaranjados de sol iluminaron su bien formado pecho, el cual se encontraba cubierto por una fina y brillante capa de sudor.
Sabito le estaba sonriendo.
Creo que entiendo por qué las mujeres no pueden ir a la guerra, pensó Giyuu con el corazón desbocado.
Y la razón era... que, con un general como Sabito, era prácticamente imposible no caer enamorada de él.
Eso es estúpido, se dijo a sí misma. Estoy segura que, si en verdad yo fuera un hombre, también me estaría comportando de esta forma patética frente a él.
Decir que Sabito no era guapo era ser un necio. Desde la punta del cabello hasta la punta de los pies aquel hombre exudaba seguridad, y una belleza exótica que ningún otro sería capaz de conseguir.
Giyuu siempre terminaba embelesada por su rostro: desde sus ojos lavanda perfectamente contorneados, hasta la inmensa cicatriz que le cruzaba la cara.
¿Cómo se la habría hecho? ¿Sería también en una guerra contra los demonios?
¿Sería correcto preguntar? ¿O recibiría una paliza si solo decía la primera palabra de su curiosa pregunta?
Sabito sabía cuándo alguien miraba su cicatriz —les daba esa mirada sucia y aterradora, que hacía desviar la cara incluso al bestial Shinazugawa Sanemi.
Pero no a Giyuu. Sabito no le daba esa sucia mirada desde hacía un tiempo... desde que le vio fallar patéticamente en todas y cada de sus pruebas, y decidió que debía entrenarle de forma personal si no quería que perdiese la vida en su primer enfrentamiento contra los demonios.
Giyuu no tenía idea si sentirse halaga, o sumamente ofendida.
Sabito hizo girar el palo entre sus fuertes manos, cubiertas de tantas heridas que sería imposible contarlas. Aunque Giyuu deseaba poder tener la oportunidad de sostenerlas entre las suyas —las cuales estaban lejos de ser pequeñas y femeninas, al menos desde que escapó de casa para unirse al ejército vestida de hombre.
—Vamos, Giyuu —Sabito dijo con sorna—. Tengo tiempo de darte una última paliza antes del desayuno.
Giyuu esbozó una sonrisa sin darse cuenta. Su rostro, el cual comenzaba a hincharse, le dolió ante tal mueca, pero no importaba.
Puede que estuvieran preparándose para una sangrienta guerra, pero Sabito seguía siendo hermoso y etéreo; como un espíritu protector de la montaña.
Y, de alguna forma, Sabito era su protector.
Porque de no ser por todos sus entrenamientos y palizas, Giyuu seguiría siendo la muchacha debilucha a la cual todos sus compañeros incluían —a excepción de los más pequeños como Kamado Tanjirou, pero no es como si eso le sirviera de mucho para no ser golpeada por el mayor de los Shinazugawa.
Sabito le enseñaba trucos que a ningún otro soldado lo hacía. Giyuu se preguntaba la verdadera razón: si sería lástima, o quizá algo más...
Cuando Sabito le dio rápidamente un golpe en la mandíbula con el palo de madera por haber estado divagando demasiado, Giyuu concluyó que solo podía ser por lástima.
—¡Vamos, Giyuu! —Sabito exclamó con júbilo, jadeando por el rápido movimiento—. ¡Demuéstrame que puedes ser un hombre!
Giyuu escupió un poco de sangre y saliva. Se los limpió de la comisura de la boca con la manga su haori rojo.
Oh, ¿Sabito quería que fuese un hombre...?
Pues sería un maldito hombre. Se convertiría en uno.
Uno que se mereciera la mirada de orgullo de su general.
Mientras los dos siguieron peleando, y los ojos de Sabito brillaban a medida que Giyuu conseguía esquivar más golpes —o siquiera intentar golpearlo con su propio palo de madera—, se preguntó si le miraría de la misma forma si descubriera su secreto.
Giyuu quería que le mirara de la misma forma pese a su secreto.
En realidad, solo quería que el General Sabito le mirara. A Giyuu no le importaba si como hombre o como mujer, pero quería ser digno de alguien tan grandioso como él.
Sin importar cuál piel habitaba: si la pequeña y mentirosa Giyuu, o el enclenque Giyuu que quería volverse más fuerte.
Ambas versiones de sí eran reales.
Porque, la verdad, todo lo que Giyuu deseaba era poder pelear contra los demonios al lado de Sabito.
No tengo ni idea de qué he terminado escribiendo para este día, pero básicamente se supone que esto es un AU de Mulán (?) o algo así... lo es en mi mente, ah
Y sí, Giyuu es mujer, por lo tanto esta historia sería genderbend. Como no tenía tiempo de escribir algo kilométrico y explayarme mejor, decidí tomar lo básico de la historia de Mulán (la de Disney, claro) y crear una pequeña historia que pueda servir como AU
Además, ¿quién no quiere ver a Sabito como un general bien sabroso? Porque yo sí quiero!!
El día de mañana es mi favorito hasta ahora ;;u;; de lo que escribí hasta ahora, obviamente... pero quizá el de yokai (el del jueves) también esté entre mis favs, aunque me apena que tendré que recortarlo bastante para poder llegar a escribir todo ;;;
El día de hoy se lo dedico a uno de los más grandes fans SabiGiyuu de todo el fandom, espero le guste la dedicatoria TvT
Muchas gracias por todos sus votos y comentarios! ♥️ Espero estén disfrutando de la week ;u; y espero hacerme un tiempito para poder ir a leer las suyas, también! ♥️
Nos vemos mañana! Besitos ♥️
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