• Día 2 •
Día 2:
Tatuador
A Giyuu le encantaba la cafetería a tres calles de la universidad; esa que servía los batidos de ohagi y chocolate, el cual debía ser algo así como un invento de los mismísimos dioses.
En esa cafetería solían hacer la mayoría de las reuniones de estudio con el resto de sus compañeros: Rengoku, Shinazugawa y Uzui —además de Shinobu, la muchacha con un coeficiente intelectual más alto que Einstein, y que consiguió avanzar hasta el tercer año de la universidad en tan solo dos semestres.
Era especialmente con Shinobu que asistía a la cafetería. Más que nada, porque el resto de sus amigos preferían ir al bar por algunas cervezas si es que las clases terminaban muy tarde. A Giyuu no le gustaba el sabor amargo en su garganta, ni tampoco la resaca culpable del consumo desmedido de la misma.
Y como Shinobu era una señorita —y era mejor que nada—, ella no bebía en época de clases. Por supuesto, en cuanto las vacaciones llegaban, Kochou Shinobu era capaz de bajarse todo un barril de cerveza más pesado que su propio cuerpecito.
Giyuu decía mejor que nada, pero eso era un eufemismo: la pura verdad era que hubiese preferido cocinar sus propios huevos al vapor antes que pasar más de tres horas seguidas con Shinobu.
—¡Tomioka! —Shinobu sorbió ruidosamente de su batido de fresa y crema batida—. ¿No te da vergüenza que te vean con una chica mucho menor que tú? ¿No temes que piensen que eres un pervertido? Aunque, digamos, tu cara no es que te ayude mucho...
Giyuu suspiró. Tuvo que frotarse la frente para no perder los estribos.
—Dudo que piensen que eres algo así como una florecilla inocente —dijo él—. Además, si a esas vamos, tú tienes más cara de estar aprovechándote de mí.
Shinobu, aunque no dejó de sonreír, arrugó su pequeña y respingada nariz.
—Soy demasiado guapa como para que crean que me rebajaría a salir contigo —Ella dio unas palmaditas en la espalda de Giyuu—. ¡Pero descuida, puedes ser mi mejor amigo feo!
—Que me digas feo es lo menos ofensivo, que sepas.
Shinobu soltó una de sus melodiosas risotadas. Pero solo era una fachada. La muchacha podía ser tan mala como las arañas, pero su rostro angelical y precioso la hacía salvarse de todos los problemas.
O puede que también fuera el hecho de que solo era mala como una araña con Giyuu y nadie más. Al principio se lo tomó personal, pero luego comprendió que —pese a sí ser personal—, Shinobu lo hacía principalmente porque se aburría.
De hecho, se notaba que no es que tuviera muchos más amigos que todo el grupo de la universidad —excepto Kanroji Mitsuri, pero ella apenas comenzaba a salir con el gótico de Iguro Obanai, y se olvidó un poco del resto—, así que se limitaba a pasar el rato con los muchachos.
Y también estaba el hecho de que Shinobu amenazó con romper las piernas de Shinazugawa Sanemi —incluso le dio elegir si prefería unas pinzas o un martillo— si seguía molestando a Giyuu.
Toda una señorita de la alta sociedad.
Shinobu volvió a sorber su batido tan fuerte que se lo acabó demasiado rápido. Giyuu apenas iba por poco menos de la mitad del suyo. Sintió el toquecito de la muchacha a la altura del pecho:
—Oye, eso que pediste se ve horrible —dijo Shinobu—. Puedo tomarlo así no tengas que tirarlo. Para que luego no digas que no hago sacrificios por ti.
Tomioka arqueó una de sus cejas. Alejó lo más que pudo la copa del alcance de Shinobu. De todas formas, sus brazos eran cortos y no tenía mucha fuerza.
—Ya me engañaste una vez, no volveré a caer —declaró Giyuu.
—De hecho, fueron siete veces las que te engañé —Shinobu encogió los hombros—. Pero te dejaré vivir tu mentira si eso te hace sentir menos misera-...
Sus grandes ojos chismosos —los cuales a Giyuu le recordaban a un insecto—, zumbaron rápidamente a través de la vitrina del gran local colorida en el que se encontraban.
Cruzando la calle en donde se encontraba la cafetería Ubuyashiki, había una casa de tatuajes muy hardcore llamada Demon Slayer.
Shinobu enroscó sus dedos en el brazo de Giyuu; de acuerdo, ella podía tener algo de fuerza. Estaba clavándole sus uñas perfectamente barnizadas en la piel.
—¡Mira, mira! —exclamó ella—. ¡Ahí está el tatuador sabroso del que hablaba Kanae...! ¡Tomioka, míralo!
—Oye, me vas a arrancar un pedazo de brazo —Giyuu luchó por quitársela de encima—. Y sabes que no veo ni un rábano sin mis gafas...
Shinobu rodó los ojos mientras bufaba. Seguía señalando frenética a la entrada de la tienda de tatuajes —un pequeño sucucho con paredes de ladrillo y vitrinas con diversos vinilos pegados sobre el cristal—, pero Giyuu no era capaz de ver más allá de eso.
Si apretaba un poco los ojos, solo era capaz de ver una motocicleta aparcada sobre la vereda, y a un humano —no podría haber identificado mucho más– de cabello color ¿durazno? ¿rosado? que se bajaba de la misma tras aparcar.
Llevaba una chaqueta de cuero negra. O podría haber sido un poncho, para lo mucho que veía Giyuu.
Una sonrisa maliciosa se torció en la boca de Shinobu.
—Dicen que cuando te encuentra guapo, te hace un descuento en los tatuajes —Ella se llevó un dedo a los labios—. Una amiga de Kanae incluso consiguió un pequeño tatuaje gratuito.
—Suena como a un idiota —dijo Giyuu, rodando los ojos—. Posiblemente un mujeriego.
—Solo tienes envidia de que alguien liga más que tú —espetó Shinobu—. Y de que nunca tendrías una idea tan genial para ligar.
Giyuu resopló. Aunque las palabras de Shinobu fuesen crueles, Giyuu solo podía darle la razón.
Y la verdad era que Giyuu no ligaba en absoluto.
Así que sí, por supuesto que un tatuador con referencias de ser un guaperas con buenas habilidades para ligar le causaba un poquito de envidia.
—Vayamos a su tienda —Shinobu le picó un dedo en la mejilla—. Quiero ver cuánto descuento me hace. Y cuánto extra te cobraría a ti.
—Oye.
No tuvo mucho tiempo para discutir, ya que Shinobu le robó su batido en lo que Tomioka se distrajo. Se lo terminó prácticamente de un único sorbo. Esperaba que al menos le congelara el cerebro.
Shinobu sacó su monedero y pagó por ambos batidos. Pero antes de admitir que lo hacía ya que sentía algún afecto por Tomioka, ella clamaba que era porque las mujeres independientes pagaban la comida de los pobres hombres miserables.
Comenzó a tironearle del cuello de la camiseta. Giyuu se levantó a regañadientes, pero no sin antes desacomodar su adorno con forma de mariposa que siempre llevaba en la cabeza.
Shinobu lo tomó como una declaración de guerra, pero sabía que no iba a cobrársela al instante.
Ambos cruzaron la atestada calle antes de acabar frente a la vitrina del Demon Slayer. Giyuu no estaba muy interesado en los tatuajes, pero los ojos de Shinobu viajaban de diseño en diseño. Iba de puntillas de pie para poder ver mejor, y Giyuu estaba tentado de empujarla para que saliera rodando cuesta abajo.
Quizá Shinobu no era la única malvada en aquella amistad.
—¿Qué tatuaje nos haremos, Tomioka? —preguntó ella—. ¡Mira, este chico de aquí se tatuó un jabalí...!
Ella reía mientras señalaba una fotografía colgada de un muchacho menor que ellos y con una aterradora cabeza de jabalí tatuada sobre su bíceps. Era un poco incómodo de ver, ya que, pese a que tenía más músculos que Shinazugawa, su cara era tan delicada como la de Shinobu.
—No quiero tatuarme —suspiró Giyuu—. Solo estoy acompañándote en otra de tus terribles ideas. O, más bien, me estoy dejando arrastrar por ti.
—Como debe de ser —Shinobu dio un pequeño asentimiento antes de acomodarse los pantalones con tiro a la cintura que llevaba puestos—. No vayas a querer fingir que eres mi novio ahí adentro. En todo caso eres mi primo antisocial.
—Shinobu, créeme, no quiero ser ni siquiera tu novio de mentir-...
Ella no le dejó terminar. Se adentró rápidamente en el local dando saltitos, seguida por Giyuu... a lo que Shinobu soltó la puerta antes de que él entrara.
Lo cual, por supuesto, le consiguió un golpe en la frente.
Por suerte, su flequillo podría cubrir la piel enrojecida. Giyuu se sobó la zona herida apretando los dientes, buscando a esa arpía para finalmente enviarla de regreso al infierno del que salió...
—Hola —escuchó que alguien le saludaba a sus espaldas—. ¿Qué es lo que andabas buscando?
Giyuu volteó rápidamente —okay, esa voz no era en absoluto la de Shinobu. No había tonos maliciosos ni su timbre agudo y odioso; en cambio, era la voz de un hombre con tonos graves y rasposos, un poco lentos pero bruscos.
Le hubiera gustado que su voz pudiera adelantarle a lo que se esperaría al ver su rostro.
Porque si ese rostro no estaba esculpido por mismísimos ángeles, Giyuu ya no podría confiar en el concepto que conocía como arte.
—Eh, ¿hola? —volvió a preguntar el muchacho mientras agitaba la mano frente a su rostro—. ¿Estás bien...?
—¡Tomioka, ahí estás! —Shinobu exclamó ahora a su costado; escuchó sus ligeros pasitos antes de sentir el tirón en su camiseta—. A la próxima te pongo correa. ¡Ah! ¡Hola! ¿Tú eres el dueño de la tienda?
El muchacho, que efectivamente tenía el pelo largo y como el color de los duraznos —cortado en diferentes mechones puntiagudos, los cuales se desprendían del moño mal acomodado con el que se lo peinó —, les observó con sus ojos lavanda perfectamente delineados.
¿Cómo es que un hombre podía llevar un delineado tan perfecto? Hasta una experta del maquillaje como Kanroji no sería capaz de trazar una línea tan simétrica.
Es un artista, se dijo Giyuu. A veces eres un inútil.
—Soy Sabito —saludó el chico con una sonrisa, de manera que la cicatriz al lado de su labio se torció—. ¿A quiénes tengo el placer de atender hoy?
Sus pómulos iban ligeramente pintados con un suave rubor perlado con el sudor a causa del calor en la tienda —sin embargo, Tomioka solo era capaz de mirar sus bíceps musculosos y perfectamente tatuados con diseños japoneses de la era Taisho.
¿Cómo es que sabía de qué época eran esos diseños? Era muy simple: Tomioka Giyuu era un nerd.
Los brazos de Sabito eran como un colorido lienzo que parecía narrar alguna historia épica japonesa; Giyuu anhelaba poder mirarlo más de cerca, tocarlo para descubrir si tenía ese ligero relieve de los tatuajes.
Pero no era correcto acariciar el tatuaje de los extraños, por muy guapos que estos fueran.
No estaba bien acariciar extraños, en realidad. Y punto.
—Mi nombre es Shinobu —se apresuró en presentarse su amiga, y luego extendió la palma hasta él—. Y este es mi primo, Giyuu. No hagas mucho caso de lo que dice. Nació con solo seis meses porque mi tía ya no soportaba tenerlo en su útero.
Giyuu hizo lo posible por ignorar la rápida mueca que hizo Sabito al escuchar la palabra primo. Optó, en cambio, por desear asesinar a Shinobu.
Sin embargo, tampoco comprendía por qué su amiga utilizó su primer nombre para presentarlo en lugar de su apellido —ni siquiera ella lo utilizaba para referirse a él.
Pensó que solo podía ser otra de sus artimañas para incomodarlo.
—Eso no es cierto —siseó Giyuu entre dientes, avergonzado—. Eres una bruja.
Sabito se cubrió la boca para tapar una risilla divertida. Shinobu aprovechó para sonreírle con maldad.
—Ya me podrás agradecer más tarde —dijo ella en susurros—. Ah, tienes un gran talento, Sabito. ¡Tus tatuajes son muy ponderados por toda la universidad!
Aquello pareció iluminar el rostro de Sabito. Debía gustarle ser adulado —y más por una zalamera como Shinobu—, pero, ¿a quién no le gustaban esas cosas?
A Tomioka, por supuesto.
Odiaba los halagos.
Principalmente, porque siempre pensaba que le estaban tomando el pelo.
Quizá por eso le gustaba pasar el rato con Shinobu. Ella no le mentía a la cara, pero al menos le defendía a sus espaldas; prefería eso antes que un adulador a tus ojos pero que lanzaba puñales en cuanto te dabas la vuelta.
—Solo soy un tatuador más en esta gran ciudad —Sabito encogió los hombros—. No creo tener nada especial, Shinobu.
—¡Ah! ¡No seas modesto! —ella dio algunos aplausos mientras sonreía ampliamente—. Por algo te elegí para hacer mi tatuaje, ¿crees que podrías diseñarme algo bonito? ¡Me gustan las mariposas!
Ella señaló al propio tocado en su cabeza, el cual recogía su cabello hasta la clavícula y con las puntas pintadas en morado. Giyuu tuvo el impulso de tirar de él otra vez solo para que Sabito viera a la bruja debajo de las sonrisas.
Pero Shinobu no perdería los estribos ante un extraño. Y no ante uno tan guapo como Sabito... a quien, claramente, estaba buscando ligarse.
—Por supuesto —Sabito sonrió con liviandad—. Podría prepararte algunos diseños hasta mañana, y tú tendrías que venir a elegirlos. ¿Eso te parece bien?
—¡Sí! ¡Es perfecto! —exclamó Shinobu, pero luego su sonrisa se ensombreció—. Pero... ¿cuánto me cobrarás?
Shinobu era una maestra de la sutileza. O no tanto. Ya que Sabito pareció captar al instante a lo que ella se refería; o puede que fuesen sus inmensas pestañas batiéndose lo que le dio la pauta.
Giyuu solo quería morirse.
—Bueno —dijo Sabito frotándose la barbilla y fingiendo estar pensativo—, el presupuesto por un tatuaje de diez centímetros está en aproximadamente diez mil yenes. Pero... podríamos charlar un pequeño descuento, si es que te parece demasiado.
Sabito dio una sonrisa ladina.
—A los clientes que me... agradan me gusta darles un pequeño incentivo para regresar a tatuarse una segunda vez —declaró el tatuador—. Me gustaría que quedes tan satisfecha como para que me elijas como tu tatuador personal.
—Oh, ¿te tienes tanta fe que piensas que regresarán a tatuarse contigo en lugar de aprovecharse de tu buen gesto? —rio Shinobu—. Creo que me agradas, Sabito. Si algún día decido cubrir mi piel con tinta, me encantaría que ese fueras tú.
A Giyuu le estaba dando ganas de vomitar tanto coqueteo. No. Alto. No eran ganas de vomitar.
Tal vez fuera el enjambre de abejas asesinas que parecía asediar en su estómago cada vez que Sabito sonreía a Shinobu.
En realidad, tal vez sí quería vomitar.
—Excelente —Sabito carraspeó—. Bueno, con una pequeña seña puedo hacerte hasta tres diseños para que tú elijas mañana. Luego discutimos el precio fi-...
—¿Y a Giyuu? —Shinobu interrumpió de repente, como si nada.
Tanto Sabito, como el mismo Giyuu, se quedaron recalculando a lo que acababan de escuchar.
—¿Huh? —inquirieron al unísono, y la mirada rápida que compartieron hizo que Giyuu desviara la mirada.
—¿A Giyuu qué...? —preguntó Sabito, con el labio algo tembloroso.
—Sí, Shinobu —dijo Tomioka, e ignoró la forma en que la boca de Sabito pronunció su nombre—. ¿A Giyuu qué?
—Digo —Su amiga tosió para dar énfasis—. ¿Cuánto cobrarías a Giyuu por un tatuaje? No le preguntes por sus gustos, sin embargo. Seguro elegirá algo espantoso. Prefiero que lo sorprendas.
—Oye, que yo no...
Shinobu le apretó al costado del estómago para que se callara. Giyuu se aguantó el quejido, mientras su amiga continuaba sonriendo de manera inocente hacia el pensativo Sabito —parecían haberlo tomado desprevenido con la pregunta.
Sus orejas se pusieron de un tono más chillón que su cabello. Dejó escapar una risa incómoda tras rascarse la nuca; el estiramiento causó que una parte de su camiseta blanca se levantara para revelar su estómago plano...
Y definitivamente, Giyuu sentía a las abejas en su propio estómago evolucionaban en una especie más violenta.
—Te diré algo, Shinobu —Sabito cambió su mueca de repente—. Si tú te tatúas mañana, le regalaré el tatuaje a tu primo.
La boca de Giyuu amenazó con desencajarse de su mandíbula. Por suerte, era un experto en mantener un rostro inexpresivo pese a que su cerebro y corazón amenazaran con tener una muerte súbita.
La sonrisa de Sabito se ensanchó de una manera lasciva y sospechosa.
—Prometo hacerle algo que los deje satisfechos a los dos —dijo Sabito—. No podrá resistirse a regresar por más.
Ya. Tomioka necesitaba que Rengoku apareciera de repente, ya que iba a desmayarse tan fuerte que ni siquiera Shinobu arrastrándolo conseguiría sacarlo de esa tienda.
Y que, hablando de ella, se rio extasiada mientras aplaudía con emoción.
—¡Es perfecto! ¡Mañana regresaremos! —exclamó Shinobu—. ¡Vamos, Tomioka...! ¡Mañana nos espera un gran día!
La muchacha sacó más billetes de su monedero y los depositó sobre el mostrador de la tienda. Ni siquiera se molestó en contar cuánto estaba dejándole.
Shinobu tironeó de Tomioka antes de que pudiera replicar. Pasaron por al lado de Sabito, el cual olía a tinta china, carboncillo, jabón y también a colonia para después de afeitar. En cuanto pasó casi por su lado, este le dedicó una última sonrisa a Tomioka.
Una sonrisa que podría haberle hecho desmayarse de verdad.
—¡Hasta mañana, Sabito! —dijo la muchacha luego de tironear la puerta de entrada y manejar a Giyuu con la otra—. ¡Recuerda diseñar algo bonito para mi primo!
—Por supuesto —Sabito agitó la mano hacia ellos—, diseñaré algo que Giyuu jamás podrá olvidar.
Oh, por los dioses, Giyuu pensó para sus adentros. Estoy a punto de ser obligado a tatuarme.
Pero aquello estaba lejos de ser la mayor preocupación de Giyuu. Le traía sin cuidado dibujar algo encima de su piel y que duraría toda la vida —mientras no fuera el rostro de Shinobu sobre su pecho, o la cara de Shinazugawa sobre sus nalgas... no habría problemas.
Le preocupaba mucho más pensar en la eventual cercanía de Sabito para tatuarle. Tocándole. Aspirando su aroma. Sintiendo el calor que emanaban las pieles. Viendo su preciosa sonrisa —y su rostro concentrado— durante quién sabe cuánto tiempo.
Sería lo más erótico que Giyuu experimento jamás.
En cuanto se encontraron de regreso en la calle, Shinobu avanzó rápidamente en dirección hacia su residencia. Giyuu la persiguió —pese a que su apartamento quedaba al otro lado— no porque quisiera asegurarse de que llegaba sana y salva —un poco tal vez sí—, sino porque tenía que confrontarla.
—¿Se puede saber qué diablos fue eso...? —inquirió Giyuu con la voz calma, pero no estaba calmado en absoluto; en su interior ya había tirado a su amiga de un barranco—. Sabía que estabas loca como una cabra, pero no sabía que tanto...
—Te conseguí un tatuaje gratis, tontito —Shinobu estiró una mano para jalar de su mejilla—. Y una posible cita.
Giyuu sintió que el corazón le daba un vuelco. No podía creer lo que Shinobu decía —nada bueno podía salir de sus labios pintados de rosa suave—, pero ella lucía tan segura que haría dudar hasta a un santo como Himejima Gyomei.
—¿De qué habl-...?
—¿Recuerdas que te dije que Sabito hacía descuentos a las personas guapas? —Ella le cortó.
—Claro que sí —bufó Giyuu—. Te harán un descuento mañana. No tienes que presumirme lo guapa que eres y lo horrible que soy y-...
—Eres un idiota —Shinobu resopló tras golpearse en la frente—. ¡Sabito hace descuentos a las chicas guapas, pero claramente a los chicos guapos les obsequia la cereza del pastel!
El cerebro de Giyuu pareció entrar en crisis.
—¿Huh...?
—Serás lento —Shinobu le golpeó en la frente con su puño como si estuviera tocando una puerta—. Te lo diré lentamente para que tu cabecita lo comprenda: Sabito hace descuentos a la gente guapa, pero a ti te va a regalar un tatuaje, ¿qué crees que eso significa, cerebro de termita?
Las mejillas de Giyuu se sonrojaron finalmente. Se llevó una mano hacia su rostro, como si no pudiera creerse que esa mismísima cara acababa de conseguirle un tatuaje gratis.
—¿Sabito me considera guapo...?
Incluso decirlo se sentía absurdo. Giyuu quería echarse a reír por lo insólito de la situación.
Shinobu reprimió su sonrisa victoriosa. Continuó caminando sin mirarle.
—Puede que sí —Ella encogió los hombros—. O puede que tenga miopía en grado 9 y también considere que el rector Muzan es guapo.
Giyuu arrugó la nariz al recordar a su rector que lucía muy similar a cierto cantante de música pop. Shinobu acababa de cruzar una línea.
—De todas formas, creo que conseguiste un potencial admirador. Con esas fachas y todo...
Shinobu le dio una mirada de arriba abajo. Giyuu continuaba pasmado, caminando en automático como si todavía no procesara lo que Shinobu le dijo.
Sabito. Sabito, el guapo tatuador. Sabito... le consideraba guapo.
A Giyuu. Un extraño. Un extraño que andaba con ropa de gimnasia ya que le daba flojera elegir un buen atuendo para ir a clases. Giyuu, el que ni siquiera se pasaba un cepillo y solo recogía con una bandita su largo cabello azabache.
—Puedes agradecerme luego —La palmada de Shinobu le sacó de su ensoñación—. Pero quiero que sepas que voy a cobrármelo. Y no te saldrá barato. No hoy, no mañana. Algún día...
Ella se quedó pensando un instante. Giyuu continuaba en su fantasía en la que Sabito pasaba la aguja por alguna parte desnuda de su piel...
—O pensándolo mejor, podría cobrármelo mañana —dijo ella—. ¡Le diré a Sabito que tatúe el rostro de Sanemi en tu trasero! Podemos mentirle que es nuestro amigo que murió por intoxicación alcohólica, y que nos cuida desde el cielo con esa cara de bulldog rabioso.
Giyuu ya no le estaba escuchando en absoluto. En ese momento de fantasía, podría haber permitido que incluso le tatuaran a Shinazugawa Sanemi en su trasero.
Lo único que le importaba era poder ver el guapo rostro de Sabito otra vez... y tal vez preguntarle si podía tocar los tatuajes de su brazo.
Solo quería escribir a Sabito como un tatuador sexy, no hay más explicación que esa (?
Hasta ahora, este es el día que me quedó más larguito ;;; pero presiento que el día 5 lo será más... el cual todavía no he terminado, ah
Pero en serio que esta week me está motivando mucho otra vez. En cuanto la termine, quiero retomar cuanto antes el resto de fics e ideas ;;u;; mi letargo ha terminado, o eso quiero creer... en fin, al menos la motivación está :'D
Obvio el día de hoy también tiene dedicatoria y es para mi amiguita corgi-makaroni uwu mira cómo Shinobu y yo le hacemos bullying a tu hijo (?
El os de mañana está raro pero al final me gusta como quedó, ya quiero subirlos 7v7r además que es una idea que había tenido hace mil para esta ship, pero claro está super acortada para ser usada en versión drabble
Muchísimas gracias por todos los votos y comentarios! ♥️ Espero estén disfrutando de la week TvT
Nos vemos mañana! Besitos ♥️
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