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Ay, estoy tan emocionada con la historia que traje rapidísimo el capítulo porque quiero ver sus reacciones. Espero que les guste tanto como a mí. ❤️


Si miras fijamente a Ax te das cuenta de que hace cosas extrañas

Cuando recuperé la consciencia, estábamos en movimiento.

Giré la cabeza de un lado a otro. Reconocí a Nolan conduciendo mi auto. Me tranquilizó ver que se encontraba bien, aunque tenía el rostro sudoroso, algunos mechones de cabello pegados a la frente y parecía aferrarse al volante con fuerza.

Me moví sobre el asiento del copiloto y solté un quejido apenas sentí un ardor doloroso en la pierna.

—No es una quemadura profunda —se apresuró a decir él en cuanto notó que ya estaba despierta—. Es más bien como cuando te quemas con una plancha. ¿Te has quemado con una plancha?

Eché un vistazo hacia abajo. Me faltaba pantalón desde la rodilla. Había piel roja y abultada. Y me ardía, la zona circular que abarcaba la quemadura me ardía como si me estuviera revolcando sobre una parrilla.

—No me jodas, Nolan, no parece hecho con una plancha sino con un asador —escupí y eché la cabeza hacia atrás en el asiento, exhausta—. ¿A dónde vamos?

Él dirigió una mirada rápida a mi pierna y luego volvió a mirar la carretera.

—Con Tamara para que te cure.

Percibí algo extraño en su voz. Sonaba un poco más aguda, y él solo hablaba así cuando tenía miedo.

—¿Qué pasó con la estación? —decidí preguntar.

—Para cuando llegaron los bomberos, se había quemado casi por completo. Todos están bien. Dan está bien. —Hizo una pequeña pausa, casi dudosa—. Yo... te saqué de ahí antes de que te llevaran al hospital.

—¿Por qué? Habría estado bien que me revisaran. —Emití un quejido ronco—. Siento que me arde hasta el hueso de la pierna.

—Ya casi llegamos, aguanta —se limitó a responder.

No volví a preguntar nada mientras íbamos en el auto, pero le pediría una respuesta después. Confiaba en él más que nadie, y debía de tener una buena razón para no hablar en ese momento. Aunque luego tuve la impresión de que no era buena, porque me di cuenta de que también había algo raro en su rostro: comprimía los labios como apretaba el volante y parecía... ¿nervioso?

Cuando aparcamos frente a la farmacia, estaba de turno. Nolan me ayudó a salir y me hizo de muleta para caminar. Atravesamos la puerta y escuché el sonido del televisor encendido.

—Joder, ¿qué pasó? —soltó Tamara con sorpresa.

Había estado sentada con los pies sobre el mostrador, pero apenas nos vio dio un salto y corrió hacia nosotros.

En su rostro apareció una genuina preocupación.

—Necesitamos ayuda sin tener que dar explicaciones sobre nada —pidió Nolan y señaló la quemadura en mi pierna.

Tamara alternó la vista entre ambos. Ella solía ayudarnos en cosas como obtener cigarrillos e incluso algunas pastillas para dormir cuando ambos no lo conseguíamos, pero aquello era distinto. Se veía mal. Se veía como lo que sucedía después de haber hecho algo en extremo peligroso.

—Por favor —susurró Nolan.

Ella formó una fina línea con los labios y asintió.

—Llévala atrás mientras cierro —le indicó.

Nolan me condujo a la parte trasera de la farmacia en donde se guardaban todos los medicamentos. Me sentó en una silla de metal que había en una esquina y se quedó cerca.

Tamara llegó segundos después de haber cerrado la puerta principal y corrido las persianas.

—Saben que no soy una jodida doctora, ¿cierto? —expresó, examinando la quemadura—. Y que esto recibiría mejor atención en un hospital.

—¿Sabes que no podemos ir a un hospital sin que les avisen a nuestros padres, cierto? —replicó Nolan, casi impaciente.

—¿Por qué no avisarles? ¿En qué diablos se están metiendo? —se quejó Tamara, por primera vez, mostrando un atisbo de responsabilidad como adulto—. Nunca les pregunto nada, pero hasta esto es alarmante para mí. —Esperó a que alguno contestara, pero no dijimos nada—. ¿Es sobre drogas? —agregó ante nuestro silencio—. ¿Están en líos de drogas? Dios, sabía que en cualquier momento intentarían buscar algo más fuerte. Siempre es...

—¿Qué? ¡No! No es sobre drogas, ni nada de lo que estás pensando —le interrumpió Nolan, ceñudo—. ¿Puedes curarla, por favor? No fuimos al hospital precisamente para no responder preguntas.

Tamara nos echó un largo vistazo y luego suspiró.

—Veré que puedo hacer.

—Eso —asintió él.

Nolan dio un par de pasos mientras Tamara preparaba los implementos médicos. Se recargó en la pared y luego se deslizó hacia el suelo con una exhalación.

Ahora que lo veía con más claridad, la expresión de su rostro era nerviosa y perturbada. La piel de Nolan era blanca, pero en ese momento sus mejillas tenían un tono rojizo, agitado, tenso. Y su mirada era interrogante pero confusa, un tanto perdida, como si estuviera tratando de procesar demasiadas cosas en su mente.

Entonces casi que vi el diablo y me olvidé de él.

Solté un grito que me rasgó la garganta en cuanto sentí algo frío presionándome la herida.

—Voy a limpiarla —dijo Tamara, arrodillada frente a mí. Me había colocado algo, pero no me molesté en adivinar qué—, y esto te va a doler como la verga. Así que aguanta.

Pareció durar una eternidad, pero el ardor disminuyó un poco por la atención. Pese a que Tamara no era doctora, lo hizo con extremo cuidado. Limpió, lavó y aplicó ungüento. Finalmente, me dio unos analgésicos y volvió al mostrador para anotarme ciertas indicaciones.

Una vez solos en el almacén, decidí hablar.

—Nolan, ¿por qué me sacaste de la estación así?

Había estado mirando el vacío y entonces volvió de pronto, notando que le hablaba.

Tomó aire.

—Escucha, Mack —empezó a decir, y me le quedé mirando con cierta preocupación como si estuviera a punto de soltar algo que no me gustaría—. Cuando estaba en la oficina se cortó la luz. Como no pude utilizar más el sistema, intenté revisar en los papeles que había sobre el escritorio, porque a veces pasan los reportes por formularios. Entonces escuché la explosión. Iba a buscarte, en verdad no me importó que Dan me viera o me pidiera explicaciones, pero alguien... algo, no lo sé, no me dejó pasar.

—¿Cómo que alguien o algo? ¿Quién? ¿Qué? —pregunté, removiéndome sobre el asiento.

—¡No lo sé! —exclamó y se pasó la mano por el cabello con frustración—. Era como... dios, quizás inhalé mucho humo, quién sabe, pero juro que vi a alguien y juro que entendí que quería que saliera de allí. Estaba muy distorsionado todo. Parecía una persona pero al mismo tiempo una... una sombra, qué se yo. —Hablaba muy rápido y sin pausas—. Bueno, la cosa es que igual traté de pasarlo, y me empujó. —Nolan me mostró su brazo izquierdo. Había un moretón cerca de su hombro—. Cuando me levanté lo tenía justo en frente, y por un segundo... por un segundo fue como ver a Ax.

—¿A Ax? —emití, desconcertada—. Pero ¿cómo Ax iba a...?

—Es lo que no sé, ¿de acuerdo? —continuó, igual de apresurado al hablar—. Fue una impresión, primero una certeza, pero después no podía asegurarlo del todo. Ahora mismo la cara de esa persona está borrosa en mi mente, como una mancha negra, pero tengo la sensación de que era él. Y me sacó de allí. Quedé tan aturdido que no entendí nada hasta que te escuché.

Ambos hicimos silencio como si el tema fuera demasiado descabellado para seguir comentándolo, aunque quizás solo queríamos creer que lo era.

Lo cierto era que nada de lo que había sucedido en la estación fue normal. Ni por qué empezó el fuego, ni cómo se extendió, menos cómo se resistió a ser apagado y sobre todo cómo logramos salir tan ilesos.

Recordé la figura que había visto entre la distorsión. Ahora tampoco estaba segura de qué era. Lo único seguro es que debió tratarse de una persona. En ningún momento logré detallar su rostro, pero a mí no me pareció que fuera Ax.

—Ni siquiera sabemos en dónde está él —añadió Nolan con cierta inquietud—. ¿Es posible...?

—¿Que fuera él? —completé, algo aturdida—. Pero ¿cómo podría? ¿tiene siquiera sentido?

—Ya no sé ni qué tiene sentido —resopló.

Tamara nos dio indicaciones exactas para cuidar la quemadura y que no se infectara. Me mostró cómo limpiarla y me dejó llevarme una caja de analgésicos por si me dolía. Intentó hacernos más preguntas, pero no las respondimos porque ni siquiera nosotros entendíamos qué había pasado.

—¿Y cómo está tu herida en el abdomen? —le preguntó ella a Nolan—. Déjame revisarla.

Trató de acercarse a él, pero Nolan retrocedió y tiró de mí.

—Está muy bien, ya ni siquiera se ve —mintió—. Así que no te preocupes, ya nos vamos —se apresuró a decir.

Salimos de la farmacia y subimos al auto. Nolan empezó a conducir muy rápido. No dijimos nada en todo el camino. Él parecía demasiado inquieto y yo solo pensaba en que debíamos buscar a Ax, pero al mismo tiempo sospechaba que ya no teníamos oportunidad de encontrarlo.

Cuando llegamos, lo que hice primero fue revisar si mi madre estaba en casa. Resultó que se había ido y había dejado una simple nota. Lo siguiente que hicimos fue revisar las habitaciones y luego el patio. Estuvimos al menos media hora en eso. Me dolía mucho la pierna. Lo soporté hasta que necesité un descanso.

Entramos en la casita de la piscina. Adentro todo estaba oscuro y se había quedado estancado el extraño olor de Ax. Era una mezcla agria y leve de sangre y humedad. Me abordó una sensación de impotencia. ¿Cómo demonios había dejado que escapara? Incluso me regañé mentalmente.

Hasta que encendimos la luz y ahí estaba él.

Estupefactos, contemplamos el cuerpo tendido sobre el sofá. Ax reposaba de lado, casi acurrucado. Me acerqué a él y descubrí que estaba profundamente dormido, tanto que le corría un hilillo de baba por la comisura.

Nolan y yo nos miramos. Fue como si buscáramos una respuesta en nuestros rostros, pero no teníamos idea de nada. Nuestros cerebros pudieron haber explotado en ese instante. Todo se volvió más confuso. Cualquier tipo de suposición se esfumó por completo porque no había manera de que él hubiera podido levantarse de ahí.

Me volví hacia el sofá más pequeño y me dejé caer, conteniendo un quejido.

—¿Qué diablos sucedió? —exhalé, y cerré los ojos con fuerza.

Nolan se sentó en el suelo, recostando la espalda de la pared.

—No lo sé —murmuró—, pero fue real. Fue real.

***

Al día siguiente me desperté de un sobresalto.

Mi teléfono vibraba en mi bolsillo. Cuando lo saqué, había un mensaje de Nolan:

Fui a comprar el desayuno. No te muevas demasiado.

La quemadura palpitó en mi pierna y sentí la necesidad de presionar algo frío contra ella. Sin embargo, caí en cuenta de que me encontraba sola en la sala de la casita.

El sofá de Ax estaba vacío de nuevo.

Algo helado me recorrió el cuerpo. Revisé otra vez el armario esperando encontrarlo arrellanado entre el polvo, pero no había nada más que oscuridad. También revisé el resto de las habitaciones y me topé con una absoluta soledad.

—¿Ax? —le llamé.

Pero ¿a dónde se iba? ¿A dónde se había ido anoche?

Una punzada de nervios me atenazó. Dejar a Ax sin supervisión, siendo tan impulsivo y curioso, era peligroso. ¿Y si mi madre había regresado temprano, lo había encontrado y se lo había llevado a la policía?

Era posible, pero me habría enterado. Ella habría armado un escándalo antes de actuar. Así que: en serio había huido o estaba rondando por ahí.

Salí al patio. Eran las nueve de la mañana y el sol hacía resaltar la amplitud y el vacío de los terrenos traseros de la casa. Comencé a explorar la zona con la esperanza de encontrarlo. Me adentré en el jardín con una mala y fastidiosa sensación, y solté una maldición cuando un conjunto de malezas se me enredó en el zapato, casi haciéndome caer.

La quemadura me ardió como si aún retuviera calor. Tamara había dicho que tuviera cuidado de no lastimarme porque me dolería más, pero por los momentos debía encontrar a Ax si no quería sufrir algo peor.

Sacudí la pierna ahogando los quejidos y me apoyé en un árbol. Cuando miré hacia abajo observé unos manchones de sangre seca sobre las hojas.

Aquel era el lugar en donde habíamos encontrado a Ax.

Alcé la vista y advertí un movimiento cercano. Avancé un poco más y contemplé un cuerpo detrás de unos arbustos.

Era él. Estaba sentado sobre el césped. Su espalda torneada y su mata de cabello oscuro y desenfadado era lo único que veía.

Me acerqué a él con cautela para no alarmarlo.

En cuanto le di un toque en el hombro, se volvió hacia mí.

Retrocedí.

—¡¿Qué estás haciendo?! —exclamé, horrorizada.

Ax me miró con incredulidad. Mi cara expresó todo el espanto que sentí. Alterné la vista entre su rostro y lo que tenía en las manos, y me pregunté si estaba viendo bien.

¿Eso eran gusanos? ¿Gusanos muertos? ¡Muertos!

En sus palmas relucían manchones de sangre, y sobre ellas había gordos y grotescos cadáveres de gusanos. Algunos desaparecían entre sus dedos mientras que otros estaban aplastados y separados junto a unos restos lodosos y viscosos.

Algo se revolvió en mi estómago produciéndome una gran arcada.

Ax me observó, desconcertado e intrigado.

—¡Suéltalos! —le ordené, cogiendo sus muñecas para sacudirle las manos. Los gusanos cayeron al suelo—. ¡¿Qué estabas haciendo con eso?! —le reclamé con fiereza.

Sus ojos estaban bien abiertos.

No lo entendía.

Parecía no entenderlo.

¿Cómo no podía?

Solté un quejido nervioso y lo impulsé para que se levantara.

—Esto no se hace, Ax, ¿entiendes? —le regañé. Él miró los gusanos en el suelo, luego a mí y de nuevo a las horribles lombrices—. Es cruel, es asqueroso, es malo, es... ¡es matar!

Ax entreabrió los labios. Por un segundo creí que diría algo, pero los cerró y endureció su expresión.

Tiré de él y lo llevé conmigo de regreso a la casita de la piscina. Metí sus manos en la bañera y abrí el chorro.

—No quiero que vuelvas a hacer algo así, ¿de acuerdo? Con ningún tipo de animal —le reproché mientras lo enseñaba a frotarse las manos para quitar el sucio—. Tampoco puedes salir así como así si quieres quedarte aquí. Mi mamá podría verte.

Me levanté para coger una toalla.

—Es peligroso, porque la persona que te hizo daño podría encontrarte —continué, volví a agacharme y cogí sus manos para secarlas. Él alternó la vista entre mis acciones y mi cara—. ¿Qué pretendías hacer con eso? ¿Eh?

No dijo nada.

Solté sus manos. Quedaron limpias y secas. Exhalé ruidosamente y me froté la frente.

—¿En dónde estuviste anoche? —inquirí.

Ax miró sus palmas y luego dijo:

—Aquí.

—No estabas aquí porque vine a chequearte y no te encontré.

Él asintió con la cabeza, vaya a saber por qué.

—De acuerdo, solo vamos a tomarte la temperatura y a revisar tu herida —le pedí, ya más tranquila.

Salimos del baño hacia la salita. Allí, Ax se recostó en el sofá y yo me senté en el borde. Él se quedó muy quieto y cooperó cuando llevé el termómetro a su boca. La temperatura era normal. Luego no puso objeción cuando desenvolví la venda de su abdomen y la herida quedó al descubierto.

Quedé perpleja.

Estaba ahí, sí, pero ya comenzaba a cicatrizar de forma maravillosa.

Era una buena señal, pero al mismo tiempo, ¿era normal sanara tan rápido considerando que solo unas horas atrás su cuerpo temblaba por la fiebre?

—¿Te duele? —le pregunté.

Ax negó con la cabeza.

—Creo que vas mejorando, y mucho —le hice saber.

Guardé el termómetro y cambié su venda. En cuanto terminé, miré el trabajo realizado con satisfacción y exhalé. Entonces sucedió algo curioso:

Ax me imitó.

Exhaló ruidosamente tal y como yo acababa de hacerlo.

Lo observé, asombrada y fascinada al mismo tiempo.

¡Era una nueva reacción!

Lo hice de nuevo para saber si había sido un simple gesto, pero Ax volvió a exhalar.

¡Sí estaba imitándome!

Solté una pequeña risa de entusiasmo. Él se mantuvo circunspecto pero atento. Probé con otro gesto. Esa vez arrugué la nariz.

Ax arrugó la suya. Acompañado por su seriedad, fue inevitable no reírme.

Me cubrí la boca con la mano para que no pensara que me estaba burlando, y carraspeé la garganta hasta moderarme. Una idea mejor llegó a mi mente. Si Ax podía copiar gestos, también debía poder copiar sonidos.

—A —pronuncié, haciendo referencia a la primera de las vocales.

Aguardé, ansiosa. Ax entreabrió los labios y cuando creí que volvería a cerrarlos, emitió:

—A.

—¡Genial! —exclamé, entusiasmada—. ¿Qué tal algo más? ¿Qué tal: hola? —le indiqué—. Ho-la.

Su ceño se hundió levemente. Hizo un movimiento con los labios como si pronunciara las palabras sin sonido, y con torpeza y algo de inseguridad dijo:

—Ho-la.

—¡Sí! —le felicité—. Es un saludo. ¡Hola, Ax!

—Hola.

La puerta de la casita se abrió de pronto y me levanté de un salto. Pero era Nolan quien entraba sosteniendo dos bolsas blancas. Ya no había rastro del chico nervioso y perturbado de la noche anterior. Se veía descansado.

—Se oye todo muy feliz por aquí —comentó él, mirándonos con divertida curiosidad—. ¿Qué pasa que no me entero?

—Ax dijo hola —le conté.

—Pues hola, Ax —le dijo Nolan en tono afable—. ¿Ya puedes contarnos a quién mataste?

—Como eres de estúpido —resoplé.

—Hasta que se demuestre lo contrario, él pudo haber hecho cualquier cosa. Pero bien, ¿comemos? Traje comida china.

Ax se incorporó rápidamente. Si se trataba de comida, lo entendía muy bien.

Nos sentamos en el suelo y dejamos a Ax en el sofá. Nolan le entregó una caja con fideos y camarones y él metió las manos para sacar los fideos con los dedos, ansioso. Intenté enseñarle a usar los palillos, pero gruñó con molestia cuando me acerqué.

Así que lo dejamos comer a sus anchas como un salvaje.

—Entonces, ¿hay noticias de la estación? —le pregunté a Nolan al mismo tiempo que succionaba los fideos.

—Salió en las noticias, pero no han dado una explicación lógica sobre cómo inició el fuego —respondió, seleccionando camarones—. No he visto a Dan, así que no sé mucho.

Hicimos un pequeño silencio. Recordar lo que había sucedido era demasiado raro, sobre todo porque yo sabía que el fuego había estallado de un momento a otro en una simple hornilla eléctrica.

Primero el fuego estaba normal, luego pasó de azul a amarillo y después las llamas estaban por todos lados.

¿Cómo demonios se explicaba eso?

—Así que no encontraste nada en el sistema —decidí mencionar.

—No hay reporte de chico perdido llamado Ax, ni de peligroso asesino suelto. Si es así no escapó —argumentó Nolan—, ni huyó de algo que hizo. Tú ni siquiera recuerdas de dónde lo conoces. Estamos igual que al principio. No sabemos quién es este individuo.

Miramos a Ax de reojo. Estaba muy concentrado metiéndose los fideos a la boca mientras miraba las noticias en la televisión.

Al menos ya no se exaltaba cuando la veía.

—Bueno, por lo que acaba de pasar creo que hay una solución —propuse.

—¿Cuál?

—Ax deberá aprender a hablar para contarnos qué le sucedió.

Nolan giró la cabeza y volvió a mirarlo. Usaba sus dedos como garras para coger los fideos y se los metía a la boca casi todos al mismo tiempo con unas ansias salvajes, como si fuera un cavernícola.

—¿Cómo le enseñaremos a hablar a eso? —preguntó, enarcando una ceja.

—Sospecho que será difícil...

De pronto Ax dejó a un lado la caja de fideos vacía y se levantó del sofá. Nolan y yo lo miramos sin saber qué lo había alarmado. Ax observó hacia ambos lados. Luego, con cautela se acercó a la puerta y se apegó a la pared de la misma forma que haría alguien para intentar oír algo.

¿Había alguien afuera?

¿Mi madre?

Me levanté de un salto y corrí hacia la puerta, la abrí ocultando a Ax y entonces una bola blanca salió disparada hacia adentro, ladrando con histeria.

Era Snake, el perro de mi vecina Tanya. A pesar de que cada casa de Hespérida estaba protegida y cercada por unos muros altísimos y privados, yo sabía que ese perrito siempre conseguía escabullirse por algún hueco que había creado. A veces incluso lo encontraba cagándose en el jardín. Ahora se dio vuelta sobre sus patas y gruñó en dirección a Ax. Un segundo después se fue contra él con toda su furia.

Nolan saltó con agilidad y lo cogió antes de que se enganchara en la pierna de Ax.

—Dios mío, está tan loco como la dueña —expresó Nolan, sosteniéndolo mientras el animal gruñía y se removía en dirección a Ax.

Ax se mantuvo inexpresivo, con la mirada atenta al poodle.

—¡Llévaselo antes de que venga a buscarlo! —le dije a Nolan, desconcertada por la situación.

Nolan salió con el peludo furioso y cerré la puerta. Ax seguía pegado a la pared, circunspecto.

—No te preocupes, es pequeño pero odia a todo el mundo —le aclaré.

Y sucedió algo de lo más raro.

Ax comenzó a sangrar por la nariz.

Me apresuré a conducirlo al sofá y cogí el botiquín de primeros auxilios que aún no devolvía al baño de mamá, aunque que se diera cuenta de su ausencia no me preocupaba en lo absoluto.

Los hilillos de sangre se deslizaron hacia su labio superior y Ax se palpó con los dedos. Me arrodillé frente a él, tan cerca que percibí su nuevo aroma a jabón.

—No te preocupes, voy a limpiarte —le informé, buscando la cajita de algodón—. ¿Qué sucedió? ¿Te asustaste? ¿Te sientes mal?

Ax observó sus dedos relucientes de sangre con una pasmosa curiosidad.

No parecía asustado, pero sí un poco confundido.

—Ya, descuida —susurré—. No es nada.

Con detenimiento llevé el algodón a su labio superior, y él no me lo impidió. Sentí el peso de su mirada. Mis dedos fluctuaron durante un segundo, pero luego me concentré en hacer lo que debía.

Nolan entró de repente.

—¿Qué pasó? —inquirió ante la escena.

—No lo sé, empezó a sangrar —respondí.

—Creo que necesita salir —opinó Nolan mientras yo limpiaba uniformemente.

Ax no se movía. Dejaba que me encargara del asunto.

—¿Y si lo están buscando? Lo encontrarían —comenté—. ¿Qué dijo Tanya?

Di pequeños golpecitos con el algodón y él frunció el ceño. Le sonreí en modo de disculpa.

—Nada, ¿cuándo esa chica dice algo? —resopló Nolan—. Me miró como si fuera caca de vaca, cogió a Snake y se metió a su casa. —Se acercó y echó un preocupado vistazo a Ax, quien pasó a mirarlo con atención—. Pero te lo digo en serio, si Ax se va a quedar aquí, no lo puedes tener encerrado en este lugar todo el tiempo. Además, si no hay reporte, no hay búsqueda.

—Si lo dejo estar en el patio, mamá lo puede ver.

Nolan pensó. Entornó los ojos contemplando a Ax, y Ax entornó los ojos para contemplarlo a él. Casi me dio risa. Me hubiera reído de no ser porque mi confusión era más grande. No le encontraba explicación al sangrado y menos a la locura de Snake.

—Saquémoslo de la casa un rato —sugirió Nolan—. Podemos ir al centro comercial del Este. Es pequeño y como no hay demasiadas tiendas, nunca va nadie. —Lo dudé. Lo dudé tanto que Nolan agregó con hastío—: Que tiene que coger aire, mira lo pálido que se puso.

—De acuerdo, busquémosle algo para que se vista.

Fue un lío ponerle una camisa. Por alguna razón no le gustaban, pero tuvimos que explicarle que si alguien lo veía así en la calle podían llamar a la policía.

Sin el torso desnudo y con los pies calzados era otra imagen. Parecía una persona normal, y me esforcé por buscar en mi mente una imagen similar, algún recuerdo suyo muy parecido, pero no encontré nada más que la sensación de familiaridad.

Ax se estiró el cuello de la camisa como si le apretara y luego salimos de la casita de la piscina para atravesar el patio hacia el interior de la casa.

—Oye, Ax —comentó Nolan de repente mientras caminábamos, mirándolo con curiosidad—. ¿Te gustan los chicos o las chicas?

Le solté un manotazo en el hombro, y Nolan soltó un auch. Ax nos observó con desconcierto.

—¡¿Qué?! ¡Era broma! —expresó, reprimiendo una risa—. Podría estar abierto a todas las posibilidades.

—Ni siquiera sabe hablar bien —le recordé—. No lo acoses.

—Ah, porque tú no lo haces —rebatió Nolan—. Estás encima de él como mamá gallina.

—Pero es distinto —me limité a decir.

—Ajá, distintísimo —rio él con burla.

Entramos a la casa. Ax observó los alrededores con meticulosa atención, como si debiera revisar antes de dar cada paso. Continuamos por el pasillo, abrimos la puerta de entrada y pasamos el caminillo hacia el enrejado.

El auto de Nolan estaba aparcado junto a la acera. Al otro lado se veía el resto de los enrejados de la urbanización privada. Teníamos vecinos, pero ahora que lo pensaba, no los conocíamos a todos.

La privacidad era algo fundamental allí. Papá muchas veces me dijo que las personas que se mudaban a aquella urbanización, lo hacían para no relacionarse con nadie. Eso explicaba los muros altos, electrificados y protegidos.

La sensación de encierro era, al mismo tiempo, una muestra de respeto y confidencialidad.

Nolan hizo sonar la alarma del auto y los seguros cedieron automáticamente. Abrí la puerta trasera para Ax.

—Entra —le dije—. Iremos a dar un paseo.

Pero Ax no se movió. Se mantuvo de pie en la acera, mirando el interior del auto con desconfianza.

—Es un auto —le aclaré con tranquilidad, por si se trataba de un momento igual al del televisor de la cocina—. Nos lleva a cualquier sitio. En él iremos al centro comercial. Te gustará. Compraremos un helado o algo. Es comida.

Pero la mención de la comida tampoco hizo efecto en él. Ax alternó la vista entre la puerta abierta y yo, junto a ella.

—Quizás no sabe cómo hacerlo —comentó Nolan, quien esperaba con las llaves en la mano. Dio un par de pasos hacia adelante y le puso una mano en la espalda a Ax—. Mira, te voy a enseñar.

Lo que sucedió luego pudo haber abarcado segundos, pero en mi mente pareció suceder más lento.

Supe que Ax dio un paso siguiendo las instrucciones de Nolan y que luego negó con la cabeza para retroceder como si no quisiera, en ninguna circunstancia, subirse. Pero escuché que un auto se aproximaba y miré en dirección a la calle. Así que mientras Ax decía: "no, no, no"; y Nolan pronunciaba: "es solo un auto, te tienes que sentar en él"; alcancé a ver los vidrios ahumados y la poca velocidad a la que iba el vehículo desconocido.

Entonces volteé de nuevo y vi el espanto en el rostro de Ax. Seguido a eso, reaccionó. Le dio un empujón a Nolan que lo hizo caer de culo en la acera, y de inmediato salió corriendo hacia el interior de la casa.

Para cuando miré de nuevo hacia la calle, el auto había pasado y solo se veía la placa al otro lado, alejándose.

Nolan me miró con los ojos bien abiertos, entre asustado y sorprendido.

Y de repente, la sensación de familiaridad me angustió.

Fue esa misma sensación de que había algo en un sitio determinado al que, aunque corría, no podía llegar. Como si trepara una montaña y viera la cima, pero jamás llegara a ella.

Lo tuve tan claro como cuando vi a Ax encogido en el patio.

Yo conocía ese auto y eso era lo único que sabía. 

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¡Hola Coca Colas! (?) ¿Les gustó el capítulo? 👀 Recuerden no hacer conclusiones apresuradas. Estamos viendo todo desde la perspectiva de Mack, así que en realidad las cosas pueden ser distintas. Ya lo averiguaremos. Acaba de aparecer otro punto clave: el auto. Y poco a poco Mack y Nolan unirán esas piezas para describir qué sucede. He leído comentarios por ahí diciendo que Nolan se va a enamorar a Ax ajajajs pues puedo asegurar que eso no va a pasar. Así que relajense por ese lado. ¿Ya ven que él está diciendo más cosas? Es un gran avance. ❤️

Espero sus comentarios. Prometo no tardar en actualizar porque ustedes me animan mil. ¡Besos!

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