
8
MACK.
Hay algo que no quieren que veamos...
Estaba en una celda.
Llevaba un día allí.
Ni siquiera me habían explicado por qué.
No sabía en dónde estaba Nolan. Ni Ax. Ni cómo estaba Dan. Ni nadie. Hacía frío. Todavía llevaba puesto el vestido y me habían apretado demasiado fuerte para que dejara de patalear al tratar de encerrarme.
Una puerta se abrió al fondo del pasillo. Varios pasos. No vi a las personas que venían hasta que se detuvieron frente al cristal que me separaba de la libertad: Teodorus, el padre de Nolan; y Gesher, el entrenador y soldado que no me agradaba para nada con su pose de manos juntas adelante, piernas medio separadas y barbilla alzada con superioridad.
—¿Por qué estoy aquí? —les pregunté de inmediato, enfadada.
—Ni Ax ni Vyd están por ninguna parte —respondió Teodorus con su voz calmada—. La organización no entiende qué está pasando y consideran que... bueno, no estás trabajando con nosotros.
—¿Y me tienen que encerrar sin preguntarme si eso es cierto o no? —repliqué, ceñuda.
—Te preguntaron a dónde fue Ax y no dijiste nada —dijo Gesher esa vez, frío, serio, severo—. Si te lo pregunto de nuevo, ¿vas a responder?
Claro que no, imbécil, pensé.
Me quedé callada por casi un minuto.
—Ahí tienes tu propia respuesta a por qué estás encerrada —dijo él.
—Creí que eran buenas personas —fue lo que solté. Mi mano estaba apretada en un puño tenso.
—Hubo un muerto —reveló Gesher—. El techo cayó sobre él cuando todo estaba descontrolado por la energía de Ax. Los guardias están alterados y enojados. Hicieron un reclamo. No te quieren fuera.
El caos en la organización, las luces parpadeando, el suelo temblando, todo cayendo, la cita desastrosa con Dan, Ax apareciendo para ahorcarlo, luego su ataque en la habitación... Recordaba todo y a pesar de que Ax me había hecho entender por qué sus emociones se habían desatado así, no podía evitar sentirme algo culpable porque no había advertido que podía ponerlo peor.
Intentar atraerlo solo había terminado en una tragedia...
Por un instante extrañé los momentos en casa, en la casita de la piscina, enseñándole cómo hablar. En cierto modo, estábamos en paz.
También extrañé a mi madre. Ahora que no estaba, comenzaba a entender el valor. Después de todo, solo tenía dieciocho años. Había cometido un error de adolescente por mis sentimientos hacia Ax y veía lo horrible de las consecuencias. Un consejo me habría servido tanto para entender lo que en realidad debí haber hecho...
Estaba tan arrepentida y preocupada.
—Él no controla eso —intenté explicar, acercándome al cristal, ahora afligida—. No controla su poder si no entiende sus emociones. Está frustrado y enojado porque las cosas no van bien, entonces su energía...
—¿Qué es lo que no va bien? —me interrumpió Gesher, inteligente.
Me di cuenta de mi error y me puse nerviosa.
¡¿Qué estaba pasando conmigo?!
¡¿En dónde estaba mi capacidad para desviar e inventar algo convincente?! Me sentía tan vulnerable y asustada...
Pero no cometería más errores.
Gesher esperó. Sus ojos intimidantes se medio entornaron.
—Le he enseñado desde que empecé a ayudarlo —dije en lugar de revelar algo—. Puedo enseñarle a controlarse también. Nos necesita a Nolan y a mí. Necesita entender y aceptar su parte humana, que las emociones fuertes son normales y que no es una máquina de guerra. Es lo que le enseñaron toda la vida, que sus habilidades son más importantes, que debe estar fuerte, que debe protegerse. Si llega a comprender que no es así, tendrá poder sobre sí mismo.
—Pero, ¿crees que todo debes enseñárselo tú? —me dijo Teodorus—. ¿O no crees que debe aprenderlo él solo?
Cuando miré su rostro, me di cuenta de que no estaba en la misma posición dura que Gesher, es decir, él aún comprendía mi lado y mi intención de ayudar a STRANGE. Después de todo, su hijo también era diferente. Así que le hablé a él.
—Solo necesitan ayuda —le recordé—. Te lo expliqué cuando buscábamos resultados, ¿los hubo?
Me aseguré de decir eso de una forma que pareciera que estaba hablando sobre entender a STRANGE, algo que la organización quería. Pero no me refería a eso, y él lo sabría. Me refería a esos días en los que habíamos tenido largas y secretas conversaciones sobre encontrar algo que anulara la toxicidad de Ax o que la neutralizara para que pudiera vivir una vida normal. Él había aceptado trabajar en eso de forma discreta, sin que nadie lo supiera. Por meses, ambos habíamos tratado de lograrlo.
Gesher lo miró. Teodorus se mantuvo profesional.
—Como reporté, no hay reacción todavía —dijo, serio—. Y como te dije a ti, Mack, puede no haberla. No estamos ante una raza estudiada con referencias que podamos buscar. Estamos ante algo desconocido que apenas se está estudiando. Cualquier resultado puede tardar mucho o no ser alcanzado nunca.
Empecé a estresarme.
—Déjenme salir —pedí de nuevo—. ¿En dónde está Nolan? ¿También lo metieron en una celda?
—Nolan está ayudando a la organización —respondió Gesher—. Está bien y está libre.
¿Ayudando?
Nolan jamás ayudaría a la organización...
Me sonaba a que tenía un plan. Él era la única persona en todo el mundo en quién confiaba. De seguro había querido verme y no lo habían dejado. O tal vez no lo había pedido porque eso no convenía. Necesitaba saber si yo debía actuar de alguna forma.
—Quiero hablar con él —exigí.
Gesher volvió a mirar a Teodorus a la espera de algo. Él suspiró.
—La orden que tengo es de empezar ya mismo lo que planeamos —dijo de forma maquinal—. ¿Recuerdas lo que te expliqué? Entraremos en tus recuerdos para tratar de hallar alguna respuesta. Sigo pensando que Godric ocultó algo.
—No, no lo haré —intenté negarme.
Gesher lo dijo con mucha calma:
—No tienes poder de decisión ahora.
Debí haber esperado que sería así. Desde el techo de la celda, la ventilación expulsó algún tipo de gas. Ni siquiera me resistí, porque no tenía forma de huir. Solo miré a Teodorus a la espera de que entendiera mi pedido de ayuda, pero él desvió la mirada, evitándome.
Pasó muy rápido. Empecé a sentirme algo débil y mareada. Mi visión se puso borrosa. Traté de mantenerme en pie, pero terminé yéndome contra la pared. Perdí fuerza, equilibrio, el sonido se volvió más pesado y lento. Traté de aferrarme a una esquina para protegerme, pero unos soldados aparecieron, o algo así logré ver, y aunque me esforcé por captar todo a mi alrededor, solo pasé a estar consciente de unas cosas y de otras no.
Como que me agarraron para llevarme a algún lugar.
Un pasillo...
Una sala...
Una camilla...
Me hicieron recostarme. Las luces eran intensas. A mi alrededor, las voces de Gesher y Teodorus, y las formas borrosas y coloridas de sus cuerpos moviéndose.
—Esto no está completamente probado —escuché a Teodorus decir con duda.
—Pero es lo único que tenemos —dijo Gesher— así que aplícaselo y empieza.
¿Me estaban inyectando algo?
Intenté luchar, pero tal vez estaba atada, aunque me perdí el momento en el que lo habían hecho. Me sentía desconectada de mi cuerpo, sin control de él. Necesitaba a Nolan. Necesitaba a Ax.
—Ella podría tener un colapso —añadió Teodorus.
—Veremos hasta donde podemos llegar —fue la respuesta de Gesher.
—Me detendré si la presión cerebral sube...
—¿Por qué estás cuestionando todo? —reclamó Gesher—. ¿Debo llamar a Madelein?
—Es solo que es peligroso.
—Y los individuos también si no damos rápido con una solución —zanjó Gesher.
—Si Nolan detecta que ella está en riesgo...
—Nolan está controlado —dijo, harto.
¿Nolan controlado cómo?
¿En dónde?
¿Tenía un plan?
Teodorus hizo un silencio. Yo movía la cabeza en todas las direcciones, esforzándome por detallarlo todo a pesar de que las cosas se veían dobles. Vi unas manos ponerme cosas en la cabeza. ¿Cables? Otra inyección en mi brazo... Las paredes blancas. Olía a esterilizado. ¿Por qué no podía defenderme?
—Mack —me habló Teodorus tras un momento. Sonó en eco—. Te pediré que recuerdes momentos específicos y me los narrarás, ¿de acuerdo?
Quise decir que no, pero de mi boca salió un sí.
Al yo escucharlo, me horroricé. Mi propia voz, pero no mi pensamiento. ¿Qué era eso? ¿Qué me habían inyectado? Mentalmente estaba confundida y asustada, pero, ¿dónde estaba mi reacción?
—A detalle —aclaró Gesher.
—Recuerda un momento con tu padre —me pidió Teodorus—. Un momento en el que te hayas sentido extraña, asustada, y no entendieras qué estaba pasando. No cuando estaba enfermo. Mucho antes.
Ni siquiera quise, pero mi mente se fue a ello y obedeció.
Muchísimos recuerdos empezaron a pasar por mi cabeza, como si mi cerebro estuviera pasando registros y registros en busca de algo específico. Yo en todas las edades, todos los lugares, en los momentos más importantes, y cada recuerdo era tan vivo, tan colorido, tan detallado, pero al mismo tiempo tan intenso que mis sienes comenzaron a palpitar y comencé a sentir dolor.
Quise pedir que pararan, temiendo que empeorara.
Traté de mover mis labios.
Pero no me salieron las palabras.
Un recuerdo se detuvo.
Un recuerdo que había evocado antes.
Pero, ¿no era normal?
Yo en la cocina. Diez años. Madrugada. No debía estar despierta, pero tenía hambre. Rebuscaba en el refrigerador, hasta que había creído sentir algo afuera, pero al mirar por el ventanal hacia el patio, nada, nadie. Me sabía ese recuerdo. Estuve segura de que ese era el recuerdo normal.
De pronto, el recuerdo se repitió. Hice lo mismo hasta ver por el ventanal.
Nada, nadie.
El recuerdo se repitió en pestañeos.
Otra vez quise pedir que se detuvieran. Como no pude, mi respiración empezó a acelerarse. Ya me dolía la cabeza y estaba pasando a sentirse como una presión alrededor del cráneo.
El recuerdo se repitió por sexta vez, pero en esa ocasión, algo se fue aclarando, y a medida que algo iba cambiando, yo comenzaba a sudar. En realidad, el recuerdo era el mismo, pero empecé a ver a alguien afuera. ¿Mi padre? Parecía él, y en su camisa había sangre. Y sostenía algo sobre su brazo...
Pero ese algo estaba borroso...
Hablaba con alguien...
¿Otro hombre?
Volví a enfocar el algo borroso...
Volví a enfocar la sangre.
El hombre, ¿quién era?
¿Qué decían?
Miré sus bocas. Palabras sin sonido. El recuerdo se repitió. El silencio fue pasando a convertirse en sonido. Cada sílaba a ser más entendible a medida que se reiniciaba la escena.
—Tienes...
Se repetía.
—Que...
Se repetía...
—Ocultarlo.
Se repetía...
—Aquí.
Mi padre me miró de repente, un gesto brusco, aterrador en esa imagen. Dijo algo a la otra persona y luego, preocupado, empezó a acercarse. Yo a retroceder. De nuevo ese algo bajo su brazo. De nuevo el hombre. ¿En dónde estaba su rostro? Mi padre avanzando. Yo retrocediendo. En algún lugar, la voz de Teodorus dándome indicaciones...
Y yo estaba hablando. Me di cuenta de que en la realidad, mi boca se estaba moviendo. Les estaba contando mi recuerdo.
Quería pedir que pararan. Yo misma me oía diciendo: "paren", pero no era lo que pronunciaba.
Mi corazón estaba acelerado.
Me dolía la cabeza.
La sangre... ¿De quién era?
—Mack —escuché por detrás de mí. ¿O era Teodorus?
¿O era mi padre? ¿El otro hombre? Pero, ¿y su cara?
—Intenta ver su rostro —escuché a alguien decirme. Ya no sonaba como otra persona, sonaba como mi propia voz. ¿Yo estaba dándome ordenes? ¿O mi mente me hacía creer que era yo?
Mis pies avanzaron. Mi versión pequeña quería ver. Mi padre abrió la puerta. Aun así, yo trataba de mirar al otro hombre. La oscuridad lo dejaba medio ver.
Mi padre iba a decir algo.
Y el recuerdo volvió al inicio. Se repitió. Llegó a ese momento otra vez en el que él iba a hablar, e inició otra vez. El pálpito pasó a la parte lateral de mi cabeza.
La orden de nuevo:
—Mira más allá, Mack. El recuerdo debe tener más, pero está bloqueado.
Una mezcla de mi voz y la de Teodorus. Siguió repitiéndose. Mi propio cerebro siguió tratando de acceder al resto, haciendo que viera las mismas imágenes una y otra vez, enfocando las mismas cosas, empujando de una forma dolorosa mi propia capacidad de pensar. Una batalla entre lo que recordaba y lo que quería encontrar. Un parpadeo de colores y de las mismas sensaciones.
—¿Qué tenían que ocultar?
¿Yo estaba gritando en la camilla?
¿Estaba pidiendo que pararan?
¿O narraba lo mismo una y otra vez?
Mi padre. La sangre. El algo bajo su brazo. El hombre. Su rostro oscuro e irreconocible. Lágrimas corrían por mi rostro. El pálpito era tan intenso. La luz en el techo era tan fuerte que me ardían los ojos. No entendía cómo lo estaba soportando. Una punzada en la parte trasera de la cabeza me hizo escuchar un pitido.
El pitido combinado con el empuje de mi propio cerebro tratando de completar el recuerdo, estaba convirtiéndose en un acto desesperante.
Todavía trataba de pedir que pararan.
Otra vez el algo.
La misma frase:
—Tienes que ocultarlo aquí.
¿A Ax?
La sangre de nuevo.
Pero Ax no estaba por ninguna parte.
Más presión.
Más dolor.
Más de mí describiendo todo lo que se repetía.
Mi cabeza se agitaba hacia todos lados.
—Empuja hacia el resto del recuerdo, Mack —me ordenaron de nuevo—. Exige más.
Pero, ¿cómo iba a llegar a más?
El pitido más fuerte.
Las mismas imágenes una y otra vez, cada vez más luminosas, con fuerza, rápidas.
Cuando creí que algo se reventaría en mi cabeza, algo nuevo apareció en el recuerdo.
Fue justo antes de que llegara a su final en donde se repetiría. Como en un parpadeo, ella apareció, y todo se detuvo alrededor. Todo quedó congelado. Las imágenes flotaron, suspendidas. El empuje se pausó. La repetición no sucedió.
La miré frente a mí, entre el espacio que nos separaba a mi padre paralizado y a mí. Parecía que sus pies se difuminaban en el suelo. Era como un fantasma vigilante que había despertado, listo para atacar.
La chica número dos. Su versión infantil. Una versión enojada.
Pero no conmigo.
Con los que intentaban acceder a mis recuerdos.
No supe si ella lo había dejado en mi mente como una protección, o si fue en ese momento que se proyectó de esa manera, pero bloqueó la intrusión de la inyección y de la voz de Teodorus.
Y lo descargó en una explosión de energía que luego salió de mi propio cuerpo, en la realidad, tras un grito de dolor.
Mi visión aún era borrosa y los sonidos eran como ecos a mis oídos, pero pude ver que Teodorus y Gesher fueron empujados hacia atrás. La vibración hizo caer los objetos más cercanos, que sonaron con fuerza. Las luces parpadearon en un fallo. El suelo se sacudió.
De inmediato sentí que la presión se calmó. Me sentí sola en mi propia mente, en donde ella aún flotaba y en donde mi versión de niña aún estaba congelada. Se sintió como si fuera las dos, la Mack de diez años y la de dieciocho, y pudiera ver no solo el patio de mi casa y la cocina, sino también esa sala de la organización.
El algo bajo su brazo...
¿Era eso lo que habían ocultado?
¿Ella protegía ese recuerdo?
¿O me protegía a mí?
Una corriente de energía poderosa, vibrante, que en contra de mi voluntad y de mi poder me sacó de la imagen. Fui expulsada y luego la borró, la hizo desaparecer. No hubo más mansión Cavalier ni Godric ni hombre sin rostro. No pude volver a ver nada, y luego una energía vibrante y poderosa me hizo mover las piernas para levantarme de la camilla. No sentía mis extremidades, pero al parecer ellas eran muy capaces de sostenerme.
Teodorus y Gesher me miraron desde el suelo. Teodorus, impactado. Gesher, alerta.
Mi boca se movió al mismo tiempo que la de la niña, parada entre la negrura de mi mente, en lo que antes había sido el recuerdo:
—Ustedes no pueden entrar aquí.
Después me desmayé.
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Otro capítulo para ustedes, espero estén disfrutando :) Ya pronto todos se van a reunir, no se preocupen! Los amo! Muchas gracias por el apoyo
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