
7
*Lamento si salen los guiones cortos. Estoy actualizando desde el celular y la app de Wattpad suele hacer eso de cambiarlos. En cuanto pueda usar mi laptop, los modifcaré.
Adiós sangre y mugre;
¡Hola chico condenadamente atractivo!
—Entonces... desnúdalo.
Nolan enarcó una ceja ante mi orden.
Habíamos iluminado el baño con una lampara de emergencia y luego habíamos cargado a Ax hasta allí para proceder. Ahora, mientras yo lo sostenía sobre el retrete, Nolan llenaba la bañera con el agua más fría que podía salir.
—¿Debo hacerlo yo porque soy el hombre? —inquirió, divertido.
—Bueno es que... yo...
—Tú nunca le has quitado el pantalón a un chico, lo sé —completó en un tono burlón para luego erguirse—. ¿Quieres que te diga lo que vas a encontrar o...?
—No seas imbécil —resoplé con apremio. Fruncí los labios y miré la costosa cerámica del suelo—. Es que es raro —admití.
—¿Qué tú desnudes a un muchacho de veinte años sin que esté consciente de ello? Uy sí —replicó, utilizando su adorado tono de sarcasmo—. Ahora dime por qué si lo hago yo sería menos raro.
Titubeé mientras buscaba una buena respuesta.
—Pues no sé, porque a ustedes no les importa desnudarse juntos —recurrí, no tan segura de lo que decía.
Nolan frunció casi toda la cara con rareza.
—¿De dónde rayos sacas esas teorías sobre el género masculino? —expresó, gesticulando con las manos—. Si yo me quito el pantalón frente a un tipo me puedo ganar es una fractura de nariz. Y si intento quitárselo, una fractura de cráneo. —Resopló con fastidio—. Sería más lógico que lo hicieras tú. A menos que te pusiera nerviosa.
Cogí una piedrita que adornaba el lavamanos y se la arrojé.
—Como te gusta romperme las pelotas que no tengo. ¿Qué te cuesta?
Se cubrió con torpeza y soltó una risa.
—Ya, bien, yo lo hago.
Nolan se inclinó frente a Ax e igual procedió sin molestia alguna. Le desabrochó el viejo y mugroso pantalón y luego bajó la cremallera.
—Álzalo —me ordenó.
Lo sostuve por debajo de los brazos y con todas mis fuerzas lo impulsé hacia arriba. Parecía un muñeco de trapo. Tenía los brazos lánguidos, los ojos cerrados y emanaba un calor intenso por la fiebre.
Nolan tiró de los pantalones y yo decidí mirar el techo del baño.
Hola techo.
—¡Ah, bueno! —soltó Nolan con sorpresa.
Se irguió y se puso los dedos en la barbilla mientras miraba a Ax en un gesto pensativo y analítico. Alterné la vista entre el techo y él, nerviosa.
—¿Qué? ¿Qué? —pregunté.
La cara de Nolan pasó a ser el fiel retrato de la diversión y la picardía.
—Tenemos un gran muchacho aquí.
—Ay, Nolan...
Él soltó una risa.
—Mejor míralo por ti misma...
—No voy a mirar nada —bufé—, quítale la venda y metámoslo en la bañera rápido.
Nolan desenvolvió la venda de su abdomen y puso cara rara al ver la herida. Me dio curiosidad, pero no me atreví a bajar la vista.
Aunque Ax era diferente y la sensación de familiaridad no desaparecía, seguía siendo un tipo de aproximadamente veinte años bien formado. Y yo con mis diecisiete años (dieciocho en dos semanas) había visto menos chicos desnudos que el resto de las chicas de mi edad. No por poca suerte, tampoco por mojigata, sino porque me habían sucedido tantas cosas durante esos años que acostarme con alguien no había entrado en mi lista de prioridades.
Una vez tuve la oportunidad, pero ya no sabía por qué rayos no lo había hecho.
Mack la virgen visual y carnal.
Sostuvimos a Ax entre los dos y lo depositamos en el interior de la bañera. Apenas tocó el agua helada se estremeció con fuerza. Tembló, abrió los ojos y nos miró, desorbitado.
—Pinta mal, pero es para que te baje la fiebre —le expliqué antes de que se enojara.
—No te preocupes, Mack te dará el mejor baño de tu vida —comentó Nolan, reprimiendo una sonrisa.
Pero Ax estaba demasiado ido como para entender eso, así que solo intentó que no se le cerraran los ojos.
Nolan se sentó en el retrete mientras yo le echaba agua por encima a Ax. Y sí, en todo momento evité mirar más de lo necesario y me lo tomé como algo profesional. Empapé su cabello, froté su cara y poco a poco el agua fue tiñéndose de un rojo intenso. Para que no se le acumulara en la herida, fui drenándola y sustituyéndola por agua nueva.
Unos minutos después desaparecía toda aquella sangre que se había secado sobre su piel.
Cogí una esponja que hacía mucho nadie había usado y le froté los hombros encorvados. Pasé a su cuello, luego a su pecho y cuando intenté limpiar más abajo cerca de la herida, me detuvo con su mano en un movimiento rápido.
Tragué saliva.
—Estás sucio —le aclaré.
Él bajó la mirada.
Sí, sucio, pero también estaba desnudo y quizás no tan ido como pensaba.
Soltó mi muñeca y me quitó la esponja para comenzar a hacerlo él. Todo su cuerpo tiritaba de debilidad y aún desprendía calor, pero decidió encargarse por sí solo de restregar las áreas más íntimas.
Sentí algo de vergüenza y me aparté de la bañera.
—¿Puedes bañarte tú mismo? —le pregunté a Ax. Después de todo, el frío lo estaba espabilando.
Respondió con un simple asentimiento.
Le hice un gesto con la cabeza a Nolan para que saliéramos del baño. Ya en la sala creamos un circulo confidencial.
—Estoy segura de que sea donde sea que estuviera, lo lastimaban y huyó —dije, compartiendo mis pensamientos acumulados con él.
—Yo no pude averiguar nada —confesó Nolan—. Mamá... —Bajó la mirada y se rascó la nuca—. Se alteró porque llegué tarde. Está paranoica, no lo sé. Pero pienso ir a la estación más tarde. Dan está de guardia esta noche. ¿Ax no te dijo más nada?
—No... —dije en un tono bajo para que no nos escuchara—. Me parece que intenta hablar, pero no lo logra.
—¿Y lo vas a dejar aquí? —inquirió, entornando los ojos.
—Le dije que tendría que irse, pero no puedo echarlo así. Se quedará tirado en una acera.
Nolan negó con la cabeza en desaprobación.
—Estás de manicomio.
Me recargué en la pared y me di un golpecito en la parte trasera de la cabeza en un gesto de frustración.
—Quiero saber por qué venía a buscar a mi papá. ¿Quería ayuda? ¿Y para qué? —admití—. También necesito recordar cuando lo conocí. Si llego a recordar eso será suficiente.
Nolan presionó su dedo índice en el centro de mi frente con suavidad.
—Tu papá era un hombre profesional, inteligente y de puta madre. No podrías hacer lo que él haría. ¿entiendes? —Apartó el dedo y se encogió de hombros—. A lo mejor, no sé, era un secreto entre Ax y él.
—Si lo es, quiero saberlo —sostuve.
Nolan giró los ojos.
—Ax tiene la fiebre, pero las neuronas se te frieron a ti.
—Solo averigua en la estación de policía —le pedí, suplicante—. Tal vez podemos devolverlo a su casa antes de lo que creemos.
—Bien, iré a ver qué puedo hacer —suspiró.
Nolan se aproximó al sofá y señaló una mochila que había dejado allí al llegar.
—Le traje a Ax un par de camisas y pantalones —dijo—. Si comparamos cuerpos soy un pelele delante de él, pero de seguro le sirve algo.
—Gracias, y cuídate.
Nos despedimos con un beso en los labios y antes de cerrar la puerta eché un vistazo hacia la casa grande. El último piso tenía la luz encendida, es decir que mamá seguía en el estudio.
Bien. Por los momentos no tenía que preocuparme por ella. Ahora lo que me preocupaba era que Ax empeorara. No podía llevarlo al hospital porque él insistía en que era mala idea, y yo le creía. Creía en sus gestos y en su silencio como si lo conociera tan bien como a Nolan, como si fuera un viejo amigo que necesitaba mi ayuda.
Por otra parte, Ax también era un desconocido. Así que de esa forma estaba la cosa: cincuenta y cincuenta.
Me asomé con cuidado al interior del baño en un gesto de respeto a su privacidad. Pero él se encontraba quieto como si fuera un maniquí, mirando el vacío de nuevo con esos ojos fríos, distantes...
Y me seguía pareciendo que faltaba algo importante, algo difícil de explicar. Lo mismo que encontraba en los ojos de mi madre, de Tamara, de Nolan, de mí. Quizás las emociones. Tal vez ese reflejo característico de sentir, de ser, de estar vivo...
Eso.
Ax parecía muerto. Muerto por dentro.
Ni siquiera se estaba echando agua como se suponía que debía hacer. Solo estaba inmóvil, un poco encorvado, con el cabello aplastado goteándole en la cara.
Además, había algo que no encajaba. Su fiebre era alta, pero no parecía delirar. Se veía débil, sus parpadeos eran lentos, sus ojos estaban enrojecidos, pero ya lograba mantenerse sentado. Con 42° cualquier persona normal habría estado retorciéndose sobre su sitio, quejándose. Sin embargo, él permanecía inactivo, con la expresión impasible.
A menos que Ax no fuera tan normal...
—Hey —dije al mismo tiempo que entraba al baño—. Tienes que mojarte para que el agua fría te baje la temperatura. Mejor déjame ayudarte, ¿sí?
Esa vez no se negó. Me senté en el borde de la bañera, cogí la ducha de mano y la coloqué por encima de su cabeza.
Ax cerró los ojos. Por un rato solo se escuchó el agua fría cayendo. El suave silbido de nuestras respiraciones. Y en mi cabeza, mis caóticos pensamientos.
Hasta que la luz se restableció de golpe y fue como si también trajera un rayito de realidad.
—Ax —pronuncié. Él no abrió los ojos, pero yo sabía que me estaba escuchando—. Puedes quedarte aquí hasta que mejores, pero si luego de eso no me dices lo que te sucedió, tendrás que irte.
Tragué saliva. Lo que en realidad le decía era que quería que me lo dijera todo, que me explicara por qué no podíamos llamar a la policía y que confesara de quién había estado huyendo, pero necesitaba darle una razón para hacerlo.
Así que ahí la tenía: si no hablaba, tendría que marcharse.
Le eché el cabello empapado hacia atrás para apartarlo de su cara y él inclinó la cabeza al mismo tiempo. Abrió los ojos finalmente, y entonces contemplé de nuevo el profundo vacío entre ellos.
Nada.
¿Podía alguien tener una oscuridad tan infinita en los ojos? Así como el terremoto que sucedió la misma semana y casi en el mismo lugar, ¿podía una persona tener una mirada tan vacía como si no hubiera alma dentro de su cuerpo?
No te diré que no pueden, pero sí que no se ha visto nunca algo así.
—¿Por qué no puedes hablar? —susurré en un hálito de voz.
Me respondió. Se encogió de hombros como le había enseñado.
«No sé».
—¿No sabes cómo hacerlo? —inquirí.
—No —dijo.
—Es justo así como acabas de hacer —señalé, sin comprenderlo del todo. Él volvió a encogerse de hombros y una pequeña idea me cruzó por la mente—. ¿Te refieres a las otras palabras?
Asintió con la cabeza.
—Las reconoces, pero, ¿no sabes cómo pronunciarlas? —pregunté.
Volvió a asentir con la cabeza.
De repente vi eso como si un caminillo se abriera. Era pequeño y no prometía ampliarse, pero podía permitirme el paso. Aún más importante: la idea me entusiasmó.
—Así que... si yo te enseño cómo hablar, ¿me dirás todo lo que te sucedió?
—Sí.
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¡Hola! Aquí Alex. ¿Cómo va la cosa? Sé que Ax los desespera con las cuatro únicas palabras que sabe decir jajajaja pero es que él en realidad no logra decir más por ahora. Lo intenta, pero es difícil. Ya luego todo va cambiando. Sé también que quieren saber quién carajos es, de dónde salió y qué esconde. Todo eso poco a poco se irá revelando en los capítulos siguientes. Son fundamentales para entender qué pasa con Mack y Ax. De nuevo muchas gracias por leer. Yo pensé que esta historia no le iba a gustar a nadie por su tinte raro, pero me emociona cómo va. Siempre le tuve fe. La verdad que ocultan estos personajes es explosiva. Es genial el apoyo que le han dado. Adoro sus comentarios. No se limiten con ellos. Dejen todo lo que piensen. Además, gracias por sus votos. Es un honor para mí ganarselos.
¿VIERON QUE LA HISTORIA ESTUVO DE #1 EN MISTERIO/SUSPENSO? Es gracias a ustedes. Son lo mejor. Me hacen muy feliz. ❤️
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