
54
Un in-evitable final
MACK
Los recuerdos de la chica número dos se desvanecieron a mi alrededor, y todo volvió a ser solo el vestíbulo semi oscuro y cubierto por las ramificaciones descontroladas del poder de Ax.
Yo estaba paralizada por el peso de todo lo que acababa de presenciar. Mis labios, entreabiertos; mis ojos lagrimosos por haber olvidado parpadear entre todo el impacto de las escenas. También me latía el corazón muy rápido, destrozado, y me temblaban las manos como si estuviera a punto de perder el control de mi propio cuerpo, de mi propia cordura.
Hasta sentí que me desmoronaría, que necesitaba apoyarme de algo porque el mundo se había desbalanceado a mi alrededor tras ese giro cruel.
Aunque, como no tenía una pared muy cerca, terminé descendiendo lento hasta que quedé sobre mis propias rodillas.
Era tanto que no sabía qué procesar primero. Sobre qué reaccionar. Mis pensamientos tampoco eran claros.
La realidad se sentía... demencial. Irreal. Llena de mentiras.
—Jael nunca estuvo equivocado, ¿no te... parece? —habló la chica número dos. Apenas podía pronunciar bien las palabras, porque hasta su garganta había quedado afectada—. Cuando vuelves a pensar en la conversación que tuviste con él... entiendes sus razones.
La busqué con la mirada que me era difícil de enfocar. Ella seguía tirada en el suelo, demasiado herida como para poder levantarse. El pecho le subía y bajaba con notoriedad por la respiración dificultosa. Tal vez hasta tenía fracturas debido a tantos golpes que la niña proyectada le había propinado.
Pero varias lágrimas también salían de sus ojos que parecían rendijas.
Había visto toda la proyección de recuerdos al igual que yo. Y, sobre todo, me había visto descubrir finalmente la gran verdad.
—¿La verdadera razón por la que Jael modificó a Jaden fue para que pudiera matarlos y evitar que abran la caja? —Mi voz fue un aliento de estupor.
—Él tenía razón sobre que nosotros... somos los malos —afirmó ella con dificultad—. Siempre lo fuimos.
—Por eso me preguntó si iba a sacrificar al mundo por Ax —solté, uniendo los hilos con estupefacción. Solo que el pronunciarlo en voz alta lo hizo tan real que nada más pude llevarme la mano a la boca, incapaz de contener un inestable sollozo de horror—. P-pero... ¿y si MANTIS nunca existió, quienes eran esos soldados que vinieron hace meses a la mansión e intentaron atraparnos...? ¿Contra quienes luchamos?
—Eran soldados de Jael —completó ella para mi sorpresa, quizás porque ya no había nada que ocultar—. Nunca viste un logo en sus uniformes porque no pertenecían... a MANTIS...
Otro impacto. Era cierto. Recordaba solo los uniformes negros, pero ninguna insignia. Nunca había visto ningún sello, nada.
—Yo n-no pude convencerlo de que te protegiera, pero tu madre sí lo hizo durante esa llamada... —agregó la chica.
La llamada que había descubierto en las grabaciones del estudio de mi madre, esa entre Jael y ella. Ella le había dicho que iba a convencerme de entregar a Ax si él prometía protegernos.
Por esa razón había querido que la acompañara. Nunca íbamos a ir con MANTIS, íbamos a ir con el ex gran amigo de mi padre. Ella sí lo había convencido para salvarme en caso de que se abriera la caja.
Ese era el suceso que Godric había advertido. Él se lo había dicho en su lecho de muerte. Mi madre siempre lo supo.
Me dolió en el alma el haber creído que ella tenía otra intención, pero estaba llena de dudas como torbellinos en mi mente.
—¿Pero por qué nos impulsaste a ir con Madelein y la organización a pesar de que Jael la lideraba si él no quiso ayudarte? —pregunté también.
—Porque Jael n-nunca iba a lastimarte, lo ví en su interior —confesó—. Él estaba lleno de odio, pero no pensaba herir a la hija de Godric. Así ibas a estar a salvo en su organización m-mientras yo... reunía a los demás para que t-tuvieran una muerte pacífica...
Sí, si volvía a pensar en esa conversación, Jael había dejado claro que todo lo que hacía era por una solución.
La solución a la amenaza que era la caja para la humanidad.
E incluso si también pensaba en todo lo que la chica número dos había dicho al intentar matar a Ax dentro de la organización, en la sala de la inyección, podía recordar que ella había dicho que haría lo que ni Godric ni MANTIS le permitieron hacer.
Ninguno le había permitido matar al número uno...
Las pistas siempre estuvieron allí.
Ax tampoco se había equivocado al sostener que la chica no era puramente mala, que algo no estaba bien, que no era posible que ella quisiera sus poderes.
Yo simplemente la había juzgado. Había juzgado a todos sin tener la más mínima idea de lo que en realidad había sucedido. Sin saber la gran verdad.
—Él tiene que morir... porque sino todos ustedes morirán —finalmente aclaró ella entre mi silencio, como si esperara que yo por fin lo entendiera. Que por fin comprendiera todo lo que ella había intentado.
Y lo entendía en cierto modo. Entendía que su objetivo siempre había sido eliminar a Ax, pero no por la razón perversa que todos habíamos asumido, sino porque todos ellos estaban destinados a destruir a la humanidad.
Pero ese giro era tan horroroso y abrumador que las lágrimas solo salieron de mis ojos. Estaba a punto de hiperventilar. Tenía el estómago revuelto. También quería vomitar.
Nunca deseé tanto que la realidad fuera una mentira como en ese momento. Incluso sacudí la cabeza, cayendo en la negación.
—P-pero Ax nunca abriría la caja p-para usar el gas, yo lo sé —balbuceé, tan convencida que tal vez soné un tanto desequilibrada (aunque así sentía que me había dejado toda esa revelación).
Miré rápido hacia donde Ax se encontraba.
Ya había recuperado su capacidad de movimiento, pero no se había levantado. Solo había quedado aún en el piso, apoyado de sus antebrazos con la mirada absolutamente atónita y fija en el espacio en el que se habían proyectado los recuerdos.
Si alguien lo hubiera pintado en ese momento, el título del cuadro debía ser: «acabando de presenciar el momento más desgarrador de mi vida».
Él también lo había visto todo, y su mundo parecía haberse quebrado al igual que el mío.
—Tú nunca lo harías, ¿cierto, Ax? —La pregunta salió de mi boca como un torpe ansío de confirmación—. Porque te conozco y tú ya no piensas solo en lastimar a los demás. Has cambiado, te has humanizado, sientes empatía y reconoces cuando algo está mal. Tú no tienes esos deseos...
Por un momento mi expresión quedó congelada.
Y tan brusca e imprevista como llegaría una traumática realización, mi mente conectó muy rápido una cosa con otra. Entonces vi muy claro algo que antes no había tenido sentido, pero que ahora sí lo adquiría por completo.
E igual no fue esa realización lo que más me afectó, sino que noté que Ax también acababa de darse cuenta de lo mismo que yo:
Que esos extraños momentos de súbita ausencia que había estado teniendo últimamente en donde su mirada quedaba abstraída, como si algo más allá de la realidad lo hipnotizara, estaban relacionadas a eso.
Pero en especial que en aquel momento dentro de mi habitación en donde yo había entrado en su mente, esa «voz máxima» que le dijo que debía encontrar algo, que debía cumplir su misión, era el llamado del que había hablado Godric.
Por esa razón se perdía en sí mismo, porque la urgencia de encontrar la caja había despertado y él ni siquiera era consciente de esa fuerte necesidad.
—Ya está pasando... —susurré, tan pasmada que ni siquiera podía parpadear—. Ha estado pasando todo este tiempo...
Esperé que Ax dijera algo, pero estaba rígido, mudo y con los labios entreabiertos. ¿Qué pasaba por su mente? No lo sé, pero lucía muy impactado.
—Aunque él no quiera, terminará haciéndolo —dijo la chica en su lugar—. Para eso fuimos creados.
—¡No, es que no puede ser así! ¡No puede ser ese el único final! —casi grité, alterada y negada a que eso en verdad sucediera.
Y no estuve segura de qué más iba a decir yo después de eso, pero de igual modo no tuve tiempo de nada porque la gran puerta de entrada de la mansión, y parte de la pared adherida a ella, fue súbitamente destrozada por una fuerza invisible.
Todo sucedió demasiado rápido como para reaccionar de forma coherente:
La fuerza invisible que reventó la entrada se fue contra Ax, y estuve segura de ello porque su cuerpo fue empujado por una aparente nada y luego arrojado contra la otra pared del fondo.
Esa pared también se rompió por el impacto del cuerpo, y Ax salió disparado, junto con la que debía ser la creación de Jael, hacia el jardín de la casa.
Corrí e intenté ver a través de la pared destrozada si estaban luchando el uno contra el otro, pero afuera todo estaba inusualmente oscuro e incluso una niebla muy blanca y densa cubría el suelo.
¿Cuándo demonios había aparecido esa niebla?
De todas maneras, no alcancé a notar nada debido a ella, lo cual me aterró y me desesperó. Así que con las manos y todo mi ser temblando intenté hablar a través del comunicador para que Gesher o Nolan aparecieran para ayudar.
—¡¿Hola?! ¡Nolan, ¿me oyes?! —Mi voz sonó más desesperada y jadeante de lo que esperaba—. ¡Necesito ayuda! ¡Jad...! —De inmediato me corregí—: ¡La creación de Jael apareció y se llevó a Ax al patio, pero está repleto de una niebla que no me deja ver nada! —Aguardé, pero no recibí nada de vuelta, por lo que insistí—: ¡¿Nolan?! ¡¿Gesher?! ¡¿Alguien?! —Otra vez nada. Volví a insistir, y mis palabras se escucharon casi quebradas—: ¡Ax está más débil y no sé qué hacer!
Aunque no pude insistir más porque pronto escuché que, detrás de mí, la chica número dos ahora vomitaba. Al voltearme vi que había logrado ponerse a gatas. Muchos hilos de sangre escurrían de su boca entre espasmos. Los brazos le temblaban tanto que parecía que no iba a poder soportar su propio peso por mucho tiempo, y que se desplomaría sobre el charco.
Estaba muriendo...
Corrí hacia ella. Apoyé las rodillas contra el piso y la tomé con mis brazos para descansarla de espaldas sobre mi pecho. Así le daría estabilidad y evitaría que se golpeara si ya no podía sostenerse a sí misma.
—Escúchame, no puedes morir —le dije con una voz que ni siquiera esperé que saliera tan quebrada, mientras palmeaba su mejilla con mi mano—. ¿Hay algo que yo pueda hacer? ¿Cómo puedo ayudarte?
Pero sus ojos medio abiertos estaban desorbitados y parpadeaban con lentitud. Incluso sentía que el calor de su cuerpo iba disminuyendo poco a poco.
Solo que no podía. Ahora que sabía lo que ella me había ocultado, no podía irse. La había visto quererme desde que éramos pequeñas. Me había protegido de cosas que yo ni siquiera supe que eran amenazas.
Acababa de entender que estuve ignorando que ella también era un ser humano. Uno que, al igual que Ax y Vyd, había sido herido y obligado a comportarse como un monstruo.
Haber visto su pasado y la verdad desde su perspectiva, lo había cambiado todo.
—No es justo —negué con la cabeza, todavía dentro de mi angustiante negación—. No es justo que me lo ocultaras, que nunca me dijeras lo que sufriste y que encontrabas refugio en mí. No es justo que sintieras un cariño que yo no sabía que podía devolverte. —Quería hacerla reaccionar pero yo también temblaba con ella entre mis brazos. Mi garganta era un nudo apretado—. Así que por favor levántate. Solo levántate. No puedes irte así. Mi padre dijo que eras la más poderosa, así que puedes sobrevivir a esto. Debes hacerlo.
Su huesuda mano se aferró a mi muñeca. No supe si era que quería detenerme o solo sostenerse a algo en sus últimos momentos, pero también inclinó la cabeza hacia arriba y fue como si estuviera mirándome.
—Quería... q-que tuvieras el mundo que yo... nunca pude vivir —musitó con mucha dificultad.
Aquello me partió mucho más el corazón. Me quebró y, contra todo el control que quería mantener, me hizo empezar a llorar.
Demasiadas emociones mezcladas dentro de mí. Sentía impotencia, culpa, rabia, porque ella había puesto una parte de sí misma en mí para protegerme, y eso mismo la había matado.
La niña proyectada no me obedecía, solo respondía a cualquier intento de daño contra mí. Como la chica había tratado de lastimarme, sus propias palabras se habían ido contra ella.
Pero no quería aceptarlo. Quería hacer algo para evitar su muerte. Deseaba poder cambiar el cómo habían sucedido las cosas entre ella y yo.
Pero algo me decía que ya era tarde.
—Tienes que levantarte —le insistí a pesar de mi voz quebrada y llorosa. Quería sonar firme, pero resultaba imposible—. ¡¡¡Esto no era lo que Godric quería!!! ¡¡¡Esto no es lo que yo quiero!!!
Ella abrió la boca como si quisiera decirme algo más, pero cuando iba a pronunciar las palabras solo le salió tos, y con eso más sangre escurrió de sus labios.
Tomé su barbilla e hice que solo me observara. Su piel estaba muy pálida. La luz de sus ojos se estaba desvaneciendo mientras que a pequeños espasmos escupía más sangre de la boca.
—Si tan solo me lo hubieras dicho todo antes... —sollocé, perdiendo mi propia estabilidad—. Habría tratado de ayudarte a solucionarlo... Así como por Ax, yo habría hecho lo que fuera por ti... Yo... —Simplemente lloré con fuerza—. Yo habría sido tu amiga también.
No estuve segura de si escuchó eso último. Tal vez no. Creo que ni siquiera tuve ese dramático y largo tiempo que en las películas alcanza para expresar todo lo que sientes ante alguien que se va.
De repente ella solo se quedó quieta. Sus ojos no parpadearon más y su mano aferrada a mi muñeca se soltó y cayó, inerte.
Al mismo tiempo, la niña proyectada que había estado inmóvil en el centro de la sala, se desvaneció también.
Cada fragmento que la conformaba se esfumó.
En ese instante, Dan salió de su trance, porque lo escuché preguntarme:
—Mack, ¿estás bien? ¿Qué fue lo que...? —Pero no pudo terminar la pregunta porque se dio cuenta de que el cuerpo que sostenía contra mi pecho estaba muerto.
Y estuve en shock por unos momentos, solo dejando caer las lágrimas. Pasmada, fría, horrorizada. Tanto que a pesar de que Dan se acercó a mí, que se agachó y que vi su rostro y sus labios diciéndome algo, no entendí nada, porque me quedé sin ningún pensamiento. La mente en un absoluto y traumático blanco.
Hasta que solo llegó a mí. Una rabia tan caliente y efusiva que nubló toda mi consciencia y tomó total dominio de mi juicio. Una rabia que no necesitaba ser expresada en gritos o gestos, sino ser liberada en acciones.
O en una acción.
Sin importar las consecuencias.
Si me quedaba al menos un poquito de control sobre mí misma, lo perdí en ese momento. Y si tenía un poco de consciencia sobre a dónde me dirigía y lo peligroso que podía ser eso, también lo perdí.
Solo dejé reposar el cuerpo muerto de la chica a un lado. Me levanté del suelo con las manos y los antebrazos manchados de su sangre. Dan me preguntaba cosas, no entendía qué haría, pero yo solo saqué de la parte trasera de mi cinturón las gafas térmicas que Gesher nos había dado al salir, y me las puse.
Después le intenté arrancar de la mano el arma a Dan, la misma con la que le había apuntado a la chica número dos.
—¡Dámela! —le exigí, alterada, porque él puso resistencia. Mis manos rodeaban la boca de la pistola, tratando de jalarla.
—¡No, Mack, ¿qué te sucede?! ¡¿Qué piensas hacer?! —A su vez él trataba de hacer que la yo la soltara.
Pero mi juicio nublado me dio la fuerza y la adrenalina suficiente.
—¡¡¡Que me la des!!! —le grité como una desquiciada, y en un tirón más fuerte logré quitársela de la mano.
La empuñé tal y como me habían enseñado durante los entrenamientos de defensa en la organización, y salí rápido del vestíbulo por el acceso que había creado Jaden al romper la pared para llevarse a Ax.
Aun con Dan persiguiéndome y diciendo que me detuviera, avancé entre la niebla con la respiración pesada y esa adrenalina acelerada, propia de la furia. Me zumbaban los oídos. Cualquier cosa que se me hubiera atravesado de frente, yo la habría destrozado de un disparo.
De hecho, tenía tan clara (pero al mismo tiempo tan ciega) la idea de que iba a disparar, que cuando finalmente se hicieron visibles entre la niebla las dos manchas de calor: una tirada en el suelo (Ax) y la otra casi sobre él (el enemigo, cuya forma no pude definir bien), apretar el gatillo fue lo primero que hice.
—¡¡¡Ya basta!!! —le grité con rabia mientras que, con violencia, con resentimiento, le disparé a lo que fuera que había creado Jael—. ¡¡¡Ya déjalo en paz!!!
Ni siquiera tenía total conciencia de lo que mis dedos estaban haciendo. Sentía el fuerte retroceso del arma al soltar las descargas, lo cual me hacía no ser tan certera en los disparos, pero la fuerza de mi ira era más resistente y me permitía seguir sosteniendo y gastando la munición.
La misma rabia me hacía llorar. Me temblaba todo el cuerpo de furia y tenía la mandíbula tan apretada que sentía que yo misma me iba a reventar de tanta tristeza e impotencia.
Una bala por fin le dio. Me di cuenta porque esa mancha roja en las gafas térmicas retrocedió como de un empujón en la espalda.
Pero yo quería que aquella cosa parara, que dejara de matar, que todo lo que llevaba a la muerte de los que no lo merecían, se acabara. Y ese deseo era tan desesperado que me aturdió la vista, la mente, el control de mis manos, y solo me envió imágenes en flashes que infundían más mi temor y mi desesperación: la chica número dos muriendo, la verdad de la caja, Jael y mi padre peleando por matar a los STRANGE.
Entonces el grito potente, rasgado y desquiciado me salió de la boca:
—¡¡¡YA BASTA, JADEN!!! ¡¡¡DETENTE!!!
Tras eso, él se giró en mi dirección. Fue muy inesperado. Me dejó paralizada, sin poder seguir disparando.
¿Había reaccionado ante la pronunciación del nombre? ¿Acaso... lo había entendido?
De pronto recordé una parte de los recuerdos de la chica, ese en donde ella había visto a Jaden dentro de la cámara criogénica. Al escanear su mente ella se había dado cuenta de que todavía tenía algo de conciencia y que dentro su cabeza aún era el chico que yo había conocido, sintiéndose atrapado sin poder gritar o moverse.
Pero con el escaneo ella también había visto que la poca conciencia que le quedaba se desvanecería en algún momento.
Solo que... ¿y si aún estaba allí? ¿y si todavía quedaba algo?
—¿Jaden? —repetí con la voz trémula, las cejas alzadas y los ojos bien abiertos de la impresión—. ¿Puedes entenderme? S-soy... Soy Mack.
—¡Mack, ¿qué demonios haces?! ¡Tenemos que irnos! —Dan llegó hasta mí. Me arrancó el arma de la mano y me tomó por el hombro en un intento de hacerme retroceder.
Pero yo me mantuve en mi posición, concentrada únicamente en Jaden, porque de forma aún más inesperada, su reacción a mi pregunta fue empezar a venir hacia mí como si en definitiva reconociera quién era yo y cuál había sido su nombre.
No podía creerlo. Mi visión aún estaba algo alterada e inestable por todas las emociones que me habían dado esa inyección de adrenalina, pero podía ver la mancha rojiza y azulada de su calor corporal acercarse.
No se detallaba el rostro con la visión térmica, pero me pareció que seguía teniendo una silueta humana, de hombre, de la persona que había conocido. Así lo vieron mis ojos atónitos, caminando en mi dirección como años atrás había caminado Jaden.
No estuve segura de qué estaba sintiendo ante eso. Parecía nostalgia, pero al mismo tiempo una gran esperanza de convencerlo de que se detuviera, de finalmente parar todo aquel caos y que todos salieran ilesos, incluso él.
—Tú no eres esto en lo que te convirtieron, Jaden —intenté recordarle a medida que se iba acercando—. No eres un asesino, y entiendo que tal vez estés confundido sobre lo que tienes que hacer, pero no es matar a todos.
—¡Mack, no va a reaccionar aunque le hables! —insistió Dan, preocupado, todavía tratando de jalarme—. ¡Sé que tal vez estás en shock, pero tenemos que irnos!
—No, no es cierto que se perdió totalmente, él puede entender —dije, aunque las palabras salían de mi boca con tal facilidad y ligereza que parecía que no las estaba pensando, solo soltando.
—¡No, no es así, se está acercando porque va a matarnos también! ¡Tenemos que correr al avión! —La urgencia y desesperación en la voz de Dan se acentuó. Algo dentro de mí quiso voltear a ver su cara debido a eso, pero otra cosa me insistió en seguir mirando al Jaden que se acercaba.
Porque era él. Mi propia voz mental lo repitió con una suavidad hipnotizante: «es ese a quien conoces, ese que no mataría a nadie».
—Todavía hay algo de él ahí. —Negué con un lento gesto de la cabeza—. Todavía es Jaden. No se perdió del todo, tenemos que ayudarlo.
—¡No podemos ayudarlo, Mack, y ya no es una persona! —Dan no se rindió—. ¡¿Es que no lo ves?! ¡¿No ves lo que ha hecho y la monstruosidad en la que lo convirtieron?! —Eso lo dijo con mayor gravedad, como si yo me estuviera perdiendo de algo.
Y tuve esa sensación, pero a la vez fue mayor mi necesidad de seguir viendo a Jaden venir. Incluso mi esperanza acrecentó, sintiéndose tan luminosa que entre la niebla percibí que su silueta en la visión térmica se iba definiendo más.
—Jaden, por favor, para —emití como una suave súplica, porque sabía que él lo entendería—. Tú no quieres lastimar a nadie.
Además, cada vez podía ver mejor su cara. No era un monstruo. Se veía como antes. Sus ojos estaban intactos, su sonrisa amigable también. Eso estaba haciendo: sonriéndome.
—¡Mack, creo que está jugando con tu mente! ¡No se ve como crees! —Dan siguió insistiendo con apremio. Sus manos ya me estaban haciendo retroceder, pero yo ponía resistencia—. ¡Debes reaccionar!
—Por favor no le hagas daño a nadie —le rogué a Jaden. Él alzó una mano y la extendió hacia mí como una hermosa invitación. Un halo de luz lo rodeaba.
Si yo aceptaba, ¿todo terminaría? Tenía esa corazonada. Este era el final. Uno bueno. Uno bonito. Uno en el que todos se salvaban.
—No le hagas daño a Ax —supliqué finalmente, y con el deseo de sellar un pacto de paz extendí mi brazo hacia él.
Aunque antes de que nuestros dedos se tocaran, Dan soltó:
—¡¡¡Mack, Ax está muerto!!! ¡Ya está muerto, míralo!
—¿Qué? —lo dije como si despertara de un confuso sueño—. Ax no está muerto.
Mi realidad se aclaró como si hubiera estado nublada, y vi a Dan recurrir a la desesperada medida de correr delante de mí en un intento de servir como escudo entre Jaden y yo. Empezó a dispararle, pues estaba muy cerca de nosotros.
—¡Mack, tienes que irte! —me gritó él en una orden por encima de los disparos eran consecutivos—. ¡¡¡Vete ya!!!
—¡Tengo que llevarme a Ax! —Me negué de vuelta.
Porque así era, yo nunca me iría sin él.
Por eso, mientras Dan trataba de hacer retroceder a Jaden a punta de disparos, me alcé las gafas térmicas para ver mejor el camino que me condujera hacia Ax. La mancha rojiza de la silueta de Jaden desapareció, otra vez invisible ante los ojos humanos, pero entre la niebla del jardín pude verlo a él.
O sí, a su cuerpo.
Ni siquiera podría explicar la forma en la que el mundo se ralentizó para mí al darme cuenta. Las balas parecieron ir lento. Los sonidos parecieron embotellarse. La forma valiente y arriesgada en la que Dan disparaba a Jaden sin parar pareció haber sido puesta en una velocidad lenta.
Todo se redujo a mi alrededor excepto el cuerpo de Ax, que estaba inmóvil en el suelo y... decapitado.
La cabeza estaba separada de su cuello. Yo no lo había notado porque desde allí parecía que seguía pegada a él, pero Jaden se la había arrancado tal cual un muñeco roto.
Y todo era un desastre sanguinario, una imagen atroz del trozo del hueso de su cuello a la vista, las venas rotas, los músculos desgarrados, la piel grotescamente separada del resto. Había sangre en su pecho, en sus hombros, en su torso, que había desembocado en un charco rojo intenso debajo de él.
Incluso tenía la mitad del rostro arrancado, en carne viva. En sus ojos no había vida, solo estaban fijos en el cielo. Su piel tenía un pálido mortecino, el reflejo del alma que se había desvanecido y que no volvería jamás.
Era un cadáver.
El cadáver de Ax.
Primero, el estupor en mi cara ni siquiera permitió que las lágrimas salieran. Me sumí en el shock, y en la única cosa que decía mi mente: «me lo han quitado, al final él ha muerto».
Luego mis piernas avanzaron de forma automática, necesitando comprobar lo que ya estaba comprobado. Necesitando llegar a él. Así que a medida que avanzaba, como si nada más existiera, progresivamente fui reaccionando y procesando que ese era su cuerpo mutilado.
—No... —salió de mi boca mientras negaba con la cabeza. Sentía que ya estaba loca. Algo estaba haciendo cortocircuito dentro de mí. Todo se había desbaratado. No tenía cordura ya—. No, Ax...
—¡Mack! —gritó Dan por detrás de mí.
Y fue la última cosa que dijo. Volteé en el momento justo para verlo. Estaba disparando pero la fuerza invisible de Jaden le golpeó el arma y esta cayó al suelo. Luego algo apretó su cuello.
Desde mi posición, sin las gafas térmicas, pareció que la nada lo estaba ahorcando. Él intentó zafarse, tenso y sufriendo la asfixia, con los ojos como queriendo salirsele de las cuencas y el rostro tornándose de un violáceo mortal.
Después Jaden le partió el cuello. Hasta allí escuché el crujir de los huesos en el momento justo. Vi cómo los brazos de Dan cayeron lánguidos y luego cómo el cuerpo fue soltado y dio en seco contra el suelo al igual que un títere al que le habían cortado las cuerdas.
Un trauma más al que ya ni siquiera pude reaccionar, porque estaba dentro de un estado de shock tan profundo que solo me giré otra vez hacia Ax, dispuesta a llegar hasta él. Nada era coherente dentro de mi cabeza, por lo que necesitaba tocarlo.
Solo cuando lo tocara creería que de verdad estaba muerto. Incluso cuando su cabeza estaba separada de su cuerpo y él entero estaba cubierto por hilos de sangre, y aquella era la realidad, yo debía tocarlo.
Como caminando sobre un suelo inexistente, sobre el surrealismo que se sentía mi propia existencia, y sobre la nada de mi mente, llegué hasta él. Me dejé caer de rodillas sobre el charco de sangre. Puse una mano sobre su pecho, bajo el cual ya no latía un corazón.
La sangre empapó mi palma. Estaba frío. Estaba muerto.
El grito desgarrado y trastornado cargado de lágrimas y llanto me salió en el preciso instante en el que Jaden me atravesó algo afilado en la parte trasera de la cabeza. Salió por mi frente, derramando hilos de sangre sobre mi rostro.
Al instante no sentí dolor.
Luego todo solo terminó.
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