
43
"Él debe morir"
Pero, ¿por qué?
MACK
La chica número dos empezó a bajar las enormes escaleras.
—¿De verdad tengo que lastimarte para que te detengas, Mack? —Su voz jadeante y al límite del enfado se oyó en todo el vestíbulo como una amenaza.
No respondí a eso. Solo retrocedí mientras ella descendía. A medida que lo hacía, mantuvo el brazo izquierdo extendido hacia atrás y los dedos de las manos tensos como garras. Eso para, con su poder mental, arrastrar escaleras abajo a ese cuerpo que había visto tras sus pies.
¡¿Quién era ese al que traía como a un saco?!
El suspenso me hizo sentir el corazón en la garganta.
—¿En dónde está Ax? —le pregunté. No podía ni tragar saliva.
—¿Encontraste lo que estabas buscando? —fue lo que respondió. Sus dientes apretados con rabia—. O, de nuevo, ¿creíste que Godric iba a ayudarte y solo te encontraste con la decepción?
—¡¿En dónde está Ax?! —repetí, esa vez más demandante.
Ella llegó al final de la escalera. La tenue luz de la luna entraba por una de las ventanas y creaba un espacio de claridad justo allí. Gracias a eso vi que el cuerpo que había arrastrado por los escalones era él.
Era Ax.
Ahogué un grito, pero más porque la manera en la que lo traía era espantosa:
A pesar de que no se veían los hilos de su poder mental, era como si ella le hubiera puesto una cuerda de energía en el cuello, que era lo que le permitía jalarlo. Y debía de ser una cuerda muy apretada, porque el rostro de Ax estaba rojo además de marcado por sus venas oscuras. Sus ojos heterocromáticos estaban inyectados en sangre y llorosos. Su boca entreabierta, y la saliva salía de ella como quien estaba sufriendo un ahogo.
¿Estaba luchando por obtener aire?
Aunque no luchaba con sus manos, porque no podía moverlas. De hecho, todo su cuerpo estaba rígido, tieso y vencido, sospeché que porque así ella lo quería, ya que con su control tampoco le permitía usar sus extremidades.
Entonces, por eso lucía como si ella arrastrara un cadáver.
—¡Suéltalo! —fue mi reacción instantánea, todavía retrocediendo para crear distancia entre ambas.
—Estoy harta de que hagas todo más difícil, Mack —me dijo. Su pecho subía y bajaba con fuerza. En sus ojos destellaba la ira concentrada y la disposición de terminar la persecución así tuviera que recurrir a cualquier cosa—. Ya. Quédate. Quieta.
Alzó la mano libre e hizo un movimiento con ella como si quisiera hacerme arrodillar.
Pero, ¡sorpresa! mi cuerpo no se arrodilló en contra de mi voluntad.
En realidad, no pasó nada.
Ella frunció el ceño ante la inefectividad de su poder. Y, de nuevo, hizo el movimiento con la mano.
Pero no. Mi cuerpo no se movió a su antojo.
Sus pasos hacia mí se interrumpieron. No quedamos muy lejos. Aún podía ver su cara gracias a la luz de la luna.
—¿Eh? —emitió, confundida. Tras unos segundos de análisis entornó los ojos amenazantes, como si lo reconociera después de tanto tiempo—. ¿La... inyección de Jael y Godric?
Hasta yo quedé asombrada, porque honestamente había olvidado que el viejo Jael me la había inyectado antes de huir de la organización. En mi interior solo estaba asustada, porque si Ax estaba derrotado, todos estábamos acabados.
Además, yo podía tener la inmunidad de la inyección, pero no tenía ningún poder o fuerza mayor para atacar a la chica y detenerla finalmente.
Se sentía desolador y angustiante, pero eso no me hizo mostrar ni un ápice de cobardía. Todo lo contrario, despertó la parte más valiente de mí.
—También me hizo recordar las cosas que vi en tus recuerdos y que quisiste borrar de mi mente —asentí, y entorné los ojos al igual que ella—. ¿Por qué las ocultas tanto?
—¿Es que no te gustan los secretos? —replicó con ironía a mi pregunta—. Pero si viviste toda tu vida rodeada de ellos.
—No, no me gustan —le dije, viendo absurdas sus palabras—. Y si crees que es divertido que nos hayas engañado a todos, te equivocas. Ax ha estado sufriendo por esto. Él no entiende por qué estás haciéndolo. Nadie lo entiende. ¿Por qué ni siquiera lo explicas? —Como no respondió, perdí la paciencia y lo exigí—: Al menos dime, ¿por qué trataste de evitar que buscara la caja? Eso fue muy obvio. ¿Por qué no quieres que la encuentre?
Le molestó mi tono. Fue obvio por como frunció los labios.
—¿Por qué tú intentas evitar algo que debe pasar? —me retó.
—Pero, ¿por qué dices que debería suceder esto? —En parte yo también estaba harta de las palabras sin sentido. Se notó en mi voz, que fue aumentando de volumen y de irritación a medida que solté lo que pensaba—: Dime, ¿qué vas a hacer con su poder si matas a Ax? ¿Matarnos a todos? ¿Vengarte? ¿Todo esto es por odio? ¿Por ambición? ¡Vamos, explícalo! —Lo siguiente lo pronuncié con un detenimiento desafiante—: Antes de cumplir lo que tanto deseaste, da una razón válida.
Todo ese ímpetu y coraje en mis palabras logró alterarla de nuevo.
—¡Él debe morir, y tú estás siendo un maldito obstáculo para lograrlo! —me gritó.
—¡Pues lamento estar en tu camino, pero mientras siga viva nunca permitiré que nadie lastime a Ax! —No dudé ni un momento en decirlo, igual de alto y fiero. Incluso lo enfaticé—: No de nuevo. No como siempre lo lastimaron en MANTIS. Así que para que yo deje de ser un obstáculo vas a tener que matarme, porque lo amo lo suficiente como para no detenerme si todavía queda la más mínima posibilidad de evitar su muerte.
Me dio la impresión de que oír eso la descolocó, de que palabras le parecieron muy inesperadas e incluso un poco confusas.
En verdad fue como si nunca hubiera esperado escuchar algo así.
—¿Pero qué estás diciendo? —resopló, aunque su voz se escuchó algo amarga y resentida cuando lo repitió—: ¿"Lo amas lo suficiente"? "¿Amor...?" Tu padre te mintió, tu madre te ignoró, su egoísta humanidad te hizo a un lado, ¿y tú hablas de "amor", algo que ellos no sintieron por ti?
Esas frases me dolieron, pero mantuve la cara en alto y decidí que ya era momento de presionarla.
—Sí, sí creo en ello —no me avergonzó confesar. Entonces fui yo la que empezó a avanzar hacia ella, sin un ápice de temor por su poder. Al mismo tiempo, se lo dije—: y si tú eres tan capaz de entrar a mi mente, deberías saberlo. No, yo sé que lo sabes. Sabes que soy capaz de dar mi vida por Ax. Sabes que soy capaz de interponerme ante quien sea para protegerlo. Incluso si ese alguien que quiere dañarlo eres tú.
Al verme ir en su dirección como si los papeles de depredador y presa se hubieran invertido, su cara mostró desconcierto.
Pero insistí con cada pregunta:
—¿O dirás que no lo ves? —Me fui acercando más, retadora—. ¿Dirás que mi determinación no es real, solo porque tú piensas que el amor es una mentira? —Alcé el dedo para apuntarla—. ¿Me asegurarás que eso no existe y que algo más fuerte y más valioso es el poder? —No me detuve incluso cuando llegué a estar frente a ella, con mi dedo apuntando a su pecho de forma acusatoria—. Entonces, ¿es para eso que quieres el poder de Ax? ¿Para ocultar tu decepción y tu resentimiento? —Sus ojos, por completo desconcertados, se horrorizaron al instante en el que me incliné e invadí su espacio personal, dispuesta a ponerla muy incómoda con mi osadía—. Pero, ¿te lo dará? ¿Matar a Ax y tener su poder cambiará el hecho de que no conociste el amor? ¿Esa es tu gran razón? ¿O no eres capaz de admitir que quedarte de nuestro lado y aceptarnos como tus amigos sí habría cambiado tu realidad?
No diría que no me lo busqué, porque sí.
Apenas pronuncié la última palabra, ella alzó la mano y muy rápido me golpeó con una de sus bolas de energía. El fuerte empuje me lanzó atrás y me hizo aterrizar en el piso. Sentí un dolor agudo en la espalda.
—La inyección podrá funcionar para que no entre en tu mente, pero no puede evitar que yo te ataque físicamente —la oí decir, ya muy enfadada.
—¡Eres una cobarde manteniendo ese absurdo misterio! —escupí a pesar de que me estaba retorciendo en el suelo por el golpe.
Aún encogida del dolor vi sus pies, que habían sido marcados por los hilos oscuros de Ax, acercarse a mí.
—Lo único que te concederé es que no veas cómo él muere —me dijo con frialdad.
Alzó la mano de nuevo. Vi ese golpe de energía listo para dar en mi cara.
Aunque antes de que ella pudiera arrojarlo, una voz gritó al otro lado del vestíbulo:
—¡Apártate de ella!
Ambas giramos la cara al mismo tiempo para ver que era Dan. Había aparecido y con su arma apuntaba decididamente a la chica número dos.
Ella emitió una risa absurda, sin nada de diversión.
—¿Me liberaste para luego tratar de detenerme? —le preguntó a Dan, como si fuera un estúpido.
Quedé atónita. Claro...
«Cuando se dé el enfrentamiento no pienso volver a ayudar».
El enfrentamiento que él esperaba era ese, entre la chica y Ax para que ella lo matara.
—Te liberé porque tu pelea es con Ax, no con ella —replicó Dan. Su soporte del arma era impecable—. Así que no la lastimes o te dispararé.
La expresión de la chica volvió a lucir molesta. Ni siquiera le dijo nada. Solo le bastó una mirada directa a los ojos de Dan para influirlo, y en tan solo un segundo todo se volteó.
En contra de su propia voluntad, los brazos de Dan empezaron a girar el arma que sostenía para apuntarse a él mismo. Él miró aquello estaba pasando sin su control, horrorizado.
—Si disparas, tú serás el único lastimado —le dijo la chica. Aunque luego enarcó una ceja, y entonces los brazos de Dan, aún contra su voluntad, empezaron a girar el arma para apuntarme a mí—. ¿O preferirías ser tú el que le dispare a ella?
—¡Ya basta, déjalo en paz! —Le grité. ¡¿Qué quería?! ¡¿Torturar a todos?!
—Es cierto, primero tengo que quitarte de en medio o no vas a dejarme hacer lo que debo hacer —me dijo la chica—. Aunque pongamos a este estorbo a dormir un rato.
Luego, con un simple movimiento de la mano, como si la pasara sobre un sensor, los ojos de Dan se cerraron. Quedó quieto, apuntándome, pero paralizado.
Entonces la atención de ella volvió a concentrarse solo en mí. De nuevo alzó la mano, dispuesta a arrojarme una de sus bolas de energía.
Estuve segura de que ya nada me defendería, y que al recibir el impacto. quedaría inconsciente, porque sería aún más poderoso que un golpe normal.
Después de eso, no sabía ni qué pasaría con Ax.
Otra vez sentí la impotencia por no ser más que una persona común que no podía defenderse de ese gran poder.
Así que apreté los ojos esperando que fuera rápido, que morir fuera como sumirse en oscuridad, sin dolor.
Solo que la energía que condensó en su mano y que sí me arrojó, no dio en ninguna parte de mí.
Abrí los ojos para verlo en el momento justo. Cuando ella la lanzó contra mí, un campo proveniente de otra energía se formó sobre mi cuerpo y se interpuso. Incluso fue visible: delgado, hecho de una luz blanca y transparente, pero fuerte al igual que un manto protector.
Contra eso impactó su bola de energía, no contra mi cara. De hecho, al instante el ataque rebotó y la colisión de ambas fuerzas, la del campo y la de ella, crearon un estallido que empujó a la chica hacia atrás. Ella cayó de sopetón al suelo, aturdida.
Por desgracia, eso no afectó su control sobre Ax, ya que éste aún no podía moverse, pero sí fue suficiente para desorientar a la chica.
Aunque algo más impactante fue lo que se manifestó de manera inexplicable tras esa colisión: una niña.
No lo entendí, pero aún tirada en el piso vi cómo la figura de una niña tomó forma frente a mí. Aunque quizás el mejor modo de describirlo es que fue como si alguien encendiera un proyector dentro de mi mente y que la proyección se reflejara a detalle en la realidad.
Y la reconocí muy rápido a pesar de estar de espaldas a mí:
Era la misma niña que bloqueaba los recuerdos en mi cabeza. La misma versión pequeña de la chica número dos.
Solo que ya no estaba dentro de mi cabeza. Ahora estaba de pie en medio de ambas con su cabello salvaje, sus pies descalzos, los puños apretados y las piernas separadas.
Lista para...
¿Atacar?
¿Defender?
Pero, ¿cómo la estábamos viendo en la realidad? ¿Cómo era posible que hubiera surgido tras la colisión del ataque con ese inesperado manto protector?
La original chica número dos, tirada en el suelo al igual que yo, también había quedado sorprendida. Solo observaba a la... ¿proyección infantil? (¿podía llamarla así?) con el mayor pasmo en su cara.
Tal vez fue ese profundo asombro lo que la privó de reaccionar rápido cuando la niña empezó, sin aviso, a atacarla.
Algo todavía más increíble. La niña proyectada comenzó a lanzarle sucesivas concentraciones de energía a su versión adulta.
Sin tiempo para levantarse, la chica número dos retrocedió sobre sus piernas y a su vez intentó bloquear los ataques con sus brazos que también eran capaces de formar guantes/escudos protectores hechos de energía.
—¡¿Qué estás haciendo?! ¡Detente! —intentó ordenarle a la niña en un tono de control, como si debiera poder pararla.
Solo que la pequeña no se detuvo ante esas palabras. Todo lo contrario, comenzó a avanzar hacia la chica a medida que arrojaba los ataques sin parar, sin piedad.
—¡Basta! —intentó otra vez la versión adulta, desconcertada mientras se esforzaba por no ser golpeada. Aunque se notó que se le empezaba a hacer difícil el evadir.
Pero nada. El rostro infantil estaba serio pero enfadado, con los labios apretados y las cejas fruncidas, igual a todas esas veces que había aparecido para defender el recuerdo bloqueado dentro de mi mente.
Ese mismo enojo la hacía parecer poderosa, tanto que de pronto una de sus concentraciones de energía fue tan rápida que no pudo ser esquivada y le dio directo en el pecho a la chica original.
—¡QUE YA BASTA! —le gritó en un intento más desesperado por detenerla.
Con eso ella trató de devolverle el ataque a pesar de haber sido golpeada, pero la niña lo detuvo con sus pequeños brazos y al instante arrojó un golpe nuevo y más ágil que volvió a impactar en la versión adulta, esa vez en su cara, y la hizo darse de espaldas contra el suelo.
A partir de ahí, la niña la atacó sin misericordia. Aumentó la fuerza y le arrojó un ataque tras otro mientras que también daba un paso adelante tras otro.
Era intimidante y violenta. La energía salía con mucho poder de sus pequeñas manos, que se movían como si arrojara balones. Y tal fiereza ni siquiera dejaba a la otra ponerse en pie o mover los brazos. Solo le daba tan fuerte que hilos de sangre empezaron a salir de su nariz, debido a la potencia con la que la golpeaba.
La chica adulta estaba siendo masacrada. No había otra forma de describir aquello.
No tenía manera de arrojar algún ataque de vuelta o de protegerse porque la velocidad y la agresividad con la que las ondas de la niña la arremetían en el suelo, era aturdidora.
El daño que le estaban haciendo era tan grande que, para mi entero shock, eso tuvo un impacto en la realidad.
La verdad es que en ese punto yo ya no esperaba que algo más sorprendente sucediera. Ese parecía el límite de lo imprevisible.
Pero entonces, al mismo tiempo que una de las ondas de energía golpeó a la chica adulta en la cara como un puñetazo, todo el vestíbulo cambió.
Sucedió de la misma manera que un glitch. La realidad semi oscura del vestíbulo de la mansión alternó entre otro lugar. Fue tan súbito, tan raro, como si la escena de una película se superpusiera por error con la escena de otra película.
Me incorporé con cuidado. Ni siquiera presté atención al dolor en la espalda porque por un momento estuve tan confundida por el hecho de que el vestíbulo aparecía y desaparecía a cada segundo, que solo miré mi alrededor sin reaccionar por completo a las otras imágenes que aparecían entre esos parpadeos.
Hasta que empecé a reconocer las cosas a pesar de los pestañeos:
Primero, mi... ¿habitación?
Estuve entre dudosa y segura de que veía mi habitación. Claro que era confuso porque durante unos segundos aparecía el escenario vibrante y al siguiente otra vez aparecía el vestíbulo oscuro y repleto de hilos en el que realmente estábamos...
Pero, ¿por qué mi habitación? ¿Y cómo era que con cada golpe que se alteraba la realidad?
De pronto, la niña le dio un golpe crítico a la chica. Sus brazos adultos cayeron lánguidos a su lado, sin poder ni resistencia, y todo volvió a parpadear entre mi habitación y el vestíbulo.
Solo que en ese momento la imagen de mi habitación se quedó más presente.
Entonces ni siquiera lo pensé. Solo lo grité, necesitando que permaneciera así:
—¡Detente!
Fue en el momento justo en el que la niña iba a lanzarle un ataque más fuerte a su versión adulta.
Y yo no lo esperé. En verdad no esperaba que mis palabras fueran a servir para algo, pero sí funcionaron, porque la niña no lo hizo.
Su manito quedó en el aire, quieta. Y luego, lentamente, la bajó en reacción a mi orden.
Perpleja, solo la miré por un momento, pero la pequeña se mantuvo inmóvil como si yo hubiera puesto en pausa un robot.
Me fijé otra vez en la chica tendida en el suelo para comprobar cómo estaba: apaleada, temblorosa, con el rostro inclinado hacia un lado, moreteado, sangrante y empezando a hincharse.
Y finalmente me di cuenta de que el parpadeo de los escenarios a nuestro alrededor sucedía al ritmo de su respiración, ahora dificultosa por su mal estado.
—¿Qué es esto? —pregunté, porque ya tenía la certeza de que el glitch en la realidad provenía de ella—. ¿Por qué estoy viendo mi habitación? ¿Es porque te están golpeando?
—No otra vez... —la escuché quejarse con rabia, pero como un ser moribundo.
—¿No otra vez qué...? —Yo estaba demasiado confundida e intrigada. Pero la claridad vino a mí muy rápido: una parte en específico de lo que me había contado Jael en la organización, concordaba con lo que estaba sucediendo—. Un momento. Cuando Jael y mi padre te sometieron a esa droga, lo que mantenías oculto en tu cabeza brotó fuera de ti y ellos pudieron verlo. ¿Está pasando justo ahora? ¿Todo esto está... saliendo de tu mente?
En lugar de obtener una respuesta de ella, de pronto escuché una risa infantil que no sabía de dónde provenía. Devolví la atención hacia el escenario de mi habitación que seguía apareciendo y desapareciendo a nuestro alrededor.
La imagen se volvió más definida y estable hasta que me permitió ver que ahora habían aparecido dos niños jugando junto a la que debía ser mi cama.
Dos niños que reconocí muy bien.
—Somos Ax y yo... —susurré, en extremo confundida.
Ya demasiado consternada, le presté más atención a los detalles:
Aparentemente yo le estaba hablando de cosas divertidas. A él le parecían graciosas, aunque su risa no era muy amplia, era más simple de comisuras apenas extendidas. Muy Ax.
Pero todo era un momento... bonito. No, «bonito» era una palabra muy simple para describirlo.
Porque el ambiente entero de la escena era muy hermoso. La luz del día muy clara, casi dándole un brillo de mundo de fantasía a cada objeto. Eso, hasta los objetos desprendían un suave y lindo fulgor, lo cual creaba una atmósfera... cálida, de hogar, de lugar feliz.
La frase «añoraré este momento para siempre» estaba materializada en ese escenario. Y me sentí inesperadamente conmovida al mirarlo.
Pero, ¿era eso?
—¿Esto es un recuerdo? —pregunté a pesar de no haber obtenido respuesta antes—. ¿Ha estado en tu mente todo el tiempo?
Quise ver a la chica para obtener al menos una mirada de confirmación, pero no podía apartar mis ojos del pequeño Ax y la pequeña Mack. Incluso di algunos pasos hacia adelante, fascinada, como si pudiera ir a tocarlos y así también vivir su divertida y hermosa escena.
Solo que el repentino sonido de otra risa me sacó de la fascinación. Una diferente, más tímida.
Al girar la cabeza vi que en lo que debía ser el otro extremo del vestíbulo, un segundo escenario se había formado. También parpadeaba con cierta inestabilidad y era un tanto opaco y borroso, pero seguía siendo suficientemente claro para entenderlo:
Era la celda de la chica número dos en el laboratorio de mi padre. En el interior de ésta, más específico en el centro, se encontraba ella en una versión pequeña, sentada en posición de indio. Sus pequeñas manos estaban relajadas sobre su regazo, sus ojos cerrados.
Era como si ella estuviera... ¿meditando?
No, porque de repente soltó otra pequeña risa, aún con los ojos cerrados, y descifré mejor lo que estaba pasando: que su escenario estaba conectado con el escenario en el que estábamos Ax y yo.
Ambos momentos, uno frente a otro, eran muy diferentes, claro. El de ella dentro de la celda no brillaba como el nuestro. Ese tenía una atmósfera gris, apagada, solitaria, como se describirían los recuerdos más tristes que una persona guardaba en sus memorias.
Pero ambos tenían relación.
Y me causó un nudo en la garganta comprenderlo.
Yo había conocido a Ax como una proyección, ¿no? Y como la niña siempre fue quien lo proyectó, todo el tiempo ella pudo ver lo que hacíamos. Siempre estuvo mirándonos, pero no solo eso, sino que también se divertía con lo que nosotros experimentábamos juntos.
Su risa infantil pero tímida dentro de esa celda, mientras su mente proyectaba a Ax para mí en mi habitación, me parecía un claro indicativo de que ella siempre disfrutó de que él y yo fuéramos amigos. Tuve esa fuerte certeza.
Certeza que se confirmó porque mi versión infantil le dijo con entusiasmo al pequeño Ax:
—¡Veamos quien hace la pila más alta de almohadas!
Y justo después de eso, dentro de la celda, la niña número dos sonrió aún con los ojos cerrados mientras repetía en un susurro:
—Veamos quien hace la pila más alta de almohadas.
No solo se divertía. También aprendía de lo que yo decía.
Y así fue siempre.
—Lo veías todo... —las palabras solo salieron de mi boca porque mi mente aún estaba conectando hilos—. Estos momentos entre él y yo te distraían, te gustaban tanto como a él y a mí; eran tu escape... —Ahí hice la pregunta más importante—: Pero entonces, si creciste con nosotros, ¿cómo puedes... odiar a Ax?
—¡Él debe morir! —gruñó ella todavía en el suelo.
Me volteé en el instante justo para entender que aun estando derrotada y sin capacidad de levantarse, la chica adulta acababa de lanzarme un ataque, tal vez con la intención de que dejara de ver aquellos escenarios.
Pero su versión infantil proyectada en medio de ambas salió de la pausa, tal cual un guardia decidido a proteger. Sus reflejos fueron más rápidos, detuvo la energía antes de que me golpeara, y al mismo tiempo se la arrojó de vuelta a su versión adulta.
Y de nuevo empezó a atacarla sin parar.
La niña le lanzó más y más golpes de energía producidos por su mente y controlados por sus pequeñas manos. Cada uno impactó en el cuerpo y en el pecho de la chica, apaleándola por todo el suelo para impedirle levantarse o volver a atacar.
Yo iba a detenerla otra vez, porque era obvio que si seguía así la mataría.
Pero me quedé paralizada porque de pronto los recuerdos de la habitación y de la celda entraron en caos. Parpadearon con mayor rapidez, formando una especie de error que hizo que las imágenes alternaran consecutiva y erráticamente entre otros momentos del pasado. Algo parecido a presionar muchas veces el botón de un control remoto para pasar los canales sin parar.
Porque no me quedó ninguna duda de que eran recuerdos que provenían de la chica número dos. La sincronización lo delataba todo: con cada golpe que recibía, los escenarios cambiaban.
«Ella ha guardado todos estos recuerdos desde siempre» comprendí entonces «y al perder fuerza, al estar tan débil por los golpes, pierde control sobre su poder y éste estalla como líquido que ya no puede contener más el vivir en presión».
Traté de entender los momentos que cambiaban con rapidez:
Algunos eran de ella dentro de su celda, pero mirándonos a Ax y a mí a través de su mente.
Otros de ella riendo por lo que nosotros hacíamos.
Sonriendo por vernos jugar.
Disfrutando cómo Ax y yo compartíamos momentos especiales.
Nada se lo perdió. Todo lo había mirado desde el interior de su prisión subterránea, sentada, quieta, con los ojos cerrados.
De pronto apareció un escenario triste: el momento en el que tuvo que borrar a Ax de mi mente.
Reconocí a mi padre agachado frente al cristal de su celda, pidiéndoselo. Pidiéndole que eliminara mis recuerdos o me llevarían lejos.
Ella era una niña, y sus cejas se arquearon con cierta tristeza y debilidad. Se dio vuelta, se acercó a su pequeña cama y cerró los ojos. Y vi que, en aquel momento, mientras entraba en mi mente para borrar a Ax, lloró.
Un par de lágrimas descendieron aún con sus párpados cerrados. Un llanto silencioso, secreto.
—¡Detente, por favor! —reaccioné y le grité a la proyección de la niña. Necesitaba que se mantuviera estable para verlo bien.
Solo que la niña ya había lanzado un fuerte golpe de energía antes de recibir mi orden, y cuando éste le dio en la cara a la chica adulta, los recuerdos a mi alrededor estallaron.
Se sacudieron como si el error se descontrolara. Los colores se rasgaron. Y todo desapareció. Fue otra vez el vestíbulo oscuro por unos segundos...
Hasta que de repente se superpuso un único y nuevo escenario. Se mantuvo con algunos parpadeos parecidos a un fallo de píxeles, pero logré entenderlo:
Era de nuevo el laboratorio de Godric. De nuevo la celda, y dentro de ella la chica número dos en su versión infantil, igual a la que estaba siendo proyectada en la realidad frente a mí.
También se encontraba allí el mismo Godric, parado frente a la celda. Estaba pálido, algo agitado y muy nervioso. Y llevaba una camisa manchada de sangre.
Me fijé de inmediato en eso. Ya la había visto antes. Era la misma camisa que usaba en ese recuerdo bloqueado de mi mente. El recuerdo de la cocina, del: «debes ocultarla aquí».
Lo capté al instante. ¡Se trataba de aquella noche en la que mi padre le había dicho a la niña que la convertiría en la número uno!
Yo había visto gran parte de eso al estar de intrusa en sus recuerdos, pero todo se había cortado luego de que él le había dicho esas palabras.
¡Pero ahora tenía ante mí lo que había pasado luego de eso!
—N-no puedo —dijo la niña en el recuerdo. Sus ojos estaban muy abiertos con perplejidad e inocencia, fijos en mi padre—. No puedo ser la número uno. No es... posible.
—Podría no serlo, pero debemos intentarlo —le dijo Godric como si fuera algo crucial.
La niña permaneció en confusión hasta que dentro de su shock pareció darse cuenta de algo que la puso a la defensiva.
De hecho, dio unos pasos hacia atrás y endureció su expresión.
—Quieres quitarle sus poderes —acusó a Godric, severa—. ¿MANTIS te lo ordenó?
—¡No, esto no se trata de que quiero obtener algo! —defendió mi padre al instante. Alzó esa caja plateada que, en ese momento, había tenido en su mano—. La razón por la que necesito hacerte la número uno tiene que ver con este objeto, pero en especial con la verdad por la que ustedes están aquí. La verdad sobre la existencia de los STRANGE.
El recuerdo se paralizó como si alguien le hubiera puesto pausa.
Yo estaba tan impresionada e impactada que al no poder oír lo que seguía, lo primero que hice fue soltar:
—¡No! ¡¿De qué verdad habla?!
Giré la cabeza hacia la versión adulta de la chica número dos. Vi que se había volteado boca abajo y que aún toda aporreada, sangrando y débil, intentaba arrastrarse por el suelo hacia Ax.
¿Ella le había puesto pausa al recuerdo?
—Él debe morir... —susurraba sin parar, jadeante, como si ese fuera el objetivo principal—. Él debe morir... Él debe morir... Él debe morir...
Y lo contemplé todo desde otra perspectiva.
Su afán por alcanzarlo era tan inquebrantable que daba la impresión de que no se detendría, incluso si eso significara forzar a su apaleado y trémulo cuerpo.
Era... como la determinación ciega y leal de un soldado dispuesto a cumplir la misión de su patria.
«Una misión».
P-pero... ¿era posible?
No creí posible que lograra lastimar a Ax con esa falta de fuerza, pero solo por si acaso corrí hacia donde él estaba. El poder que lo inmovilizaba todavía se mantenía, por lo que solo era un cuerpo vulnerable y tieso.
Me situé frente a él porque era obvio que por alguna razón la niña proyectada estaba protegiéndome. Entonces, si la versión adulta lanzaba algún ataque yo estaría en medio como un escudo y el ataque sería detenido.
La chica adulta se dio cuenta de mi estrategia, y aún boca abajo me miró con los ojos rabiosos. Tenía los dientes y los puños apretados, y la respiración agitada, ansiosa de violencia.
—No vas a decírmelo, ¿cierto? —le pregunté, directa—. Hay una verdad, hay un secreto alrededor del por qué mi padre quería hacerte la número uno, pero preferirías morir antes que decírmelo. Pero ni siquiera entiendo por qué eliges eso sí lo que menos quiero es lastimarte. Lo que menos quiero es que lastimen a alguno de ustedes.
—No puedes evitarlo —dijo entre dientes, sin contexto, pero con una clara nota de enfado—. No puedes.
El mal presentimiento que me produjeron esas palabras, me causó un temor frío.
—Intenta decírmelo, puedes confiar en mí. —Traté de nuevo con una pequeña esperanza de que no estuviéramos en lados contrarios.
Solo que no dijo nada más que las mismas tres palabras, aún intentando de forma patética llegar hasta Ax:
—Él debe morir...
Pero cómo le había dicho antes, haría lo que fuera necesario para evitar que lo lastimaran.
Incluso si eso significaba buscar yo misma la verdad.
Miré a la niña proyectada. No tenía ni la más mínima idea de cómo había salido de mi cabeza o por qué me estaba ayudando, pero ya era claro que obedecía a mis órdenes.
Y en especial: que tenía el mismo poder de la real chica número dos.
Así que tuve una idea.
Probaría usando aquello a mi favor.
—Muéstrame los recuerdos que tienen la verdad sobre los STRANGE —le pedí a la niña en tono de orden.
—¡No! —Reaccionó la versión adulta apenas escuchó mis palabras. Sus ojos incluso se abrieron mucho y sus cejas se arquearon, aterradas. Pasó a mirar a la niña y de nuevo trató de controlarla—: ¡No lo tienes permitido!
¿Entonces era así de grave?
De todas formas, la niña no le hizo caso. Ella solo se giró hacia mí con una lentitud robótica sobre sus pequeños pies descalzos, y me observó como esperando que yo le indicara qué hacer.
Escuché que la chica seguía diciéndole que no lo hiciera. Incluso intentó arrastrarse hacia la proyección que era la niña, pero alcé mi voz por encima de la suya para aclarar la orden:
—Sin lastimarla, saca de su mente todos los recuerdos que contengan la gran verdad que ella ha estado ocultando. Y muéstramelos.
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