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37

La decisión 

El padre de Nolan (Teodorus), Dan, Madelein (la mujer de la organización) y el equipo de agentes de la misma me estaban esperando fuera del hospital.

Había varios vehículos y un camión especial de transporte. El cielo era un remolino de grises muy triste, como si quisiera llorar una despedida. Todos estaban a la expectativa por mi decisión. ¿Me negaría a ir con ellos o aceptaría? ¿Llevaría a Ax? ¿Lo entregaría? ¿O lo protegería? Era el momento decisivo.

La respuesta fue clara cuando llegué en la camioneta de Nolan. Bajé de ella, y de la parte trasera bajaron Vyd y Ax. La chica número dos permaneció en el asiento porque estaba débil y necesitaba ayuda. Ahí estábamos. Listo. Ninguno de los agentes les apuntó o mostró hostilidad, solo se les quedaron mirando. Disimularon, pero era muy obvio que sus aspectos sorprendían a cualquiera.

Avancé yo primero. Me acerqué a Teodorus, a Madeleine y a Dan.

—Iremos con ustedes —les informé, neutral. No estaba feliz ni molesta por mi decisión.

Teodorus asintió con cierto alivio y Dan también, pero yo me fijé más en la cara de Madelein. Estaba quieta y calmada sin expresión alguna más que la de agente profesional, pero pude leer el brillo en sus ojos, que estaban fijos en Ax y Vyd. Pude porque ahora que sabía que su lado también era malo, detectar otras cosas era más fácil, como que los miraba de la misma forma que un competidor ansioso. Un premio, ellos eran un premio.

—No se arrepentirán, Mack—me dijo Teodorus—. Es lo mejor justo ahora.

Les hice un gesto con la mano a Ax y a Vyd para que se acercaran. Ellos avanzaron con seguridad, Ax más adelante que Vyd, cauteloso, con los dedos moviéndose en su mano derecha como listos para hacer algo si lo atacaban. No confiaba. Yo sabía que no confiaba.

Cuando se detuvieron junto a mí, Madelein misma se presentó:

—Con nosotros tendrán toda la protección necesaria. —Su voz en verdad invitó a creer eso—. Nuestra intención es hacerles sentir seguros, esperamos recibir lo mismo a cambio. ¿Tienen alguna duda que quisieran resolver antes de irnos de forma definitiva? Es el momento ideal.

Ax permaneció en silencio, inexpresivo, mirándola. Su cara era verdaderamente intimidante. Vyd, por el contrario...

—¿Es cierto que tendremos un lugar propio para vivir? —preguntó, curioso.

—Sí —asintió Madelein. Tenía las manos juntas por delante.

—Pero no como una celda, ¿no? —preguntó Vyd también, suspicaz.

—No como una celda.

—¿Puedo tener Netflix? —solicitó de forma inesperada para todos.

Dan pestañeó, asombrado. Teodorus solo sonrió cálidamente. Yo ni siquiera me asombré. Por favor, Era Vyd.

—Sí —aceptó Madelein.

—¿Disney +? —solicitó también, el doble de inesperado.

—Sí.

—Todo bien —asintió entonces Vyd, mostrando el pulgar en gesto positivo.

Pautadas las solicitudes de parte de Vyd, Madelein pasó a mirar a Ax. Él seguía indescifrable. Se había puesto unos zapatos y un jean de Nolan. ¿Camisa? Por supuesto que no. Necesitaba sutura en esas heridas de los hombros y tenía nuevos moretones y rasguños por todo el torso y el rostro. Recordar la conversación que habíamos tenido luego de que dijera que quería matar a todos me puso nerviosa.

—¿Alguna exigencia de su parte señor...? —le preguntó ella.

—Ax —completé yo, acostumbrada a evitar que hablara a los demás para que no descubrieran nada sobre él.

—Señor Ax —asintió Madelein.

Él respondió, seco:

—No.

Quedaron las cartas sobre la mesa.

—La chica necesita ayuda —avisé entonces y señalé el auto de Nolan—. Está débil y herida.

—La atenderán de inmediato —contestó la mujer.

Se dio vuelta para hablar con algunos de los agentes que estaban más cerca y darles la orden de atender a la chica. Procedieron más rápido de lo esperado y fueron a buscar a los especialistas. Madelein se quedó hablando un momento con otro agente algo que no escuchamos.

—Entonces no eres Axel, ¿no? —le preguntó Dan a Ax de pronto entre el raro silencio que se extendió entre nosotros.

Ax solo lo miró desde su altura, serio. Luego lo ignoró. Dan puso cara de: ¿y este qué se cree?

—Yo soy Vyd —intervino Vyd para salvar el momento, y no ofreció la mano, pero sonó bastante amigable—. Pero puedes decirme cuñado.

Dan y Teodorus hundieron las cejas, confundidos y extrañados.

—¿Eh? —preguntaron al mismo tiempo.

Medié para salvar el momento.

—¿Y Nolan? —solté la pregunta muy rápido.

—Ya se lo llevaron en un avión especial —se ocupó de contarme Dan, mirando muy raro a Vyd—. Sigue muy estable.

—No quiero que me separen de él en ningún momento —dejé en claro con dureza y con la vista fija en su padre como una advertencia—. Seré su compañera de habitación, ¿de acuerdo?

Teodorus soltó una risa tranquila que no compartí ni me hizo sentir mejor.

—No hay problema —aceptó— aunque tendrás que lidiar con su madre.

Pues yo ya tenía experiencia.

En lo que Madelein volvió a reunirse con nosotros, ya todo estaba listo, así que habló:

—Este es el primer paso para la integración. Mantis no podrá hacer nada en su contra a partir de ahora. Estamos unidos.

Luego de que trasladaron a la chica número dos a una ambulancia y la estabilizaron dentro del mismo, nos fuimos todos a un aeropuerto privado. De allí nos llevaron en un avión. Vyd casi se murió del susto, y como cosa insólita para alguien tan fuerte, le dio nauseas y vómitos. Yo permanecí junto a Ax en todo momento. Él se mantuvo silencioso y serio sin hablarme o siquiera mirarme.

Esta era la decisión. Ya no había vuelta atrás. No había de qué arrepentirse. Estábamos de uno de los lados malos porque era lo correcto.

Cuando llegamos a las instalaciones vi que eran inmensas. Por fuera daban la impresión de ser algo así como parte de El Pentágono, rodeadas por enormes muros protectores y hombres armados en las entradas más importantes. Por dentro no eran tan intimidantes. De hecho, tenía un aire moderno como el de un edificio empresarial con piso reluciente, paredes blancas y cristales.

Mientras todos atravesábamos un enorme vestíbulo tras los tacones resonantes de Madelein, vi a algunas personas vestidas de trajes yendo de un lugar a otro y a algunos agentes custodiando la seguridad. No me sentí presa del todo, ni vigilada. Sí había cierto aire de libertad. Fue más como si estuviese siendo dirigida a la oficina de un banco para hacer un depósito, aunque sospeché que ese lugar tenía accesos a salas de todo tipo, incluso secretas. ¿Tal vez celdas? ¿Cuartos para experimentos?

Madelein se detuvo frente a un par de ascensores.

—Yo los dirigiré en los primeros pasos para la integración —les habló a Vyd y a Ax con un ligero tono de amabilidad—. Primero les guiaré por las instalaciones hasta sus habitaciones temporales. Permanecerán en ellas solo esta noche y mañana serán trasladados a las residencias permanentes. Hoy nos ocuparemos de que una persona les imparta un breve curso introductorio sobre cómo funcionan estas residencias y cómo pueden iniciar su integración. Responderán a todas sus preguntas y organizarán cualquier exigencia. Luego yo misma hablaré con ustedes sobre nuestras condiciones para trabajar en conjunto y en un par de semanas les presentaremos nuestra propuesta de estudios a realizarles para que ustedes firmen en aprobación o rechazo si así lo quieren.

Pues dicho así sonaba hasta hermoso...

Pero de seguro no lo sería. Tal vez solo unas semanas o si tenían suerte, meses. Luego sacarían su verdadera cara. Aunque ya Vyd y Ax sabían que podrían hacerles estudios y evaluaciones médicas o científicas. Yo se los había dicho.

—Bueno, ahora vengan conmigo —indicó y se acercó al ascensor de la izquierda, dejando en claro que nos tendríamos que separar en ese punto.

Ax me miró un momento. No nos dijimos nada. Estábamos conscientes de que había que tomar caminos distintos. Así debía ser.

Ellos entraron en el ascensor con Madelein y desaparecieron al cerrarse las puertas de metal. En cuanto al padre de Nolan, Dan y yo, entramos en el de la derecha. Dan como que percibió mi aflicción porque me puso una mano en el hombro en apoyo.

—Todo saldrá bien —intentó animarme.

Yo no estaba segura. La chica número dos lo había dicho, ¿no? Nada saldría bien.

Cuando el ascensor se abrió pasamos a una sala muy grande que parecía la sala de espera de una clínica con recepcionista y todo. La mujer con un sello en el uniforme le habló directamente al padre de Nolan.

—Su hijo despertó hace unos minutos y está un poco alterado —informó—. Pregunta por alguien llamada Mack.

—Debo entrar a verlo —dije de inmediato.

—Vamos —asintió Teodorus.

Dan se quedó esperando en la sala. Yo fui con Teodorus. Entramos en una de las varias habitaciones médicas que había en ese piso, ni idea de por qué. Nolan estaba sobre una camilla, y a pesar de que el lugar tenía todas las comodidades médicas posibles, estaba algo asustado, lo supe con solo ver sus cejas arqueadas y sus ojos que miraban hacia todas partes.

En lo que me vio, los abrió mucho. No se movió bruscamente solo porque los vendajes en su cuello eran gruesos e incómodos. Lo bueno era que seguía manteniendo su atractivo y que su cabello, a pesar de verse despeinado, se veía fantástico.

—¡Mack! ¡¿En dónde estamos?! ¡¿Qué fue lo que pasó?! ¡¿Ganamos?! ¡¿Y Ax?! ¡¿Y el raro de Vyd?! —soltó con pánico.

Seguido a eso entró su padre. En cuanto Nolan lo vio sus ojos se abrieron todavía más.

—¿Papá? ¿Qué haces...? —pronunció, perplejo—. Ay Dios, ¿me morí o qué?

—No, Nolan, estás vivo y a salvo en otro país —le aclaró su padre con una risa suave—. Y tengo muchas cosas que contarte.

Su padre le contó todo sobre por qué se había ido, sobre la organización, sobre las cámaras en el pueblo, sobre Mantis y sobre sus capacidades inducidas por Godric en su cuerpo para protegerme. Fue bueno que le aclarara que no lo había abandonado solo por otro hombre, y fue interesante que le dijera que quería ayudarlo a suprimir esas habilidades que solo explotaban si yo me encontraba en peligro, ya que él no tenía que vivir solo por mí. En pocas palabras: que su vida ahí sería diferente, pero no mala.

A pesar de eso, lo único que Nolan le dijo cuando terminó fue:

—¡¿Trabajas con toda una organización y decidiste aparecer ahorita?! —Su cara era atónita—. ¡Estuvimos en peligro muchas veces! ¡Casi morimos!

—En realidad supe todo por la descarga de energía de Ax —explicó Teodorus también.

—No lo sé, pero nos habría venido muy bien tu ayuda antes —resopló Nolan, aunque no muy molesto.

—La tienes por completo ahora, hijo —aceptó el hombre—. Lo siento.

—Está bien, solo necesito estar a solas con Mack para procesarlo todo —suspiró Nolan.

Su padre aceptó esa solicitud y con un asentimiento nos dejó a solas. Yo estaba sentada en el borde de su camilla.

—¿Por qué aceptaste esto? —me soltó Nolan apenas se cerró la puerta, indignado—. ¡Sé que es mi padre pero las películas, Mack, te dije que pensaras en lo que pasa en las películas!

Yo miré la habitación por un momento, sin darle respuesta. Paredes blancas, una ventanilla de ventilación, dos mesitas, un estante. ¿Habría cámaras? ¿Micrófonos?

—¡Contéstame! —insistió Nolan sin paciencia.

De acuerdo, ¿por qué lo había aceptado?

Esa respuesta se la dio alguien más:

—Este es el plan —le habló mentalmente la chica número dos.

Y se escuchó en mi cabeza y en la de Nolan al mismo tiempo como un intercomunicador compartido.

Sí, ese era el plan. Nuestro plan. Contra la organización. Contra Mantis. Y contra todos los que quisieran atraparlos de nuevo.

Porque ellos ya no eran las marionetas.

Eran los titiriteros. 

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