
35
Aún hay otra opción
O eso parece
La sangre de Nolan estaba seca en la tela de mi jean.
Solo dejé de mirarla cuando Dan llegó al solitario pasillo del hospital en el que ya no sabía cuánto tiempo llevábamos esperando. Traía un pequeño vaso de café en una mano y se veía como un policía que recientemente se había enfrentado a algo tan horrible como difícil: cansado, preocupado y con el uniforme lleno de grandes manchas de sangre.
Se sentó a mi lado con un suspiro.
—Tómalo para que agarres fuerza —me dijo, ofreciéndome el vasito humeante—. Una enfermera me dijo que la cirugía se ha extendido, y... tenemos que hablar de algo.
Acepté el café, aunque no bebí nada. Nolan había entrado en cirugía tres horas atrás y además de la preocupación y el miedo por cómo podía salir eso, estaba procesando mi nueva realidad como una persona normal: mi madre estaba muerta, Ax se había ido, Nolan dependía de un doctor y yo era huérfana. Mis manos no paraban de temblar, sentía que tenía que esforzarme por respirar y quería llorar mucho. Llorar como una chiquilla. Llorar hasta que todo cambiara y me despertara en mi habitación un día cualquiera.
—Mi madre... —susurré en un aliento, impactada por el hecho de que en verdad ya no estaba.
—No creo que podamos recuperar el cuerpo —me susurró Dan con cierto pesar—. No pude ni siquiera reportar su muerte. Habrían hecho muchas preguntas.
Tenía razón. Ya nada era normal. Pensar en un funeral o en algo de ese tipo era estúpido. Me dolía mucho el hecho de no haberme despedido, pero seguía sin tratarse solo de mí. Aún había peligro. Aún existía la organización. Yo aún era la hija de Godric y aún sabían que yo lo sabía todo.
No podía solo quedarme en esa silla temblando.
—¿Qué se supone que debemos hacer ahora? —pregunté entonces—. Salimos del caos del patio, pero no creo que estemos a salvo. ¿Y si la organización se aparece aquí a matarnos? ¿Cómo protegeremos a Nolan? ¿Puedes...?
Dan me interrumpió con una señal de que me tomara un momento para respirar:
—Siguen en riesgo, sí, por esa razón es momento de pensar con más cuidado.
Asentí.
—¿Tienes una idea?
Él dudó un momento, como si lo que iba a decir fuera un poco difícil.
—Cuando los dejé a todos en casa de Campbell fui a la comisaría e intenté buscar opciones para escapar —me contó.
Lo miré con súplica.
—Dime por favor que diste con alguna.
—No fue necesario —reveló— la opción llegó a mí en una llamada horas antes de encontrarme con ustedes.
Me observó un momento como si esperara que yo captara algo. Mi cerebro estaba demasiado revuelto como para eso, así que solo puse cara de que no tenía ni idea de qué hablaba.
—Mira por la ventana —me sugirió.
Mi atención se fue de inmediato hacia la ventana del pasillo que estaba más cerca de nosotros. Me puse en pie y, confiando en él, me acerqué a ella. Desde el piso cuatro del hospital vi que había toda una caravana de vehículos y camionetas negras aparcadas afuera. Junto a ellos había hombres armados. No tenían uniforme ni nada que los identificara, pero las armas y el hecho de no saber si eran policías o algo peor, me asustó.
—¿Qué...? —intenté preguntarle a Dan, pero no completé la oración porque al girarme hacia él vi que en el pasillo acababa de aparecer alguien que conocía muy bien:
El padre de Nolan, Teodorus Cox.
Tuve que mirarlo de arriba abajo porque no pude creerlo. Estaba tal y como lo recordaba a excepción de que ahora usaba el lacio cabello marrón hasta por debajo de la nuca, pero de resto era el mismo: las gafas delgadas, la postura segura y elegante, la nariz aguileña y el estilo de profesor que no superaba su época hippie. Nada parecido ni a Dan ni a Nolan. Además, no había venido solo. A su lado estaba una mujer muy alta y rubia que vestía un traje azul oscuro. Sus manos cruzadas por delante y su postura muy recta me inspiraron profesionalismo.
—¿Qué hace...? —intenté preguntar, pero desvié la vista hacia la mujer—. ¿Quién es...? —Y sentí que todo era aún más confuso y que en realidad la pregunta era—: ¿Qué está sucediendo?
Miré a Dan en busca de respuestas y en lo que me di cuenta de que no estaba sorprendido me quedó más que claro que él sabía que su padre aparecería.
—Mack, la llamada de era de mi padre —me confesó.
Mi shock me impulsó a soltar rápidamente:
—No me dijiste nada.
Dan puso cara de desconcierto.
—¿Había un momento para decirlo entre los disparos? —señaló con lógica, pero luego le dio importancia a la información—: El punto es que me dijo que llegaría en unas horas, me pidió ayudar a Nolan, me contó que él lo sabe todo y que tiene toda la intención de ayudar.
Un momento.
¿Qué era "todo"?
¿Y cómo iba a ayudar?
Sí, en definitiva la pregunta era: ¿qué demonios estaba sucediendo?
—No entiendo —fue lo que dije, alternando la vista entre los presentes.
Teodorus hizo un gesto de "un paso a la vez". Siempre me había sorprendido su elegancia, lo tranquilo y despreocupado que podía parecer. Mi idea de él era la de un hombre culto, que cuando reía inspiraba a reír, que tenía vestigios de haber sido muy guapo. Ahora no sabía qué pensar.
—Hay mucho que explicar, lo sé —asintió él—. Primero debo presentarte a Madelein Greer. —Señaló con la mano a la mujer a su lado—. Ella pertenece a una agencia privada de la ONU que se encarga de rastrear peligros y amenazas potenciales contra la preservación humana. Hemos estado trabajando juntos por varios años y...
Solté una risa sin nada de diversión que lo interrumpió. Una risa absurda, más bien de desconcierto.
—¿ONU? —repetí como si no tuviese lógica—. No, usted se fue a Australia para dar clases de química con su pareja.
Al menos, eso era lo que le había dicho a Nolan. Por lo que Nolan habían sufrido, ya que lo había dejado solo con la loca homófobica de su madre. ¿Era una mentira?
Lo confirmó.
—Bueno, no fue lo que realmente hice —admitió el hombre—. Me fui porque sabía que todo esto iba a pasar y necesitaba encontrar maneras de ayudar a mis hijos y ahora, por suerte, también a ti.
Mi cara pudo haberse caído del desconcierto y el asombro. No supe ni qué decir. Los latidos de mi corazón golpearon con fuerza mi pecho por la expectativa y un poco de nervios. ¿Esto era bueno? ¿Era malo? ¿Debía correr? ¿Debía quedarme?
Ante mi silencio de shock, él añadió:
—Los hombres que allanaron tu casa esta noche trabajan para una organización llamada Mantis. ¿Sabías eso?
No. Otra vez me estaba preguntando, ¿qué era lo que no sabía?, ¿qué había que descubrir todavía?, ¿por qué esto de las revelaciones no acababa? Que la organización se llamara Mantis era lo de menos.
—Sabía de la organización, no su nombre —admití con un mal sabor de boca.
—Bueno, Madelein es la directora de una agencia que lleva veinte años tras la pista de Mantis —explicó Teodorus—. Saben que es peligrosa y por esa razón han querido presentarla como una amenaza ante el resto de los países.
En ese momento apelé al silencio para no decir nada que no debiera. Ante mi falta de palabra, Madelein intervino por primera vez:
—Dime algo, Mack. —Su voz era muy seria pero suave al mismo tiempo, nada sospechosa, nada peligrosa—. ¿Recuerdas si alguna vez, hace cinco años, Nolan se metió en problemas para defenderte?
Primero pensé que no porque me sentí a la defensiva, pero luego hice memoria, impactada. Estábamos en la secundaria y una vez, en una fiesta, Nolan golpeó a un chico que trataba de encerrarme en un armario con él. Nunca lo vi como un comportamiento inusual, es decir, sí me sorprendió que Nolan fuera capaz de dar un golpe tan fuerte, pero lo atribuí a un gesto de amigo defendiendo a su mejor amiga. Nada más. El punto era que sí había sucedido.
—Sí, en una fiesta —me limité a decir.
—Pues fue de esa forma fue que dimos con Teodorus —reveló ella—. Nolan liberó energía sobrehumana sin saberlo esa noche y nuestros sistemas de detección instalados para tratar de ubicar a Mantis, lo registraron.
Traté de no demostrar lo atónita que me dejó esa información. Cinco años sabiendo que Nolan tenía habilidades... Wow.
Teodorus complementó la información:
—Madelein vino a mí después de eso. Me pidió una muestra de las células modificadas de Nolan para mostrarlas en juicio como prueba sólida. Antes, por supuesto, me explicó sobre Mantis, sobre quién era en realidad Godric Cavalier, sus trabajos separados de la organización y sobre todo lo que había hecho con Nolan sin dar registro a la organización.
Él me miró tras la mención de mi padre con cierto pesar. Lo único que pude hacer fue mirar al suelo, pasmada por toda la información y cómo parecía encajar. No me sentía orgullosa de lo que había hecho Godric dentro y fuera de esa organización. Me avergonzaba, me dolía, me hacía sentir confundida porque no sabía cómo aplastar con brusquedad todo el amor que había sentido hacia él.
Como no dije nada, siguió explicando:
—Tras eso, la agencia y yo hicimos un acuerdo. Les entregaría la muestra si me permitían trabajar con ellos y si mis hijos permanecían a salvo en casa. Lo que he estado haciendo desde entonces es demostrarle a la agencia que Nolan puede convivir sin ser un peligro, y alterno a eso he estado buscando alguna forma de dormir indefinidamente las alteraciones que Godric le hizo. Lo primero lo he logrado, pero lo último...
Dejó lo demás inconcluso como si le avergonzara y preocupara mucho el hecho de que la respuesta era un fracasado "no".
—Dicho esto, estamos aquí por dos razones, Mack —dijo Madelein—. Una de ellas es STRANGE.
Me puse fría nada más al escuchar STRANGE. Pensé de inmediato en que no tenía ni idea de a dónde habrían ido Ax, Vyd y la chica. Sabía que podían defenderse, pero no saber si habían vuelto a emboscarlos era preocupante. Aunque de algo estaba segura: separados o no separados, había que protegerlos.
Me puse en modo defensa. No pensaba decirles absolutamente nada.
—No tengo nada que decir sobre eso —dejé en claro con firmeza.
Y quise irme. Quise darles la espalda en un "no pienso tener nada que ver con Strange nunca más en mi vida" y esperar las noticias sobre Nolan en otro pasillo sin tener que hablar con nadie. Estaba enojada conmigo misma, enojada con el doctor que tardaba tanto, enojada con Mantis, enojada con todo.
Pero Madelein soltó algo que detuvo todos mis pensamientos sobre huir:
—Sabemos todo sobre ellos desde hace veinte años.
Miré a Teodorus y la miré a ella con cautela. Por unos segundos intenté encontrar algo que me inspirara desconfianza, que me inspirara peligro, que me gritara: ¡aléjate de ellos! Pero su imagen, su postura, su presencia, era muy tranquila, muy controlada, muy segura de lo que decían y lo que dirían, como la gente capaz de proteger a otra gente.
—¿Qué es todo? —fue lo que pregunté.
—Fuimos informados en el instante en el que se detectó la vida inusual en las cuevas —contestó Madelein— pero Mantis llegó antes, lanzaron una emboscada y tomaron como suyo algo que ni siquiera sabíamos de dónde provenía o por qué estaba ahí. El hecho de que ellos los controlen siempre ha supuesto un peligro mundial.
Ahora que lo pensaba, ¿para qué usaban exactamente Mantis a STRANGE? Hice esa pregunta y me la respondió Teodorus:
—Alquilan a los individuos a quien pueda pagar por sus servicios. Normalmente son usados en territorios sin ley para homicidios importantes, tráfico, cualquier cosa que le sea necesaria al terrorismo o a organizaciones más específicas.
Un escalofrío me vulneró por un instante. ¿Habían usado a Ax alguna vez para algo de ese tipo de cosas? ¿A Vyd? Tal vez por eso una vez, Ax había apuntado a que era una marioneta. Siempre había sido controlado.
Dios, cada cosa que descubría sobre la vida que habían tenido encerrados por esa organización era aún más triste, pero tuve que estar firme.
Teodorus siguió soltando información:
—Nunca habíamos podido demostrar el peligro que es Mantis porque han tenido protegido a STRANGE con los métodos más cuidadosos. O eso creímos hasta que los censores instalados en el pueblo para detectar si Nolan libera energía sobrehumana nos alertaron que dos de los individuos de STRANGE están sueltos, fuera del poder de Mantis y que Nolan y tú tienen una alta relación con ellos.
Sabiendo que iban a llegar a mencionar eso, no tuve que mentir para darle una respuesta:
—Pues ya no están con nosotros —dije sin derecho a objeción—. No sabemos a dónde fueron, y si su intención es capturarlos o algo así tendrán que ocuparse por sí solos.
Madelein negó con la cabeza. Parecía una mujer muy serena, de esas que siempre podían manejar todo, de esas de las que tal vez Nolan desconfiaría y que sin dudas compararía con Alma Coin de Los Juegos del Hambre.
—Tenemos otros planes en realidad —aseguró ella con una voz convincente— y ninguno tiene que ver con perseguir o atrapar.
El padre de Nolan asintió de acuerdo con eso. Odiaba el hecho de conocerlo y de recordar que Nolan siempre había hablado tan bien de él. ¿Cómo se sentiría en ese momento de verlo? ¿Feliz? ¿Asustado? ¿Desconfiado? Demonios, lo necesitaba tanto.
—Nuestra intención es quitarle a Mantis todos los medios con los que son capaces de crear guerras, pandemias, genocidios y extinción —aseguró también él—. Eso incluye a los individuos de STRANGE, pero no para apresarlos o asesinarlos. Su naturaleza está fuera de la realidad humana. Ellos son, según nuestros especialistas, una raza que no podemos explicar y que por ende no podemos atacar, porque en ese caso sucederían dos cosas: nos destruirían o se desataría un caos con resultados... inimaginables.
Pues sí, ya sabía que Ax era capaz de crear un caos, que era capaz de controlar a los otros once de STRANGE, que era capaz de asesinar de formas espantosas. Ax era un monstruo, pero yo, y ahí lo admití, amaba a ese monstruo, y nadie más que yo lo entendería jamás.
—Esta agencia no existe para poner en peligro a la humanidad —concordó Madelein—. Nunca lo hemos querido, así que hemos optado por la tercera opción: integración.
—¿A qué se refieren con "integración"? —pregunté de golpe—. Porque sí, parecen muy peligrosos, pero ellos salvaron nuestras vidas. Ellos son más de lo que cualquiera podría creer.
Dan asintió, interviniendo por primera vez en la conversación. Tenía los brazos cruzados por debajo de las axilas y las piernas separadas. Por no haber dicho nada antes para yo prepararme mentalmente, quise darle un golpe.
—Lo vi, es cierto —opinó.
—También lo sé —aceptó Teodorus, nada sorprendido—. Es lo que intenté demostrarle a la agencia. Individuos como Nolan, a pesar de que tienen habilidades letales, son capaces de no usarlas, a menos, claro, que se vean en peligro o que se les obligue a recurrir a ellas. Nuestro objetivo es evitar es que sientan que necesitan defenderse de nosotros y mostrarles que hay una salida de Mantis.
Madelein metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta de su impecable traje. Tan paranoica estaba yo que por un instante pensé que sacaría un arma y nos amenazaría para que le dijéramos en dónde estaban Ax y Vyd, pero lo que sacó fue su teléfono celular. Encendió la pantalla, accedió a algo y luego me lo ofreció para que mirara.
—Estas áreas existen desde hace varios años—explicó Madelein lo que quería enseñarme—. Están ubicadas en lo que era un pueblo deshabitado que rescatamos y reformamos. En ella viven muchas de las personas que hemos rescatado de distintas organizaciones que experimentan con humanos. Funciona parecido a un programa de protección a testigos. No está cerca de alguna comunidad para no poner en riesgo a nadie, pero no es una cárcel. Queremos que los individuos que están sueltos se alojen allí mientras seguimos recolectando pruebas contra Mantis y mientras que poco a poco les enseñamos las bases del comportamiento humano.
Con cierta duda tomé el celular. Empecé a ver las fotografías de un lugar bastante impresionante. Por un lado me recordó a uno de esos resorts a los que se va de vacaciones con habitaciones individuales pulcras, espacios recreativos y mucha luz natural; por otro lado parecía ser parte de un pueblo porque aparecían las calles y las líneas de las montañas a lo lejos. Ciertamente no había barras ni límites ni nada que inspirara encarcelamiento. Lucía muy cómodo y agradable.
Claro que mis sentidos estaban alertas y la desconfianza era mi principal motor.
—¿A cambio de qué? —quise saber sin darle vueltas—. Porque siempre hay una condición, ¿no? Ustedes no van a darles un hogar, ropa y comida solo por caridad.
Madelein no se inmutó por el hecho de que lo soltara tan directo y con exigencia.
—La condición es que no nos ataquen —contestó ella— porque no somos enemigos.
—¿Y cómo podemos estar seguros de eso? —rebatí al instante—. Estas agencias, organizaciones, todo tipo de grupos que sirven o no al gobierno solo van por sus propios intereses.
Teodorus dio un paso adelante. Quiso transmitirme seguridad y confianza de una forma genuina, lo capté.
—Te doy mi palabra —me aseguró.
Lo miré fijamente a los ojos, seria y dura. No quería que me tomaran por una niña por muy confundida y desconcertada que estuviese.
—Mi propio padre me hizo creer que era alguien diferente a base de mentiras —dije para todos, pero con la vista solo en él—. Ya no creo en ninguna palabra, señor Cox.
Él asintió para darle la razón a mi punto.
—Entonces tendrás que mirarlo por ti misma —propuso, y añadió lo siguiente con una preocupación y un tono más de padre—: Mantis es capaz de acabar con todo lo que ponga en riesgo su trabajo. Ustedes están en su mira, pero más que nada lo está Nolan, así que con STRANGE o sin STRANGE de nuestro lado la otra razón por la que estoy aquí es porque mañana sacaré a Nolan y a Dan del país, del rango de vigilancia de la organización, y los pondré a salvo. No permitiré que los maten y mucho menos que se los lleven.
Iba a protestar por esa decisión de llevarse a Nolan cuando Dan agregó solo hacia mí:
—Queremos que tú también vengas con nosotros. —Sonó sincero y como una invitación a estar a salvo—. Porque en cuanto se enteren de todo esto, y se enterarán porque estoy seguro de que al menos una persona en la residencia tuvo que haber oído los disparos por muy alejadas que estén las casas, enviarán a la policía y a servicios a buscarte.
La piel se me erizó de miedo. No podía ir a servicios, ahora más que nunca debía estar con Nolan. El riesgo de que le hicieran algo era igual de grande que la probabilidad de que atraparan a Ax, Vyd y la chica, porque Nolan también tenía habilidades y de seguro Mantis lo querría meter bajo su poder. Esto había cambiado el nivel de peligro, lo tenía muy en claro, y fue precisamente lo que me hizo dudar de contradecir la decisión de su padre.
—De venir con nosotros estarás bajo mi custodia hasta que cumplas la mayoría de edad —se aseguró en aclararme Teodorus entonces.
No tuve respuesta inmediata para eso y aunque la hubiese tenido no pude decirla porque en ese instante el cirujano encargado salió por la puerta del pasillo de operaciones. Se bajó el cubrebocas y se acercó a nosotros.
Mi corazón latió desesperado y asustado.
—¿La familia de Nolan Cox? —preguntó a los presentes.
Iba a responder, pero Teodorus tomó el lugar que le pertenecía.
—Soy su padre —se presentó.
El doctor estrechó su mano y le dio la información:
—Fue sorprendente —admitió el doctor, visiblemente asombrado—. Perdió mucha sangre, pero no hubo ninguna arteria afectada. Pudimos suturar y resistió bien las transfusiones. Está en proceso de estabilización.
Oh Dios mío, mi Nolan estaba vivo.
—Tendrá algunas dificultades para hablar cuando despierte —continuó el doctor—. De hecho, sospechamos que puede tener muchas dificultades para algunas cosas, sin embargo, eso hay que monitotearlo apenas despierte.
Una brisa de alivio me hizo suspirar. Despertaría. Nolan despertaría. Aún así no me sentí del todo segura. No sentí que todo estuviera logrado. Aún faltaba oírlo, saber a qué se enfrentaría su salud.
Teodorus le dio las gracias al doctor y le mencionó sin derecho a réplica que lo siguiente que harían sería trasladarlo a otro país. Me sentí bruscamente frustrada. Quería decir algo, pero sabía que Nolan no podía decidir nada en ese momento y yo no podía decidir tampoco porque no estaba por encima de su padre legal quien era la primera persona a la que le obedecerían los doctores. Además, protegerlo era lo primordial, solo que... ¿ésta era la mejor decisión?
Tomé a Dan del brazo mientras el doctor y Teodorus hablaban y lo aparté en el pasillo.
—¿Estás de acuerdo con esto? —le pregunté en voz baja— ignorando el hecho de que tuviste que haberme dicho todo apenas nos encontramos.
—Lo siento, pero la protección es la mejor opción para Nolan —asintió él en el mismo tono—. Y entre que te lleve servicios sociales quién sabe a dónde, pienso que irte con nosotros también es la mejor opción para ti.
—¡Pero no podemos confiar en nadie! —le recordé con la mandíbula apretada—. Tú no lo sabes porque no estuviste todo este tiempo con nosotros...
Me interrumpió con obviedad:
—¡Porque no me lo contaron! —Miró hacia los lados para mantener la confidencialidad—. Yo los habría ayudado desde el principio.
Apreté los labios para no decir nada más. Ya, ya no era necesario pensar en lo que pudo haber sido por más que me molestara. Solo importaba Nolan, y no saber qué hacer o decir para asegurar su vida era lo que me tenía inquieta.
Dan notó mi aflicción y mi estrés y usó una voz suave pero madura para hablarme:
—Sé que pasar meses escondiendo a Ax en tu casa, enterarte de que tu padre formaba parte de esa organización y enfrentarte a peligro de muerte, despertó una alarma en ti, es así como funciona. —Puso una mano en mi hombro y buscó mi mirada como para transmitirme apoyo con la suya—: Pero tienes que activar también la alarma de la inteligencia. En este momento esta agencia es menos peligrosa que Mantis. Salir de su radar no solo nos ayudará a nosotros, ayudará a Nolan, porque, ¿qué otra opción tenemos? ¿Quedarnos aquí hasta que envíen de nuevo su tanda de hombres armados? ¿Y con qué nos defenderemos?
Recordé el: "normales pero no inútiles" dicho en el patio de mi casa antes de ayudar a Ax, y no sentí que sirviera en esa situación. Si Mantis enviaba hombres yo no podría defenderme. Nolan tampoco.
Esta vez dependía solo de mí.
Y estaba muy asustada por eso.
—¿Y si tienen otra intención? —pregunté en apenas un susurro, mirando hacia el suelo.
La mano de Dan que estaba en mi hombro pasó a mi mejilla y me obligó a alzar la cara. Por un instante deseé ese gesto pero Ax.
—Pues agarraremos a Nolan y escaparemos —aseguró, y no sé si fue porque era un oficial y su deber era transmitir seguridad o porque lo decía de verdad, pero tuve la impresión de que estaba dispuesto a todo.
No dije nada porque Teodorus y Madelein se acercaron a nuestro círculo confidencial de repente. Crucé los brazos y alcé el rostro. Tenía la intensa sensación de que debía mostrarme muy segura ante ellos.
—Debo ir a hablar con tu madre —le avisó Teodorus a Dan—. Es insoportable pero no queremos que la maten, así que vendrá con nosotros también. Volveré en la mañana con todo listo para el traslado. El hospital está rodeado por nuestra seguridad.
Dan asintió. Madelein entonces me miró fijamente, demostrando que todavía había algo de lo que hablar.
—Necesitamos dos cosas de ti, Mack —me dijo, directa—. La primera, que nos permitas entrar a tu casa para recolectar la mayor información posible sobre Mantis del laboratorio de tu padre. Al ser la única representante de la propiedad justo ahora requerimos tu aprobación.
Ah, vaya. Ni siquiera me sorprendió.
—Si decides darnos la aprobación para entrar en tu casa te sugiero que, si así lo quieres, pases a buscar cualquier cosa que quieras mantener contigo —agregó Teodorus—. Tendrás disponible a un chofer abajo.
—¿Y la segunda cosa? —les invité a no guardarse nada.
—Que les des el mensaje —pidió Madelein, obviamente refiriéndose a Ax y a Vyd—. Les ofrecemos el asilo y la protección en nuestras instalaciones. No serán perseguidos, apresados o sometidos a cualquier situación en contra de su voluntad. De aceptar, podrán irse con nosotros mañana.
Con el pasillo vacío porque el doctor se había ido, dio vuelta junto a Teodorus para irse. Dieron solo unos pasos antes de que yo les soltara una pregunta muy importante:
—¿Qué los hace diferente a Mantis?
Se detuvieron. Teodorus miró a Madelein, cediéndole la respuesta a eso.
—Que les damos la opción a elegir —contestó, muy tranquila—. Ellos pueden escoger dejar a Mantis o luchar contra ella hasta que uno de los dos lados termine destruido. En ambos casos nosotros seguiremos tratando de proteger a la humanidad ante cualquiera que sea el peligro.
***
El padre de Nolan y Madelein me dejaron pensando por horas.
Eran las doce de la noche. Hacía frío, pero no tenía las ganas de buscar nada para cubrirme. Estaba sentada en las sillas del deprimente pasillo porque estaba negada a despegarme de Nolan aunque fuese por un microsegundo. Dan había ido a chequear la seguridad.
No dejaba de darle vuelta a todas mis decisiones anteriores, a los recuerdos que habían vuelto, a cada cosa que mi padre había causado. ¿Qué decisión tomar? Entre todo, solo estaba segura de dos cosas: no volvería a poner a Nolan en peligro y no volvería, jamás, a pensar en Godric Cavalier como la persona que me dio la vida, sino como quien me la había arruinado.
Sus consecuencias ahora estaban sobre mí. Yo tendría que lidiar con ellas. Yo tendría que escoger entre ir con la agencia o no. Todo dependía de mí, incluso la vida de Nolan en el futuro, y solo tenía muchas ganas de preguntarle a él que quería, qué creía que era mejor, pero estaba sola en esto. Sola y confundida. Sola y nerviosa. Sola y preocupada.
Un repentino carraspeo me sacó de mi caos mental. Me puse en pie en un acto reflejo, pensando que debía defenderme de algo, pero lo que vi fue nada más ni nada menos que a Vyd al inicio del pasillo.
—¡¿Qué haces aquí?! —solté al instante, mirando hacia todas partes, temerosa de que hubiese alguien cerca que lo viera—. ¡Les dije que se fueran lejos!
Él dio unos pasos hacia mí, nada apurados, nada preocupados por si alguna persona lo veía. Me fijé en tenía la capucha de su gabardina puesta, lo cual ensombrecía su rostro y ocultaba sus ojos, y que en una mano sostenía una gorra de color negro.
—Lo siento, Mack, no podía irme sin comprobar que ustedes estén bien —contestó. Su voz se oyó desanimada, apagada.
De acuerdo, no podía discutir con él si sonaba así de deprimido.
—Nosotros estamos bien —le respondí sin más remedio—. ¿Y Ax? ¿Y la chica?
—Están a una distancia segura de aquí —me aseguró.
Tragué saliva para contener lo mucho que me dolía no tener a Ax cerca.
—Bien, ¿cómo entraste? —le pregunté también—. Hay policías o qué sé yo qué son rodeando el hospital.
Él emitió un resoplido, de nuevo muy desanimado.
—Tu casa estaba más protegida que este hospital.
Me alegra a que estuvieran bien, pero el hospital era peligroso.
—Vyd, tienes que irte... —intenté convencerle, pero él ignoró mis palabras y alzó la gorra que tenía en la mano.
—Traje un regalo a Nolan —me mostró.
Algo dentro de mí se rompió de ternura y tristeza.
—Ah.
Él miró la gorra.
—Es que he visto que cuando alguien está en el hospital le llevan regalos y esto era lo que vendían en la tienda de regalos —trató de explicar, aunque tras esa última palabra tuvo que corregirse—: bueno, en realidad me lo robé porque obviamente no tengo dinero, pero... —su voz disminuyó y luego resopló con agobio, examinando la gorra—. Es horrible, ¿verdad?
Suspiré y me acerqué a él. Extendí la mano para tomar el regalo. Sí era horrible. Hermosamente horrible.
—No le gusta aplastar su cabello con gorras porque dice que pierde su forma natural —le confesé, y me esforcé por sonreír en algo—, pero no es fea, así que se la guardaré.
Vyd tardó un momento en hacer la pregunta, y cuando la hizo fue muy baja, como débil:
—¿Él está bien?
La verdad era que yo no había querido entrar a la habitación de Nolan porque no quería explotar en llanto al verlo herido. Me pareció justo entonces que quien lo viera primero fuera su más grande admirador, quien posiblemente estaba igual de dolido que yo por el hecho de que estuviera inconsciente en un hospital y no dando tumbos y diciendo tonterías.
—Supongo que puedes verlo tú mismo —le sugerí, y le señalé la puerta.
Vyd observó hacia la habitación con las cejas algo arqueadas. Pareció tener miedo de entrar al igual que yo, pero luego asintió y avanzó. Lo seguí y me detuve en el marco de la puerta con los brazos cruzados y el hombro apoyado allí.
El pitido de los latidos del corazón resonaba en el cuarto, calmado y normal. Estaba medio oscuro, y por la ventana con la cortina descorrida entraba la luz de los faroles de afuera. Nolan yacía dormido y conectado a varias máquinas. Su cabello despeinado, sus brazos a cada lado de su cuerpo. Estaba vendado alrededor del cuello, vulnerable, en silencio, sin ser él. Vyd se puso las manos sobre la boca al verlo así, cosa irónica porque tenía un cubrebocas, pero pareció muy sorprendido.
—Se ve asombroso incluso al haber estado al borde de la muerte —susurró con aflicción.
No pude evitar emitir una risa pequeña.
—Le habría encantado estar despierto para oír eso —admití.
Vyd dejó caer las manos, derrotado.
—Oh, tuve que haberlo defendido —suspiró con voz triste y llena de arrepentimiento.
—No estabas consciente —le recordé.
—Pues tuve que haberme salido del control —suspiró también.
—¿Eso es posible?
—No...
—Entonces tú eres el que menos culpa tiene —le aseguré.
Hubo un momento de silencio tras esas palabras en el que Vyd solo observó a Nolan. No podía evitar sentir que era yo quien tenía más culpa. No podía dejar de recordar el día en que Nolan me había dicho que ocultar a Ax era peligroso, y aunque no me arrepentía de haber conocido a Ax, de haber descubierto la verdad de mi familia, me atormentaba la idea de que yo había fallado al no intentar encontrar una forma diferente de hacer las cosas, una que no terminara con Nolan en ese estado. Era injusto.
Vyd rompió el feo silencio con la voz todavía triste:
—En las películas los protagonistas hacen todo por salvar a la persona que quieren.
—La vida no es como en las películas, Vyd —suspiré.
—Lo sé —asintió él, afligido— pero cuando solo conoces la porquería de vida que he tenido, tratar de convertirla en una película es solo una manera de no volverte loco.
Su respuesta me dejó totalmente fría.
La porquería de vida que había tenido...
Que Ax también había tenido...
Siendo mercancía de una organización. Siendo animales encerrados. Siendo objetos de experimentos y alteraciones. Ellos tenían otra naturaleza, una poderosa, y aún así la escoria que era la humanidad los había tomado como suyos. Y por esa razón las verdades no terminaban. Por esa razón además de Mantis existía la agencia de Medelein. Por esa razón, yo estaba en medio.
Miré un punto del suelo fijamente, pensativa, de nuevo dándole vueltas a la decisión que debía tomar, hasta que Vyd volvió a decir algo:
—¿Sabes lo que dijo cuando le enseñé qué hay debajo del pañuelo? —Esa vez sonó como recordando algo bueno—. Dijo: qué aburrido, pensé que era más horrible. Y de verdad no creo que haya algo más horrible, Mack.
Sonreí inconscientemente.
—Nolan ve las cosas muy diferente —estuve de acuerdo—. Eso es lo que hace que seamos los mejores amigos.
Lo que me dijo tras eso fue muy repentino y no tuvo relación con mi respuesta, pero fue impactante:
—Tienes miedo de tomar una mala decisión, ¿no?
Pestañeé, sorprendida.
—¿Cómo lo sabes?
—Para que mis ojos causen miedo deben verlo antes —confesó, todavía mirando a Nolan—. Por ejemplo, Nolan le tiene miedo a la soledad, y tú antes tenías miedo de no recordar nunca lo que habías olvidado e incluso de olvidarte a ti misma.
Enterarme de que tenía esa habilidad solo me hizo sentir unas ansiosas ganas de saber una cosa:
—¿Y Ax? —le pregunté, y al decir su nombre mi voz sonó débil—.¿Le tiene miedo a algo?
Vyd se giró hacia mí y se echó la capucha hacia atrás. Su cabello blanco y desaliñado quedó al descubierto al igual que su aspecto extraño y un tanto antinatural. Más que nada, sus ojos amarillos y espantosos resaltaron. Traté de no mirarlos, pero él me lo pidió:
—Mira mis ojos y dime qué ves.
Dudé un momento porque no quería sentirme más asustada de lo que ya estaba, pero si me lo pedía era por una razón, así que me arriesgué.
Apenas su mirada conectó con la mía fue como si algo invisible me paralizara los músculos, la vida, la mente. No me sentí capaz de mover un solo dedo o de pensar, me sentí parada y vulnerable en medio de una profunda e infinita oscuridad.
Eso era lo que veía: negrura, nada. Y era horrible no ver más. Era horrible que no tuviera un fin y que al mismo tiempo pareciera muy limitada. Era una negrura amenazante, indefinida, tan imposible de determinar o de medir que precisamente por eso aterraba. Ahí no había vida. No había voz. No había sonido. No había salida.
—Oscuridad —logré decir tras un esfuerzo. Mi pronunciación fue dificultosa.
Vyd se dio vuelta de nuevo para mirar a Nolan y rompió con brusquedad el paralizante poder de su mirada sobre mí. Volvió a colocarse la capucha. Quedé temblando más de lo que ya había estado temblando, y quedé con una fría e incomoda sensación de miedo y asfixia.
—A eso —me explicó Vyd—. Ax le tiene miedo a la misma oscuridad que tanto conoce.
De repente, muy de repente, como si lo único que necesitara eran esas palabras para entenderlo, algo vino a mi mente. Me impactó que llegara así. Me impactó tanto que aceleró mi corazón y pateó el miedo por un instante. Eso era... Claro...
Antes de cualquier cosa, me acerqué a Vyd y me detuve a su lado, justo frente a la camilla.
—¿Has visto la película "La bella durmiente"? de Disney —le pregunté.
Él negó apenas con la cabeza. Ese Vyd abatido no me gustaba. Así no era él. Así no podía ser él.
—Pues va de una chica que cae en un sueño profundo y la única forma de despertarla es con un beso de amor verdadero —le expliqué con simpleza.
De reojo vi que Vyd hundió un poco las cejas, medio confundido e intrigado.
—¿Un beso de amor verdadero? —repitió sin comprenderlo.
Asentí, y me fue imposible reprimir la sonrisa que me produjo lo que le iba a proponer.
—No creo que Nolan vaya a despertar de pronto —le aclaré primero— pero creo que tú deberías darle uno, porque lo quieres de verdad.
Las cejas de Vyd se arquearon un poco. Él sabía lo que era un beso, pero por un momento solo mantuvo la cabeza baja. Me impresionaba que fuera tan intimidante y al mismo tiempo pudiera dar la impresión de ser un muchacho dulce e inexperto. Era la clara demostración de que dentro de lo que parece un monstruo puede haber algo muy especial.
Vi sus dedos enguantados moverse con duda sobre el borde de la camilla.
—Yo no... —masculló, inseguro— es que yo...
Se señaló con aflicción el pañuelo que cubría la mitad de su cara. Entendí que para lo que yo le decía que debía hacer debía quitarse el pañuelo, y por alguna razón que respeté por completo, él no quería hacerlo frente a mí.
Y tenía sentido. Justo ahora el único que sabía lo que había bajo ese pañuelo era Nolan. Debía ser el secreto de los dos.
—No te preocupes —le tranquilicé con voz suave— esperaré afuera sin ver.
Le di una palmada en el hombro para animarlo. Sentí un corrientazo, así que la aparté rápido con una risa. Luego avancé hacia la puerta y sin cerrarla me quedé apoyada en la pared junto al marco. Por un instante no escuché nada. Traté de imaginarme a Vyd inclinándose para besar a Nolan, y la imagen que me arrojó mi mente me hizo sonreír con tristeza. Nolan no lo recordaría, pero Vyd sí. Y Vyd lo merecía.
Eso me llevaba a la decisión que iba a tomar. A la decisión que se me acababa de ocurrir por su confesión sobre los temores de Ax.
Entonces, se lo pedí desde ahí:
—Vyd, ¿puedes pedirle a Ax que me vea en la mansión?
—¿Cuándo? —respondió él.
Mi sonrisa se quebró.
—Esta noche.
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Nos vemos en el próximo capítulo...
Quédense para el final, el epílogo y los extra. ❤️
Si yo fuese Mack no confiaría en nada.
Pero no soy Mack.
¡ABRAZOS!
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