
33
El final del gran olvido
Las imágenes llamadas "recuerdos" pasaron por mi mente como fragmentos conectados entre sí de forma consecutiva:
Primero, un camión especial trasladando durante la noche a una niña y a un niño que habían sido sedados y encerrados en una celda especial.
Luego, la niña y el niño siendo colocados sobre sus respectivas camillas dentro de las celdas del laboratorio de mi padre.
Después mi padre, sin la barba castaña de antes de que se enfermara y los rasgos mucho más jóvenes, explicándoles a los niños apenas despertaron que aquel sería su nuevo lugar de residencia. Y distintas emociones dentro de él: nervios, riesgo y emoción, porque se suponía que no debía decirles por qué estaban ahí ni debía socializar con los individuos si no era para algo necesario.
Pero lo haría.
Entendí muy rápido que la chica me estaba dando esas imágenes para que yo pudiera comprender el inicio de todo: desde el principio, mi padre había actuado más que como un cuidador. No había seguido todas las reglas establecidas porque no había considerado a los niños como monstruos o animales, sino como potenciales y maravillosos individuos. Lo vi de nuevo frente a la celda de la niña. Ella callada, desconfiada y alerta. Él, con intenciones pacíficas, enseñándole palabras. Enseñándole a hablar. Siendo paciente, más cuidadoso, menos estricto que los demás hombres, lo cual funcionó para que después, poco a poco, se fuese formando un lazo de confianza entre ellos.
A la larga, la niña dejó de ser tan recelosa y salvaje, y con ayuda de mi padre se volvió curiosa y ansiosa de aprender todo lo que se le ofrecía. Él le propuso trabajar en un "proyecto especial" y aunque debía dedicarse a cuidar y evaluar a los dos individuos que se le habían asignado, Godric en secreto se esmeró en potenciar las habilidades mentales de ella.
El siguiente recuerdo transcurrió más lento:
Otra vez vi a mi padre en el laboratorio. Cada cosa estaba en su lugar. No había nada destrozado. Las computadoras funcionaban, la electricidad suministraba energía, y el ambiente estaba esterilizado. En una de las celdas se encontraba la chica. Parecía de unos diez años y estaba sentada en una silla con un montón de cables conectados a sus sienes, muñecas y pecho. Al otro lado del cristal, manipulando un equipo especial de monitoreo cerebral, Godric.
Habían estado en silencio por mucho rato mientras él trabajaba en su proyecto "especial", hasta que:
—La niña —pronunció la chica con cierta duda—. ¿Quién es?
Mi padre alzó la vista hacia ella. La observó en silencio por encima de las gafas.
—¿Cuál niña? —preguntó con su voz amigable.
—La que está arriba —contestó ella.
Mi padre hundió un poco las cejas, interesado. La animó a hablar con un asentimiento.
—La escucho, como a los demás —entonces confesó por primera vez la niña—. La veo, como a los demás. Se llama Mack.
Él permaneció en silencio otro momento. La niña esperó la respuesta. Le encantaban las respuestas, más si venían de Godric que era distinto, que no la lastimaba, que le enseñaba cosas, que la alentaba a ser, no a actuar.
Pero la respuesta que provino de mi padre no fue la que ella esperó:
—No debería ser posible que escuches a alguien desconocido ahí dentro. Las paredes mantienen limitado tu campo mental para que únicamente puedas oír a tus otros once compañeros. Tal vez es un eco de ellos y te has confundido.
Dicho eso, prosiguió con su trabajo para dar por finalizado el tema.
La niña no dijo nada, aunque sus capacidades observadoras detectaron que Godric mentía. La pregunta que se hizo fue: ¿por qué?
Eso despertó mucho más la curiosidad que el propio Godric había alentado, así que ella me escuchó y analizó durante mucho tiempo sin decir nada a mi padre. Requirió de bastante esfuerzo, pero incluso logró observarme. Veía mi habitación, mi forma de vivir, las cosas que nos diferenciaban y... tal vez eso pudo haber causado sentimientos negativos, pero la niña no sintió eso. Su curiosidad y su interés crecieron en otros ámbitos hasta que pasé de ser solo "algo para descubrir" a ser "algo para entretener" y se le despertaron nuevas metas: conocerme, interactuar conmigo, descubrir qué más se podía hacer en mi mundo.
Por supuesto, era solo una niña que no comprendía el comportamiento humano normal, por lo que su primer paso para llegar a mí, para evaluar cómo yo reaccionaría, fue tratar de enseñarme lo que era capaz de hacer.
Así que un día me mostró a Ax.
Ella lo proyectó en mi habitación, y de esa forma lo conocí. Lo hizo tan definido y tan tangible que nunca pude haber notado que no estaba físicamente ahí. Luego se mantuvo oculta, pero atenta desde su celda. Quiso mostrarse en algún momento, pero sucedió algo que no se esperó: verme interactuando con Ax, ver la conexión que se creó entre ambos, presenciar cada reacción ante algo que hacía uno o el otro, la fascinó mucho más que la idea de relacionarse conmigo.
Entonces, decidió quedarse como espectadora.
Por mucho tiempo.
Pensó que Godric nunca se daría cuenta de todo porque sus capacidades mentales eran fuertes y astutas, pero el trabajo de un cuidador era monitorear, estudiar y experimentar con el individuo. Mi padre lo descubrió porque cada proyección mental, cada manipulación, cada esfuerzo de la niña al utilizar sus habilidades dejaba un rastro. Quedó registrado que ella recibía mis ondas cerebrales, que entraba en mi mente si se le antojaba, que proyectaba con mucha facilidad a otro de los doce.
Godric tuvo que enfrentarse a la difícil decisión de si reportarlo u ocultarlo, y la niña lo supo. Ese día esperó a que él hiciera algo contra ella, algo como castigarla, ponerla a dormir por mucho tiempo o enviarla a otra parte, a la oscuridad.
Pero no sucedió. Sorprendentemente, mi padre no dijo ni una palabra. Todo lo contrario, ella percibió algunas emociones de su parte: interés científico, fascinación, curiosidad y empatía.
A partir de ahí, ambos crearon un secreto. Él estudiaba lo que ella hacía conmigo; y ella lo tomó como un permiso para no detenerse.
Pero no solo había rastros que mi padre borraba o escondía. También había consecuencias.
El próximo recuerdo fue mío. Yo, pequeña, en la escuela. Estaba sentada en mi lugar frente a Nolan cuando de repente caí al suelo y empecé a convulsionar. Ahí todo se puso borroso para mí y el recuerdo saltó a uno de mi madre. La llamaron a urgentemente y ella acudió más rápido de lo esperado. Godric le insistió en que no me llevaran al hospital sino con su amigo el doctor Campbell, pero ella lo hizo de todas formas.
Porque Eleanor también tenía un secreto: meses atrás ella había notado que algo andaba mal conmigo. Y esa era la gota que había rebosado el vaso.
Los recuerdos se detuvieron en otro momento crucial de ese mismo día. Acababan de traerme del hospital y yo dormía en mi cama. Vi a Eleanor y a Godric, ambos en nuestra cocina. Al otro lado de la puerta deslizable que daba al patio, era de noche. Mi madre con el cabello recogido en una coleta parecía... enojada. Muy enojada. Tenía los ojos hinchados de haber llorado y de ella salía: furia, preocupación, miedo y determinación.
—¿Con quién habla Mack cuando está en la habitación? —exigió saber con voz dura—. No veo a nadie, pero ella sí. ¿Qué es? ¿Quién es?
La situación adquirió mayor sentido: por primera vez, ella lo estaba enfrentando.
—Eleanor...
—¿Tiene que ver con ellos, cierto?
—Lo que Mack ve es una proyección —contestó mi padre, más tranquilo pero un poco nervioso.
—¿Cómo es eso posible?
Mi padre soltó un suspiro antes de empezar a explicárselo:
—Se supone que los doce individuos fueron engendrados por un espécimen desconocido. Se creyó que fue solo eso, apareamiento, pero yo pienso que no, pienso que cada uno tiene un lugar aquí por una razón específica... Tierra, agua, aire, fuego, electricidad, oscuridad, luz, materia, tiempo, y los que restan son los elementos base del mundo. ¿Y si deben dominarlos porque ese era el objetivo de su creador antes de morir? Aún no estoy segura de cuál era el objetivo específico, tal vez iban a ser su ejército o tal vez sus protectores o quizás los que limpiarían el mundo y crearían uno nuevo...
—¡Godric! —le interrumpió Eleanor con exigencia, porque eso no era lo que ella quería saber. Quería respuestas directas y precisas.
Mi padre lo resumió:
—El punto es que la niña, entre todos ellos, es la única que tiene la capacidad de controlar la mente. Ella puede oír a los otros individuos, puede hablarles o llamarles sin importar en dónde estén. Es una conectora. La única conectora. Ahora, de alguna forma ha querido que Mack conozca a otro de los niños así que hace que sus cerebros registren ambas imágenes. Es muy complejo de explicar, pero...
—¿Me dices que ese niño está siempre en su habitación? —preguntó Eleanor de golpe, atónita y espantada.
—Físicamente no está ahí —corrigió él—. El chico sigue en su celda, pero puede interactuar con Mack gracias a lo que hace la niña.
Eleanor endureció el gesto.
—¿Por qué? —quiso saber con muchísima más exigencia—. ¿Por qué lo hace?
—No lo sé, creo que es la forma que encontró de entretenerse...
Ella soltó la otra pregunta aún más perpleja y horrorizada:
—¿Está jugando a la casita de muñecas con mi hija y ese niño?
Durante un momento, mi padre no dijo nada. Mantuvo la mirada baja, triste, preocupada.
Luego asintió.
La determinación que fluyó por el cuerpo de Eleanor fue la de una verdadera madre.
—Se acabó, voy a llevarme a Mack —soltó ella de forma definitiva—. No va a vivir aquí, no con lo que tienes aquí abajo. Esto no va a seguir sucediendo.
Godric se levantó del taburete, alertado.
—No es peligroso para Mack —aseguró—. La niña es solo una niña, cansada de estar encerrada y...
—¡Una niña es Mack! —le interrumpió con fuerza Eleanor—. ¡Una niña normal, feliz, con un futuro por delante y que no merece que alguien esté manipulando su mente! ¡Ella es lo único que me importa y lo único que debería importarte! —Puso las manos sobre la isla con decisión—. Así que justo ahora tendrás que tomar una decisión, Godric: o sacas todo lo que vive debajo de esta casa y sales de ese maldito acuerdo, o me llevo a Mack lejos, a un lugar seguro, y me aseguro de que no la vuelvas a ver jamás. —Y se lo advirtió como una promesa mortal—: Juro que no voy a dejar que sea uno más de tus experimentos.
Godric se puso muy nervioso. Se sintió asustado.
—Eleanor, no tomes decisiones apresuradas... —intentó convencerla.
Pero mi madre ya había tomado una decisión. Ya había decidido enfrentarlo. Ya había dicho: ¡basta! Y nadie podría detenerla.
Dio un paso adelante y miró a mi padre con ojos furiosos pero firmes.
—Mi niña de nueve años convulsionó de repente porque alguien ha estado manipulando su cerebro —le recordó con detenimiento—. Si tú no quieres protegerla, yo lo haré. Nos iremos ya mismo.
Le dio la espalda, lista para buscarme, meterme al auto y llevarme lejos.
Pero justo antes de salir de la cocina, Godric lo soltó:
—¡Está bien! ¡Está bien! Saldré del proyecto.
La imagen cambió en un segundo a otro recuerdo que no me pertenecía. Mi padre estaba de cuclillas frente a la celda de la niña. Su rostro reflejaba una profunda frustración y tristeza. La expresión de la niña era impasible, aunque ella ya sabía lo que había sucedido. Sabía que había tenido que llevarme al hospital y que mi padre estaba ahí por esa razón. Sabía que se avecinaba algo que no iba a gustarle, algo definitivo.
Tras un silencio, él por fin habló.
—No puedes seguir jugando con ella de esa forma —le dijo a la niña tras un suspiro triste—. La estás lastimando. ¿Quieres lastimarla?
La niña bajó la mirada. El cabello salvaje y oscuro le cubrió parte de la cara. Infantil. Inocente. Triste.
—Somos amigos —aseguró en un susurro.
El concepto de amistad era el que había tomado de mi mente, el que yo había creado con Nolan. Era ese tipo de cosas que solo comprendía a través de mí.
—Lo entiendo, pero es todavía muy pequeña como para soportar lo que implica una invasión mental —le explicó Godric—. Cada vez que entras a su mente, su cerebro sufre un pequeño daño. Si lo sigues haciendo se creará un daño permanente que podría ser fatal. Para evitarlo, ella tiene que...
—Olvidar —completó la niña.
Mi padre asintió. Ese era el proyecto especial en el que habían estado trabajando desde su llegada. Godric quiso potenciar sus habilidades mentales y despertar una nueva, una secreta, una más poderosa: hacer invisibles los recuerdos u emociones de otra persona. Ahora, él necesitaba que la niña lo hiciera. Conmigo.
Y lo hizo. Con sus habilidades, la chica número dos me quitó los momentos que luego lucharía por recordar. Sacó de mi mente todo lo que había vivido con Ax, y sacó de la mente de Eleanor todo lo que había visto y discutido con mi padre.
Pero en secreto hizo algo más... Hizo que yo corriera a buscar cuaderno y lápiz para dibujar el mapa de la entrada al almacén, porque lo necesitaría. Algún día lo necesitaría ya que los recuerdos siempre podían detonar de nuevo, de alguna u otra forma.
El recuerdo siguiente demostró que habían pasado años de ese instante. El almacén bajo la casa estaba completamente ordenado y funcional. Las luces blancas estaban encendidas y las computadoras y pantallas operaban con normalidad. Godric estaba sentado frente a una, monitoreando y pensando...
Hasta que de repente vio algo extraño en uno de los cuadros. Algo que jamás había sucedido. Algo que había que atender con urgencia.
Se levantó y corrió muy rápido escaleras abajo, hacia donde estaban las dos celdas, presionó uno de sus dedos contra un pequeño panel en una pared y se desactivó el muro eléctrico que servía de protección. Luego pasó a toda velocidad junto a la de la chica, rumbo a la del chico. Ella estaba de pie, mirando la situación que se daba al lado con mucha confusión.
Mi padre se detuvo frente a la celda. En el interior, el mellizo de Ax, que tan solo esa mañana había estado normal, se convulsionaba en el suelo. Y no solo eso. Por toda su piel se habían tejido venas negras e hinchadas que parecían a punto de estallar. Los rasgos de su rostro, bajo ese tinte oscuro parecido a una segunda piel, habían desaparecido. El cabello que solía tener estaba en el suelo, y su ropa destrozada sobre la cama.
Godric actuó rápido. Activó el sistema que expulsaba sedante dentro de la celda y luego entró para sacar al chico. Lo colocó sobre la cama, que tenía ruedas, y luego lo condujo hacia el área de examinación para aplicar todos sus conocimientos en ayudarlo. Aunque no sabía qué estaba pasando exactamente. Las pruebas no habían previsto anomalías. No hubo ninguna señal de que el chico estuviese enfermo. ¿De qué se trataba? Parecía un colapso, como si estuviese muriendo, sufriendo algo como... como...
Una mutación.
Esa noche, algo falló dentro de él y se transformó por completo. Atacó a Godric y de alguna forma, escapó. Dejó atrás un charco de sangre y el área destrozada. La cámara de Tanya captó el momento justo en el que el chico atravesaba el patio. Más tarde, sucedió el accidente en el que murió Jaden.
El recuerdo que siguió fue de esa misma noche, en otra perspectiva que no era la mía. Mis padres estaban uno frente a otro en lo que parecía el pasillo del consultorio del doctor Campbell. Eleanor estaba agitada y en su cara había miedo, furia, lágrimas y desesperación. En la cara de mi padre había una preocupación temerosa. Sus manos temblaban. Tenía un rasguño fresco en el rostro, la ropa hecha un desastre y sangre en la camisa.
Las voces empezaron a escucharse.
—¡Me mentiste! —le gritó Eleanor a Godric, muy alterada y aterrada—. ¡Te exigí que los sacaras y me hiciste creer que lo habías hecho, pero mentiste!
Ella había recordado. El impacto de verme sufrir un accidente la había hecho recordar, y no entendía cómo... ¿qué había sucedido...? ¿por qué?
Godric no se lo iba a explicar. Nunca.
—No sé qué pasó —defendió mi padre, confundido y asustado, refiriéndose solo al accidente—. Fue... el otro chico, se escapó...
—¡Jamás vas a volver a ver a Mack en tu miserable vida! —dejó en claro Eleanor con una voz definitiva.
El doctor Campbell salió de una de las habitaciones. Sudaba. Parecía que acababa de atender algo difícil. Incluso lucía algo preocupado.
—Mack está bien —informó a ambos—. No tiene lesiones, solo está en desmayada por el shock.
Eleanor no esperó a escuchar nada más y avanzó con la urgencia de una madre a buscarme en aquella habitación. Se sentía furiosa por haber dejado que mi padre me llevara con Campbell y no al hospital, pero sentía alivio de que yo estuviese viva.
En el pasillo solo quedaron Campbell y Godric. Él se pasó las manos por el cabello, inquieto. El temor en su rostro lo hizo ver viejo y desesperado.
—A Jaden se lo llevaron —le dijo a Campbell con una voz más baja—. Voy a ver qué puedo hacer por él, aunque no creo que haya sobrevivido...
—No fue un accidente para sobrevivir —negó Campbell. Se quitó las gafas y se secó la frente con el dorso de la mano—. ¿Cómo es que Mack...?
Mi padre le interrumpió, acercándose a él para decir lo siguiente en un susurro preocupado:
—No lo sé, pero las cosas se han salido de control. —Sacó con nerviosismo el celular de su bolsillo—: Debo comunicarme con el cuidador del mellizo para saber si todo está en orden en su laboratorio. Está a tres horas de aquí en ese pueblo llamado Senfis, creo que hay cierto riesgo de que intente escapar también.
Campbell le puso una mano en el hombro, en parte para calmarlo y en parte para pedirle que lo escuchara. Mi padre lo miró a los ojos.
—Tal vez deberías pedirle a la número dos que... —intentó sugerir Campbell como una idea para solucionar el caos, pero mi padre negó de inmediato con la cabeza.
—No, no otra vez —decidió sin derecho a réplica—. En aquel momento tuve que esforzarme mucho para que la chica no notara que lo único que quería era alejarla de Mack y evitar que Eleanor se lo llevara. Le mentí diciéndole que podía hacerle daño al cerebro de Mack, si ella lo descubriese ahora sería todavía peor.
Campbell tuvo que decirle lo que siempre supo que en algún momento diría:
—Tienes que entregarla, Godric. Ya no puedes controlar esto.
Un dicho muy popular era: "cría cuervos y te sacarán los ojos".
El cuervo que mi padre estuvo criando y potenciando durante años, fue más ágil que él. Esa noche, a la más mínima señal de cansancio de Godric, ella logró ver ese recuerdo de la conversación con Campbell, y se enteró de que su propio cuidador, el hombre en el que había confiado, le había mentido. Y por primera vez pensó que ella no era el peligro, que el peligro era él.
Entonces, llena de rabia, armó un plan.
Poco a poco entró en la mente de Eleanor, la única que quería lo mismo que ella: proteger. Cuando logró atarla y controlarla, introdujo en su mente la idea de deshacerse de Godric. Bajo esos pensamientos inducidos, mi madre lo hizo. Y cuando por fin él murió, cuando ya no hubo nadie que pudiese detener a la niña, entregarla o afectarla, le envió un claro mensaje al compañero más cercano: ven a buscarme.
Esa noche, Ax escapó. Mató a su cuidador, se sacó el rastreador y la herida que no pudo curar inmediatamente, se reflejó en la chica. Estuvo herida hasta el día que nosotros la sacamos de ahí, y sobrevivió porque Ax le compartió de su fuerza, de su energía, de lo que poco a poco lograba reunir.
Los recuerdos terminaron conmigo reaccionando. Me incorporé con los codos apoyados a la grama del suelo del patio de mi casa. Mi piel sudaba, mi corazón iba acelerado y mis piernas temblaban. Arriba, el cielo oscurísimo. La luz blanca y cegadora había desaparecido y lo que había a mi alrededor eran un montón de cuerpos de soldados tendidos en el suelo, inmóviles.
¿Ella los había asesinado? Era la única explicación. Aunque le había costado, porque la vi también inconsciente. Más allá comprobé que Ax y Vyd seguían tendidos y paralizados en el mismo lugar.
De pronto escuché un grito:
—¡Mack! ¡Mack, ven conmigo! ¡Levántate, nos vamos!
Eleanor. Venía hacia mí desde los lados de la piscina. Se había refugiado dentro de la casita, pero ya había salido a buscarme. Me llamaba con desesperación, en verdad asustada. Por primera vez quise ir con ella. Era mi madre y siempre, de alguna forma, había querido protegerme. Lo que le había hecho a mi padre ni siquiera había sido idea suya. Tal vez, solo tal vez tenía que intentar convencerla de que Ax no era un peligro para así poder...
Nada. No podríamos hacer nada. Antes de que pudiese llegar a mí, un figura oscura y veloz salió disparada desde algún punto y se lanzó sobre ella. El impulso del golpe la arrastró metros más allá y tras gritar mi nombre, la aplastó contra el suelo con muchísima fuerza. Ella quedó inmóvil, con un brazo extendido hacia mí.
Lo que se había arrojado encima de ella, giró la cabeza hacia mí:
La Sombra.
El fallo.
El mellizo de Ax.
Se apartó de Eleanor y avanzó con lentitud depredadora entre los cadáveres, contorsionándose de forma sobrenatural y aterradora. Lo habíamos visto antes, pero en ese momento, esa noche, se veía mucho más oscuro, sin rasgos faciales, como un animal en cuatro patas que acababa de salir de las creaciones más retorcidas y que solo ansiaba sangre y desmembramientos.
A pesar del miedo, me obligué a reaccionar de cualquier forma, por lo que tomé lo que había más cerca de mí: una de las armas de los soldados. La sostuve con ambas manos de forma inexperta y lo apunté, todavía sentada en el suelo. No sabía disparar esa cosa. No sabía si tenía la fuerza para dispararla porque las manos me temblaban y todo el cuerpo me palpitaba con miedo y ganas de llorar al ver como había matado a Eleanor, ¡pero algo era algo! ¡tenía que hacer algo!
La sombra ladeó la cabeza ante mi valor, que tal vez vio patético.
Apreté el gatillo.
El retroceso de la pistola me empujó hacia atrás, pero como luché por no caerme o lastimarme, lo que resultó fue que el disparo se perdió hacia el cielo y las muñecas me quedaron doliendo. El sonido me golpeó los oídos de una forma aturdidora.
La sombra siguió avanzando, cada vez más cerca.
Me arrastré hacia atrás, sostuve con mayor fuerza el arma y volví a disparar.
Otra vez salió mal.
Era el final. Sentí que ese era mi final. Así acabaría aquello que Nolan y yo habíamos luchado en ocultar, con todos muertos. Quise negarme. Me negué por un instante, de modo que tomé bastante valor y reuní muchísima fuerza para poder disparar de nuevo. Puse todas mis esperanzas en ser precisa. Por Jaden. Por mi madre.
Un momento...
Mi dedo se detuvo antes de presionar el gatillo porque escuché algo detrás de mí: un quejido.
El mellizo no dio un paso más. Yo volteé rápidamente y entonces lo vi.
Ax.
Mi Ax.
¡Se iba a levantar!
Apoyó una mano en el suelo. Luego apoyó la otra. Sus brazos temblaron en el intento por impulsarse, pero lo consiguió. En cuanto se irguió por completo vi que sus ojos ya no eran de diferentes colores, ambos eran de un profundo negro. Y además había algo nuevo: por todo su cuerpo se habían empezado a extender ramificaciones negras que progresivamente se fueron concentrando en sus manos.
En tan solo segundos, sus dedos dejaron de ser de color normal y se cubrieron de una capa oscura, igual a la piel de la sombra. Como punto final, cada línea de sus músculos se acentuó y con las cejas fruncidas y la boca en una mueca de rabia, estiró el cuello hacia ambos lados.
¿A eso se había referido Campbell al preguntarme si lo había visto como en realidad era?
Cómo fuese, Ax dio algunos pasos por delante de mí. Se vio más alto, más imponente, más poderoso, listo para acabar con todo. Se detuvo en frente, y de pronto, de forma todavía más inesperada, elevó una mano con lentitud y Vyd, el mismísimo Vyd que había estado inconsciente, se levantó de forma automática con los ojos ya no del habitual color amarillo, sino totalmente negros también.
En sus manos se encendieron marañas eléctricas.
Ax movió la otra mano y más allá en donde la chica había caído, se levantó de la misma manera automática con los mismos ojos negros.
Por la forma en que tanto ella como Vyd se quedaron quietos e inexpresivos, entendí que Ax los había hecho despertar porque los estaba controlando.
Porque iba a controlarlos.
Como marionetas.
Y La sombra respondió a eso con un chasquido retador.
Si hubiese podido hablar, supuse que le habría dicho a Ax: estoy listo, hermano.
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Espero que disfruten estos capítulos finales. ¡Feliz navidad y feliz año nuevo! ❤️ Gracias por su paciencia y por estar aquí siempre.
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