
28
El pasado siempre fue parte del presente. Y tal vez será el causante de eso tan terrible que pasará en el futuro
MACK
Esperé sola a mi ex suegro, el señor Jael, en la sala de interrogación en la que me había citado.
Nolan no había querido apartarse de mi lado, claro, pero yo lo había convencido de que era mejor que fuera rápido a avisarle a Ax que el director principal estaría en una "conversación conmigo".
A ver, yo era consciente de que no era una muy buena idea aceptar hablar con el ex director de MANTIS, pero me sentía obligaba a enfrentar la situación.
Aunque tampoco sabía muy bien qué era lo que estaba a punto de enfrentar.
Es decir, el padre de mi ex novio Jaden era el director de la organización que nos había dado refugio y que también había alegado ser capaces de protegernos.
Pero, por desgracia, esa misma persona también había sido el director de MANTIS, la cruel corporación que mantuvo a Ax cautivo desde su nacimiento, lo torturó y usó como arma para alquilar...
Corporación que, cabía recalcar, estaba tratando de capturarlo de nuevo. Y no solo eso, sino que también estaba matando a los individuos restantes por razones que Ax no entendía.
Yo tenía demasiadas preguntas. La más importante, por supuesto: ¿cómo es que este hombre siempre estuvo relacionado?
Como fuera, mi lío mental se apagó de forma instantánea en cuanto se abrió la puerta de la sala en la que me encontraba esperando. El estómago se me apretó de nervios (de los malos), y la ansiedad que me tenía el corazón precipitado me mantuvo allí parada, a la expectativa.
Primero entraron dos guardias. Luego vi entrar, empujada por otro guardia, esa extraña silla de ruedas en la que estaba postrado el señor Jael, protegido por la cúpula transparente.
Mi cara al finalmente verlo de cerca, fue solo de un claro y fuerte pasmo.
—¿Qué? ¿Me veo muy aterrador? —me preguntó Jael con una voz débil, seca y carrasposa al notar mi expresión y mi perplejidad.
La verdad... sí, era horrible.
E inesperado.
Pero porque lo que tenía ante mí no coincidía en nada con mis recuerdos del padre de mi ex novio.
El señor Jael (que en definitiva no había sido así antes) ahora parecía lo que quedaba de un cuerpo que había sido desmembrado poco a poco:
Necesitaba la silla de ruedas, pero porque era casi solo un torso. Le faltaba un brazo. Había perdido las piernas. Sus labios estaban pálidos, sus párpados caídos, su cabello seco, delgado y escaso. Los pómulos huesudos se le marcaban de forma cadavérica y sus ojos estaban inyectados en sangre.
Vestía una chaqueta elegante y una camisa oscura debajo, pero podías notar en las pocas partes de su piel que eran visibles, que estaba opaca e incluso matizada por un enfermizo tono amarillento.
Era la tez que podía tener alguien que había pasado por muchos tratamientos médicos contra malignidad, y que de forma progresiva estaba perdiendo la vida.
¿Tal vez por esa razón estaba metido en esa extraña cúpula? ¿Estaba enfermo de gravedad?
Debía causarme tristeza que pareciera estarlo, pero por alguna razón solo me dio miedo...
Era perturbador.
—No lo recordaba así —fui honesta. Mi boca estaba seca. Mi garganta apretada.
Los soldados dejaron la silla de ruedas junto a la mesa y luego se ubicaron detrás de él con sus armas en mano, vigilantes.
—Eso es porque lo que recuerdas es a la persona que yo era justo antes del accidente de Jaden, que fue la última vez que nos vimos —respondió Jael con parsimonia, y luego añadió en un tono más bajo y misterioso—: Antes de todos los sacrificios.
¿Los sacrificios?
No entendí a que se refería, pero por un momento me fue difícil decir algo, porque los recuerdos de Jaden, ya que lo acababa de mencionar, pasaron por mi cabeza con una súbita y angustiosa intensidad:
Mi primer novio.
Nuestros escapes para pasar noches comiendo chocolates y mirando el cielo.
El accidente en donde había muerto por culpa del mellizo de Ax, aquel que se había convertido en un fallo de STRANGE...
Jaden fue el primer chico del que me enamoré. El amor adolescente antes de Ax.
Ya no sentía lo mismo. Ya no lo amaba, pero el recuerdo de haberlo perdido en aquel accidente siempre era triste. Nunca dejaría de sentirlo injusto.
—Pensé que usted solo era dueño de almacenes en el pueblo —de nuevo fui sincera, porque en verdad era otro shock que él también estuviera relacionado a todo ese mundo científico—. Es decir, siempre supe que era un hombre importante, pero no de esta forma.
—Bueno, supongo que ya no es un secreto que tanto tu padre como yo teníamos vidas alternas, ¿no? —remarcó—. Así que no creo que deba explicar que lo que nuestras familias conocían de nosotros era una mentira.
Oír eso me causó cierta tensión. Esa realidad seguía doliendo.
—Ah, entonces sí se conocieron —murmuré, ¿algo desanimada porque por un momento, muy en el fondo, esperé que al menos no fuera cierto? Luego carraspeé la garganta—. Igual, no le quita lo inesperado a esto.
Algo que pudo ser una sonrisa, pero que no identifiqué por la delgadez de sus labios, movió la boca de Jael.
Aunque, lo que de repente me hizo sentir incómoda fue la mirada que me echó: analítica y al mismo tiempo melancólica.
—Tú también estás diferente —señaló—. Ya no eres una pequeña curiosa, ¿no? Aunque parece que lo único que desapareció fue la infantilidad, mientras que la curiosidad solo creció. —Las siguientes palabras le salieron como un murmullo—: Claro que ibas a ser una versión femenina de tu padre, ni siquiera me sorprendería que ese hubiera sido su objetivo al tenerte...
De todas maneras fui capaz de escucharlo, y fruncí el ceño.
—¿Cómo sabe que estoy diferente? —pregunté—. Nosotros nunca nos conocimos cuando yo era una niña. Solo nos vimos una vez en una cena con Jaden y lo demás que supe sobre usted fueron cosas que él me contó... —Me interrumpí bruscamente porque caí en cuenta de lo que significaba que hubiera dicho eso, y mis cejas se arquearon—. Espere, ¿sí me conoció?
Es que a simple vista no tenía sentido, porque a pesar de que yo había sido novia de su hijo, nunca vi a nuestros padres interactuando.
Pero precisamente por eso tenía todo el sentido del mundo. No era imposible ya que había un historial de mi mente siendo borrada en varias ocasiones.
Tal vez sí había pasado y yo solo no lo recordaba...
—Dime, ¿Madelein está muerta? —preguntó Jael en lugar de aclarar mi duda—. ¿O la tienen encerrada en alguna celda?
Sonó como cuando una persona le pregunta un chisme a otra, lo cual fue raro, pero decidí dar la respuesta:
—Está muerta porque se estaba inyectando sangre de los STRANGE a sí misma. —Y no me contuve al preguntarlo—: ¿Usted lo sabía?
La expresión de Jael mostró un poco de sorpresa. Una que me forcé a detallar para tratar de determinar si era genuina o no. Y sí, sí lo pareció.
—Ah, qué curioso... —respondió, algo abstraído, tal vez en la imagen de eso—. No, no lo sabía. Pero ahora que lo pienso, una vez hablamos sobre el núcleo de las habilidades de los STRANGE en su sangre, y ella me hizo preguntas, pero creo que fui claro cuando le dije que no era tan fácil como solo inyectársela a un humano. Aunque... creo que sí vi cierta ambición y fascinación en su cara ese día. Solo no me esperé que tuviera esa intención tan... tonta.
Ahora yo fui la pescada por sorpresa.
—¿Entonces usted no la ayudó en eso?
—No, ¿por qué lo haría? —Jael lució extrañado—. Inyectar sangre de los individuos solo mataría a la persona que la recibe. No sirve para nada más. Es decir, tal vez por unos días sucedería una transformación y se vería la manifestación de algunas habilidades, pero eventualmente el cerebro no lo soportaría. Así que al final, hacer algo así es solo una total estupidez.
Internamente me sentí muy confundida. Porque, de nuevo, ¿de dónde Madelein había sacado la sangre si el director no se la había proporcionado y los individuos jamás habían estado en la organización?
No lograba entenderlo. Seguía siendo un misterio...
—Pero bueno, no te preocupes por ella, lo cierto es que era muy irrelevante —agregó Jael ante mi pensativo silencio, ya sin ningún tipo de emoción por el hecho. Más bien con una serenidad indiferente—. Incluso tardó demasiado en acabar consigo misma por su propia ignorancia y codicia. Aunque, cuéntame, ¿cómo sucedió la muerte? ¿sufrió algún cambio?
La lentitud y la pausa en su voz empezaron a parecerme más un método para hablar sin cansarse. Daba la impresión de que el solo hecho de soltar cada palabra era una exigencia alta para sus pulmones.
Yo jamás habría tenido un gesto odioso hacia una persona en ese estado, pero en ese momento la situación era muy diferente, y una fuerte punzada me hacía estar segura de que debía ir directo al punto.
Hice un gesto con las manos de que detuviera eso.
—Señor Jael, no quiero ser grosera, pero la verdad es que no entiendo nada de lo que está pasando y necesito que me lo explique —fui directa, dejando en claro que no estaba ahí para chismosear—. ¿Qué hace aquí? ¿Qué papel juega mi padre con relación a usted?, ya que es obvio que lo conoció. Y más importante, ¿es usted un enemigo?
Pero de todas mis preguntas, el hombre solo respondió una, aún muy tranquilo:
—Dependerá de ti si soy un enemigo o no.
Me recorrió un escalofrío, pero no lo demostré. Algo indeterminable también me hacía presentir que no debía mostrar ninguna debilidad.
—Según sé, usted le ordenó a Madelein matarnos. —Le puse cara de que lo acababa de decir no tenía mucho sentido por esa razón—. Entonces no creo que algo dependa de mí. ¿O es que puedo cambiarlo?
Él hundió un poco las cejas, o lo que le quedaba de ellas.
—¿Matarlos? No, eso no fue lo que yo le ordené.
Desconfié. Claro que iba a tener el descaro de negarlo. Seguramente creía que yo era una niña tonta.
Le quise mostrar que no.
—Por favor no me haga perder el tiempo fingiendo —solté para que no intentara verme la cara de estúpida—. Hay pruebas de una llamada que ambos tuvieron en donde hablaban sobre llevar a los individuos a la cueva para matarlos...
—¿Era lo que yo estaba diciendo o lo que ella estaba diciendo? —me interrumpió, despacio—. ¿También tienes la prueba de que yo, con mi propia voz, le pedía eso?
Okey, con eso logró confundirme de nuevo por un momento.
Me quedé sin palabras, realmente dudando de qué era certero y que no.
—Gesher lo escuchó y lo grabó... —traté de mantener mi postura, pero Jael otra vez hizo esa irritante interrupción:
—Claro que debió escuchar a Madelein, ya que esa conversación sí pasó —dijo con simpleza—. Pero mi orden estricta fue que ella debía mantener a los individuos dentro de la organización, y que bajo ninguna circunstancia los dejara salir del área. Ella no tenía que cumplir con sus exigencias, solo impedir que se escaparan. ¿A quién se le ocurrió lo de la cueva?
A la chica número dos, pero a pesar de que no estaba de nuestro lado, no pensaba delatarla porque eso significaba delatarnos a todos.
—Ya va, ¿entonces está admitiendo en mi cara que no nos trajeron para ayudarnos? —le busqué la vuelta de forma inteligente.
Aunque tal vez Jael era más astuto que yo.
—Fue la niña número dos, ¿no? —aseguró, ignorando mi pregunta sobre su propósito para tenernos dentro de la organización. Y luego suspiró como si aquella situación fuera conocida y fastidiosa para él—. Déjame adivinar, ¿dijo que lo necesitaba porque es posible que, antes de morir, la criatura que los engendró dejara algo ahí para ellos? ¿Algo que ella no recuerda pero que podría recordar al estar en ese lugar? No, ya no hay nada en esa cueva. Lo que les aseguró es mentira. O bueno, la mayor parte de eso.
Muy bien, si en verdad su intención era confundirme y embrollarme con respecto a cuál podía ser la verdad, lo estaba logrando, porque además eso era casi igual a lo que la chica nos había dicho.
Solo que, a pesar de que ella había atacado a Ax y eso la marcaba como una enemiga, no pensaba revelarle a este señor nada de lo que había pasado entre todos nosotros.
Es que algo no me estaba haciendo sentir bien en esa conversación. Un sentimiento de desconfianza y de tener que defenderme estaba latiendo dentro de mí aún cuando todo parecía tranquilo.
—Ella solo dijo que deben ir por su bienestar —me limité a responder.
—Bueno, supongo que tu padre la entrenó muy bien para mentir. —Jael entornó un poco los ojos, enmarcados por profundos círculos oscuros, para mirarme de nuevo con curiosidad—. Porque asumo que también sabes que él fue su Cuidador, ¿no?
Desvié la mirada.
—Sé esa parte.
—Aunque... —De pronto el director se perdió en el recuerdo melancólico de algo—... la verdad es que fue más que su Cuidador. Él fue como un gran maestro para ella, pero no en el buen sentido. Influyó en su crianza y la moldeó a su antojo. Eso quiere decir que lo que ella es hoy, es solo lo que Godric diseñó. Y a veces me siento culpable por ello. Yo era el director de MANTIS en ese tiempo; su cercanía se desarrolló porque yo le di a él las libertades y los permisos para tenerla consigo. Me salté todas las reglas... —De pronto pareció acordarse de algo en específico, y volvió a enfocarse en mí—: Por cierto, ¿tu padre te protegió de todo lo que ella es capaz de hacer?
No entendí eso muy bien.
Hasta ahora solo estaba segura de que mi padre no me había protegido de nada y que ni siquiera había pensado en mi futuro o en mis sentimientos, porque las consecuentes de sus actos estaban sobre mí y contra mí.
—¿A qué se refiere? —pedí una mejor explicación.
Pero eso mismo le dio la respuesta.
—Supongo que a pesar de que te amaba, no lo hizo —me dijo como si fuera una pena—. Te haré el favor entonces con la mejor de las intenciones.
Tras esas palabras, los guardias que seguían parados detrás de su cúpula avanzaron hacia mí.
De forma automática retrocedí, dispuesta a defenderme. Pero no eran en nada como los soldados normales. Los tipos solo me tomaron del brazo con una fuerza que no pude contrarrestar, y me hicieron sentarme de golpe.
—¿Qué hacen? ¡Suéltenme! —exigí, molesta.
Muy rápido, uno de ellos sacó una inyección del bolsillo de su chaqueta.
Supe lo que iba a pasar, y me sacudí intentando zafarme.
—¡¿Qué es eso?! —solté, alertada. Y como no logré liberarme, porque en verdad eran fuertes, miré al señor Jael con un horror enojado—. ¡¿Qué demonios cree que hace?!
No pude decir lo demás porque sucedió en cuestión de segundos: mientras el primero me retenía, el segundo quitó la tapa y clavó la aguja en mi cuello.
Hecho eso, los hombres solo me soltaron y volvieron a ubicarse detrás de Jael como guardias.
Pero el dolor de la inyección tan súbita fue molesto. De hecho, me levanté de la silla, retrocedí para alejarme de ellos y me puse la mano en el cuello, asustada por no saber qué acababa de ingresar en mi sistema de esa forma tan abrupta.
—¡¿Qué me inyectaron?! —reaccioné, alternando la mirada nerviosa y enfadada entre todos.
—Tu padre y yo la creamos —respondió Jael con su ya irritante lentitud al hablar—. Impide que tu cerebro sea vulnerable a la manipulación mental.
—¿Eh? —fue lo que salió de mi boca por la perplejidad. Aún tenía la mano en el cuello.
—Admito que no es perfecta —suspiró él, luchando por no hacerse cenizas ahí mismo—. Tiene algunos efectos secundarios muy indeseables, pero sí, es efectiva en lo que se necesita: impedir que la niña pueda manipular tu mente o borrar tus recuerdos. Aunque también sirve para que, si en algún momento ella difuminó algo de tu mente, eso pueda volver. —Su mirada volvió a perderse por unos segundos entre la melancolía de algún pensamiento—. Lo cierto es que de no haberla usado hace años, ella me habría hecho olvidar todo lo que sucedió...
Yo solo tenía los ojos muy abiertos, impactada, porque en ese preciso instante algo sí llegó a mi mente sin yo traerlo. Fue así como cuando estás haciendo cualquier cosa y te llega un flash del pasado:
Eran partes más claras de los recuerdos de la chica junto a mi padre, aquellos en los que yo había estado de intrusa. Y más que nada, esos que yo había tenido dificultades para detallar cuando Teodorus y Gesher me pidieron que les explicara.
La caja...
Explicaciones más exactas sobre la naturaleza de los individuos...
Pero no dije nada sobre eso. Me guardé mi shock. Aunque quise aclarar una duda.
—¿Crearon esa inyección juntos como un equipo? —Otra vez fui directa. Me habían agarrado contra mi voluntad, así que ya no tenía ninguna intención de ser considerada agradable durante la conversación—. ¿Entonces es cierto eso que los empleados de MANTIS decían sobre que mi padre era su científico favorito?
—Oh eso era cierto, sí. —Jael quiso asentir, pero fue un gesto algo débil—. Y le permití muchas cosas a tu padre precisamente por eso. Hasta puedo admitir que yo me volvía débil ante sus peticiones, porque en definitiva la mente de Godric era mi favorita. Todavía, pese a todo lo que pasó, no creo que vuelva a existir una así jamás.
En serio no pude evitar mostrar cierta extrañeza ante esas confesiones sobre su relación con mi padre. Era muy raro todo. No estaba segura de por qué, pero algo se sentía desencajado.
Además, Jael parecía estancado en los recuerdos y la melancolía del pasado. ¿Tal vez en todo lo que había vivido con Godric? Porque era muy obvio que el tiempo había pasado, pero que no le había borrado nada.
Se percibía mucha añoranza de su parte, pero algo entre el desafecto y la adoración.
—Bueno, yo espero que tampoco vuelva a existir uno tan cruel como él —me atreví a decir—. ¿O usted lo es igual?
Eso lo sorprendió. Al menos esa emoción fue más clara en su cara avejentada y enferma.
—¿Eso es lo que piensas? ¿Que Godric fue una persona cruel? —Hasta percibí una nota de alegría en sus preguntas—. Te subestimé entonces, Mack, así que te confesaré que hay dos razones por las que vine aquí. La principal es porque quiero darte la misma oportunidad que le di a tu padre: que vengas conmigo, te salves a ti misma y sobre todo salves al mundo.
Hundí las cejas, desconcertada.
—¿Salvarme? ¿Salvar al mundo? ¿De qué?
—De los monstruos.
Por un instante no lo comprendí, quizás porque todavía estaba en el shock y la irritación de haber recibido la inyección en contra de mi voluntad, pero luego fue muy obvio a qué se refería.
—De los individuos, ¿quiere decir? —pronuncié lentamente en un tono de corrección junto a mi mejor expresión juzgona.
En lugar de dar una confirmación, el director esbozó algo que pudo ser una sonrisa de placer malicioso.
—Ah, vi muchas veces en Godric esa mirada de "gran salvador" que tienes ahora —susurró un tanto... ¿fascinado?—. Es la misma que por desgracia me convenció...
Fue tan extraño que solo pensé: «¿este hombre está loco o qué?».
Iba a pedirle que por el bien de mi jodida paciencia dejara de divagar, pero él añadió antes:
—Es que supongo que te sucedió lo mismo que a tu padre: que cuando conociste al número uno te pareció fascinante. —Sonó como invitándome a sorprenderlo—. Dime, ante tus ojos adolescentes, ¿fue muy atractivo ese chico con poderes? Y ahora, ¿es divertido y emocionante para ti asegurar que lo ayudas? Que puedes... ¿salvarlo y liberarlo?
En serio estaba empezando a superar los límites de mi paciencia que no diera respuestas más claras.
—¿Eso qué tiene que ver con todo esto? —repliqué—. ¿Qué demonios importa cómo los veo?
—Es importante porque la forma en la que los ves determina la realidad que vives alrededor de ellos —respondió Jael como si fuera muy simple—. Por ejemplo, si los ves como víctimas, los ayudarás a seguir siendo monstruos. Si los ves como monstruos, ayudarás a las futuras verdaderas víctimas.
Joder, ¿en serio esto otra vez?
Siendo honesta, estaba cansada de ese letrero de «peligro» que querían ponerle a Ax y a los individuos en la frente.
Dios, sí, yo ya sabía que sus poderes eran un riesgo si se descontrolaban, que ellos no eran totalmente humanos, que habían sido criados en el más puro salvajismo y agresión, pero estaba cansada del mismo discurso.
Además, era el peor momento. Solo quería explicaciones claras, no acusaciones.
—Los individuos ya han demostrado muchas veces que no son capaces solamente de destruir —solté, y sí, soné algo obstinada de tener que defender lo mismo una y otra vez—. Entonces no, no los veo como monstruos. En ese caso, los que jugaron con la realidad fueron ustedes al hacerle creer a todos que ellos eran algo tan peligroso, ya que bajo esa conducta los criaron. Así que la táctica de intentar despertar mi "moral" no va a funcionar.
Jael no se inmutó demasiado, pero capté que entornó un poco los ojos, como si mi tono y mis palabras le hubieran molestado.
—Entonces no te subestimé —dijo con los dientes algo apretados—, sí eres igual a Godric.
Me molestó la comparación con mi padre, pero decidí no ponerme a discutir y dejárselo bien claro:
—Lo que quiero decir es que puede intentar todo el tiempo que quiera el decir todas las cosas malas que desee sobre los individuos, pero le aviso que no voy a cambiar de opinión acerca de que ellos no son monstruos, y solo perderá su tiempo.
Jael pareció entender algo sobre mí que no quise preguntar. Y finalmente, eso sirvió para encaminar la conversación hacia la dirección que necesitábamos.
Él se enserió.
—No sé por qué razón la niña número dos los convenció a todos de que había que ir a la cueva, pero bajo ninguna circunstancia eso puede pasar. —Jael fue al punto, esa vez con una voz más estricta—. La Madelein que trabajaba para mí sabía que no debía dejarlos salir, por lo que durante el tiempo que ella aprobó la ida a la cueva y empezó a desobedecer mis órdenes y a ocultármelo, debió ser porque la niña la estaba controlando. Supongo que al menos tienes claro que es capaz de eso, ¿no?
Me quedé callada.
De acuerdo, eso... si podía ser muy posible.
Y en caso de ser cierto, había sido una jugada oculta y sucia de parte de la chica.
En el plan que habíamos hecho antes de aceptar venir a la organización, nunca estuvo incluido que ella controlara a Madelein para lograr ir a la cueva. Nunca lo mencionó.
De pronto, el hecho me hizo darme cuenta de algo.
Entonces, la chica... ¿supo desde un principio que Madelein iba a negarse por completo a la idea de ir a la cueva y vio necesario controlarla?
Y si la controló por meses, ¿eso también significaba que la chica siempre supo que Madelein hablaba con el señor Jael? Sabía de su existencia y decidió ocultárnoslo todo...
De acuerdo, todo seguía indicando más y más que ella era el mayor enemigo. Eso significaba un gran peligro para Ax.
—Sé lo que estás pensando —escuché a Jael decirme ante mi silencio. Y no estuve segura de si fue porque las frustrantes realizaciones se reflejaron con mucha obviedad en mi cara o qué.
—No, no lo sabe. —De nuevo soné algo molesta con todas mis dudas—. En serio no lo sabe.
Jael suspiró como si viera en mí algo que había visto en el pasado.
—Tal vez es difícil de admitir, pero todo esto fue lo que tu padre le enseñó a la niña: a usar sus habilidades para lograr lo que sea que se necesite, a irrumpir y manipular las mentes ajenas sin compasión —me dijo, muy seguro de que yo debía aceptarlo—. También, el solía decir que ella era la más poderosa de todos. Y en parte es muy cierto. Resulta muy difícil que alguien se dé cuenta de cuándo está aplicando su poder. A veces es casi imposible...
Alcé las manos, pidiendo una pausa porque ya estaba molestándome más toda la situación y cómo me estaba confundiendo.
—Mire, el punto es que si usted vino aquí pensando lo mismo que todos sobre que debo cambiar mi opinión sobre Ax y que debo apoyar que lo encierren, eso no pasará —dije, concisa en mi postura—. No me hará cambiar de lado o...
Claro que volvió a interrumpirme, solo que esa vez su voz sonó más severa, tal y como lo sería el peligroso hombre que había descrito mi padre en los recuerdos:
—Los individuos no deben salir de esta organización nunca más, y vine a hablar contigo porque tú puedes ayudar a que todo sea lo menos traumático posible si los convences de entregarse ante mí sin poner resistencia.
Ajá ahí estaba. Ahí estaba todo.
Solo lo miré como si estuviera loco.
—Ellos no deben entregarse ante nadie porque no son prisioneros —lo corregí.
—Es cierto, en realidad solo son un peligro, pero como te dije, todo depende de la forma en la que los veas —quiso corregirme a mí de vuelta. Luego, tras otro vistazo analítico que me echó, como si entendiera que mi irritante conexión con ellos era emocional, una especie de sonrisa amarga curvó su boca agrietada—. ¿Sabes? Tu padre y yo tuvimos esta misma conversación. Yo hice la propuesta, u elección fue la incorrecta, y eso tuvo consecuencias muy graves. Al final, él pasó tanto tiempo tratando de evitar que les hicieran daño a los individuos, que no le importó si eso causaba daño a los demás. Y esa es la razón por la que terminé así como me ves.
Volví a ser consciente de que su cuerpo estaba casi mutilado y aparentemente muy desgastado, porque a eso se refería.
Pero, genuinamente, se sintió como un mal trago que confesara que había sido culpa de mi padre.
Es que, ¿cuántas cosas crueles había hecho? ¿También tendría yo que cargar con esa atrocidad?
—¿Por culpa de Godric usted está postrado en esa silla? —pregunté muy rápido, ya turbada—. ¿Cómo es posible? ¿Él lo lastimó?
Jael desvió la mirada. Otra vez, como si el pasado estuviera tallado tanto en su memoria como en su existencia. Un pasado horrible, triste, como una carga que siempre pesaría sobre los hombros y dolería en el alma.
—Por culpa de tu padre pasaron muchas cosas —asintió Jael ligeramente. En ese momento sí pude escuchar el ápice de resentimiento en su voz—. Pero, sobre todo: por culpa de tu padre murió mucha gente. —Y lo enfatizó—: Gente importante para mí y para ti.
Jaden.
Hablaba de Jaden. Solo lo supe. Y al saberlo, el frío que me erizó la piel me hizo estar segura de que se me estaba a punto de revelar algo que no solo me cambiaría la vida, sino que me heriría mucho más de lo que ya me había herido la verdad de mi padre.
Por supuesto, no me equivoqué.
—¿Qué fue lo que le hizo mi padre? —tuve el valor de preguntar.
Tras mi pregunta, Jael empezó a contar un lado de toda la historia que no había esperado:
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