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Resumen del capítulo anterior por si no se acuerdan: agentes de algún tipo de organización entraron a la casa de Mack en busca de "el almacén" de su padre. Iban a llevarse a Mack y a Nolan pero Vyd los salvó. Ahora, con ayuda del cuaderno que tiene el acertijo que Mack escribió de pequeña, deben llegar a ese almacén para sacar a la chica número dos que al parecer está conectada con Ax de una forma extraña.
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"El Pozo de los humanos atrapados"
Los objetivos:
—Encontrar a la chica número dos.
—Salir de los terrenos de la mansión porque ya no era segura.
No sabíamos cuánto tiempo teníamos en realidad, pero ambas cosas debíamos hacerlas tan rápido como fuera posible porque en cualquier momento podían aparecer más hombres para intentar acceder al almacén de mi padre, llevarse a Ax y sacarnos del camino a Nolan y a mí.
Iba a cruzar la puerta de mi habitación, pero Vyd me detuvo al soltar el aviso:
—Algo se encendió.
Me volví para verlo, confundida.
—¿No apagaste toda la electricidad?
Sus horribles ojos amarillos recorrieron de forma analítica las paredes, como si él pudiera ver a través de ellas los pisos inferiores y superiores de la casa.
—Sí, pero algo con suficiente carga eléctrica se encendió al detectar el apagón... —contestó, cauteloso—. Avancemos con cuidado hasta que pueda percibir mejor qué es.
Eso me preocupó, pero seguí hacia el pasillo para bajar las escaleras. Todo estaba muy oscuro y el ambiente era frío. Lo único que creaba un pequeño campo de luz entre toda la oscuridad eran las chispeantes y eléctricas manos de Vyd.
—¿Cómo es que te sale electricidad de las manos? —le preguntó Nolan en voz baja a Vyd para no hacer mucho ruido—. Porque eso debería destrozar a cualquier persona, ¿no? Son leyes físicas y... —Nolan hizo una mueca—. Bueno, ya nos cagamos en las leyes físicas, supongo.
Vyd tardó un momento en responder.
—Las leyes físicas están bien controladas —dijo, y no sonó muy animado como siempre, de hecho, detecté un tono más serio y seco en su voz—. En cuanto a la electricidad, está dentro de mi cuerpo y fluye a través de conductos especiales que no hacen contacto con ningún órgano.
Nolan quedó entre asombrado y desconcertado, y lo proyectó con una expresión facial exagerada.
—¿Tienes conductos dentro de tu cuerpo? —repitió, boquiabierto—. ¿Cómo es eso posible?
Vyd alzó los hombros.
—Por STRANGE —dijo como si eso lo explicara todo.
Apenas llegamos al primer piso tuve que aguantar la respiración. La puerta de entrada ya estaba cerrada, pero los cadáveres continuaban tendidos sobre el suelo mojado entre un desastre de sangre, trozos de piel, fluidos y de todo aquello tan asqueroso que habían soltado al reventarse.
Eso había formado un aire repugnante que flotaba por toda el área. Nolan puso cara de asco. Solo Vyd no pareció incómodo o alterado por eso. De hecho, pateó una pierna que le estorbaba en el camino como si fuese cualquier cosita en el suelo.
—¿Por dónde empezamos? —me preguntó.
Tomé aire para tratar de ignorar el revoltijo en mi estómago y leí en voz alta las siguientes frases del mapa:
—"Y sabe que hacia atrás nunca va el reloj, pero hacia atrás sí puede salir el sol".
Sentí que debía pensarlo un poco más porque no lo tenía muy claro, pero Nolan alzó la mano como si estuviese en una clase, el profesor hubiese hecho una pregunta y solo él la supiera muy bien.
—¡Es el reloj sobre la puerta de entrada! —señaló.
Encima del marco de la puerta colgaba un reloj cuadrado. Llevaba muchos años ahí. No tenía números, sino líneas para indicar las horas puntuales. Justo en ese momento marcaba las ocho treinta de la noche. Y al instante entendí que Nolan tenía razón, que el mapa sí se refería a ese reloj porque no solo dictaba la hora, sino que también marcaba un punto de referencia.
Para explicar mi repentina idea me situé en el centro del vestíbulo, justo entre dos cuerpos que yacían boca abajo, y extendí mis brazos como si fuese una brújula humana. Mi mano derecha quedó señalando la puerta de entrada a la casa. Mi mano izquierda quedó apuntando hacia el pasillo que daba a la cocina.
No sabía a ciencia cierta si lo que estaba haciendo era lo correcto, pero sentí que sí.
—Hacia atrás nunca va el reloj —repetí mientras agitaba los dedos de mi mano derecha, señalando la puerta de entrada—. Por lógica, lo que está detrás de ese reloj son las zonas delanteras de la casa, así que el almacén no está por allí.
Nolan asintió, entusiasmado. ¿Me entendía bien? ¿O solo asentía para apoyar?
—Hacia atrás sí puede salir el sol —continué, y esa vez agité los dedos que señalaban en dirección a la cocina—. No está detrás del reloj, pero ese es el único pasillo que da a las zonas traseras de la casa y si lo seguimos se considera como ir "atrás", así que debemos ir directo al patio.
—¡Justo como lo pensé! —exclamó Nolan apenas pronuncié la última palabra.
Le dediqué una mirada de: "¿en serio?". Él se infló con orgullo.
—Por eso señalé el reloj —aseguró, rebosando inteligencia—. Solo quería que tú lo dedujeras para que calentaras el cerebro.
Vyd pestañeó, asombrado.
—Qué inteligente —felicitó a Nolan—. Yo no supe ni qué hora dice ese reloj.
Ignoré sus comentarios y avancé en dirección a la cocina. No podíamos perder el tiempo.
En lo que entramos, todo estaba mucho más oscuro y tenebrosamente silencioso. El asqueroso olor de la sala llegaba hasta allí. Algunas cosas estaban fuera de sus sitios y los cristales de la puerta deslizable que daban hacia el patio estaban rotos, tal vez por culpa de los tipos que nos habían sorprendido.
Fui directo a la puerta para pasar al patio, pero Nolan me lanzó un susurro para que me detuviera un momento. Él entonces se acercó a la puerta de la alacena, allí en donde Ax y yo nos habíamos ocultado una vez de las personas peligrosas, y entró, abrió uno de los cajones más recónditos y luego salió sosteniendo nada más ni nada menos que un par de mochilas.
Me entregó una. Pesaba un poco.
—Supuse que algo así de malo podía pasar porque estábamos escondiendo a un chico raro y peligroso —me explicó al notar mi cara de desconcierto— así que hace un mes preparé estas mochilas de emergencia con ropa, cepillos dentales, toallas, un par de zapatos de repuesto, celulares desechables, dinero, herramientas y linternas.
Sacó una linterna de mano de uno de los bolsillos laterales de su mochila y la alzó, triunfante.
—Pero ya creo que también necesitaremos... —continuó y se movió hacia las encimeras. Abrió un cajón y sacó uno de esos cuchillos de cocina con hoja larga y afilada que, de alguna forma, se guardó justo debajo de la camisa de polo que llevaba ese día—. Ahora sí, vamos.
Quedé totalmente impresionada por lo inteligente que había sido organizar las mochilas, así que me colgué la mía y luego los tres salimos al patio.
Lo que caía era una suave y un tanto fría llovizna, esa que siempre quedaba después del aguacero. Cada bombilla de los faroles estaba apagada, por lo que los terrenos de la gran mansión Cavalier que se extendían frente a nosotros se veían como zonas oscuras y difusas. Y sí, se suponía que lo conocía todo a la perfección, pero en ese momento me sentí a punto de entrar en un laberinto desconocido y peligroso.
Demonios, quise que Ax estuviera con nosotros. Su ausencia me causó algo de tristeza porque no tenía ni idea de a dónde se había ido, o de si volveríamos a verlo. En serio quería volver a verlo, al menos para saber si estaba bien. ¿Por qué rayos nunca le habíamos dado un móvil?
—¿Qué sigue, guapa? —me sacó Vyd de mis pensamientos.
Bien, al leer por primera vez lo escrito en el cuaderno no había entendido un rábano sobre a qué se refería. En realidad, la respuesta era muy fácil. Estando parada en ese punto específico del patio, todo fue tan obvio como si un marcador invisible la hubiese trazado ante nosotros.
Algunas líneas no representaban nada —las llamé líneas de relleno— pero otras representaban un área del patio:
El piso es de su color favorito: línea relleno.
La encrucijada sí que no: se trataba del punto en el que se dividían dos caminos: hacia un lado el área de la piscina junto a la casita en donde Ax había estado escondido; hacia el otro lado el muerto, triste y siniestro jardín que mi padre había cuidado tanto.
El agua: la piscina.
El aroma: el camino que daba al jardín.
Ahí está la broma: había que decidir si ir hacia la piscina o hacia el jardín.
Y de un momento a otro eso también conectó con la siguiente línea de los brotes ya que en el jardín nacían las flores y sus brotes eran pequeños y frágiles.
Seguimos el camino bordeado por árboles que daba hacia el jardín, cuidadosos, atentos y... un poquito cagados. No dejábamos de mirar en todas las direcciones por si todavía había algún tipo escondido, pero todo lucía despejado y silencioso, como si los insectos se hubiesen puesto de acuerdo para callarse y vernos buscar el almacén.
—Esto está siendo más fácil de lo que esperaba —comentó Nolan, algo aliviado.
—Sí, es tan fácil que eso no significa nada bueno —replicó Vyd, algo desconfiado— así que quédense cerca de mí, ¿de acuerdo?
Nolan puso mala cara.
—Si no quiero que algo extraño salga de la nada y me rebane, debo hacerlo —refunfuñó—. Pero preferiría que no.
De reojo vi que se acercó un poco a Vyd para entrar en su rango de protección, aunque a simple vista no parecía haber nada de lo que defenderse. El jardín estaba todavía más oscuro y el olor a flores muertas, muy parecido al que se percibía en los cementerios, flotaba sobre el espacio circular en el que estaban sembradas las plantas.
Las siguientes líneas decían:
Conocen a Dorothy.
Y a su camino amarillo.
—No hay nada amarillo —dijo Nolan, apuntando la linterna hacia el suelo en todas las direcciones.
No, no lo había. Había un montón de árboles rodeándonos, arbustos apretados por la maleza, ramas caídas, raíces secas y muertas, tierra, pero ningún tipo de color marcado o de camino creado con pintura, así que no nos quedó de otra que buscar.
Saqué la linterna de mi mochila, la encendí y trazamos la búsqueda por separado. Cada quién recorrió el jardín por un punto diferente, siempre mirando hacia el suelo.
En cierto momento, Vyd y yo coincidimos.
—Así que... —me comentó él sin dejar de examinar el pasto, en voz no muy alta—... Ax no se fue solo, ¿cierto?
Nolan se hallaba al otro extremo del jardín. La luz de su linterna parecía provenir de la nada, porque su silueta apenas se distinguía entre la oscuridad.
No quise mentir. Vyd me agradaba lo suficiente como para empezar a considerarlo confiable.
—No, nosotros... —No supe qué palabra utilizar, de modo que solo dije—: discutimos, creo. Allí le dije que se fuera.
—Pero no lo dijiste en serio, ¿o sí? —dudó Vyd.
Pues justo en ese momento lo que más ansiaba era que Ax estuviera con nosotros aunque no dijera ni una palabra, así que era obvio que solo me había dejado llevar por el enfado. Claro que el asunto me confundía un poco por lo que él había dicho sobre no ser amigos, su rechazo, su distancia, todo indicaba que no sentía lo mismo que yo y eso en cierto modo me afectaba.
—No lo sé —suspiré, y en un impulso solté con rapidez—: Es que no puedo entender cómo...
Me detuve y apreté los labios. ¿Debía decir algo sobre eso?
Sentí que Vyd me miró, tal vez con curiosidad, pero no volteé, solo seguí explorando el suelo.
—¿Cómo...? —me animó a completar.
Quizás sí.
—Cómo es que no entiendo quién o qué rayos es —confesé finalmente, y en mi voz se filtró una nota de frustración—. Me refiero a que te veo a ti y siento que entiendo un poco quién eres a pesar de que es obvio que no eres un humano común. En cambio veo a Ax y no sé... no sé absolutamente nada de él o de cómo funciona.
Vyd se rascó la cabeza.
—Vaya, eso de que te guste alguien es todo un rollo, ¿no?
No dije nada porque, pues, era la patética verdad. Me gustaba Ax. Me gustaba mucho. Desde que nos habíamos besado pensaba en él de formas que habrían hecho que Nolan me diera una bofetada para que reaccionara y pensara como chica madura y responsable. Me daban ganas de besarlo otra vez, de estar a solas con él. En resumen: pasaba a ser una adolescente calenturienta.
Pero todo eso era un rollo de sentimentalismos para los que no había espacio, sin embargo, aproveché ese momentito para sacar algunas de las cosillas que más me frustraban.
—Se supone que ambos vienen de STRANGE, ¿no? —mencioné también—. ¿Cómo pueden ser tan diferentes?
Vyd tardó un momento en responder.
—No puedo decir nada exacto, pero ambos estamos aquí con propósitos distintos. Nunca se esperó de mí lo que se esperó de Ax, por esa razón yo puedo hablar y él no. Por esa razón yo controlo la electricidad y él las sombras. Cada uno vive con una maldición diferente.
Le eché un vistazo curioso. Su cabello blanco resaltaba en la oscuridad.
—¿Cuál es la tuya? —le pregunté.
—Pues solo te diré que no uso esto nada más porque me hace ver genial —contestó al señalarse el trapo que le cubría la mitad de la cara.
Tal vez era porque no había un rostro normal debajo de eso...
Nolan nos llamó de pronto:
—¡Vengan!
Dejamos la conversación para después —si es que habría después— y corrimos hacia donde estaba. En lo que llegamos, Nolan iluminó un punto del suelo en el que había descubierto algo.
—Creo que este puede ser el camino amarillo —nos indicó.
Sí, había varios pétalos caídos de los restos de una flor, y eran amarillos. En realidad era todo un camino creado por el mismo tipo de flor que ahora estaba muerta y seca, pero que en algún momento debió formar parte del jardín.
Las seguimos. Por primera vez en toda mi vida me di cuenta de que esas flores amarillas se extendían fuera del radio del jardín y que llegaban nada más ni nada menos que hasta el Pozo de los deseos atrapados, esa enorme fuente color marfil que mi padre había mandado a elaborar para mi madre. Era triste pensar en eso ahora porque ella lo había envenenado. Claramente nunca había estado enamorada de verdad.
En fin, no se veía ninguna entrada por ninguna parte, o al menos lo que podía ser una entrada común. La fuente estaba en su lugar, también las mismas rocas detrás de ella, la misma agua, los mismos árboles y los mismos arbustos. Era una sección del patio por completo normal. Nada raro por aquí ni por allá.
No me di cuenta de que Vyd se había agachado hasta que habló:
—La carga eléctrica viene de abajo.
Tenía una mano puesta en el suelo como si estuviese sintiendo algo que nosotros no.
—Es muy raro, había estado aquí antes, pero no había percibido nada. —Pensó un momento, todavía tanteando la tierra—. Ahora la siento. Proviene de un generador eléctrico, pero no funciona bien porque puede que esté algo dañado... —Vyd se puso en pie—. El acceso debe estar en el suelo. Hay metal cerca, sepárense y búsquenlo entre la hierba.
Él empezó a caminar por el perímetro y Nolan y yo hicimos lo mismo. Traté de forzar mi mente a recordar los momentos en los que estuve allí, porque para hacer el mapa ya era obvio que había pasado la entrada varias veces, pero no logré traer nada claro y eso al mismo tiempo me frustró un poco.
Tardamos un rato explorando la zona, palpando el suelo, moviendo rocas e incluso metiendo las manos en el agua, hasta que, varios metros por detrás de la fuente, específicamente entre dos árboles y un tronco hueco, Vyd nos llamó:
—¡Acá está!
Corrimos y encontramos a Vyd de cuclillas en el suelo. Al parecer había movido el tronco y en la tierra había aparecido un agujero con el tamaño suficiente para que pudiera atravesarlo una persona.
Nolan le apuntó la linterna. Era bastante extraño. No era perfecto, sino más bien como un acceso creado sin ser planeado. Además, daba la impresión de haber sido abierto desde el interior, no desde afuera. Un montón de tierra junto a él le daba más validez a esa sospecha.
—Se ve suelo —informó Nolan, inclinado examinando el acceso.
—El almacén ha estado muy bien protegido y escondido todo el tiempo —comentó Vyd, que lo estaba analizando también—. Debajo de la tierra hay varias capas: una de metal, otra de malla y una de material aislante. Por esa razón estuve en otra parte de los terrenos y no percibí la energía del generador.
—Hay que bajar —decidí sin dudar.
Nolan volvió a iluminar el conducto. Era total oscuridad. No tenía ni idea de qué íbamos a encontrar al final cuando bajáramos. Me puse algo nerviosa, pero tomé aire en silencio para reunir valor y me sentí decidida.
—Iré primero y los atajaré abajo, ¿bien? —propuso Vyd.
Nolan le apuntó la cara con la linterna con rapidez. Los ojos se le vieron tan amarillos y enrojecidos que tuve que apartar la mirada al instante para no sentir miedo.
—No vas a atajarme nada —le dejó en claro Nolan, ceñudo.
—¿Te arriesgarás a caer sin saber cuándo será el impacto? —le preguntó Vyd, un tanto divertido—. Podrías lastimarte partes importantes.
Nolan me miró con los ojos abiertos de par en par, indignadísimo. Luego volvió a mirar a Vyd y lo señaló.
—Que no me vas a atajar —repitió y enfatizó cada sílaba con severidad—. Y punto.
—Bien, bien —resopló Vyd mientras se acercaba al borde del agujero—. ¿Tú, Mack? ¿Te atajo o no?
Yo asentí al instante.
—Sí, por favor —acepté—. No serviría de nada si me rompo un hueso.
Y acentué eso a propósito para que Nolan entendiera que negarse era estúpido. ¡No éramos superhéroes! Cualquier golpe fuerte podía dejarnos inconscientes o fracturarnos gravemente. Ahora menos que nunca podíamos ir a un hospital.
—Genial —asintió Vyd, entusiasmado—. Sé que a Ax le gustaría que lo que se va a comer esté en buen estado, así que no fallaré.
Sin más, saltó por el agujero.
"¿Lo que se va a comer?" ¿Literal como Ax se había comido al rector Paul o se había referido a...?
Preferí no pensarlo.
Esperamos un momento hasta que escuchamos el aterrizaje, un golpe seco y limpio contra el suelo. Desde nuestra posición, mientras Nolan apuntaba la luz de la linterna hacia el fondo, se vio el brillo amarillo de los ojos de Vyd.
—¡Ya está, Mack, puedes saltar! —me avisó desde abajo.
Me acerqué al borde, me preparé mentalmente y con la seguridad de que Vyd me atraparía, salté.
La caída fue rápida. En menos de lo que esperé, aterricé con fuerza en los brazos de Vyd. Me sostuvo con bastante firmeza y luego me ayudó a poner los pies en el suelo. Me sentí desorientada durante un segundo, pero alcancé a ver el instante en el que Nolan también saltó.
Quiso aterrizar de pie como todo un guapo y valiente héroe de serie de Netflix, pero se desequilibró, tropezó, balanceó y al final cayó de panza contra el piso. La verdad, me reí internamente al verlo con los brazos y las piernas extendidas como si fuera un trozo de jamón que alguien había lanzado desde arriba.
Vyd negó lento con la cabeza.
—Si yo te hubiese atajado... —le comentó mientras lo observaba quejarse en el suelo.
—¡Cállate! —exclamó Nolan con molestia—. Solo cállate.
Vyd se calló, pero eso no hizo que a Nolan le costara menos levantarse. Se quejó más cuando se irguió completo y estiró los músculos, pero lo logró. Luego ignoró el hecho de que había sido estúpido no recibir la ayuda y volvió a sacar su linterna de su mochila e iluminó de manera panorámica el lugar para que pudiéramos verlo mejor.
Era básicamente una habitación subterránea de cuatro paredes contra las que había varios cajones de metal. Todos daban la impresión de haber funcionado en algún momento, pero ahora estaban magullados y apagados.
Vyd los analizó.
—Son generadores eléctricos —nos informó—. Todos dañados.
—Pero ¿qué es esto? —inquirió Nolan, desconcertado, mientras giraba sobre sus pies para mirar todo—. ¿Una especie de sala de energía? Pero, ¿para qué?
Saqué la linterna de mi mochila para iluminar también y tener mayor visión de lo que era el lugar. Solo que apenas la encendí, el círculo de luz iluminó el suelo y descubrí algo nuevo:
Había sangre.
Era un rastro largo y seco, como si alguien se hubiese arrastrado por allí.
Lo seguí con la luz. Se extendía hasta que se convertía en pequeñas gotas, y luego esas gotas llevaban a la pared que estaba más cerca del agujero de entrada. Al apuntar la linterna descubrí que allí había apilados un montón de cajones parecidos a los generadores, y que en la mismísima pared había varias grietas que ascendían.
Tuve la repentina impresión de que la función de esa rara montaña era ayudar a escalar hasta el agujero, y sentí cierta confusión por cómo estaban repartidas las cosas: generadores dañados y apilados, sangre en el suelo, grietas para escalar...
Nolan apuntó la linterna en otra dirección e iluminó una gran puerta de hierro. Estaba medio abierta, pero lo más desconcertante fue que la cerradura, que debía de ser en extremo especial para que casi nada la burlara, estaba rota. Muy rota.
—Alguien entró ya —pronunció Nolan. Sonó un tanto asustado.
¿Cómo rayos se rompía una cerradura tan fuerte?
Como fuera, vi que también había gotas de sangre seca en esa dirección.
—Sigamos —guié.
Vyd avanzó primero por la puerta, por si acaso había algún soldado vivo que hubiese entrado antes que nosotros o por si acaso había alguna trampa. Nolan y yo le seguimos, cautelosos. Lo que nos esperaba era una escalera con peldaños de metal, así que tuvimos que descender y ahondar más en el lugar.
Llegamos a otra puerta de hierro que también tenía la cerradura rota, o mejor dicho, arrancada, como si lo hubiese hecho una garra enorme o quizás una fuerza inhumana. Después de eso finalmente atravesamos otra puerta forzada y desembocamos en una especie de balcón de metal. A un lado había unas escalerillas para bajar, pero por un momento no pudimos movernos. Permanecimos un momento allí, perplejos, iluminando y mirando todo el plano del piso inferior ante nosotros.
No, eso no era un almacén. Eso era un enorme... ¿laboratorio subterráneo?
Bueno, podía ser una mezcla de ambos porque las paredes estaban recubiertas de metal y había una larga línea de computadores con diversas pantallas. El resto eran cajones, estantes y archiveros. Lo más curioso era que a la derecha había una pequeña sección separada por un cristal. Estaba equipada con todo lo necesario para ser un área esterilizada de procesos quirúrgicos, pero era un desastre.
La camilla estaba volcada. Había vidrio, trozos de cosas y sangre en el suelo que formaba un camino hasta las escaleras que teníamos a un lado. El resto del laboratorio también era un caos. Algunas pantallas estaban rotas. La mayoría de los cajones estaban abiertos o en el suelo, fuera de sus lugares. Los archiveros estaban desplomados, los implementos médicos, batas, guantes, contenedores, pequeñas botellas, recogedores de muestras, sobres e incluso máscaras antigás que debían ir en los estantes estaban desperdigados. El piso entero era un mar de papeles, libros y pequeños trozos de cosas despedazadas.
Parecía que un huracán había pasado por ahí y no había tenido contemplación con casi nada.
—Wow... —murmuró Nolan.
—Aquí pudieron haber trabajado cinco hombres con bastante comodidad —comentó Vyd.
—¿Cómo... científicos? —preguntó Nolan, impactado.
Vyd asintió.
Yo también estaba impactada, pero me moví. Bueno, tal vez me moví de forma automática llevada por la necesidad de entender en dónde demonios estábamos, pero lo hice. Bajé las escalerillas y llegué al piso inferior. Allí olía muy raro como a químicos, cosas guardadas, hospital, sangre y orina, todo junto.
Apunté la linterna hacia el suelo para comprobar que el rastro de sangre seguía ahí. Di un par de pasos, pero entonces mi zapato arrastró algo. En cuanto me agaché para ver, era una de esas revistas de filosofía en donde mi padre había publicado algunos artículos.
La parte en donde iba su foto había sido arrancada.
Solo pude pensar en aquel momento en el que Ax nos enseñó una fotografía de mi padre, y luego solo pude preguntarme si era posible que él la tomara de allí.
Pero... ¿cómo?
Empecé a confundirme mucho más.
—La energía que transmite el generador va hacia allá —indicó Vyd en lo que llegó al piso inferior.
Señaló un punto del lugar, más allá de los paneles de computadoras. Seguimos en esa dirección. A un lado había un pequeño pasillo. El pasillo daba a otro anexo y para llegar tuve que descender por otras escalerillas de metal.
Nada me preparó para ver lo que vi en cuanto puse un pie en el escalón final.
Primero no lo entendí porque la distribución del sitio era confusa. Era como una gran cámara cuadrada con muros de hierro. En el centro había dos habitaciones de cuatro paredes, una a cada lado de la otra, hechas totalmente de cristal transparente. Cada habitación tenía una puerta del mismo material de cristal, y junto a esas puertas había un panel digital protegido por una pequeña cúpula.
Mi mente tardó un par de segundos en comprender que por como estaban elaboradas y depuestas en el sitio, en realidad eran celdas.
Y en una de ellas estaba la chica número dos, encogida en posición fetal sobre la camilla. Un gran charco de sangre se expandía debajo de ella. Tenía el rostro hundido en el cabello oscuro. Mientras, la cámara que transmitía la señal al servidor que habíamos visto en la laptop, colgaba de una esquina del techo.
El punto más importante —y emocionante— de todos:
Ax también estaba allí.
Nuestro Ax.
Mi Ax.
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¡Hola! Sí, sé que tardé mucho en actualizar esta historia, pero ha sido por motivos personales y médicos. Justo ahora no estoy muy bien de salud. Después de ir a tantos médicos y recibir tantos diagnósticos que no eran los correctos, me diagnosticaron una enfermedad autoinmune. Desde entonces escribir se me ha hecho un trabajo extremadamente difícil por todos los medicamentos que debo tomar para no empeorar y sentirme mejor. Obligatoriamente debo seguir un tratamiento algo fuerte así que pasé de hacer todo muy rápido a hacer las cosas cuando tengo fuerzas para ello. Así que no es que no haya querido actualizar o haya olvidado mis historias, NO. Esta historia no está cancelada.
¡PERO entre todo hay cosas buenas! Esta semana estaré actualizando varios capítulos. Se supone que son 3 pero trataré de esforzarme para que sean 4, así que estén atentos porque YA VAMOS A SABER QUÉ ES STRANGE, y se viene algo muy rikolino porque ya hace falta, ¿no?
En verdad lamento la tardanza, pero por más que quería escribir rápido mi cuerpo no me permitía hacerlo.
¡Abrazos y espero que les gusten los capítulos!
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