
25
¡Joder, siempre estuvo "aquí"!
Nolan y yo nos echamos hacia atrás en un gesto automático de protección y susto. Alzamos las manos para demostrar que no éramos enemigos, y tal vez lo hicimos así porque eso habíamos visto en las películas, no porque tuviésemos la inteligencia para hacer lo correcto.
Fusiles, cascos, chalecos antibalas, granadas en los cinturones, alturas enormes... Los enemigos eran ellos, no nos quedó ninguna duda.
—¡¿En dónde está el muchacho?! —insistió con fuerza el hombre armado.
Tenía una voz violenta. Detrás de él había unos seis hombres más, todos vestidos igual: con un uniforme negro, muy parecido al de la CIA, pero sin ese logo. En realidad, su ropa no tenía ningún logo, nada que los identificara como policías o agentes, o lo que fueran.
Aunque sospeché que no eran nada de eso, sino los tipos peligrosos que habían estado rondando la casa últimamente. Los mismos que habían entrado aquel día que Ax nos ocultó en la alacena.
Ahora no había alacena, ni mucho menos Ax. Nos veían clarísimo a Nolan y a mí, y nos apuntaban con una firme intención de balearnos con la más mínima excusa.
—¡No sabemos nada! —respondió Nolan, alertado.
Se veía tan asustado como yo, y supe que también debía de tener el corazón a punto de salírsele por la boca.
—¿En dónde esconden al chico? —repitió el hombre, y esa vez lo pronunció con un detenimiento amenazante al mismo tiempo que reafirmaba la posición de la enorme arma.
—¡No está aquí! —grité en respuesta—. ¡Se fue! ¡No sé a dónde, pero se fue anoche o quizás esta mañana!
Nolan giró la cabeza de manera abrupta y me miró con los ojos de par en par y el pecho subiendo y bajando, acelerado, como preguntándome: "¡¿Ax se fue?! ¡¿Y tú no me lo dijiste?!".
Pues no contaba con que aquello iba a pasar tan de repente.
—¡Las manos detrás de la cabeza! —nos exigió el tipo—. ¡Rápido!
Obedecimos, sobresaltados. Tener tantas armas apuntándonos me hizo entender que Nolan y yo no podíamos hacer nada más que hacerles caso para que no nos mataran al instante. Sí, en verdad nos habría servido tener a Ax. En el fondo incluso deseé que apareciera de repente como los chicos heroicos y sexys de los libros, pero también tuve la fea sensación de que eso no sucedería.
El tipo que parecía el cabecilla del grupo de... ¿soldados?, se movió hacia un lado, todavía sin dejar de apuntar, y todos detrás de él despejaron el camino hacia la puerta.
—¡Caminen! —ordenó y señaló con la punta del arma en esa dirección—. ¡Y si hacen algún movimiento extraño, disparen primero al chico!
En lo que soltó esa amenaza hacia Nolan, yo misma empecé a caminar como pedía. Nolan me siguió, y deseé con todas mis fuerzas que también acatara las ordenes sin intentar nada raro que lo pusiera en un peligro mayor.
Pero sí lo intentó mientras caminaba detrás de mí:
—¡Pero es que no sabemos nada! —defendió.
Solo que al tipo no le importó eso. Nos gritó con mucha más fuerza:
—¡¡¡Caminen!!!
Fue espeluznante. No nos quedó de otra que atravesar la entrada del despacho y caminar por el pasillo, en silencio, mientras el grupo de tipos armados nos seguían y nos apuntaban. Me pregunté a dónde nos llevarían. Me pregunté qué haría Eleanor al descubrir que yo no estaba.
Me pregunté tantas cosas a tal velocidad que me di cuenta de que ya habíamos bajado las escaleras, solo cuando nos ordenaron detenerlos en el vestíbulo. Allí me llegó un ligero y extraño olor a tierra mojada...
Dos soldados nos rodearon. Me puse alerta, y en un escaneo me di cuenta de que había más que el grupo que había entrado en el despacho. También había soldados en la sala de estar, y por las voces que venían de más allá, también en la cocina. Incluso había uno parado en la puerta de entrada, vigilando.
El que nos había amenazado y que parecía liderar a todos, se detuvo cerca de las escaleras y empezó a hablar. Por un instante pensé que se dirigía a nosotros, pero lo hacía con alguna otra persona a través de un comunicador en su oreja:
—El chico no está —informó, tal vez a un superior—. Tenemos solo a la hija de Cavalier, y hay otro chico, pero no es importante. —El tipo escuchó y esperó—. Ya están revisando la casa en busca de eso. —Esperó de nuevo y dio su respuesta final—. Bien, la interrogaremos antes de llevarla.
Nolan y yo nos miramos muy preocupados, porque en todos los casos eso de "interrogar" implicaba medidas forzosas, y nada me aterraba más que imaginar a alguien tratando de sacarme algo a la fuerza.
El líder del grupo dio un paso adelante con sus gruesas y pesadas botas, y nos observó a los dos con una mirada intimidante, dura y un tanto analítica. Le tuve miedo, pero me esforcé por no demostrarlo demasiado. Unos segundos después, se fijó solo en mí.
—¿Cuál es la entrada? —me preguntó.
Mi cara denotó un gran y desconcertado: ¿eh?
—¿Qué entrada?
—Godric Cavalier tenía todo un almacén aquí —me aclaró él—. ¿Cómo se entra?
Pestañeé, confundida y atónita.
—¿En esta casa? —volví a preguntar sin poder creerlo del todo—. ¿Un almacén de qué?
El tipo demostró tener cero por ciento de paciencia cuando soltó el grito:
—¡¿Cuál es la maldita entrada?!
—¡No lo sé! —contesté al instante, sobresaltada e igual de alto. Incluso di un inconsciente paso hacia atrás, como si quisiera protegerme de él—. ¡Ni siquiera sabía que hay un almacén aquí!
Esperé otro grito, pero el tipo avanzó unos pasos lentos y amenazantes hacia mí. Retrocedí más, pero entonces mi espalda dio contra algo puntiagudo. Sentí un frío recorrerme la espina porque sabía que era la boca de uno de los fusiles.
El tipo se detuvo a centímetros. Sus ojos chispearon furia contenida, desdén y toda la intención de lastimarme. Parecía de esos hombres entrenados dura, dolorosa y estrictamente para no tenerle piedad ni compasión a nadie.
—¿Estás mintiendo? —preguntó con un detenimiento que le dio un tono de amenaza.
Me temblaron los labios.
—No —me apresuré a responder—. No miento.
Pero él me lo aclaró al instante, afilado e implacable:
—Porque hay un castigo para cada cosa: mentir, ocultar información y sobre todo por hacerme emputar.
Iba a reiterar que no sabía nada de ningún almacén ni de cómo entrar, pero entonces Nolan se le acercó para intervenir.
—¡Ella está diciendo la verdad! —defendió, todavía con las manos en la cabeza, pero aun así con bastante valentía y fuerza—. ¡No sabemos cóm...!
No lo terminó. En un parpadeo, el tipo le arrojó un puñetazo a Nolan. Sucedió muy rápido, justo frente a mí, tan cerca como para ver una salpicadura de sangre caerme sobre la camisa.
Fue un golpe tan potente, tan agresivo, tan veloz que le impactó la mejilla y lo empujó hasta que cayó al suelo. Llegué a creer que había caído muerto, así que con la mente nublada por el susto y el impulso de ayudarlo, traté de lanzarme sobre él para protegerlo con mi cuerpo.
Pero el tipo me cogió por la camisa con mucha facilidad, me hizo dar la vuelta y me lanzó una bofetada limpia y aturdidora con esa mano grande y dura como una piedra. Aquello me sacudió el interior de la cabeza, me desequilibró y me hizo caer de palmas al suelo.
Todo se distorsionó de pronto. Escuché un pitido punzante, como si me hubiese lastimado el oído por un sonido intenso. Intenté levantarme a los segundos para ir con Nolan, pero ante mí las cosas se vieron borrosas y solo alcancé a ubicarlo tendido con la mano contra la mandíbula, los ojos apretados y toda la cara contraída de dolor.
Con esfuerzo también vi que todos los fusiles reafirmaron su postura alrededor de nosotros, listos para disparar. Aun así, todavía a gatas en el suelo, me moví en su dirección...
Y entonces el pitido se hizo más intenso, me puse las manos alrededor de los oídos y caí encogida en el piso. Un fuerte dolor en la parte trasera de la cabeza se me afincó como un clavo, y una rápida y un tanto difusa sucesión de imágenes atravesó mi mente:
Mi habitación. Yo de pequeña, parada junto a la cama. Miraba hacia arriba. Miraba hacia el oscuro ducto de ventilación, porque allí había un ojo. Era claro, grande, perturbador, pero no me asustaba. Lo conocía.
Y en mi mano había un cuaderno. Solo debía seguir el mapa...
De nuevo en el vestíbulo, alguien me gritaba:
—¡Mack! ¡Mack, levántate!
Abrí los ojos, pero me quedé encogida en el suelo. El pitido se había ido. Respiraba aceleradamente, temblaba y sudaba frío. La cabeza me palpitaba menos, como si ya se hubiese cansado de trabajar tanto.
En lo que todo dejó de estar borroso, caí en cuenta de que frente a mí estaba Nolan. Se había levantado a pesar de que le sangraba la nariz y la boca. Ahora me sostenía el brazo e intentaba levantarme del suelo, desesperado y preocupado.
Todavía nos apuntaban. Hacía frío. Con esfuerzo y ayuda de Nolan me puse en pie. ¿Olía más a tierra mojada...?
—¡Llévenselos a la base! —ordenó el tipo que nos había golpeado, aún con las manos en puños y los brazos y el pecho hinchados de adrenalina—. Apliquen lo que sea necesario para sacarles la verdad. Si no funciona, déjenmelos a mí. Iré luego de revisar esta maldita casa...
Y de pronto, antes de que él terminara de hablar, sonó el timbre.
Así, tan fuera de contexto, tan alejado de la situación, la melodía se extendió por el vestíbulo hasta los pasillos. De inmediato, todas las cabezas giraron hacia la puerta, incluso cuando el timbre se tocaba en la verja de entrada y no allí, pero es que hasta yo tuve la impresión de que había alguien detrás de ella.
El líder alzó su arma y apuntó en esa dirección. Luego le hizo señales con los dedos al resto. Yo no entendí nada, pero como un segundo después él comenzó a caminar con cautela hacia la puerta, sospeché que la orden era: "en cuánto la abra, si hay alguien, disparen".
El silencio, expectante, se expandió en el vestíbulo. Nolan permaneció a mi lado, sosteniendo mi brazo y mirando la puerta con los ojos bien abiertos. Yo, a pesar de que todavía había uno de los tipos apuntándonos, aguardé y me aferré a él con pánico.
El líder puso la mano en la manija con cuidado sin dejar de apuntar su fusil. Luego abrió la puerta de golpe, retrocedió y apuntó más firme.
Una ráfaga de viento frío ingresó. Afuera estaba lloviendo. Sí, a cántaros. Tan fuerte que el olor a tierra mojada era intenso. Fue raro porque ni siquiera recordaba haber visto ese clima cuando Nolan llegó, pero ahora llovía y los colores se veían opacos y oscuros por el cielo nublado de la noche.
Y peor todavía: había un montón de cuerpos tendidos en el suelo.
Uno, dos, cuatro, siete... Eran cuerpos de los mismos soldados. Si habían estado vigilando, ahora yacían por toda el área frontal de la casa, inmóviles y con los fusiles lejos de sus manos. A cada uno lo rodeaba un charco de sangre que por la lluvia se deformaba en todas las direcciones.
—Alertas —dijo el tipo, cerca de la puerta, mirando el horrible panorama—. Está aquí.
Dicho eso, las luces se apagaron y todo quedó oscuro y mucho más silencioso que antes. El ruido de la lluvia y las manos manipulando los fusiles, fue lo único que se oyó a nuestro alrededor.
Miré a Nolan, y la mirada que me devolvió fue de que tampoco comprendía qué estaba pasando. ¿Era Ax? ¿Sí estaba allí? ¿No se había ido? Deseé con todas mis fuerzas que fuera así, porque si nos llevaban a esa base...
—En posiciones y atentos —volvió a hablar el hombre, esa vez a través de su intercomunicador—. Miren hacia el techo, disparen a los lugares totalmente oscuros, no se acerquen a las esquinas y utilicen las lámparas para...
Siguió hablando y dando órdenes, pero dejé de oírlo por un instante en cuanto me di cuenta de algo:
El viento frío todavía entraba por la puerta abierta, y también entraba agua. De una forma casi antinatural, la lluvia formaba un charco que poco a poco iba ingresando hacia el interior de la casa. El charco traía los restos de la sangre de los cadáveres de los soldados e iba mojando el mármol de manera progresiva.
Nadie lo notó. El resto empezó a inspeccionar sus alrededores, alertas, listos para disparar. El líder continuó dando otras órdenes, más bajo. Nolan se aferró un poco más a mí porque alguien todavía nos apuntaba, atento a que no fuésemos a hacer algo estúpido como escaparnos.
Alterné la vista entre los tipos y el extraño charco progresivo. Sorprendentemente, se hizo más grande en tan solo segundos. Se abrió paso mojando las suelas de los zapatos de los más cercanos a la puerta, luego los de Nolan, luego de los míos, luego de los soldados que nos rodeaban y, sorprendentemente, cuando estuvo bajo todos ellos, se detuvo.
Alcé un pie. Tenía mojada la suela del zapato. ¿Era real? Me costó creerlo, pero...
El agua goteó.
Y entonces, el tipo se dio cuenta. Dejó de hablar, me miró por un instante y luego miró sus propios zapatos. Abrió los ojos de par en par como si ya lo entendiera todo.
—¡¡¡No es él!!! —advirtió en un grito rápido de aviso—. ¡¡¡No pisen el ag...!!!
Una repentina y potente corriente eléctrica se expandió por el charco. En un segundo, el vestíbulo entero se iluminó de un color azul y amarillento. Se convirtió en un espeluznante espectáculo de luces y de cuerpos de soldados retorciéndose y convulsionando debido a la gran descarga.
Inmóvil, los escuché soltar gritos. Oí sus dientes castañeando, vi cómo los ojos comenzaron a salírseles de las órbitas, cómo la nariz les expulsó gruesas líneas de sangre, cómo la piel comenzó a ponérseles morada, agrietada e hinchada.
Y a pesar de que Nolan y yo también estábamos de pie sobre el charco, la electricidad no nos tocó.
No
nos
tocó
ni
un
jodido
pelo.
¿Cómo? Ni idea. Fue inexplicable pero real el hecho de que nos rodeó y se ocupó de electrocutar solamente al grupo de soldados. Ambos quedamos petrificados pero intactos mientras la descarga de colores sacudía, sin contemplación, a los tipos justo frente a nuestros impactados ojos.
A toda velocidad, otro grupo de soldados apareció por el pasillo que conectaba a la cocina. Volteé, lista para recibir un balazo solo porque todo se había descontrolado, pero entonces un chorro de electricidad salió disparado del cuerpo del tipo más cercano, que seguía convulsionando, y como si tuviese vida propia atravesó la boca de uno, luego de otro y luego de otro de una forma agresiva y sanguinaria.
Los fusiles cayeron al suelo y el grupo de soldados quedó ensartado en el hilo de corriente, sacudiéndose mientras los ojos les estallaban dentro de las cuencas y la sangre les salpicaba el rostro, grotesca y llena de secreciones.
Un olor a orina y a excremento proveniente de los cuerpos flotó por el vestíbulo.
Y, sin más, la electricidad cesó y todos ellos cayeron al suelo mojado.
El silencio volvió a reinar. La lluvia caía con fuerza contra el techo. El agua ya se había mezclado con la sangre y el piso entero parecía una repugnante piscina. Algunos trozos de ojos y de piel se alcanzaban a ver entre el líquido. Seguía oscuro, y Nolan y yo, paralizados.
Solo unos segundos después nos dimos cuenta de que una figura estaba de pie en la puerta. Lo observamos, atónitos y boquiabiertos.
—A que no sabían que puedo hacer algo tan increíble como eso —dijo Vyd, totalmente animado junto a una risa tranquila—. Es que Ax tiene lo suyo con eso de las sombras, pero la electricidad es lo mío, chiquillos.
Madre santa, Nolan debía de estar pensando que el loco nos había salvado.
Y la verdad era que tenía sentido, porque de golpe recordé que la noche de la fiesta de Eleanor, la explosión de los postes de luz había dejado todo el conjunto residencial a oscuras. Por supuesto, porque él lo había causado. No Ax. No la sombra. Solo Vyd.
—Bueno —agregó él ante nuestro silencio, con los brazos en jarra—. ¿También se cagaron o qué?
***
—Ax no pudo haberse ido, no tiene sentido —dijo Vyd después de escuchar todo lo que había pasado desde que nos pillaron el despacho.
Coloqué la laptop de mi padre sobre la isla de la cocina. Habíamos dejado los cadáveres y todo el desastre tal y como había quedado, y los tres nos habíamos reunido rápidamente en la cocina.
Yo tenía los zapatos mojados, la lluvia todavía caía con fuerza contra el techo, había sangre sobre el suelo de mármol, Eleanor podía llegar en cualquier momento y descubrirlo todo, pero ya no importaba. Lo que importaba ahora era lo que había recordado, lo que el tipo agresivo había dicho sobre el almacén en mi casa, y encontrar a Ax, sobre todo eso.
—Mira, este es tu expediente —le enseñé a Vyd, señalando la pantalla de la laptop, justo en su hoja de perfil—, eres parte de los doce y los conoces a todos. Solo cinco de ustedes están vivos, pero, ¿sabes por qué esta chica tiene los ojos igual a Ax? ¿Significa algo?
Pasé al expediente de la chica y señalé su foto. Vyd observó la pantalla, atónito por un momento. Luego, tan de pronto como si le hubiesen iluminado la parte del rostro que sí se le veía, abrió los ojos de par en par, asombrado tal vez por sus propios recuerdos.
—¡Claro, es ella! —exclamó ya entendiendo todo lo que nosotros no entendíamos.
Nolan, que había sacado una bolsa de papas fritas congeladas y se la estaba presionando contra la mejilla y el labio roto, frunció el ceño.
—¿Ella qué? —preguntó con severidad—. Te recuerdo que nos sacudieron el cerebro a golpes, así que apenas sabemos sumar dos más dos en este momento. ¿Podrías ser más claro?
—¡Que ella es lo que le falta a Ax! —aclaró Vyd como si fuera demasiado obvio.
Me sentí más perdida que nunca y Vyd lo notó, así que reunió paciencia y nos comenzó a explicar:
—Esta chica —dijo y señaló su fotografía— es la otra parte de Ax. Ella es la luz y él es la oscuridad. Están conectados, son uno solo, así que la razón por la que Ax siempre ha estado débil y enfermo es porque ella no está a su lado y porque, en donde sea que se encuentre justo ahora, está herida y está muriendo.
Quedé impactada.
Nolan quedó impactado.
Por un instante, ninguno reaccionó. En mi mente procesé cada palabra, y las entendí a la perfección, pero la sensación de que todo acababa de ponerse muchísimo más complejo me impidió decir algo coherente.
—Si ella llegara a morir —fue lo que pude decir entre mi perplejidad— ¿Ax también?
—Exacto —asintió él—. Y yo no podría explicarte a fondo cómo es que eso es posible, ya sabes, porque entonces también moriría, pero ¡qué bueno que ya lo descubriste!
Nolan resopló y apretó los ojos como si estuviese exhausto.
—No sé por qué no esperé que se pusiera así de peor —murmuró más para sí mismo.
Vyd hundió las cejas, pensativo y un tanto confuso.
—Pero... —caviló en voz alta sus propios pensamientos, intentando comprender algo más—. Él ha sabido esto siempre. Aún si borraran su memoria, no podría olvidarla. Ax debe sentirla, porque si alguno de los dos está herido, el otro no funcionará bien. Deben estar sanos y cerca para estar completos, así que... ¿por qué él no la ha buscado? ¿en dónde estará esa chica que él no ha podido llegar a ella?
De repente...
Un hilo se conectó con otro. Una imagen con otra. Una explicación con otra. Todo se sacudió, cobró sentido y entonces la respuesta me abofeteó la cara, me pateó los pensamientos y se me plantó en frente gritando un: ¡siempre he estado...!
—Aquí —lo solté.
Nolan y Vyd me miraron, desconcertados por lo que acababa de decir. ¡Pero sí tenía todo el sentido! Ya lo sabía, ahora lo sabía. Todo había estado tan desordenado, pero las conexiones se estaban creando, y el hecho de que la chica existiera...
—La noche que encontramos a Ax en el patio, no decía que quería quedarse aquí —les expliqué a ambos, asombrada y ya un tanto agitada por mis propios descubrimientos—. ¡Él necesitaba ayuda para sacarla!
Nolan puso los ojos tan grandes como dos faroles, sorprendido, todavía con la bolsa de papas contra su cara. La luz del entendimiento también lo iluminó y le permitió pillarlo todo.
—Ella está en ese almacén al que los tipos querían entrar —soltó también—. Siempre ha estado "aquí".
Afincó el "aquí" como dicho por Ax, y durante un momento solo pudimos observarnos el uno a otro, tal vez preguntándonos cómo habíamos sido tan estúpidos como para no captarlo. Entenderlo ahora, en este punto, incluso me avergonzaba.
—¡Genial! —intervino Vyd, emocionado, frotando las palmas de las manos con ansias de aventura—. Y... ¿cómo entramos a ese almacén?
El golpe que me había dado el tipo, me había ayudado a entender eso también.
—Síganme —les dije a ambos.
Salí disparada de la cocina, esquivé los cadáveres, subí las escaleras y entré en mi habitación. Busqué en uno de mis cajones ese viejo cuaderno que Ax había encontrado en el cuarto de juegos un mes atrás y que tenía varios dibujos hechos por mi cuando era más pequeña. No recordaba nada de ese cuaderno, pero ahora una sola cosa de él parecía encajar en la situación.
Me detuve junto a mi cama y comencé a pasar las páginas hasta que llegué a donde estaban escritas esas extrañas cosas sin sentido. Vyd y Nolan me rodearon sin comprender nada.
—Es un mapa... —les expliqué, mostrándoles el cuaderno—, porque cuando era pequeña encontré la forma de entrar a ese almacén y lo escribí para no olvidarlo, pero de todas maneras lo olvidé.
Nolan miró la hoja durante unos segundos. Luego puso cara rara.
—No entiendo un carajo de ese supuesto mapa —admitió.
Leí mentalmente las primeras líneas:
Mira entre las sombras
Se arrastra por el laberinto de aire
—Ese es el laberinto de aire —pronuncié y señalé la rejilla de ventilación sobre en el techo, justo sobre mi cama—. Significa que el camino empieza justo aquí, en mi habitación.
Entonces, me giré y me coloqué de frente a la puerta, preparada. Nolan y Vyd hicieron lo mismo, aunque todavía lucieron algo perdidos, pero no importaba si no lo entendían, porque mi cerebro estaba trabajando al máximo y sentía que yo sí lo tenía claro.
—¿Ahora? —preguntó Nolan.
—Baja por encima del caracol... —leí, y alterné la vista entre ambos—. ¿No lo entienden?
Ambos pensaron durante un momento. Vyd pestañeó, perdido. Nolan fingió que seguía analizándolo, aunque ya era obvio que no sabía qué carajos pasaba.
—¡La escalera! —les revelé—. No es precisamente una escalera de caracol, pero muchas escaleras son de ese tipo.
Nolan alzó las cejas, al parecer ya más iluminado.
—Entonces, todo ese mapa es un acertijo —entendió, sorprendido.
Volví a mirar todo lo escrito por mi Mack pequeña. Luego miré la puerta de mi habitación, abierta. Nuestros pasos mojados habían quedado marcados en el mármol. Había vivido ahí durante toda mi vida, pero estuve segurísima de algo que después del accidente no había entendido. Todos esos pasillos, esas habitaciones, esos pisos, esos kilómetros de terrenos, esos muros electrificados, la grandeza exagerada y a veces aterradora de esa mansión llamada Cavalier...
No, nada de eso había sido construido sin un propósito. No era normal.
—Toda esta casa es un acertijo —les expliqué—. Y hay que resolverlo antes de que vengan de nuevo por nosotros.
—Si hay trampas alrededor de los muros, puede haberlas en cualquier parte —señaló Nolan.
Sí, podíamos encontrarnos trampas y cosas que tal vez intentarían impedirnos llegar hasta ese almacén, pero si esa chica estaba muriendo allí, había que ayudarla. Quizás así también podríamos acercarnos más al final de lo que era STRANGE. Además, en cuanto Eleanor regresara yo ya no tendría escapatoria. Era ahora o nunca, y se lo transmití a Nolan.
—No tendremos otra oportunidad —le recordé.
Él dudó, pero luego asintió, asustado y decidido.
—Hay que hacerlo —aceptó.
Tomé aire y valor. Mi mente solía fallar todo el tiempo, pero esa vez funcionaría, yo haría que funcionara.
—Vyd, ¿puedes apagar todas las luces y todo conducto eléctrico de la casa? —le pregunté.
Vyd ensanchó la sonrisa debajo del pañuelo que le cubría la mitad del rostro. Sus ojos amarillos se entornaron con una chispa de entusiasmo y maliciosa diversión.
—Si eso es lo que quieres —asintió, y de reojo miró a Nolan sin que él lo notara— soy el hombre que necesitas.
Chasqueó los dedos produciendo una chispita entre ellos, y en un segundo el sitio entero quedó a oscuras. Cesaron todos los ruidos de la casa, y únicamente se escuchó la lluvia cayendo alrededor. Incluso se percibió el frío con mayor intensidad. En otro escenario habría pensado que la propia casa sabía que trataríamos de desentrañar sus más profundos secretos y que no le parecía buena idea.
Claro que no eran sus secretos, sino los de mis padres.
Los tres nos quedamos inmóviles un momento, tratando de captar cualquier sonido raro y esperando a que nuestros ojos se acostumbraran a la negrura. Nolan, a mi lado, sacudió los brazos como si quisiera liberarse del pánico.
—Todo sería más fácil si tuviésemos a Ax —susurró, inevitablemente nervioso—. ¿A dónde rayos se fue? ¿Por qué no regresa?
A mi otro lado, Vyd sonó muy confiado y relajado:
—Tranquilo —le dijo él a Nolan—. Justo ahora tienen algo igual de poderoso.
Nolan y yo lo preguntamos al unísono:
—¿Qué?
Se sacó los feos guantes que siempre llevaba puestos y se los guardó en el bolsillo de la vieja gabardina. Después volvió a chasquear los dedos y entonces una chispa de corriente parecida a una línea —que iluminó una parte de la habitación— se los envolvió hasta formar una sucesión de anillos. Rápidamente, los diez le quedaron encajados en cada dedo de ambas manos y formaron un par de guantes de corriente que incluso producían un sonidito eléctrico peligroso.
Luego nos respondió:
—Un Vyd.
———
Hola, ¿cómo están? Doy explicaciones rápidas: la historia lleva tiempo sin estar en el programa y ya es gratis. No la terminé todavía por muchos problemas de salud y varios problemas de mi país. Lo de los cortes de electricidad por suerte ha disminuido, aunque todavía suceden, pero he estado bastante enferma. Se supone que debo estar alejada de las pantallas, por lo que mi hermana me ayuda a manejar mis redes sociales. Yo escribo en papel y ella transcribe los capítulos. No me extenderé con esto.
Sí, tardé, pero es porque no me ha sido fácil continuar trabajando y escribiendo. Por favor, sin reclamos aquí. Y si son de los que me dejaron solo reclamos en el muro, por favor ni siquiera comenten, ni siquiera me envíen un mensaje, ni siquiera lean. Prefiero quedarme con los que comprenden que no soy un robot y que si tardé demasiado fue por razones serias. Solo disfruten estos capítulos. Disfruten la historia, disfrútenlo todo porque me esfuerzo para seguir. Subiré más en cuanto pueda. No la abandonaré ni la he abandonado. Lamento mucho la tardanza, los quiero un montón de verdad.
Ya se me perdió mi banner de redes otra vez. ¿Alguien lo tiene? Por favor envíemelo al correo que está en mi perfil de Wattpad, ya que poco puedo leer mensajes en estos momentos.
¡Un besazo!
¿En dónde coño estará Ax? ¿Qué creen ustedes?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro