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23


La respuesta está en tres años de rareza y locura


Ax avanzó en dirección a la puerta.

Lo seguí como una estúpida adolescente, un tanto fascinada por el hecho de que nuestras manos iban entrelazadas. Me entusiasmó notar que parecía seguro de la dirección a la que me llevaba porque supuse que después de tanto ignorarme finalmente quería pasar un rato a solas conmigo.

En mi mente sonó un: yeeei!

Pero como las cosas con Ax nunca eran normales, apenas salimos al pasillo que estaba más claro gracias a la luz de los alrededores de la casa que entraba por las ventanas, vi la sangre.

Y mi emoción se evaporó en un segundo.

Me detuve con brusquedad y miré hacia abajo. El borde de su pantalón y sus pies estaban empapados. Eso ocasionaba que cada paso que daba dejara una huella roja y fresca sobre el suelo de mármol pulido.

Una punzada de horror me hizo soltar su mano.

Pasé del entusiasmo al miedo de una manera tan súbita que se me heló la piel.

—Ax, ¿de dónde es...? —intenté preguntar.

Pero él giró la cabeza hacia mí, se llevó el dedo a los labios y pronunció un "shh". Luego continuó caminando en una clara petición de que no podía detenerme a hacer preguntas.

Atónita y un tanto asustada, le seguí. Había una que otra luz encendida en el resto de las habitaciones, e iluminaban su silueta de una manera macabra. El poderoso perfil sombreado más las manchas de sangre lo hacían ver escalofriante y me hacía pensar en esa salvaje parte de Ax que podía arrancar carne y...

Matar.

Justo en lo que recordé lo sucedido la noche de la fiesta, pensé de inmediato que esa sangre podía ser de mi madre, y me descubrí asustada de que mis sospechas fueran ciertas, de no saber qué hacer en el momento en que lo confirmara, de no saber qué hacer con Ax.

Pero yo no le tenía miedo.

No le tenía miedo.

No...

¿O sí?

El trayecto del pasillo a la planta baja fue tortuoso. Como mi corazón se aceleraba con cada paso, para cuando atravesamos la puerta de la cocina que daba a la parte trasera de la casa ya me golpeaba el pecho con una fuerza dolorosa.

¿Qué había hecho ahora?

¿Algo parecido a lo del rector Paul?

Contuve el aire en un intento de reunir valor para enfrentar lo que fuera a encontrar. Mis pies descalzos pisaron la grama del patio que estaba húmeda y fría como mis manos. Sin pronunciar palabra pasamos el área de la piscina y entramos al jardín.

La zona estaba oscura y el débil aroma de las flores muertas flotaba en el ambiente. Asumí que me llevaría hacia la fuente, pero de pronto comenzamos a ahondar más y más en el jardín en una dirección muy alejada de la casa.

Sentí una punzada de nervios. Por allí se llegaba a los muros que rodeaban y protegían el perímetro, pero yo nunca merodeaba esos lares, más que nada porque la cima de los muros estaba electrificada y porque no era una zona que me interesara en lo absoluto.

Algo andaba mal.

Y lo comprobé de repente cuando pisé algo.

Me quedé paralizada. Un escalofrío me hizo estremecerme. Ni siquiera tuve que ver de inmediato en dónde había puesto el pie porque supe exactamente de qué se trataba por lo líquido y repugnante que se sentía contra la piel.

Sangre.

Miré hacia abajo y con lentitud alcé el pie unos centímetros. El charco oscuro y un tanto reluciente se expandía justo debajo de mí. Delante, Ax siguió caminando sobre el charco sin inmutarse, con la misma tranquilidad con la que me había llevado hasta allí. Se detuvo en cierto punto, se giró hacia mí y entonces señaló algo.

De primera no vi nada. Había un árbol que me impedía ver el lugar exacto que me señalaba. Tuve que moverme y rodear el charco. En cuanto logré contemplar la imagen, ahogué el grito.

Durante unos segundos no creí que estuviera viendo algo real. Cinco barras de hierro sobresalían del suelo del jardín. Eran gruesas, intimidantes y se afilaban en la punta como una aguja. Entre ellas había un cuerpo atrapado, o mejor dicho, ensartado.

Y era Tanya, la rara vecina que tenía el perrito pequeño pero agresivo que en algún momento había atacado a Ax.

Estaba inmóvil en una posición extraña y dolorosa. Una barra le había atravesado el estómago, otra, el pecho, la siguiente, una pierna y la otra, el cuello. La quinta barra no había logrado nada, pero ya era espantoso. Se parecía mucho a la escena de una de esas grotescas películas de horror. Sus ojos habían quedado abiertos y vidriosos. Su cabeza estaba en un ángulo que desafiaba las leyes. La sangre que formaba el charco escurría del cadáver. Como todavía goteaban hilos, era fácil deducir que aquello acababa de suceder.

Intenté entender cómo. Lo único que se me ocurrió fue que las barras habían salido disparadas de la tierra, justo como una trampa medieval, pero, ¿cómo había sido posible? ¿qué demonios hacía eso allí?

De golpe me fijé en algo.

El cuerpo de Tanya llevaba una mochila a los hombros.

De manera instintiva avancé hacia ella. Mi intención fue rodear las barras para intentar sacar la mochila del cadáver, pero no lo logré. Apenas puse un pie adelante, otra hilera de barras salió disparada desde la tierra. La punta filosa se detuvo a la altura de mi pecho con un sonido metálico como el de un cuchillo siendo afilado.

Me salvé de ser atravesada solo porque Ax tiró de mi brazo en el momento justo. Me jaló con tal fuerza y velocidad que golpeé contra su cuerpo. Quedé aferrada de uñas a los hombros desnudos de Ax, pegada por completo a él, atónita y con el corazón latiéndome rapidísimo por el susto y la impresión.

—¡¿Qué demonios es eso?! —chillé con el pecho agitado.

—Trampas —dijo Ax.

Su voz sonó tan cerca de mi mejilla que hizo que me diera cuenta de que, si giraba un poco la cara, tan solo un poquito, rozaríamos nuestras bocas.

—Gracias —logré murmurar con la voz algo torpe.

Recordé el beso, y lo que había sentido con él. Me había gustado tanto que quería otro contacto de ese tipo, pero...

Pero no. Nolan tenía razón. Solo podía empeorar las cosas. Mi objetivo era ayudar a Ax y resolver todos estos misterios que rodeaban mi familia, no enamorarme como una tonta.

Me aparté de él, tomé aire y traté de centrarme y calmarme el susto.

Ax, como siempre imperturbable e indiferente a nuestros acercamientos, señaló las barras que acababan de surgir de la tierra y luego movió su dedo hacia la derecha en una dirección continua que marcaba el suelo que rodeaba los muros.

Tardé unos segundos en pillar lo que me quería dar a entender con eso.

—¿Las trampas están por toda esa línea? —pregunté.

—Sí —asintió Ax.

—¿Por qué? —inquirí, confundida.

—Aquí.

De nuevo el bendito "aquí". Había pasado mucho tiempo sin decirlo, así que me quedé como una estúpida mirándolo, esperando que ya tuviera la suficiente capacidad verbal para explicar más que eso.

Pero no dijo nada. Tal vez porque también esperaba que yo lo comprendiera por completo, pero me sentí más confundida que nunca.

Miré el suelo en busca de algo destacable. Como no pillé nada relevante volví a fijarme en las barras que tenían ensartado el cuerpo de Tanya. La mochila que llevaba a los hombros se me hacía muy rara. ¿Para qué la necesitaba? Me hacía una idea, pero debía confirmarla.

—¿Puedes ayudarme a quitarle la mochila? —le pedí a Ax.

Ax asintió y se ocupó de sacarle la mochila al cadáver. Al final, era el más ágil en... pues en todo. Si salían disparadas otras barras, él tenía los reflejos para esquivarlas. Por algo era "el número uno, el cabecilla, el más fuerte" según Vyd.

Cuando logró sacar la mochila y me la entregó la vacié por completo en el suelo. Contenía un par de linternas, un celular viejo con el número "911" en único marcado rápido, vendas, cuerdas, cinta negra adhesiva, un spray pimienta e incluso un par de navajas grandes de esas capaces de matar a una persona sin mucho esfuerzo.

Solo logré interpretarlo de una manera.

—Linternas, celular... Ella venía a buscar algo —le comenté a Ax, desconcertada— pero, ¿por dónde ingresó a la casa? ¿cómo lo hizo con todo el sistema de seguridad?

Ax me señaló un punto del muro cercano al suelo. Estaba un tanto lejos y se veía muy oscuro en esa dirección por lo que no alcancé a definir bien de qué se trataba.

—Agujero —aclaró Ax—. Ella lo cavó.

¿Cavar un agujero en el muro de mi casa? Bueno, eso explicaba cómo era que Snake, el perro de Tanya, siempre lograba colarse al patio a cagar y fastidiar, pero no explicaba por qué Tanya se había tomado el tiempo para crear un acceso en el punto más alejado y menos vivible desde las ventanas. ¿Para entrar y encontrar qué? Y ahora esas trampas ocultas en el suelo...

Aquello era algo más complejo.

Era un rompecabezas.

Había que armarlo.

—Tenemos que llamar a Nolan y a Vyd —decidí.

Hice las respectivas llamadas. Vyd llegó rapidísimo como si hubiera estado despierto, vestido y entusiasmado esperando mi llamada. En definitiva su aspecto lo hacía pasar por un vagabundo, sus ojos eran horribles y transmitían un miedo intenso, parecía dispuesto a torturarte y degollarte en su sótano como un psicópata, pero en realidad era un tipo gracioso y agradable, lo cual resultaba un tanto irónico.

Con Nolan fue otro caso. Siempre era otro caso. Tardó un en llegar por tener que desperezarse y entender lo que le estaba explicando. Luego apareció todavía en pijama y con baba seca en la mejilla. Tuve que hacerlo pasar con mucho cuidado y en silencio para no despertar a Eleanor que dormía en el segundo piso.

Ya completos nos reunimos los cuatro en el oscuro y frío jardín alrededor del escalofriante, inmóvil, pálido y chorreante cuerpo de Tanya.

—Hay que sacarlo antes de que amanezca —volví a enfatizar.

Aunque los terrenos traseros eran muy grandes y desde las ventanas no se veía hasta allí, mi mayor miedo era que Eleanor lo descubriera. De ser así, no habría modo de salir de ese lío.

Vyd rodeó las barras en pasos lentos mientras echaba un vistazo analítico a la escena como un agente especial de FBI.

—Eso es lo sencillo —aseguró en un tono muy relajado como si fuera algo tan simple como lavarse los dientes—. Lo complicado sería volver a ocultar las barras.

Nolan ya se había espabilado. De hecho, su somnolencia desapareció justo al ver el cadáver. Había quedado rígido y asombrado. Ahora estaba por completo desconcertado y nervioso.

—Pero, ¿qué carajos hacen estas trampas en el patio de una casa? —se quejó con la inquietud marcada en la forma de hablar—. Es la cima de lo ilógico, en serio. Creí que al convivir con Ax ya no me sorprendería por nada, pero esto me ha superado.

Hasta a mí me dejaba en un limbo de confusión. Tampoco lo entendía. Vyd, por su parte, parecía estar más claro. Se detuvo frente al cuerpo, al otro lado de las barras.

Lanzó la pregunta al aire.

—¿Para qué pones trampas?

—Para atrapar algo —dije yo.

—Proteger algo —sumó Nolan.

—O impedir algo —sugirió Vyd con un énfasis habilidoso.

Lo hizo sonar más lógico, pero aun así sentí que seguía perdida y que no podía encajar las piezas. Empecé a entrar en la frustración por eso.

—Esta no es una casa común, y esta chica... —Vyd miró un momento el cuerpo de Tanya y vaciló con diversión en busca de las palabras correctas—: Esta chica no tan guapa, lo sabía. Por esa razón entró a hurtadillas, pero las trampas la tomaron por sorpresa.

Pues si había trampas en el suelo, obviamente no era una casa común. Lo difícil era darle una explicación a eso. Se me ocurrían cosas, pero no tenían mucho sentido. ¿Tal vez mi madre las había puesto? No terminaba de entender para qué, pero si ella había tenido las agallas de envenenar a mi padre, ya todo era posible...

Nolan rompió el silencio:

—Listo, me explotó el cerebro. No entiendo un carajo de esto. O es que soy muy bruto o la situación ya es un jodido enigma.

Me iba por lo del enigma, pero de pronto tuve una idea clara.

—Tenemos que entrar a la casa de Tanya —dictaminé.

Nolan se giró hacia mí y me miró como si acabara de decirle algo sin ningún sentido.

—¿En serio? —escupió, atónito—. ¿Entrar en la casa de la loca?

Asentí con obviedad. Tenía todo el sentido si lo pensaba bien. Tanya había entrado con una razón, ¿no? Pues loca y todo podía haber tenido las cosas más claras que nosotros mismos. Además, últimamente todo se estaba conectado: Ax, Vyd, Strange, el accidente, las personas del auto negro, la sombra... ¡Ahora hasta la casa tenía trampas!

Teníamos mucho material, solo había que empezar a darle forma.

—Podríamos hallar algo que nos ayude a averiguar qué era lo que venía a buscar —aseguré.

Nolan sacudió la cabeza en total negación.

—No, es una malísima idea —se opuso rotundamente.

—Nolan... —intenté hacerle entender.

Me interrumpió, decidido y negado:

—No vine preparado para ponerme en peligro, que es justo lo que va a pasar. Ni siquiera... —Dio un paso adelante y se puso una mano junto a la boca para susurrarme con gravedad—: ¡Ni siquiera tengo un bóxer puesto debajo de esto!

Se señaló el pijama que llevaba puesto: un pantalón con estampados de Mario Bros. La verdad yo no alcanzaba a ver nada claro a través de la tela, pero como era delgada y suelta, el relieve sí era un tanto... significativo.

La risilla de Vyd captó nuestra atención.

—Lo sé... —murmuró él, mirando fijamente a Nolan.

Debajo del pañuelo pareció estar sonriendo amplio. De inmediato reprimí una risa. Nolan, por su parte, adoptó una expresión de horror y desconcierto al escuchar eso.

—¿Eh? —emitió en dirección a Vyd.

Vyd, cerca de las barras, se encogió de hombros.

—Que yo creo que ese pijama está genial —le dijo a Nolan con simpleza.

Nolan endureció el gesto.

—¿Sí? —le rebatió a Vyd con un marcado tono de odiosidad—. Pues yo creo que ese pañuelo que tú usas en la cara no está nada genial. Literal, pareces un jodido psicópata. ¿Acaso te lo quitas alguna vez?

Uy... Con esas palabras tan afiladas y casi insultantes esperé que Vyd se enojara. Yo lo habría hecho, es decir, acababa de soltarle un "halago" y Nolan había respondido como una serpiente venenosa. Pero fue todo lo contrario:

—Lo haría si me lo pidieras —le contestó Vyd con naturalidad, y luego agregó con una voz más suave y casi insinuante—: En serio, puedes pedirme lo que quieras.

Nolan lo miró con el ceño hundido muy al estilo: "¿qué demonios pasa contigo, amigo?", y después pasó a observarme directamente a mí como si rebatirle a Vyd fuera una pérdida de tiempo.

—¿Es que no has aprendido nada de las películas de terror? —me reclamó—. Vamos a morir o a encontrar algo espeluznante que nos matará de un infarto.

Abrí la boca para responder, pero la voz de Vyd canturreó bajito:

—Y yo que creí que era dramático, pero...

—Iremos ya mismo —decidí.

Nolan puso una cara en extremo dramática de tragedia absoluta. Hizo lo que último que le quedaba: recurrir a Ax en un chillido de auxilio:

—¡Ax! ¿Ni siquiera nos vas a detener para protegernos?

Durante la pequeña conversación, Ax se había mantenido quieto cerca de las barras, mirándolas con muchísima atención. Las palabras de Nolan no lo inmutaron. Solo parpadeó, serio. Al mismo tiempo, eso fue una respuesta: no me interesa.

—¿Para proteger a Mack? —insistió Nolan con un tonillo alargado.

Pero Ax se mantuvo igual de silencioso e indiferente.

Nolan resopló.

—Claro, ni que fueras Patch Cipriano —se quejó entre dientes. Luego me dedicó una mirada asesina—. ¿Por qué no podías atraer un Patch? —Volvió a resoplar—. Noo... En vez de eso atrajiste la versión macabra, muda y retorcida.

Vyd intervino:

—Ax y yo podemos ocuparnos del cuerpo. Ustedes vayan a ver qué encuentran.

Contemplé de nuevo el cuerpo en las barras y el enorme y grotesco charco de sangre debajo. Me pregunté cómo se ocuparían de ello porque yo no podía ni hacerme una idea de cómo hacer desaparecer todo eso sin hacer un desastre peor.

—¿No necesitan nada especial para hacer esto? —le pregunté con cierta inquietud.

Vyd hizo un ademán de poca importancia.

—Nah, te sorprendería lo fácil que es para nosotros deshacernos de un cuerpo —aseguró.

Nolan y yo nos armamos con unas linternas y unos guantes de lavar platos para no dejar huellas en lo que fuéramos a tocar. Por si acaso, yo misma cogí un cuchillo y me lo guardé en el pantalón.

Bueno... no es que fuera experta o supiera muy bien cómo rayos atacar de manera efectiva, pero sabiendo que la sombra era capaz de aparecerse y matar, y sabiendo que había gente peligrosa rondando la casa, lo mejor era al menos tener algo para agitar a lo loco en el peor de los casos.

Utilizamos el agujero creado por Tanya para pasar al otro lado. Los terrenos traseros de su casa eran igual de grandes. En todo el conjunto residencial eran así. También la rodeaban unos muros altos, y también había un jardín y una piscina. Atravesamos todo con las linternas apuntando en cualquier dirección para no perdernos nada.

Lo que sabía sobre Tanya: sus padres eran empresarios importantes que viajaban y por esa razón ella solía vivir sola allí. Nunca lo supimos con exactitud, pero sospechábamos que tenía veinticinco años. Nunca fue nada sociable con sus vecinos. Jamás la vimos con alguna amiga o con algún chico.

En conclusión: era la chica más rara que había conocido.

Entramos por la cocina. Nos ocupamos de Snake, el perro, de una forma sencilla: Nolan abrió el refri, buscó restos de comida y luego los dejó en el suelo para que eso lo distrajera. Snake atacó aquello con rapidez y se dedicó a comer.

Exploramos la sala. Estaba oscura, silenciosa y un tanto fría. La luz de las afueras entraba por las ventanas con un débil brillo plateado. Aparte de eso, todo se veía normal como una casa común y corriente. La decoración incluso era cara y bonita. Por el momento, nada raro ni escalofriante.

Decidimos no separarnos y fuimos directo al piso de las habitaciones. También decidimos no tardar demasiado pues solo faltaban tres horas para que amaneciera, pero la casa era grande y nos llevaría un buen rato encontrar el cuarto de Tanya.

Empezamos a explorar de habitación en habitación con nuestras linternas y nuestros guantes. Eso de meternos en sitios como lo habíamos hecho en el apartamento de Tamara, se estaba tornando algo escalofriante. Me ponía un tanto nerviosa, así que intenté crear una conversación para bajarle el nivel a mi inquietud.

—¿Por qué eres tan odioso con Vyd?

Nolan estaba mirando debajo de la cama. Aquella debía de ser una simple habitación de huéspedes, pero no queríamos perdernos nada que pudiera estar escondido de manera arbitraria.

—¿Dices con el otro desconocido con poderes sobrenaturales que se unió a nuestro equipo mortal? — respondió él con su adorado sarcasmo—. No lo sé, ¿por qué será?

Giré los ojos ante esa respuesta.

Por otro lado, no había nada relevante en el armario de esa habitación.

—Le gustas.

Y se lo dije porque sabía que él ya se había dado cuenta. Nolan siempre se daba cuenta de lo que causaba en las personas. Sabía que era muy guapo, y lo usaba para coquetear o ignorar. Ese era su lado medio idiota.

—Genial, le gusto al loco —resopló con exageración.

—En realidad es muy gracioso y agradable —opiné—. En cierto modo es como Ax.

Me dirigí a la puerta para salir de esa habitación en la que no había nada importante, pero Nolan se detuvo en la mitad, me apuntó con la linterna y me miró con cara rara.

—No, no es como Ax —aseguró, decidido a contradecirme—. Al menos Ax tiene la rareza en su interior y por fuera hasta llega a parecer un chico normal. Vyd parece un zombi o una cosa de esas que se esconden en los sótanos malditos...

Le interrumpí con severidad:

—No digas malditos si estamos solos en una casa a oscuras.

Es que me asustaba.

Empecé a caminar por el solitario pasillo. El suelo era de un mármol oscuro. Me causaba escalofríos ese lugar, a lo mejor por lo sucedido a Tanya...

—Sótanos encantados —corrigió Nolan con cierto hastío—. Bueno, de esas cosas que te succionan el alma ahí.

Entramos en la siguiente habitación. Estaba muy oscura y muy fría, pero lo primero que vimos fue un telescopio ubicado frente a la ventana. De inmediato supe que esa era la de Tanya. Bueno, en realidad lo supe porque había zapatos junto a la cama y muchos productos de uso personal sobre un peinador muy exagerado, y si ella era la única persona que vivía allí...

Comenzamos a husmear en cada rincón.

—Pero en serio creo que es bastante tierno que le gustes —canturreé.

Nolan, abriendo y cerrando cajones de la cómoda, puso una expresión de total horror.

—¡Me estaba mirando el pijama y no por el diseño sino por lo que casi se ve a través de él! —exclamó, indignado en un nivel dramático—. ¿Cuál ternura? ¡Me sentí acosado!

Claaaro, y a mí me ofendía que Ax anduviera sin camisa todo el tiempo. Por favor... si eso era un entretenimiento infinito.

—No existe un ser más pervertido mentalmente que tú —le recordé en un resoplido de obviedad—. No mientas.

Refunfuñó cosas que no entendí hasta que soltó:

—Bien, no me creas, no me creas.

Volví a canturrear con cierta burla y diversión mientras revisaba debajo de la cama:

—Los shippeo, y es intenso.

Nolan se giró violentamente:

—Shippeame esta.

Reprimí la risa por grosería, aunque se me quitaron las ganas de reír cuando fui hasta el armario, lo abrí y vi toda la ropa de Tanya colgada. Fue un golpe de realidad: estaba muerta. Esa chica había muerto en mi propio patio. Era difícil de creer y al mismo tiempo espantosamente creíble porque de un momento a otro la muerte, la sangre y un sinfín de secretos se habían convertido en lo que rodeaba mi vida.

Si aquello terminaba, ni siquiera podía tomar terapia. Algo así no se contaba jamás. Algo así te atormentaba por las noches, te impedía dormir y vivías con ello para siempre.

Nolan lanzó un comentario desde el otro lado de la habitación y me sacó de mi parálisis emocional:

—He estado pensando en salir con chicas. Sabes que soy flexible, y la verdad no he encontrado a nadie interesante...

Me introduje en el armario e hice un escaneo panorámico con la luz de la linterna. Abarcaba la mitad de una habitación promedio. Había una pared entera para ropa, otra para zapatos, otra para accesorios... El suelo era de madera. Habría sido genial en otro momento.

—Por mí está bien mientras esa chica sepa que soy como el tumor con el que vivirás el resto de tu vida —le contesté a Nolan desde mi lugar.

Empecé a abrir todos los cajones que se me aparecían en frente. Vi ropa interior, relojes, collares, un consolador, algunos libros en los que también hojeé por si tenían algo atrapado entre las páginas...

—O tal vez... —continuó Nolan desde la habitación—. Me gustaría tener un novio y una novia al mismo tiempo, y que los tres estemos de acuerdo. —Soltó una risa maliciosa—. Tú sabes, escandalizaría mucho a la gente, pero es la parte divertida. ¿Qué opinas?

De pronto, en uno de los cajones encontré un pequeño control remoto. No parecía de televisión. De hecho, tenía pocos botones y ninguno estaba identificado con palabras. Eso significaba: raro e importante.

—Opino que voy a tener que comprarte condones para que no dejes tu semilla regada por el mundo —repliqué mientras examinaba el control—. Aunque eso no pasaría con Vyd...

Nolan apareció con rapidez en la entrada del armario.

—Eres peor que las hemorroides, Mack Cavalier —soltó entre dientes.

Entre el análisis presioné los botones del control remoto. Escuché un sonido de deslizamiento y me di cuenta de que en al fondo del cuarto de armario, un largo y enorme cajón se había desplegado automáticamente hacia afuera de la pared. Un cajón secreto...

Me acerqué de inmediato para ver de qué se trataba. Lo apunté con la linterna. ¡Bingo!

—Creo que encontré lo que buscábamos —anuncié, mirando el contenido.

Nolan se acercó con rapidez para observar también.

—¡¿Es que acaso toda la gente de este pueblo está loca?! —chilló a mi lado.

En el interior del cajón había más de cincuenta dispositivos USB. Todos eran iguales y todos estaban ordenados uno al junto a otro de una forma tan impecable y perfecta que daba cierto miedo.

—Empieza a cogerlos todos —le dije a Nolan—. Nos los llevamos.

Sacamos los dispositivos USB y luego registramos el resto. No hallamos nada más, de modo que media hora después abandonamos la casa de Tanya.

Cuando volvimos a mi patio, el cuerpo ya no estaba. Sobre la sangre había un montón de tierra que la ocultaba y tampoco había barras. Pregunté cómo lo habían logrado, pero Vyd nos dijo que de pronto ellas mismas habían descendido hasta ocultarse.

Ax catalogó aquello como: "fue raro".

Igual estaba todo listo. ¿Cuánto tiempo tomarían en darse cuenta de que Tanya ya no estaba en su casa? No lo sabíamos, pero sospeché que en el momento en que lo descubrieran las cosas iban a ponerse feas.

Vyd se fue. Nolan se quedó a dormir. En lo que introdujimos una de las USB en la laptop descubrimos que los dieciséis gigabytes de almacenamiento estaban repletos de archivos de video.

Para ponerlo más raro, los videos eran grabaciones que apuntaban al patio de mi casa y las fechas del dos mil dieciséis. Así que teníamos tres años de videos en todas esas USB. Si todas se trataban del patio trasero, había que mirarlas para saber por qué Tanya se había dedicado a hacer ese registro, y por qué había intentado entrar a mi casa.

Claro que no lo lograríamos esa noche. Decidimos descansar un poco. Nolan se quedó dormido muy rápido, pero a mí se me hizo imposible conciliar el sueño. Di tantas vueltas que de golpe tuve un impulso, me senté en la cama y luego salí de ella.

Bajé las escaleras, salí de la casa en dirección a la casita de la piscina. Eran alrededor de las cuatro y media de la madrugada. Entré con cuidado. Pensé que pillaría a Ax dormido, pero en realidad lo encontré sentado en el suelo frente a la televisión mirando el canal de noticias. Por suerte, no estaba haciendo nada extraño.

Cerré la puerta tras de mí.

—No puedo dormir —le comenté con cierto e inexplicable nerviosismo—, y antes de que se me olvide vine a preguntarte si mañana quieres ayudarme a ver los videos. Creo que sería mejor si vamos de tres en tres, ya que son muchos y...

Lo dijo de golpe y sin contemplación:

—No.

De nuevo ese seco, frío y distante "no".

Quedé con los labios entreabiertos por un momento, pero luego los apreté, incapaz de decir algo. Él ni siquiera me miró al hablar, mantuvo la vista en el televisor, indiferente y sobre todo duro, justo como hacía últimamente. Es decir que eso de ir a buscarme y tomarme la mano no había significado que estábamos bien. No había significado nada.

Me di vuelta para irme con dignidad, pero de pronto una oleada de enojo me hizo detenerme.

De acuerdo, lo había aceptado durante todo ese tiempo, pero ya me tenía harta.

Me giré.

—¿Sabes? Esto no es lo que Nolan y yo te explicamos sobre la amistad —le reclamé—. Esto de ignorar al otro, de rechazarlo, de cambiar sin explicación alguna... Nosotros no somos así, no hacemos las cosas de este modo.

Finalmente desvió su atención hacia mí. Me observó un instante y luego, para mi entera sorpresa, hundió las cejas en un gesto de clara molestia. ¿Mis palabras acababan de enfadado? Pues bien.

—¿Y cómo se hacen? —preguntó, serio.

—Si estás tan molesto conmigo desde lo del beso, solo debes decírmelo —solté de una vez.

Sentí que liberaba algo enorme al mencionar el beso, que de hecho había sido el origen de su fea actitud. De verdad creí que podíamos resolverlo al hablar de ello, pero Ax negó apenas con la cabeza, afincó más su molestia y volvió a fijarse en la pantalla del televisor.

Su voz fue dura:

—Vete.

Sonó desdeñoso y directo, como si yo le fastidiara demasiado, como si incluso me despreciara. Eso fue un golpe inmediato en el pecho, pero en un método de defensa para que no notara que me afectaba, lo proyecté con más enfado:

—Porque te recuerdo que tú me lo pediste —agregué sin más.

—Vete —volvió a decir él.

—Y no sé si es que crees que voy a intentarlo de nuevo, pero te equivocas —añadí aún más enfadada—. No voy a lanzarme encima de ti o algo, no...

Me interrumpió con una brusquedad fuerte y odiosa:

—¡No se trata de eso!

Tal vez el haber mejorado su condición física y su alimentación le había dado la fuerza suficiente para usar las palabras con mayor coherencia. Me habría alegrado mucho en otra ocasión, pero ahora... ahora cada cosa que estaba diciendo y sobre todo la manera tan despreciativa en que lo pronunciaba, me causó cierto dolorcito en las emociones.

—¡Entonces intenta explicármelo! —repliqué igual de alto y con el mismo enojo—. ¡Como sea que se te haga más fácil puedes intentar decírmelo y yo buscaré la manera de descifrarlo! ¡Te dije que eso hacen los amigos!

Ax se puso en pie, alto e intimidante, y me lo gritó en un rugido:

—¡Tú y yo no somos amigos!

Me quedé paralizada y asombrada. Golpearme el dedo meñique del pie de manera consecutiva me habría dolido mucho menos que eso.

Ax me miró con el ceño muy fruncido y la mandíbula tensa. Me miró con tanto enojo que me sentí como el mayor fastidio del mundo. Al mismo tiempo no podía creerlo. No podía creer que después de todo lo que habíamos pasado, de tanto que lo había ayudado y protegido, él me estuviera tratando con tal desprecio.

¿Tanto había odiado el beso? ¿Tanto había cambiado eso su idea sobre nosotros? ¿Qué concepto tenía ahora de mí? ¿Cómo habíamos llegado a eso?

Toda la situación me dolió un montón, pero endurecí mi gesto.

—Entonces deberías largarte de mi casa y resolver tus malditos y peligrosos problemas tú solo —le escupí con desdén.

Y salí de la casita a paso rápido, dando un portazo.

No quería volver a ver a Ax en mi vida.    


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Ay, qué sad... Espero que hayan disfrutado de este capítulo un tanto triste, un tanto misterioso, un tanto gracioso ajjajsks¡Muchas gracias por obtener los coins!Las cosas van a ponerse buenísimas, ok? Porque en los videos de Tanya hay más de una respuesta. En cuanto a Ax, pues... Está en modo #odioso. ¿Alguien sabrá por qué? Mientras tanto... La sombra acecha y al mismo tiempo guarda un terrible secreto. ¡Besos! 

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