
21
Ten cuidado si besas a la oscuridad
O si la oscuridad te besa a ti
Nolan apareció más rápido de lo esperado.
Venía apresurado y agitado, todavía vistiendo su traje azul oscuro. Traía del brazo el vestido limpio que le había pedido e incluso un par de zapatos y una linterna de mano. Agradecí por esos momentos de inteligencia suprema en los que él pensaba con más cuidado que yo.
Lo primero que hizo al detenerse frente a nosotros fue apuntar a Ax con la linterna. En cuanto la luz aclaró su figura, Nolan se quedó pasmado con los ojos abiertos de par en par.
—¡Joder, parece salido de Holocausto Caníbal! —exclamó con horror.
Y bueno, no estaba exagerando. Con la luz, su aspecto era peor de lo que había creído. Sentado, encogido y apoyado de la fuente, tiritaba. A pesar de que le había lavado la cara, todavía tenía algunas manchas de sangre seca alrededor de la barbilla. Las manos estaban cubiertas por completo como si fueran guantes rojos. La piel de sus hombros, de su espalda y abdomen estaba sucia por haber convulsionado sobre la tierra. Incluso medio dormido, su pecho se movía de manera irregular por su respiración.
Nolan me apuntó a mí con la linterna. Su expresión se llenó de mucho más espanto.
—¡Y tú de un ritual para invocar a un demonio! —exclamó también.
Sí, todo se había ido al carajo. Mi vestido angelical de chica responsable había perdido su pureza al haberse manchado de sangre. Estaba descalza, tenías los pies sucios de tierra mojada y seca, las manos también manchadas de sangre por haber tocado a Ax y el cabello hecho un gran desastre. Parecía una loca de carretera que había cometido un horrible crimen, pero no era momento para analizarnos ni para detenernos a echar el chisme. Había que actuar.
Empecé a quitarme el vestido en pleno jardín. La noche enviaba una brisa helada que me puso a temblar, pero me esforcé en soportarlo. No me preocupé de que Ax me viera semi desnuda. Él estaba demasiado ido como para prestarme atención, y con Nolan ya no tenía vergüenza alguna. No después de que una vez me llamara al baño para mostrarme que había hecho una caca gigante que le había hecho doler el culo. Nuestra amistad era oro puro.
—Esto es lo que vamos a hacer —le dije al mismo tiempo que sacaba las piernas del vestido—. ¿Recuerdas a Tyler?
Nolan puso cara rara.
—¿Tyler el reprimido de la prepa que quería chupármela cada cinco minutos?
—Ese mismo —asentí—. Necesito que le llames y le pidas un favor.
Incluso con la oscuridad logré ver la exagerada expresión de espanto que se formó en el rostro de Nolan.
—¡¿Por qué?! —protestó con indignación—. ¡Me costó mucho quitármelo de encima! ¡No quiero hablar con él!
Me dejé la ropa interior y me acerqué a la fuente. De un salto me metí en ella. El agua estaba muy fría, tanto que me erizó la piel. Por suerte me llegaba hasta por los muslos, de modo que comencé a utilizarla para quitarme toda la sangre y la tierra que tuviera en el cuerpo y que pudiera delatar lo que había sucedido con la sombra y el rector Paul.
—Pues Tyler fue el único que se embobó por ti hasta el punto de hacer cualquier tontería que le pidieras sin pensarlo —continué explicándole—. Debes pedirle que se haga pasar por un empleado de la central eléctrica, llame a mi madre y le informe que la electricidad no se restablecerá esta noche, que es posible que ocurran más fallos y que lo mejor es quedarse en casa con velas y kits de emergencia. Eso acabará con la fiesta.
Nolan se rascó la cabeza y se quedó pensativo por un momento.
—Demonios, es una buena idea —admitió, aunque no muy contento—. ¿Y la policía?
—Yo me encargaré de eso —aseguré.
—Pero, ¿cómo?
La verdad no tuve idea de cómo, pero algo se me ocurriría, o algo debía ocurrírseme obligatoriamente.
—Tú solo ocúpate de llamar a Tyler —le ordené de manera conclusiva.
Salí de la fuente, me coloqué el vestido limpio y los zapatos. Nolan me apuntó con la linterna en busca de manchas de sangre. En cuanto nos aseguramos de que no había ninguna, me agaché frente a Ax.
Tomé su rostro entre mis manos. Estaba muy débil y su piel muy caliente por la fiebre. Apenas logró entreabrir los ojos para mirarme. Su cuerpo entero se estremecía tal vez de frío, tal vez de dolor.
—Iré a encargarme de que todos se vayan —le dije en un susurro—. Debes quedarte aquí y esperar a que yo vuelva, ¿de acuerdo?
En un movimiento débil, Ax asintió. Al menos podía entenderme. Al menos se habían detenido las convulsiones con esa rara inyección que le había puesto Vyd.
Lo dejamos ahí y nos alejamos del jardín. Cuando atravesamos el patio vimos que seguía sumido en plena oscuridad y que ahora también en un denso silencio. Por un momento pensé que la fiesta había acabado y que la gente se había ido, pero apenas entramos por la puerta de la cocina descubrimos que todos se habían trasladado al interior de la casa. De hecho, los meseros se habían encargado de poner velas por todas partes. El vestíbulo y los pasillos de la planta baja entonces estaban abarrotados de personas e iluminados por una débil luz naranja. Las sombras se alargaban en todas las direcciones y las voces se mezclaban formando sonidos incomprensibles.
De manera inevitable recordé a la sombra peleando con Vyd. Me inquietó y puso nerviosa el admitir lo fácil que podía camuflarse allí si se le antojaba. Pero se había ido. Me repetí que se había ido.
Empecé a buscar a Eleanor entre la gente. Justo cuando la pillé hablando con un par de personas, se abrió la puerta principal y nada más ni nada menos que Dan, el hermano de Nolan, entró a la casa.
Genial. Lo que faltaba.
Llevaba su habitual uniforme de policía, el cabello rubio bien peinado y traía consigo a un compañero. A su lado, el tipo quedaba opacado porque Dan lucía como un oficial salido de Chicago P.D. Eleanor también los vio y se dirigió inmediatamente hacia ellos. Yo me apresuré a acercarme.
—Señora Cavalier, aquí estamos —le saludó Dan a su servicio.
Ella empezó a contarles con preocupación y dramatismo todo lo que había sucedido desde que había empezado la fiesta.
—... entonces, con las explosiones escuchamos un par de gritos —dijo al final—, y no sabemos de quienes fueron. Hay mucha gente, evacuamos el patio, pero no se ve nada allí como para comprobar si hubo algún herido.
Dan asintió como si anotara todo en su libreta mental de policía experto.
—¿Tiene linternas de emergencia? —le preguntó.
—¡Por supuesto! —exclamó Eleanor—. Pero cuando las revisé resultó que todas estaban fundidas.
Eleanor parpadeó con cierto desconcierto. ¿Todas nuestras linternas de emergencia fundidas? Eso parecía igual de raro que el celular que no accedía a la linterna ni a las llamadas. Probablemente había sido provocado por la sombra, pero no estaba del todo segura...
—Debió de ser por el apagón —comentó Dan—. Haremos una revisión. Por favor mantenga a los invitados aquí dentro.
Eleanor asintió ante la petición de Dan. Me pregunté si se había dado cuenta de que el rector Paul no estaba por ningún lado. Parecía demasiado inquieta como para notarlo, y mejor así porque de acordarse todo podía complicarse.
Dan se giró hacia su compañero.
—Revisa los cableados y ve si hubo algún daño mayor —le ordenó—. Yo chequearé el patio.
El tipo acató la orden y se perdió entre la gente.
Se me ocurrió algo de golpe.
En cuanto Dan empezó a caminar en dirección al patio, me interpuse en su camino. Se sorprendió un poco al verme aparecer tan de repente.
—Yo estaba cerca de la persona que gritó —le conté.
Dan hundió ligeramente las cejas.
—¿Viste quién fue? —me preguntó.
—No, pero lo escuché todo como si hubiera sucedido a mi lado —aseguré, y como Dan hizo un silencio pensativo, agregué—: Puedo llevarte al lugar exacto. A lo mejor hay alguien desmayado ahí.
Lo miré con bastante seriedad y disposición para que entendiera que hablaba en serio.
—Muy bien —terminó por aceptar.
Avanzamos entre la gente, yo al frente y él detrás. Me ocupé de hacerlo salir por la cocina. Mi idea era mantenerlo lo más lejos posible de la tarima. Pretendía llevarlo al otro extremo del patio. Luego de allí no tenía muy claro qué debía hacer. Estaba confiando en que, al no encontrar nada, Dan diera todo por seguro y se largara.
Apenas pisamos el oscuro patio, Dan sacó una linterna de su cinturón y la encendió. Demonios, la proyección de luz era blanca e intensa, suficiente para aclarar cualquier cosa. Empezó a apuntar con ella en todas las direcciones mientras caminábamos por entre las mesas que habían quedado vacías. Rogué para que no hubiera sangre en otro sitio que no fuera la parte trasera de la tarima. Hasta allí no alcanzaría a ver desde esa distancia.
—Por cierto, fue muy ingenioso eso —comentó él de repente.
—¿Qué? —repliqué, extrañada.
Estaba nerviosa. Me esforcé por ocultarlo.
—Lo que le dijiste a tu madre cuando vine a hablarles de tu amigo —aclaró con naturalidad.
Claro, el tema de Ax y su falso nombre Axel Müller.
Traté de no inquietarme.
—Solo fue la verdad —mentí.
—Supongo que ya sabías que ese no es su nombre y lo estás protegiendo —prosiguió Dan, igual de tranquilo.
A lo mejor ese truco del policía relajado que intentaba entablar una agradable conversación le funcionaba con otros chicos. Conmigo no.
—En realidad no lo sabía —volví a mentir con cierto desinterés en las palabras—. Lo conocí en un viaje y estuvimos demasiado ocupados en otras cosas como para hacernos preguntas personales.
—¿Te dijo a qué vino al país? —trató de averiguar.
—De nuevo estuvimos demasiado ocupados como para hablar —enfaticé con toda la intención de que entendiera el sexual mensaje oculto en ello—, y tampoco era que me interesara averiguarle la vida.
Eché un cuidadoso vistazo hacia atrás. Dan me seguía y al mismo tiempo apuntaba la linterna en un escaneo panorámico. Nada raro a la vista. Ninguna persona, ninguna sombra, ningún cadáver, tan solo sillas vacías, copas que habían quedado llenas, decorados y pastelillos en los centros de mesa.
—Así que te acuestas con un chico sin saber si es un psicópata o no —mencionó él, algo pensativo.
Bueno, ojalá me hubiera estado acostando con al menos un chico. Por el contrario, lo único que hacía era intentar esconder a uno que tenía ojos de distintos colores y al parecer que también tenía habilidades sobrenaturales, o sobrehumanas, o como se dijera. ¿La líder de las patéticas? Por supuesto.
—Si no lo volveré a ver... —canturreé al estilo de la chica fría a la que no le importaba más que ligar. Y de inmediato cambié el tema—: Mira, yo estaba aquí cuando escuché el grito.
Dan rodeó la mesa que acababa de señalarle y dirigió la linterna en todas las direcciones para examinar el perímetro. En realidad yo no había estado allí en el momento de los gritos. Ese era el extremo más alejado de la tarima, casi cercano al inicio del jardín. Estaba lo suficientemente lejos del sitio en donde había visto el cuerpo del rector, así que no podía encontrar nada extraño.
—Creo que deberías tener cuidado con ese chico —mencionó él—. El hecho de que dé un nombre falso es un mal indicio, y si utiliza ese nombre con una identificación ya es un delito. No creo que quieras meterte en un lío así por encubrirlo, ¿o sí?
Considerando que habían matado a un hombre en mi patio, que había una sombra malvada correteando por ahí, que existía un tipo capaz de causar miedo con los ojos y que yo ya tenía relación directa con cada una de esas cosas... Sí, ya estaba metida en un gran lío. Y sí, estaba asustada y nerviosa por todo eso, pero lo importante era no ponerme en evidencia.
—Nada más estaba divirtiéndome con él —aseguré sin mucha importancia—. Es todo.
Dan no se rindió en ningún aspecto. Se agachó, apoyó una rodilla del suelo y movió la linterna para que la luz se colara por debajo de las mesas.
—¿Puedes decirme en dónde se aloja mientras está en el pueblo?
—Ni siquiera sé eso —testifiqué junto a un encogimiento de hombros—. Literal que solo llegó aquí, lo hicimos y ya.
Dan estudió un momento más el suelo, el pasto, cualquier lugar y punto en donde alguien pudiera haberse desmayado, y luego se puso en pie. Suspiró.
—Bueno, Mack, creo que...
Cerró la boca de golpe. Me quedé esperando por lo que pretendía decir, pero en su lugar se giró con brusquedad hacia la derecha y apuntó la linterna directo hacia los arbustos.
—¿Qué fue ese sonido? —preguntó, ya entrando en modo alerta.
¿Un sonido? No había oído nada, pero también miré en esa dirección. Una punzada de pánico me atenazó. ¿La sombra había vuelto? ¿Qué demonios iba a hacer si Dan la veía? ¿Y si nos atacaba? Vyd ya se había largado incluso. ¡¿Quién nos iba a salvar el culo?!
La mano de Dan se movió instintivamente hacia la culata de su arma enfundada en su cinturón. Me pregunté si lograría derrumbar a la sombra con ella.
—Yo no escuché nada —aseguré con rapidez.
Pero eso no convenció a Dan. Callado y ya sospechando, avanzó un par de pasos cautelosos con las piernas algo flexionadas y la mano todavía sobre la culata, preparado para sacar el arma en cualquier momento.
—Por los arbustos... —susurró.
Miré hacia allá. El punto iluminado por la intensa luz de la linterna estaba despejado, ni una hoja de los arbustos se movía. Si se trataba de la sombra estuve segura de que no aparecería por allí, sino por el sitio menos esperado, así que observé en la dirección contraria, hacia la oscuridad.
Y allí, entre los arbustos, alcancé a ver el par de ojos mirándonos no fijeza. Por un instante me asusté. Estuve a punto de gritar porque vi la silueta oscura y masculina. Pero en cuanto la súbita onda de miedo se despejó, entendí que eran ojos familiares, exhaustos y al mismo tiempo curiosos.
Ax.
¡Estaba de pie allí!
Por un momento, la idea de que Dan lo viera, me paralizó. Alterné la vista entre Ax y él, sin saber qué demonios hacer. Mi mente chispeó en fallo por un momento, pero en cuanto una de las manos de Ax salió del arbusto para apartarlo, reaccioné y tuve que actuar rápido.
—¡Dan! —le llamé para obtener su atención.
Y entonces avancé a paso rápido hacia él, me le detuve en frente a centímetros de su cuerpo, puse una mano en su nuca y en un movimiento repentino me puse de puntas y le planté un beso.
Bueno, era lo mejor que se me había ocurrido. Tal vez no lo más inteligente, pero sí lo más rápido. Rogué a todas las religiones para que no se apartara de inmediato. Presioné mis labios contra los suyos. Durante un momento, solo fue eso, presión. Ambos nos mantuvimos inmóviles. Aproveché y abrí los ojos. Dan tenía los suyos cerrados con el ceño algo fruncido. Moví ligeramente la cabeza hacia un lado al mismo tiempo que intenté abrir su boca con la mía.
Miré sobre su hombro hacia los arbustos. Ax seguía allí parado mirándonos. Alcé una mano y le hice un gesto de que se fuera lo más rápido posible. Ya le habíamos enseñado qué significaba eso, así que estuve segura de que lo entendería. Sin embargo, no reaccionó al instante, de modo que tuve que empezar a hacer movimientos sobre los labios de Dan para ganar tiempo. Él me siguió, paralizado de cuerpo, tal vez desconcertado, pero sin duda alguna ya atrapado por el contacto de nuestras bocas.
Mientras, seguí agitando la mano para que Ax me prestara atención.
Solo unos segundos después se dio la vuelta y se perdió entre la oscuridad.
De pronto, las manos de Dan me tomaron por los hombros y me apartaron con brusquedad. Su expresión era de perplejidad total: los ojos abiertos al límite y la boca entreabierta.
—¡Mack! —exclamó, horrorizado—. ¡¿Qué demonios haces?!
Miró por encima de mí en dirección a la casa para comprobar si alguien nos veía o nos había visto. Bueno... no había considerado eso, pero ya estaba hecho. Ahora solo quedaba salir del paso.
—Lo siento —escupí con una vergüenza fingida—. Siempre he tenido un crush contigo, así que yo...
¿Crush por él? Mentira. Aunque el beso no había estado tan mal en cuestiones de mecánica...
—¡No puedes hacer eso! —exclamó de nuevo, todavía atónito—. Tienes diecisiete años y yo soy un oficial. ¡Es un....! ¡Es un...!
Ni siquiera lo completó, se quedó más horrorizado por la propia palabra.
—¿Delito? —completé yo con cierta duda—. ¿No lo es solo si follas con un menor?
Parpadeó como estúpido, incapaz de decir algo. De hecho, tan solo abrió la boca y balbuceó en verdad asustado y sorprendido.
—No se lo diré a nadie —agregué para tranquilizarlo. Luego esbocé una sonrisa pequeña y demoniaca—. No diré que me seguiste el beso durante un momento...
Fue como si le hubiera revelado la manera en la que iba a morir.
—Oh mierda... —susurró con espanto.
Y sin darle más largas salió disparado de allí en dirección a la casa.
¡Éxito!
Eché un último vistazo hacia los arbustos. No vi a Ax por ningún lado, así que me apresuré a seguir a Dan para no quedarme atrás en la oscuridad. Apenas entramos de nuevo a la gran sala, Eleanor interceptó a Dan. Lo había dejado tan aturdido que eso lo tomó por sorpresa.
—¿Encontró algo? —le preguntó ella, todavía preocupada.
Yo me detuve junto a mi madre. Disimulé una expresión normal, pero en un gesto intencional me pasé el pulgar por la comisura del labio inferior como si me limpiara con delicadeza el resto de algo. Tal vez habría sido interesante que él le dijera: "sí, señora Cavalier, encontré la boca y casi la lengua de su hija", pero eso había sido demasiado para él. Podía notarlo. Estaba asustado, impactado y probablemente aturdido, aunque se esmeró por mantener su postura.
Dan carraspeó la garganta y se centró solo en Eleanor.
—Todo está bien, señora Cavalier —le aseguró con voz controlada—. No hay problemas ni heridos.
—Me llamaron de la central eléctrica —informó ella—. La electricidad no se restablecerá todavía y podría haber más fallos. Yo creo que...
—Entonces lo mejor será que despida a los invitados —le interrumpió Dan con su estúpido profesionalismo exageradamente amable y recto.
Lo bueno era que por el caos mental que de seguro tenía, no puso en duda eso de la llamada desde la central.
Eleanor, por su parte, no comprendió.
—Pero...
—Así evitará algún problema mayor —insistió Dan y después se esforzó por sonreírle—. Buenas noches, señora Cavalier.
Sin perder más tiempo o sin siquiera mirarme avanzó hacia la puerta en donde lo estaba esperando su compañero. Finalmente, ambos salieron de la casa.
Resignada y decepcionada, Eleanor empezó a despedir a todos.
Objetivo cumplido: fiesta terminada.
Además, estuve segura de que el oficial Dan ya no sería un problema.
***
La casa quedó totalmente vacía a eso de la una de la madrugada.
Todavía no volvía la electricidad, así que Eleanor, muy frustrada porque según ella su fiesta había sido un fracaso total, cogió una de las botellas de vino, una copa y se encerró en su estudio en el último piso. Sabía que se embriagaría y se quedaría dormida sobre los planos, de modo que apenas oímos la puerta cerrarse, Nolan y yo actuamos.
Primero cogimos un par de baldes con agua y jabón, trapos húmedos, cepillos y guantes. Nos dirigimos directo a la parte trasera de la tarima y con eso empezamos a limpiar el charco de la sangre del rector. Costó un poco cuando empapamos los paños con la sangre para absorber el exceso, pero al final el agua empujó el resto hacia el pasto y no quedó más que una sombra oscura en el suelo que podía pasar por cualquier cosa.
—Las imágenes de "un verdadero amigo te ayuda a enterrar un cadáver" jamás habían quedado tan claras para mí como ahora —opinó Nolan, exhausto, viendo la mancha.
Después buscamos a Ax por todo el patio. Lo encontramos sentado y casi dormido entre unos arbustos, lejos de la fuente en donde lo habíamos dejado. Lo sostuvimos por los brazos y con esfuerzo lo llevamos de vuelta a la casita de la piscina.
Él ayudó caminando. Al parecer, no estaba tan desorientado después de todo. Lo condujimos al baño para meterlo en la bañera y quitarle la sangre y la fiebre, pero antes de atravesar la puerta nos apartó a Nolan y a mí para que lo soltáramos. Como eso demandaba, eso hicimos. Dimos un paso atrás. Luego Ax avanzó hacia el interior del baño y dándonos la espalda cerró la puerta en nuestras caras.
Nolan y yo nos quedamos inmóviles frente a la puerta. Nos miramos las caras.
—¿Está cabreado por haber usado sus superpoderes o qué? —preguntó Nolan, desconcertado.
Suspiré.
—Que no tiene superpoderes —le aclaré al mismo tiempo que le saqué la linterna que se había guardado en el bolsillo trasero—. Y no lo sé, siempre es muy raro.
Me acerqué un momento a la puerta y pegué la oreja a la madera. En unos segundos escuché el agua correr. Luego encendí la linterna y me dirigí a la cocina para buscar en los cajones algunas velas. Todo estaba a oscuras y los ruidos provenientes de la noche se oían con mayor fuerza: los grillos, las sacudidas de los arboles por el viento frío, y algo que se arrastraba y que posiblemente eran las pequeñas iguanas del jardín.
—A mí eso de la oscuridad y de la negrura me parecen superpoderes —opinó Nolan, moviéndose en dirección al sofá—. Capaz es un puto x-men y ni nos dimos cuenta. Admito que llegué a pensarlo, pero dije: no, vas a sonar estúpido, Nolan, mejor no lo digas. ¡Zas! —Palmeó las manos—. Resulta que era lo más lógico.
Encontré algunas velas pequeñas y redondas en uno de los cajones de abajo.
—No tiene nada de lógico —contradije.
Nolan resopló de manera exagerada.
—¿Y qué es lo que sí tiene lógica en este punto ? —replicó de manera absurda—. Ahora la cosa de los ojos amarillos...
—Vyd —le corregí.
—Ahora ese tal Vyyyd —continuó y se afincó en "Vyd" con cierta molestia—, no es el enemigo. El enemigo es la sombra porque es un fallo de Strange. Tampoco sabemos qué rayos es Strange, claro, pero los encargados de eso están buscando a Ax, a Vyd y a las otras cinco personas que son como ellos.
Finalmente encontré una caja de cerillos. Me dirigí a la sala y empecé a colocar las velas en lugares estratégicos que pudieran iluminar el lugar.
Tenía grabada cada palabra que había dicho Vyd, y todo se resumía a una sola cosa.
—Tenemos que descubrir qué es Strange —dije de manera decisiva—. Ahí están las respuestas, así sabremos cómo ayudar a Ax.
—¿Vyd ni siquiera pudo darte una pista?
—No, nada.
La luz de las velas iluminó de forma tenue la sala de la casita. Nolan tomó aire y lo soltó con fuerza y frustración.
—Bueno, empezaremos a investigar con las herramientas básicas de los simples mortales: internet, bibliotecas... —Soltó un bostezo y echó la cabeza hacia atrás en el sofá para ponerse cómodo—, pero hoy ya estoy cansado hasta el culo.
Elevó las piernas y las colocó a lo largo del sofá. Sí, había sido un día de locos. Yo también estaba algo cansada, pero de pronto me acordé de Dan. Y del beso. Y de lo que, en cierto modo, eso significaba. Lo había hecho para salir del paso, pero seguía siendo raro. Obligatoriamente debía contárselo a Nolan. No acostumbrábamos a tener secretos entre nosotros. Tenerlos ahora solo iba a empeorar las cosas.
—¿Nolan? —le llamé, rompiendo el silencio.
No abrió los ojos, permaneció recostado del sofá.
—¿Uhm?
—Besé a Dan.
Se incorporó de golpe con los ojos grandes como dos faroles. Buscó el atisbo de broma en mi rostro, pero en cuanto no lo encontró exhaló con fuerza y perplejidad.
—Esta amistad va a llevarme a la tumba, en serio.
Hablamos del beso y de mis razones para hacerlo. También le conté lo que había recordado sobre la noche en la que había muerto Jaden. En cierto momento, Ax salió del baño, ya limpio y con la toalla envuelta alrededor de las caderas. Yo ya tenía lista una píldora para ayudarle a bajar la fiebre, pero en cuanto se la ofrecí solo negó con la cabeza y avanzó en dirección a la habitación. Por último, cerró la puerta y con eso nos dejó muy claro que no quería hablar ni interactuar con nosotros.
Lo respetamos. Permanecimos en la sala. Nolan no tardó en quedarse dormido en el sofá. Yo también debía quedarme dormida en el otro porque acordamos no despegarnos de Ax esa noche, pero no conseguía dormir. No era que estuviera incomoda, sino que estaba preocupada y todavía aturdida por lo que había recordado.
Con eso se completaba el recuerdo. Eso había sucedido aquella noche que tanto me había costado rememorar. Ahora tenía un montón de preguntas. Si yo había salido intacta del accidente, ¿cómo fue que al despertar tenía heridas? Me habían dicho que me había golpeado muy fuerte la cabeza y que eso había afectado mi capacidad de recordar. Así que... me habían mentido. Y sospechaba que mi madre había estado de acuerdo con eso. Después de todo ella no era nada de lo que yo había creído.
Pero, ¿por qué? Eso era lo que no paraba de preguntarme. ¿Cuál era la razón? ¿cómo daba con ella? En el recuerdo, yo sabía cosas. Sabía que mi madre era una asesina. Sabía quiénes nos perseguían y que iban en ese auto negro. Después de lo que me había dicho Vyd tenía la leve pero curiosa sospecha de que tal vez esas personas eran las mismas que ahora buscaban a los que se habían escapado.
Tal vez al momento del accidente yo sabía lo que era Strange...
Tal vez también lo había olvidado.
Me tuve que levantar del sofá. Fui por un vaso de agua y luego me asomé con sumo cuidado a la habitación para monitorear a Ax. Estaba oscuro, pero alcancé a verlo tendido de lado en la cama. Había un gran espacio junto a él. Sentí el impulso. La idea me pasó por la mente, pero dudé alrededor de un minuto. Bueno... llevaba ya horas dormido, ¿no?
Fue inevitable. Me acerqué y me recosté con cuidado a su lado. Quedamos frente a frente. Apoyé mi mejilla sobre mi mano y lo miré. Parecía profundamente sumido en su sueño. Lo mejor de todo era que no se veía adolorido ni tembloroso.
Saber que me había salvado de alguna manera me hacía sentir... protegida. Claro que de igual modo no olvidaba que le había mordisqueado el brazo al difunto rector Paul. Era un tanto frustrante no poder definirlo por completo. Primero me había parecido un monstruo. Ahora, dormido tan tranquilamente con la respiración serenada, la expresión neutral y sin toda la sangre, no lo parecía. De nuevo lucía con un chico normal, un chico en el que podía fijarme, el chico que había querido besar en la mesa mientras Nolan cantaba su estúpida canción...
Me tomó por sorpresa la pregunta en un susurro:
—¿Dan Cox es tu novio o novia?
Habló sin mover más que los labios, sin siquiera abrir los ojos. Me quedé paralizada un segundo, atónita por lo fluido de la pregunta, pero recordé nuestra conversación en la cocina sobre los besos y de golpe no pude evitar soltar una risa.
—Es gracioso cuando repites todo tal cual te lo digo —le confesé.
Pero él no compartió mi diversión. Se mantuvo igual de serio a la espera de una respuesta más clara.
—Y no, no es mi novio —le aclaré en un suspiro suave—. Lo besé para distraerlo y que no te viera. Si te pillaba de seguro iba a llevarte a la estación para hacerte preguntas por tu nombre falso. Fue como... una estrategia.
Ax frunció las cejas, todavía con los ojos cerrados.
—Estrategia es defensa y ataque —pronunció como repitiendo algo que había aprendido probablemente de Nolan o de la televisión.
—Sí, fue un método de defensa —afirmé.
La expresión de Ax se relajó. Esperé otra pregunta, pero él se quedó callado. Asumí que se dormiría, así que yo también cerré los ojos. A ser sincera, no quería dormir en el sofá. Me sentí más cómoda allí, sobre todo porque si la sombra volvía a aparecer, y de verdad tenía la sensación de que lo haría, con Ax cerca tal vez sería más fácil enfrentarle. Por otro lado... me gustaba su compañía. Ya estaba acostumbrándome.
La nueva pregunta de Ax rasgó el silencio de la fría y oscura habitación:
—¿Cómo fue?
Abrí los ojos. Esa vez yo fruncí el ceño. Lo había escuchado, pero por un momento no lo entendí. Lo único con lo que lo relacioné fue con...
—¿El beso? —pregunté, algo dudosa.
Ax, aún con los ojos cerrados, movió la cabeza en un ligero asentimiento. Mi confusión se transformó en algo de extrañeza y luego en un poco de diversión. Que me preguntara eso... Bueno, Ax era demasiado curioso y siempre quería saber para qué funcionaban las cosas. Solo que aquella era la primera pregunta personal que me hacía, y no me incomodó en lo absoluto.
Busqué la forma de contárselo como le explicaba otros conceptos, aunque era bastante difícil.
—Bueno, los besos solo son algo capaz de describirse cuando se los das a alguien que te gusta —intenté explicarle—. Si no te gusta esa persona solo es una boca contra otra, un intercambio de saliva y... ya. Dan no me gusta, así que no fue gran cosa.
Silencio de su parte. Era el silencio posterior a las explicaciones, cuando él procesaba cada palabra pero aun así no entendía algo más. Supe que todavía tenía dudas pero que no sabía cómo expresarlas.
—Sabrás todo eso cuando esta extraña y peligrosa situación termine, empieces a llevar una vida normal y conozcas a alguien que te guste —agregué para ayudarle a comprenderlo mejor—. Puede ser una chica, puede ser un chico... —Me costó un poco pronunciar las palabras—. ¿Has pensado en eso alguna vez?
Ahora yo lo estaba pensando también, y no me sorprendí demasiado al sentir cierta inquietud por tratar de imaginar a Ax en un plan romántico con otra persona. Por un lado porque él no era nada normal en esos aspectos; y por el otro porque... bueno, sí, porque yo ya sentía algo por él. Lo admitía. No podía poner en duda la atracción. Puto Nolan y sus comentarios.
—No —contestó Ax con simpleza.
—¿Tampoco puedes sentirte atraído por alguien?
Volvió a hundir las cejas en un gesto de desconocimiento absoluto.
—¿Qué es...? —Apretó los labios por un momento con cierta dificultad y luego lo intentó de nuevo—. ¿Qué es eso?
De nuevo me costó encontrar las palabras adecuadas para explicarlo. No era como mostrarle la forma en la que se podía encender una tostadora o leer la definición de una palabra en un diccionario. Era complejo. Eran cosas que se sentían. Eran, a fin de cuentas, las cosas que yo ahora sentía por él. Era lo que me latía en el pecho por estar recostada en la misma cama, a poca distancia. Así traté de exponérselo.
—Es cuando ciertas cosas de otra persona te llaman mucho la atención. "Atracción" es cuando quieres mirar sus ojos por mucho rato; cuando te preguntas cómo sería besar su boca; cuando huele tan bien que te dan ganas de abrazarle sin soltarle; cuando esa persona te roza la mano y experimentas un montón de reacciones efervescentes en tu piel; o cuando su sola cercanía te pone a temblar y a reaccionar las partes más sensibles del cuerpo...
Suspiré al pronunciar lo último. Tenía la vista fija en su rostro y cada cosa que había dicho había encajado perfectamente con él, sobre todo la última. Justo como había pasado en la fiesta. Había sentido el impulso de querer besarlo. Ahora mi corazón latía un poco más acelerado. De nuevo me atacaba esa sensación, esa necesidad estúpida y adolescente de dar un paso... ¿Cuál paso? Aquella no era una situación normal. Yo estaba para ayudar a Ax, no para andar pensando en tontadas de besos.
Tragué saliva y cerré los ojos para serenarme. Le pedí a mi corazoncito que se calmara.
—Algo así —finalicé en un suspiro—. ¿Has sentido eso con alguien?
No se me calmó nada. Hacer la pregunta me causó una punzada de nervios.
—No... —admitió él con una nota pensativa.
—Es imposible de describir por completo —le confesé junto a una risa nerviosa—, pero es una buena sensación. Ya te sucederá. Conocerás a alguien y lo besarás, y lo entenderás todo.
Pero, a ser sincera, en verdad no quería que conociera a nadie. Bueno, no todavía. Yo más que nadie quería verlo evolucionar, aprender todas las conductas humanas normales. A lo mejor si sucedía eso de sentirse atraído por alguna chica, iba a soportarlo y a aceptarlo, pero en el fondo la idea me causaba una mala sensación. En el fondo, la idea me ponía...
Ax volvió a hablar de repente:
—Enséñame.
No entendí a qué se refería. Hundí las cejas.
—¿Qué?
—Beso.
¿Qué?
Mis pensamientos se detuvieron de golpe.
De nuevo: ¿qué?
Fijé la vista en él, atónita. Descubrí que había abierto los ojos y me observaba. Pensé que estaba bromeando, pero su expresión era seria, y en realidad Ax no tenía mucho sentido del humor. Así que no estaba bromeando. Eso me dejó paralizada por un segundo. Al otro, mi corazón empezó a latir con mucha rapidez. Mi cerebro sufrió algunos fallos. ¿Me estaba pidiendo que lo besara? ¡Sí! Y no supe qué hacer. Tan solo me mantuve inmóvil, parpadeando como estúpida.
Una risa muy nerviosa y torpe salió de mí. Solo se me ocurrió tomarlo como juego, no asustarme ni sacar conclusiones apresuradas.
—¿Para qué?
Ax pareció no entenderme. Tan solo me observó como si no hubiera considerado que yo podía hacerle esa pregunta. Una pregunta que de todas formas no tenía sentido, pero...
—Para entenderlo todo —dijo con cierta lentitud.
—Lo entenderás cuando...
Su mirada penetrante e insistente me interrumpió, dejándome todavía más perpleja. No pude completar mi intento de razonamiento.
—No sé hacerlo —pronunció, pausado y afincado en su intención—. Tú sí. Enséñame.
Y me miró fijo, firme, tan decidido y exigente como cuando Nolan le advertía que algo era difícil y aun así él no perdía interés en intentarlo. No, no estaba jugando. Estaba hablando en serio.
Me quedé en silencio e inmóvil en la cama. Besarlo. Sí, había tenido muchísimas ganas de hacerlo. Todavía tenía ganas, ¿a quién quería engañar? Pero ahora no podía ni siquiera moverme. Jo-der, ahora estaba el triple de nerviosa. Estaba aturdida por la petición y dudosa por el resultado. Un lado de mí gritaba: "¡sí, hazlo ya! ¡él lo quiere tanto como tú!"; el otro lado temía por lo que sucedería si lo hacía porque la realidad era que Ax solo sentía curiosidad por haberme visto besar a Dan.
Era como cuando obligatoriamente quería aprender algo que Nolan hacía. Él no sabía lo que significaba un beso. No sabía lo que podía significar cuando se lo dabas a alguien que gustaba de ti. Él no sabía que yo sentía la atracción, que desde hace semanas estaba experimentando cosquilleos al tenerlo cerca. Él no sabía que yo estaba dejando de verlo como un "amigo".
Un beso. Un beso iba a cambiarlo todo.
Y sin embargo, no pude negarme. No pude decirle: "no, Ax, no voy a besarte nunca porque solo somos amigos". Es que en el fondo no quería. Lo que quería era acercarme y hacer eso que venía imaginando. Quería ser la primera chica que lo besara. Quería dejarme llevar como si fuéramos normales y aquello fuera correcto.
Mis pensamientos se bloquearon. A partir de allí, no actué con claridad.
—En realidad no tiene nada de complicado dar un beso —dije con la voz baja y los labios algo temblorosos—. Primero, te acercas a esa persona...
Me moví hacia adelante, todavía recostada de perfil. Se me hizo difícil mover los músculos porque un montón de emociones explosivas y agitantes acababan de despertarse en mi interior y estaban haciendo fiesta, pero logré disminuir la distancia que nos separaba hasta que quedó tan solo un espacio pequeño entre su cuerpo y el mío. Ninguna parte de nosotros estaba en contacto todavía, pero hasta allí percibía el calor que emanaba de su torso desnudo. Incluso podía escuchar su respiración, serena y en calma.
¡Ja! Incluso él estaba tranquilo ante la idea. Yo, por otro lado, ni siquiera podía apretar la boca. Tuve que tragar saliva y relamerme los labios para seguir las instrucciones:
—Luego le miras a los ojos... —continué en un susurro.
Reacomodé la cabeza sobre la almohada para que nuestros rostros quedaran frente a frente. Mantuve mi mirada al nivel de la suya. Me permití admirar esos inusuales ojos enmarcados por el negro azabache de sus ligeras pestañas. Sus iris eran diferentes, pero brillaban con la misma intensidad. Uno demasiado negro, otro demasiado claro. Uno parecía la noche y el otro el día. A veces eran perturbadores y difíciles de observar, pero en ese momento hipnotizaban. A diferencia de los de Vyd que causaban horror, los suyos incitaban a perderse y profundizar en una oscuridad atrayente. Sin duda alguna Ax tenía un atractivo muy raro, pero un gran atractivo a fin de cuentas.
—Y después miras su boca...
Observé esa pequeña cicatriz que tenía por encima de su labio superior. Labios finos y masculinos. La cicatriz de la ceja, por otro lado, ya había sanado. Las del resto de su cuerpo, también. Todas indicaban algo doloroso, pero le daban un aire de guerrero que había triunfado. Bueno, Vyd había dicho que Ax era el más importante, ¿no? Eso significaba que era el más habilidoso del resto. Y lo parecía. Los músculos delgados pero fuertes, el pecho de un blanco suave pero marcado con sutileza, los hombros anchos, la piel cremosa, las líneas que se perdían a la altura de donde iniciaba el jean prestado por Nolan...
Tomé aire. Estaba agitada. Mierda. Mi corazón había empezado a latir a tal velocidad que el pecho me subía y bajaba de forma notoria. Un cosquilleo de entusiasmo recorría mi cuerpo. Pensé en controlarme, en negarme a aquello, pero ya era imposible. Ya estaba decidida a hacerlo. Lo necesitaba, y lo mejor era que él seguía quieto y atento esperando por ello.
Extendí una mano hacia su rostro y con los dedos algo temblorosos rocé su mejilla. Cálido. Suave. Nuevo. Tocarlo se sentía como meter la mano en un fuego que te hacía arder la piel, pero no te quemaba.
El impulso fue incontrolable.
—Y te acercas y le besas —susurré finalmente.
Me incliné hacia adelante, acerqué mi rostro y con lentitud presioné mis labios contra los suyos. El mundo se detuvo. No existió más que ese instante. Alrededor todo fue negro. El contacto fue algo delicado como una lección para principiantes. Dos pasos: el roce y la presión.
Cerré los ojos automáticamente. No pude mantenerlos abiertos. Sus labios estaban calientes y suaves. Su cara desprendía un tenue olor a jabón. Su aliento fresco. Ya no olía a sangre, ni a tierra, ni a nada que pudiera hacerme imaginarlo como un monstruo. Mi mente se emborronó por completo. Tan solo sentí su respiración golpeando la piel de mi rostro y su boca aceptando mi beso.
Por supuesto, Ax se mantuvo quieto. Él no sabía que en ese momento lo ideal para seguir el beso era abrir la boca y empezar un jugueteo de labios y lenguas. Quise enseñárselo también, pero primero decidí asegurarme de que se sentía bien con el contacto de labios, así que aparté mi rostro unos pocos centímetros, todavía sin quitar la mano de su mejilla, y lo miré.
Su expresión había cambiado por completo. Nada de seriedad. Tenía el ceño fruncido. Me observaba con fijeza y confusión, pero no la misma confusión de cuando no comprendía algo. Aquello era la perplejidad incontenible que surgía cuando descubrías algo en ti que no sabías que existía. Sí. No cabía dudas de que Ax estaba descubriendo cuánto podía afectar el contacto humano en la piel, en los sentidos, en los pensamientos.
Casi sonreí. ¿Él quería aprender? Pues yo le iba a enseñar.
—Los besos no terminan ahí... —le susurré muy cerca de su rostro. Él parpadeó con desconcierto—. Se ponen mejor, y para que lo compruebes, ahora intenta imitar los movimientos de mis labios.
Con lentitud volví a acercarme. En cuanto uní nuestros labios de nuevo, con suma delicadeza invité los suyos a abrirse. Primero no lo captó muy bien, de modo que fue muy inexperto. No obstante, no me apresuré. Le di tiempo para acostumbrarse. La verdad, pensé que se alejaría, pero bastaron solo unos segundos de pequeños movimientos para que su boca empezara a moverse a un ritmo parecido.
De pronto, Ax comenzó a tomar mayor parte con verdaderas ganas. Al sentirlo, mi corazón latió a un ritmo sofocante. Y a medida que fue mantenido el ritmo sin errores, eso afectó mi respiración y mi control de la realidad. Causó que me sumiera tanto en disfrutar su sabor que ni siquiera me di cuenta de cuándo o cómo lo hice, pero en cierto momento noté que había apegado mi cuerpo al suyo y mi pecho estaba contra su pecho. Mi mano se había aferrado a su rostro y nuestras bocas daban y daban besos. No eran apresurados. En segundos no eran perfectos, en otros segundos eran cuidadosos. Como fueran, tenían suficiente presión para tragarnos nuestros propios alientos.
En cierto momento pasó lo que inevitablemente pasa en los besos: las reacciones en busca de más. Fue por mi lado. En una larga caricia mi mano bajó desde su rostro, pasó por su cuello y descansó sobre su cálido hombro. Con suavidad hundí mis uñas en su piel, en la piel que ya estaba convencida de que quería explorar, morder y besar. Al mismo tiempo, mi boca también trató de ejecutar otros juegos. De modo que entre besos y besos, mi lengua se coló con cuidado hacia el interior de su boca.
Apenas rozó la suya, apenas la humedad y la calidez de nuestras lenguas se juntaron, sentí una intensa punzada en el vientre que...
Y de golpe se rompió el momento.
Fue todo muy rápido, tan rápido que ni siquiera lo procesé al instante. Solo supe que Ax me empujó hacia atrás. No fue un empujón fuerte como para hacerme daño, pero sí logró apartarme. Luego, él dio un salto fuera de la cama. Un salto torpe, extraño, como si una fuerza invisible lo hubiera empujado a él también o como si hubiera un montón de pulgas en las sábanas de las que estuviera huyendo. Intentó mantenerse de pie, pero se tambaleó, no logró mantener el equilibrio y cayó al suelo apoyado en una mano.
En ese instante, algo mucho más raro sucedió. La habitación se iluminó de golpe. La electricidad se restableció de una forma súbita y luego, de la misma forma, volvió a apagarse hasta quedar en negro.
Con ello, uno de los bombillos explotó.
Fue una explosión seca y rápida, pero me hizo sobresaltarme. Me incorporé apresurada, con las manos apoyadas en el colchón. Juro que pensé que se trataba de la sombra. Joder, de hecho miré en todas las direcciones esperando encontrarla allí lista para matarnos.
Pero no había ninguna sombra. En la habitación solo estábamos Ax y yo. No había ningún enemigo.
Sin comprender nada miré el rostro de Ax, que estaba inmóvil con una rodilla apoyada en el suelo y el cuerpo inclinado y medio encogido hacia adelante. Si no se trataba de la sombra ni de nada peligroso, ¿qué demonios había sucedido? ¿Por qué tenía los ojos abiertos de par en par y una expresión de gran espanto estampada en la cara? Incluso su pecho subía y bajaba a toda velocidad. No lo entendí.
—Ax, ¿qué...? —pronuncié, perpleja, mientras me movía para salir de la cama y acudir en su ayuda.
De pronto, la puerta de la habitación se abrió de par en par. Nolan, con el pantalón de su traje, descalzo y sin camisa, entró de un salto sosteniendo un trapero. Tenía el cabello aplastado de un lado y desordenado del otro. Su expresión era somnolienta y alerta al mismo tiempo.
—¡Escuché la explosión! —soltó con fuerza, sosteniendo el palo como si fuera una espada capaz de cortar enemigos—. ¡Aquí estoy!
Miró en todas las direcciones en busca de algo que atacar, pero como al igual que yo no encontró nada, me observó a mí inmóvil y boquiabierta en la cama y luego a Ax en esa extraña posición en el suelo.
Nolan frunció el ceño y con lentitud bajó el trapero.
—¿Qué pasa? —preguntó, desconcertado—. ¿Apareció la sombra?
Apenas dio un paso adelante, Ax soltó en advertencia:
—¡No!
Fue una exigencia clara y asustada. Incluso extendió una mano para pedirle que no se le acercara y fue algo tan abrupto que cayó de culo en el suelo. Yo quedé todavía más anonadada. Nolan no dio un paso más, se quedó de piedra, alternando la vista entre ambos.
Intenté comprender por qué de pronto actuaba así. Tuve la impresión de que temía que fuéramos a lastimarlo. Lo único con bastante lógica que pensé fue que había hecho algo mal y que eso de los besos sin duda alguna era igual de dañino para él que el hecho de hablar.
—¿Por qué estás ahí tirado? —le preguntó Nolan con detenimiento para no asustarlo más—. ¿Te duele algo? ¿Sientes que algo está cerca?
Ax no dijo nada, siguió mirándonos con espanto. Nolan buscó la respuesta en mí. Yo no sabía ni cómo explicarlo.
—Pero, ¿qué sucedió? —me preguntó Nolan entonces.
Me lo preguntó como si yo lo hubiera causado. Y tal vez sí, pero no lo entendía. No quería decir nada, pero era necesario.
—Nosotros estábamos... —intenté explicar con la voz algo atropellada.
Cerré la boca. No me salían las palabras. Nolan esperó, pero al obtener silencio de mi parte, movió la mano para incitarme a hablar.
—Ustedes estaban...
Tuve que carraspear la garganta para decirlo:
—Nos estábamos besando y...
La cara que puso Nolan no me dejó terminar de hablar. Primero alzó las cejas hasta el límite y me observó con los labios apretados, tipo: "así que besándose, eh...". Sentí que me ardía toda la cara, así que solté una gran exhalación.
—¡Y él se tiró al suelo y el bombillo explotó y no sé qué rayos pasó! —lo dije a toda velocidad y sin respirar.
Listo. Se extendió un silencio espeso en la habitación. Ax seguía inmóvil. No quise mirar a nadie porque me sentía culpable y estúpida por haberme dejado llevar por los impulsos.
—¿Besándose mucho? —preguntó Nolan de repente con detenimiento.
—Sí —contesté entre dientes.
—¿Pegados? —preguntó también.
Mantuve la vista fija en el suelo.
—Sí.
—¿Con lengua?
Apreté los labios. Quería golpearme la cara con la pared.
—Sí...
Cuando me atreví a alzar la vista para mirar a Nolan con algo de vergüenza y rabia por haber hecho eso de besar a Ax sin considerar las consecuencias, Nolan había apoyado el trapero de su hombro y tenía una sonrisa pícara y contenida en la cara.
—Pues ya es obvio lo que pasó —dijo él, entre la risa y el: que tontita eres, Mack...
Pero yo no le entendí en lo absoluto. Solo vi con estupefacción que Nolan dio otro paso hacia Ax, y que Ax retrocedió hasta que su espalda chocó con la pared. Me dolió el pecho de solo pensar que creía que íbamos a hacerle daño. Me afligió tanto que intenté mantener la boca cerrada para no empeorarlo. Me pregunté incluso si debía buscar la inyección que me había dado Vyd.
Nolan, ya tranquilo, se agachó frente a él.
—No te espantes, Ax —le dijo en un gesto amigable—. Es algo muy normal. No es nada malo ni peligroso.
Me quedé paralizada. ¿Qué?
Nolan se inclinó hacia adelante y le dijo algo a Ax en un susurro confidencial. Fruncí el ceño y con cuidado me moví para intentar escuchar. Entonces Nolan se apartó y vi que Ax bajó la mirada con lentitud, todavía algo espantado. Tenía el brazo pegado al estómago. Asumí que ahí debía dolerle. No me quedaron dudas de nada. De seguro también habían hecho que no fuera capaz de sentir atracción o de tener contacto con otras personas. Probablemente lo había empeorado al aceptar el beso.
—¿Qué le pasa? —pregunté en un susurro culpable.
Nolan, todavía agachado, se giró hacia mí. Sus ojos se entornaron con un brillo de diversión.
—Pues que acaba de conocer una cosita llamada "erección".
Plop.
En mi mente caí hacia atrás como Condorito.
Pudo habérseme roto la barbilla de ser posible. Yo no le creí. De verdad pensé que Nolan lo decía para joder, pero en cuanto lo convenció de ponerse en pie porque "era seguro que no se trataba de nada malo que fuera a lastimarlo", alcancé a ver que el bulto en la entrepierna de Ax era notable. Y más notable aún era su cara de desconcierto total. Su cara de: "¿qué diablos es esto y cómo funciona?".
Ni siquiera fui capaz de decir nada. Tan solo desvié la vista. Sin embargo, Nolan condujo a Ax hacia el baño y le indicó que se echara agua fría. Luego ambos entraron a la habitación y tuvieron una conversación sobre cómo funcionaba el cuerpo de los hombres.
Por mi parte me fui a la sala y decidí fingir estar dormida en el sofá para no hablar del tema ni verle la cara a Ax.
Ah, pero por dentro... Por dentro me estaba muriendo por volver a besarlo.
Después de todo, ya había quedado claro que a él también le había gustado.
¿Cierto?
----
Espero que les haya encantado este capítulo tanto como a mí asjkajs.
Ax está descubriendo las emociones y reacciones humanas... riko. Les prometo que sucederán mas cosas así...
En el próximo capítulo se descubre algo muy interesante sobre STRANGE.
Y Mack quiere saber si Ax siente lo mismo que ella.
Solo que con Ax es muy difícil averiguar las cosas.
¿Será que sí lo siente? ¿Qué dicen?
¡Muchas gracias por obtener los coins para leer la historia!
Les envío mucho amor. Trataré de subir el siguiente capítulo lo más rápido posible. Ya lo estoy editando.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro