
20
La verdadera cosa de los ojos amarillos
Ax se estaba muriendo.
La cosa, que todavía lo sostenía, lo sacudía en intentos de hacerlo reaccionar. De nuevo, una corriente de preocupación me exigió tomarlo yo misma con mis manos, pero de igual modo la cercanía de eso que hasta hace un momento creí que era un enemigo no dejaba de producirme un terror intenso, un miedo que me hacía pensar que mi corazón dejaría de funcionar o que me asfixiaría. No podía mover ni un músculo. Estaba fría y paralizada.
—Joder, no me queda de otra... —pronunció la cosa al ver que Ax no reaccionaba.
De repente hundió una de sus manos —que tenía cubierta por un feo y sucio guante oscuro— en uno de los bolsillos de su gabardina. Sacó un largo tubillo de color blanco que de inmediato asocié con esas inyecciones de adrenalina que usaba la gente para tratar las alergias mortales. En un movimiento rápido, la cosa elevó la inyección y la clavó con fuerza en el pecho de Ax, justo por encima de donde debía estar su corazón.
Los ojos de Ax se abrieron de par en par apenas el líquido fluyó por su cuerpo. Las convulsiones se detuvieron al instante. En su ojo claro, una línea negra ondeó a toda velocidad y luego desapareció, algo que nunca había visto en él y que me dejó aún más atónita. No supe si ese era el efecto esperado, pero entendí que funcionó porque Ax se impulsó hacia adelante, apoyó los antebrazos de las rodillas y en una gran y sonora arcada expulsó un espeso, oscuro y grotesco chorro de vómito, justo como lo había hecho la sombra durante su pelea con la cosa.
Me quedé pasmada y horrorizada viendo cómo esa sustancia salía de su boca. Me pregunté si era posible que alguien normal vomitara algo así. Ni siquiera logré definir qué era. ¿Sangre? ¿Partes de la carne del brazo del rector?
A su lado, la cosa le palmeó la espalda.
—Eso... bótalo todo y no dejes nada —le dijo en un intento de ánimo.
Ax tosió, vomitó un poco más, tuvo otra arcada y luego se quedó muy quieto con la cabeza hundida entre las piernas, temblando y respirando agitadamente.
—Uf —exhaló la cosa con alivio—. Por poco te me mueres, amigo.
Amigo.
La pregunta salió de mi boca de manera automática y estupefacta:
—¿Qué?
La cosa alzó la cabeza. Esos ojos de pupilas amarillas e inyectados en sangre me observaron con fija curiosidad. Un montón de emociones extrañas e incomodas me hormiguearon sobre la piel. El miedo se intensificó. Ni siquiera sentí que fuera capaz de moverme en lo que restaba de vida. Muchísimas cosas horribles pasaron por mi mente en ráfagas asfixiantes, cosas que jamás me había detenido a considerar: maneras en las que iba a morir, maneras en las que iba a sufrir...
Pero la voz de la cosa, su postura, el hecho de que no me atacara no tenían relación alguna con mi miedo. ¿Por qué lo sentía tan fuerte?
—Pues que casi se nos va... —me aclaró con una divertida obviedad. Como me le quedé mirando con una intensa expresión de horror y desconcierto, él añadió—: o sea que casi estira la pata, suelta el último aliento, queda con la lengua afuera...
¿Era en serio?
—¡Lo entiendo! —solté de golpe en lo que casi fue un chillido—. Me refiero a, ¿son amigos?
La cosa volvió a mirar a Ax, que seguía en la misma posición, tosiendo como si fuera a vomitar más.
—Ah, sí, nos conocemos —asintió con rapidez.
Le palmeó otra vez la espalda en un gesto de camaradería y elogio. Físicamente el tipo lucía intimidante y tenía una voz algo carrasposa, masculina, pero en ella había una nota relajada, confiada y divertida que semejaba a la de uno de esos amigos en extremo fiesteros y bromistas que tenías de toda la vida. Justo eso hizo que saltaran algunos tornillos y fallaran algunos engranajes en mi cerebro. No encontré manera de expresar mi estupefacción. Solo quedé ahí con la boca abierta.
—¿No lo sabías? —me preguntó la cosa, algo confundido.
—Yo no... —balbuceé—. Es que ni siquiera entiendo qué está pasando.
La cosa hizo un movimiento con la mano de poca importancia, como si fuera normal no entender nada.
—Lo que pasa es que teníamos que matar de una vez por todas a esa sombra que viste hace un momento. —Miró en dirección al cuerpo inerte del rector Paul en un gesto de alerta por si la sombra volvía a hacer acto de presencia—. La trampa era el cuerpo porque le gusta mucho la carne humana, pero apareciste tú así que Ax se ocupó en salvarte. Claro que si no hubiera elegido eso habría sido más fácil encarar a al imbécil ese...
Miré de nuevo a Ax. Sus hombros anchos se movían al ritmo de su respiración, algo acelerada pero ya en proceso de calma. Con la cabeza hundida entre las piernas, escupió algo espeso y asqueroso al suelo. Después se limpió la boca con el dorso de la mano.
Volví a ver a la cosa, perpleja.
—¿Plan? ¿Salvarme? —repetí—. ¡Pero si se estaba comiendo al rector!
La cosa vaciló un momento.
—Sí, bueno, eso era necesario para que el fallo percibiera el olor de la sangre y viniera hasta acá —explicó un tanto apenado—. Si te tranquiliza, primero lo maté yo. Ax hizo el resto.
—¿Pero tú quién rayos eres? —fue lo que solté.
Él se puso en pie y yo automáticamente retrocedí porque creí que me saltaría encima, pero lo que hizo fue un gesto cordial junto a una ligera y caballerosa inclinación.
—Tengo muchos nombres —se presentó—, pero mi favorito es Vyd.
Seguidamente se echó la capucha de la gabardina hacia atrás. Mi frecuencia cardiaca aumentó con una fuerza sofocante y dolorosa. Reveló una mata de cabello tan blanco como la mismísima nieve, revuelto y un tanto sucio. Su piel era del mismo tono pálido que el de Ax, aunque tenía un tinte ligeramente enfermo y opaco, casi como el de un cadáver. Pensé que también se quitaría el pañuelo que le cubría la mitad de la cara, pero lo mantuvo. En definitiva tenía un extraño y perturbador aspecto, pero sus horribles ojos eran lo que más resaltaba. Me esforcé por no centrarme solo en ellos, pero resultaba inevitable. El brillo, la anomalía, todo atraía y al mismo tiempo espantaba como lo habría hecho una voz sobrenatural en medio de un sótano oscuro.
—Son los ojos —dijo Vyd.
Salí de mi batalla mental con el pánico. Me di cuenta de que me hormigueaban las manos, de que tenía el cuello sudoroso y de que mis pies se sentían pesados como piedras.
—¿Eh?
El pañuelo estaba tan pegado a su rostro que logré ver cómo la boca se ensanchaba debajo de ella, tal vez en una sonrisa.
—El miedo que sientes es causado por mis ojos. —Se los señaló con un dedo—. Producen exactamente eso, el más grande terror en las personas. Procura no mirármelos y te sentirás mejor.
Después de todo lo que había visto, no tuve intenciones de cuestionar nada. Desvié la vista con rapidez y decidí fijarla en Ax. Al parecer había quedado en un mal estado. Me costó creer que me había protegido y que también le había arrancado la piel al rector Paul, pero al mismo tiempo sí lo creía...
—De acuerdo Vyd —hablé en un esfuerzo por no mirarlo a la cara—. Entonces, ¿no eres peligroso?
—No para ustedes —afirmó en un tonillo cantarín.
—¿Puedes decirme qué era esa sombra que tenían que matar?
—Un fallo.
—¿Un fallo de qué?
—De Strange, por supuesto.
De nuevo ese nombre. Una chispa de interés se encendió en mi interior. De repente sentí que Vyd, más que dar miedo, podía dar respuestas.
—¿Y qué es exactamente Strange? —pregunté, esperanzada.
Mis esperanzas murieron en un segundo.
—Uh... eso no puedo responderlo, guapa —contestó—, porque si suelto una palabra quedaré muertito.
Tuve la impresión de que hizo ese gesto de que le cortaban el cuello junto a un chasquido dramático.
Recordé que en mi habitación, justo después de mostrarme el dibujo de los ojos de Vyd, Ax había dicho que moriría si hablaba sobre Strange. ¿Se trataba de lo mismo? ¿Ambos eran lo mismo? Debían de serlo. Físicamente eran en extremo diferentes, pero a ambos los envolvía ese aire anómalo y misterioso. Además, si los ojos de Vyd tenían la capacidad de causar miedo, si Ax me había protegido y si esa sombra era un fallo, todo debía provenir del mismo lugar.
Lo otro era cierto, no verlo a los ojos me hizo sentir un poco mejor. Todavía estaba asustada, pero recuperé movilidad. Me llenó una nueva sensación: intriga.
—Tú eres igual que Ax, ¿no? —le pregunté a Vyd.
—Algo así —afirmó él.
—Entonces sabes de dónde viene, ¿no? ¿Qué le sucedió? ¿Puedes decírmelo?
Lancé las preguntas con rapidez. Mi voz sonó algo entusiasmada pues era la primera cosa sólida que encontraba conectada a Ax, a su verdad.
—En realidad todos venimos de sitios distintos... —empezó a decir.
Pero automáticamente giré la cabeza hacia él. Con ese súbito y rápido vistazo me di cuenta de que el color amarillo de sus ojos no era tan escandaloso ni fosforescente como había creído, sino más bien claro, mezclado con verde, algo natural.
—Espera —le interrumpí—. ¿Todos? ¿Cuántos son?
Vyd pensó un momento con los ojos entrecerrados. En lo que empecé a creer que el tono amarillo se profundizaba y aumentaba, volví a desviar la vista.
—En total éramos doce —calculó— pero ahora solo quedamos cinco.
¿Doce personas como Ax? Wow... Pero, ¿en el mismo pueblo? ¿O en diferentes lugares? ¿Y qué les había sucedido para que solo quedaran cinco?
—Como decía, no sabemos mucho los unos de los otros —prosiguió Vyd ante mi atónito silencio—. Nos vimos bastantes veces, nos enseñaron a actuar juntos, pero nada más. Ahora tampoco recordamos partes de nuestro pasado. Lo único que yo recuerdo es que me escapé. Ax debió hacer lo mismo, y la sombra también.
Así que eso de no recordar era normal en ellos...
—¿No recuerdas de dónde te escapaste? —le pregunté con curiosidad.
—No —contestó Vyd con animada simpleza—. Hay muchas cosas que no recuerdo, a decir verdad.
Me alivió un poco que Vyd fuera como yo en ese aspecto. Yo tampoco podía recordar, así que sabía lo que se sentía tener un hueco en la mente, pero me preocupó más el hecho de que si él, que podía expresarse con fluidez y se veía más orientado y claro en su situación no recordaba de dónde había salido, que Ax lo hiciera parecía más imposible.
A lo mejor ambos venían del mismo sitio...
—¿Qué tan peligrosa es esa sombra? —indagué también.
—Uf, es más peligrosa que cualquiera de nosotros —exhaló Vyd—. Es un fallo, por esa razón no tiene consciencia de la realidad y no distingue a los de su bando, es decir a nosotros, y a los enemigos, es decir, a la gente normal. Puede matar a cualquiera.
—¿Y cómo dices que me salvó Ax?
Vyd soltó una pequeña y algo traviesa risa. No entendí lo divertido.
—Bueno, mientras estaban ahí juntitos... —Señaló el sitio en donde Ax estaba sentado todavía— el fallo no podía verlos. A lo mejor lo olía a él, pero no podía verte a ti.
Demasiado intrigada ya, volví a verlo a la cara.
—Nos hizo... ¿invisibles? ¿A eso te refieres?
Vyd negó con la cabeza con cierta lentitud.
—No —dijo en un tono casi sombrío—. Los hizo oscuridad, negrura, sombras...
En la última palabra alzó la mano y movió los dedos con dramatismo. Luego soltó una carcajada repentina que le quitó toda la seriedad y el misterio al momento.
—¿Pero qué mierda...? —solté, confundida y extrañada.
La carcajada de Vyd se convirtió en una sonrisa que se notó debajo del pañuelo. Se movió hacia Ax, se inclinó un poco y le puso una mano en el hombro.
—¿Es que no lo entiendes? Este es el macho, guapa —me dijo con mucha obviedad, como si yo no tuviera consciencia de algo fantástico—. Él es el número uno. ¿Ves esos colores en sus ojos? —Señaló los ojos de Ax—. Hay dos núcleos en su interior. Juntos son ¡boom! Pero... ha estado bastante débil desde que lo encontraste. ¿Acaso le has exigido que hable?
Vyd me miró con las cejas fruncidas. Sus ojos de repente parecieron más amarillos. Comencé a sentir algo de temor, así que miré el suelo.
—Él no habla casi —fue lo que respondí.
—¡Porque no debe! —exclamó Vyd—. Si habla, sus habilidades van desapareciendo. Es decir, puede hacerlo, pero mientras más aprende, más va descomponiendo su cuerpo.
Su voz sonó con una nota de horror y reclamo.
—¿Pero por qué tú sí hablas? —me defendí.
—Porque cada uno de nosotros tiene un objetivo diferente y una maldición distinta —explicó él—. Lo único que compartimos es que moriremos si revelamos lo que somos.
—No tenía ni idea... —intenté excusarme.
Pero Vyd me interrumpió, todavía reclamante:
—¿De que mientras intentas humanizarlo lo estás matando? Pues es así. Él es bastante fuerte, es decir, usar las sombras incluso así de débil es tener las pelotas de uranio, pero no lo soportará por mucho tiempo.
Sentí una punzada de culpa en el pecho. Durante todo ese tiempo había creído estar protegiendo y ayudando a Ax, cuando en realidad solo lo estaba asesinando al exigirle respuestas para tranquilizar mis dudas. Lo peor era que de igual modo él lo había intentado. Aquello me hacía sentir tan cruel, tan egoísta... Debía enmendarlo.
—¿Cómo puede recuperarse? —me apresuré a averiguar.
Vyd enumeró las opciones con simpleza:
—Bastante comida, no hablar y mucha relajación mental.
Bueno, no sonaba tan difícil.
—¿Y cómo relajamos su mente?
—Uhm, viendo la televisión —sugirió Vyd—. Nunca nos permitieron verla, pero descubrí que nos ayuda bastante.
De inmediato entendí por qué todos los días Ax miraba tanto la televisión. Él también había descubierto que eso lo relajaba.
Sentí que Vyd se movió, así que intenté captarlo de reojo. Lo vi inclinarse frente a Ax.
—Mejorarás si cumples con eso —le aseguró Vyd directamente a Ax—. Yo estaré cerca, pero tendremos que reunirnos de nuevo para planear algo. Ese fallo no puede estar suelto por mucho tiempo.
Luego Vyd se enderezó y se giró hacia mí. Con rapidez fijé la vista en el suelo, pero él avanzó hasta que vi sus botas viejas y sucias a poca distancia de mis pies descalzos y mugrientos por la tierra. Alcé un poco la mirada hasta su barbilla con cuidado de no llegar a sus ojos. Para no fallar, pensé en que su ropa parecía la de un vagabundo.
Vyd metió la mano en el interior de su gabardina y sacó de nuevo un tubillo largo como una inyección de adrenalina. Lo extendió hacia mí.
—Robé estos para mí cuando me escapé —me informó—, pero te lo daré para que lo uses en Ax si vuelve a pasar algo así. Recuerda: solamente si empieza a convulsionar y no reacciona.
No lo dudé ni un segundo. Cogí el tubillo.
—A Ax hay que mantenerlo vivo de cualquier forma —agregó Vyd con muchísima seriedad—. Justo ahora los cinco que quedamos estamos en peligro. Nos están buscando, y no les será tan difícil capturarnos. Antes teníamos un rastreador, pero nos lo sacamos. Estaba justo aquí. —Señaló un punto en su vientre. Luego giró la cabeza en dirección a Ax—. Perrazo, ¿te lo sacaste?
En su lugar, todavía con la cabeza hundida entre las piernas, Ax asintió. Quedó tan claro para mí que permanecí boquiabierta. ¡Por esa razón tenía esa herida cuando lo encontramos allí en el patio! No lo habían acuchillado, él mismo se había abierto la piel para sacarse el rastreador.
—El fallo es el único que no recuerda que tiene el rastreador todavía —continuó Vyd, ya directo a mí—. Va a estar de aquí para allá causando incendios, asesinando gente, haciendo estupideces sin control ni razón. Como sus capacidades mentales están en constante error y conflicto, en algún momento su comportamiento será predecible y les será fácil atraparlo. Si no lo matamos nos rastrearán al resto por su culpa.
Lo dijo con la suficiente gravedad para que entendiera que si los atrapaban las consecuencias irían hasta la muerte.
—Pero, ¿quiénes son estas personas que los buscan? —pregunté, todavía confundida por esa parte.
Vyd soltó una especie de risa.
—Bueno, ahí está el punto, guapa, eso tendrás que descubrirlo tú misma. Nosotros no podemos hablar de ello, como te dije.
Sin intenciones de aclarar más, Vyd se apartó unos pasos. De reojo alcancé a ver que cojeó un poco.
—¿Ni siquiera una pista? —intenté averiguar.
—Ya debo irme —añadió él de manera decisiva, omitiendo mi pregunta—. Tengo que recuperar fuerzas. Desde que tú y tu amigo me atropellaron he estado algo... loco.
Ah, esa parte... Nolan y yo a veces éramos un tanto estúpidos. Sentí algo de vergüenza.
—Lo siento mucho —me excusé con sinceridad—. Nos asustamos, es decir, tú...
Él hizo un ademán de poca importancia.
—Lo entiendo —me tranquilizó en un tonillo divertido—. Son los ojos. Ser tan asombroso es una gran maldición. Igual yo solo estaba bromeando. No pensé que se cagarían tanto en los pantalones. Después de que salieron corriendo intenté acercarme, pero joder que son agresivos.
—Nos cagamos... —admití, no muy orgullosa de ello.
Vyd chasqueó como si no fuera problema ya.
—De todos modos yo le puse el teatro, ya sabes, caminando así de aterrador en medio de la carretera... —Emitió unas cuantas risas—. Soy un tanto exagerado.
Vyd avanzó en dirección al cuerpo inerte y rodeado de sangre del rector Paul. Me apresuré a seguirlo. Evité mirar el cadáver, que seguía con los brazos extendidos y uno de ellos mordisqueado hasta el hueso.
—Por casualidad —le dije a Vyd, ya con la curiosidad bien despierta—. ¿Los ojos de Ax causan algo también?
Vyd se detuvo junto al cuerpo y lo examinó.
—Sí, pero no pueden justo ahora —me respondió, pensativo—. Ax funciona un poco diferente porque tiene dos núcleos. A él le falta algo... está incompleto, pero no recuerdo de qué se trata. Lo he estado intentando, pero solían manejar nuestra memoria a su antojo, ¿sabes? Debo buscar alguna manera de dar con eso, lo necesita.
¿Ax estaba incompleto? ¿Cómo rayos podía estar incompleto?
—Bueno, ya luego será —suspiró Vyd y después señaló el cuerpo—. Voy a llevarme a este señor para que no lo encuentren y no haya problemas.
Se inclinó y sostuvo al rector Paul por las muñecas con mucha facilidad, justo como podías tomar a un muñeco.
—Una cosa —me apresuré a preguntar antes de que se fuera—. Esto de Strange... ¿acaso es algún experimento?
Vyd suspiró e hizo silencio un momento. Pensé incluso que no me respondería, pero al final habló:
—Guapa, Strange no es nada de lo que te imaginas, y nosotros tampoco —dijo de la misma forma que se le diría a alguien demasiado ingenuo—. Cuando descubras la verdad, solo con suerte seguirás cuerda. Nos vemos, Mack.
Arrastró el cuerpo hacia atrás. Vyd era bastante alto y por lo visto bastante fuerte, pero me pregunté cómo haría para sacar ese cadáver sin que nadie lo viera, sobre todo si la casa estaba rodeada de muros electrificados. Sin embargo, si se había enfrentado de manera tan asombrosa a la sombra y tenía "habilidades", lo creí capaz de todo.
Se detuvo un momento.
—Ah, y dile a tu amigo Nolan que me gustó mucho su interpretación en la tarima —agregó con cierta diversión y lo que detecté como... ¿picardía?—. Espero conocerlo la próxima vez que nos veamos.
Luego siguió arrastrando el cuerpo como si no pesara absolutamente nada.
Apenas se perdió de vista entre la oscuridad y los árboles, me di cuenta de que Ax se estaba moviendo. En realidad, intentaba levantarse, pero no le iba muy bien. Tenía una rodilla apoyada del suelo y la otra pierna flexionada. Era un jodido desastre: la cara y las manos manchadas de sangre, el pantalón sucio, el cuerpo agitado, el cabello revuelto... En cuanto me acerqué a él para ayudarlo, su cuerpo se balanceó hacia mí. Tuve que envolverlo con mis brazos alrededor del torso para que no se desplomara. En el instante en que su piel desnuda hizo contacto con la mía, percibí que estaba hirviendo. ¡Su temperatura debía de ir por los cuarenta grados!
—Agua —pronunció él de repente con voz carrasposa y jadeante, todavía apoyado de mí—. Necesito... agua.
Pero no había agua cerca. No... ¡sí había! ¡La fuente! ¡El agua de la fuente siempre estaba limpia!
—Te daré agua, vamos —le dije.
Tuve que utilizar toda mi fuerza y resistencia para no soltarlo. Hice que enganchara su brazo alrededor de mi cuello, lo sostuve por la cintura y lo impulsé para que camináramos. Él dio algunos pasos lentos, difíciles y torpes. Avanzamos, pero la temperatura de su piel comenzó a quemarme. De igual modo no me rendí. Con esfuerzo lo conduje hasta que llegamos a la fuente.
Ya allí, Ax se apoyó con ambas manos en el borde. No lo solté en ningún momento. Lo ayudé a inclinarse, y como sus brazos temblaban de debilidad, yo misma formé un cuenco con ambas manos, cogí el agua y se la di de beber. Cuando tomó lo suficiente, volví a coger agua y le empapé la cara. Al mismo tiempo me aseguré de quitar la sangre alrededor de su boca hasta que quedó considerablemente limpio y el tono rojizo se fundió con los chorros que expulsaba la fuente.
Finalmente lo ayudé a sentarse en el suelo, con la espalda apoyada de las piedras que conformaban la estructura de la fuente. Él echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Mantuvo los labios entreabiertos, respirando agitadamente. No pude evitar recordar el momento en el que lo vi agachado sobre el cadáver, arrancándole la piel. En ese momento me pareció que era un monstruo, algo abominable e inhumano, pero ahora ni siquiera estaba muy segura sobre qué pensar... De lo que no dudaba era de que no lo dejaría morir.
En un impulso tomé una de sus manos. También estaba manchada de sangre, pero no me importó. Entrelacé sus dedos con los míos y luego coloqué mi otra mano sobre sus nudillos. Sentí que temblaba. Me rompió el corazón verlo así tan débil, tan derrotado, con el pecho estremecido y los ojos inyectados en sangre por la fuerza de las convulsiones. Todo por haberme salvado.
—Lo siento mucho —le susurré—. No tenía ni idea de que al pedirte que hablaras te estaba lastimando. Prometí ayudarte y... al parecer es lo menos que estoy haciendo.
Quise decir algo más, pero se me formó un nudo en la garganta y no me quedó de otra que tragar saliva para contenerlo. Me sentí enfadada conmigo misma por todo: por haberme asustado hasta el punto de paralizarme, por no poder dar con las respuestas que nos llevaran a resolver su misterio, por no recordar...
De pronto, la mano de Ax apretó la mía. Fue un gesto algo débil, pero suficiente para sentirlo. En cuanto alcé la mirada hacia su rostro, él tenía los ojos entreabiertos. Eran apenas unas rendijas y se veían exhaustos, cargados de un peso insoportable.
Entonces recordé:
La voz de Jaden, en el interior del auto en el que íbamos a toda velocidad, sonó alarmada y confundida:
—¡¿En tu casa estás en peligro de qué?!
Volví a mirar hacia atrás. El par de luces del vehículo que nos seguía se habían hecho más grandes. Estaban más cerca. Siempre estaban cerca, pero esa vez estaban decididos a atraparme para silenciarme. Ellos querían callarme. Querían eliminar lo que yo sabía. Por esa razón había empezado todo, y si se lo decía a Jaden entonces él estaría implicado y también querrían borrarlo. No podía... Lo amaba. No podía permitirlo.
—¡Tenemos que perderlos! —fue lo que dije, desesperada—. ¡¿Puedes perderlos?!
Jaden tenía ambas manos aferradas al volante. Miró hacia el frente. La preocupación surcó su rostro de facciones atractivas, el rostro del chico que todas querían tener.
—Es una carretera lineal, Mack... —dudó con rapidez. Intentó contradecirse. Intentó darme una esperanza, pero la verdad es que no la había.
Ante la desesperación de las posibilidades, solté una sin pensarla:
—¡Si nos atrapan, jamás volveremos a vernos!
Jaden me miró de golpe.
—¡¿Qué mierda...?! ¡¿Pero qué carajos es lo que pasa?! —preguntó, exaltado—. ¡¿Quién es esta gente?!
Mi respuesta iba a ser: son personas peligrosas, capaces de matar.
La pensé, pero no logré decirla. Antes de que salieran de mi boca, él miró hacia el frente, se dio cuenta de que había algo en medio de la carretera y frenó. No alcancé a ver qué era. Lo que vi pasó en cámara lenta ante mis ojos: el freno del auto, su brazo extendiéndose hacia mí como si no fuera un brazo sino un muro protector capaz de evitar algo, luego el chirrido de las llantas, y finalmente el cuerpo de Jaden que salió disparado hacia el frente. La velocidad fue tal que su cabeza impactó contra el cristal delantero, lo rompió y lo atravesó hasta que aterrizó varios metros por delante del auto, sobre el asfalto.
Ni siquiera grité. Quedé impactada por dos cosas: el suceso y la fuerza magnética con la que mi cuerpo quedó en su lugar. Una cadena de pensamientos se desató en mi cabeza: yo no había salido volando por los aires, aunque por ley física debí haberlo hecho; lo que había obligado a Jaden a frenar, no estaba por ningún lugar; y Jaden estaba muerto.
En ese punto desperté del aturdimiento en un gran impulso. Abrí la puerta del auto y salí corriendo hacia él. Mientras corría, grité. Grité tan fuerte que fue como si me rajaran la garganta con un cuchillo. Llegué hasta donde estaba y me lancé de rodillas al suelo. Apenas vi su estado, empecé a llorar junto a los gritos. Su rostro estaba empapado en sangre. Muchísimos pedazos de cristal roto estaban enterrados en él. Uno muy grande le había atravesado el ojo derecho. Una raja oscura y ancha que dejaba a la vista un trozo blanco de cráneo, le expulsaba sangre desde la frente. Por la caída, se le había roto el brazo izquierdo y la piel de su cuello y de su pecho estaba repleta de raspaduras profundas y sangrantes.
Respiró un momento. Su pecho subió y bajó a un ritmo pausado pero dificultoso. Me observó. Su ojo, verdoso, me contempló con debilidad. Grité mucho. Le exigí algo. Lloré. Pero era el final. Su mirada reflejó el peso de un dolor insoportable, de un adiós irremediable, y luego se cerró.
Detrás de mí, alguien me golpeó la cabeza y perdí el conocimiento.
El sonido de mi teléfono sonando en una llamada me devolvió a la realidad. Tenía la respiración acelerada y los músculos inmóviles por el recuerdo. Así que yo había salido ilesa del accidente, pero al final esas personas peligrosas me habían atrapado. No me había lastimado la cabeza como para perder mis recuerdos, justo como me habían dicho. Solo Jaden había resultado mortalmente herido. Pero, ¿por qué me habían mentido? ¿Por qué entonces había despertado un año y medio atrás en una habitación de hospital con heridas de un accidente?
Miré a Ax, débil frente a mí. Todavía me observaba, pero su mano había perdido fuerza. El celular seguía sonando. Actué de manera automática. Lo busqué, apresurada, entre la abertura de mi vestido. Al parecer ya se había restablecido la señal. En la pantalla aparecía el nombre de Nolan. Me alivió mucho que estuviera bien. Atendí de inmediato.
—¡¿En dónde estás?! —me reclamó él al instante con una voz desesperada.
Tomé aire para que mi voz pudiera salir.
—Estoy con Ax —le informé—. Mi vestido está empapado de sangre, así que necesito que busques uno en mi armario y vengas al jardín, cerca de la fuente.
—¿De sangre? —soltó en un chillido—. ¿Qué carajos pasó? ¿Y qué haces ahí?
¿Qué había pasado? Ni yo lo entendía todavía, pero estaba segura de que Ax necesitaba un baño frío para la fiebre y recostarse en una cama.
—Pasaron muchas cosas, pero estoy bien —le resumí—. Ahora es importante devolver a Ax a la casita de la piscina porque él sí está muy mal. Hay que terminar la fiesta y sacar a toda esa gente.
—Bueno, creo que va a ser un poco difícil eso —vaciló Nolan.
—¿A qué te refieres?
—A que la policía viene en camino. Tu madre los ha llamado.
Lo único en lo que pensé fue en el enorme charco de sangre que había junto a la tarima. La sangre del ya muerto rector Paul. Sangre que, si encontraban, abriría una gran y problemática investigación.
———
¿Wazaaaaaa?
Espero que el capítulo haya sido del gusto de todos :D
Les cuento que ya viene lo que todos esperaban: el besitoooo. Omg, les juro que será increíble. Y después pasaran otras cosas, los acercamientos, la curiosidad... jojojojo, y claro, más respuestas y aclaraciones.
¿Qué tal les cayó Vyd? A mí me encanta. Es un personaje interesante y muy gracioso, ya verán.
De nuevo MUCHAS GRACIAS a las personas que están comprando los coins para leer la historia. Es increíble que confíen en mí. Les aseguro que no voy a defraudarlos.
Para los que vendrán apenas terminen los tres meses, también los estoy esperando y los amo mucho.
¿Aaaaaaadelanto?
Mack y Ax.
Es todo lo que voy a decir kaskkas imagínense...
Besazos,
Alex.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro