
19
Esta fiesta se puso sangrienta e interesante...
Primero fue el apagón.
El patio entero y el interior de la enorme mansión Cavalier quedaron a oscuras, así que la figura de aquellos ojos amarillos que había visto entre las personas, desapareció de inmediato bajo la negrura.
Después fue el grito.
Femenino, y asustado. Al escucharlo, los invitados de la fiesta comenzaron a moverse con inquietud de un lado a otro y a levantarse de sus mesas. Las voces se elevaron en muchos comentarios, preguntas e incluso temores: ¿qué está pasando? ¿por qué se ha cortado la luz? ¿hay algún problema? ¿quién gritó de esa forma?
Y por último, la explosión.
Fue en los cableados que se conectaban con el tendido eléctrico de la casa. Sonó a cuando algo reventaba, pero se vio como un cortocircuito. Soltó una lluvia de chispas amarillentas que iluminaron el cielo por un segundo y luego desaparecieron. Debido a eso se formó una especie de caos. La gente gritó y algunos incluso corrieron de manera inconsciente para refugiarse. Yo me giré hacia Ax inmediatamente, pero entonces descubrí que ya no estaba detrás de mí, que había desaparecido.
Un temor helado me inundó el cuerpo. Me giré sobre mis pies para ver en derredor. Casi que quise agacharme para comprobar si se había metido bajo la mesa, pero la situación era obvia. Él también había visto a la cosa de los ojos amarillos. Lo que fuera eso, también era Strange. Si no me equivocaba, Ax podía haber ido a enfrentarlo o tal vez a... ¿a qué?
De cualquier modo, era peligroso. La idea me hizo reaccionar de golpe. Busqué mi celular en el pequeño bolsito de mano a juego con el vestido. Desbloqueé la pantalla e intenté activar la opción de linterna para guiarme mejor, pero a pesar de que mi pulgar hizo contacto con el táctil, no se encendió. Lo presioné varias veces, extrañada. La linterna no se proyectó de ninguna forma. Entonces alcé la cabeza y volví a ver a mi alrededor. Por lógica, alguna persona tenía que haber sacado su teléfono para hacer lo mismo, pero no se veía ninguna linterna encendida. ¿Tampoco les funcionaban?
Bueno, no me quedé a darle muchas vueltas. Rodeé la mesa a paso apresurado. Mi primer objetivo fue encontrar a Nolan porque a) podía estar en peligro ya que la cosa de los ojos amarillos nos conocía, y b) porque había que encontrar a Ax lo más rápido posible.
Empecé a abrirme paso entre la gente. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, pero aun así el lugar seguía viéndose demasiado fundido con la negrura como para tener claro el camino. Mi cuerpo chocó varias veces con algunas personas, sin embargo, intenté detallar algo sin que el montón de voces me hiciera entrar en pánico. Solo que no alcanzaba a distinguir ninguna cara. Era como si se las hubieran cubierto por completo con un manto negro. Veía las bocas moverse, emitir sonidos, pero no los ojos ni la nariz ni ningún rasgo destacable. Me causó un escalofrío. La inevitable sensación de que la situación era grave y de que iba a suceder algo extraño, me hizo avanzar a pasos algo desesperados.
En cierto momento incluso escuché a Eleanor hablando desde algún lugar:
—¡Mantengamos la calma! ¡Las lámparas de emergencia tampoco funcionan! ¡Voy a llamar a la central eléctrica para preguntar qué ha pasado!
Por encima de ella, alguna persona gritó también:
—¡Ha sido en todo el conjunto residencial!
Un apagón general, peor todavía.
—¡¿De dónde vino el grito?! —preguntó alguien más.
Me preguntaba lo mismo, pero continué moviéndome por el patio con un brazo extendido hacia adelante para tantear lo que se aproximara y avisar de mi presencia. Intenté ubicar la tarima, que era el último sitio en donde había visto a Nolan, pero... me sentí más desorientada que nunca, como si la derecha, la izquierda y el norte y el sur fueran conceptos imposibles de determinar. Me enojé conmigo misma por eso. Era mi propia casa, un momento atrás había visto la tarima, y ahora por el súbito miedo no recordaba en cuál dirección exacta estaba ubicada cada cosa.
—¡Nolan! —le llamé mientras avanzaba.
Di vuelta sobre mis pies. No poder distinguir los rostros, me asustó. No saber si uno de ellos era la cosa de los ojos amarillos fingiendo ser normal, me hizo sentir indefensa. Pensé que en cualquier momento aparecería por detrás de mí y me arrancaría el cuello, que ni siquiera tendría tiempo de gritar, que nadie vería mi cuerpo degollado sino hasta que la luz se restableciera. ¡¿Pero a dónde demonios se había ido Ax?!
—¡Nolan! —grité de nuevo.
Alcancé a ver algo en cierto momento. ¡Era la tarima! Respiré mejor durante un instante porque había una persona parada en ella y por la contextura de la silueta era un chico. Apresuré el paso hasta que llegué al borde.
—¿Nolan? —pregunté, aunque sonó más como una petición, como si obligatoriamente debiera ser él.
—Ah, estaba por aquí hace un momento, pero fue tras la tarima —me respondió la persona.
No era Nolan, sino el chico DJ. Joder.
A tientas avancé frente a la tarima, guiándome por el borde. Logré rodearla para ir hacia la parte trasera y tuve que pasar por el espacio que la separaba del cajón del DJ. El suelo estaba repleto de cables que conectaban cosas. En el instante en que intenté no tropezar con una maraña de ellos, pisé algo resbaloso, los tacones de mis zapatos no lograron estabilizarse, mi cuerpo perdió equilibrio y caí de culo. Me apoyé en las palmas para disminuir el impacto, pero apenas tocaron el piso se me empaparon de algo líquido y un tanto caliente.
Las alcé de inmediato en un gesto de repulsión. Pensé que era algo que se había derramado, pero en lo que me las acerqué al rostro para mirarlas, incluso con la oscuridad, percibí el agrio olor que desprendían y detallé la oscuridad propia de la...
¡Sangre!
Me las observé, perpleja, y luego me observé las piernas, y luego el vestido, y luego me removí un poco y sentí el trasero empapado. ¡Había caído sobre ella y la tenía por todas partes! Un grito quiso salir de mí. Un grito potente, de susto y de horror, pero con todas mis fuerzas lo contuve y lo único que logré hacer fue cerrar los ojos con fuerza, apretar los dientes y chillar internamente.
No grites. No grites o todos sabrán que algo horrible ha sucedido. No grites o podrían culpar a Ax. Solo no grites.
Cerré los ojos y aguanté la respiración hasta que me quedé sin aire. Después la exhalé con fuerza y en silencio, con el pecho convulsionado y el corazón martilleándomelo. Pese a la conmoción, intenté levantarme. En lo que no pude no me quedó de otra que volver a apoyar las manos en el charco de sangre y de ese modo me puse en pie.
Miré hacia abajo. El charco sobre el que había caído era enorme y oscuro. Ahora era un jodido desastre. La sangre incluso chorreaba de la parte trasera de mi vestido, qué asco. Entré en un estado de desespero. Me giré sobre mis pies y busqué algo para limpiarme la que tenía en las manos. No había nada, ni una tela, así que terminé deslizando las palmas contra la pared de la tarima y el resto me lo quité con la parte delantera del vestido. Aun así, todavía percibía el olor y todavía sentía que estaba algo caliente.
De golpe, eso fue lo que me dejó paralizada. El charco era reciente, es decir que la persona a la que debía pertenecer la sangre acababa de ser atacada. La primera víctima que se me vino a la mente fue Nolan y lo conecté todo con la cosa de los ojos amarillos. Lo tercero que pensé fue que aquello era nada más ni nada menos que su venganza por lo que le habíamos hecho en la carretera y que si nos mataría a ambos.
Se me formó un nudo en la garganta, pero el grito salió de mí con una fuerza exigente:
—¡¡¡Nolan!!!
Esperé recibir respuesta, por si estaba tirado en algún lugar. Deseé con todas mis fuerzas que, si la sangre pertenecía a él, si de verdad estaba tendido en algún sitio, siguiera vivo. Sin embargo, en lo que no oí su voz por ningún lado, pensé lo peor. Quedé tan aterrorizada que lo único que hice fue mirar fijamente un punto del vacío, con la mano puesta sobre el estómago y una advertencia del mismo de querer vomitar por el terror y la repulsión de estar cubierta de sangre.
Pero inspiré hondo y volví a cerrar los ojos. Intenté pensar con claridad. Estaba muy asustada y sabía que, ante esa cosa, yo no era nada como para poder desafiarlo o detenerlo, pero debía hacer algo, debía hacer algo por Nolan, por Ax...
Reuní una gran carga de valor —ni supe de dónde— y abrí los ojos. En ese instante, vi la escena con mayor claridad. Había un caminillo de sangre que salía del charco, como si el cuerpo del herido hubiera sido arrastrado. Ese caminillo se perdía hasta donde comenzaba el pasto del patio. Hacia allá estaba el jardín de mi padre, un tanto lejos del centro de la fiesta. Si la cosa había arrastrado a Nolan...
No lo pensé demasiado. Me agaché, me quité los zapatos altos para quedar descalza —porque en el pasto solo serían un estorbo—, los dejé allí y sin dudar me encaminé en la dirección que indicaba la mancha.
Por esos lados estaba más oscuro todavía. Percibí el viento de la noche, más frío que un momento atrás. ¿Acaso había cambiado? Encima, el cielo era un manchón denso y nubloso, ni una estrella se dejaba ver. De nuevo intenté encender la linterna de mi teléfono, pero no funcionaba de ninguna forma, otro indicativo de que lo que sucedía no era nada normal.
Volví a guardarlo en el bolsillito de mi vestido y me adentré entre los arbustos y los árboles que rodeaban la mansión. Nuestra casa tenía el terreno más grande de todo el conjunto residencial. De pequeña me encantaba porque sentía que estaba en bosque abierto y que por más que me adentrara, no tendría final y siempre descubriría algo nuevo. Me gustaba tanto que de hecho olvidaba los electrificados muros de concreto que rodeaban el perímetro. En ese instante, aquella inmensidad me pareció una enemiga. Ya ni siquiera escuchaba el rastro de las voces de los invitados que de algún modo también estaban en peligro, aunque estaba segura de que la cosa primero se encargaría de Nolan y de mí.
El oscuro camino me llevó al jardín. Era un terreno amplio de distintas secciones, algunas aradas en fila y otras en círculos decorativos. La mayoría de las plantas estaban descuidadas, cargadas de maleza e incluso muertas. El olor era semejante al de un cementerio. En una parte solo había flores, pero también había algunos árboles detrás de los que era fácil ocultarse. Hice un escaneo panorámico del sitio, exigiéndole a mis ojos detallar algo extraño. En específico busqué algún cuerpo, pero no vi más que plantas. Sin embargo, en lo que di algunos pasos hacia adelante, mis pies pisaron algo.
Me agaché para tomarlo. Era una camisa blanca con algunos manchones de sangre repartidos por la tela. Reconocí el olor que emanaba de ella. Sin duda alguna era uno de los inconfundibles perfumes de Nolan, pero esa camisa era la que Ax llevaba puesta un momento atrás. Las manchas y el hecho de que la dejara ahí tirada, no me indicaron nada bueno...
La solté y seguí avanzando por el jardín. Pasé algunos árboles hasta que el camino comenzó a llevarme en dirección al pozo de los deseos atrapados. Justo antes de llegar allí, entre la oscuridad, en una sección repleta de pequeñas flores, vi algo que me obligó a detenerme. Primero me dio la impresión de que eran dos enormes bultos puestos sobre el suelo, pero luego de unos cortos y cuidadosos pasos noté que tenían movimiento y que en realidad era una persona tendida en el piso y otra inclinada de cuclillas sobre ella. Tuve que avanzar un poco más en silencio para lograr ver la escena por completo.
En el instante en el que reconocí a ambas personas, me quedé paralizada de horror. La persona tendida en el suelo, inmóvil, con los brazos y las piernas extendidas no era Nolan, pero de igual modo me impresionó verlo así. Era un cuerpo robusto, vestido con una chaqueta de cuadros que a leguas se veía empapada de sangre. A su alrededor, un charco oscuro resplandecía a la débil luz de la luna. La sangre detrás de la tarima era de él.
El rector Paul.
Por otra parte, quien estaba sobre él tenía la cabeza hundida en uno de sus brazos, arrancándole la piel con los dientes. No me fue difícil identificarlo. Conocía a detalle cada una de sus características. Me las había grabado desde que lo habíamos encontrado en ese mismo patio. Los hombros anchos y desnudos, el cabello espeso y revuelto, la piel algo pálida, la postura casi animal...
Exhalé tanto aire que creí que me quedaría sin nada y que mis pulmones no podrían volver a recuperarlo.
—Ax... —solté en un jadeo de horror.
A pesar de que ni siquiera fue una pronunciación alta, me escuchó. Alzó la cabeza y la giró hacia mí en un gesto que me recordó mucho a la forma en que un títere la habría volteado ante la orden del titiritero, como si sus articulaciones fueran madera y solo hubiera una dirección automática en la que podían moverse. Lo que vi de él en cuanto me encaró, fue espantoso y me aterrorizó. Su boca estaba entreabierta y de ella chorreaban varias líneas de la misma oscura y espesa sangre que me goteaba del vestido. La oscuridad y la iluminación nocturna creaban un efecto de sombra en su ojo oscuro y producía la ilusión de que solo tenía uno, aquel más claro. Se vio exactamente como uno de esos monstruos de las películas de terror.
Alterné la vista entre él, de cuclillas, sin camisa, en la posición de animal que tanto detestaba verle adoptar, y el cuerpo —sin duda alguna ya muerto— del hombre que un rato atrás nos había dado la mano a todos. El tiempo se ralentizó un momento mientras entendía lo que aquello significaba. Cuando volvió a reanudarse, noté que Ax me observaba fijamente con esos ojos enormes y que, esa vez, no atisbé un dejo de ingenuidad en ellos, no como el día que lo había encontrado aplastando insectos. Porque eso era más que aplastar insectos. Eso era más que cualquier otra cosa que él no entendiera, porque sí lo entendía. Eso era acabar con la vida de un ser vivo.
Era matar.
Ax había matado al rector y por si no fuera poco estaba comiéndole el brazo, mordisqueándole la piel como un caníbal, como algo... atroz e inhumano. ¿Esa era su naturaleza? Lo que había estado escondiendo, lo que tanto habíamos estado intentando resolver, ¿era esto?
Di un paso hacia atrás, instantáneo, cauteloso, como el movimiento previo al echar a correr.
—¿Por qué hiciste esto? —salió de mi boca también.
Una parte de mí deseó que dijera que no era su culpa, pero no podía dejar de mirar el cuerpo y mirarlo a él, mirar el cuerpo y mirarlo a él... No quería conectar un suceso con otro, pero la realidad era tan clara que incluso la sentí como una patada en el estómago. Esperé una respuesta de parte de Ax, pero él simplemente miró hacia ambos lados y luego de nuevo hacia mí, en silencio.
Unas súbitas corrientes de impulso me dominaron.
—¡Habla! —le exigí de pronto con mayor fuerza—. ¡Habla como lo hiciste cuando él te hizo las preguntas!
Señalé el cuerpo del rector y me di cuenta de que mis dedos temblaban sin control. Noté que, de hecho, todo mi cuerpo temblaba sin control por la impresión, el terror y la negación. Escuchaba mi corazón latir contra mis oídos a toda velocidad. Era como si el mundo entero acabara de derrumbarse sobre mí y estuviera aplastada bajo los escombros, perdiendo aire, perdiendo visibilidad... Pero traté de mantenerme en pie, incluso cuando entender que yo misma había estado protegiendo a un monstruo me hizo sentir culpable y estúpida.
Me pareció que Ax entreabrió los labios. Creí que algo saldría de su boca, pero la cerró al cabo de unos segundos. Alrededor de ella tenía manchones de sangre. La imagen era repugnante y espantosa.
—¡Sabes hablar, hazlo! —le grité al tiempo que di otro par de pasos hacia atrás—. ¡Explícamelo!
Quería correr, pero por más que le enviaba la orden a mis piernas, lo único que hacían era retroceder. Ax volvió a mirar hacia los lados como un animal en alerta y luego, con cierta lentitud, se puso en pie junto al cadáver. Lo vi tan alto, tan amenazante, tan capaz de retorcerme el cuello que me pregunté cómo no lo había notado antes. Pude haberme quedado paralizada, pero empezó a dar hacia adelante mis mismos pasos. Y sentí miedo. Sentí mucho miedo de él. Desaparecieron todas las ganas que había tenido de crear una cercanía entre nosotros. Ahora solo necesitaba alejarme antes de que me hiciera daño.
—No te acerques, Ax —le advertí, todavía retrocediendo.
Pero él siguió avanzando. Sus pies descalzos pisaron el pasto sin ninguna incomodidad. Tenía los brazos lánguidos a cada lado y las manos oscuras por la sangre que las cubría. Había manchas incluso en su cuello y en su pecho repleto de cicatrices. Quise cerrar los ojos y al abrirlos ver que aquello no fuera real, ver que Ax no estaba acercándose a mí para lastimarme, pero tampoco pude cerrarlos.
—Nolan tenía tanta razón... —me lamenté sin detenerme—. No quise escucharlo desde un principio.
Había una mezcla de furia, miedo y culpa dentro de mí por no haber confiado en la palabra de Nolan. Contemplé de nuevo el cadáver del rector y fue como si mil cuchillos me atravesaran el pecho. Me llevé una mano a la frente y negué con la cabeza.
—Yo te ayudé... —susurré en un aliento débil y derrotado—. Y te cuidé, te enseñé, te creí...
Mi voz se quebró en la última palabra, pero me negué a soltar algún tipo de llanto estúpido. Las comisuras de Ax se extendieron y se movieron como si alguien estuviera tirando de algunas cuerdas atadas a su boca. Intentaba hablar, pero solo se vio todavía más aterrador.
—Esto... —pronunció entonces, aún acercándose.
El resto se quedó atrapado en su garganta tras algunos movimientos forzados.
—¿Esto? ¿Te refieres a esta aberración que hiciste? ¿Es que acaso eres...? —Ninguna palabra me pareció la correcta o siquiera pronunciable—. ¡¿Qué demonios eres?!
Lo solté en un grito exigente y cargado de rabia. Ax entonces cerró los ojos con fuerza como si mi voz hubiera lastimado sus oídos o alguna parte de él.
—No tú... —continuó soltando en un notorio esfuerzo. Fue un sonido ronco y extraño, pero reconocible—. No soy... yo hi-hi... no es... ¿cómo...?
Se esforzó en completar lo que pretendía decir, pero en lo que no logró hacer más que balbucear, soltó un sonoro gruñido de mucha rabia y se llevó ambas manos a la cabeza con frustración. Se dio unos cuantos golpes con la muñeca, como reprendiéndose o reclamándose a sí mismo. En otra ocasión habría pensado que le molestaba mucho no poder hablar, pero ya no sabía a quién o qué tenía en frente y el gesto solo me pareció demencial y absurdo.
Eso hasta que de pronto Ax cerró la boca con fuerza y se quedó quieto. Su expresión se transformó en una de precaución. De nuevo miró hacia los lados en un gesto de alerta. Por las sombras pareció que su ojo claro fue el único que se movió en distintas direcciones en un escaneo. Se me ocurrió la idea de aprovechar el momento para regresar a la fiesta y avisar a todo el mundo antes de que yo terminara muerta, pero en lo que reuní el valor para correr, no logré dar ni un paso.
Solo tuve tiempo de darme vuelta porque de inmediato los fuertes brazos de Ax me atraparon por detrás y me inmovilizaron. Una de sus manos me cubrió la boca. Sentí la humedad de la asquerosa sangre del cadáver pegarse a la piel de mi cara. Percibir el agrio y repugnante olor me hizo soltar un grito que no atravesó mis labios sellados por la presión de la palma. De manera automática intenté zafarme. Me removí con todas mis fuerzas como un pez desesperado, pero su agarre se sentía como estar envuelta con unas gruesas e irrompibles cadenas de hierro.
Pensé que me mataría de esa forma. En esa posición, con mucha facilidad podía torcerme el cuello o incluso arrancarme la piel como al rector Paul, pero lo que hizo fue empezar a arrastrarme en dirección a los arbustos más altos y espesos, pegada a él. En ningún momento paré de intentar gritar, aunque era un intento estúpido porque su mano me presionaba con tal fuerza que todo sonido quedaba por completo ahogado. Incluso si hubiera estado un poco más arriba, me habría asfixiado. Un terror inimaginable me invadió al pensar que había muchísima gente en la misma zona y aun así nadie me escucharía.
Ax se agachó en cierto momento, se sentó en el suelo y me obligó a mí también. Su cuerpo era más grande que el mío, por lo que igual debía verse entre los arbustos, pero se quedó quieto, presionándome contra sí, todavía tapándome la boca. Mis ojos se movían en todas las direcciones, abiertos de par en par. Ya algunas lágrimas me los habían empapado. Debajo de la palma húmeda de sangre lo que yo intentaba decir era: Ax, suéltame por favor, no me hagas daño...
Y como si él hubiera leído mis pensamientos, acercó la boca a mi oreja y en un susurro cálido y cargado del agrio olor a sangre, me dijo:
—Shhh.
La mano con la que me sostenía el cuerpo disminuyó el agarre y se alzó para señalar el cadáver del rector, indicándome que mirara justo allí. Antes de que yo consiguiera hacer algún movimiento, él volvió a aprisionarme rápidamente con su brazo. No tuve otra opción que mirar en esa dirección. Vi que el cuerpo seguía inmóvil, así que no le hice caso y no paré de removerme. Estaba aterrada, con un miedo ensordecedor helándome los huesos y la vista algo nublosa. No sabía a qué demonios se refería, solo quería que me soltara. Escuchaba su respiración, serena contra mi oreja. El olor de la sangre me tenía el estómago revuelto. Pronuncié palabras de súplica, pero eso no lo alteró ni un poco y no me liberó a pesar de todos mis desesperados intentos.
De hecho, por más que traté, Ax solo se mantuvo quieto hasta que me cansé, hasta que no me quedó de otra que no moverme para poder coger aire por la nariz. Entonces cerré los ojos y lloré contra su mano. A partir de allí no estuve consciente de cuánto pasamos en esa posición. Debieron ser un par de minutos, pero me pareció casi una hora. De alguna forma, la sensación de que iba a morir menguó. Sin embargo, en cuanto volví a abrir los ojos, otro tipo de miedo volvió a paralizarme.
Vi el cuerpo del rector, todavía tendido, pero también vi que al otro extremo de nuestra posición los arbustos comenzaron a moverse. Mi respiración volvió a acelerarse. Ax continuó quieto, presionándome contra sí. No comprendí nada. Los arbustos se sacudieron otra vez. Mi corazón se precipitó aún más.
Algo venía.
Algo se acercaba...
Algo salió de ellos. Al instante, no pude identificarlo. Fue como si los arbustos expulsaran primero una larga proyección de oscuridad, luego otra conectada a esa, y luego una mucho más larga... También lució como una masa oscura, pero poco a poco fue tomando forma. Poco a poco, fui descifrando el movimiento. No era nada que estuviera separado. Era una figura, pero primero había sacado un brazo, luego una pierna, luego otro brazo, luego el cuerpo, todo de la misma forma tan extraña y perturbadora en que se movía un contorsionista de circo. Me recordó a una araña y después a esos movimientos tan horribles que hacía la niña de la película del Aro al salir del pozo, película que había visto con Nolan y que le asustaba mucho.
Por primera vez, la imagen me asustó también.
Al cabo de un momento, lo que había salido de los arbustos quedó en cuclillas sobre la hierba. Era una figura humana, pero no tenía rostro, ni facciones, o así parecía. Era completa negrura. Era, de hecho, igual a la sombra que había visto en la estación de policía. Por esa razón no me causó miedo. La escena me dejó suspendida en una nube de asombro, como un niño que acababa de descubrir que todos los cuentos de terror que le contaban sus padres, eran ciertos, y aun no sabía cómo reaccionar.
Avanzó en cuatro patas. Cada movimiento fue articulado de forma perturbadora. Llegó hasta el cuerpo del rector Paul, se inclinó sobre él y luego lo rodeó, todavía mirándolo. Me dio la impresión de que lo estaba examinando. Se detuvo junto al brazo mordisqueado y acercó el rostro. Por cómo permaneció allí unos segundos, pudo estar oliéndolo. Después hundió la cara en él de la misma forma que había encontrado a Ax. Por las sacudidas de su cabeza, entendí al instante que la estaba arrancando la piel y también se lo estaba comiendo. En ese momento sí sentí miedo. De hecho, me removí de nuevo y solté una especie de chillido.
Entonces, la sombra alzó la cabeza, alerta. Y Ax, que no se esperaba eso, reaccionó y me presionó con mayor fuerza la boca y el cuerpo para inmovilizarme.
—No —me susurró en advertencia contra la oreja—. Quieta. Es peligroso.
Pero ya la había cagado, ya la sombra había detectado algo. Miró en todas las direcciones, todavía de cuclillas sobre el cuerpo. Un hilillo de sangre le chorreaba de la barbilla. Vi que incluso un trozo de algo se le cayó al suelo desde la boca. Madre mía, aquella cosa me había salvado de morir en el incendio, pero era horrible. Me paralicé, tal vez por la orden de Ax o tal vez porque finalmente entendí que la idea era que no nos viera.
De igual modo eso pareció imposible en lo que su cabeza giró directo en nuestra dirección, algo tipo: "¡los caché!". Sentí el cuerpo helado, los músculos tiesos. Quise chillar, pero me esforcé por no hacerlo. También quise cerrar los ojos, pero me fue difícil en cuanto la sombra se apartó del cuerpo del rector, con las manos apoyadas en el piso, y empezó a avanzar directo en nuestra dirección con esa forma tan contorsionada y sobrenatural.
Sentí que la respiración de Ax, contra mi oreja, se aceleró un poco, atento, listo...
La sombra se acercaba...
Y se acercaba...
Y se acercaba...
Y cuando estuvo a tan solo unos pocos metros de nosotros, cuando sentí los brazos de Ax aflojar un poco como si estuviera preparado para ejecutar alguna maniobra rápida, otra figura salió disparada desde algún lugar y empujó con fuerza a la sombra. Sucedió demasiado rápido y demasiado impactante. La derrumbó en un segundo, rodaron por el suelo, se fundieron como una masa oscura sin forma definida y chocaron contra un árbol. Se escuchó la sacudida de las ramas al mismo tiempo que llovieron unas cuantas hojas. A mí se me escapó un jadeo de horror que quedó ahogado bajo la presión de su boca. Me presioné yo misma contra Ax en busca de protección y él me respondió sosteniéndome con firmeza.
Aquello pasó a ser otra escena. La sombra se incorporó en un segundo, de cuclillas y totalmente alerta. Un sonido salió de ella. Fue un chillido extraño y doloroso a los oídos, como si alguien hubiera distorsionado la voz humana a un nivel sobrenatural. Al otro lado, la figura que había entrado en acción se puso en pie y se dejó ver por completo. Era alta, imperiosa, poderosa y poseía un inconfundible par de ojos amarillos.
¡Era la cosa!
Llevaba una larga gabardina, unas botas trenzadas, todo un conjunto oscuro, y una capucha que le cubría la cabeza. Lo único que se veía de su rostro eran esos ojos felinos y aterradores, nada más. Me dejó atónita, incluso cuando de repente una larga y oscura cosa parecida a un látigo se desplegó de manera maravillosa desde una de sus manos, rompiendo la barrera del sonido. Si no hubiera tenido la mano de Ax contra la boca, a lo mejor se me habría caído la mandíbula.
Sin más, la cosa se lanzó contra la sombra. A partir de allí, todo se convirtió en un caos de ataques potentes, uno contra el otro. La cosa arrojó ganchos que involucraban el látigo de una forma impresionante y muy ágil, y por su lado la sombra los esquivó en contorsiones rápidas y algunos saltos. Aquello de repente fue la cosa más extraña pero más espantosa que había visto en mi vida. No sabía ni quién era uno ni quién era el otro, pero ambos parecían fuertes, peligrosos e imposibles de derrotar. Cada puñetazo y latigazo de la cosa conseguía darle a la sombra, pero esta no se detuvo y sus contraataques fueron patadas, forcejeos y golpes igual de graves.
En cierto momento, la cosa le dio directo en el estómago y la sombra salió disparada hacia atrás, arrastrada sobre el suelo por el impacto. Cayó de espaldas, apoyada en los codos. Durante una fracción de segundo, una muy mínima, creí ver que su negrura produjo un destello, algo que me recordó a cuando la imagen de un canal iba y venía Luego su oscuridad fue la misma. Intentó levantarse, pero se retorció por un momento. Me pareció que era para atacar, pero de pronto entendí que lucían más como arcadas. Y lo eran, porque de repente se inclinó hacia adelante y expulsó un chorro oscuro y espeso que no podía ser más que vómito.
La cosa de los ojos amarillos lo vio vulnerable y comenzó a aproximarse hacia la sombra. En un movimiento de la mano, el látigo se recogió en su mano. La hundió en el interior de su gabardina y lo guardó. Vi que se preparó para arrojarle un golpe final, pero entonces, como si hubiera sido un engaño, la sombra dio una vuelta hacia atrás, propia de un acróbata, se puso en pie y a una velocidad extraordinaria huyó en dirección a los arbustos. La cosa intentó correr tras él, pero todo sucedió tan rápido que lo único que le quedó fue permanecer ahí.
Así, de un momento a otro, todo volvió a quedar en absoluto silencio. Y así, de ese otro momento a uno más raro, la mano de Ax que cubría mi boca cayó sobre mi regazo, su agarre se aflojó de repente y él se desplomó hacia atrás en el suelo. Por si no fuera poco, en un segundo su cuerpo empezó a sacudirse. Primero fueron unas sacudidas leves, pero rápidamente se agraviaron hasta el punto en el que supe que estaba convulsionando.
Lo que yo hice fue reaccionar de manera abrupta, asustada y nada pensada. Casi me caí de boca, pero logré ponerme en pie y estabilizarme. Con las manos temblando y el pecho agitado, retrocedí y contemplé a Ax tirado en el piso. Sus ojos estaban entrecerrados, completamente en blanco. Una larga línea de sangre le brotaba de la nariz para morir en los repugnantes manchones alrededor de su boca. Su cuerpo, cubierto solo por el pantalón del traje, se retorcía de una manera horrible.
El miedo me oprimió la garganta y me dejó estancada en ese lugar. Una parte de mí quiso agacharse a su lado, preocuparme por su estado como siempre, gritar, pedir ayuda, pero la otra parte, la que me enviaba su imagen sobre el cuerpo del rector arrancándole la piel, me obligó a retroceder más porque no sabía si debía, no sabía si correr, si gritar o qué demonios hacer.
Ni siquiera me di cuenta de que la cosa de los ojos amarillos pasó a toda velocidad por mi lado hasta que lo vi agacharse junto a Ax. Un terror frío, tembloroso, igual al de la carretera, me abordó. Durante un momento me pareció que iba a matarlo de alguna forma, pero...
—No, no, no —empezó a decir a la cosa, preocupada.
Su voz sonó tan humana y nada aterradora, que me perdí por completo en la perplejidad. Por su parte, la cosa cogió el cuerpo de Ax por los hombros y lo sostuvo a pesar de las graves y espantosas sacudidas.
—No, Ax, machote, aquí no, ¿de acuerdo? —volvió a decirle con una confiada exigencia.
Le empezó a dar algunas palmadas en la cara. Los ojos de Ax seguían en blanco, la sangre le deslizaba por uno de los orificios nasales, sus dientes chocaban unos contra otros. Yo quería hacer algo. Una corriente de preocupación me exigió tomarlo yo misma con mis manos y ocuparme del asunto... pero no podía. Mi corazón latía de miedo y de impresión.
Lo único que logré hacer fue soltar un jadeo de estupefacción:
—¿Qué...? ¿Qué le está pasando?
La cosa alzó la cabeza. Esos ojos me observaron fijo. Me dio tanto miedo que ni siquiera me sentí capaz moverme en lo que restaba de vida. Muchísimas cosas horribles pasaron por mi mente, maneras en las que iba a morir, maneras en las que iba a sufrir... pero no detecté ninguna intención de hacerme daño. Es decir, sí, tenía los ojos inyectados en sangre y las pupilas de un amarillo intenso, pero me di cuenta de que no podía verle el resto de la cara porque en realidad llevaba una especie de pañuelo viejo y sucio amarrado contra ella a la altura del tabique de la nariz. Noté que de hecho tenía cejas, piel y dedos... Sí era una persona, aterradora, pero lo era.
—Que se nos muere por haberte salvado —me informó—. Y no puede, ¿entiendes?, porque él es el número uno. Si se muere, iremos muriendo todos.
Todos.
Ay, mierda.
——
Wepaaaa... ¿hay alguien por aquí mis vidas?
Bueno, si no están porque no pueden desbloquear los caps, no importa. Estarán pronto, yo los esperaré.
A partir de aquí empezamos a saber qué es Ax exactamente. ¡No se adelanten! La verdad se irá revelando por partes y solo en los capítulos finales tendrá un concepto específico.
Si están leyendo porque desbloquearon con coins, muchísimas gracias por confiar en mí y en mi esfuerzo. No saben cuánto se los agradezco y cuanto los quiero.
Cuéntenme sus teorías :D
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