
18
El chico raro es atractivo,
¿Pero y si sus secretos son horribles?
—¡Vas a morir, Ax, porque yo mismo te voy a matar!
El amenazante grito salió de Nolan, que estaba parado frente a la puerta de la habitación de la casita de la piscina, golpeando la madera a puño cerrado en un intenso nivel de furia. Gracias al cielo Eleanor había salido a ocuparse de algunos asuntos, porque probablemente su escandalo se había escuchado hasta en los garajes.
Yo me encontraba sentada en uno de los sofás de la salita con la barbilla apoyada en la mano, mirando la escena. Nolan sostenía un traje de gala cubierto por una bolsa protectora y lo que quería era entrar a la habitación, pero estaba cerrada desde el otro lado.
—¡Es un puto traje, no una jaula de hierro caliente! —volvió a gritar Nolan, tan alterado que se le marcaban algunas venas en el cuello—. ¡Sal ya mismo o te juro que tumbo la puerta y te lo pongo a la fuerza! ¡Y mira que no me va a importar cuantos pizarrones me lances!
Suspiré. Llevaban así un par de horas. Nolan había llegado muy animado con el traje que había rentado para que Ax usara en la fiesta. En cuanto Ax vio las tres piezas, alternó la mirada entre Nolan y yo, desconcertado. Nolan había sacado la chaqueta y se le había acercado para probársela. Entonces Ax había retrocedido, Nolan avanzado, Ax rodeó los sofás, Nolan lo persiguió, Ax empezó a esquivarlo, Nolan comenzó a seguirlo más rápido y... Ax terminó encerrado en la habitación, negado a ponerse "eso".
Nolan golpeó varias veces más con bastante fuerza. La puerta se sacudió con estrépito. Aguardó un momento por si Ax entraba en razón y finalmente decidía abrir, pero en lo que no sucedió nada se giró hacia mí, furioso.
—Ya está, ve a buscar la llave —me exigió.
Se lo dije en un tono monótono:
—Si entras así se va a enojar y luego te vas a enojar tú y van a terminar enojados los dos y hoy es el peor día para pelear porque Eleanor estará pendiente de todo, más de Ax.
—No me importa —refutó Nolan junto a una mueca de enojo.
Volvió a golpear la puerta con el lateral del puño. Cuando se cansó pegó la oreja y la mejilla a la madera para escuchar durante un momento. Resopló con hastío.
—¿Qué demonios tiene en contra de la ropa? —se quejó, todavía pegado allí.
—Quizás solo no le gusta porque no lo tenían acostumbrado a vestirse —respondí con simpleza—. A lo mejor le dijeron que una camisa también lo mataría. No lo sé, de verdad metieron muchas cosas en su mente.
Como si eso le hubiera recordado algo importante, Nolan se apartó unos pasos de la puerta, dejó el traje sobre la primera superficie que vio cerca y luego apretó los labios y se frotó los ojos con dos dedos. Respiró hondo como si intentara reunir paciencia y calma.
—Bien —exhaló—. Bien. Está traumado, está traumado.
No era que Nolan fuera un insensible. En realidad le tenía muy poca paciencia a todo. Había sido así desde siempre. En la primaria solía colorear con tanta efusividad que terminaba pintando fuera de la línea y se enojaba mucho por eso. Ahora era lógico que con Ax siendo tan terco e impulsivo, salía lo peor del Nolan con tolerancia cero.
Decidí intervenir. Me levanté de la silla y fui hasta la puerta. Di algunos toques suaves antes de hablar:
—Ax, recuerda lo que hablamos de la fiesta —le dije—. Si mi madre detecta algo raro, van a sacarte de aquí. No puedes ir solo en jean y sin camisa, la gente no lo entendería.
Esperé un momento, pero su silencio fue una negación total.
Nolan se recargó en la pared junto a la puerta y suspiró. Tenía las cejas ligeramente hundidas en una casi infantil expresión de enojo.
—Lo que yo no entiendo es por qué puede usar un jean, pero no una camisa —puntualizó con hastío—. No tiene ningún puto sentido. —Y giró la cabeza y agregó aquello en un grito—: ¡Eres estúpido, Ax, esa es la verdad!
Le dediqué a Nolan una mirada de reproche pues esa actitud y esa manera de expresarse no servirían para nada con Ax. Nolan giró los ojos, negado a ceder. Entonces, viendo que aquello podía extenderse, me acerqué más a la puerta hasta que hundí la nariz y los labios en el filo que la separaba del marco por unos milímetros.
—¿Nos quieres contar por qué te sientes incomodo con la ropa? —le pregunté a Ax sin gritar, sino más bien en plan de generar conversación.
Pasó un momento de entero silencio hasta que escuché su voz al otro lado, firme y fría:
—No.
—¡Es increíble! —exclamó Nolan al instante, indignado.
Me preparé para soltarle que se callara y me dejara intentar convencerlo, pero entonces mi teléfono vibró en mi bolsillo y supe exactamente de quien se trataba. Ese día, Eleanor llamaba y llamaba a cada momento. Por lógica, y para no despertar sospechas en ella, había decidido no ignorarla y atender a sus peticiones al instante, así que lo saqué para revisar qué quería ahora. Era un mensaje. Decía que ya me estaban esperando en su boutique favorita del pueblo para probarme la ropa que usaría esa noche, que debía ir ya mismo.
—Tengo que ir a probarme los vestidos —resoplé con fastidio—. Eleanor estará allí.
—De acuerdo, ve de una vez —se apresuró a decir Nolan.
Guardé el teléfono en mi bolsillo y miré de nuevo la puerta. Sentí cierta preocupación de irme y que las cosas se salieran de control. Temí que Nolan se pusiera furioso, Ax se pusiera mucho más furioso, ambos pelearan y ¡catástrofe! Bueno, confiaba en Nolan, por supuesto, pero la verdad era que Ax solía ser algo impredecible. Aquel día que había golpeado el pizarrón había sido muy extraño. Si yo no estaba ahí probablemente las cosas podían ponerse feas. Pero si no iba con Eleanor podía encendérsele la chispa de intriga y luego intentaría averiguar qué tanto hacía...
Entré en un conflicto mental.
—Pero... —musité, dudosa.
Nolan se apartó de la pared, se detuvo frente a mí y me colocó las manos en los hombros. Me dedicó una sonrisa tranquilizadora como si no hubiera estado enojado un momento atrás.
—Nos conviene tener bien mansa a tu madre, ¿de acuerdo? —me dijo con una suavidad aterciopelada y serena—. Solo ve sin protestas que yo me ocuparé de Ax.
—No vayas a ponerte histérico —le advertí.
Nolan resopló como si esa fuera una posibilidad absurda y ridícula.
—No me pondré histérico —aseguró junto a un ademan de desinterés—. Él cree que escondiéndose allí se salvará de no ponerse el traje, pero yo tengo una idea porque esto... —Giró la cabeza de manera abrupta hacia la puerta—: DE QUE VA A SUCEDER VA A SUCEDER, ¿ME ENTIENDES, AX?
Volvió a girar la cabeza hacia mí y me sonrió amplio como el chico que no rompía ni un plato.
—Nolan... —pronuncié en tono de advertencia.
Me dio un empujoncito en los hombros para que empezara a caminar.
—Ve, tú solo ve —insistió—. Todo estará listo para la fiesta.
Comencé a avanzar a paso dudoso, pero él continuó empujándome en dirección a la salida.
—Fingirás llegar junto a él, ¿no? —le pregunté.
—Claro, todo como lo planeamos.
—Por favor, no se maten entre ustedes.
—Tranquila.
Abrió la puerta por mí, todavía con una mano sobre mi hombro y me empujó con rapidez hacia afuera. Iba a decir algo más, pero entonces la cerró en mi cara sin duda ni contemplación. ¡Adiosito!
Me quedé ahí parada por un momento, parpadeando como tonta. Tardé al menos unos minutos en entender que estaba a punto de irme y de dejarlos solos. A Ax y a Nolan. Posiblemente la combinación más incierta del mundo. Por esa razón, en un impulso de preocupación, pegué la oreja a la madera para escuchar algo. Juré que si oía a Nolan gritar me quedaría, pero logré captar unas cuantas palabras en un tono normal:
—A ver, Ax, abre la puerta y hablamos tranquilos. Estoy tranquilo. Anda, confía en el tío Nolan...
Tomé aire y di un paso atrás. Puse mis esperanzas en todas las religiones para que al regresar no los encontrara muertos a los dos.
***
Tuve que ir a una pequeña y exclusiva boutique del pueblo para probarme los vestidos. Después de seis cambios, Eleanor terminó escogiendo el que usaría. Era uno de color crema con un talle algo ajustado y el borde por encima de las rodillas. Para mí se veía aburridísimo y sobrio. Según ella era juvenil pero al mismo tiempo inspiraba equilibrio, madurez y ganas de avanzar y triunfar en la vida. Es decir, todo lo que yo no tenía.
Luego tuve que ir al salón a que me ondularan el cabello, me maquillaran y me hicieran manicure. En todo el rato, mientras estaba sentada en la enorme silla con el casco térmico sobre la cabeza, solo me pregunté si Ax y Nolan habían destrozado la casita de la piscina persiguiéndose. Pensé tales cosas que decidí tratar de calmarme y entretenerme viendo el televisor que colgaba de una de las paredes del salón. Sin embargo, lo que se transmitía en ese momento eran las noticias del canal local:
A tres días del incendio en la farmacia de la calle Mapple que dejó a una fallecida, todavía se intenta definir el origen del fuego. Se sospecha que fue un fallo en las conexiones eléctricas debido a la antigüedad del edificio, pero, a decir verdad, todo permanece en eso: sospechas. Lo cierto es que este incidente tiene una gran similitud con lo sucedido en la estación de policía unas semanas atrás. La causa es desconocida y extremadamente difícil de detectar. Recordemos también que en las últimas semanas se han registrado tres incendios espontáneos, siendo el del bosque del pueblo vecino, el más trágico con tres muertos y cinco heridos. Justo ahora, aquí en el estudio, el bombero local Alfred Smith nos explicará un poco cómo evitar incendios en nuestras casas.
En cuanto el bombero empezó a enumerar las medidas de prevención, mi mente viajó al momento en la estación de policía. Me inclinaba mucho a creer que la sombra, fuera lo que fuese, podía ser el menor peligro. Tenía la grave sensación de que el peligro, en realidad, era aquello de los ojos amarillos. Recordarlo incluso me causaba miedo. Haberlo tenido tan cerca me había inundado de un terror espantoso. Y si eso era capaz de transmitir tal pánico, no me quedaba dudas de que debíamos tener cuidado porque en cualquier momento podía venir por nosotros.
La pregunta era: ¿qué haríamos en ese momento?
***
Para las seis de la tarde, la mansión ya estaba impecable y lista de pie a cabeza. Un guardia de seguridad se plantó en la verja de entrada para identificar a los invitados. En la puerta, una anfitriona recibió los abrigos. Había flores, cintas, meseros impecables con bandejas plateadas paseando por cada rincón ofreciendo bocadillos y copas con champagne.
En el patio trasero, totalmente iluminado y lleno de mesas, sillas y más meseros, estaba el DJ al que Eleanor le había exigido específicamente que pusiera música instrumental y acorde para un evento lleno de gente seria y prestigiosa. Y eso era justo lo que sonaba, algo parecido a una flauta o a un piano o qué sabía yo. Solo era en exceso aburrido y ancestral.
La gente también era casi ancestral y aburrida. Hombres en trajes que representaban empresas y sociedades, y mujeres en vestidos que también representaban empresas y más sociedades. Todos eran personas que podían firmar los contratos para mandar a hacer edificios que le generaban un montón de dinero a mi madre. Incluso estaba el alcalde, Fausto Greten, un viejo gordo y muy feliz —pero muy astuto— que solo hablaba de cómo siempre cenaba con Obama.
Pero lo peor no era toda la gente en sí, sino la manera en la que empezaron a verme luego de que bajé las escaleras y empecé a caminar por ahí. Me sonreían y me saludaban con ánimo y cortesía, pero en cuanto los dejaba atrás sentía el peso de sus miradas en mi espalda. Sentía el peso de sus murmullos, de lo que decían con ellos: mírala, su padre murió, su novio murió, ella estuvo en el hospital por un tiempo, ahora ni siquiera sale de casa... Ni mi caro vestido, ni el hecho de que me habían cubierto las ojeras con maquillaje o de que había crecido un poco más desde el ultimo evento de mi familia, era tema de conversación. El tema principal era mi desgracia.
Por culpa de todo eso empecé a sentirme inquieta y algo obstinada, así que se me antojó una copa. Detuve a uno de los meseros, pero antes de coger la bebida de la bandeja, una mano de uñas pintadas color coral se me enganchó a la muñeca. Eleanor apareció ante mí con su intimidante postura materna, me apartó la mano y casi que sopló al mesero para que se alejara con rapidez.
—Cuando llegue el rector de la universidad, no puede verte ingiriendo alcohol —me dijo, más en una orden que en un comentario—. Debes ser una chica amigable, responsable y de buena imagen para que aprueben tu solicitud de inmediato.
Puse cara de ligero desconcierto.
—Pero si todavía no he enviado la solicitud.
Ella sonrió amplio.
—Qué bueno que tienes una madre que se ocupa de esas cosas, ¿no?
La miré, casi boquiabierta.
—¿La enviaste por mí?
—Te di la oportunidad, pero preferiste hacer otras cosas.
Enfatizó "otras cosas" con lentitud y severidad para que recordara que se trataba de lo que supuestamente había hecho con Ax. Un pensamiento pasó de manera fugaz por mi cabeza: "ojalá sí hubiera hecho eso con él..." y luego desapareció.
Mantuve la calma. No pretendía hacer un drama por mucho que lo mereciera ese atrevimiento. Aunque... la Mack de antes, la que no sabía de lo que su madre era capaz, tal vez habría aceptado sin protestas, solo para no tener que volver a hablar del tema o causar un lío. Claro que la Mack de antes ya no existía.
—¿Al menos puedo saber para qué carrera postulé o se lo pregunto al rector? —pregunté en un tono intencionalmente suave.
—Arquitectura.
—Arquitectura —repetí en un gesto pensativo junto a un asentimiento—. Literal, no sé dibujar una mierda.
Los ojos de Eleanor se abrieron de par en par, sorprendidos. En un instante, sus cejas se hundieron. Miró hacia todos lados con disimulo y trató de mantener su postura.
—¡La boca! —exclamó en un susurro de reproche—. ¡Las palabras, Mack!
Decidí entonces usar mejores palabras, si eso era lo que quería:
—Madre, no sé dibujar ni un excremento.
Tomó aire para reunir paciencia. De nuevo esbozó esa carismática y perfecta sonrisa que le permitiría verse en calma ante cualquier invitado que echara un ojo hacia nosotras. Sabía lo que estaba pensando: las apariencias son importantes; la normalidad es importante.
—Aprenderás —dijo con firmeza—. Se trata de líneas y de creatividad, y de ser hija de una arquitecta influyente. Todos confiarán en ti, tendrás contratos cayéndote como lluvia.
—También la miseria y la infelicidad me caerán como lluvia —repliqué.
Su sonrisa se quedó un poco rígida, como si por mi comentario quisiera perder fuerza hasta transformarse en una mueca de enojo. Pero ella no iba a enojarse allí, no frente a toda esa gente.
—Una buena impresión —aclaró de manera conclusiva—. Eso es todo. Y nada de alcohol. Ahora llama a Nolan, lo quiero aquí ya mismo. Su madre también se encargó de su solicitud.
Dio punto final a la conversación con una de sus severas miradas de: te irá muy mal si te atreves a arruinar las cosas. Luego se dio la vuelta y se alejó muy alegremente a saludar personas, como si no acabara de amenazarme.
De pronto me sentí frustrada y muy preocupada. Que ella enviara la solicitud ni siquiera pareció algo importante en ese momento. Lo único que podía pensar era en Nolan y en Ax. ¿En dónde estaban? ¿Por qué tardaban tanto? ¿Acaso Nolan no lo había logrado? Por un segundo se me ocurrió la idea de ir a chequear si estaban bien, pero no podía entrar a la casita de la piscina tan a la ligera. Había gente por allí y si me veían podían antojarse de husmear también. No. Debía quedarme ahí y esperar.
Aunque... ser paciente no era precisamente unas de mis virtudes. Saqué mi teléfono para llamar a Nolan. Marqué y me lo llevé a la oreja. Sonó un tono, dos, tres, cuatro y de repente, con tal rapidez que me desorienté, alguien me tomó por la cintura y me hizo dar la vuelta. Unos brazos me rodearon y me inclinaron hacia atrás como en una de esas viejas películas románticas en blanco y negro.
—¡Demonios! —exclamó Nolan con una voz grave, muy masculina e intencional junto a una amplia y encantadora sonrisa—. Estoy viendo a la chica más hermosa de la velada. Si fuera heterosexual ya te estaría taladrando contra la pared, preciosa.
Agregó un "rawr" coqueto y chistoso y yo le di un empujoncito para que me soltara. Me alivió que ya estuviera ahí. Se había puesto un traje muy elegante de color azul oscuro con corbata incluida que se le ajustaba perfecto en las partes correctas y aun así lo hacía ver juvenil, atlético y fresco. Su cabello, normalmente salvaje, estaba peinado hacia atrás, lo cual le otorgaba un aire esbelto y al mismo tiempo destacaba esos asombrosos rasgos faciales heredados de su ascendencia europea. Los ojos de un color exótico le resaltaban con un brillo de travesura. Se veía guapísimo. Habría sido el sueño de cualquier chico y cualquier chica. Y lo decía con base. Nolan tenía escondido por allí un historial de bisexualidad que no lo había entretenido mucho.
Por su agarre, se me arrugó un poco el vestido, así que me ocupé en alisármelo. Entonces, recordé que faltaba alguien más y como una tonta miré por detrás de Nolan como si pudiera estar oculto.
—¿Por qué rayos tardaste tanto? —le reclamé—. ¿Y Ax? ¿En dónde está? —Una súbita corriente de pánico me recorrió como un escalofrío. Me cubrí la boca con las manos—. Ay, no me digas que no...
Ni siquiera pude completar mi expresión de temor.
—Shhhh —me interrumpió él en petición de silencio. Luego, con una sonrisa amplia y un movimiento de la cabeza hacia la dirección contraria a mí, añadió—: Mira allá.
Me giré como si me hubiera dicho que viera algo horrible que se avecinaba contra nosotros. Pero me quedé paralizada, y no de miedo, sino de asombro e impresión. Aunque tal vez la palabra correcta era: embelesada. O quizás era otra. Lo único seguro fue la explosión mental en mi cabeza porque lo que se acercaba no era espantoso ni aterrador, era una revelación, un esclarecimiento, era... era... ¡era como pornografía! Bueno, era Ax, por supuesto, pero no el mismo que habíamos encontrado en el patio cubierto de sangre, repleto de heridas y con un olor asqueroso emanándole del cuerpo. Tampoco el que metimos a la bañera y luego sacamos limpio. Estuve convencida de que aquel era el Ax que habría sido si su destino hubiese sido diferente.
Durante un momento, el tiempo transcurrió muy lento. Solo fui capaz de detallarlo de pie a cabeza mientras una especie de canción lenta sonaba en mi mente. Su traje era negro y la camisa era blanca. También se le ajustaba a la perfección en las partes correctas, destacando su contextura atlética. No me quedaron dudas de que Nolan tuvo que haberle hecho algo en el cabello, quizás cortado algunos mechones, porque lo que solía ser una mata rebelde y oscura cuyas puntas le caían hasta la nuca, ahora era un corte prolijo y muy masculino.
Pero no solo era su aspecto. También era su aire. Cada paso que daba hacia nosotros dictaba elegancia. Tenía, y ahora lo notaba, una altura y un porte casi aristocrático y distinguido. Con esa expresión seria incluso intimidaba. Pero lo más impresionante era, sin duda alguna, los ojos. Se le destacaban más que nunca. El brillo del más claro era atrayente, pero la oscuridad del otro era misteriosa y tan enigmática que hacía pensar en todas las cosas malas del mundo que se sentían bien.
La canción que sonaba en mi cabeza tomó fuerza hasta que la reconocí. Era Call Out My Name de The Weeknd con esas notas lentas, sensuales y esa letra y...
Giré la cabeza en una abrupta salida de mi embelesamiento. Pues claro que estaba pensando en esa canción. Nolan estaba a mi lado, inclinado hacia mi oreja, cantándola con una dramática inspiración solo para que yo la escuchara.
—¡¿Qué estás haciendo?! —le solté en un chillido moderado para no alertar a los presentes.
Lo miré, horrorizada. Él dejó de cantar y apretó los labios disimulando una risa.
—Le pongo ambiente al momento, pues —defendió al borde de una carcajada. Se enderezó, carraspeó la garganta y puso esa mirada de complicidad y picardía para susurrar—: ¿O me dirás que no quedó perfecto con lo que estabas pensando?
¡Lo que estaba pensando! En verdad, lo que estaba pensando no podía ser posible. Devolví la atención hacia Ax, convencida de que al segundo vistazo la impresión no sería tan fuerte, pero sentí el mismo asombro, la misma fascinación, y junto a eso me faltó el aire e incluso me cosquilleó el estómago.
—Dios mío, se ve... —susurré, todavía embelesada.
—¿Normal? —completó Nolan a mi lado—. ¿Apuesto? ¿Atractivo? ¿Guapo? ¿Perfecto? ¿Seeeexy?
Alargó la palabra "sexy" en una insinuación pícara.
—Asombroso —exhalé.
—Lo sé, soy un jodido Dios —se pavoneó Nolan, orgulloso—. Todo lo que toco lo perfecciono. Transformé a Tarzán en... esto.
En ese instante, como si Nolan le hiciera la presentación, Ax se detuvo frente a nosotros. Quedé tan deslumbrada por su altura que no capté que tomó mi mano hasta que la vi alzarla con la suya. Al ser consciente del calor de sus dedos, me quedé paralizada sin entender nada. Observé, atónita, cómo se inclinó un poco hacia adelante y dejó un beso sobre mis nudillos.
¡Un beso!
¡¡¡Un beso!!!
Bueno.... no fue un beso como tal, sino más bien una suave presión de sus labios, pero aun así el roce de ellos contra mi piel me causó un estremecimiento, algo parecido al nerviosismo, como si mis sentidos se descontrolaran automáticamente. Para empeorar, en cuanto soltó mi mano percibí el exquisito olor a perfume masculino que emanaba de él. Mis sentidos quedaron todavía más aturdidos. K.O.!
Me le quedé mirando fijamente por el asombro y él ni se dio cuenta de ello. Por su parte permaneció imperturbable y serio. Tan solo juntó las manos por delante y se quedó ahí parado, mirando por encima de nosotros hacia la gente como si necesitara hacer un repaso analítico de los rostros.
Me volví hacia Nolan quien era la única explicación posible para lo sucedido.
—¿Le enseñaste eso? —le pregunté, entre aturdida y fascinada.
Nolan hizo un ligero encogimiento de hombros. Si la suficiencia hubiera sido aire, lo habría inflado hasta hacerlo explotar. No le cabía en el cuerpo tanto orgullo.
—Le di algunos consejos —se limitó a contestar en un guiño.
—O sea que le dijiste que lo hiciera.
Nolan contuvo la sonrisa de presunción con todas sus fuerzas.
—Mira que yo pude proponérselo —intentó defender—, pero si él no hubiera querido no lo hacía, eh...
En realidad, Ax siempre terminaba haciendo todo lo que le enseñábamos. No debía de tener ni idea de lo que significaba el gesto que acababa de hacer, o peor... de lo que ese gesto acababa de causar en mí.
—Bien, lo lograste, felicidades —le dije a Nolan, refiriéndome a su éxito en dejar a Ax como una persona decente.
Nolan se removió sobre sus pies, orgulloso y con la barbilla en alto. Se ajustó un poco las mangas del traje y en ese momento me llamó la atención que tenía algunos moretones y enrojecimientos en las muñecas.
—Hubo algunos... obstáculos, no mentiré —confesó sin perder la sonrisa—, pero al final Ax y yo concordamos en todo. Ahora ya estamos aquí y todo saldrá bien, que es lo que importa, ¿no, Ax?
Nolan extendió la mano en un puño hacia Ax. Éste la miró un momento y luego formó un puño con la suya. Ambos los chocaron como si fueran dos grandes amigos desde la infancia. La verdad, no quise ni tratar de adivinar cuántas cosas le había enseñado en esas pocas horas. Era cierto, lo que importaba era esforzarnos para que todo saliera bien.
Claro que, como si fuera una señal de que sería difícil, una voz intervino de pronto en nuestra conversación:
—¡Aquí están!
Tuvimos que abrir nuestro circulo para que Eleanor entrara. Venía enganchada del brazo de un hombre bajito y robusto que lucía un espeso bigote plateado pero que aun así no tenía ningún cabello en la cabeza. Sus ojos eran pequeños y usaba unas gafas de pasta redonda. No llevaba traje, sino más bien una combinación de chaqueta de cuadros y pantalón caqui que le daba un aire excéntrico y casi chistoso. Una sonrisa amigable estaba dibujada en su rostro, como si se la estuviera pasando genial e ignorara lo aburrido que era aquello. Intenté reconocerlo durante un momento. Me costó un poco, pero terminé recordando que lo había visto en una de las páginas de las universidades.
Era el rector de una de ellas.
—¿Recuerdas a Mack? —le preguntó Eleanor al hombre.
—¡Por supuesto! —respondió él—. El tema de conversación preferido de Godric.
Su voz era algo carrasposa, pero sonaba alegre y animada. A simple vista, el tipo inspiraba cosas buenas. Eso sí, tenía un aura pintoresca como si en cualquier momento fuera a soltar un dato curioso, pero no era nada que incomodara.
Eleanor señaló a Nolan con la mano. La sonrisa en su rostro era tan amplia —y a mi parecer tan falsa e hipócrita— que parecía el Guasón. Obviamente intentaba impresionar al hombre. En otro momento habría sido increíble arruinárselo, pero Ax estaba con nosotros y la prioridad era mantener su secreto.
—Y él es Nolan Cox —lo presentó ella. Giró la cabeza hacia el rector—. ¿Recuerdas a Teodorus Cox? Es el profesor de historia inglesa que fue a la universidad con Godric. Bueno, Nolan es su hijo menor.
El rector elevó las cejas con cierta sorpresa y asintió al extender la mano hacia Nolan.
—¡Vaya, sí! —expresó en lo que él y Nolan estrecharon las manos—. ¿Teodorus sigue dando clases? ¿Qué es de su vida en estos momentos?
A veces, la gente que se enteraba de la historia familiar de los Cox, creía que a él no le gustaba hablar de su padre. Pero la verdad era que a Nolan le encantaba decirle a todos lo que su padre había hecho. Su madre lo contaba como una tragedia, un pecado, un crimen, pero Nolan no. Nolan creía que Teodorus había sido valiente al revelar su verdad y abandonar a la vieja loca religiosa de su esposa.
—Ah, se mudó a Australia con su nuevo esposo —contó con simpleza y entusiasmo—. Da clases allá. —Como el rector quedó aparentemente consternado, Nolan añadió con un gesto de poca importancia—: pero hablamos de vez en cuando, es buen padre.
Eleanor parpadeó y asintió con lentitud al mismo tiempo. Luego, como si acabara de reparar en que éramos tres y no dos, se fijó en Ax.
Una corriente de temor y expectativa estalló dentro de mí. Antes de saber que ambos nos conocíamos desde pequeños, una de mis teorías era que Ax había sido un alumno muy apegado a mi padre. Esa teoría todavía no era del todo descartable. Pudo haber sido su alumno o ser hijo de un amigo y por eso nos habíamos juntado alguna vez. Cuando mi padre daba clases en la universidad, mi madre solía ir mucho allí. Si alguna de las dos cosas era cierta, entonces ella tuvo que haberlo conocido en algún momento. Si en ese instante lo reconocía, no sabía que significaría eso, si era bueno o era malo. De lo único que estaba segura ya era de que no dejaría que se llevaran a Ax a ningún lado sin resolver todo ese asunto.
Pero en realidad, Eleanor no dio señales de reconocerlo.
—Y este debe ser Axel Müller, ¿no? —dijo ella, todavía observándolo de pie a cabeza, justo como miraba a cualquier desconocido—. Es amigo de los chicos —le informó al rector, y de inmediato dirigió otra vez su atención hacia el hombre—. Bueno, Paul, como te estaba diciendo, Mack quiso seguir mis pasos y solicitó entrar a la misma universidad a la que asistí. Me halagó mu...
—¿Eres americano? —interrumpió el rector Paul de repente.
La súbita y curiosa pregunta se la había lanzado directo a Ax. Eleanor quedó con los labios como pato por la palabra que no terminó de decir. Rígida, alternó la vista entre el rector Paul y Ax, algo tipo: "¿estás hablando con él? ¿por qué?". Nolan y yo quedamos igual. El nerviosismo acrecentó dentro de mí. Era lo que tanto me temía, las preguntas. Nunca había una forma de preparar las respuestas.
—Porque juraría que esa característica tan especial la he visto más que todo en los alemanes, los africanos y los rusos —agregó el rector. Su mirada se entornó con inquisición en dirección a Ax y supe que hablaba de su heterocromía—. Es que soy profesor de ingeniería genética, y uno bastante curioso.
—Axel nació en Alemania —intervine con rapidez, pero con disimulo para no sonar asustada.
El rector me miró por un segundo, asintió y luego volvió a mirar a Ax.
—¡De mis países favoritos! —exclamó junto a una sonrisa como si Ax mismo le hubiera respondido y no yo—. Voy a Frankfurt al menos dos veces al año. ¿De dónde eres específicamente?
—Berlín —dijo Nolan esa vez.
También se aseguró de sonar tranquilo, como un comentario cualquiera. De nuevo, el rector Paul observó a Nolan un segundo y devolvió la vista hacia Ax como si la conversación estuviera dándose solo entre ellos dos.
—¿Estás en la universidad? —le preguntó.
—Viaja mucho —dije yo, amable.
—Ah, un cosmopolita —replicó Paul con cierta admiración. Sus ojos curiosos se entrecerraron un poco más y lanzó aquello únicamente para Ax—: Haben Sie andere Länder viel mehr als Deutschland genossen?
Casi que se me salieron los ojos de lo mucho que los abrí. ¡¿Qué acababa de decir?! Mierda. No había nada que delatara más una mentira sobre nacionalidad que no saber el idioma de ese país. Si Ax ni siquiera podía soltar demasiadas palabras en nuestro idioma, ¿cómo respondería a eso? Me puse muy nerviosa al instante. Nolan también. Traté de buscar una solución rápida. Se me ocurrió desmayarme. ¡Sí! Iba a ser eso.
Pero entonces...
—Es gibt kein Land genießt viel mehr als das meine —respondió Ax—. Aber ich genieße wirklich jede Kultur.
Si no se me cayó la mandíbula fue porque era físicamente imposible. Quedé pasmada. La cara de Nolan incluso fue un grandioso: "¿PERO QUÉ COÑO?". Me pregunté si había oído bien, si aquello acababa de pasar, si en verdad esas palabras estaban en alemán. ¡¿Ax acababa de hablar alemán!? Había sonado como que sí. Su respuesta había sido tranquila y muy fluida. Y en definitiva eso no lo habíamos practicado ni visto en la televisión.
—Es bastante cierto —asintió el rector, confirmándonos que había dicho lo correcto—. Esto es más personal, pero, ¿tus abuelos o alguno de tus padres también nacieron con ese tipo de heterocromía?
—No que yo sepa —contestó Ax, pronunciando cada palabra con serenidad y una elegante pausa.
El rector Paul se rascó el bigote en un gesto inconsciente.
—Interesante —murmuró, pensativo.
Advertí que Eleanor pensaba decir algo. Abrió la boca para hacerlo, pero antes de que alguna palabra saliera de su boca, el hombre siguió hablando, esa vez para todos:
—Este tipo tan definido y desigual es muy raro, ¿saben? —nos informó con bastante entusiasmo como si estuviera en plena clase y debiera explicarle algo a sus alumnos sobre uno de sus temas favoritos—. Es hereditario, pero diría que también por influencia de... La cuestión es, ¿de qué? ¿Padeces alguna enfermedad y tomas algún tipo de medicamento?
Esas preguntas fueron directas hacia Ax, quien no respondió al instante, sino que lució un poco confundido. Ahí sí decidí que sería mejor buscar una forma de abandonar la conversación y alejarnos antes de que las cosas se pusieran extrañas o notaran algo raro, pero fue la propia Eleanor quien nos salvó con su rápido comentario entre risas algo incomodas:
—Paul, ¿le harás una ficha al pobre muchacho? —Alternó la mirada entre el hombre y Ax, a quien evaluó de nuevo en un pesado y curioso vistazo—. Porque yo diría que sí, es bastante raro, pero le da cierto encanto.
Dios santo, ¿ella acababa de decir eso? Sentí la urgencia de empujar a Ax y a Nolan y ponernos a salvo los tres. Sin embargo, fue imposible. El rector Paul, más sumido que nunca en la conversación, miró a Eleanor con las cejas blanquecinas ligeramente hundidas, como si acabara de hacer algún comentario un tanto estúpido.
—¿Sabías que las bacterias más peligrosas tienen muchísimo encanto? —le preguntó, y no como una pregunta a la que se le daba respuesta, sino una de las que te hacía notar tu poco conocimiento sobre ciertas cosas—. Un veneno peligrosísimo puede tener un color hermoso. Las plantas venenosas son absolutamente bellas. Y las enfermedades mortales... vaya, son un adictivo y tentador objeto de estudio. Sus ojos pueden ser admirables, Eleanor, incluso atrayentes para las chicas, pero podrían estar escondiendo algo terrible.
Eleanor quedó casi boquiabierta y sin palabras. Sus labios balbucearon algo con total rigidez y elegancia para defenderse o salir del paso, pero de nuevo, el hombre no le permitió hablar. Se giró directo hacia Ax, como si ella no existiera, y volvió a dedicarle esa sonrisa de ánimo.
—Te recomiendo ver algún especialista —le dijo a Ax. Rápidamente hundió una mano en el bolsillo interior de su chaqueta de cuadros, sacó una pequeña tarjeta y se la ofreció—: Es decir, a mí. Guárdala.
Ax miró la tarjeta, extendió la mano y la cogió.
—Gracias —asintió.
Nos dejó a Nolan y a mí el triple de atónitos. El rector, por su parte, no se dio cuenta de nada.
—Y si en algún momento quieres establecerte y formarte en algo, tengo muchos contactos para que elijas una buena universidad —le agregó a Ax.
Eso fue como un balazo para Eleanor. No pudo abrir más los ojos por el impacto porque sus parpados no se lo permitieron. Fue inevitable, quise reírme de burla y de nervios al mismo tiempo. Ella trató de recuperar su postura al instante, claro, pero de inmediato, como si ya la conversación perdiera sentido, el hombre miró hacia un lado y expresó con entusiasmo:
—¡Oh! ¿Esas son croquetas de cangrejo?
Y avanzó a perseguir a un mesero. Sin perder tiempo, Eleanor corrió también.
—¡Paul, espera! —intentó decirle.
Ambos se perdieron entre la gente y la sala. De un momento a otro, solo quedamos nosotros tres. La música de fondo, igual de aburrida, pareció regresar a mis oídos, como si el mundo se hubiera reanudado porque ya no había peligro alguno. Me costó creer que hubiera sido tan fácil. Quedé algo consternada. Ax, por su parte, permaneció igual de serio como si nada hubiera sucedido, pero Nolan y yo nos miramos las caras como unos estúpidos.
—¿Qué acaba de pasar? —pregunté con lentitud y pasmo.
Nolan miró hacia atrás como si necesitara ver de nuevo a Eleanor persiguiendo al rector Paul para confirmar que todo había sido real.
—Creo que Ax realmente es alemán y acaba de enamorar al rector... —dijo, algo dudoso pero desconcertado.
Miré a Ax de pie a cabeza, pero para él no parecía gran cosa.
—¿Naciste en Alemania? —le pregunté con una nota atónita.
Ax negó con la cabeza.
—Pero, joder, hablaste como si vivieras allí —le dijo Nolan, igual de estupefacto que yo.
Ax se encogió de hombros. Todavía tenía la tarjeta del rector en la mano, así que se la quité para quedármela.
—Escuché, pensé y respondí —fue lo que nos contestó con bastante simpleza.
No encontré manera de salir de mi asombro. Nolan tampoco. Ni siquiera pudimos evitar verlo como si fuera un bicho raro.
—¿Solo respondiste? —repetí—. ¿Así y ya?
Asintió, alternando la mirada entre ambos como si de verdad no viera lo extraño en nada.
—Tuve que... normal —dijo—. Ser normal.
—Claro, fuiste súper normal... —replicó Nolan con exageración y desconcierto—. Es súper normal saber alemán fluido de repente. Me pasa todo el tiempo. De hecho, puedo hablar ruso justo ahora.
El chiste en el comentario de Nolan desapareció muy rápido porque fue más bien perturbador pensar en ello. Por un momento nos sumimos en un silencio extraño, un silencio pensativo como para procesarlo todo. Yo miré algún punto del vacío y Nolan miró el suelo. Sabía que él, al igual que yo, debía estar buscando una explicación o quizás un modo de no sentirse tan impactado. Todo había sido muy: wtf?
No supe ni cuantos minutos pasamos callados como unos tontos hasta que el propio Ax rompió el silencio:
—Tengo hambre.
Nolan y yo de nuevo nos miramos como si no pudiéramos creerlo.
De cualquier forma, de manera maquinal fuimos hasta la mesa de los bocadillos. Mientras Ax cogía uno de cada bandeja y los apilaba sobre un plato, Nolan me tomó suavemente por el codo y me apartó un poco para que creáramos un pequeño círculo confidencial. Allí empezamos a susurrar muy rápido, atentos para que nadie nos escuchara:
—Eh, dime que también estás pensando que eso del alemán no fue nada normal —empezó él.
—Sí, pero ya sabemos que Ax no es nada normal, ¿no?
—Okey, pero estamos intentando resolver todo y resulta que él sabe ciertas cosas pero decide soltarlas solo en momentos así.
—A ver, ¿cuál es tu punto?
Nolan suspiró y por un momento dudó en decírmelo o no.
—Me agrada Ax, en serio —dijo finalmente, muy bajito—. Pierdo la paciencia, pero con todo lo que ha sucedido ya es imposible no estar ligados a él. Solo que esto me acaba de dar muy mala espina, Mack. Quizás él... está jugando con nosotros para su conveniencia. Y más vale que no. Más le vale que no.
Dicho eso, a Ax se le desbordó el plato de bocadillos, cayeron en el suelo y él se les quedó mirando en silencio.
De verdad, ¿cómo alguien así podía estar jugando con nosotros?
***
Pasamos un par de horas sentados en una de las mesas del jardín, tan solo mirando la gente pasar, escuchando las tediosas canciones que el DJ estaba obligado a reproducir y viendo cómo Ax se comía el montón de bocadillos que había reunido. En cierto momento, Eleanor, que había estado persiguiendo al rector por toda la fiesta, se nos acercó con una expresión de frustración en la cara. Pensé que venía directito a interrogar a Ax, pero no fue así.
—Nolan, cariño, ¿podrías hacer algo por mí? —le preguntó ella directamente—. Sé que cantas muy bien. ¿Podrías cantar algo para los invitados? Así quizás llamarás la atención de Paul. Le encanta la música.
Nolan no lo pensó dos veces. Le encantaba cantar porque de hecho lo hacía muy bien.
—Claro, puedo hacerlo —aceptó.
—¡Perfecto! —exclamó Eleanor, aliviada—. Lo que quieras, pero que lo impresione bastante.
Ella se fue rapidísimo. Nolan se levantó de la silla y se perdió en dirección al DJ. En la mesa solo quedamos Ax y yo, así que apoyé la mejilla de la mano y decidí mirarlo. Estaba sentado justo a mi lado, un poco inclinado hacia adelante mientras cogía un bocadillo, se lo metía a la boca, masticaba, tragaba y luego volvía a hacer lo mismo en un movimiento casi coordinado.
No pude evitar pensar en lo que había dicho el rector Paul, eso de que sus ojos podían esconder algo terrible. A decir verdad, yo pensaba igual que Eleanor, que le daban cierto encanto. Los colores eran tan diferentes y al mismo tiempo tan vibrantes que llegaban incluso a embelesar. Y ahora lograba captar mucho la atención de cualquiera. En serio, algunas mujeres habían echado un ojo descarado hacia nuestra mesa, en dirección a él. Ni siquiera podía culparlas. Con esa ropa y ese aire tan pulcro se parecía mucho a uno de esos modelos que eran cotizados y famosos precisamente por su rareza y su atractivo poco convencional.
Lo cierto era que ni en el pueblo, ni en otras ciudades a las que había viajado con amigos años atrás, había visto a un chico que se le pareciera aunque fuera un poco. Estaba impresionada por ese cambio tan radical, por lo que no había notado en él, por lo que acababa de admitir que me gustaba, como sus labios, naturales y nada gruesos o nada delgados, o su nariz, recta y masculina, o la cicatriz sobre su labio superior, o la forma en que fruncía las cejas y lucía molesto por algo indescifrable...
Pero también me sentí muy pero muy nerviosa por lo que debía comentarle.
Moví un poco mi silla para acercarme a él y que mis palabras no fueran escuchadas por oídos indiscretos.
—Ax —le llamé en un tono algo bajo—. ¿Recuerdas cuando hablamos de...? ¿De...? —Carraspeé la garganta—. ¿De sexo?
No se inmutó ante la palabra. Siguió con la vista fija en la comida, pero asintió.
—Bueno —proseguí—, es posible que mi madre venga en cualquier momento a hacernos preguntas sobre el tema porque ella cree que tú y yo... hacemos eso.
Ax se metió una galleta decorada en la boca. Miró al vacío mientras masticaba.
—¿Por qué? —preguntó sin tragar.
—¿Recuerdas al hermano de Nolan?
—Dan Cox —repitió él como si fuera algo que hubiera aprendido.
—Sí, vino de nuevo y dijo que te investigó y no encontró nada sobre ti. Entonces, para desviar las preguntas dije que yo te metía a escondidas a esta casa para... —Me interrumpí por un momento con la palabra en la punta de la lengua, pero decidí soltarla sin rodeos—: follar. Así que si Eleanor te hace alguna pregunta solo respóndele que nos estamos divirtiendo y que volverás a Alemania en unos días, ¿de acuerdo?
Ax me miró, algo pensativo. Masticó lento. Esperé a que dijera algo o a que procesara mi petición, pero solo se dedicó a observarme de una forma fija. Ser el foco de su atención de repente me causó una punzada de nerviosismo e inquietud. Experimenté algo nuevo, como todo lo que estaba sucediéndome esa noche. Tuve la ridícula necesidad de girar la cabeza y apartar la mirada para luego ruborizarme como una estúpida.
Me enfadé un poco conmigo misma por no ser capaz de controlarme y me lo exigí de inmediato. Pero lo intenté un segundo y fracasé al siguiente porque Ax actuó de manera inesperada. Extendió una mano hacia mí y por la dirección que tomó me dejó por completo paralizada. Lo único que vi fue su mano escabullirse por debajo del mantel de la mesa y luego deslizarse por encima de mi muslo.
Sí, mi muslo.
En ese instante, aunque la tela del vestido separaba el tacto de sus dedos de mi piel, algo estalló dentro de mí. Primero fue una corriente y luego se dispersó por todo mi ser y me debilitó cada músculo. Me fue difícil creer que estuviera pasando. Me pregunté si de verdad estaba pasando. Lo estaba. La punzada que sentí en distintas partes del cuerpo me lo confirmó. Pensé en que debía apartársela, pero en realidad no quería. En realidad, me gustaba. Así que permanecí quieta. Su mano continuó alargándose como quien tocaba un objeto para comprobar su textura. Y yo, pasmada y suspendida en el momento, solo pude entreabrir los labios. Una sola palabra pasó por mi mente: bésame. No fui consciente de cuánto quería eso hasta ese momento. Lo imaginé perfecto: Ax inclinándose hacia mí y luego besándome, y después yo perdiendo la consciencia del mundo entero.
Claro que esa fantasía se rompió en lo que bajé la mirada. Había una pequeña galletita sobre mi regazo, que de seguro se había caído cuando coloqué todos los bocadillos frente a nosotros. Esa era la razón por la que había alargado la mano. De hecho, la cogió y de inmediato se la metió en la boca. Luego giró la cabeza para masticar y volvió a parecer lejano a mí.
—Okey —dijo mientras miraba de nuevo todos sus bocadillos.
El mundo se resquebrajó como una desilusión súbita. Nada. No había sido nada. Me mantuve rígida durante un momento, tratando de calmar la explosión de emociones en mi interior. Mientras, la música instrumental de fondo se detuvo. Los invitados miraron con curiosidad hacia la cabina del DJ. El muchacho se inclinó hacia el micrófono y los amplificadores emitieron su voz:
—Señoras y señores, Nolan Cox —anunció.
Giré la cabeza de manera automática para ver a Nolan. Ya se había ubicado en la pequeña tarima. Sostenía un micrófono y parecía un artista listo para su interpretación. La gente se interesó en él y algunos incluso comenzaron a acercarse. Otros prefirieron ver el asunto desde sus mesas. Yo tomé aire y me esforcé en ignorar lo que acababa de suceder para concentrarme en la aburrida canción que fuera a cantar. En el fondo me sentí muy decepcionada y algo frustrada, e incluso un tantito molesta.
El DJ hizo algunas cosas en su panel y en un segundo la música empezó a sonar. Si ya estaba algo rígida, en cuanto reconocí la canción, sentí como si mis músculos se transformaran en plomo. Nolan empezó a cantar con esa increíble voz que se gastaba y ese carisma pícaro pero natural que les agregaba a sus interpretaciones. Yo solía decirle que su tono era parecido al de Charlie Puth, y él sabía que sí, pero le gustaba decir que no para que yo insistiera. La verdad era que se desenvolvía asombroso en un escenario y era lo suficientemente atractivo para que se volviera imposible dejar de mirarlo. Solo que en ese momento lo único que quise fue correr lejos de allí.
La canción era Out My Name de The Weeknd, la misma que habia susurrado en mi oido cuando Ax había aparecido.
¿Me estaba jodiendo? Sí, lo estaba haciendo. Lo confirmé en el instante en que Nolan me echó una mirada traviesa y culpable mientras pronunciaba las palabras. En cuanto Eleanor entendiera la letra iba a indignarse y tal vez a enfadarse, pero sabía que él la había escogido a propósito para el momento. Lo peor era que combinaba a la perfección. Tenía a Ax justo al lado y mis sentidos estaban enloquecidos. No era solo por su aspecto, sino por el beso en los nudillos, el toque en la pierna, todo el tiempo que pasábamos juntos, el contacto con su piel, la forma en que habíamos conectado, la enorme preocupación que sentía por su bienestar, lo increíblemente guapo que era a su extraña manera, su voz, el hecho de que nos conocíamos y yo no era capaz de recordarlo...
Demonios. Me gustaba, era cierto. Me lo había estado negando porque no le veía el sentido, pero descubrir que no era un total desconocido había ampliado las posibilidades y me había dado nuevas perspectivas. Hacía mucho tiempo que no sentía atracción por nadie. La muerte de Jaden me había dejado fatal. Ahora... Jaden era un recuerdo que dolía, pero ahí sentada, admitiendo sentirme atraída por Ax, Jaden parecía superable. Es decir... Ax era un mundo nuevo. Sí, era raro. Sí, era diferente. Sí, tenía ciertas dificultades, pero no era un chico y cada parte de su cuerpo que había visto al meterlo en la bañera, me lo había demostrado. Tenía todo lo necesario para fascinar. ¿Por qué debía pensar que estaba mal? ¿Por qué no podía estar bien?
Quizás fue el ritmo de la canción o que de verdad no pude contenerme, pero me giré sobre mi asiento para verlo de frente. Ax tragó una galleta y me observó con su desinterés natural por la repentina atención que le di. Oh, por Dios, él no tenía ni idea. Debía de estar esperando que le dijera algo, le diera alguna instrucción o intentara enseñarle alguna cosa. Lo que me pasó por la mente fueron varias cosas totalmente distintas. Quise acercarme más y ver su reacción. Quise tomar su mano y dirigirla de nuevo a mi pierna. Quise poner mi propia mano sobre su pecho para saber si su corazón latía tan rápido como el mío. Si lo hacía, significaría que, al igual que yo, también sentía algo. Y si lo sentía tal vez podíamos intentar otra cosa... a lo mejor yo podía enseñarle de qué se trataba, cómo enfrentarlo, qué hacer...
Pensar en la posibilidad de hacer cualquiera de esas cosas era absurdo, pero al mismo tiempo era emocionante. Quise soltar una pequeña risa como si ansiar un contacto más íntimo con él fuera divertido y no una ridiculez, porque en realidad lo era, porque Ax era extraño, era diferente, tenía secretos, todo un misterio flotando alrededor suyo, y quizás no sentía o no podía sentir atracción o gusto por otra persona. De todos modos... ¿y si intentaba comprobarlo? ¿y si yo me atrevía a acercarme de la misma manera que él lo había hecho aquel día en la cocina? ¿y si probaba su reacción ante tal cercanía y luego, al ver que no mostraba rechazo, me inclinaba un poco y rozaba mis labios con los suyos? Porque era justo lo que habría hecho una chica normal con un chico normal, ¿no?
Nolan estaba cantando el coro. Hacía algunos movimientos muy masculinos y sensuales, y la gente había reaccionado muy bien a ello. Algunos lo miraban, sonrientes por descubrir tal talento en tal chico tan guapo, y otros incluso se movían con lentitud en un disimulado baile de disfrute. Era una canción intensa, un tanto erótica, pero también usaba las palabras adecuadas. Era el fondo perfecto para hacerme entrar en un conflicto emocional e impulsarme a resolverlo.
Sí, el idiota de mi mejor amigo lo había hecho perfecto.
Mi mente era un nubarrón cuando arrastré la silla unos centímetros hacia Ax. Él todavía me miraba con cierta curiosidad y calma, a la espera. Con mis ojos fijos en los suyos para transmitirle seguridad, me incliné un poco hacia adelante para eliminar la distancia entre nosotros. Si hubiera querido, habría podido apoyar mi mano en su pierna para mayor estabilidad, pero solo deslicé mi mano por encima de la mesa en dirección a la suya que también reposaba allí. Pretendía tocar sus dedos, entrelazarlos con los míos, mantenerme cerca durante un momento y luego aproximar mi boca a la suya. Sería inesperado, pero su reacción sería importante. Él ya sabía lo que era un beso. Juré que si se separaba de mí al instante, reprimiría mis sentimientos y no los dejaría salir jamás. Me limitaría a ayudarlo y ese sería el límite, incluso si me moría por no tener límites.
Estaba a centímetros de tocar sus dedos y a una corta distancia de su rostro, cuando se levantó de golpe de la silla. Fue un movimiento rápido y ágil, como un reflejo. Lo primero que se me ocurrió fue que había advertido mi intención y se había asustado o negado totalmente a participar, pero en el momento en que vi su rostro y me di cuenta de que tenía la mirada fija en un punto por detrás de mí, supe que su reacción había sido causada por algo más.
Todavía aturdida, me giré sobre la silla para ver hacia atrás.
Allí, entre la gente, estaba de pie una figura vestida con una larga gabardina negra y unos intensos ojos amarillos.
Y antes de que se escuchara el grito, se cortó la luz y el patio se sumió en una densa y aterradora oscuridad.
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Hi, strangers!
¿Qué les ha parecido el capítulo? Espero que les haya gustado porque lo que se viene es buenísimo askjsakj les aviso que el capítulo 19 está INTENSO en todos los sentidos. Me encanta que ya Mack esté interesada en Ax de otras formas, porque entonces sabrá despertar la curiosidad de Ax y pues... PIENSEN EN LA BIBLIA.
¿Adelanto?
La cosa de los ojos amarillos está en la fiesta.
Y Ax demuestra un poco de lo que realmente es.
Y... a alguien le gustó mucho la interpretación de Nolan porque fue muy sensual.
Pero más importante, ¡¿PARA CUANDO ESE BESO?!
¿No les da curiosidad saber cómo sería el primer beso de Ax? Jajaja. Sé que se van a sorprender.
Les envío mucho amor. Ya están cercas las noticias. Gracias por seguir leyendo, esto es muy importante para mí. :D Cuéntenme en los comentarios todo lo que sienten.
Recuerden que estoy en las redes subiendo cositas interesantes.
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