
11
7 días para entender el pasado de Mack
7 días para admirar la belleza de Nolan
7 días para humanizar a Ax
Nolan y yo nos observamos, perplejos.
Ese ataque de ira había sido sorpresivo, violento y nuevo. Ni siquiera necesitaba leerle la mente a Nolan para saber lo que estaba pensando: que por un instante creyó que Ax iba a lastimarnos. Yo no creí lo mismo, sin embargo, lo que más me asombró fue ese cambio tan brusco.
Tan aterrador...
Nolan exhaló y negó lentamente con la cabeza.
—Te digo, Mack, que por un lado pienso que estamos haciendo bien en ayudarlo porque aseguras que lo conoces, pero por el otro que solo nos estamos echando la soga al cuello porque tu cerebro solo te está jugando una buena.
Sí, mi mente siempre jugaba conmigo, pero a esas alturas ya sospechaba tantas cosas que no faltaba casi nada para que se convirtieran en una certeza.
—No es un chico común —aseguré. Era lo que venía pensando cada noche desde que lo habíamos encontrado—. Hay algo más en él. Hay algo que... ni siquiera nos imaginamos. Ya no solo se trata de ayudarlo porque siento que lo conozco. Esto es diferente.
Nolan formó una fina línea con los labios y me miró con gran severidad. Atisbé una chispa de disgusto en su expresión.
—¿Y por qué según tú es diferente? A ver, ¿por qué? —inquirió con una nota obstinada.
—Por lo que pasó en la estación —respondí con obviedad—, por lo de ese auto, por las circunstancias en las que lo encontramos, ¡por todo! Incluso por lo que todavía no sabemos. Dime, ¿por qué crees que no lo sabemos? No encontrar nada sobre él es lo que hace más extraño este asunto.
En vez de parecer confundido o interesado, su disgusto se afincó.
—¿Dices que están relacionados? —soltó en un resoplido absurdo.
—¿Es que no lo notas? —le pregunté, desconcertada.
—Lo que noto es que Ax puede lanzarnos un pizarrón en la cara si lo hacemos enojar —rebatió al instante.
Él dio algunos pasos por la salita. Se pasó la mano por el cabello, frustrado. Negó con la cabeza y murmuró algunos reproches que no entendí. En pocas palabras, empezó a rezongar.
—Le enoja que no lo entendamos —dije finalmente, intentando alivianarlo.
Pero no funcionó. Nolan se volvió con violencia y me encaró.
—Y a mí me enoja que no hable, ¿cómo le hacemos? —refutó.
Me desafió. Sus ojos sostuvieron los míos, entornados y retadores. Entonces yo también sentí una corriente de disgusto. Entendía su frustración, pero también lo conocía más que a mí misma y me era fácil deducir el porqué de sus actitudes.
—¿Estás seguro de que ese es el verdadero problema? —escupí, no menos firme que él.
—¡El problema! —soltó Nolan junto a una risa amarga—. ¿Ahora crees qué yo tengo un problema con él? —agregó, falsamente ofendido—. No, claro que no, ¿cómo iba a tener un problema con el desconocido mudo/agresivo que metiste a tu casa a escondidas de tu madre?
Abrí la boca para rebatir, pero me salieron palabras entrecortadas por lo sorprendida que me dejaba.
—¿Por qué lo dices así como si...? Como si... —expresé. Me pasaron muchas cosas por la mente, pero a veces discutir con él era entrar en un bucle—. ¡Lo hicimos porque necesita ayuda!
—No, lo hicimos porque tú crees que necesita ayuda —me corrigió con un detenimiento afilado y el ceño fruncido como si le hubiese dicho algo demasiado absurdo—. Y solo "crees" porque la verdad es que no sabes nada de él. Es un extraño y en cualquier momento puede hacernos daño.
Fue como si presionara botón que encendía mi furia. Eso era lo complicado de las amistades tan dependientes. Uno siempre sabía cómo afectar al otro con simples palabras.
—¡Sé lo que digo! —defendí y le eché una mirada de: no puedo creer que estés diciendo estas cosas—. ¡No es peligroso! ¡Lo conozco!
Nolan perdió la paciencia apenas escuchó que subí el tono. Soltó un "já" amargo, irónico.
—¿En serio, Mack? ¿Es que no lo has entendido? —reclamó. Quise rebatir, pero él agregó—: ¡Crees que sabes muchas cosas, pero eso es todo! Siempre estás sintiendo que sucedió algo, conociste a alguien o estuviste en algún lugar, pero es tu cabeza que te hace pensarlo porque no funciona bien. ¡Te falla! ¡No es confiable! Ni siquiera puedes... —se interrumpió un momento. Pensé que en verdad no lo diría, pero sí lo dijo—: Ni siquiera puedes recordar lo que le pasó a Jaden, y eso que tú estuviste ahí. Estuviste ahí todo el maldito tiempo.
Auch.
Apreté con fuerza los dientes, tragándome el nudo que se había formado en mi garganta. Era cierto que todos los días batallaba con mi propia mente. Era cierto que ni siquiera podía recordar qué le había pasado a Jaden. Pero lo intentaba. Todas las jodidas noches lo intentaba. Todas las noches trataba de recuperar lo que había perdido.
—Nolan... —susurré. No quería discutir con él, no por Ax, no por nada de eso.
Nolan se frotó la cara con frustración y negó. Dio pasos hacia la puerta y puso la mano sobre la manija. Luego se volvió hacia mí. Sus ojos brillaban de enojo y decepción. Su mandíbula estaba tensa como si contuviera algo, algo grande.
—Intento tener paciencia por ti —dijo en un tono más bajo—, lo intento de verdad, pero no sé si puedo seguir. Ax es peligroso y le avisaré a la policía para que se ocupe de él.
Entonces salió y desapareció.
Inhalé hondo, esperé unos segundos y salí también a buscar a Ax. Mamá no regresaría sino hasta la noche, pero debía mantenerlo vigilado. No lo encontré cerca, así que recorrí el patio desde la piscina hasta el establo. Por esa parte, justo detrás de la formación de madera en la que una vez hubo caballos, volví a ver el estanque en el que de niña lanzaba monedas.
El estanque tenía forma circular y desaparecía detrás de un cúmulo de rocas. En el borde, sobre las enormes y húmedas piedras, estaba sentado Ax. Miraba el agua, se inclinaba ligeramente y el cabello le caía sobre los ojos. Movía un pie de adelante hacia atrás como si le gustara la fricción provocada por el pasto. Los moretones en su piel cremosa parecían brillar como una paleta de colores.
Me aproximé con cuidado y me senté junto a él. No me miró, así que me dediqué a observar el agua. Tenía una tonalidad verdosa y algunos renacuajos nadaban en ella.
—Cuando era pequeña no entendía cómo rayos esto se mantenía limpio —comenté, sonriendo con nostalgia y diversión por mi inocencia—. Resulta que el agua limpia viene de alguna parte de las tuberías de la residencia. Cuando se ensucia se abren unas rejillas al fondo y se vacía. Luego las rejillas se cierran y vuelve a llenarse. —Señalé el espacio que desaparecía hacia lo profundo—. Papá lo hizo para mamá. Él lo diseñó y lo construyó. Le puso nombre incluso. Se llama El Pozo de los Deseos Atrapados.
Ax no mostró interés en mi pequeña historia. Sus ojos seguían con atención y casi en un gesto depredador a un renacuajo que nadaba en círculos.
—¿Quieres pedir un deseo? —le pregunté, animándolo a hablar.
—No —me respondió, seco.
—¿Quieres contarme por qué te enojaste con Nolan? —inquirí.
Negó con la cabeza. A pesar de estar distraído en algo más, aún había un destello de molestia en sus ojos y en la forma en que sus labios se fruncían en una línea.
—Se llama renacuajo —le informé, señalándole la cría que aún no se había desarrollado del todo.
Ax apretó los labios y luego los entreabrió. Hundió un poco las cejas y pareció debatirse entre cómo mover la boca y cómo no.
—Renacuajo —pronunció finalmente.
Le sonreí por el logro. Verlo intentar hablar resultaba interesante y al mismo tiempo un poquito desesperante por sus gestos de duda y esfuerzo, pero cuando lo lograba era... fascinante.
—Antes de que te encontráramos aquella noche —comencé a decir de pronto, quizás por la tranquilidad y la serenidad que transmitía aquel lugar—, sentí que algo raro pasaba. Tenía miedo. Nolan estaba tranquilo, pero yo estaba asustada y quería llamar a la policía. Entonces salimos a ver qué sucedía y te encontramos. Cuando me miraste, todo desapareció: el miedo, el temor... solo sentí familiaridad. Es lo mismo que sientes cuando has visto a alguien, pero fue hace tanto tiempo que ya no lo recuerdas con exactitud.
Mientras contemplaba su rostro inexpresivo y neutral, mi mirada le pesó. Toda su atención pasó del renacuajo hacia mí y me observó con curiosidad, moviendo los iris a medida que escrutaba mi rostro.
—Te conozco y al mismo tiempo no, Ax —le confesé. Mi voz se escuchó agobiada, temblorosa—. Eso es lo que siento, es lo que creo; pero es posible que solo sea un juego de mi mente. No lo sabré si no me lo dices. Necesito que me lo digas.
Aguardé en silencio. La expresión de Ax se tornó pensativa pero curiosa. Quería que dijera algo, una sola palabra que me confirmara mis suposiciones, sin embargo, al mismo tiempo no sabía qué podía decir él para lograrlo. ¿Qué esperaba? ¿Qué soltara toda una frase: "sí, Mack, nos conocemos de..."? ¿O: "no, Mack, estás bien loca"?
De todas formas, como siempre, no obtuve nada. Ax volvió la cabeza hacia el agua, se fijó de nuevo en el renacuajo y omitió mis palabras. Me sentí más abrumada que nunca. Abrumada por el lío en mi cabeza, mis dudas, mis recuerdos olvidados y la confusión...
Hasta que Ax se inclinó más hacia el estanque con el brazo extendido. Mi primera impresión fue que iba a caer dentro. Ni siquiera lo pensé, sino que lancé mis manos sobre él para sostenerlo por los hombros.
Y entonces, apenas sentí la temperatura de su piel, recordé:
—Cállate, Jaden.
—Cállate tú, haces más ruido que yo.
—¡Claro que no!
Nos tapamos la boca para aguantar las risas, pero aún sentía que se escuchaban hasta el pasillo. Eran la una de la mañana y mis padres debían de estar durmiendo. Si se enteraban de que Jaden estaba en mi habitación iban a cabrearse bastante.
Las luces estaban apagadas. La habitación apenas se iluminaba por los bombillos de afuera. Sentía el calor que desprendía su cuerpo, pero me sentí mucho más débil cuando él apoyó una mano en la pared e inclinó la cabeza hacia adelante para darme un beso en la punta de la nariz. Luego me observó con una sonrisa amplia y juguetona. En sus ojos verdes había picardía, como siempre.
—Salgamos —propuso en un susurro de entusiasmo.
A Jaden siempre se le ocurrían planes. Cada uno era más descabellado que el anterior.
—¿A esta hora? —inquirí, dudosa—. No, es muy tarde.
—Pero si es tempranísimo.
Me encantaba su entusiasmo, su positivismo, su actitud de: "¡hay que follarse la vida!" No había preocupaciones en su mirada, nunca había conflictos en sus palabras. Jaden era vida, alegría, riesgos...
—Nos van a descubrir —le dije con cierta preocupación—. Papá ya está pendiente de pillarte.
Él resopló. Era condenadamente atractivo. Y era mío. Había logrado eso a toda costa. La competencia había sido dura. En cada evento, cada fiesta, cada presentación, las chicas habían intentado captar su atención. Ahora me satisfacía saber que su atención era solo para mí.
—Vengo casi todas las noches y nunca me ha pillado —aseguró con esa chispa de seguridad y decisión en los ojos—. Soy muy ágil. Anda, salgamos.
Siempre terminaba convenciéndome.
—¿A dónde?
Se encogió de hombros.
—No sé, a manejar por ahí. —Su voz adquirió una nota de adrenalina—. ¿Nunca has querido solo salir y conducir y conducir sin pensar en llegar algún sitio?
Me mordí el labio inferior con cierta emoción. Nunca entendía cómo conseguía que cada proposición sonara emocionante.
—¿Cómo escaparnos?
—Como escaparnos solo un rato —me corrigió—. Eres una menor de edad y yo en la cárcel no funcionaría. Vamos, será divertido.
Insistió. Era muy bueno en insistir con esa sonrisa encantadora. Te hacía sentir que no había peligro en nada, incluso al hacer lo más arriesgado que se le ocurriera.
—Sabes que iría a donde sea contigo —suspiré.
Ensanchó la sonrisa, satisfecho.
—Donde sea son muchos lugares —murmuró.
—¿Me llevas a todos? —le pregunté.
—A todos.
Bajamos por la ventana de la habitación. Jaden descendió primero y luego me atrapó al dar un salto. Ambos caímos al suelo conteniendo las risas. Después nos levantamos y echamos a correr al auto.
Una vez dentro, coloqué los pies sobre la parte delantera. Al mismo tiempo, Jaden encendió el Ipod para reproducir nuestras canciones favoritas.
Y pisó el acelerador...
El sonido de algo emergiendo del agua me sacó de los recuerdos.
Comprendí el cambio de situación en un instante. Ax había metido la mano en el estanque y ahora la sacaba. Solté sus hombros como si fuera un objeto ardiendo y me levanté para alejarme unos pasos de él, consternada.
Entonces él abrió la mano y arrojó al suelo lo que había cogido del agua con agilidad: el renacuajo. Se puso de pie y ambos vimos cómo el animalito se retorció fuera de su habita, confundido.
Luego, sin más, lo pisó con el pie descalzo.
En un movimiento rápido aplastó el renacuajo, afincando su peso mientras tensaba lo labios. En cuanto apartó el pie y observé el cuerpo apabullado, deforme, ensangrentado y viscoso, ya estaba lo suficientemente afectada por lo que acababa de pasar.
Había recordado.
Había recordado una parte de la noche en la que había muerto Jaden, y solo por tocar a Ax.
****
Hay veces en que las personas olvidan cosas, pero siguen recordando ciertas partes de ellas. Es algo así como la conversación que tuviste con tu madre dos semanas atrás. No recuerdas todas las líneas, pero sabes que era algo relacionado a alguien que te encontraste en la calle después de mucho tiempo.
El recuerdo olvidado siempre deja un rastro, siempre queda un trocito de él para que sepas que sí sucedió.
Excepto para mí. Para mí no había nada.
El asunto de Jaden era algo que había logrado formar gracias a otros. Jaden había muerto y yo lo sabía solo porque me lo habían dicho. Me habían explicado que yo estaba con él esa noche. Nada más. Después no tenía ni idea de por qué estábamos juntos y que había pasado... Hasta que recordé una parte.
Ax me llevó a recordar algo en lo que no tenía relación alguna. ¿Cómo era posible?
Ah, pero había sido posible, solo que no le encontraba explicación.
Me terminé con calma el trago de Whisky que había cogido del bar de mi padre. Sentada al borde de las escalerillas que daban al patio, miré el cielo. La luna parecía una uña. Había pocas estrellas. El invierno estaba cerca. La brisa fría era relajante, pero pronto tendría que buscar un abrigo para mí y para Ax. La cuestión era: ¿cómo lo convencería de ponerse un abrigo?
—Las chicas decentes toman vino —dijo una voz de repente.
Nolan se sentó junto a mí en la escalerilla. Llevaba una camisa de mangas cortas, unos pantalones con rasgaduras y un gorro de lana gris. Parecía el chico del que te enamorarías perdidamente por primera vez... hasta que abría la boca y descubrías que en realidad era el chico que te rompería las pelotas con su sarcasmo y su ironía.
—No veo a ninguna chica decente por aquí —respondí en un tono agrio.
Nolan me quitó el vaso y se echó el último trago de un tirón. Luego soltó un sonido ronco y carrasposo mientras contraía el rostro.
—Dios santo, ¿qué esto? ¿las lágrimas de Rocky Balboa, Chuck Norris y Terminador juntas? —expresó, mirando el vaso con extrañeza al tiempo que se sacudía.
—No sé, es algo de la reserva de papá —contesté con un encogimiento de hombros—, pero sí está fuerte.
Nolan dejó el vaso a un lado y exhaló con cierta aflicción.
—Si te hice buscar la reserva de tu padre, en verdad me pasé de imbécil —pronunció. Sonó realmente arrepentido—. Dije cosas estúpidas, lo siento.
Hice un gesto para restarle importancia.
—Solo dijiste la verdad y para eso te pago.
Él me golpeó el hombro con el suyo y me balanceé.
—No me pagas una mierda nunca —se quejó.
Le devolví el golpecito y no pude evitar sonreír. Me había bebido dos vasos medio llenos de ese Whisky y me sentía más relajada, pero aun estando en el más profundo estado de sobriedad le habría perdonado lo que fuera a mi mejor amigo.
—Tú crees que no —resoplé, divertida—. Pero ¿quién paga la cuenta de Netflix y HBO GO? ¿Eh?
Nolan extendió el brazo por detrás de mí y me apegó a él. Su cuerpo era duro y acogedor, así que me arrellané como si fuera un cachorro buscando protección. Siempre me había gustado abrazarlo a pesar de que él solía rechazar ese tipo de afectos. Pero éramos distintos el uno con el otro. Nuestros mundos eran tan trágicamente iguales que separar nuestras desgracias significaba romper todo lo que nos unía.
—¿Por qué carajos no eres heterosexual? —pregunté, cerrando los ojos para disfrutar de su cercanía.
—¿Por qué carajos tú no eres un chico? —inquirió como respuesta.
—Me puedo poner un arnés, ¿sabes? —mencioné entre risas.
—No sé por qué lo imagino perturbador y sexy al mismo tiempo.
Nolan se echó a reír y me besó el cabello. Sentí cómo sus brazos me presionaban más. Estaba tratando de consolarme. Aunque no se lo dijera, él percibía mi aflicción.
Apoyó la barbilla sobre mi cabeza.
—Si no fuéramos quienes somos, ni siquiera nos conoceríamos —agregó después de un suspiro.
—Y eso sería peor —concordé.
No imaginaba mi vida sin él. Ni siquiera veía posible sobrellevar algo si él no estaba junto a mí para al menos soltar sus comentarios estúpidos y sarcásticos.
—Pero no te preocupes, te lo prometí cuando teníamos quince años, ¿no? —dijo, firme—. Si llegas virgen a los cuarenta, tomaré viagra y te follaré. Como mejor amigo no puedo dejar que mueras en desgracia.
—Ay, Nolan, solo vivo por esa promesa —bromeé.
Nos quedamos en silencio unos minutos. Nos mantuvimos así, juntos, callados, sin pensar demasiado. Hasta que Nolan me preguntó en un tono más serio:
—¿Realmente sientes que lo conoces?
Sus dudas tenían sentido. Hubo ocasiones en las que le aseguré cosas a Nolan que no eran ciertas. El problema es que no eran mentiras, eran juegos de mi mente. Por ejemplo, una vez le dije que había enviado solicitud a una universidad. Cuando revisé mi email, yo nunca había enviado nada, solo había creído hacerlo.
¿Cómo confiabas en ti? ¿Cómo él podía confiar en mí con ese historial?
—No, no solo siento que lo conozco —confesé en un tono más bajo—. Es algo punzante e insistente. Sé que lo conozco, que no va a hacernos daño y que es diferente. —De pronto, las palabras salieron solas de mi boca—: He pasado estos años luchando por recordar, experimentando estas sensaciones de familiaridad que luego desaparecen porque me rindo, y ya no quiero rendirme, ¿sabes? Por una sola vez quiero ganarle a mi mente y descubrir lo que me está ocultando. Quiero saber qué es lo que he olvidado. Quiero saber qué demonios me pasó. Quiero saber qué sucedió con Jaden.
—Lo de Jaden fue... —suspiró Nolan, pero le interrumpí:
—Hoy recordé algo.
Él me apartó con suavidad de su cuerpo para verme la cara. Tenía el ceño fruncido y una expresión de asombro y confusión.
—¿Sí?
Asentí. Incluso me costaba decirlo. Siempre me esmeraba en jalar los recuerdos. Era sorprendente y al mismo tiempo desconcertante que llegaran si yo intentar nada.
—Jaden estaba en mi habitación esa noche, tonteando como siempre. Me propuso salir y yo acepté. No iríamos a ningún sitio en específico, solo conduciríamos por ahí.
—¿Y luego...?
—Luego no sé —susurré.
Desvié la mirada hacia donde se avistaban los dos caminos que, como encrucijada, dirigían al jardín y a la casita de la piscina. De pronto sentí miedo de que eso fuera lo único que lograra recordar, que ese trozo de recuerdo fuera lo único que logré con mis intentos. ¿En dónde estaba lo demás? ¿Qué había sucedido después? ¿Había sido un simple accidente de auto?
—¡Pero recordaste algo! —exclamó Nolan, entusiasmado.
—Y pasó cuando estaba con Ax —afirmé, no muy contenta por ese hecho. Solté aire por la nariz y luego me froté la cara con las manos en un gesto de frustración—. Fue rarísimo. Él estaba sentado en el estanque, se inclinó hacia el agua y yo pensé que iba a caer. Lo sostuve y apenas lo toqué, llegó. Llegó ese recuerdo de Jaden. Su voz, sus palabras, sus besos...
Se me debilitó la voz al pronunciar esa última palabra.
—Ay, Mack... —susurró Nolan con pesar.
Me mordí el labio inferior con fuerza para reprimir el nudo en mi garganta.
—Fue mi culpa, Nolan, si le hubiera dicho que no...
Nolan me cogió el rostro con las manos y me obligó a mirarlo. Por un microsegundo aquellos ojos de un color exótico me produjeron una sensación extraña, como si él no fuera mi mejor amigo sino alguien a quien acababa de ver después de mucho tiempo. Me pregunté cómo...
—Solo que no ibas a hacerlo. Nunca ibas a hacerlo, ¿verdad? ¿Quién le podía decir que no a ese tonto? —expresó, sonriendo con nostalgia—. No fue tu culpa, no lo sabes. Ambos quisieron salir esa noche.
La rara sensación desapareció y fue sustituida por el consuelo y la calma que lograba transmitirme su voz.
—Pero ¿y después qué? —pregunté en un aliento débil.
—Si recordaste esto significa que puedes recordar más —aseguró. Luego suspiró y el arrepentimiento surcó su rostro—. Sé que dije que tu cabeza falla, pero si encontraste una parte, el resto debe estar ahí. Solo... solo explotó cuando...
—¿Toqué a Ax?
Nolan bajó las manos y amplió la sonrisa hasta que se le formaron los hoyuelos del demonio. Miró hacia el patio y trató de reprimir un gesto de picardía, pero fue inútil. Lo observé con curiosidad hasta que entendí su cambio de expresión. Sin embargo, fue el tono de burla en que respondió, lo que me lo confirmó:
—Vaaale...
—¡No saques nada sexual de esto! —exclamé, horrorizada.
Él se encogió ligeramente de hombros, pero notaba cómo fruncía los labios para no reírse.
—No lo hago —mintió. Entonces me miró de reojo con complicidad—. Pero intenta tocarlo de nuevo, quizás pase algo más que un recuerdo.
Giré los ojos y resoplé.
—No se te puede decir nada...
Él me cogió por los hombros con brusquedad para reducirme, me rodeó el cuello con el brazo y comenzó a frotar sus nudillos sobre mi cabeza. Forcejeé para librarme, pero era más fuerte.
—Cállate, chiflada —rio mientras luchaba contra mi forcejeo—. A mí siempre me lo tienes que decir todo.
Sin embargo, había cosas que no le estaba diciendo...
—¿En dónde está Ax, por cierto? —añadió cuando me liberó.
Me pasé la mano por el cabello enredado e intenté aplacarlo. Me quedó un ligero ardor en el cuero cabelludo por la fricción.
—En la casita, viendo televisión. La encendí para distraerlo y escogió el canal de noticias. Al parecer le gustan mucho.
—Mira tú que curioso —murmuró él, pensativo y divertido al mismo tiempo.
En ese momento recordé lo que había hecho con el renacuajo. Había sido tan raro como lo de los gusanos. Me intrigaba y me perturbaba un poco, pero posiblemente no era nada. Ax era curioso en extremo. Aunque entendía mucho sobre las cosas, sospechaba que él no siempre sabía qué era correcto y que no. Sin embargo, quise la opinión de Nolan.
—Sabes que cuando estábamos en el estanque él... —empecé a decir.
—¡Nolan, qué bueno que estás aquí!
La voz de madre me interrumpió y nos cogió por sorpresa. Como la puerta corrediza detrás de mí estaba abierta, la vimos justo cuando entraba a la cocina. Sostenía unas bolsas que dejó sobre la isla. Nolan y yo nos levantamos y entramos.
Husmeé un poco las bolsas mientras ellos se saludaban con un abrazo.
—Cada día te pones más guapo —le dijo ella, cogiéndolo por el rostro para mirarlo mejor.
Nolan sonrió complacido.
—Para qué decir que no si sí —respondió él, hinchado de orgullo porque le gustaban los halagos.
Existía la gente con buena autoestima y luego estaba Nolan con su autoestima y amor propio volando con fuerza por la estratosfera. Para ayudarlo, mi madre era como su fan #1.
—¿Para qué es esto? —inquirí, mirando las bolsas, al margen del club de: admiremos la belleza de Nolan Cox.
Había muchos materiales de dibujo en el interior junto a algunos cuadros y marcos.
—Es algo para el trabajo —respondió mamá, liberando a Nolan de sus garras—. Tengo que terminar en dos días porque en una semana haré un evento para celebrar el nuevo contrato.
Ella se movió hacia el refrigerador y sacó una botella de agua saborizada.
—¿Un evento? ¿En dónde? —pregunté, ceñuda.
—¡Aquí! —exclamó mi madre con obviedad. Parpadeó con desconcierto y se le batieron las pestañas cargadas de rímel—. ¿Dónde más? Los dueños del proyecto vendrán de Seúl y los recibiremos en los terrenos del patio. Será algo muy veraniego.
—Pero estamos casi en invierno —le aclaré con rapidez—, y el patio es un desastre.
—Lo ambientaremos todo —dictaminó sin darme derecho a réplica.
Nolan y yo nos miramos con disimulo y preocupación. Una corriente de nerviosismo me recorrió el cuerpo y me heló las manos. Eso no era bueno. No era nada bueno. Mamá ya no hacía ese tipo de eventos y de repente, en el peor de los momentos, se le ocurría uno.
—Contraté a Elena, ¿sabes? La organizadora —prosiguió con una nota de entusiasmo en su voz clara y empresarial—. Durante esta semana vendrán a limpiar el pasto y podar los arbustos.
Mamá bebió un largo trago y dejó la botella sobre la isla. Llevaba el cabello peinado en una coleta y el maquillaje como de salón.
—Necesitaré la ayuda de ambos para que todo quede perfecto —continuó, alternando la vista entre nosotros con seriedad. Luego la fijó en mi como cuando estaba preparada para darme una orden irrefutable—. Invité a un par de rectores de ciertas universidades. Te conocerán ese día y darás una perfecta impresión.
Quizás fue por el alcohol, pero sentí que la expresión de mi rostro fue exagerada.
—¡Te dije que no quiero que uses tus influencias para meterme en una universidad! —reclamé.
—Ya has tardado en entrar —replicó con seriedad—. Mientras más pronto empieces, mejor. Así que ese día te vestirás como antes, sonreirás y le mostrarás al mundo que eres una Cavalier.
Observé a Nolan buscando apoyo, pero él no iba a decir nada. A Eleanor de Cavalier no se le refutaba demasiado. Si alguien insistía, no surgía efecto. Cualquier discusión, ella la ganaba. Además, en su mirada brillaba una incuestionable y severa decisión, como la de esos maestros de antaño que castigaban a los niños golpeándolos con una enorme regla de madera.
—Tu madre habló conmigo, Nolan —añadió ella, pasando a fijarlo como objetivo. Él parpadeó con desconcierto—. También te presentarás a los rectores. Es la oportunidad perfecta para que empiecen a darle forma a sus vidas.
—Ah, bueno, está... está bien —titubeó él, incapaz de decir lo que en verdad estaba pensando, que debía de ser: NOOOOOOO.
Mamá nos sonrió con suficiencia y nos señaló a cada uno.
—Una semana —nos dijo—. Yo elegiré lo que van a vestir.
Seguidamente cogió las bolsas y salió de la cocina dejando un rastro de Chanel N°5 en el aire. Cuando ya no se escucharon sus pasos, me acerqué a Nolan con rapidez y puse cara de que todo era un desastre.
—¿Cómo vamos a esconder a Ax durante un fiestón en el patio? —susurré. La voz me salió más agitada y nerviosa de lo que creía.
—Mierda, que mi mamá hable con tu mamá es como si Samara la de El Aro hablara con el payaso Pennywise de It —expresó él, haciendo un mohín de pánico—. Una conversación ente el más puro mal.
Le di un golpe en el pecho. ¿Por qué carajos se iba a otros temas?
—Ax, ¿qué demonios haremos con Ax? —enfaticé con los dientes apretados—. Ni siquiera podemos sacarlo. No quiere salir de aquí.
Él se encogió de hombros. Parecía no entender el riesgo que había detrás de aquella situación.
—Bueno, ¿por qué tienes que esconderlo? —dijo, dudoso—. Es una fiesta, ¿no? Puede estar ahí.
—¿Sí? ¿Oliéndole el culo a cada invitado para saber si es confiable o no? —rebatí, dándole otro golpe.
Nolan se apartó unos pasos al tiempo que soltaba un quejido y se cubría el pecho con los brazos.
—Pues le enseñamos a comportarse —dijo con simpleza—. Sabe hacer todo menos hablar, ¿no? No tiene que hablar, solo estar ahí con nosotros, fingiendo ser un chico normal. Tu mamá no le prestará atención, solo creerá que por fin has decidido volver a juntarte con tus amigos.
Me lo pensé. Sonaba muy arriesgado, pero por otra parte podía funcionar. Ax lucía normal cuando no hacía sus extraños movimientos de olfateo. Esconderlo durante la fiesta representaba un peligro mayor. Tenerlo al lado, vigilándolo, nos daba la oportunidad de no arruinar la presentación a los rectores.
—De acuerdo, ¿qué tenemos que hacer? —suspiré.
—Pues, ¿qué haces con un cachorro rebelde? Lo educas —respondió Nolan con una sonrisa divertida—. Tenemos siete días para educar a Ax.
—Siete días —repetí, tratando de convencerme.
Nolan asintió con lentitud.
—Sí, como los siete días que te da Samara antes de morir...
Le di un tercer y más fuerte golpe en el pecho. Dios santo, a veces parecía un niñito asustado.
—Ya deja eso —le reclamé con hastío.
—Lo siento, me traumó cuando era niño —murmuró, rascándose la nuca con nerviosismo—. Lo digo como si nada, pero hasta cuando lo pronuncio me da miedo.
Me froté el rostro con frustración.
—Siete días para educar a Ax. Si no funciona, lo habremos cagado todo.
----
Hello, Strangers! Aquí Alex.
Lamento haber tardado en actualizar. Tenía líos hasta el tope y me tomé unos días para relajarme. Ya estoy lista y centrada para continuar. ¿Qué tal las cosas hasta ahora? ¿Ahora sí saben quién es Jaden? Mack no recuerda la noche en que él murió, pero alrededor de Ax suceden tantas cosas que a lo mejor nos enteraremos pronto. Lo que sí será complicado es otra cosa: educar a Ax. ¿Ustedes creen que logrará comportarse en la fiesta? Ya dice más palabras, pero, ¿son suficientes? Es todo muy impredecible.
¿Quieren un adelanto?
El oficial Dan Cox hace una visita.
Ax y Mack empiezan a pasar mucho más tiempo juntos, por ende, Mack comienza a notar ciertas cosas en él que antes no notó...
Y Nolan... bueno, sigue siendo Nolan.
Los veo en el próximo capítulo. Aquí les dejo un sencillo banner que hice por si se animan a buscarme fuera de Wattpad. Los amo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro