XXXVIII - Chris Evans
38.- Problems.
—Quiero que conozcas a mis amigos. —Fue lo que me dijo Chris dos días antes de que llegara el fin de semana.
Acepté encantada. Siempre quise conocer a sus amigos y el ambiente en el que se desenvolvía. Estábamos recién saliendo, llevábamos seis meses de relación y poco sabía de sus amistades. A muchos los vi de lejos, o simplemente por televisión, en alguna entrevista o película en donde Chris encantado me explicaba la historia de cómo se conocieron y cuántos años llevaban de amistad. Con el tiempo y con cada anécdota que me contaba, comenzaron a surgir mis deseos por conocerlos.
Durante la mañana del día sábado, emprendí mi viaje a la ciudad en donde se encontraba Evans en esos momentos. Tenía entendido que allí le realizarían entrevistas y también una que otra sesión fotográfica.
—Espérame fuera del supermercado. Salgo en un minuto. —Me dijo en cuanto le llamé y le informé mi paradero. Fruncí el ceño y sin cuestionar nada, le esperé como él me dijo que hiciera.
Más comencé a desesperarme cuando no salía del recinto. Volví a llamarlo, pero no contestaba. Fue cuando alcé la mirada y le divisé con una mujer a su lado. Por un acto autónomo, mi estómago se estrujó en mi interior al ver que él se reía y ella, lo observaba embelesada. Cualquiera me hubiese tachado de loca, o quizás exagerada puesto que, para mí, ella, estaba coqueteando con mi novio. Pero, bien sabe uno cuándo alguien coquetea con su novio. Y ella, claramente, lo estaba haciendo con el mío.
—¡Amor! —Saludó Evans. Me apretó con sus brazos y depositó diversos besos en mi rostro. Más corrí mi cara cuando vi que se dirigía a mis labios. — ¿Sucedió algo? —Inquirió.
—Nada. —Respondí y me esforcé por esbozar una sonrisa. Chris sonrió de vuelta y asintió cortamente, conforme con una simple sonrisa.
—Chris. —Dijo la mujer a nuestro lado, llamado la atención de mi novio. —Downey me ha enviado un mensaje, ha dicho que faltarán cervezas. —Se encogió de hombros.
—Vamos por esas cervezas. —Dijo mi novio y volvió a entrar al supermercado. La mujer, quien aún no se había presentado, salió tras de él hasta situarse a su lado. Bufé mientras caminaba hasta ello.
La odisea fue algo que no imaginé iba a suceder de aquella forma. Mientras decidían qué cerveza llevarían, tuve que presenciar las miradas coquetas que ella le daba a mi novio y las que me daba con desdén cada vez que tenía la oportunidad. Incrementó su mirada cuando le preguntó a Chris si yo bebía.
—No. —Le respondió el rubio. Y la mujer, rodó los ojos y chasqueó la lengua.
Paciencia, me dije a mi misma. Ten paciencia.
Nuestro caminar se dirigió a las cajas para poder pagar lo que llevábamos. Chris y la mujer conversaban y no tenían intenciones de querer terminar de hacerlo. Me irritaba de una forma inexplicable. Podía sentir que ella gozaba verme sufrir ante el sinfín de pensamientos que se alojaban en mi mente. Todos referidos a un supuesto engaño de Evans.
No soporté más y salí de la fila.
—¿A dónde vas? —Me preguntó Evans.
—A tomar aire. —Dije. —Me estoy mareando. —Y sin decir más, me alejé del recinto.
Respiré profundo, y realicé un dialogo interno. No, era imposible que Chris me engañara con ella. Me decía que me amaba, todos los días se encargaba de decírmelo. No, no podía ser. De alguna forma, ahuyenté todo pensamiento con respecto a engaños; vi la posibilidad de que fuese ella quien me quería provocar, y pensar en ello, me exasperó más de lo normal.
Chris salió del supermercado junto a la mujer, nuevamente. Ella volvió a mirarle de la misma forma, y su mirada se hacía más notoria cuando sabía que los estaba observando.
—Iré a comprar. No demoraré mucho. —Dijo la mujer. Le sonrió a Chris, quien asintió cortamente. La mujer corrió hacia una esquina y de allí desapareció.
Me quedé en silencio, y esquivé cualquier intento de Chris por besarme.
—¿Me dirás qué te sucede? —Preguntó molesto. —Desde que te vi estás extraña. Detesto que no me digas lo que te sucede.
—¿Qué me sucede? —Alcé una ceja y lacé una risotada. —¡Sucede que me quiero ir! —Bramé. —No soporto ver a tu amiguita coqueteando contigo.
—¿Coqueteando? —Cuestionó el rubio y rio divertido. Fruncí mi ceño, molestándome aún más. —Por dios, ___________. ¡Es mi amiga!
—Amiga? —Inquirí. —Nunca supe de ella.
—Es mi amiga. —Volvió a afirmar. Gruñí.
—Te está coqueteando. ¿Qué no te das cuenta? —Bufé. —Me está molestando. ¿No has visto cómo me mira? ¿Cómo rodó los ojos cuando le dijiste que yo no bebía? —Pregunté y Chris seguía riendo divertido. — Chris, me iré. Lo siento. Pero no soporto verla.
—No te irás.
—Claro que sí. —Repliqué, colérica. —Me importa poco lo que me digas. Me iré. No quiero estar aquí.
Caminé unos pasos y Chris rápidamente tomó mis brazos.
—No te irás, __________. Ya es tarde. Te puede pasar algo. —Dijo y como pudo, me abrazó. —Te amo sólo a ti, preciosa.
—Déjame, me quiero ir. —Protesté como pude. —Chris déjam...
Demasiado tarde. Para cuando quise seguir protestando, había llegado uno de sus amigos a buscarnos. Y allí venía ella, corriendo a nuestro lado, específicamente al lado de Chris. Rodeé los ojos y de mala gana me subí al auto. Me senté junto a la ventana mientras Chris iba a mi lado; tomó mi mano y besó el dorso de ésta.
—Te amo. —Susurró.
No presté atención. Me dediqué a mirar el paisaje y a mentalizarme para lo que venía.
******
La casa del amigo de Chris era enorme. Downey contaba con una parcela en medio de un campo, amplio y bastante hermoso. Saludé a todos en cuanto entramos a la casa. Conocí a sus amigas y amigos, todos actores y actrices. Menos la susodicha, quien era una invitada con suerte según yo.
—¿Una cerveza? —Me ofreció un tal Mackie con una sonrisa en su rostro.
—No bebo. —Sonreí.
—Un jugo entonces. —Asentí y agradecí su amabilidad. —Y dime, ¿a qué te dedicas? Chris ha hablado mucho de ti. —Rio.
—No soy actriz. —Carcajeé. Mackie hizo lo mismo. —Soy docente en artes.
El moreno frunció el ceño y sonrió ligeramente.
—¿Cómo se conocieron? —Carcajeó. —Perdón la pregunta, pero me parece curioso que Chris salga con una muchacha distinta a él. Digo, distinta en cuanto a mundos. ¡No te ofendas! —Se apresuró en decir. —Pero ya sabes cómo es el mundo cinematográfico...—Murmuró cohibido.
Reí divertida.
—Descuida... no me ofendes. —Sonreí. —Estaba dando una exposición en una galería de arte. —Confesé. —Chris se acercó a mí y, el resto de la historia tú ya te lo puedes imaginar. —Mackie carcajeó divertido.
Me ruboricé de inmediato en cuanto recordé ese momento, cuando Chris, con toda seguridad, me pidió que le diera un nuevo recorrido por la galería. Fue un momento grato para ambos pues, él tenía conocimiento de arte y no dudó en hacérmelo saber. Fue la excusa perfecta para pedir mi teléfono con la excusa de intercambiar técnicas y juntarnos a tomar un café.
—Muy interesante...—Comentó el moreno. Dio un sorbo de su cerveza para luego sonreír. —Bienvenida a la manada, chica docente en artes.
Ambos reímos.
La fiesta siguió, y con ello igual mi sufrimiento. Me encaminé en busca de mi novio y pregunté sobre su paradero a quien se acercaba a mí con la intención de conocerme. Hasta que supe que se encontraba en la cocina, ayudando a Downey a preparar parte del alimento que se ofrecería a los invitados.
Nuevamente, estaba ella, a su lado. Ambos riendo amenamente.
No dije nada; salí del recinto y comencé a caminar lejos de la casa casi con las lágrimas surgir. Me senté sobre un tronco de un árbol cortado y miré a lo lejos, las luces del hogar de Downey.
Tomé mi celular y llamé a mi mamá.
—¿Qué tal lo estás pasando, hija? —Exclamó del otro lado mi progenitora, contenta.
—Mal. —Respondí y una lágrima logró salir de mi ojo derecho. —Me quiero ir.
—¿Q-qué sucedió? —Musitó mi mamá.
—Hay una mujer, mamá. —Lloriqueé. —Una mujer que no se despega de Chris. Me quiero ir.
Mi madre, paciente escuchó mi lloriqueo por quince minutos antes de que Chris, llegara a mi lado y me encontrara llorando. Colgué la llamada de inmediato y me alejé de él antes de que decidiera abrazarme. Sin embargo, logró sujetarme y jalarme a su lado.
—¿Me dirás qué mierda te sucede, __________? —Gruñó. —¡Todos me han preguntado lo que te pasa!
—¿No te das cuenta que ella es el problema? —Chillé. —¡Te está coqueteando! ¿¡Cómo no te das cuenta!?—Gimoteé. —Te habla y te mira con otros ojos. Lo sé, porque soy mujer. Y sé cómo actúa mi género cuando ven a alguien como tú.
Chris me miró por unos segundos hasta que soltó una risita juguetona. Fruncí el entre ceño.
—Entiendo lo que te sucede. —Dijo y rio. —Estás celosa.
—Que idiota eres. —Mascullé entre dientes.
—Amor, estás celosa. —Volvió a reír. Me abrazó nuevamente y depositó tantos besos como pudo en mi rostro. —Te volveré a decir lo mismo. Te amo a ti, ___________. —Besó mis labios. —Sólo a ti.
Le miré fijo. Negué levemente y salí de su lado, nuevamente en dirección al interior de la casa.
Durante una hora me vi envuelta en la rabia y en el deseo de lanzarme contra la mujer y golpearla. Pero no podía hacerlo. Por más que quisiera, no podía dar una mala imagen.
Respiré hondo y conté hasta diez; estaba al lado de los amigos de Chris y ellos eran bastante divertidos y atentos. Más era ella quien me molestaba, ella era quien se encargaba de arruinarme la noche y sacarme de mis cabales cuando se acercaba demasiado a Chris.
—¡Chris! —Le dijo la mujer, tomándolo de sus brazos y sonriendo con coquetería. —¡Oye, pero que brazos tienes bajo esa camisa! —Chilló encantada, atreviéndose a tocarlos por más segundos.
Chris sonrió, encantado por tal halago. Noté más de una mirada posarse en mi anatomía y en la de mi novio. Pero nadie dijo nada.
—Me quiero ir a acostar. —Dije, con un tono de voz serio y bastante audible para todos. Chris volteó su rostro y me miró con frialdad.
—Hay una pieza para ustedes dos. —Anunció Robert, y nos miró a ambos. El ambiente se tensó. —Al fondo. Justo la última pieza.
—Gracias. —Asentí cortamente. Tomé mi cartera y salí del círculo, no sin antes ver a mi contrincante esbozar una sonrisa triunfal.
Una vez dentro de la habitación, me dirigí al baño y lavé mis dientes. Peiné mi cabello y cambié de vestuario a una camisa para dormir. Creí que, cuando saldría del baño, Chris no estaría en la habitación, si no compartiendo con sus amistades, incluyendo, obviamente, con quien me hizo la vida imposible durante horas.
Pero no, estaba acostado a un lado de la cama.
Me dirigí al otro extremo, y allí me acosté. En la orilla, sin hacer contacto con su cuerpo. Apagué la luz y me dispuse adormir. Minutos después, sentí su brazo rodear mi cintura y su pecho pegarse a mi dorso.
Saqué su mano y me alejé lo que más pude de él.
—Vamos amor, no seas así. —Pidió Chris, cansado.
—Te está coqueteando. —Reiteré. —Y tú no me haces caso.
—¿Insistirás con lo mismo? —Cuestionó. —Basta, ¿sí? ¿no confías en mí? ¿Es eso? Pues si es sí, deberíamos terminar. Es mi amiga, como todos los demás, y si no soportas a ninguno de ellos y además desconfías de mí, creo que lo mejor es dar por terminada esta relación. —Sentenció, con voz dura y gélida.
Mi estómago se revolvió.
—¿Es lo que quieres? —Inquirí. No hubo palabra alguna por parte del rubio. Tampoco podía mirar su rostro y ver su expresión. La habitación estaba completamente a oscuras. —Bien, terminamos.
Y me volteé dándole la espada nuevamente. Esta vez, con las inmensas ganas de llorar atoradas en mi garganta. Más volví a girarme cuando recordé todas las palabras que él me había dicho minutos atrás como manifestación de su amor por mí.
—¿Entonces todas las palabras que me dijiste hace minutos atrás, eran mentira? —Cuestioné molesta.
—Sí. —Respondió Chris sin siquiera titubear. Mi corazón se apretujó en mi pecho.
—¡Eres un idiota! —Chillé. —¡Te creí todo este tiempo para que después me digas que todo era una mentira! —Chris no contestaba. —Creí en ti, lo hice. Realmente lo hice. Pero veo que eres igual que los demás. —Chris seguía sin responder. —No te quedes callado y díme algo! —Bramé. Más Chris, no dijo nada. Fruncí el entre cejo y gemí. —¿Me estas tomando el pelo?
—Si. —Respondió y soltó una carcajada. Encendió la luz y pude ver su rostro iluminar con su risa. Rompí en un llanto desesperado e inconsolable. —Amor, tranquila... —Me abrazó el rubio.
—Eres un idiota. —Lloriqueé. Mi rostro se escondió en su pecho.
—Amor, yo te amo a ti. Te lo he dicho más de mil veces, y de distintas formas. —Murmuró. —Ella para mí no es nadie. Lo prometo. Eres tú la dueña de mi corazón. Mira... —Tomó mi mano y la posó en su pecho. Le miré con lágrimas en mis ojos. Su corazón palpitaba enérgico. —¿Ves? Eres la única que logra hacer esto en mi pecho. ¿Qué otras pruebas quieres? —Inquirió y figuró una sonrisa tierna en su rostro.
—Temo perderte, Chris. —Musité. —He visto a tus colegas y son todas perfectas. Incluso la mujer, ella es hermosa. —Sollocé. —¿Y yo qué soy? Alguien normal; una simple aficionada al arte.
Chris negó entre risitas tiernas.
—Pero me enamoré igual de ti. —Rio. Besó mis labios. —Pese a tus celos, locuras y niñerías. Te amo de igual forma. —Me abrazó. —Y tienes razón, me estaba coqueteando.
—Te lo dije todo el camino. —Murmuré. Chris suspiró.
Volvimos a recostarnos, apagamos la luz y sus besos de inmediato comenzaron a sentirse en torno a mi rostro. Minutos después lo tenía sobre mí besando el resto de mi cuerpo.
—Te haré ver las estrellas. —Murmuró. Repartió besos por doquier. —Y con ello sabrás que eres tú la mujer a la que amo.
Y dicho aquello, minutos después vi las estrellas bajar a la habitación.
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