XXXVII - Steve Rogers
37.- The fortuitous mission IV
(Continuación OS XXXI - XXXIII y XXXVI)
Sonreí frente al espejo una vez me vestí; una enorme panza decoraba mi anatomía bajo una blusa que, con bastante suerte alcanzaba a cubrir mi abdomen redondo y a punto de explotar. Tomé mi peine y comencé a deslizarlo por mi cabello. Había crecido bastante ahora que estaba embarazada y a punto de dar a luz. Dos semanas me quedaban exactamente para recibir a nuestro pequeño. Dos semanas que, Steve se había encargado de marcar en el calendario y contar los días con emoción.
No había día en el que el capitán no mencionara que ya quedaba menos para ver a nuestro hijo entre nosotros. Si, a nuestro hijo. Todas las ecografías señalaban que nuestro retoño era un hermoso varón. Ello, le hizo bastante feliz a Rogers. Aunque, ciertamente, él siempre me manifestó que, siendo hombre o mujer, él sería feliz de igual forma. Ya se sentía afortunado por poder ser parte del mundo paternal a sus noventa años.
La noticia sobre mi embarazo fue motivo de celebración para los Vengadores quienes, con el pasar de los días comenzaron a proponerme ser los padrinos de mi hijo. No respondí a ninguno pues, de haberlo hecho, se habría desatado una lucha entre ellos por obtener un puesto como padrino y ello, era exactamente lo que no quería.
—¿Lista? —Me preguntó Steve en cuanto entró a nuestra habitación. Lucía un vestuario casual; zapatillas deportivas, un pantalón común de tonalidad crema y una chaqueta de mezclilla sobre una playera blanca que iba, atractivamente ceñida a su torso.
—Lista. —Asentí cortamente. Me acerqué a él y besé sus labios. —Cuando regresemos a casa, te arrancaré esta playera blanca... —Murmuré en sus labios; decidí darle una mordida, algo que hizo gemir al capitán.
—Ya hemos hablado sobre esto, ___________. —Musitó. Rodeé los ojos.
—Lo sé, señor sobre protector. —Suspiré. —Pero me has dejado sin nada durante cuatro meses. Todo por no querer dañarme. —Me quejé. Y es que cuatro meses sin sentirlo habían sido para mí, años. Necesitaba su calor y sus besos devorar mi cuerpo, pero Steve era tan correcto, que no daba su brazo a torcer por nada del mundo, pese a que intenté seducirlo en varias ocasiones. Él, simplemente negaba convencido y me dejaba con las ganas de un buen "fondue"
—Cariño, lo único que quiero es el bienestar de ustedes. —Explicó. —Me ha dado resultado protegerte de peligros externos. Y no quiero arruinar eso. No quiero ser yo el que te dañe, ni a ti o a nuestro hijo. —Acarició mi mejilla con ternura. —Cuando te tengo para mí, debo luchar para no perder el control. No quiero perderlo, no ahora.
—Pero Steve...
—Falta poco. —Rio suavemente y con diversión. —Dos semanas. Luego te recompensaré. —Y dicho ello, me guiñó un ojo. Suspiré, rendida. Ya nada me iba a funcionar ahora que me quedaban dos semanas para dar a luz. Asentí de mala gana, pero Rogers, con su encanto masculino propia de él, se encargó de que mi enojo no fuese permanente. Al menos sus besos tenían ese efecto. Sosegar mi decepción e indignación.
Teníamos una cena en la torre Stark; Tony no dudó, nuevamente, en celebrar la pronta llegada de nuestro retoño. Me recibieron con muchos abrazos y elogios con respecto a mi apariencia; me entregaron regalos, la mayoría ropa de bebé y alguno que otro peluche y accesorios para entretenerlo durante la noche, cuando no pudiera dormir.
Comencé a llorar. Las hormonas eran un tema que no creí fuese a experimentar tal como me lo comentó mi madre en algún momento de mi vida. Era cierto, el cambio hormonal me hacía ver patética cada vez que lloraba, por lo general, por cuestiones nimias. Steve me calmaba, y me decía que ello me hacía ver adorable. Entonces, ante sus palabras dulces y muchas veces divertidas, ambos terminábamos riéndonos.
—Insisto... —Dijo Tony. Estábamos todos reunidos en torno a la mesa, sirviéndonos lo que el multimillonario había encargado para comer. —Aún no puedo creer que tu esperma sea viable. —Le dijo a Steve, haciendo que el rubio se ruborizara.
—¡Tony! —Le reprendió Pepper, propinándole un ligero golpe en su brazo. Tony se quejó como un pequeño. —No seas desubicado.
—No me digas que no te lo has cuestionado. —Le decía Tony a Pepper. La rubia suspiró, avergonzada. —Espero ser como tú cuando tenga noventa años. —Comentó Tony, admirado. Pepper tapó su rostro evidentemente enrojecido.
—Ya no le den más vino, por favor. —Pidió la rubia, aún con su rostro entre sus manos.
—¿Han pensado en algún nombre? —Preguntó Romanoff. — Mathew es lindo.
—Clint también es lindo. —Dijo ojo de halcón, con una sonrisa en su rostro.
—Y Pietro. —Dijo Wanda.
—Y Tony también. —Intervino el multimillonario. —Ya saben, si le llaman Tony, tengan por seguro que su hijo será cool. —Y dicho aquello, realizó un guiño.
Nos miramos con Steve, y esbozamos una sonrisa con bastante esfuerzo. Aquella cena, dictaba ser bastante cansadora si los nombres iban a ser el tema principal de conversación.
La noche transcurrió entre risas y comentarios acerca de temas triviales. Para nuestra suerte el tema con respecto a nuestro hijo duró poco tiempo, y ello se lo debía agradecer a Romanoff, quien logró desviar inteligentemente el tema a otro el cual tenía como protagonista a Thor y su martillo.
—Bueno, tan pesado no debe ser. —Decía Clint con respecto al mazo del Dios. —Creo que lo podrías levantar con tu traje. —Le decía a Tony. —Aunque, según él, nadie es digno si no logra levantarlo.
—Pero si pones el martillo en un ascensor y sube, entonces el ascensor es digno. —Dijo Steve, analítico.
—Buen punto, capipaleta. —Le celebró Tony. Di un vistazo a las chicas, quienes negaban entre risitas divertidas.
—Yo tengo una teoría mejor... —Intervine. —Ustedes... —Cerré los ojos en cuanto un dolor punzante se alojó en mi bajo vientre. Gemí adolorida, tocando el área con bastante miedo.
—¡Cariño! —Exclamó Rogers y rápidamente lo sentí a mi lado.
—El bebé... —Murmuré y volví a gemir. —Ya viene.
El operativo fue muy rápido. Tal parecía que todos estaban listos ante cualquier emergencia. Steve me tomó en brazos mientras yo sólo me retorcía entre ellos y pedía a gritos ser atendida; el tiempo transcurrió lento a mi parecer. Cada segundo que pasaba era una eternidad con los dolores cada vez más potentes en mi interior.
Finalmente, llegamos al hospital. Un par de mujeres me atendió y llevó a la sala para tener a mi hijo. Steve no se separó de mí en ningún momento. Me alentó y besó mi frente cada vez que me esforzaba por expulsar a nuestro hijo. Su voz me resultó un analgésico para aminorar los dolores y sus caricias eran el complemento perfecto.
Un lloriqueo llamó mi atención y ello, fue lo suficiente para hinchar mi corazón con una felicidad indescriptible. Ya no sentía dolor, absolutamente nada más que la dicha de tener a nuestro pequeño entre nosotros.
—Entonces, Tony le pondrán, ¿no? —Cuestionó el multimillonario. Los vengadores estaban junto a nosotros en la habitación que me asignaron minutos después, conociendo al nuevo integrante. —Tiene cara de querer llamarse Tony.
No hice más que reír.
—Se llamará Pietro. —Le dije. El rostro de Tony cambió totalmente a una de confusión. Miró a Steve quien afirmó lo anunciado. —Steve me contó la historia... —Y miré a Wanda quien se encontraba a nuestro lado, conmocionada y con lágrimas en sus mejillas. —Creí que era debido conmemorar el nombre del joven de ésta manera. Quiero que mi hijo sepa que su nombre lo llevó un joven que dio su vida por una buena causa: Los civiles.
Steve se sentó a mi lado y rodeó mi hombro con su brazo. Depositó un tierno beso en mi cien para luego observar al pequeño descansar en mis brazos. Embelesada le miré, y acaricié su rostro con delicadeza. Tersa y perfecta, como la de su padre.
Aquella imagen era todo lo que anhelé contemplar, meses atrás, cuando supe que en mi yacía el primogénito de Steve. Había logrado eliminar todo recuerdo negativo, aquel que tenía que ver con mi secuestro, la pérdida de mi primer hijo y, por consiguiente, la ruptura de nuestra relación. Todo ello, estaba muy en el fondo de mi mente, sepultado entre los escombros de mi memoria, aquellos que serían eliminados con el tiempo y reemplazados por nuevos recuerdos.
Pietro sería el protagonista de los nuevos recuerdos y ello, me hacía totalmente feliz. Más aún si tenía al hombre perfecto a mi lado como el padre de mi primer hijo.
—Te amo. — Susurró Steve en mi oído.
—Te amo. —Le respondí de igual forma. —Te amamos, Steve Rogers.
Y aquello fue el primer recuerdo que almacené en mi memoria; la tan ansiada llegada de mi hijo y la felicidad inundar mi alma y corazón.
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!Final feliz! <3 Cuarta parte para ustedes, babys! <3
Ahora...
¿Pueden creer que estamos en el puesto #40 de fanfic? Yo aún no lo creo 😭. Les quería dar infinitas gracias por todo esto. De verdad que esto me alegró el día. Me alegra saber que hay personas a las que les gusta lo que hago aquí, me divierto leyendo sus comentarios e ideas. Deben saber que me hace feliz hacer OS en base a las ideas que me han llegado. Me gusta hacer esto, imaginar situaciones y plasmarlas para ustedes ♥.
Mil gracias, este puesto es de ustedes, sin sus votos, comentarios ni lecturas, este libro no habría escalado hasta ese puesto. ♥
Ahora, iré a llorar por ahí por que la emoción me superó jeje :') 💞
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