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XXXVI - Steve Rogers

36.-The fortuitous mission III 

(Continuación OS  XXXI y XXXIII)

Nota: Smut >:)

 Nick Fury me miró fijamente por varios segundos. Quizás minutos. Impasible, no quitó su único ojo de mi cuerpo. Removió su anatomía de donde estaba para poder caminar hasta su escritorio y allí se sentó sobre la silla y su mirada insistió en escudriñarme.

—Eres una de nuestras mejores agentes, __________. —Dijo el moreno finalmente. Con voz tenue. Mi anatomía se relajó en cuanto percibí el tono de voz utilizado. —Y lo que te sucedió hace meses atrás, les ha sucedido a muchas mujeres a lo largo de la historia. —Suspiró. —No espero que te quedes, después de todo. Pero, te lo vuelvo a preguntar, ¿Estás segura de querer renunciar?

—Segura. —Asentí rápidamente, sin pensar mucho en mi decisión. Bien sabía que, si pensaba mucho mi respuesta, terminaría por retractarme y volver a la organización.

Tenía claro lo que quería desde el día en el que tuve la facultad de apreciar lo que me había sucedido realmente. Días después, mientras estaba en observación, dilucidé todo lo que había vivido como agente de SHIELD y también vi, lo que tendría que vivir en el futuro. No era muy alentador sumirme en mis pensamientos y decidir lo que iba a hacer desde ese día. Pensar en ello, muchas veces detonó en un horrible dolor de cabeza que, se resumía al estrés que me generaba no saber qué hacer. Mi corazón se dividía entre, seguir lo que siempre anhelé desde que tuve conocimiento sobre SHIELD, o, velar por mi bienestar y renunciar al cargo que Fury me asignó tiempo atrás.

Decidí lo que mi corazón dictó como primera y única opción pensando también, en Steve.

El capitán no ceso de manifestarme que, ahora que íbamos a intentar tener otro hijo, debía renunciar. No quería exponerme en peligro y, ante ello él se cercioró que me cuidaran a toda hora, fuera donde fuera, en el lugar en el que estaba. Al principio lo comprendí; temía perderme. Pero con los días, tener a gente infiltrada siguiéndome todo el día, se convirtió en una pesadilla. Steve lo entendió, y confió en que nada malo me sucedería. Aunque le costara trabajo creerlo; finalmente, logró captar que, si estaba a su lado, nunca volvería a sufrir daño alguno.

Fury finalmente accedió a darme la renuncia. Comprendió el temor del capitán y mi trauma al ser nuevamente secuestrada por el enemigo. Le agradecí por todo lo que me enseñó y, tratando de no llorar, corrí hasta la salida del edificio, donde tomé un taxi y lloré en silencio una vez dentro.

Había dejado toda una vida en ese edificio, historias y momentos que, evidentemente no se borrarían de mi mente de un día para otro. Quedarían allí, en mi memoria, y las añoraría enormemente. Pero, todo era por un fin y ese era, mi bienestar.

Recibí las llamadas de Tony durante la tarde cuando llegué a casa. Me reclamó y me trató de egoísta cuando le afirmé que, efectivamente había abandonado SHIELD. Pero luego de haber escuchado pacientemente todas sus palabras con el fin de reprochar mi decisión, entendió que todo era por mi bien. Romanoff fue la segunda en llamar, pero ella, entendió más que nadie mi punto de vista. Se lo atribuí a que ella, siendo mujer, logró entender que, perder un hijo no era algo recomendable y menos, una historia que se quiera recordar.

—Me verás muy seguido en tu hogar, ___________. Tendré muchas cosas que contarte. —Rio la rusa.

—No hay problema, Nat. Sabes que aquí, eres más que bienvenida. —Le dije y ambas reímos, prometiendo volver a vernos durante los días siguientes.

Cuando cayó la noche, Steve regresó a casa justo a las once de la noche. Previamente me había para recibirlo de la mejor manera. Me vestí para la ocasión; aquel día mi anatomía pedía a gritos ser rodeada por sus brazos y devorada por sus besos.

Rogers me miró con el ceño fruncido cuando me vio en medio de nuestra cama, con un conjunto de lencería negro. Sonreí tímida; me levanté de la cama y caminé hacia a él. Tomé el cuello de su uniforme y lo acerqué a mí para depositar el primer beso del día. Había salido muy temprano por la mañana, por lo que, no tuve la oportunidad de besarlo hasta ese momento, cuando llegó a casa.

El capitán se relamió sus labios y dibujó una sonrisa tierna bajo la barba que comenzaba a decorar su rostro. Lucía algo cansado, pero creí que, él no se negaría a ser partícipe de una noche entre besos y caricias.

—¿Estamos celebrando o algo así? —Cuestionó divertido. —Por que supe que renunciaste y...—Enmudeció y suspiró excitado. —Te ves hermosa...

Sonreí coqueta.

—¿Quieres celebrar junto a mí, Steve Rogers? —Inquirí y, rápidamente lo guie hasta la cama y allí, lo empujé haca a ella. Su cuerpo cayó sobre la superficie, dando cortos y pequeños revotes. Me subí sobre él en cuanto quedó estático; tomé su uniforme y comencé a desprenderlo con desesperación. Nunca había sentido tanta necesidad de desnudarlo tan rápidamente. Por lo general, siempre nos tomábamos el tiempo necesario para disfrutar de las caricias tiernas del otro, previo al acto sexual.

—C-cariño... —Jadeó. Dio otro suspiro, con bastante esfuerzo. —Aún no me queda claro por qué has renunciado. —Murmuró. Besé su cuello y mordí el área. Rogers gruñó; sujetó mis piernas y presionó ligeramente.

—Eso querías, ¿no? —Respondí en un susurro. Tomé mi cabello y lo posicioné a un lado, evitando que éste se mezclara entre los diversos besos que me encargaba de proporcionarle al Capitán. Rogers volvió a suspirar, agónico; reí divertida.

—Me parece sospechoso. —Musitó.

—¿Ahora no quieres que salga de SHIELD? —Inquirí, cesando toda caricia. Le miré fija y con el ceño fruncido. —Creí que era lo que querías, Steve.

—No quiero que hagas cosas por mí, ____________. —Negó ligeramente. Tomó mi rostro entre sus manos y depositó un tierno, pero casto beso en mis labios. —Amas a SHIELD, tanto como yo. No quiero quitarte tu pasión. No quiero que lo hagas por mí.

—Ya he renunciado, Steve. Y lo hice por mí... y por ti. Si queremos traer a un niño, debemos estar bien, ¿no? —Y sonreí. Rogers sonrió de igual forma.

Steve no contestó y yo esperaba que no lo hiciera. Me volvió a besar y con ello, nos fundimos en la gloriosa sensación de sentir las caricias y gemidos del otro.

Cuando terminé de despojar su vestuario, me deleité besando cada lugar de su abdomen, de su cuello y rostro. Le susurré tantas veces que lo amaba, que estaba segura que él ya entendía mis sentimientos hacia a él y, no necesitaba que se lo volviera a repetir. Pero, de igual forma, lo manifestaba. Me gustaba hacerlo; me gustaba decirle que en mi corazón yacía su nombre escrito.

Tomé su miembro una vez sentí que estaba lista. Me sentía húmeda y con la inmensa necesidad de sentir que invadía mi interior. Mantuve mis labios pegados a los de él mientras me deslizaba lentamente por su hombría. Soltamos un gemido en conjunto, suave y entre risas amenas.

—Te amo, cariño. —Musité. Me mordí el labio y cerré los ojos, intensificando las reacciones de mi fisiología.

Los movimientos por mi parte no cesaron; eran rápidos y algunas veces lentos. Steve gemía y para mí, aquello era una melodía digna de escuchar. Cerró los ojos y se dejó llevar por mi trabajo sobre él, hasta que un sonoro gemido salió de su garganta anunciando su llegada al orgasmo.

Minutos después, cuando logró regular su respiración, sonrió, aletargado ante los efectos de su orgasmo ramificarse por su anatomía. No dudó en tomar mi cintura y voltearme rápidamente.

No había necesidad de emitir palabra alguna. Su mirada decía mucho, mucho más que sus propias palabras. Sonreía entre besos, y aún más cuando era él quien ocasionaba mis gemidos que, eran casi gritos de placer.

Embistió duro, robándome más de un gemido antes de ser yo quien llegara a mi culminación. Él, había culminado por segunda vez.

—Para ser un anciano, te mueves bastante bien, Rogers. —Comenté aun jadeando, haciendo que el rubio carcajeara.

—¿Es un cumplido? —Alzó una de sus cejas. Asentí mientras me acomodaba para que la parte superior de mi cuerpo quedase sobre su torso. Besé su pecho, y sonreí. —¿Crees que ésta vez haya funcionado?

—¿Por qué no funcionaría? —Cuestioné. Rogers acarició tierno mi cabello. Le miré fijo, esperando una respuesta.

—Van cinco intentos, ___________. —Musitó. —Y en ninguno has quedado embarazada. —Suspiró, desganado. Me deslicé por su abdomen hasta quedar a centímetros de su rostro. Junté mi frente contra la suya y volví a besarle. Sus manos viajaron por mi espalda, acariciando suavemente a lo largo de ésta. Me separé un poco, sin dejar que sus labios rozaran los míos.

Sonreí.

—Estoy embarazada. —Musité muy bajito. La emoción había oprimido mi pecho por lo que, el aire no pasaba normalmente hacia mis pulmones. Comencé a tener la necesidad de llorar, pero me contuve.

Rogers me miró extrañado y un tanto serio. Solté una risita nerviosa y volví a repetir lo mismo, creyendo que necesitaba que le reafirmaran lo anunciado.

—¡Acabo de hacerte el amor, _________! —Exclamó alarmado. —¡Pude haberte dañado!

—Siempre tan sobre protector. —Rodeé los ojos. —No me has dañado. —Reí. —Nunca lo harías.

—Pude hacerlo... —Replicó.

—Pero no lo hiciste. —Repuse. Reí y lo besé. —Ahora entiendes por qué renuncie, ¿no? Tengo a tu hijo aquí... —Tomé su mano y la posé en mi vientre. Los ojos del rubio brillaron. —Lo logramos, cariño...

—P-pero... ¿cuándo lo supiste? —Murmuró, conmocionado. Frunció su entrecejo, casi queriendo llorar.

—Hace cinco días. —Dije. —Quise cerciorarme de estar realmente embarazada. Me hice muchos test. Tengo dos meses. —Finalicé, con una sonrisa en mi rostro que, luego se convirtió en risitas un tanto alteradas.

Fue allí, entre mis risas nerviosas y con la mano del capitán en mi abdomen, que comencé a llorar. Steve se inclinó y rodeó mi cuerpo con sus brazos, protegiéndome y tratando de consolarme. Me besó diversas veces, pero yo, no dejaba de llorar.

Al fin había dado resultado lo que tanto anhelábamos y nos costó obtener. Había sido bastante difícil concebir a un ser. Pero ello, claramente, no fue imposible.

Me agazapé en los brazos de Steve; sentí cómo tocaba mi vientre y, segundos después, sentí cómo sus labios recorrían el área. Mi sonrisa no se borró en ningún momento; estaba feliz, ambos lo estábamos. Y ello, nuestra felicidad, la dicha de ser futuros padres, no se comparaba con nada, absolutamente nada en el mundo.

Esta vez, todo iba a ser distinto. Esta vez, tendríamos a nuestro hijo. 



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Tercera parte a petición del pueblo ah <3 

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